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Amour por Maira

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Notas del fanfic:

 

 

Notas del capitulo:

Bueeeno, un resumen de mierda ouo xD aquí les traigo una cosita linda para que vayan leyendo mientras termino de escribir el capi nuevo de Hunter~ 

 

Aquí aparecen:

Tatsuya de Diaura: http://stat.ameba.jp/user_images/20130514/19/diaura-tatsuya/8f/ff/j/o0640064012538817063.jpg

 

http://images6.fanpop.com/image/photos/34700000/Tatsuya-diaura-34742998-251-379.jpg

Está lindo uwú xD


Y Satoshi de Giru~~~ 
Que está sexy con su cara de monito y todo uwu xD

http://fc07.deviantart.net/fs71/f/2010/205/3/2/SATOSHI_girugamesh_2_by_Ny_x.p

El amor es una bestia salvaje. Respira sobre ti,
ella te rastrea.
Anida en tu corazón roto y va de caza con besos y velas.
Succiona fuerte tus labios, desgarra su camino por tus costillas,
se deja caer.

Tal ligera como nieve,
primero está caliente, luego frío.
Al fin eres herido.

La fuerza de un vampiro solo puede ser medida de acuerdo a la edad. Mientras se mantenga firme en el tiempo, continúe siguiendo su curso, más fuerte se volverá.
Pues ésta es la recompensa que el mismo da a cambio de todas las desgracias por las que le hace pasar. Ser fuerte consiste en un sacrificio que unos pocos llegan a superar.
Pero existe otra manera sucia a la que suelen recurrir los más jóvenes, ésta es robar la sangre de un vampiro “anciano”. Las finalidades o propósitos pueden ser variados. No obstante, requiere de más maña que fuerza debido a que es imposible robar la sangre directamente de la fuente en un solo movimiento. Un simple golpe o el empleo de algún poder que hubiera desarrollado a través de los siglos, podría ser capaz de destruir a un vampiro joven en un santiamén.

Eran bastantes comunes en aquel entonces las historias que hablaban acerca de vampiros novatos reducidos a cenizas. De vez en cuando, esas frágiles escamas grisáceas podían ser divisadas con los propios ojos, viajando con su característica parsimonia a través del cielo nocturno dirigidas por el viento hacia un distante rumbo desconocido.

Sin embargo, esto era lo que él deseaba, lo que iba a conseguir a cualquier precio. Si lo hacía, ya nada podría detenerlo, ya no sería débil. Al alcanzar su nivel sería capaz de protegerse por su propia cuenta. Se volvería la pareja más adecuada y nadie podría separarlos. Incluso dudaba que otros ancianos, los cuales no permitirían bajo ningún preámbulo fuera portador de aquella sangre, pudieran efectuarle un solo rasguño. Finalmente, como hecho no menos importante, Tatsuya sería literalmente suyo en cualquier sentido que quisiera dársele. Tal cual había añorado durante todas esas largas décadas de su ridícula existencia.

La persecución había dado su inicio. Pues Satoshi era muy terco. Le amaba, de eso no había duda alguna. Pero con el tiempo aquel sentimiento se había distorsionado hasta haber comenzado a tomar otra forma: la de la obsesión.
Tatsuya era más pacífico de lo que nadie podría esperar. No había pretendido hacerle daño al alejarle en todos sus intentos de hablar con él. Podía leer las claras intenciones del pelinegro incluso en cada poro de su piel, por lo que había procurado cuidar ese poder que tan suyo era y que no permitiría que alguien como él le robara. Pero aquella noche, el menor poseído repentinamente por una rabia ancestral, había intentado forzarlo.
A lo que había preferido huir luego de apartarle. Nunca había levantado un solo dedo en contra de alguien de su misma especie, tampoco tenía planeado hacerlo. Satoshi se le antojaba un joven demasiado impulsivo, egoísta pero a la vez caprichoso. Y esos, los motivos por los cuales comprendía su manera de actuar, le eran más que suficientes para solo intentar alejarlo una vez que se cansara de perseguirle.

A través del bosque, se dio a la carrera. Solo el crujir de las hojas secas resaltaba entre la armonía de los sonidos nocturnos característicos. Pero finalmente decidió, como estaba haciendo demasiado ruido ‹‹cosa que orientaba a su persecutor››, por treparse a uno de los árboles.
Las ramas se entrelazaban al llegar a las copas, sería mucho más sencillo pasar a través que continuar la absurda carrera. Por lo que se apresuró a subir, tarea que se le hizo más que sencilla al poseer un cuerpo como el suyo y esperar unos momentos en los que se dedicó a escuchar los pasos del contrario.
Pero el silencio del que antes no se había percatado, lo perturbó.

