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Al Amanecer por Death Lust

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Notas del capitulo:

Soy Rhugein, esta historia la escribí yo con ayuda de Weewee

Ojala les guste leerlo tanto como a mi me gusto escribirlo!

Al Amanecer


Desde que sabía y tenía memoria, quería encontrar al amor de su vida. Para eso, usaba la gran fortuna de sus millonarios padres para viajar de país en país en busca de alguien que le hiciera sentir especial, y algunas aventurillas también.

Era una de esas noches en las que no podía dormir. Abrió un ojo y fijó la vista en el reloj que tenía en la mesita de noche. Eran las 5:02 am, faltaba muy poco para el amanecer. Salió de la cabaña que había rentado en la playa y se dedicó a ver el hermoso amanecer lleno de colores hermosos que oscilaban entre morados, rojos y azules se podían vislumbrar en el cielo.
— ¡Ay!
Aquel grito lo puso alerta, a pesar de que era de dolor, igual podía ser algún ladrón indiscreto que se tropezó o se golpeó con algo por ser un idiota. Tom puso la vista en el lugar de donde provenía el grito al oír un segundo. Parecía ser una persona, una muchacha de cabello negro y largo, que se sostenía el tobillo y gemía de dolor. Se le acercó cauteloso para ver si podía ayudarla. Ella pareció ponerse alerta y tensarse, pero sin intentar levantarse.
—Tranquila, no te haré daño —dijo, sonriendo. La pelinegro pareció relajarse un poco al ver que le harían daño—. ¿Estás bien?
—Oh, no —dijo ella, con sarcasmo—. Estoy agarrándome el tobillo y gimiendo de dolor porque me gusta.
—Bien, ya entendí el punto —dijo, enarcando una ceja; vaya chica más arisca—. Déjame ver.
Ella se soltó el tobillo, y Tom vio que tenía una gran herida vertical, como si se hubiese pasado algún objeto filoso y grueso.
—Se ve muy mal, ¿no es así? —preguntó ella, con extraña calma, viéndose las manos llenas de sangre, la cual tenía algunas partes rojas y otras azules, pero sin llegar a mezclarse—. En estos días nadar en los mares es más peligroso si no portas tus armas, más si eres una pequeña sirena curiosa y algo traviesa.
Su risa se confundió con el sonido del mar quebrando contra la orilla de la playa y el graznar de alguna gaviota que andaba por allí buscando su desayuno y el de sus pequeños.
Tom la miró, completamente confundido—. Dijiste... ¿sirena?
—Sí —dijo con aquel tono medio chillón que tenía su voz por ratos—. Me imaginé que tú eras como yo. Ya no se ven humanos tan lindos.
El de rastas se agarró la frente, para luego pasarse las manos por la cara unas cuantas veces. El no dormir ahora sí le había afectado demasiado; ya hasta empezaba a alucinar cosas. Y es que, ¿una sirena? ¿Una sirena de verdad? Eso era imposible. Ella no tenía cola, y su piel no se veía escamosa, se veía blanca, lisa y suave. Sus ojos eran de un color café claro, casi dorados, sus labios eran rosado y húmedo, e invitaban a besar, cosa que hizo sin pensárselo dos veces. Rodeó la pequeña cintura de la muchacha con una de sus manos y ella puso las suyas alrededor del cuello de Tom, profundizando el beso con más ímpetu. La lujuria empezó a manar del cuerpo de la sirena y a pasarse al cuerpo de Tom por medio del ardiente beso que parecía nunca querer que acabar.
Lastimosamente, todo lo bueno que empieza tiene que acabar de una manera u otra. Ambos se separaron jadeantes y con sus rostros sonrojados y el deseo y el libido pidiendo a gritos ser saciados de su hambre.
—Eres hermosa —susurró Tom, sin poder apartar la vista de esos ojos ámbares que tenía una extraña mezcla de inocencia, lujuria y curiosidad que lo atraía.
—Todas lo somos —encogió sus dos pies cerca de su pecho—, debemos de serlo.
— ¿Por qué TIENEN que serlo?
—Si no somos bellas, ningún tritón querrá casarse con nosotros, y moriremos por tener que vivir solas —explicó, recordando el destino que le deparaba a su hermana, quien ya había caído en la enfermedad por no ser lo suficientemente linda como para que algún tritón se fijara en ella—. Aunque en realidad no creo que sea importante la belleza, lo importante es amarse.
