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Donde nace el sol por girlutena

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Notas del capitulo:

Lo siento!!!! T_T

pero me acabo de mudar y por estos lares hace demasiado calor y mi cabeza se sobrecalienta T_T

La noche había terminado, la luz del sol salía con fuerza desde las altas montañas Nubladas, el sonido de los pequeños animales se podía escuchar tan cerca de donde estaba, intento moverse pero cada vez la agonía iba apoderándose de él.


Los gritos, la sangre, las personas corriendo, las lágrimas de los pequeños niños, sus padres, sus hermanos luchando contra todo aquello por lo que una vez lucharon para traer la paz entre los Elfos y los Hombres.


La sonrisa desdeñosa de su abuelo, aquellos ojos tan opacos que miraban todo desde el gran balcón principal del castillo, sin despegar la vista delas personas ensangrentadas, lo que más le asusto fue ver a Legolas al costado del mayor, sin decir, sin mostrar nada, parecía como si su propia alma se hubiese hundido en el mar oscuro.


Una leve movimiento sobre su hombro le obligo abrir sus brunos ojos, pero rápidamente los cerró ya que sintió como la luz del sol le quemaban sus corneas, su respiración se encontraba agitada y en su piel se podía ver una fina capa de sudor, lo primero que vio fueron unos cabellos dorados cayendo sobre los hombros del elfo.


-Ve a lavarte el rostro, el camino será largo y necesitas comer. –Aragorn no tuvo que decir nada más, se acercó con el cuerpo adolorido, al rio para lavarse el rostro, en el agua tan cristalina pudo visualizar el rostro de Legolas, la primera vez en que lo conoció, en su mente volvieron a pasar aquel momento en que mato a los Trolls para salvar al pequeño elfo y su primer beso.


Cuando el joven pelinegro se acercó a la pequeña fogata, pudo ver que aquellos dos elfos se conocían mejor de lo que él hubiese pensado, el mayor de cabellos negros parecía más serio de lo normal, pero cuando estaba cerca del rubio se podía ver como sus mejillas se sonrojaban levemente.


Glorfindel le dedico una suave sonrisa, mientras que sus cabellos dorados brillaban bajo el fuerte sol, los ojos oscuros de Turgon le miraba desconfiado y él no podía hacer ni decir nada más que agradecerles, si no hubiese sido por aquellos dos elfos, estaba seguro que hubiese caído en una depresión.


 


Elladan se encontraba en la puerta de la Casa que una vez había sido de su Ada, donde pasaron los primeros años de su vida como pequeños elfos, Elrohir no había salido de su habitación por más de diez días, Arwen se encontraba cada vez más abatida por las decisiones que tomaba su casi padre, Earendil.


Elladan veía como su abuelo estaba formando a los mejores solados, poniendo de capitán a Círdan, un elfo casi de la edad que tendría Elrond en estos momentos, siendo el actual prometido de Elrohir.


Los soldados luchaban entre sí, demostrando sus hábiles movimientos con las flechas y sus espadas, pero ninguno superaba a los hijos de Elrond y Arathorn y eso lo sabía Earendil, quien estaba cada vez más frustrado por no saber qué era lo que pasaba con su nieto y Legolas.


Elrohir ocultaba su rostro entre la almohada, sus ojos rojos y las marcas plomizas por debajo de sus párpados daban a conocer las largas noches que el elfo había pasado en vela y llorando, él no tenía la habilidad de poder ver el futuro pero su corazón se oprimía cada vez más al no saber ninguna noticia sobre su hermano o sobre Amroth.


Elladan le había dicho que no podía deprimirse, si llegaba a hacerlo cabía en la posibilidad de que pudiera morir antes de reencontrarse con los demás. Pero aquello parecía tan lejano ahora, su “prometido” iba a luchar contra el elfo que él amaba y Earendil no estaba dispuesto a perder aquella pelea.


 


Thranduil caminaba en círculos, apoyando sus manos detrás de su espalda, su cabeza agachada con sus cabellos negros ocultando su preocupado rostro, su esposo se encontraba enfermo, no sabía nada de su hijo mayor y presentía que algo malo le pasaba a su pequeño hijo.


Se dejó escuchar un leve respiro por debajo de las mantas que cubrían el delgado cuerpo de su esposo, lentamente se acercó para acariciar los rubios cabellos de Amdír, y cuando vio en sus azules pupilas aquella preocupación, sintió una fuerte opresión en su pecho.


-Señor Thranduil, el rey Arathorn está a pocos metros del castillo. –Thranduil salió del castillo con sus cejas fruncidas entre sí, sus manos cayeron con fuerza al costado de su cuerpo cuando vio que aquel elfo que todos pensaron que había muerto hace muchos años, estaba ahí, vivo.