Había dos opciones: o Satoshi se había cansado de perseguirle más temprano de lo que esperaba o estaba vigilándole más cerca de lo que creía.
La segunda opción no tardó en manifestarse. Un sobresalto le invadió cuando fue jalado por uno de sus tobillos, a lo que un ligero quejido de sorpresa se le escapó.
No tenía idea de cómo había llegado hasta allí sin que siquiera se percatara de su presencia pero al parecer, su objetivo era derribarlo a como diera lugar. Le gritó varias veces que le soltara mientras forzaba por escapar del agarre pero al descuidarse y haberse tomado de una rama demasiado frágil, finalmente cayó quedando suspendido por tan solo la mano del otro.
Si caía, se rompería el cuello. A lo cual tardaría unos cuantos minutos en volver a la normalidad. Eso no le agradaba en absoluto, pues en aquel instante Satoshi podría tomar la oportunidad para robarle su sangre. Por lo que al cabo de varios minutos se decidió a suplicarle que no le soltara y para su sorpresa, el pelinegro obedeció más rápido de lo que hubiera esperado.

Lo dejó caer contra la gruesa base de la rama en la que se encontraban. Un gran árbol que quizá fuera más viejo que Tatsuya y hubiera presenciado con su silencioso semblante, miles de eventos particulares que jamás volverían a producirse.
Enseguida, el castaño se sentó y se arrastró hacia atrás en busca de un apoyo para poder incorporarse. Pero Satoshi, que lejos, no tenía planeado dejarle escapar, lo encerró utilizando sus brazos contra un reducido espacio que conformaba un perfecto hueco en la superficie. 

Una vez se hubiera asegurado de que no podría escapar, se acercó a su rostro para así plantarle un brusco beso en los labios.


Amor, amor, todos solo quieren domarte.
Amor, amor. Al fin, atrapado entre tus dientes.

El amor es una bestia salvaje.
Ella muerde y rasguña y me patea.
Con mil brazos me agarra fuerte, me arrastra a su nido de amor.
Me traga con piel y cabello,
Me escupe al día o al año.

- Mh, no-. Murmuró el castaño mientras lo empujaba con suavidad por el medio del pecho para apartarlo. Pero más tarde, tuvo miedo por la repentina reacción del otro que con un golpe de su puño a un lado de su cabeza, había hecho volar parte de la corteza del árbol.

-Siempre es no, no, no. ¿Por qué? –. Respondió alterado, sus ojos parecían brillar de cólera. Con poco cuidado, lo tomó por los hombros para volver a acercarse pero en cuanto el mayor le colocó una mano contra la frente para evitar que continuara aproximándose, frustrado lo golpeó dos veces contra la madera.
Tatsuya no pudo más que quejarse ligeramente ya que el golpe había roto algún hueso que no pudo identificar, pero pronto cualquier herida que tuviera se desvanecería.
 
-Lo siento, Satoshi. Pero no puedo mantener siquiera una conversación contigo. Por tu bien, necesitas estar lejos. Ahora debes dejarme en paz-. Comenzó a explicarle antes de que un golpe resonara contra su mejilla derecha. El dolor le invadió tan solo unos instantes a manera de hormigueo y contuvo un impulso de intentar volver a huir ya que sabía, no se lo permitiría.

-¡No digas que lo sientes por que no lo haces!-. Le espetó al rostro y luego, como si repentinamente la furia hubiera cesado, suspiró –tan solo necesito una noche, dame aunque sea ésta-.

-No, no puedo. Lo siento-. Ante sus propias palabras, el labio le tembló ligeramente. Pues aquel a pesar de ser menor y de una complexión más pequeña que la suya, lograba asustarle cuando cambiaba su semblante a uno agresivo.

En contadas ocasiones se preguntó qué clase de vampiro le había convertido, quizá hubiera heredado todos los aspectos salvajes de su creador y éstos hubieran sido potenciados de alguna manera.
Recordaba las veces que lo había visto atacar a otros vampiros unas décadas mayor que él, como les había robado sus fuerzas y los había reducido a cenizas. Era un cazador nato, de aquello estaba seguro. Pues el gen vampírico que había sido implantado en él, a fin de cuentas había despertado esos instintos que tan dormidos habían permanecido en su cuerpo humano. Por esa razón a pesar de aún ser joven, con el temperamento del pelinegro había que ir con cuidado.

