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Donde nace el sol por girlutena

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Notas del capitulo:

Bueno....sé que he demorado....pero este capitulo es un poquito especial...espero que les guste 


(:

Ya habían pasado unos días desde que Aragorn se fue junto con Boromir a encontrarse con los dos elfos.


 Los días habían pasado lenta y tortuosamente para Arwen, vivir con su abuelo no era nada fácil y mucho menos cuando le era exigido aprender todo lo que una esposa debe saber para atender a su esposo.


La pelinegra dejo el bordado muy cuidadosamente sobre la cama, para acercarse lentamente al pequeño balcón.


Los cálidos colores del otoño se levantaban sobre el inmenso cielo, las pomposas nubes cubrían lentamente al astro solar, los altos arboles empezaban a rozar sus ramas, moviéndose lentamente, obligando que sus hojas secas caigan de ellas, el viento soplaba suavemente, acariciando su fino rostro y moviendo algunos mechones que caían sobre su rostro, ocultando unas finas lagrimas que caían de sus pozos negros, las limpio rápidamente cuando escucho unos leves golpes sobre su puerta.


La puerta fue abierta, dejando ver el esbelto cuerpo de Elrohir, sus cabellos azabaches se encontraban sueltos y sus ojos cobrizos se veían tristes, el mayor se acercó donde se encontraba su hermana, le acaricio suavemente sus cabellos negros.


-Elrohir, yo…no entiendo por qué él hace esto.


-Querida Arwen, él es capaz de hacer esto y mucho más, con tal de conseguir lo que quiere.


-Yo…tan solo deseo que ustedes sean felices. Él no debió escogerte un esposo, ni mucho menos a obligarte a que te cases.


Pero el mayor no hizo ni dijo nada, tan solo se quedó quieto, intentando oír los latidos del corazón de Amroth. Le extrañaba, le amaba y se sentía fatal ser casi un elfo adulto y aun sucumbir a los maltratos de su abuelo.


Intento recordar la hermosa sonrisa de su Ada y la del hombre que les crió cuando su Ada desapareció. No recordaba mucho aquella época, pero sí recordaba los buenos tiempos que pasaron juntos. Arwen tan solo era una pequeña bebé, cuando ellos junto con Aragorn entendieron que Elrond no volvería, haciendo que poco a poco la alegría de su padre fuera apagándose.


Elrohir sintió el viento helado chocar contra su rostro, el sol ya estaba ocultándose detrás de la cordillera, tan solo esperaba que su hermano pudiera pedir ayuda.


La cena como muchas otras, pasaron en silencio, tan solo se podía escuchar el sonido de los cubiertos chocar contra el porcelanato de los platos. Elladan como muy pocas veces, intentaba comunicarse con su hermano, desde hace poco había empezado a ayudar a su abuelo con los trabajos, aprendiendo nuevas formas de curación, él sabía que Elrohir sufría, por él, por Aragorn, Amroth, hasta incluso, aunque él mismo lo negara, sufría por Boromir.


La blanca luna ya se hacía presente sobre el oscuro cielo, Elladan soltó un largo suspiro y descansó su cuerpo contra el frio metal que hacía de baranda. El pelinegro había subido sigilosamente al techo de la Casa, sin que nadie se diera cuenta, hacía eso cada vez que necesitaba pensar.


No supo cuál fue el momento, pero sintió que unos brazos delgados pasaban por su cintura, sintiendo un peso liviano sobre su espalda.


-Elrohir.


-Te extrañaba. –La voz del medio elfo, sonaba apagada y triste, él también le había extrañado, pero lamentablemente debía guardar las apariencias al estar junto con Earendil.


-Lo lamento mucho, querido hermano. –Pero el gemelo no dijo nada más, tan solo deseaba sentir a su hermano mayor (tan solo por unos segundos) cerca de él. Ninguno de los dos dijo nada, Elladan pasó sus manos sobre las manos de Elrohir, sonrió internamente al darse cuenta que su hermano había crecido, pero aun así su cuerpo seguía siendo delicado y puro y él defendería aquello con toda su energía.


 


Los días habían pasado y Arathorn había empezado a llamar a los demás reinos, con mano dura y severa, empezó a entrenar a los guerreros junto con Aragorn, Boromir y Amroth. Sabía que Legolas se había puesto celoso y molesto ya que nuevamente fue considerado débil.


