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Escaping one last time por mitko_kitsune

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Notas del capitulo: Aquí la actualización y el final del fic (: Espero que les guste y que ayude a que más gente se anime a escribir sobre ellos!   Este capítulo está basado en la canción Angels por Sarah McLachlan. Les dejo el link porque, tal vez, si la escuchan entiendan por qué el fic es tan angsty :P    http://www.youtube.com/watch?v=jVbkz_3lO3c   Espero que les haya gustado el fic (:

 

 

 

Spend all your time waiting for that second chance 
For the break that will make it OK 
There's always some reason to feel not good enough 
And it's hard at the end of the day 
I need some distraction or a beautiful release 
Memories seep from my veins 
Let me be empty and weightless and maybe 
I'll find some peace tonight 

 

Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que podría haber sido. Había soñado tantas veces con eso. Con los labios de Dean, su cuerpo, sus dedos que eran a la vez tan fuertes y tan gentiles. Y, ¿si volviera a ocurrir?. No estaba seguro de poder detenerse como lo había hecho. Además por algo tan simple como un beso, se había ido hasta Irlanda. Desechó la idea con una sonrisa sarcástica. No volvería a ocurrir por dos simples razones: Dean era heterosexual, y en caso de que no lo fuera, no se fijaría en él. No tenía ningún talento en especial, además de explotar todo lo que se pusiera en su camino. La mayoría de la gente encontraba su acento demasiado extraño y generalmente pensaban que estaba hablando en otro idioma. El moreno, de hecho, se divertía mucho con esto. A veces se hacía pasar por el traductor de Seamus y podían mantener la farsa por horas. Nunca podría gustarle su piel demasiado pálida, llena de pecas. Él, como buen irlandés, tenía cuerpo de campo. Pequeño pero fornido, nada estilizado como Dean. Sus pensamientos fueron cortados por el grito de su madre, el desayuno estaba listo. Bajó a la cocina, intentando parecer un poco más animado pero su madre no era tonta.

 

-Shay... –Comenzó.

 

-Todavía no –Contestó su hijo, removiendo un tazón de avena y negando con la cabeza. Su madre asintió y respiró hondo.

 

-Esta noche habrá una pequeña fiesta en el bar, por el cumpleaños de Cathal. ¿Vendrás?

 

-No creo que tenga fuerzas para otra “pequeña fiesta”. Creo que me quedaré descansando, tengo algunas cosas que revisar –Mintió. No se había llevado nada con él y en su casa no tenía mucho, ya que la mayor parte del año no estaba allí. Su madre intentó esconder su descontento, pero demostraba sus sentimientos tan abiertamente como él. La mujer se levantó abruptamente y Seamus atinó a alejarse un poco de la mesa, esperando algún golpe o algún objeto contundente arrojado en su dirección. Pero nada de eso sucedió. Su madre tomó su abrigo de la puerta y salió, diciendo que tenía algo que hacer y que volvía más tarde.

 

El resto del día lo pasó caminando por el pueblo, necesitaba ver gente y movimiento para distraerse. Si volvía al acantilado (por más increíblemente hermoso que fuera) se pondría a pensar otra vez y realmente no tenía fuerzas para eso. Liam lo acompañó en su caminata un rato, se notaba que quería hacerle preguntas pero no se atrevía. En ese sentido tenía mucho en común con Dean, ambos presentían cuando no quería hablar porque convengamos que esos momentos no se daban muy seguido. Liam le pasó un brazo sobre sus hombros y le contó anécdotas que habían sucedido mientras estaba en la escuela. El dicho dice “pueblo chico, infierno grande” y es así. Algunas historias eran realmente picantes y entre risas y exclamaciones, logró sentirse un tanto mejor. Tal vez si sólo le dijera a Liam que le gustaban... bueno, no le gustaban TODOS los hombres. Sólo los particularmente artisticos, inteligentes, morenos... ¿Para qué engañarse?. Le gustaba él, sólo él. Y escaparse no estaba sirviendo de nada.