Satoshi ni siquiera lo dudó. Otra vez poseído por la rabia de ser rechazado, lo golpeó innumerables veces en el rostro. Seguido a esto volvió a aventarlo contra el duro tronco del árbol hasta que los huesos de su columna estuvieran completamente destrozados y así, se acercó con todo el deseo cargado por aquella sangre a la que lamió.
La punta de su lengua se paseó por las comisuras de la boca, saboreando a cada instante el elixir que manaba muy lentamente de la fuente que ahora conformaba Tatsuya. Luego lamió los dos rojos caminos que bajaban desde su nariz, para por último, lamer la cuenca del ojo que había dejado destrozado. 
En un comienzo lo había hecho con desesperación, pero cuando poco a poco sus ansias se habían vuelto medianamente satisfechas, lo hizo con más calma. Pues el castaño no podía hacer nada al respecto. No mientras aún sus huesos y su médula espinal no se recompusieran.

Lo besó ávidamente en los labios. Llevó la nariz hasta su cuello para hundir allí el rostro y aspirar directamente la fragancia de su piel que tanto adoraba. Porque Tatsuya conformaba eso, su objeto de total adoración. Le dejó pausados besos en esa zona, luego en su clavícula en la que se detuvo solo a herir ligeramente con el colmillo derecho. Un simple corte poco profundo del que podría beber hasta que se cerrara.  
Es que solo jugaba, aún tenía tiempo. Lo podía comprobar con tan solo pasar la yema de sus dedos a través de la fina prenda superior de algodón que el mayor traía. Poco a poco los huesos volvían a su lugar, tomaban su forma original. La prenda estaba empapada en sangre pero no le importaba en absoluto. En determinado momento, se vio tentado a colocarlo de espaldas para también lamer allí, en el fino hilo que conformaba el punto medio de la espalda, por entre algún hueco que aún quedara en la piel. Poder colar su lengua, deslizándola directamente entre sus huesos y paladear desde lo más profundo de la fuente el sabor de la fuerza, del poder. Pero desistió de la idea al momento en que se encontró tan cómodo recargado contra su pecho.

-Maldita sea. Solo míranos… -comenzó a hablarle despacio, con total tranquilidad -¿Lo ves? Seríamos la pareja perfecta. Aunque lo niegues, estamos destinados a ser- se volvió a su cuello para dejarle un par de besos más, luego otro en el ángulo de la mandíbula –solo piénsalo, nadie podría dañarnos. Y tú me harías cada vez más fuerte, a cada noche. Seríamos iguales, yo ya no volvería a ser la rata con la que no quieres estar- pero ante el silencio mortal de Tatsuya, solo suspiró –de todos, siempre te he deseado más a ti. No se que es lo que tienes… pero te vas a quedar junto a mí- dichas sus palabras, apartó apenas el cuello de la prenda hacia abajo para poder morder sobre el pecho, cerca del corazón. Dejando escapar placenteros suspiros que pronto se mezclaron en armonía con los sonidos del bosque a medida que la sangre de Tastuya, resbalaba por su garganta cada vez en mayor cantidad.


Me deja caer tan ligero como nieve,
primero está caliente, luego frío.
Al fin eres herido.

Tenía que hacer algo y rápido. No podía continuar permitiendo aquel hurto. En cierta forma, sentía como si Satoshi estuviera violando lo más hondo de sí. Era su sangre, su preciada sangre con su poder. La parte más importante de sí mismo. Aquella que le daba las fuerzas necesarias para lograr hacer lo irrealizable y volvía su cuerpo casi imposible de vencer.
¿Y si el pelinegro se volvía aún más poderoso que él, que todos los ancianos? ¿Quién sería capaz de detenerlo?
No quería utilizar su mente para alejarle, podría lastimarlo gravemente. Los párpados de su ojo sano se entreabieron unos momentos en los que observó algún punto ubicado entre las copas de los árboles contiguos. Entonces, se le ocurrió una manera no tan agresiva de lograr que parara.
Evocando viejos recuerdos, transmitió telepáticamente aquellos directamente a Satoshi. Recuerdos amargos de la guerra, pasajes de los tiempos en los que los vampiros luchaban entre ellos para apoderarse de territorios que finalmente siglos después se verían obligados a abandonar. El fuego, los gritos de desesperación, la destrucción entre miembros de la misma  especie casi llevada a la extinción.