Pero él como buen capitán de los dúnedain del Norte no se expondría a perderlo. Aquella tarde el sol había salido en todo su esplendor, el sonido del metal de las espadas, el aire cortándose gracias al metal, hasta incluso el sonido agitado del respirar de todos los guerreros, se podía escuchar fuertemente por todo el reino.


El mayor se alejó sigilosamente del lugar de entrenamiento para adentrarse al bosque, guardo su espada en la vaina que descansaba en su cintura y respiro tranquilo para luego sentir la presencia del menor de los elfos.


Recordó aquella época en la que Elrond le educo y le enseño todo lo que debería saber un elfo, recordó el hermoso rostro sonrojado del elfo, cuando cada vez que su piel chocaba con la del otro, recordó el día en que le pidió la mano del menor a Earendil y como este le prácticamente le vendió.                                                                                                                                                                   Sus manos se hicieron puño y sin darse cuenta había llegado al hermoso claro que se encontraba en medio del bosque.


-Rey. –La voz suave y a la vez cansada del menor le hizo despertar de sus recuerdos. Legolas se veía cansado y agitado, pero aun así era fuerte, su cuerpo había sido entrenado para una batalla, pero no para la guerra.


El menor se encontraba recogiendo las flechas del piso que había estado lanzando casi todo el día, cuando sintió la energía del mayor acercándose, le pareció extraño verlo, su cuerpo se encontraba ahí, pero su mente se encontraba en otro lugar.


-¿Cómo vas, Legolas? –El menor recogió su última flecha, lanzándole una enorme sonrisa al mayor.


-Voy muy bien, pero aún me falta practicar más con mi espada.


El hombre se acercó a recoger la espada que se encontraba clavada en medio del campo, la reviso y cuidadosamente paso sus dedos sobre el filo de esta, bajo la atenta mirada del menor.


-Necesita un nuevo filo, al igual que la punta de tus flechas. ¿Por qué no por hoy te tomas el resto del día para descansar?


Los hermosos ojos de Legolas se abrieron rápidamente, asombrado, pero negó al mismo tiempo que regresaba a su punto inicial.


-No puedo hacerlo. No cuando otros están entrenando para combatir en una causa que me incluye a mí también.


Arathorn recordó a Thranduil, los dos tenían el mismo carácter, los dos se parecían tanto, en aquellos ojos verdes que ocultan tantas cosas, entre ellas, sabiduría y valor. El mismo que necesito Thranduil para traer paz a su nuevo reino.


-Lo sé, pero si te sobrecargas, Amdír me hará pagar muy caro. –El menor hizo una mueca de fastidio en su fino rostro, haciéndolo parecer un niño caprichoso.


-Está bien, pero mientras descanso las puliré para luego venir a entrenar nuevamente. –El moreno no pudo negarse, el menor había sufrido, teniendo horribles pesadillas a mitad de la noche, despertando a casi todos en el castillo por sus gritos. Él mismo sabía que en parte Legolas entrenaba todas las tardes para en las noches dormir profundamente sin poder soñar nada, pero había veces que ni eso funcionaba.


Legolas se encontraba sentado a pie de la entrada del castillo, había estado muy contento cuando Boromir se había ofrecido a ayudarle a pulir sus flechas y su espada a escondidas de Aragorn y la de Amroth, ahora tan solo estaba puliéndolas suavemente con un pedazo de tela.


Se sentía tan feliz, aun no recordaba muchas cosas, pero que más daba, ahora podía crear nuevos recuerdos al costado de sus padres, su hermano y sus pocos amigos y junto a Aragorn. Sus mejillas empezaron a teñirse de un hermoso carmesí, tan solo al recordar al moreno, su corazón latía fuertemente.


Dejo su espada junto con el puñado de flechas, mientras que alzaba su vista al gran cielo, donde su color, empezaba a disminuir lentamente, de pronto sintió como una presencia que él ya conocía, apareció a su costado, haciendo que rápidamente escondiera su rostro aun sonrojado entre sus rodillas.


Aragorn estuvo entrenando todo el día, junto con los demás, hasta que su padre volvió a aparecer dando finalizado el entrenamiento. En todo el día no había visto al rubio y eso le mantenía inquieto, recorriendo todo el castillo en busca del menor.


