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Una triste historia, un final... por kenjin

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Notas del fanfic:

Mi irresponsabilidad bien podría merecer nombre propio, jejeje... lo digo por el abandono en el que he dejado mis otros Fic's, pero, creanme, una seria de eventos, estos sí desafortunados, me han imposibilitado continuarlos. 

Espero, de verdad, poder terminarlos, pero antes prefiero iniciar este experimento.

 

Como siempre, mil perdones por los horrores ortográficos y gramaticales, cualquier corrección, bienvenida n.n

Notas del capitulo:

Espero que les guste...

I

            Su negra mirada se perdía en el horizonte de la ciudad al otro lado del cristal. Absorto en sus pensamientos, que vagaban de aquí a allá sin rumbo fijo, lo distrajo por un momento la torreta de una ambulancia pasando a toda velocidad por una de las avenidas, como un limpio manchón de luz roja. Fue en ese momento en el que lo invadió un descuidado pensamiento: ¿Qué pobre alma estará sufriendo? Estaba seguro que eso, o algo muy parecido, habría sido lo que Naruto hubiera dicho de estar a su lado.

            Naruto. Y lo que tanto había estado evitando, pensando en todo para no pensar en él, al final no había servido. Las cobrizas luces del alumbrado público comenzaron a recordarle los destellos que el sol le robaba a su cabello a contraluz. Y aunque era ya más de noche que de día, el cielo poniente estaba teñido de un profundo azul eléctrico que bien podría ser el de sus ojos. Y esa manada de gente yendo y viniendo, toda esa energía rebosante en las calles, era como verlo a él, su sangre recorriéndole el cuerpo e infundiéndole un halo de plena vida. Y, más que cualquier cosa que pudiera ver, su propio fuero interno no necesitaba más que el roce de su ropa o una tibia brisa en la nuca para rememorar con lucidez los influjos que en su cuerpo había tenido y que jamás habría de olvidar.

            Era una lástima que todo eso tuviera que pensarlo en pasado. Casi como si estuviera muerto. Aunque no lo estaba. Peor aún, pues si lo estuviera sabría al menos que no fue él ni ninguna otra cosa lo que los mantenía separados. Podría tener su sepulcro o algún santuario para evocar su imagen, llorarle y culpar a la suerte de su infelicidad. Podría pensarlo y verlo en todo, sin remordimientos.

 

_-_

            Sin saber que estaba siendo recordado de una manera tan intensa, Naruto corría presuroso. Llevaba la ropa desalineada por la carrera, y el rebelde cabello flotaba en el  liviano viento de la tarde que le azotaba la cara. Más allá había un cuerpo tendido sobre el pavimento, y la sirena de la ambulancia se escuchaba todavía demasiado lejos. Con premura se quitó la sudadera anaranjada que llevaba, y con ella improvisó una almohada que colocó bajo la cabeza del hombre recién atropellado, mientras el tropel de la gente empezaba a formar un cerco a su alrededor.

            No sabía mucho de primeros auxilios. Después de todo un estudiante de ciencias sociales muy raras veces tenía que hacerlo, y las lecciones que le habían dado en la preparatoria hacía mucho que las había olvidado. Maldijo por lo bajo su mente debrayada y distraída, no sin que su consciencia le recordara que no podía hacerlo todo. Y, haciendo lo único de lo que se sentía capaz, empezó a murmurar palabras de consuelo y confort a aquel desconocido que se encontraba tendido.

            Cuando al fin la ambulancia partió con aquel hombre, no pudo sino preguntarse ¿Quién era aquel pobre infortunado?

            Caminó hasta la estación del metro más cercana, y levantando la vista a la noche que ya había terminado de cernirse sobre todos, aquel negro profundo de un cielo nocturno sin luna le hizo acordarse de él. El infortunado soy yo, ¿verdad?, Sasuke, terminó de pensar para sí mismo y, adentrándose en los pasillos subterráneos de una ciudad invisible, se fue para empezar mañana un nuevo día.

 

_-_

            Sasuke no dormía bien desde hacía poco más de dos años. A media noche, siempre puntal, se despertaba por un mal sueño o el frío que le ocasionaba el que su cuerpo estuviera cubierto de sudor. No había más fuente de calor que sus frazadas, ni más con qué soñar que con su pérdida.

