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"Tienes un don" Parte I por ElleLover

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Notas del capitulo:

¿Queréis saber cómo me imagino a estos dos chicos?

Vayan a mi blog, y lo verán, está en mi útima publicación, aquí:

 

http://lamariposainfernal.blogspot.com.es/

 

¡¡PUES SEGUIMOS!! SEGUNDO CAPI: La decisión.

Con otra canción para los dos chicos. ^^ vamos viendo el micromundo de nuestro profesor en la escuela... faltará en el laboratorio... y luego las nuevas amistades que pronto Kenta hará... más adelante...

 

Il divo, Por ti seré ^^

 

https://www.youtube.com/watch?v=97mO6fdOggc

 

Un sentimiento de vergüenza mezclada con un pánico horrible le inundó el pecho. Sintía ese vacío típico de vértigo que le hacía sentirse cada vez más inquieto: “No podré ni devolvérselo... ni leerlo”. Se sentía como si acabara de destrozar una pieza viejísima de arqueología. Sabía que aquello quizás era una exageración, pero... no, no lo era. ¡Era su diario!

Agarró ese trozo inservible y sucio; la mayoría de hojas hacían surcos. Miró el año de una de las primeras páginas, con cuidado. Hizo la cuenta rápidamente y volvió a sentir que caía en un hondo pozo de desesperación.

“¿¡Lo empezó a escribir a los 10?!. ¡Me he cargado... 10 años... de su vida. BINGO.”.

—     Vale, Blaine... tranquilo...- tenía la costumbre de hablar consigo mismo cuando estaba nervioso, para intentar escuchar su voz monótona y grave; calmándose.

 

Parecía tranquilo, sí... pero no lo estaba.

¿Qué tenía que hacer?

 ¡OH!

¡Podría usar un modelo psicoanalítico interpretativo emocional que le salvara el culo! “Oh, no. mis principios...”. Como tenía base de medicina, normalmente siempre se basaba en modelos biológicos o cognitivos; y alguna que otra vez prefería los modelos conductuales, pues ese tipo de modelos los usaba con su propio perro e incluso con las ratas de su laboratorio... pero los modelos dónde se daba importancia a las emociones o al simple tratamiento por encima de la teoría - como eran los psicodinámicos y humanistas- a pesar de ser psicólogo...le daban urticaria.

Muchas de las teorías sexuales... de Freud... le daban urticaria. Tan solo hizo los cursos de psicoanálisis para rellenar su currículum. Y no le importaba las miles de teorías nuevas que habían surgido de ese método... seguiría dándole urticaria.

Pero... ahora era la mejor opción. Si quería el menor mal para su paciente, tendría esas opciones:

1. Mentirle y decir: “En el diario hay demasiado dolor, tienes que quemarlo para que el inconsciente entienda que te has deshecho del pasado.” O 2. “decir la verdad”.

El 1. Le llamaba a gritos. Así no vería su incompetencia...

“¡¡No puede ser que al día siguiente de darme su diario le diga que se lo he estropeado!”

¿1 Elegida? ¿SÍ, SÍ?

“ ¡Oh, gracias Freud! Sé que he maldecido tu nombre desde el inicio de la carrera, pero aún me servirás para algo.” Blaine nunca había sido partidario de usar ese modelo. De echo, aunque siempre se hubiera querido dedicar a la física o a la matemática, sus notas nunca fueron excepcionales en esos ámbitos. Se le daba mejor la medicina y la psicología: en ello las cosas cobraban un poco más de sentido, no era... tan abstracto. Tenía que conformarse con psicología; no estaba mal... pero a él le gustaba la “ciencia formal”. ¡No había nada más perfecto que las matemáticas! Los humanos... eran tan complejos: siempre con errores, en cualquier conducta, teoría o lo que fuese, no había nada perfecto, nada. A él le gustaban las cosas “fijas”, las teorías. Los números... eran tan... mágicos.

“¡BLAINE, CONCÉNTRATE! ÉTICA, ÉTICA: NO TIENES QUE SER MEDIOCRE”

No podía decirle esa excusa tan mala: quema tu diario y di “abracadabra”. ¡BUM! Le haría ver como a un estúpido chamán.

“¿Y si lo quisiera ver por última vez? ¿O si hace referencia a algunas páginas?”.

Él espera que me haya hecho una lectura profunda.

“Mierda... mierda...”.

No tenía que usar su poder como psicólogo para manipular de ese modo a nadie... pero la vergüenza o el miedo de perder a su reciente paciente por un fallo de ese tipo le aterrorizaba. “Puedo decirle la verdad: mi perro los ha tirado en un charco”. Sí... claro...

Parecía la típica excusa de escuela: mi perro se ha comido los deberes.

Pero era la verdad. Sería lo más maduro... pero... “No, no estoy loco”. Aquella tontería podría destruir por completo su confianza, al cien por cien.

Tenía que hacer algo antes de su siguiente sesión.

Y aún quedaba... una semana entera.

Algo está claro: tiene que olvidarse del pasado. Está probado científicamente que estancarse en el pasado genera una conducta desadaptativa e irreal.

Si recuerda demasiadas cosas del pasado puede estancarse en él, y no es bueno; el pasado no genera estrés, porque es pasado: y siempre se suele idealizar No quiere afrontar el presente y el futuro, porque crea mucho estrés. Y en caso de que en el diario tenga “cosas malas” del pasado, también es mejor olvidarlas y no ir leyendo una y otra vez la misma cadena de pensamientos repetitivos y negativos. Mejor si me lo dicen en voz alta a mí, para que deje de tomar sentido y se de cuenta de lo que siente “ahora”. Pero junto a mí. Sí... los dos.

“Arg... ¿me lo estoy tomándo demasiado en serio o qué?”

Luego recordó las señales de su muñeca.

“No. Esto es... serio”.

¿No habría algún truco para hacer que la tinta volviera...? ¿Limón, ceniza? “Sí, venga, Sherlock Holmes... continúa. Qué patético...”. ¡Arg! Se sentía como si un estúpido ser hubiera entrado en su laboratorio contaminando valiosas variables: pero es que... no había sido culpa de nadie: SOLO SUYA. Aquello era lo peor. No era culpa de Ricky... aunque era inteligente, no dejaba de ser un animal con sus impulsos. Suspiró.

Miró por la ventana puntiaguda con decoración medieval de esa sala.

Era la hora del “recreo”.

Normalmente ahora iba a la cafetería y hablaba sobre banalidades con algunos profesores... pero no tenía hambre. Fue curioso que entrara la profesora de Biología con la que solía hablar de vez en cuando, justo al pensar en ellos.

—     Hey, hola Blaine... así que estás aquí.

—     Hola...