-Elrond. –El nombrado se acero para ser recibido por los brazos de su viejo amigo, aquella calidez que Thranduil emanaba era simplemente tranquilizadora y era lo único que Elrond necesitaba en estos momentos.


-¿Dónde está Amdír? –Elrond caminó por el largo pasillo que se conectaba con la habitación principal y se tomó la libertad de entrar al dormitorio sin tocar la puerta.


-Thranduil, déjame en paz. Ya te he dicho que no deseo comer.


-Lamento decepcionarte pero no soy tu esposo. –Amdír se sentó de golpe en la cama, para ver la sonrisa de su mejor amigo, sus ojos azules empezaron a derramar, nuevamente, millones de lágrimas mientras sentía el fuerte abrazo del elfo.


Por primera vez en muchos años los dos mejores amigos se habían reencontrado, Amdír escondió su rostro en el pecho de Elrond, sintiendo las suaves caricias sobres sus cabellos y en su espalda. Elrond sentía el fuerte abrazo que le daba su amigo -casi hermano- casi dejándolo sin respirar pero no le importaba.


-¿Qué es lo que deseas, Arathorn? –Thranduil se encontraba en la sala, sabía que su esposo no iba a bajar, aun estando débil y aun más con Elrond cuidándolo.  Por una parte se encontraba feliz por haber visto a su amigo, pero por otra, le preocupaba que Arathorn se encontrara en su zona.                                                                  El elfo se encontraba viendo el cielo que poco a poco iba volviéndose gris.                                                                                                                                                                           Por otra parte el Hombre tan solo veía la espalda del elfo, hace más de 50 años los dos había prometido no cruzar aquella mura,  sabía que en estos momentos ambos, aun mantenían aquella promesa de no atacar ningún pueblo.


-Yo, tengo noticias sobre tu hijo.


 


Sentía frio, mucho frio, su cuerpo empezó a temblar ligeramente y su cuerpo empezó a moverse intentando buscar alguna manta para poder abrigarse. No escuchaba ningún sonido, tan solo aquel sonido que todo elfo teme, el sonido de las ramas secas de los grandes árboles chocar entre sí.


Aquella noche, su mente se había encontrado tan cansada, su cuerpo tan abatido, no sentía ya nada, esa noche no había tenido aquellas pesadillas que siempre invadían sus sueños, obligándole a despertar a mitad de la noche.


Abrió lentamente sus ojos para encontrarse en la inmensidad de la oscuridad y por primera vez no le tuvo miedo, sus pies descalzos tocaron el frio suelo y empezó a caminar por aquella oscuridad que invadía su habitación.


No podía oír, ni sentir nada, sus manos chocaron con la dura pared de concreto y pudo sentir el frio entrar por las rendijas de la ventana, su cuerpo, poco a poco fue derrumbándose por aquella muralla que le impedía salir al exterior, levanto sus rodillas y oculto su rostro entre ellas, sus brazos abrazaron sus piernas y su cuerpo empezó a tener leves espasmos. Poco a poco las horas iban pasando como si fueran años, rápidamente sus recuerdos iban desapareciendo, su alma iba ocultándose en el más fondo de los volcanes.


-¡Legolas! –Elrond aparto rápidamente sus manos cuando el cuerpo de Amdír se levantó de golpe,  el rubio sintió cuando el húmedo trapo cayo de su frente a sus piernas. -¿Dónde está mi hijo, Elrond?


El elfo sintió como su corazón se oprimía al sentir la angustia de su amigo, viendo como las lágrimas caían por sus ojos verdes, lentamente acaricio sus cabellos, obligándole a volverse a recostar.


-Tienes que descansar, aun tu fiebre no baja, Amdír.


-¡Quiero a mi hijo! ¿¡Dónde está mi hijo!? –Elrond intentaba tranquilizarlo pero Amdír parecía sacar fuerzas de otro lugar. -Thranduil, mi niño. Quiero a mi hojita de vuelta. –El pelinegro se acercó donde su esposo y lo protegió en sus fuertes brazos, él también quería llorar, pero aun no podía, sus hijos dependían de lo que él decidiera en estos momentos. Espero unos minutos para que su esposo se volviera a dormir, su fiebre había empezado en el mismo momento en que tenía aquellas pesadillas donde aparecía su menor hijo rodeado de una nube negra.


-No puedo creer lo que me has dicho, Arathorn. Earendil prometió cuidarlo.


-Thranduil, yo…tú más que nadie sabe lo que mi padre es capaz de hacer para obtener más poder, tiene a mis hijos y no sé lo que sea capaz de hacerle a Elrohir. Yo…no deseo que él sufra lo que yo tuve que pasar para regresar con mi familia.