—Sí, lo más importante para un ser humano es el amor de su pareja y sus hijos.
—Mi padre dice que el amor es un sentimiento humano tonto —un pucherito se asomó en aquello labios rosaditos que acababa de besar, haciendo que le dieran ganas de volver a darle uno de esos fogosos besos—. ¿El amor es tonto?
Tom se lo pensó un minuto—. A mi no me parece tonto. Yo estoy buscando al amor de mi vida desde hace mucho, y aún no pierdo la esperanza.
—Yo tampoco la pierdo, a pesar de lo que mi padre diga. Yo solo espero a que venga un lindo tritón que me enamore...
Tom sintió un vacío inexplicable alojarse en su pecho.
—Debo irme —ella volteó a ver al cielo—. Nos vemos mañana, ¿verdad?
—Claro... ¡Espera! —exclamó, al ver que estaba a punto de irse—. ¿Y tu herida?
— ¡Sanará! —gritó, tirándose al mar.
El de rastas la miró alejarse y sonrió.
***
Así pasaron varias semanas.
Tom iba cada amanecer a esperar a que la sirena —de la cual aún no sabía el nombre, pero que la llamaba Ariel por aquella sirenita de la película de Disney—, o a buscarla. Era una rutina, incluso se había casi establecido por completo en esa pequeña, pero bella y significativa playa.
En una de esas mañanas, Tom invitó a Ariel a pasar, si es que podía. Ella sí podía; así que, por primera vez en su vida, conocería la forma de construcción humana.
—Esto es interesante —dijo ella, tocando las lisas paredes de firme madera—. No sabía que aquí construían con madera.
—Madera, cemento, ladrillos, blocks, cristal... Con casi cualquier material se puede construir. ¿Con qué construyen ustedes?
—Piedra trabajada, cristal y algunos metales preciosos que encontramos en el fondo marino o en las rocas de los desfiladeros. Las piedras preciosas también se usan, pero como decoración. Quisiera que un día las conocieras, pero mi padre me mataría si llevara un humano a nuestro pueblo.
—Tu padre es muy estricto, ¿no es así?
—Sólo nos quiere proteger —lo defendió—. Es Poseidón, después de todo.
—Espera un segundo —detuvo su recorrido, volteó sobre sus talones y se le quedó viendo a Ariel con seriedad—. ¿Quién dijiste que era tu padre? ¿Poseidón, en serio?
—Claro —se encogió de hombros—. ¿Por qué? Eso no tiene tanta importancia.
— ¡¿Cómo que no tiene importancia?! ¡Claro que importa, Ariel!
La sirena dio un paso atrás por los gritos. Se quedó mirando a Tom con el miedo plasmado en su rostro bastante rato. A los minutos, dio media vuelta rápidamente y desapareció por la puerta, tirándose al mar y nadando lo más rápido que le era posible.
Tom se sintió horrible por haberle gritado a la pequeña sirena, pues de verdad se veía asustada. La próxima vez que la viera le pediría disculpas.
***
La pequeña sirena llegó a su hogar nadando con rapidez, ya con su cola de colores metálicos, azul y negro. Entró a su hogar encontrándose con Georg, uno de sus mejores amigos, y se le tiró sin pensárselo dos veces y empezó a llorar y a sollozar con fuerza, lo cual preocupó al tritón de cabello castaño. La llevó a su habitación y la sentó en la cama junto con con él.
— ¿Qué te pasó, Billie? —le preguntó, aún acunándola en sus brazos, mientras ella temblaba.
— ¿Te acuerdas de Tom?
— ¿El humano que conociste? Sí, sí me acuerdo —asintió—. ¿Qué te hizo ese maldito humano?
—Me gritó.
Para muchos sonaría estúpido que alguien estuviese llorando por que otra persona le gritó, pero las sirenas eran de sentimiento muy frágil, en especial si se encariñaban con alguien y ese alguien les hacía algún daño, por mínimo que fuera.
—Te dije que te alejaras... Mira cómo estás, mi pequeña.
—Es que... Es que yo... —tragó y suspiró, tenía la garganta hecha un horrible y doloroso nudo— ....creo que me enamoré de Tom.
Georg abrió los ojos lo más que pudo. Casi nunca se oía que una sirena estaba enamorada, y sabía que, si uno de ellos se enamoraba, harían lo que fuera por el ser del que estaban enamorados. Y si la pequeña Billie estaba enamorada de Tom, el cual era humano —y sus combinaciones con especies terrestres estaba prohibida—, la joven era capaz de enfrentarse a Poseidón, su padre, con tal de estar con el humano.