 Ellos dos eran los profesores más jóvenes de la Universidad. Pequeños genios. “Aunque tampoco es que hayamos descubierto nada del otro mundo... simples artículos en revistas científicas consideradas buenas”. Podrían haber aceptado a otro cualquiera. Se dio cuenta de que apenas sabían mucho el uno del otro, pero como era una de las pocas que le caía bien por ahí, sonrió. Al menos no era un alumno idiota pidiéndole que le explicara algo.

—     ¿Ocurre algo malo?, no te hemos visto por la cafetería.- sonrió, con una cara provocativa- Ya sé... ¿te ha dejado la novia?

Era una pelirroja despampanante. Blaine se puso serio. “¿Qué novia..?”. Siempre cuchicheando sobre tonterías. No iba a darle información innecesaria.

-          ¿O el novio? – insistió ella- ¿No? Ais... qué misterioso eres con tu vida privada. Entre los estudiantes eres bastante apreciado por tu belleza, ¿sabes? Los de primero están: “ohm, habéis visto lo bueno que está el profesor Baine”. Y en ambos sexos ¿eh? Jajaja – rió- Me harías competencia si no fueras tan duro con ellos en clase. Luego se desenamoran de ti. Utilizas métodos muy Espartanos... o eso dicen los pasillos... Yo no, ¿eh?

Era obvio que bromeaba, pero había llegado a un límite en el que ni siquiera sabían si era aceptado socialmente por la relación tan poco personal que tenían.

—     Ya sabes. Ley de Darwin: sobrevive el más fuerte. Que se quejen, me critiquen o me llamen lo que quieran, no harán nada si no se meten a estudiar. Así va la vida. Es por su propio bien. Incluso creo que soy blando.

La chica sonrió ante la citación de Darwin. Sabía que hábilmente había optado por ignorar todo aquello de las novias y novios. Media universidad creía que Baine era gay.

“¿A a ellos qué les importa?” Si tenían tiempo para preocuparse de aquellas cosas de críos es que tendría que poner más trabajos, pensó, un poco resentido.

—     Ahora en serio, ¿te ocurre algo malo? Puedes contar conmigo, si quieres...

Tenía los labios rojos, tacones altos e iba vestida demasiado provocativamente, para su gusto; pero pesar de ir sexy, también tenía un estilo sobrio. En su justa medida. Era muy simpática y querida por sus alumnos; “eso dicen los pasillos”. Blaine tampoco era sordo. Esos estúpidos críos chillaban a veces, como orangutanes en celo.  Esa mujer, de su edad, la adoraba por su faceta extrovertida y bromista... pero la respetaba por su trabajo. Intentó ser amable.

—      Estaba ocupado pensado... en temas de trabajo. Pero es confidencial...

La chica le quitó las gafas, riendo. El profesor siguió serio, como siempre. Su orgullo no le dejaba contárselo, aunque quisiera saber la opinión de otro ser humano. ¿Cuándo fue que se volvió tan ermitaño?

—     Venga, devuélvemelas, por favor... no seas cría...

Se las pasaba de un lado a otro, como si fueran dos estudiantes. La chica no había podido ver bien su cara, cuando estuviera un poco quieto la disfrutaría, al cien por cien.

—     ¡Shh!! Oye, deja de actuar de un modo tan... serio y correcto. No estamos dando clase. Sé que somos profesores, tú eres psicólogo y esas cosas... pero...

La mujer se quedó paralizada ante la belleza de ese hombre. ¿Cómo podía ser tan irresistible... solo con quitarle las gafas? Unos calores le entraron y mordió su labio inferior.  Sabría que sería más guapo sin gafas, pero no... hasta ese punto.

—     No actúo de ningún modo. Soy así, Angela... 

Le miró, sin las gafas... haciendo que su cuerpo ardiera ante tanta belleza. Le entraban las ganas de que la cogiera en el escritorio y la castigara... de algún modo...

Con esa barba de unos pocos días, y ese peinado clásico, pero atractivo, rasurado por la parte de abajo y más largo por la parte de arriba, dejando una especie de cortinas en su pelo, las cuales enmarcaban esos pómulos tan perfectos, sus ojos marrones y su piel medio-bronceada.

“Es un... modelo... de perfume...”

No quería que se volviera a poner las gafas.

Era extraño: ¿cuánto tenía tiempo para tomar el sol? Estaban en invierno, que supiera ella, él siempre se pasaba el tiempo entre la universidad, el laboratorio y su consulta...  ¿Tendría novia, realmente? ¿Saldrían a la playa? ¿Tenía amigos?“ Es... tan guapo”. No puedo evitar pensar, la chica, olvidándose de respirar, aún con las gafas en la mano.

Su voz acabó por darle ese toque sensual que ni siquiera sabía que tenía: inocente, pero serio.

—     Además, no me molesta en absoluto lo que opinen de mí: solo hasta cierto punto.

Era como si ni siquiera se diera cuenta del efecto que producía su belleza en los demás.

“¿Un tío guapo que no es engreído? Tiene que ser gay...”. Sino, no entendía cómo aún no le había intentado seducir. Estaba acostumbrada a que todos los hombres lo hicieran. ¿Tenía a otra? ¿A otro? ¿No estaba interesado en parejas? Se mordió el labio, otra vez... “¿Y en sexo?” Quería saber tantas cosas de Blaine... o que simplemente... le...

—     Solo quiero la mejor formación para esta universidad. Puedo ser duro, pero soy buen profesor, ¿no? – y seguía con su posado serio. Le excitaba tanto...

El profesor miró a través del enorme ventanal. Los chicos reían. Ahí había más de 3.000 alumnos. Y todo parecía... como cuando él entró. “Patético... podrían hacer algo para cambiar esto... ¿no?”. ¿Pero quién era él para decir aquello? Nadie.

Los pensamientos depravados desaparecieron cuando vio esa expresión tan humana...

—     No estamos... en Cambridge o en Oxford... pero precisamente por esto... quiero subir el listón de este lugar y sentir que he contribuido a hacer algo grande. Hace falta buenos profesores: duros, estrictos... o las universidades de EE.UU nos superarán en los rankings, como llevan haciéndolo durante años. – su faceta competitiva volvía a hacer que le brillaran los ojos- A veces me parece que el pensamiento de esta universidad se ha quedado obsoleta, anclada, como su decoración medieval. ¡Harvard es puntera en estudios a distancia! ¿Nosotros? ¿Por qué no innovamos en algo? Y siguen complementando desde todo el mundo con miles de cursos y profesores que cuelgan sus conferencias. Se han abierto a la globalización. Teorizan, sí: pero también actúan. ¿Te crees que no me gustaría ir ahí? ¿O a Oxford? Pero... no soy tan bueno. – suspiró, recordando su solicitud rechazada- ¿Aquí? No se está nada mal. Aunque damos alguna que otra misa...  y preferiría evitar el profundo sentimiento religioso que ronda esta ciudad, tampoco puedo evitarlo: es inevitable apartar la tradición... además, por algo enseñamos Teología. Pero podríamos hacer algo más. Si algo me ha enseñado la psicología es que cada cual elige el mejor recurso para “vivir”... creyéndose las mentiras que quiera... teniendo fe... en algo... pero... tenemos que hacer algo grande... para todos... no solo para unos cuantos. Dar frutos verdaderos... no simples títulos vacíos que... decoren habitaciones... Crear recuerdos, ideas, pensadores, trabajadores...

