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Love Tripper por Hitsugi-kun

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Notas del capitulo:

Para quién las necesite, hay fotos referenciales de los looks de cada personaje en las notas finales.

Disfruten~

Una carta.

Lo único que había dejado, sobre la mesita de noche justo en su lado de la cama que habían compartido en el último año, había sido una carta. Un pedazo de papel algo sucio y mal escrito, que no alcanzaba a ser una hoja completamente escrita. Una carta que explicaba las razones por las cuales se había ido a mitad de la noche, el por qué había decidido no decirle esas mismas palabras a la cara y el que por favor –por favor– no intentara buscarlo.

Las manos le temblaron cuando terminó de leerla, sus ojos se llenaron inmediatamente de lágrimas, presa del pánico y la angustia. ¿Qué significaba esto? ¿Era una broma? Era imposible, completamente imposible. ¿Cómo podía abandonarlo de esa forma? ¿Cómo…? Mientras él dormía, mientras él soñaba con el futuro del que siempre habían hablado y hasta planeado, mientras él no sospechaba en lo más mínimo del claro hastío que Sakito parecía haber sufrido a su lado. Porque eso lo dejaba bastante claro en su propio puño y letra. Estaba aburrido de la rutina, estaba harto de lo que supuestamente tenían y necesitaba volver a sentir una chispa que le prendiera la vida. Claramente él no llenaba esos requisitos.

Su primera reacción fue correr a revisar cada cuarto de su departamento. El de ambos en realidad, pero que seguía a su nombre por ser él quién lo había arrendado antes de que Saki decidiera mudarse con él. Primero vio el baño que el cuarto matrimonial tenía, luego la cocina, el comedor/living que le seguía y el baño de huéspedes. Nada. Ni siquiera la jaula de Aguro II, la bola de pelos que le había comprado después de que el primer Aguro muriera por causas naturales, seguía ahí. No había ni rastro del castaño y el lugar parecía igual que hacía un año y tres meses, sólo suyo.

Las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos a medida que examinaba cada rincón del apartamento finalmente bajaron, inundando sus mejillas hasta dejarle medio rostro mojado. Se echó sobre el único sillón decente que había logrado comprar con el poco sueldo que conseguía en su trabajo y se cubrió la cara con ambas manos. Esto no podía estar pasando. No podía ser cierto. No, no a él, no después de todo lo que había hecho, después de todo lo que había dado para que aquello funcionara. ¡Había perdido hasta el contacto con su familia por culpa de esa relación!

—Taka —gimió, mezcla de dolor y tristeza—. ¿Por qué…?

El llanto brotó solo y no se detuvo sin importar cuánto sintiera la cabeza palpitándole adolorida. El dolor que parecía estar apoderándose de su pecho lo ahogaba y era más fuerte que la molestia que podía estar sintiendo en la parte superior de su cabeza. Se iba a ahogar en lágrimas y nadie podría salvarlo. Absolutamente nadie. Cada uno tenía amigos por su cuenta, cada uno tenía salidas por su cuenta por la diferencia de horarios en sus trabajos y se suponía que cada uno dependía del otro… pero ahora estaba solo. Sakito no vendría a besar sus mejillas para detener esos surcos de agua salada que seguían humedeciendo su rostro. No aparecería mágicamente a retractarse de lo que había hecho o a pedirle volver a estar juntos, arrepentido de todo. Sakito no era de ese estilo, lo conocía demasiado bien como para pensar una estupidez como esa. Una vez que el castaño tomaba una decisión, no había vuelta atrás. Era más simple de lo que parecía.

Pero necesitaba hacer algo. Necesitaba salir de ahí o se ahogaría en serio. Necesitaba un hombro en el cual llorar, cualquiera que quisiera escuchar su patética historia y lo soportara por un par de horas. Y es que aún sin las pertenencias de quien había sido su novio en el lugar, podía prácticamente apuntar cada rincón y decir a ciegas donde iba cada cosa que alguna vez había dejado.