—Billie...
***
**Dos semanas después**
Tom tenía dos semanas de no ver a su pequeña Ariel. En uno de los tantos amaneceres esperando, vio la figura de la joven sirena dando brincos por encima del agua, llendo a su encuentro. Se levantó de la arena, en donde estaba sentado, a esperar a que se acercara. De un brinco, ella subió a una de las rocas que sobresalían del mar que estaba en la orilla, exponiendo su cola de bellos colores.
—Hola, Tommy —saludó ella, con una amplia sonrisa—. ¿Qué tal mi cola? —la movió un poco, haciendo el agua de la orilla chapotear un poco— ¿Te gusta?
—Te ves preciosa así, Ariel —Tom jugaba con el piercing negro de su labio, algo que atrajo la atención de la sirena.
—Mi nombre es Billie, no Ariel. Olvidé decírtelo —se le quedó mirando al objeto que tenía Tom incrustado en el labio; ella sabía que era un arete, pero nadie se los hacía en el labio. Ella tenía uno en la ceja, en la lengua y en las orejas, pero era más por tradición que por lujo —a excepción del de la lengua, ese sí era por puro lujo suyo.
—Miras mucho mi piercing. ¿Te gusta?
— ¿Así lo llaman ustedes? —preguntó, sorprendida de las palabras complicadas que usaban los humanos. Ellos tenían un sistema más fácil, su idioma antiguo—. Nunca te lo había notado. ¿Siempre lo has tenido?
—Sí, siempre lo he tenido —rió con disimulo al ver la cara de curiosa inocencia que le daba el aspecto de niña pequeña—. ¿No lo sentiste en los besos?
Billie, al recordar los numerosos besos que se dieron, enrojeció de vergüenza y se tapó el rostro con ambas manos, un poco avergonzada. También recordó que había sentido algo contra sus labio que no eran los labio de Tom.
—No me había dado cuenta... —agitó un poco su cola hasta que aparecieron sus piernas; se levantó de la roca y caminó hacia Tom—. Se te ve sexy... y se siente bien... ¿Besito? —pidió haciendo un pequeño puchero que a Tom se le antojaba muy sensual e inocente al mismo tiempo.
Tom le dio a la joven lo que quería. Un largo y candenciso beso en los labios. La levantó de las piernas, y ella las enroscó en la cintura del mayor, y sus brazos fueron a parar al cuello de Tom, profundizando el beso aún más. Así como estaban, Tom la llevó al interior de la gran cabaña, justo a la habitación. La tiró con cuidado en la cama y se le puso encima.
—Tommy... —gimió ella al sentir los húmedos besos y la cálida lengua de Tom darse un paseo por toda la zona de su cuello hasta llegar a su pecho, cubierto por el pequeño top negro. Tom no tocó esa zona, sino que se dirigió al pequeño pantalón que cubría su entrepierna.
—Creí que eras mujer —comentó Tom sorprendido y confundido.
—Muchas sirenas somos así, ni uno ni otro... Fíjate y sabrás el porqué.
Tom, sin ningún tipo de vergüenza o pudor, bajó la mirada y miró en las partes íntimas de Billie, encontrando un huequito extra más abajo de los testículos.
—Esto es... extraño.
— ¿No hay humanos así?
—No hasta donde yo sé...
Billie no dijo nada más. Se dejó llevar y se sumergió en el placer que Tom le daba. Así fue como una bella y joven sirena tuvo su primera vez.
***
**Un mes más tarde**
Ese día se habían citado más temprano de lo normal para poder admirar el amanecer juntos. Bill estaba sentada entre las piernas de Tom, con la cabeza apoyada en el hombro de éste, y jugaba con la arena que estaba cerca de sus pies. Ambos admiraban como el cielo se iba coloreando de intensos colores morados, rojizos y azules, apareciendo las nubes que parecían casi negras por el azul oscuro pero bello que las teñía.
—Desearía ser como tú —Tom cubrió la cintura de Bill con ambas manos le dio un pequeño beso en el cuello, cerca de la oreja—, así podríamos vivir cada amanecer juntos.
Bill sonrió con amplitud. Cerró los ojos y suspiró. Su cuerpo se acercó aún más al de Tom —si es que se podía.
—Yo también quisiera como tú, Tommy —su rostro volteó un poco y un casto beso se quedó en los labios del mayor—. Te amo.
Y aquello era cierto.