Sentía como el menor temblaba, lo rodeaba con los brazos por el medio del cuerpo. Las visiones, por más que intentara resistirse, estaban funcionando. Éste era terco, no daba brazo a torcer tan fácilmente. A Tatsuya se le hizo sorprendente su voluntad y finalmente cuando pudo pronunciar palabra, no dudó en hacerlo.

-Es tan peligroso para ti como para los demás- habló en un tono tranquilo, mientras ahora con la intención de que le soltara, intentaba plasmar en él una selección de los peores recuerdos que tenía –podrías… incluso desatar algo como eso- giró su cabeza hacia un lado una vez se vio capaz de tener movilidad, al igual que en sus brazos. Afortunadamente había sanado más rápido de lo que esperaba y no dudó en rodear el cuerpo del menor con sus brazos en el momento en que finalmente le hubiera apartado los colmillos de encima para recargarse contra él, gimiendo angustiado.

-Yo solo te quiero a ti- dijo de manera lastimera a la vez que apretaba los brazos en torno suyo –solo quiero que estemos juntos, que tu atención no sea de nadie más que mía. Quiero que tu tiempo por completo sea para mí. Todo, absolutamente todo de ti para mí. D-Deja ya mi mente en paz- le exigió luego de una espeluznante visión de la salida del Sol. No comprendía como Tatsuya lo había visto y sobrevivido a algo como eso, tampoco tendría el valor de preguntar. Pero la imagen le hizo sacudir la cabeza para luego ocultarla en el espacio entre el cuello y el hombro contrario.  

Amor, amor, todos solo quieren domarte.
Amor, amor. Al fin, atrapado entre tus dientes.

Sabía que el castaño era incapaz de comprender la cantidad de cosas que se sucedían en el interior de su corazón. No podría comprenderlo por que no quería verlo, no quería saber de aquello.
Desde la primera vez que se había presentado ante el grupo, totalmente aterrado y desamparado, no había dudado un solo momento acerca del amor que había sentido al ver ese rostro de serena expresión.
Lo había espiado durante mucho tiempo. Pronto supo que se había enamorado no solo de su sonrisa, sino de su amabilidad, su cariño incondicional hacia los de su propia especie e incluso, la avidez con la que bebía cuando salía a cazar. Tatsuya debía ser suyo sin importar el precio que tuviera que pagar por ello.

Así el amor fue creciendo, volviéndose más fuerte a pesar de los continuos rechazos una vez hubiera tenido el valor para acercarse.
El castaño no solo lo evitaba, sino que también desaparecía de su vista en cuanto se percataba de que estaba siendo espiado. Quizá pasaban meses en los que no lo veía y para cuando volvía a aparecer, la actitud para con él era cada vez más gélida.

Aquella noche se aferró a él sin intención alguna de soltarle. Suspiró entre sus brazos más veces de lo que podía contar y el mayor, rendido, finalmente se entregó a darle una noche de cariño a quien aún consideraba ese pequeño huérfano falto no solo de amor, sino de absolutamente todo.
No quería pensar en cómo habría sido su existencia durante ese tiempo, antes de llegar al grupo. Pero siempre había imaginado que si bien sus impulsos no lo habían llevado a esa clase de vida, algún otro factor de terrible naturaleza lo había hecho.

Satoshi se sumió en una especie de letargo que duró tal vez horas o al menos eso le pareció al volver en sí. Aún se mantenía recargado contra el mayor que no había hecho ni un sonido, no se había movido un centímetro. El color azul oscuro del cielo se había tornado ligeramente más claro.
Para cuando se incorporó y lo miró a los ojos, observó que tenía la vista perdida en algún lugar del bosque. A lo que una ligera sensación de decepción le recorrió el cuerpo tal cual fuera un dulce dolor.
El mayor simplemente no le prestaba atención, jamás iba a hacerlo. Intentó darle un nuevo beso en los labios con la esperanza de que éste lo viera, pero no obtuvo resultado alguno.

-Pequeño… -. Murmuró a cambio, al cabo de largos minutos, con lo que el pelinegro volvió la vista que había mantenido el suelo nuevamente hacia él –yo… los amo a todos por igual. No soy capaz de cumplir con lo que tú deseas-. Continuó hablando –y no puedes volver a intentar robar mi sangre. Con el poder que has ganado es suficiente, te quiero así como eres ahora. Pero… es peligroso, no puedes permanecer cerca de mí-.

