Era domingo por la tarde y Onodera Ritsu se encontraba nervioso dentro de su departamento. El motivo era que había regresado el médico, eso no era para más, no estaba enfermo si no que... por más extraño que pareciera, estaba esperando dos bebés, así es, estaba embarazado. ¿Cómo era posible que siendo hombre estuviera en esa condición? Bueno, eso ya lo había asimilado en cierta forma, lo que le preocupaba era como decírselo al padre, al otro padre en realidad.
Estaba feliz, seguía siendo extraño pero tenía ya dos vidas dentro de él. Su temor consistía en si Takano aceptaría y reconocería a sus hijos o hijas, más que nada, no se sintiera asqueado por ello. Si, tenía miedo de que el ya no lo amará y junto con él a sus bebés.
Llevaban un par de meses saliendo. Onodera había aceptado por fin el amor por el hombre con ojos de color avellana. Fue algo confuso y en una situación algo diferente a la que Ristu hubiera contemplado. Era un viernes en la noche y Takano se disponía a ir a ver a una antigua amiga de la universidad y ex pareja. Onodera se había enterado por casualidad a lo cual nuestro castaño había entrado en unos celos irremediables. Antes de que Takano entrará a su auto para irse, Onodera lo estaba esperando y con lagrimas en los ojos le reclamo que si tenía tiempo para encontrarse con aquella mujer lo dispusiera en el, en estar solo con él y no con nadie más. Terminando de decir esas palabras, Takano solo lo miraba, contemplando esas expresiones que solo él podía ver de ese a quien tanto amaba.
Después de eso, una cosa llevo a la otra y es así como nuestros dos hombres comenzaron a salir.
Luego de meditarlo por un par de horas, salió de su apartamento para pararse en frente de la puerta de Takano. Los nervios y el miedo aún lo carcomían pero aún así ya había tomado una decisión; era mejor decirlo antes de que pasara más tiempo. Entro al departamento de su amado gracias a la llave que este le había dado. Una vez adentro, lo llamo temeroso.
-¿Onodera?- sonó desde la habitación
-H…hola Takano-san…..- dijo mientras entraba al cuarto.
-Es extraño que vengas, pero no me molesta en lo absoluto- le respondió mientras le sonreía. Esto solo ponía más de nervios al castaño.
-Lo sé, es que ten… tengo algo que… -corto sus palabras mientras evitaba llorar. Takano al verlo de aquella manera tan extraña y alarmante, se acerco al ojiverde dejando la ropa que arreglaba sobre la cama.
-¿Qué sucede? – le sujeta ambas manos. Onodera toma aire e intenta calmar su angustia que cada segundo es peor.
-T…tengo algo que decirte- desvía su mirada
-Entonces dilo
-Yo… estoy esperando dos bebés… y son tuyos… sé que es raro pero me explicaron que ahora los hombres pueden concebir y… - sin poder decir más, rompe en llanto. Takano por instantes, se quedo sin palabras. No sabía que decir o hacer o al menos eso aparentaba. Se disponía a hablar mientras le soltaba las manos lentamente
-¿Desde cuándo?- sin mostrar alguna emoción
-Tres meses- respondió Onodera sin dejar de llorar
-Me das asco- mencionó de repente Takano después de varios minutos de silencio. Una punzada se hizo presente en Onodera quien tras escuchar esas palabras que tanto temía, miro al suelo con los ojos en grande. El pelinegro notó como aquel que estaba en frente de él se iba hundiendo cada vez más en sus pensamientos así que decidió hablar de nuevo.
-Eso es lo que probablemente diría alguien que tiene miedo a enfrentar lo que acabas de decirme- con esto, le puso una de sus manos en la cabeza alborotando su cabello. El más joven de ambos quedo sorprendido ante lo que había escuchado, volteo a verle quedando aún mas impactado, Takano sonreía, se notaba feliz.
-Takano-san…- la verdad no tenía idea de lo que sucedía en ese momento
-Lamento haberte asustado pero debía aclarar ese punto- sonriente siguió- entonces tres meses ¿he?, perfecto- termino mientras lo abrazaba con cuidado y un gran amor, como si temiera que fuese la última vez en sus brazos. Onodera le devolvió el abrazo hundiendo su rostro en el hombro de su pareja.
-Pensé que me odiarías y jamás volverías a querer estar conmigo
-Siempre piensas demás, al contrario, te amo más que nunca- separándose un poco para poder mirarle esos ojos que tanto le encantaban- les daré a mis hijos o hijas –sonríe- lo que yo no tuve- se acerca a su rostro y lo besa apasionadamente; juguetea con su lengua en aquella estrecha cavidad de su amado. Onodera le correspondía tímidamente pero al fin y al cabo se dejaba llevar
-Gracias por darme este regalo- musito al final Takano quien no podía describir la felicidad que le inundaba en esos momentos.