Otro sollozo escapó de sus labios sin poder evitarlo, haciéndole toser y sentir la garganta áspera. ¿Por qué? ¿Acaso no había hecho bien las cosas? ¿No había hecho todo lo que él había querido? ¿No había sido un buen novio? Al parecer no. Su carta lo decía claramente. Lo había aburrido hasta desear irse.

“No es que no te quiera”, decía uno de los párrafos escritos con una caligrafía que dejaba mucho que desear, justo después del que le informaba que no lo buscara o lo mandaría a la mierda. “Es que ya no siento lo mismo. Esperé a que las cosas cambiaran, que se arreglara por sí solas… que te arreglaras”, esa frase le había dolido más que cualquier otra cosa. ¿Que se arreglara? ¿Así lo veía? ¿Cómo alguien que debía cambiar? Estaba consciente que a veces sus cambios de humor, parecidos a los de una mujer como Sakito solía recordarle, lo colapsaban. Pero nunca creyó que fuera al punto de abandonarlo. “Pero no sirvió de nada, todo sigue igual, tú sigues igual y yo no puedo con esto. Tu amor no me es suficiente, no me llena. Y encontré a alguien que sí lo hace”. El corazón se le había hecho pedazos. Había tenido que releer la última oración varias veces, queriendo creer que su visión, borrosa por las lágrimas, le había hecho equivocarse. Pero una y otra vez las palabras se le devolvían como dagas, mutilándole el pecho y llenándole de una angustia que había olvidado que existía.

 

Tomó su teléfono móvil casi desesperado. Por unos segundos pensó en llamarlo, en rogarle que volviera, en decirle que no podía vivir sin él, pero apretó el aparato y se negó a hacerlo. Un mínimo de dignidad le quedaba como para hacer semejante estupidez.
Limpiándose las mejillas con el dorso de su mano libre, volvió a mirar el celular mientras marcaba el único teléfono que se le vino a la cabeza. Si iba a seguir llorando como estúpido, lo haría acompañado. Si se iba a ahogar, al menos se aseguraría de tener a alguien que pudiera darle respiración boca a boca cuando fuera necesario. Y si se iba a embriagar para olvidar, necesitaba un compañero de copas que le siguiera el juego hasta caer inconsciente.

—¿Yuji? —La voz de Hitsugi resonó desde el auricular.

En vez de responderle como era debido, saludarlo y decirle que necesitaba de alguien en esos momentos, que lo necesitaba a él en realidad, que sentía haber estado distante y haber sido mal amigo los últimos meses, pero que por favor viniera antes de que decidiera saltar por el balcón; se largó a llorar de nuevo, hipando y sollozando como idiota. Ni siquiera podía dárselas de fuerte frente a su amigo.

Hitsugi se quedó de piedra.

—¿Yu…? ¿Yuji, estás bien? ¿Qué te pasó? —El rubio sonaba preocupado, se le notaba enseguida en ese tono de voz que siempre aparentaba una indiferencia que no era más que un mecanismo de defensa. Había pasado al menos un mes y medio desde la última vez que habían hablado, lo que menos se había esperado era una llamada de ese tipo y escuchar a Ni~ya llorando como si el mundo fuera a acabarse—. ¡Respóndeme, idiota! ¡¿Qué demonios te pasó?! ¡¿Alguien te hizo algo?! —Porque si alguien le había hecho algo, lo mataba. Aunque no hubieran hablado en un mes, era su amigo y si le habían dañado, lo iba a defender con uñas y dientes como el gato que era.

El pelinegro volvió a sollozar, sorbeteó la nariz, se pasó el dorso por ésta varias veces e intentó hablar.

—Me… Me dejó… —Fue lo único que pudo decir en un murmullo y siguió llorando hasta que la tos reapareció y le cortó los sollozos angustiados.

Hitsugi volvió a quedar helado, cejas alzadas hasta casi desaparecer bajo los mechones mal cortados de cabello que cubrían su frente y la boca entreabierta. La abrió y la cerró un par de veces antes de poder hablar nuevamente. Aquella noticia era algo que de verdad no esperaba.

—Voy para allá —dijo rápidamente y cortó.