La chica sonrió. Le dejó las gafas en el escritorio. Y él se las puso de inmediato. Volvía a ser el mismo Blaine de siempre. Había quedado un discurso muy trascendental y motivador. Nunca había pensado que Blaine se preocupara tanto por sus alumnos o los estudios; siempre se le veía callado, como enfadado... como si no esperar que alguno de esos estudiantes fuera a llegar a algo. Ahora se daba cuenta de que lo que odiaba de ellos era su falta de disciplina... y quizás, la suya misma. Porque nadie creía en él... ¿podría ser?

—     Quédate por aquí, Blaine. Ya hay demasiados cerebritos en Oxford...- le hizo un gesto pícaro con el ojo- Sí. Eres un genial profesor. Haces que la gente se ponga las pilas, desde luego. Si te sirve de consuelo tampoco eres tan odiado. Nadie puede superar a James: el temido profesor de Matemáticas, física y estadística... Confiesa, venga... ¿Tú te enteras de algo en sus conferencias?

Aquello lo encontró gracioso. “Así que... no soy tan odiado, pero lo soy, ¿no? Gracias.

Las personas que siempre querían lo mejor para la humanidad acababan siempre recibiendo poca gratitud... o incluso desprecio... eso ya lo sabía. Pero no le importaba. No lo hacía para recibir halagos. Quería hechos. Quería que se dieran cuenta de que tenían que hacer las cosas bien. Seriamente. Y llegar a aquella “decisión”... no era fácil, ni bonito. Se tenían que hacer muchos sacrificios. Blaine... lo sabía bien. Contestó a su impertinente compañera de trabajo:

—      Voy a sus conferencias por cortesía, como todo el mundo... – “Bueno, realmente... me apasionan, este viejo es un puto genio”- Pero sí, creo que a veces es el único en la sala que se entiende a sí mismo...

La chica se echó a reír. Nunca había visto a Blaine bromeando. Incluso él se sorprendió, así que siguió... aunque no fuera su estilo:

—     No sé para qué sigue insistiendo en hacer tantas conferencias: ¿Por los aplausos? No sé si decir que es narcisista o muy buena persona. Creer que ineptos como nosotros podamos entender lo que sea que su genial mente indaga... es... bastante impresionante, en parte. Quizás, incluso, ingenuo... pero eso es lo que necesita esta universidad... genios: siempre tan incomprendidos...

Entró un hombre muy viejo. Hizo un sonido de voz, como para hacerles ver que había estado escuchándoles. Y sí... era... el profesor apodado: “el demonio de Sant Andrews”. Blaine se quedó en un mueca congelada.

—     Gracias, profesor. Me alegro de que alguien finja entenderme... aunque solo sea por cortesía. Si me permite...  me gustaría añadir que creo que infravalora la capacidad intelectual de esta universidad; incluso la suya. La gente no es tan estúpida como cree.

“Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”. Dijo una vez Eintein.

Iba a decirlo, pero no era capaz de debatirle después de haber sido tan rudo...

Su corazón palpitaba. Había venido para coger unos folios para sus alumnos.

Quedaban 5 minutos para dar clases.

Era un gran amigo del director. Y estaba en una buena posición en el organigrama de esa universidad. Podría echarlo en menos de dos días... si quisiera.

Ángela se disculpó con la mirada, como si fuera un juego de niños. Cuando el viejo se fue, divertido, Blaine volvió a sentir ese vértigo en su interior. Ni siquiera se despidió de ellos.

Esa semana... no era una de sus mejores... “Genial...”.

—     ¿Crees... que se habrá enfadado? No quiero que me despida... ni los enchufes de mi padre servirían contra el profesor Longwood... no puedo competir contra un tío que ha ganado el premio nobel.

Estaba... aterrorizado.

La pelirroja se puso su bata. Se encogió de hombros y se despidió. “Genial... genial... genial.. ¿por qué hablo tanto?”. Era culpa de esa chica. Ángela le dio un golpe de codo:

—      No creo. Yo siempre le hago bromas peores Jajaja- luego se despidió- Pero claro: yo soy yo. Siempre puedes hablar con él, si te preocupa... creo que seríais buenos amigos. ¡Adiós! Toca diseccionar alguitas... a ver qué estudio de ecosistemas me han hecho mis queridos alumnos...

Blaine se volvió a quedar solo en aquella sala de profesores. Se terminó el pozo de café que quedaba; frío. Agarró la maleta de piel que siempre llevaba encima, con sus apuntes para sus clases. ¿Qué tocaba ahora? “Mh... psicofisiología... bueno, allá vamos: a hacer que los estudiantes de medicina y psicología me odien mucho más.... yupi”. Ojalá pudiera explicar esas cosas en un tono original y divertido. Pero había cosas que... no habían gracia. Se aprendían y se hacían por saber. Y ya está. Aquello no era un parvulario. Estaban en una universidad. Pero, al menos, gracias a todos esos ejercicios y trabajos, acababan aprobando la gran mayoría 85%. Con los anteriores profesores siempre suspendían la mitad de los alumnos.

—     Hay quién dice que no hay universidades buenas, sino malos o buenos alumnos.- sonrió- Idiotas. Yo digo que sí las hay, y en ellas hay buenos profesores...

Pensó en sus queridas ratas de laboratorio. ¿Habrían crecido ya lo suficiente para poder empezar con su experimento conductal? El crecimiento era una variable que tenía que tenerse en cuenta, para que no salieran luego errores o variables extrañas. ¿Podría empezar su experimento antes de las vacaciones? Aunque... tampoco tenía nada mejor que hacer durante las vacaciones. Aparte del día de navidad, cena de la familia, no tenía compromisos con nadie.

No sabía si era bueno... o malo.

“Ais... irónico. Blaine, ya lo veo: darás consejos sobre apoyo social a ese pobre chico, que no tiene a nadie, cuando tú, a pesar de poder crear lazos con muchos compañeros o incluso intentar buscarte pareja, prefieres estar al lado de unas ratas y tu perro impuslivo...”.