Bill nunca oyó sobre una sirena que se enamoraba, sólo en historias que le contaba su hermana, aún convaleciente en cama. Muchas terminaban bien, otras terminaban en tragedia. Pero a Bill —esas advertencias indirectas— no le importaba si su historia de amor terminaba en tragedia, él sólo sabía que amaba a Tom, y lo amaría toda la eternidad.
—Yo también, mi pequeña Ariel —su nariz chocó con la de su contrario en un besito esquimal. Luego le siguió un beso en todo su esplendor, que ni compararse con un beso francés se podía.
En eso, un pequeño temblor, casi imperceptible para los seres humanos, sacudió la playa, y las olas empezaron a sacudirse bruscamente, y unos gruñidos salieron desde las profundidades del océano.
— ¿Qué fue ese sonido? —Tom dejó de besar a Billie, y fijó su vista en el mar, al igual que el menor. Pero sus caras eran distintas. Tom tenía expresión de desconcierto, de confusión; Bill, sin embargo, tenía su bello rostro desencajado del miedo que recorría cada poro de su blanca piel. Tom lo miró, y notó lo asustado que estaba. Pero antes de que pudiera preguntar el porqué de su miedo, Bill se le adelantó.
— ¡Oh, no! —ese grito desconcertó aún más al de rastas—. ¡Mi padre! Tom, ¡corre!
— ¡No! —dijo, decidido—. Yo me quedo aquí contigo.
Se levantó, ayudando a Bill a levantarse. Le tomó ambas manos, entrelazando sus dedos, dándole su apoyo.
—Billie, sabes que te amo, ¿no es así? —por alguna extraña razón sabía que su final estaba cerca, pero no tenía miedo ni nada. El moreno asintió—. Confía en mí, todo saldrá bien.
Pero ni él mismo se lo creía.
La figura de Poseidón hizo acto de prescencia frente a la pareja. Su ceño estaba fruncido al máximo y sus ojos mostraban furia (Nota: para Poseidón, me imaginé a Bushido).
— ¿Quién te crees, débil humano, como para tener la mano de mi hija? —preguntó con su voz grave—. Mi raza no se puede mezclar con algo tan inferior como los humanos.
— ¡Nosotros no somos una raza inferior! —gritó a todo lo que daban sus pulmones—. Y usted no puede hacer nada. Su hija se ha enamorado de mí.
La cara de Poseidón casi se desencajó de la furia—. ¡Vas a pagar por tu atrevimiento, humano estúpido!
Un tritón salió del la orilla con una lanza en mano. Tom soltó a Billie y le susurró al oído que se escondiera. Ésta hizo caso y se fue a esconder detrás de unas rocas, sin perder detalle de lo que ocurría. Tom luchaba a todo lo que podía. Mandaba golpes, y recibía rasguños; habían varias heridas grandes y sangrantes en su cuerpo, el cansancio se podía ver en su rostro, además de sus débiles y algo torpes movimientos por culpa de la abundante pérdida de sangre. El de rastas sabía que no podría resistir mucho tiempo más. Con un hábil movimiento, le arrebató el arma al tritón y se lo incrustó de lleno en el estómago.
Cayó casi desmayado.
Billie fue donde él y le tomó la mano que estaba sobre su pecho.
—Tommy... —sollozó—, no puedes morir, no ahora que esperamos un hijo...
—Cuida de nuestro bebé —guió su mano libre al vientre del menor—. Te amo, lo sabes, y también amo a nuestro bebé... Cuídense...
Con esas últimas palabras, Tom cerró sus ojos para nunca más abrirlos de nuevo. La pequeña sirena lloraba desconsolada, aún sin soltar la mano de quién pudo haber sido su amor eterno, su amor verdadero.
Y así fue como la pequeña sirena perdió al amor de su vida.
***
**Varios años después**
Un muchacho de cabellos rubio caminaba, mojando sus pies en la orilla de la pequeña playa en la que se había criado junto a su madre. Se paró a ver el horizonte, el atardecer que se le antojaba hermoso. Una figura sentada en una roca no muy lejos de él.
Esa figura volteó a ver, y pudo notar que no sólo tenía un bellísimo cabello rubio oscuro, casi castaño, sino que también tenía unos bellísimos ojitos color ámbar.
— ¿Quien eres? —preguntó. La muchacha se volteó por completo, y él pudo admirar su bella cola—. ¿Qué eres?
—Mi nombre es Tammy —ella amplió su sonrisa—, y soy una sirena, hija de Billie.
Y así, la historia de amor entre un humano y una sirena se repite.
Pero ésta vez, tuvo un final feliz.

FIN

Notas finales:

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