            Desayunaba siempre pan tostado con un café sin azúcar. Limpiaba sus dientes con esmero y partía, cronométricamente, a las ocho menos cinco al trabajo. Tomaba el metro, desde el barrio pobre en el que vivía a uno de los mejores de la ciudad, dónde estaba la gris y monótona oficina en la que pasaba 10 horas seguidas frente a un ordenador.

            No sabía, porque así lo quería Naruto, que su puntualidad de reloj suizo le permitía al ojiazul verlo por un instante entre la marabunta de gente que transbordaba, al igual que ellos, en una de las estaciones del centro.

            A lo lejos, y aunque levemente ojeroso y con su eterna mueca seria, le reconfortaba saber que al menos estaba bien. Que había seguido su vida, quizás y hasta novia tuviera; que respiraba por un momento el mismo aire que él; que seguía fijo en este mundo, haciendo sus deberes, complaciendo a sus parientes, engañándose, pero vivo. Al fin y al cabo su parte masoquista no le había abandonado, esa parte que hasta cierto punto le había posibilitado tener una relación de 3 años, 4 meses y veintiún días con él.

            Sasuke, por su parte, varias veces había vuelto brusco el cuello al percibir al borde de su campo de visión una mata de pelos rubios. Rápido, y sin encontrar al dueño, volvía a emprender el rumbo sin percatarse que era siempre en el mismo lugar. A Naruto se la hacía cómico aquello. Tenía que agacharse para que no terminara viéndolo, sin saber muy bien porqué. Temía, quizá, que lo viera y pasara mejor de largo. Y más aún le horrorizaba encararlo. No ahí, en medio de un mar de gente que le imposibilitaría huir despavorido. Y pensándolo bien mejor en ningún lado. No se creía capaz de soportar hablarle como si fuesen amigos o simple conocidos; de ir a tomarse un café y platicar de esos 2 años, un mes y trece días en que no se habían visto y recibir quizá, muerte segura, la buena nueva de que el pelinegro tenía novia, esposa o incluso una familia propia.

            Infeliz como siempre, pero con un poco de alivio, retomaba su rumbo hacía la universidad pública en la que estudiaba Antropología. Veía amodorrado a través de la ventana, y de nuevo, al siguiente día, volvía a conformase con verlo a la distancia.

 

_-_

            Naruto no sabía que no era al único atento a la vida del otro. Nunca llego a saber que Kiba, el amigo común por el que se habían conocido, era un agente doble que mantenía a Sasuke informado de lo más relevante en su vida. Qué si había conocido ya a alguien, qué si era feliz e incluso si llegaba a enfermarse. Y, aunque no se cansaba de repetírselo al pálido muchacho, por lo visto no lograba creer que Naruto seguía queriéndolo. Antes de que empezara con sus regaños y reclamos, agradecía apresuradamente la información, pagaba la cuenta del café (el precio que su amigo quiso cobrarle), y se iba ofuscado por las calles pensando si era verdad o no.

            Sólo en las dos veces que Naruto agarró un resfrío, y la única de una infección intestinal, Sasuke no podía huir y lo arrastraba a la farmacia más cercana para que le llevara, jamás a su nombre, unas cuantas medicinas. Y Kiba no podía sino pensar en lo estúpidos que dos personas tenían que ser para llegar a esos extremos, pues bien sabía de los furtivos intentos de espionaje de Naruto, a pesar de haber prometido jamás decírselo a nadie, lo cual significa, por supuesto, especialmente a él.

            Así que, intentando hacer lo mejor que podía, también contestaba las frenéticas preguntas que su rubio amigo le hacía cuando se enteraba que había visto a Sasuke. No sabía porque habían terminado, no había logrado sacarle la sopa a ninguno de los dos, por eso no sabía si debía intervenir o mejor dejar de hacerlo; si había un motivo legítimo para que se hubieran separado o no era más que un mal entendido entre dos personas demasiado necias y orgullosas para admitir su error.

            Sin que nada le diera un cierto norte, y cansado de tanta inmadurez, una semana antes había decidido ingeniar un plan para que se encararan y… y que fuera lo que Kami* quisiera.

            Mientras consultaba sus dudas con Hinata, era imposible que supiera que el destino ya estaba tomando cartas en el asunto.

Notas finales:

Wiii n.n sus opiniones son importantísimas, así q no olviden dejarlas n.n

 

*Había usado "dios" pero, revisandolo, me gusta más la ambiguedad que Kami tiene en japones. 


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