 

Ya cuando caía la tarde se encaminó a su casa. Su madre estaba en la cocina, moviéndose incesantemente, preparando té y tostadas con manteca y mermelada. Apenas se detuvo a mirarlo y murmuró un saludo. Cuando finalmente terminó con los preparativos, puso todo en la mesa y se sentó frente a su hijo. La mirada reprobatoria y los cuestionamientos parecían haber desaparecido de un momento a otro. Seamus no estaba seguro de entender que estaba pasando, cuando su madre empezó a contarle sobre unas ovejas del campo de su tío Naoise, que vivía a unos tres kilómetros. Escuchó toda la historia sin chistar, no quería arruinar ese momento de paz. Cuando se dio cuenta, su madre se estaba levantando, argumentando que iba a arreglarse para asistir al cumpleaños de Cathal.

 

Veinte minutos después estaba solo y no sabía que hacer. Subió a su habitación, tal vez allí encontrara algo de su infancia que lo entretuviera un rato. Encontró un libro de fábulas irlandesas que su madre le leía cuando era chico. Estaba viejo, casi roto pero los recuerdos que le traía lo hicieron verlo como un tesoro preciado. Se sentó en su cama y puso el libro a su lado. Suspiró. Pensar en Dean le hacía mal e intentar no hacerlo le hacía peor. Se recostó, viendo cómo el sol terminaba de caer y se empezaban a escuchar los ruidos de la noche. Lo que le pasaba con Dean no era algo pasajero, lo sabía. Estaba enamorado de su mejor amigo. Sentía la presión en su pecho como no la había sentido en mucho tiempo. La última vez probablemente había sido cuando se había admitido a sí mismo que le gustaban los hombres. En esas noches que despertaba rogando que ninguno de los chicos pudiera escuchar sus sollozos ahogados.

 

Fue peor cuando esos sueños cambiaron y en todos ellos estaba él. Seamus despertaba y lo primero que veía era a Dean, durmiendo, sin saber que él estaba soñando cosas que jamás se atrevería a confesar. Esos sueños habían avanzado demasiado rápido. Fueron muy pocos en los que el moreno sólo lo arrinconaba en el algún pasillo de Hogwarts para besarlo tímidamente. Luego fueron dos o tres en los que lo besaba como si no hubiera mañana, y al siguiente ya estaban en un aula vacía haciendo... Seamus cerró los ojos y respiró lo más hondo que pudo. El problema es que esos sueños parecían hasta inofensivos cuando los comparaba con los que empezaron después. Dean lo tomaba de la cintura, lo miraba fijo. Su toque era sumamente suave y en apenas un susurro le decía millones de cosas cursis, de las cuales Seamus sólo recordaba algunas pocas al despertar. Pero era la sensación que dejaba en él. Como un toque invisible que le gritaba que necesitaba que el moreno lo quisiera. Esos eran los que verdaderamente dolían.

 

Se sentía tan pesado, cargado de culpa, de remordimientos, de dudas. De pensamientos, de sueños y de sentimientos. Si tan sólo pudiera vaciarse, liberarse y descansar. El sonido de la puerta de entrada lo distrajo. Miró su reloj y frunció el ceño. ¿Qué hacía tan temprano de vuelta su madre?. Bajó las escaleras rápidamente y entro en la cocina, arreglándose un poco la ropa arrugada.

 

-¿Qué pasó que volviste tan temprano, ma? –La respuesta no llegó y levantó la vista, casi indignado. -¿Qué... –No pudo formular ninguna pregunta. Su madre había sido temporalmente cambiada por un joven, moreno, altísimo y hermoso, que ahora lo estaba mirando entre curioso e indeciso.

 

-Tu madre me envió una lechuza. –Habló, al fin- Dijo que estabas mal

 

Seamus gruñó, frustrado. –Te hizo venir hasta acá, no lo puedo creer... ¡estoy bien! –Dean continuaba mirándolo exactamente como lo habían hecho su madre y Liam esos últimos días y realmente lo estaba exasperando. -¿Puedes dejar de mirarme así? Por favor –agregó suavemente al ver la expresión sorprendida del moreno.

 

-¿Puedo? –Preguntó, señalando una silla y Seamus murmuró “Si, perdón”, pero no se sentó. –Tenemos que hablar...

 

-¡Estoy bien!

 

-... de lo que pasó la noche de la fiesta –continuó como si el irlandés no lo hubiera interrumpido. La expresión de Seamus cambió instantáneamente y pareció ponerse más pálido, si acaso eso era posible.

 

-Dean, escucha... eso no... fue... –Seamus no lo miraba, no podía soportar que esos ojos lo miraran con lástima.