Thranduil se acercó donde su amigo y lo volvió a cubrir entre sus fuertes brazos, sintiendo como el rubio empezaba a llorar, el pelinegro le limpio las lágrimas, sonriéndole.


-Tranquilo, Elrond. Nadie se atreverá a tocar a mi futuro “hijo”.  –Thranduil suspiro más tranquilo, acariciando los cabellos de su esposo. -¿Cuál es tu plan, Arathorn?


 


Aragorn había llegado a  Gondolin, para ser más exactos a Beleriand, una hermosa tierra rodeada de las montañas y colinas, habitada por hermosos elfos.


El Hombre no pudo evitar sentirse incomodo cuando sintió todas las miradas de los elfos encima suyo, sus miradas mostraban desconfianza y en algunas temor. Aragorn ya se había dado cuenta que su raza no era muy bien vista ni bienvenida por la mayoría de elfos.


Las estrellas ya brillaban sobre el infinito cielo, como un manto luminoso, demasiado hermoso y perfecto, el viento soplaba, moviendo las ramas de todos los árboles, como si quisiera transmitirle algo. Aragorn había tomado un baño caliente, después de compartir una tranquila cena con aquellos dos elfos.


Aun no sabía lo que Glorfindel y Turgon estaban pensando, pero por ahora su corazón se encontraba tranquilo, la noche anterior había visto al águila de su hermano Elladan volar por encima de ellos, le había mandado una carta y él le había respondido.


Al parecer Earendil tenía secuestrado a Elrohir, obligándole a tomar por votos a un elfo que él no amaba y casi ni conocía, sus hermanos, su hermana, su joven prometida, sabía que al salvar a Legolas, tendría que poner un fin a su compromiso con la media elfa, pero tenía miedo, miedo de que nada salga como él lo estaba planeando.


-Lamento mucho interrumpirte, joven Estel. –Glorfindel había tocado sutilmente la puerta, para encontrarse con el Hombre al pie de la gran ventana de la habitación. -¿Aun sigues pensando en ellos?


-Nunca dejare de pensar en mi familia.


-Eres un hombre, tu raza suele olvidar lo que es importante, anteponiendo tus deseos ante los demás.


-Yo…Lo entiendo, mi raza ha hecho muchas cosas de las que ahora no estamos orgullosos, pero yo estoy dispuesto a traer la paz a todo el reino.


-¿Incluso si es necesario sacrificar a alguien a quien amas demasiado? –La voz varonil de Turgon se dejó escuchar en la habitación, sus pasos silenciosos le habían encubierto. Aragorn agacho la mirada por unos segundos, apretando fuertemente sus puños.


-En ese caso, sería yo el que tome el lugar del sacrificio.


-Hablas mucho para ser tan solo un chiquillo.


-¡Turgon! –Glorfindel le llamo la atención, pero el mayor no se estremeció por nada.


-Si deseas hacer algo para salvarlos, debes empezar por ti. –Aragorn vio como el mayor iba alejándose, para perderse por el umbral de la puerta, escucho a lo lejos la disculpa por parte de Glorfindel, pero él sabía que era verdad. Él tan solo era un chiquillo que intentaba salvar a todos.


-¡¿Por qué hiciste eso?!


-El necesita despabilarse de una buena vez, necesita pensar con la cabeza fría, Earendil está completando su ejército y muy pronto se reunirá con Galadriel y sabes que será difícil entrar a su reino, para rescatar al pequeño.


-Lo sé. ¿Tú crees que Legolas…?


-Él estará bien, él es fuerte, no por nada es el hijo de Thranduil.


 


Los días habían pasado lenta y tortuosamente, Elladan había intentado hablar con Elrohir, pero parecía como si su gemelo perdía las ganas de vivir, sus hermosos ojos ámbar se habían vuelto opacos y sin brillo, su hermosa piel se había puesto pálida y cada día perdía fuerzas.


Esa mañana antes de que todos despertaran, Elladan ingreso a la habitación de su hermano, le vio en la misma postura de la que le encontró la noche anterior, se sentó al costado del menor, acariciando suavemente sus cabellos negros.


Elrohir sintió como su hermano empezaba a besarle su cabeza, sus brazos cobijándolo, dándole calor necesitado.


-Deberías irte. A Earendil no le gustara saber que estás acá.


-Él no necesita saberlo. Además vengo a entregarte esto. –Elrohir se removió entre los brazos de su hermano pero sin ninguna intención de separarse de él. Vio como le entregaba una hoja doblada en varias partes.


-¿Qué es?


-Una carta de nuestro pequeño hermano. –Elladan tan solo movió sus labios, pero para Elrohir fue más que entendible y de un solo movimiento le arrebato aquella carta tan preciada. Elladan recibo la cabeza de Elrohir sobre su pecho, cruzo sus brazos por su cintura y apoyo su quijada sobre la cabeza del menor. Elrohir rio bajito al ver la desordenada letra de Aragorn, sobre aquella hoja llena de arrugas y algo amarilla.