 Pero le encantaba investigar. A pesar de que en un principio hubiera querido hacer matemáticas... la investigación le daba una puerta a ello, de un modo práctico y real. Como cuando Einstein iba formulando la teoría de la relatividad durante su tiempo libre, pero luego, lo demostró: lo demostró... qué genio. Con la curvatura de la luz y...

“CÉNTRATE, BLAINE, CÉNTRATE, A CLASE”.

Y aunque por un momento se hubiera deshecho de los pensamientos del diario, cuando volvieron a invadirle supo lo que tenía que hacer:

“No puedo estar una semana entera pensando en esto. Tendré que llamarle para quedar...

y decírselo en persona. Adiós a mi paciente...”.

Atravesó el pequeño puente de piedra hasta ir a la a la oeste, contraria a la sala de profesores. “En fin... por un día que llegue tarde, no pasa nada...”. Entonces se tropezó con un chico.

Él era tan alto que a pesar de que se hubiera puesto delante, casi expresamente, el que se cayó fue el chico. A pesar de saber que no era culpa suya Blaine se disculpó, como siempre. Si algo tenía, eran modales:

—     Lo siento, ¿se encuentra bien?

Cuando vio que esa persona era un japonés atractivo, que lo miraba divertido, desde el suelo, al sentir su mano y reconocerlo se incomodó un poco  “¡¡Oh, no...!!”. Tenía el diario bien guardado en su maletín, no podía verlo... pero tenía una sensación, como si supiera lo que lo había destrozado y por eso había venido ahí: para castigarle. “Qué tonterías...”.

—     Hey, doc. ¡Estamos esperándole en la sala! He venido como oyente a su clase...

El profesor se quedó de piedra. Como el puente... que acaba de pasar. Fue andando hacia la hierba, intentando mostrarse frío. Sin... que pudiera ver... su reacción. “¿¡Qué hace aquí?!”.

—     Normalmente no suelo llegar tarde... – dijo tan solo, como para excusarse.

“¿Qué hace aquí? ¿ME ESTÁ ACOSANDO?”. No quería crear un lazo demasiado cercano con ese ser, pero se le acercaba como si ya fueran amigos de toda la vida. ¿Qué venía como oyente? ¿Y no tenía cosas mejores que hacer que ir a escuchar una clase de la que no entendería ni la mitad? Estaba ahí... por él: y lo sabían ambos.

—     Así que llegando tarde. Mh... ¿Estabas leyendo mi diario, doctor? ¿Le ha sorprendido algo? ¿Ya sabe lo que me ocurre?- tantas preguntas... lo encontraba... tan tan...

Le sonreía, como si todo aquello fuera un juego. Sentía la presión. Tenía que evitar la... conversación sobre el diario...

—     Preferiría que no hablásemos de estos temas fuera de la consulta...

—     Oh, a mí no me importa...

—     A mí sí. Sería contraproducente.

El japonés parecía no entenderlo.

—     ¿Qué hay de contraproducente en querer conocer cosas de esta hermosa universidad? Además, eres el único ser que conozco en este pueblo... - sonrió- Podrías presentarme alumnos, para ver si necesitan un compañero de piso, ¿sí?

 

“¿Con la estima que me tienen? Acabarías con los más drogadictos y estúpidos si supieran que tienes un relación de paciente-psicólogo conmigo.. A muchos les gustaría devolvérsela, o intentar saber algo de mí mediante ti... por haberles metido notas... un poco menos deseables de lo que se esperaban”.

No era su culpa que aquellos descerebrados tuvieran tantas expectativas en un su mediocridad.Los jóvenes eran siempre tan arrogantes. Incluso... ese japonés lo era. Que fuera un respetado “cantante de la ópera”, que se había ganado el respeto y la admiración de todo el mundo con duro esfuerzo y constancia no le hacía... ser menos... engreído.

“bueno... podría serlo más”. Confesó. Pero ahí estaban signos obvios.

Simples conductas le bastaban. No había falta leer diarios.

Ya había escuchado muchas entrevistas suyas.

Le conocía mejor de lo que se creía. Mezcla de trastornos B i C. B) Dramático, emotivo inestable y C) ansioso-temeroso. Posible trastorno evitativo, a la vez que el de dependencia. Con una pizquita de toque narcisista e histriónisno. Una combinación muy contradictoria e incluso esquizotípica. Era un caso... muy especial. Una mezcla de todo... y nada. Porque no destacaba nada, realmente. Seguiría siendo una depresión... y ahora estaría negativista, fingiendo... con un posado narcisista-falso.

¿O no tenía nada? Esa sonrisa... le hacía ver... que estaba tan bien.

Blaine no quería empezar a psicoanalizarle en ese lugar. Pero algo estaba seguro: “Empeiza apresentar conductas dependientes hacia mí” Lo que más odiaba de la gente: que se le pegaran. Había tenido tantos amigos que se le habían apegado. Eran unos pesados. Ni siquiera se preocupaban realmente por él: y le envidiaban. Nunca habían querido ser unos amigos sinceros desde el principio: por eso ahora... se alejaba de los “vampiros emocionales”.

Tuvo una idea. “Puede que sea... peligroso... pero...”

 Le sonrió. “¿Cómo actuará... cuando le diga lo del diario? Me gustaría saber su reacción...”.

A pesar de que ese japonés destacara por su belleza, sin sus trajes y su “canto angelical”, parecía un niño cualquiera en ese sitio. Así daba menos presencia que en todos esos vídeos de Youtube, con tanta gente aplaudiéndole, y esos músicos tocando para él, unas piezas complicadísimas, en la que su voz iba de unos graves a bajos increíbles. Con una emotividad tan madura... “¿Realmente... es el mismo?”. No veía una pizca de él ahí en frente.

—     Está bien. Puedes venir de oyente... después de clase tengo que hablar contigo. Y si te parece bien, como compensación, te hago una ruta por... el pueblo...

Kenta sonrió, mirando ese sitio tan hermoso.

—     ¿Compensación? ¿por qué? – no parecía entender aún la gravedad del asunto.

 

“Por haber destrozado tu diario...” Espero que no me pegue.

Miró los enormes ventanales y la apariencia medieval de ese sitio le volvió a dibujar una sonrisa mucho más grande. Parecía feliz, como cuando recibía las ovaciones en sus vídeos. “¿Por qué está... tan feliz solo por andar por este campus?”.

—     Le parecerá divertido, doc... que lo diga alguien como yo, que ha ido a lados lujosos por todo el mundo... pero este ambiente es tan apaciguador.

“Porque están haciendo clases, porque sino parece una estampida de animales en celo”.

Sin embargo Kenta lo decía en serio. Parecía un niño que nunca hubiera visto una universidad. “Espera... quizás nunca ha visto una universidad desde dentro...”.