-¿Por qué dices siempre lo mismo? Ni siquiera te estoy haciendo daño al estar así. Puedes decir la verdad y admitir que te repugna mi presencia, no eres el único al que le sucede-. Se alejó tan solo un poco para poder sentarse extendiendo las piernas, contemplando hasta donde sus ojos alcanzaban a enfocar entre el paisaje que el bosque ofrecía.

-No podrías repugnarme. Se trata de tentaciones-. Le explicó pacientemente antes de hacerse sonar el cuello con un movimiento –no va a ser la última vez que bebas de mí si ya lo has hecho antes, no puedo permitir que lo vuelvas a hacer. Eres explosivo, tu furia potencia el poder de tu sangre. ¿Qué haríamos si te descontrolaras por alguna razón?-.

-C-Comprendo. Pero… al parecer tú no me comprendes a mí-. Dicho esto, volvió sus ojos color café hacia él –yo solo te quiero a ti –repitió –no me importan los demás. Solo quiero esto… tú, yo, compartiendo tiempo en algún lugar. Da igual si quisieras tocarme o no, lo soportaría. Pero con tu presencia y tu atención me bastaría-.

-Sin embargo, aún añoras mi poder-. Observó Tatsuya quitándose unos cabellos que tenía pegados al rostro debido a la sangre seca.

-Lo deseo para poder ser capaz de protegerte cuando lo necesite. Quiero ser tan fuerte como tú.  ¿Crees que es algo muy malo? No lo quiero para destrozar a nadie, solo a quien se atreva a atacarte-. Hizo una pequeña pausa en la que frunció el entrecejo, luego los músculos se aflojaron volviendo a descansar en su lugar –ya no voy a insistir, lo siento-.


El amor es un animal salvaje, en su trampa has caído.
Te está viendo a los ojos.
Eres encantado cuando su mirada te alcanza.

Por favor, dame veneno.
Por favor, dame veneno.

-Ya veo. De todos modos…-. Comenzó a intentar darle una nueva explicación, pero para ese entonces el menor había vuelto a cambiar el semblante. Lo vio colocarse de pie, mirar hacia el horizonte. En determinado momento, al cabo de que varios minutos transcurrieran, creyó que había tomado la decisión de irse.
Pero a cambio, Satoshi alzó su pierna y con toda la fuerza que podría ser capaz de utilizar, golpeó la cabeza de Tatsuya contra el tronco del árbol haciendo trizas la parte posterior del cráneo. Lo había hecho con una rapidez que no pudo predecir ni esquivar.

Una vez se hubiera asegurado que no podría moverse hasta que se recompusiera, flexionó sus dedos a modo de garras para tomar la zona de la garganta y arrancarla de su lugar original. Lanzó el pedazo de carne lejos, con una ira que se acrecentaba para por último dejarse caer sobre él.
La sangre manaba a borbotones, era un festín del que disfrutó durante al menos quince minutos y para ese momento, todo lo que había deseado ya había sido cumplido.

Al problema lo enfrentó más tarde cuando a pesar de lo que había hecho, Tatsuya se hubiera negado. Ahora no quedaba otra alternativa, Satoshi había desobedecido y debía ser destruido.
El castaño mantuvo firme su agarre haciendo acopio de unas fuerzas que no supo de donde extrajo. Debía de hacerlo hasta que el Sol comenzara a dar sus primeros signos de aparición y finalmente alcanzara un punto alto en el Este. La amenaza que siempre les había aterrorizado, los acogió envolviéndolos en su cálido abrazo hasta que por fin quedaran reducidos a un ínfimo cúmulo de cenizas.

Aquel día ese letargo que padecía la mayoría de los ancianos provocado por el amanecer, se vio interrumpido cuando sintieron en su pecho la intensa sensación de que uno de los suyos había sido destruido. Nadie nunca se atrevió a volver a poner un pie en el bosque.
Las cenizas habían sido esparcidas por el viento en todas las direcciones y aquel, se había convertido en un lugar sagrado.
Era la tumba de dos vampiros. El obstinado joven perdidamente enamorado y el compasivo. Así sería desde aquel entonces hasta el fin de los tiempos.

Notas finales:

Espero que les haya gustado o3o

La canción es esta por si les pica la curiosidad:

http://www.youtube.com/watch?v=wPPySXpXOC0

 

Debo seguir actualizando Hunter que por cierto... -se contiene de hacer spoilers- se va armar la gran cagada uwu xD

Gracias por leer, siempre <3

Nos vemos ouo~ -se va tecleando-

 


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