 

-Shay, entiendo lo que te pasa pero...

 

El irlandés finalmente lo miró, lleno de dolor. –No puedo hacer esto –Lo dijo tan bajito que el moreno apenas lo escuchó, pero no hacía falta. Todo el cuerpo de Seamus parecía estar gritándolo. Lo dejó salir de la casa, para darle espacio pero también porque ocurrió tan rápido que no hubiera llegado a evitarlo. Dean se levantó unos minutos después, intuyendo que su amigo estaba en el jardín detrás de la casa. No se equivocó, Seamus le estaba dando la espalda, tenía los brazos cruzados (lo notaba por la tensión en su espalda) y estaba mirando hacia arriba.

 

The storm keeps on twisting, you keep on building the lies 
That you make up for all that you lack 
It don't make no difference, escaping one last time
It's easier to believe 
In this sweet madness, oh this glorious sadness 
That brings me to my knees 

 

Dean se acercó a él, posando una de sus suaves manos en su hombro. El escalofrío que recorrió al irlandés traspasó su cuerpo.

 

-Hablame, por favor

 

Probablemente no habría abierto la boca, si esas tres palabras no hubieran sonado como un ruego. Después de todo le debía a su amigo una explicación y tenía razón en pedirla. Pero no podía decirle la verdad... simplemente no podía. Seamus giró y lo miró a los ojos.

 

-Yo... hace algunos meses, descubrí que... que... me gustan los hombres. Nadie más lo sabe, eres la primera persona a la que se lo digo. Tengo miedo... de lo que pueda pensar mi madre, el pueblo –señaló los alrededores- los chicos en Hogwarts y... tenía miedo de lo que pensaras tú. Lo que pasó la noche de la fiesta, fue un malentendido. Estaba ebrio y triste... me dejé llevar pero no significó nada. Sólo sentí mucha vergüenza y... –frunció los hombros, como si el resto de la historia fuera obvio. En realidad no sabía que más inventar. Mentirle a Dean le estaba doliendo mucho más que quererlo. El moreno negó con la cabeza, una expresión seria que jamás había visto. ¿Qué significaba eso?

 

-No vine hasta aquí para que me mientas así, Shay

 

El irlandés sintió una punzada en el pecho. Bajó la cabeza, aún mas avergonzado que antes y vio que tenía varias gotas sobre la remera. Había comenzado a llover y no se había dando cuenta.

 

-¿Vas a decirme la verdad?

 

Seamus tragó saliva con expresión triste. –No puedo –admitió.

 

-¿Por qué? –el moreno parecía realmente enojado con toda la situación y Seamus no sabía qué demonios esperaba escuchar.

 

El cielo pareció estallar con él, porque de repente la llovizna se volvió aguacero. -¿¡Qué cambiaría!? –levantó la voz porque ahora estaba enojado y porque el ruido de la lluvia amortiguaba su voz- ¿Qué quieres escuchar? Que sueño contigo, que esa noche moría por besarte, que lo único que me detuvo fue que estuvieras ebrio, que no puedo dejar de pensar en ti un maldito segundo de mi puta existencia, que tuve que venir hasta aquí porque no podía mirarte a los ojos. Que vivo escapándome de tus ojos y tu boca. Que no quería decir nada porque no quería perder tu amistad y ahora estoy a minutos de entender que esto nunca va a ser posible.. –ambos estaban completamente empapados y le costaba enfocar la figura oscura de Dean. Un poco por la lluvia y un poco porque estaba llorando furiosamente. –Y que nunca voy a ser lo suficientemente bueno para ti... Dios... Dean, yo... maldita sea... –Se llevó el dorso de la mano a la boca, intentando aunque sea, acallar los sollozos. Ya no podía seguir hablando. Cerró los ojos. Tal vez si se concentraba lo suficiente, podría ahogarse en la lluvia y no escuchar el rechazo de su amigo. Una mano fuerte alejó la suya y sintió dos manos tibias tomando su rostro. Lo siguiente que supo fue que Dean lo estaba besando, bajo la lluvia torrencial. Sus labios eran todo lo que había imaginado. Finalmente reaccionó y puso sus manos en la cintura del moreno, atrayéndolo hacia sí. Sus remeras completamente mojadas pegándose a sus cuerpos. Dean lo soltó muy lentamente y juntó sus frentes.