—      He estado... en muchos teatros... pero qué precioso es este pueblo... y esta universidad. Dan ganas de ir a estudiar... ¿no?

Blaine se dio cuenda de como el día que creía gris en realidad estaba bañado con tenues rayos de sol. Cuando Kenta empezó a respirar profundamente de ese ambiente tan verde, él también lo hizo, inconscientemente.

—     Tienes razón.

Se fue en dirección contraria. Kenta le siguió, un poco extrañado. Vio como agarraba el teléfono.

—     ¿Ehm...? Creía que iba... a clase, doct...

Él le dijo que callara con la voz.

—     Sí... Hola. Tengo una urgencia. Aha... sí, lo lamento... no podré hacer la clase. Sí, descuéntenmelo de mis días libres de vacaciones. Creo que hay algún profesor de guardia por ahí. En el primer cajón del escritorio de la clase hay unos exámenes sorpresa. Quien quiera no hacerlos puede irse, quién sí quiera contará como medio punto del total de la asignatura. Gracias...

“Mh... voy ganando puntos al señor James como profesor más odiado”.

Kenta se quedó un poco decepcionado. Realmente había venido porque quería ver cómo daba esa clase. ¿Por qué actuaba tan fríamente con él? Parecía querer alejarle de todo lo que le relacionaba con su vida. ¿Tan malo era querer conocerle mejor?

—     Yo... no quería que...

Blaine le cortó, seco.

—     Sí. Hace buen tiempo. – sonrió, amablemente- Pero no. No me entran las ganas de entrar a esa cueva a dar clase. Todo siempre... es más bonito visto de fuera... que desde dentro... - parecía que hablase en jeroglíficos- Vamos, te enseño el castillo y la catedral en ruinas...  y luego hablamos sobre algo importante. Si te parece bien, claro.

—     ¿No me cobrarás?

“¿Después de destrozarte tu diario?” pensó, irónicamente.

—     No... considéralo, cortesía de un extranjero nativo...

 

*******

 

—     ¿Eso de ahí... son campos de golf?

—     Sí. Aunque parezca de snobs, son gratuitos...  uno de los campos más antiguos de toda Escocia y del mundo entero: The Royal Ancieng Golf Club. Luego hay otro, el Old Course...  está al lado, ese también es público, pero no gratuito.

Kenta rió.

—     Entiendo... nunca he jugado a golf. Creo que no metería ni un hollo...

Decir aquello le hacía sentirse feliz. Ser incapaz de hacer algo. “Qué... raro es...”. Se lo parecía estar pasando en grande. Vio esa catedral en ruinas y el mar... todo parecía tan tranquilo.

—     ¿Oye, y esto? ¿Qué historia tiene?

Iba apuntando mentalmente: “Mente abierta. No le disgusta aprender. Eso es bueno... creía que solo le gustaría cosas de su país o de la ópera. No parece asperger. Socializa bien”.

Iban andando, mientras el viento les daba en la cara. Hacía tiempo que Blaine no se sentía tan tranquilo. Hablar de cosas de su pueblo... le parecía gracioso.

—     La leyenda dice que San Régulo trajo desde Grecia las reliquias de San Andrés... San Andrés es el patrón de Escocia: su protector.- leyendas y santos, qué tontería- En fin, hecho históricos importantes: en el siglo XII se mandó construir esta catedral, pero no fue hasta el 1318 que se terminó... tenía la función de casa/fuerte del Obispo. Y ese castillo destaca por tener una compleja e innovadora red de túneles, para protegerse de revueltas y asedios...

Kenta lo miró... con tristeza. ¿Cómo podían hacerle sentir algo unas piedras y simple historia?

—     ¿Has recordado... algo triste con el castillo?

—     No... es solo que... si fue tan importante... ¿por qué está en ruinas? Es triste...

Si hubiera tenido una libreta Blaine hubiera apuntado aquello. Pero estaba seguro que no se le olvidaría esa expresión de dolor. “¿Tiene miedo... de que le olviden? Se ha dado cuenta... de lo duro que es ser artista. ¿Para qué seguir? ¿Para que te dejen en ruinas en cualquier momento?”. A él nunca le sucedería aquello: era un genio.

—      Oh, bueno... aquí apreciamos a los viejos. Por aquí tenemos muchas cosas viejas: la universidad, la catedral, el castillo, profesores...

Kenta rió ante el chiste. Luego continuó, hablando en sus queridos jeroglíficos.

—      No interesa reformarla porque ya no tendría sentido. Vivió su época de esplendor. Hay castillos olvidados que no han tenido la importancia de éste. Y por eso no quedan ni sus ruinas. Pero queda muy bien con el paisaje, ¿no?. Aún así deja huella. Y siempre deja huella: en la historia. Además, qué más da lo que haga o opine la gente sobre los castillos. Reforman miles de campos de golf y dejan a este castillo aquí, pudriéndose... eso demuestra que la gente no tiene muy buen gusto... ¿cómo puede tratar así a trozo de historia tan importante? - habló irónicamente, incluso con resentimiento- Pero ya sabes que la gente no aprecia el arte supremo... Genios: incomprendidos...

Kenta se enfadó.

—     ¿Arte supremo? ¡¡No!! – se enfadó ante la idea de que él pudiera pensar que pensaba de ese modo- Yo no creo que la ópera sea mejor o peor que cualquier otro estilo musical... ni que sea mejor por tener poca gente que le guste: ¡hay mucha gente que sigue la ópera! Y no por ello deja de ser mejor o peor... ni siquiera porque tal o cual personaje le guste una interpretación... eso es de... estúpidos. Simplemente te tiene que gustar algo. Y es ese algo te gusta: es arte. Es genial. ¡¡Pasión!! Hacer o escuchar lo que te gusta. Eso deberíamos hacer las personas. ¡Hacer las cosas que nos gustan! Sin miedo al que dirán, sin miedo a la crítica. ¿Crees que yo hubiera seguido cantando si hubiera escuchado  solo a los profesores, a los críticos o a los fans? ¡¡NO!! Es... es...

“Motivación intrínseca... sé lo que es”. Se alegró de que así fuera. Se le hacía bastante raro ver a ese japonés hablar de ese modo, tan cerca de él. Se sentía como en una película. Vivía las cosas tan intensamente. “Qué... envidia”.

—     Es... como cuando lees un libro... da igual que alguien crea que es estúpido... ¡¡DA IGUAL!! Si para ti es el mejor del mundo, lo seguirás leyendo y releyendo... como cuando somos niños... y todo cobra importancia; y cada segundo... te sorprende... con algo... eso... es la ópera...- luego vio como esa sonrisa de su doctor de “te lo dije”, le hiciera retractarse de ello- Bueno... o al menos... lo era... para mí... hasta ahora...