-Si buscas a Legolas, se encuentra en la entrada del castillo. –Aragorn se detuvo abruptamente, arrugando la bronceada piel de su frente al darse cuenta que Boromir sabía más del elfo que él. Pero no hizo nada, tan solo empezó a caminar con pasos rápidos hacia afuera sin importarle la risa sonora que soltó su mejor amigo.


Sonrió al darse cuenta que el menor no le había sentido, eso le hizo alegrarse al darse cuenta que estaba superando los límites de un elfo. Le encantaba ver todas las facetas del rubio y aun mas ver, como sus mejillas se teñían de rojo o cuando ocultaba su rostro avergonzado.


Acarició suavemente los cabellos dorados del elfo, viendo como los hombros del menor se movían levemente. Arrugo su ceño cuando vio las armas del menor a un costado de la pequeña escalera.


-¿Qué haces con tus armas? –Legolas no supo que hacer al escuchar la voz gruesa y demandante del mayor.


-Yo…yo…tan solo quise practicar un poco. –Y eso no era mentira, estaba practicando, al igual que los otros. Vio como Aragorn tomaba entre sus manos una de sus flechas, hincando su dedo en la punta de esta.


-Pero si esto está recién afilado. ¿Quién te ha ayudado a afilarlas? –El menor no supo de decir ni que hacer, no quería que el moreno se enterara de su entrenamiento, pero tampoco podía mentirle, siempre el mayor llegaba a descubría algunas de sus ingenuas mentiras.


-Fui yo. –Inmediatamente el moreno volteo donde venía aquella voz, vio a Boromir que se acercaba con Amroth y lo peor era que venía con una sonrisa en su rostro.


-¿Y por qué no me pediste ayuda a mí? –El menor ya había visto aquella faceta del moreno, pero hasta ahora no sabía cómo identificarlo.


-Ya, no seas celoso, Aragorn.


-¡Yo no estoy celoso! –Amroth se acercó a su hermano, abrazándolo por la espalda, sintiendo la frescura del menor, sabía que no era el único, sabía que Legolas emanaba una aura tranquilizadora, haciendo que todos los hombres se acercaran a él, tan solo para tranquilizar sus afligidos corazones, pero Aragorn siempre veía esto como una amenaza y ¿Por qué no? Si Legolas no sabía el daño que podía causar tan solo un hombre.


-Ya dejen de discutir como un par de niños y mejor dinos, Legolas. ¿Qué hacías con tus armas?  -El menor miro a su hermano y agacho su rostro, escondiendo su rostro afligido.


-Yo…también quise entrenar, pero el Rey no me dejo, así que…todas las mañanas me voy al bosque a entrenar por mi cuenta.


Los rostros de Aragorn junto con el de Amroth se veían molestos era por eso que el menor no se atrevía a alzar su rostro.


-Lo siento mucho. -Boromir se acercó al menor, posando su mano sobre su hombro con una sonrisa sobre su rostro, indicándole que todo estaba bien, le frustraba ver cuando el menor se ponía en ese estado melancólico.


Los cuatro entraron al castillo, Aragorn llegaba la espada, mientras que Amroth cubría las flechas con un pedazo de tela verde olivo, cada uno fue hasta sus habitaciones, no sin antes dejar en un lugar seguro las armas del más pequeño.


Se había hecho una costumbre de que los mas jóvenes, compartieran cada comida junto con Arathorn, pero esa tarde y las siguientes que vinieron, el mayor no volvió a aparecer en las comidas. Nadie sabía que era lo que estaba haciendo o que era lo que ocultaba.


Pero todos sabían que de todas manera el rey si probaba alimento, ya que le veía entrenar junto con sus soldados, pero le preocupaba porque sus ojos, iban volviéndose cada vez mas opacos, el rey les ocultaba algo, pero no sabían lo que era.


Legolas había encontrado un lugar mas alejado del lugar de entrenamiento, se podían observar como el elfo disparaba enérgicamente sus flechas, cayendo en el mismo punto, una seguida de otras.


El elfo estaba tan concentrado que no sintió la presencia que iba acercándose a él, cuando estuvo a punto de lanzar su última flecha, sintió como su mano era envuelta por una esencia pacifica, llena de calma y sabiduría e inconscientemente pudo observar en su mente todo lo que el recién llegado había vivido toda su vida.