 

-Si sólo me hubieras escuchado, pero no... siempre tienes que ser un maldito impulsivo –Seamus se hubiera preocupado si no hubiera escuchado la sonrisa en su voz. –Vamos adentro –lo tomó de la mano y juntos entraron en la casa, sintiendo ahora el frío de la lluvia y viéndose realmente en el estado en el que estaban.

 

El irlandés se mordió el labio inferior, sin llegar a comprender del todo bien lo que estaba pasando. Era como un sueño. No, mucho mejor que cualquiera de los sueños que había tenido. Dean lo tomó de la nuca esta vez y lo apresó contra la pared, abriendo su boca pausadamente, juntando sus lenguas con parsimonia. Como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Esta vez Seamus lo tomó de la mano a él, guiándolo hasta su habitación. Se quedaron parados unos segundos junto a la cama, la única luz que se filtraba era la de la luna por la ventana justo a su lado.

 

Dean comezó a desabrocharse la remera, sin dejar de mirar a Seamus como si lo quisiera traspasar. El irlandés sólo pudo bajar los ojos cuando la remera cayó pesada al suelo, dejando al descubierto la piel morena, el abdomen perfectamente torneado por el Quidditch y esculpido por algún Dios que estaba castigando a Seamus por algún pecado del pasado. Se quitó su propia remera lo más rápido que pudo, el hecho de estar empapado complicó bastante la situación. La remera se le pegaba a la piel y no quería ceder. Los dedos de Dean lo ayudaron tímidamente, quemando todos los pedacitos de piel que iban tocando en el camino. Seamus se acercó a su amigo y casi sin poder creerlo, apoyó ambas manos en su pecho. El calor que emanaba de ese cuerpo le gritaba que no, no era un sueño. Sus manos viajaron por ese abdomen, intentando reconocer la piel, grabarla en su mente para siempre. Cuando llegó al borde del pantalón, se detuvo apenas un segundo y luego lo desabrochó, arrodillándose para ayudar a Dean a salir de esa trampa de agua. Cuando levantó la vista, estaba frente al estómago de su mejor amigo. En su línea de visión estaba su ombligo y la fina línea de vello que desaparecía por el borde de sus boxers. Sin pensarlo, tomó esa cintura con ambas manos y apoyó la frente contra esa piel morena con la que había soñado tantas veces y ahora se sentía imposiblemente tersa. Sólo supo que se había quedado en esa posición demasiado tiempo cuando escuchó el llamado de Dean:

 

-¿Shay?

 

-Táim i ngrá leat –escuchó como respuesta, el aire golpeando en la piel sensible entre su ombligo y sus partes bajas. –Táim i ngrá leat –volvió a escuchar. Otra vez y otra vez. Hasta que la cabeza de Seamus se alzó y con los labios apoyados sobre su piel, lo miró a los ojos. –Táim i ngrá leat, Dean –Los ojos le brillaban descomunalmente. El moreno no necesitaba un traductor que le dijera lo que el irlandés estaba diciendo, en su interior sentía que lo entendía perfectamente, como si esas palabras tuvieran sentido para él.

 

Dean le tendió una mano y lo ayudó a levantarse. Con mucha suavidad, lo ayudó a deshacerse de su pantalón y se metieron en la cama. Lo abrazó por la cintura y le besó el hombro, todavía sintiendo la boca y las palabras de Seamus en esa porción de piel en su bajo vientre. Luego de unos momentos de abrir y cerrar la boca como pez fuera del agua, tomó al irlandés de la barbilla y lo obligó a mirarlo.

 

-Yo también –dijo, finalmente- Yo también te amo

 

No tardaron mucho en dormirse, los últimos días habían sido demasiado frenéticos para ambos. Cuando la madre de Seamus regresó a la casa, se acercó a la habitación de su hijo y llamó a la puerta. Cuando no obtuvo respuesta, la abrió un poco para ver a los dos jovenes, durmiendo profundamente, enfrentados, las frentes casi tocándose. Sonrió. Su instinto maternal no fallaba, había sido una buena idea llamar a Dean. Entró a hurtadillas y tomó la ropa mojada para lavarla. Justo antes de irse, volvió a mirarlos. Suspiró. 

Notas finales: En caso de que no se haya entendido:
 
.Táim i ngrá leat quiere decir Te amo en irlandés (:

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