Se sentaron en un banco, al lado de la playa. Aquello le había gustado a Blaine. “No deja de ser un crío... no sabe nada de la vida:  es solo un bache. Lo sabes, Kenta. Vas a volver. Ambos lo sabemos”. Pero entonces le sorprendió... con aquellas palabras tan tétricas...

—     Pero... cuando la pasión se va... la gente idolatra a cualquiera, sin criterio ni razones... y te das cuenta de que no hay nada verdadero o falso, o bonito o malo... todo deja de tener sentido. Cuando pierdes el rumbo... y te das cuenta de que puede que hayas actuado como un payaso toda la vida... que puede que la gente que creías que te tenía en un pedestal en realidad se estén riendo o se hayan acostumbrado a tu “talento” y temas haber llegado a tu límite... sin poder ser capaz de sorprenderles  de nuevo... cuando la presión te vence... y los cimientos se empiezan a desfigurar... y esas bigas que creías que te sostendrían durante años y años... se convierten... en una celda que te ahoga y no te deja ver más allá... aprisionándote en tu propio paraíso... eso ya... no tiene sentido. Es un presidio mental... una tortura... - le miró, con desánimo.

Blaine sacó el diario. Quizás no era el mejor momento, pero se lo dio.

—     Ayer mi perro... destrozó tu diario. Lo lamento. – hizo una parón estratégico- Si no quieres seguir conmigo, lo entederé. Si seguimos, estoy dispuesto a que me  cuentes con detalle cada parte de tus recuerdos. Como has hecho justo ahora. Los que quieras.

Kenta se quedó un poco conmocionado. Ahí tenía muchos recuerdos. Las lágrimas estaban cayéndole mientras sostenía el diario. Pero en realidad... se sentía aliviado.

—     ¿Pudiste... leer algo?

Al psicólogo le hubiera gustado poder decir que sí, pero avergonzado se puso las manos en los bolsillos.

—     No. Pero podemos seguir con la terapia. Y sobre lo que ha dicho ahora... – se puso un poco más íntimo- Creo que... eres humano, como todos. Tenemos un punto en el que cuando la presión explota, explota. El estrés acumulativo y los hechos denotadores te hacen ver este punto de vista ahora: los juegos olímpicos, posibles críticas negativas, incluso las positivas... afectarían a la psique de cualquiera. Para ser famoso se tiene que ser un poco psicópata, ¿sabes? Y veo que eres muy emocional y extrovertido. No tienes que hacer tanto caso de los demás... porque estás expuesto. Además... no eres solo “un cantante de la ópera”. Antes de todo eres una persona: Kenta. Con muchas virtudes y errores...

Kenta se alegró de escuchar aquello. Y a su sorpresa, siguió, sonriéndole. Mirando el mar, como si le tranquilizara:

—     No te conozco... pero sé que tienes muchas más virtudes. No eres solo un genio de un ámbito, lo trasladas a toda tu vida: eso me transmites. Y tienes que confiar en ti. Y pensar: es solo un trabajo. ¿Qué te cansa? Pues como todos los trabajos. Pero sé que no habría trabajo mejor para ti, ¿verdad? Mira: la gente que te juzga, no te juzga como persona. Sino por tus conocimientos. Aunque sí: no puedes cambiar tu voz. Al igual que un modelo de revista no puede cambiar su estatura o su cara. La voz o el aspecto físico que se requiere en este tipo de trabajos es algo... muy personal... que cuando te tocan: duele. Porque te lo tomas como un ofensa propia. Por eso cuando te hacen un crítica, puedes pensar que te la hacen directamente a ti... por no tienes que pensar en eso. No te atacan a ti... solo a tus conocimientos de ópera. Tú eres más que eso...  Además, el arte es muy subjetivo. No puedes gustar a todo el mundo, ¿no?  ¿O... sí? Auque los medios sean un poco irreales, solo he oído maravillas de ti... cualquier persona sabe apreciar la verdadera belleza, por más envidia o celos que tengan. Eres impresionante, Kenta. Maravilloso. Eso no lo dudes, ni un instante.

 

El corazón del japonés... se aceleró... misteriosamente.

Los ojos de Blaine se le iluminaban cuando hablaba de todas aquellas cosas tan psicológicas que él desconocía; y a él también... nunca nadie le había explicado la razón de su odio hacia esas críticas tan hirientes: ahora las entendía. Sí... cada vez que le decían que algo no estaba bien, es como si una parte de él muriese. Pero él no era solo “una voz”.  Cierto... no lo era.

 Le recordaba a él, cuando empezaba a entender el solfeo... o a tocar el piano, para poder encontrar las harmonías perfectas... o cuando descubría el método para mejorar su bello canto. Esa pasión de ayudar que tenía Blaine, era la misma mirada que tenía puesta Kenta en su espejo, tras horas y horas de preparación. Pero él no lo hacía por él mismo... sino para ayudar a alguien. Él siempre había cantado por él: porque le sentaba bien. “Soy un egoísta”.

Blaine le miró directamente a los ojos. Creía no poder soportar aguantar la mirada, pero lo hizo. Deseó con todas sus fuerzas que no se diera cuenta de lo que Kenta sentía en esos momentos... al verle...

—     Tienes un don. Ya te lo he dicho, te lo digo... y te lo repetiré. – fijó la mirada en el mar- Poca gente lo tiene, y tú.... tienes que responsabilizarte. Eres muy bueno en esto... sabes hacer unas cosas con la voz... que a adultos les ha costado más de 30 años poder conseguirlo... y eres tan joven. ¿A dónde podrás llegar? No cortes el árbol aún, sin esperar a que crezca. Me recuerdas a ese tipo de genios... que pueden memorizarse libros en menos de segundos, o que calculan miles de decimales de pi con simple cálculo mental, sin calculadoras. Tu tienes el don de transmitir un montón de sentimientos, cantando. ¿Crees que no me gustaría ser como vosotros?

Kenta no entendió muy bien ese “vosotros”... pero la cara amargada de Blaine lo dijo todo.

—     ¿Tener esa pasión por algo.. y. esa facilidad para memorizar o para cantar de un modo tan perfecto? Mucha gente no tiene este don. No es que te esté quitando... esfuerzo, porque sé que te has esforzado mucho... pero a veces los límites de la gente son mucho menos... flexibles que la de alguien como tú. Pero bueno, sí... de nada sirve tener los mejores materiales de dibujo... si aborreces dibujar. Eso es tu elección... pero tienes que darte cuenta de... lo que echas por la borda. No desprecies lo que mucha gente mataría por poder tener... tienes que valorarlo.

Esta vez se levantó, sonriendo.

—     Pero sé que volverás... estoy seguro. Te encanta cantar. Lo he visto en tus vídeos.

Kenta lanzó el diario a la basura. Aquello sorprendió al psicólogo.