Queridos hermanos.


Yo, la verdad no sé cómo empezar esta carta. Antes que nada quisiera decirles que nuestro padre se volvió a reencontrar con alguien muy especial. Y no, hermanos, no se los voy a contar.


Muchas cosas han estado pasando por esta parte, en estos momentos me estoy encaminado a Beleriand, con Gondolin y Turgon. Ellos me encontraron caminando por el bosque y bueno… por lo que me he enterado Galadriel se llevó a Legolas.


Yo no sé qué hacer, pero no quiero que se preocupen. Elrohir, Amroth se encuentra bien, él se encuentra con Boromir y al parecer van  camino hacia el Oeste a la ciudad de Aman en busca de Gandalf, el brujo.


 


Legolas abrió lentamente sus ojos, su cuerpo temblaba y no era para menos, había dormido con la puerta del balcón abierta, sus piernas le dolían y aún más sus rodillas, su cuello estaba entumecido, vio al otro extremo de la habitación, donde estaba su cama vacía.


Poco a poco fue recordando la noche pasada, las voces que le llamaban suavemente, en su mente se formó el rostro de su Ada, pero había algo que le impedía comunicarse con él. Lentamente se puso de pie de aquel rincón, en el cual había pasado la noche. Unas voces le llamaron la atención, pero no intento abrir la puerta, sabía que aquella elfa había hecho algún conjuro para que no pudiera salir.


-¿Dónde está?


-En su habitación, no ha salido en días ni tampoco ha probado alimento.


-Bien, eso no es importante.


-Sabes que toda su familia, incluyendo al Rey de los Hombres, están detrás de tí.


-Es por eso que necesito casarme en estos momentos. –Legolas no tenía la necesidad de pegar su oído a la puerta de roble, sus oídos podían oír a la perfección todo lo que Earendil y Galadriel estaban conversando. Cubrió su rosto al igual que sus oídos con sus brazos, intentando no oír nada más, mientras que finas lágrimas salían de sus zafiros.


 


El sol había amanecido en lo más alto del cielo, alumbrando todo por primera vez, apenas eran las seis de la mañana pero los elfos empezaban sus horas de jornada. Aragorn estaba tan asombrado de ver como en  aquel castillo donde al parecer todos trabajaban y vivían como una gran familia, los pequeños elfos jugaban en las colinas, mientras que sus padres trabajaban.


Aragorn bajaba las escaleras cuando un elfo le llamo, diciendo que Turgon y Gondolin le esperaban en la gran sala. Lo primero que vio escucho fue una tercera voz que no reconocía, pero la voz de Turgon se escuchaba algo molesta y lo único que podía ver a lo lejos eran los ojos de Gondolin que no mostraban su brillo.


-¡Aragorn! –De pronto se vio en el piso, con un cuerpo pesado sobre el suyo, pero aquel aroma a tabaco, nunca lo olvidaría, pasó sus brazos sobre la ancha espalda de su mejor amigo, vio el rostro apacible de Amroth, aquella fina sonrisa.


-Amroth, Boromir.


 


Después de más dos días de haber estado cabalgando sin descanso, Amroth y Boromir tuvieron que cruzar las extenuantes montañas e ir por el filo del mundo para llegar Aman o  como la mayoría de los elfos la conocían las “Tierras Imperecederas”, sus costas occidentales miraban al Mar Exterior, llamado Ekkaia, donde al Este se podía ver los Muros de la noche.


Un joven elfo se les acerco para darles la bienvenida, pero Amroth se le adelanto preguntando por Gandalf, los elfos que habían estado cerca, les miraron extraños, pero el joven elfo tan solo se limitó a mostrar una fina sonrisa, para luego llevarlos donde Olórin, así conocido en Aman.


Olórin o Gandalf, les estaba esperando en la puerta del hogar que compartía con el joven elfo. Boromir se sintió un poco incómodo al sentir como los ojos del mago recorría su mente, pero Amroth se sentía intranquilo en estar en aquel lugar.


-Joven Amroth, usted es aún demasiado joven para estar en Aman.


-Nosotros estamos aquí para pedir su ayuda.


-Joven Aragorn. –Aragorn sintió la mano de aquel mago, posada sobre su cabeza, sintió una calidez, una tranquilidad que no había sentido desde hace mucho tiempo, Gandalf había cerrado sus ojos, viendo en una parte de los recuerdos del hombre.


-Earendil está a punto de tomar votos con Legolas.

Notas finales:

Espero que les haya gustado (: y espero sus comentarios....que aunque me olvide de contestarles si los leo!!!

 


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