El menor volteo lentamente, mirando aquellos ojos cobrizos, tan brillantes, donde mostraba una sonrisa amable y pacífica.


-¡Bóveda de estrellas! –El menor tiro su arco junto con sus armas, para sentir el calor que emanaba el cuerpo de aquel medio elfo.


-Puedes decirme Elrond, Legolas. –El menor asintió efusivamente con su cabeza que se encontraba apoyada contra el pecho del mayor, los dos elfos se acercaron al pequeño riachuelo, con el agua tan cristalina.


-Veo que tienes muchas dudas, pequeño. Puedes contarme.


-Sí, bueno…yo…no entiendo porque puedo sentir lo que las otras personas sienten o piensan…a veces hasta puedo ver lo que va a pasar con ellos. A veces puedo ver mi propio futuro.


-Eso es algo que pocos elfos pueden hacer. Lo que tú tienes es un don, tan solo, tienes que aprender a usarlo.


-¿Y cómo hago eso?  –Antes de que el menor pudiera decir algo, Elrond sintió como una energía se acercaba a ellos, rápidamente el mayor se puso de pie, seguido del rubio. -¿Pasa algo? –El mayor negó lentamente, dejando que aquella persona se acercara.


-¡Legolas! –El menor volteo su rostro hacía la dirección dónde provenía aquella voz, cuando vio como la cabellera azabache salía de los árboles.


Ese día Aragorn se había levantado más temprano para salir a entrenar, tenía la esperanza de que su padre le dejara descansar un poco mas, para pasar mas tiempo con el menor de los elfos.  El sol había salido un poco mas temprano ese día, pero a él no le importaba. Su espada filosa había terminado por dar contra un gran grueso tronco.


La energía de alguien desconocido acercándose al profundo bosque, sabía que Legolas estaba entrenando ahí y nunca antes había percibido aquella energía o no que él recordara, corrió rápidamente para tomar su espada y seguir su camino hasta el centro del bosque.


Los ojos color cobrizo del elfo le miraban con nostalgia, el hombre se sintió extraño cuando el elfo mayor se acercó lentamente a él, sus manos recorriendo con timidez y amor su rostro, se sentían tan cálidas.


Legolas no supo el por qué, pero sus ojos empezaron a derramar finas lágrimas. Nunca había hablado con Elrond mas halla de algunas simples palabras, pero en el instante que vio como había sufrido el elfo junto con los orcos, le hizo entender que tan solo necesitaba amor.


Los ojos oscuros de Aragorn se habían cerrado lentamente, cuando sintió una tranquilidad invadir su interior, en sus recuerdos empezaron a aparecer sus tres medios hermanos, sabía que su padre le había tenido de otra mujer, ya que por las leyes antiguas él que debería gobernar el reino de los hombres debería un hombre, supo por su padre que aquella mujer había muerto en el parto y gracias a ello, él pudo conectarse interiormente con Elrond, gracias a sus cuidados y su propia leche.


Abrió con rapidez sus grandes ojos brunos y pudo ver aquellos cobrizos que le miraban con miedo y amor a la vez, sin pensar mas, acaricio suavemente la tersa piel del elfo, limpiando las mejillas por las cuales habían lágrimas que bajaban rápidamente de ellos.


Elrond lloró silenciosamente cuando los brazos de Aragorn le aprisionaron contra su pecho, había pasado muchos años y su pequeño bebé había crecido demasiado, pasándolo en altura, el elfo oculto su rostro en el pecho de su hijo, pasando sus manos por la gran espalda del varón, sus manos se aprisionaron fuertemente en el cabello bruno de Aragorn, mientras que este acariciaba los cabellos de su Ada.


Legolas veía la escena con un poco de celos, él también deseaba ver a su Ada, pero según lo que le había dicho Arathorn eso aún era imposible ya que su familia aún mantenía el trato con Earendil.  


-Mi niño…has crecido. –Elrond se separó tan solo unos milímetros para observar el bien formado cuerpo del hombre, sus cabellos revueltos por el arduo entrenamiento de hace poco, sus ojos negros se encontraban algo hinchados por haber estado llorando.