—     Kenta... ¿qué?

—     No...

El japonés volvió a sonreír. Le estaba gustando ese hombre. Creía que sería un estirado, pero en parte... le comprendía. Notaba su envidia. Su discurso de: “tú eres un genio, yo no”. Pero precisamente era lo que no quería... Kenta tan solo quería ser como los demás. Estaba harto de destacar. De tener que esforzarse para algo que ya no le apasionaba. Habían sido unos años preciosos... pero...

—     No volveré. Y sí. “Me encantaba cantar”. Pero ahora quiero hacer algo distinto con mi vida. Y tú tienes que ayudarme. Me has destrozado el diario... tenía cosas muy íntimas ahí. Aunque...- se lo pensó mejor- casi mejor que no las hayas leído...

Blaine se quedó sin habla. “¿por qué?”. La mirada que le había transmitido había sido... ¿lujuriosa?. “¿Tiene... parafilias?”. El japonés se fue, sin despedirse.

Se despidió con la mano, con esa gracia natural de los artistas. Con convicción.

—     Lamento haberle acechado hasta su Universidad, doctor... no volverá a pasar. Me sentía un poco solo... y pensé que... – calló, cómicamente- Ups, no tenemos que intimar fuera de nuestras sesiones: Entendido. Pues nada: ¡hasta la semana que viene!

El inglés intentó atraparle, pero el japonés ya estaba lejos, andando rápido expresamente. “Vaya... está bien de resistencia física”. Él hacía sus rutas diarias por el parque de vez en cuando, paseando a Ricky, era sorprendente que lo hubiera perdido tan rápido de vista.

“Supongo que... tener aire para cantar esas obras también requiere de entrenamiento físico”.

Le había dejado con ganas de más. “¿Por qué en querer dejar el canto?”.

No tenía que culpar al canto ...

*******

Esa noche... al volver a su casa Blaine se sintió más vacío que nunca.

¿Qué había intentado decirle, Kenta?

Con esa ropa tan ... casual, casi estudiantil. Parecía un chico cualquiera de su universidad, pero esa mirada... su discurso... era tan... maduro. Hablaba como si realmente estuviera harto de la ópera. ¿Tan duro había trabajado durante esos años para llegar a la cima?

Quizás había subestimado el esfuerzo de Kenta, anteponiendo su talento.

“Entonces todo lo que le he dicho debe ser una ofensa para él... Bueno, debe estar acostumbrado a que le digan cosas como estas”. Sí. Parecía... muy quemado: como si fuera un verdadero profesional de más de 60 años.  ¿Y por qué había dicho aquello? Que se sentía un poco solo... y pensaba que... ¿qué? No había terminado la frase. ¿Que él le entendería?

¿¡Por qué soy un solitario antisocial!? ¿¡ESO ES?!

Se enfadó por un momento.

 ¿Se cree que soy un ser solitario? ¿Tan patético me ve? No lo soy...

¡¡Es por las circunstancias!! Si necesitaba tanto tiempo a solas era porque no tenía tanto talento... como los genios: tenía que sacrificar amigos y pareja y... muchas cosas, si quería hacer algo significativo y digno... en sus experimentos, la escuela... y... todo...

No estaría contento... si fuera un mediocre. Por más amigos que tuviera.

Como dijo un científico español, Cajal, descubridor de la red neuronal:

“O se tienen muchas amigos o buenas ideas”

No quería dejar... sus trabajos. Sería como dejar algo importante a medias...

Aunque a veces... sí echaba de menos hablar con alguien... que le comprendiera...

Además... no era solo culpa suya: la gente no se le acercaba demasiado.

Su belleza y seriedad solía intimidar a la gente. No era un cantante de la ópera, pero a veces... se sentía  como alguien famoso, debido a su aspecto físico. Si no se había operado la vista... era precisamente porque sabía que las gafas tapaban un poco esa barrera de belleza que a veces le resultaba un modo incómodo: siempre solía dar esa impresión de ser “inalcanzable”... destacar entre los otros... en belleza, sele hacía un poco incómodo... y la gente que se le acercaba solía venerarle o tratarle más como a un ídolo que como a un amigo, solo por su aspecto exterior, sin conocerle. Ni siquiera se molestaban en pensar o juzgarle como se merecía... La gente odiaba profundizar en las cosas: “PORQUE SON UNOS VAGOS”.

Pues ellos se lo pierden.

“No, venga... tú tampoco haces nada para que se te acerquen, Blaine...”.

Pensó en esa chica... ella... ¿podría comprenderle?

Y luego Kenta... volvió a aparecérsele a la cabeza. Ese japonés... se alejaba de él por respeto. Sorprendente. Sabía que había venido a la universidad para entablar una relación de amistad... e incluso podría haber explicado muchas cosas sobre su vida, durante ese trayecto. Pero no lo hizo: porque el trabajo era el trabajo, y fuera... ¿no eran nada? Ni siquiera podían ser amigos. Aquello era lo que había dejado zanjado. “No es tonto...”-  Así que... por eso se había ido.

Aquello empezaba a parecer un tablero de ajedrez. Había movido las 2 primeras piezas.

Fichas blancas. Pero... Blaine... no estaba interesado en ese juego.

“Quizás he sido demasiado duro con él... pero al menos lo ha entendido”.

Algo que caracteriza su cultura es que... eran muy educados. Captaba las sutilezas.

Ricky finalmente salió, completamente seco. Después de pasarle la toalla.

—     ¡¡Anda!! Bien limpito...- le besó en la enorme cabeza- Buen chico...

Se dejó lamer la cara, y luego sonrió. Castigarle la noche anterior se le había hecho duro.

Realmente siempre le permitía hacer de todo a su perro: era un malcriado.

Pero había llegado tan tenso de ahí, que se había enfadado demasiado.

Minutos más tarde bajó las escaleras. Dentro de poco tendría que hacerse la cena. Pero... no tenía mucha cosa en la despensa. Tenía pensado ir de compras después del colegio; pero con el paseo hasta las ruinas del castillo se le había hecho tarde y las tiendas habían cerrado. Así que agarró su teléfono... y tomó... una decisión demasiada... alocada, hasta para él: ese número que nunca creería que... llamaría... “Bueno... es hora de... cambiar un poco...”.

—     Hola, soy Blaine. Sí. No... no  es una broma.- sonrió,-  Oh, no... nada grave, una urgencia de mi otro trabajo: algo confidencial. Y no... no llamo para nada de la Universidad.  

¿Cuándo le dejaría hablar? Finalmente decidió ir al grano. Sino le tendría media hora al teléfono, esperando,  y el restaurante cerraría:

—     Oye, ¿Te apetecería... cenar conmigo, Ángela?