Los dos elfos junto con Aragorn se acercaron al lago, el varón acerco el cuerpo de Legolas, para sentarlo entre sus piernas, resguardo celosamente el cuerpo del menor entre sus brazos pasando sobre el vientre del menor y apoyando su cabeza sobre la cabeza del menor.


Elrond sonrió lentamente al ver la acción de su hijo para con el elfo, recordó aquella época en la que Arathorn y él se conocieron, el varón había hecho cualquier cosa por llamar su atención, siempre chocando sus cuerpos a propósito, pero lo que Arathorn no sabía era que él ya se había enamorado de él mucho antes de conocerse, porque aunque él odiara su “don” aquello era lo único que le hacía seguir en pie, él y sus hijos.


-¡Déjame! –El grito del menor le hizo salir de su pequeña burbuja. Legolas se encontraba sumamente rojo hasta las orejas y no era para menos, Aragorn intentaba besarlo aun mas de un pequeño beso.


-Hijo. –La suave pero demandante voz de Elrond hizo que Aragorn se detuviera abruptamente. En un momento se olvidó que se encontraba al frente de su Ada.


-…Lo siento… -El mayor sonrió, cuando Legolas puso sobre los cabellos brunos de Aragorn un suave beso. Sí, viendo a aquella pareja le hacía recordar su enamoramiento con el Rey de los hombres


-Hijo. ¿Dónde está tu padre? –Rápidamente Legolas se separó del rostro de Aragorn, sintiendo como los brazos le empezaban a aprisionar más, acercándolo al pecho del mayor.


-No lo sé, Ada. Desde hace un buen tiempo que no le veo, mas que en los entrenamientos o cuando nos llama a su despacho para darnos una que otra orden.


El mayor suspiro cansado, él también había sentido que la energía de Arathorn se iba desvaneciendo poco a poco, muy posiblemente al cansancio mental.


-Todo esto en mi culpa. –La voz acongojada de Legolas le hizo levantar el rostro inmediatamente, al mismo tiempo en que Aragorn fruncía sus pobladas cejas.


-¿Por qué dices eso, Legolas?


-Es solo que…si yo hubiese aceptado mi destino, todo esto no estuviera pasando.


-¿Y qué según tú, debería pasar?


-Yo…debo encontrarme con Earendil dentro de pocos días.


-Eso no va a pasar. Ni hoy ni en un millón de años. ¿Me has entendido?


Los ojos azules del rubio voltearon a ver sorprendidos al varón. Se veía demasiado molesto. Elrond, cerro sus ojos lentamente al oír el nombre de aquel elfo que nunca lo amo. Sabía lo que su padre estaba tramando al obligar a Aragorn casarse con Arwen y él casarse con Legolas, aun no sabía el por qué Thranduil había aceptado el trato, pero él tampoco estaba dispuesto a complacer a su padre.


-Bueno, es mejor por ahora ir a descansar. ¿No creen?


-Ada, tú también vienes con nosotros, ¿verdad?


 Elrond estaba sumamente feliz, aunque no lo demostrara, su pequeño niño estaba hecho todo un hombre y aunque en todo ese tiempo le haya estado viendo desde lejos, nada se comparaba con tenerlo a su lado.


Cuando salieron del bosque, el sol ya se estaba ocultando, mostrando en el gran cielo el juego de colores que tanto amaba Legolas, pero antes de que el menor de los elfos, pudiera soltarse del agarre del Hombre, los dos cuerpos de Amroth junto con el de Boromir les hicieron detener.


-Es un gusto conocerlo al fin, “Bóveda de estrellas”. Legolas ha hablado mucho de lo hermoso que es usted. –Inconscientemente Elrond se sonrojo al ver la singular sonrisa de Boromir, causando que Aragorn soltara un gruñido y un golpe sobre la cabeza de su mejor amigo.


Después de que los elfos calmaran sus risas y de que a Aragorn se le pasar un poco la cólera y que obligara a Boromir a pedir disculpas a SU Ada, llegaron al castillo, los aldeanos mas viejos, los que conocían las historias sobre los elfos, no podían separar sus ojos del cuerpo de aquel elfo que por primera y única vez le robo el corazón a su Rey.

Notas finales:

 


Disculpen si es que hay algun error....acabo de terminar de escribir el capitulo y no lo he corregido T_T


Espero sus comentarios 


(:


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