********

 

Volvió a ese... estúpido y elegante Hotel.

“Oh, sí... soy una estrella, se me olvidan ya los ceros que tengo acumulados en mi banca”.

Hubo un tiempo en el que todo aquello le encantaba. Pero ya no le sorprendía nada de todo aquello: ni el glamour, ni los halagos... nada. Nada era como la gente pensaba que era. ¿Voy de fiesta? ¿Con quién? Todos los amigos dispersos que tengo por el mundo ni siquiera deben pensar en mí... no tengo a nadie... Pero todo el mundo me conoce: viva.

Agarró un cuchillo... quizás... sería la mejor opción. Rió. Luego peló la manzana que tenía en una de sus cestas geniales. Una cesta de frutas hermosas, con un lazo rosa. “No tengo mucha hambre, podría comer una exquisita cena... y me da igual todo”. Miró algunas cartas de sus fans. Las tiró, cansado. En la mesa. Antes... leer cada uno de esos tantos escritos le encantaban: le hacían llenar el corazón de alegría... ¿Ahora? El mismo diálogo de siempre: “eres genial, yo ... yo yo yo... no soy como tú, yo yo yo yo... sigue así, eres mi inspiración, porque yo yo yo yo”. ¿Así es como le veía... Blaine, también? ¿Porque... no podía ver... que estaba harto, de verdad? Porque no estaba en su interior... no sentía su dolor...

—     ¿Qué sea psicópata? Jah...

Se miró en el espejo, amargado. ¿Qué se había hecho de aquella ilusión de cuando era niño...? Ni siquiera era culpa de la muerte de su madre... ya hacía años que había empezado a odiar toda aquella mierda. La muerte de su madre... era la excusa para despedirse de todo y de todos. La sola idea de volver... a interpretar una de esas estúpidas y pomposas canciones... le... gustaba... a la vez que le daban arcadas: odiaba los críticos, los fans, los nuevos, los viejos... todo lo que formaba parte de ese mundo irreal que había estado en su cabecita desde que tenía razón. ¿Acaso no había podido pensar en nada más que en la música? Y ahora... la odiaba... y se sentía tan vacío. No tenía nada más... nada... ¿De qué servía ser un genio de algo... si luego no servía para nada? ¿Qué le daba a la gente? Simples notas.. ¿entretenimiento? Un chiste sobre pedos también es entretenimiento... ¿por qué tengo que pasarme toda la vida sufriendo de este modo, bajo tanta presión, solo para satisfacer a unos snobs que me consideran el mejor, hasta que me cambien por otro nuevo “genio”?

El mundo era tan cruel... Comió la manzana. Ácida... como su ánimo.

—     Más psicópata...  ya no puedo ser... Blaine...

Tan solo quería volver a sentir y emocionarse. Como antes de que toda esa mierda si sentido le arrastrara hacia... ese fondo sin salida. Pensó en llamar a Blaine. Pero sería... perder el poco orgullo que le quedaba. Lloró, desolado. Las lágrimas caían. Odiaba ese estado depresivo: durante tantos años... lloraba y lloraba, sin razón. Nada tenía sentido... ¿qué quería? ¿Qué necesitaba? Solo comprensión.

—     Puede que él... me entienda... – no solo... como mi psicólogo.

Aunque sabía lo peligroso que era depender de una sola persona para ser feliz.

La muerte de su madre le había destrozado... ya no sabía si podría recomponerse.

Miró la fotografía que siempre guardaba en un medallón el bolsillo interior de su chaqueta.

—     Mamá... estoy perdido... 

 

No solo estaba en un país extraño. No tenía a nadie... en quien confiar o querer.

Pensó en ese hombre... su psicólogo. Parecía buena persona... pero tan distante.

Se estaba enamorando de él...

 

Pero ni siquiera tenía la credibilidad de sentir que ese vértigo que sentía a su lado era real. Tenía miedo de volver a sentir... quizás debería reprimir aquello. Hasta que volviera estabilizarse. No podía creer estar enamorado de la primera persona que le decía palabras bonitas durante ese estado tan deprimente...

Necesitaba establecer un lazo profundo con alguien. Pero no le quería como amigo.

Por primera vez... sentía ese loco amor que cantaba Carmen, en la canción de la Habanera.

 Muchas mujeres y hombres famosos habían tratado de seducirle en fiestas, y en privado. Se lo había pasado bien con algunos,  pero... ese hombre tenía algo extraño y magnético. Su modo de actuar... era tan... atrayente. Tuvo un flechazo desde que sus ojos se pusieron en él al abrir la puerta, tan bien arreglado... y tenso. Algo inmóvil... pero tan atrayente y emocional.

 Aunque porque mentirlo: estaba buenísimo. No había podido evitarle verle el trasero un par de veces en sus encuentros. Tenía un cuerpo de escándalo. Y su sonrisa, cuando había cancelado la clase para irse con él... le había excitado. Había sentido ...una alegría que ni miles de aplausos lograban hacerle sentir algo... se estaba enamorando... de verdad... ¿Tan fácil? Pero no podía decirle todo aquello. Apenas se conocían... aunque se sintiera tan atraído por él.

¿Aquella era la sensación... verdadera, el amor? ¿Irracional?

Miró otra vez su teléfono. Y sonrió, como un tonto. “¿Una vez a la semana? Qué larga espera...”. Quizás debería hacer algo. Había llamado a la universidad, y le habían dicho que podría acceder con unas becas especiales, como las que se daban a los deportistas en EE.UU. pero esta vez por ser un “artista” de renombre. Era un poco ilegal, pero hacían la vista gorda porque era famoso. Y en esa universidad no había propaganda de famosos desde que el príncipe de Inglaterra fue a estudiar. Él no era ningún príncipe, pero podría dar “publicidad”. Aunque... nada de todo aquello tenía nada que ver con el canto... pero por eso era tan emocionante. ¿Qué podía elegir?

Historia del Arte... le llamaba la atención. ¿Psicología? No... quizás Blaine se enfadaría.

No es que lo hiciera... para ver a Blaine... pero es que le hacía interesarse por ello.

Volvió a pensar en ese hombre y su corazón latió.

“Madre mía... me ha dado... fuerte.”

Notas finales:

Ambos, luchan, a su manera... para mantenerse firmes en lo que desean. ¿Pero son deciciones correctas?

 

Mh... a veces las "malas elecciones" también no enseñan cosas, ¿no? Tenemos derecho a equivocarnos...

 

Jeje Nos vemos la semana que viene!! Y sino la otra, he sido buena y no os he hecho esperar mucho. ^^ Gracias por los coments... cuantos más xDD más ganas tendré de avanzar... (chantaje chantaje juajaja)

 

Un beso, ;) Ellelover

 

Nos vemos... Continuará... n.n


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