Ni~ya tuvo el impulso de lanzar el celular lejos cuando éste quedó marcado ocupado, estrellarlo contra la pared para ver si con eso conseguía apaciguar un poco esa sensación asquerosa que le llenaba la garganta, pero se contuvo. Hitsugi podía volver a llamar. Lo dejó sobre la mesita frente a él y se tiró hacia atrás en el sofá, rogando en silencio que el menor llegara rápido y que su rostro no se viera tan demacrado como debía estar después de haber llorado por horas.

 

Hitsugi salió sin avisar de la tienda de tatuajes en la que llevaba trabajado varios años. No había necesidad de avisar cuando era uno de los dueños, mucho menos cuando Ryu estaba ocupado en serio y el idiota de Aki andaba haciendo de las suyas con el último de los clientes que había llegado. Un tal Yuusei, que por cuarta vez venía a preguntar con un fingido tono inocente cuánto dolían los piercings y si le recomendaba hacerse uno en el labio.

La llamada de su amigo lo había tomado por sorpresa. Una, porque había pasado un buen tiempo desde que se habían mandado un par de mensajes de texto; y dos, por lo que acaba de informarle. ¿Sakito lo había hecho de nuevo? Así parecía. Después de tanto tiempo la historia volvía a repetirse, aun cuando él había creído que las cosas entre ellos iban bien y quizás habían cambiado en serio. Creyó que Sakito había cambiado.

Volvió a abrir su teléfono cuando puso un pie dentro del tren, un segundo antes de que las puertas automáticas se cerraran.

—Sakaguchi. —Fue su saludo apenas la voz de Sakito se escuchó del otro lado de la línea.

—Si me estás llamando por lo de Yuji, ni siquiera lo intentes, Ikari —respondió, adivinando sus intenciones.

—¿Lo dejaste? —No había necesidad de preámbulos, ni mucho menos modales con quien había sido su mejor amigo por años, pareja por uno y medio, y conocido por el resto del tiempo que había pasado desde aquello.

—No es tu problema. —Frío como siempre que se inmiscuían en sus asuntos. Hitsugi lo conocía como la palma de su mano.

—Lo es cuando el muy idiota me llama. —Las puertas del tren se abrieron en la tercera estación de su recorrido. Algunos pasajeros le miraron con mala cara al verle utilizar el celular dentro del carro, otros por los tatuajes que llenaban sus brazos y los piercings distribuidos a través de su rostro—. ¿Qué mierda le hiciste?

—¿Desde cuándo volvieron a ser tan amigos? —Hitsugi alcanzó a escuchar de fondo la voz de un tercero pidiéndole al mayor volver a la cama y apretó los dientes con una rabia que no sentía a menudo cuando se trataba de Sakito.
A pesar de todo, él lo seguía considerando su amigo. Lo seguía considerando alguien importante por los recuerdos que conservaba de su pasado juntos. Aunque no hablaran hace años y con suerte se dirigieran la palabra, él seguía respetándolo también por ser la actual pareja de otro de sus amigos y lo que menos había querido era que éste terminara igual que él. Llorando y sufriendo por alguien que parecía incapaz de pasar más de un año junto con otra persona.

—¿Lo dejaste por otro ya? —respondió su pregunta con otra, sonando más decepcionado que molesto—. ¿Tan poco te duró el amor esta vez?

—Mitsuo… —Por unos segundos Hitsugi creyó oír a ese Sakito que conocía desde la secundaria. Ése que había sido su mejor amigo, con el que se habían cubierto las espaldas incontables veces, con él que había llorado y compartido secretos que hasta el día de hoy nadie más sabía—. Por favor…

—Eres otro imbécil, ¿lo sabías? —Suspiró pesadamente, tapándose la frente con su otra mano—. Te volviste otro imbécil más en la lista. Te ganaste el primer lugar con esto.

Se quedaron unos segundos en silencio. Hitsugi miraba el piso del tren, moviendo uno de sus pies para hacer rozar la suela de la zapatilla contra el suelo, esperando una respuesta por parte del otro. Pero la llamada se cortó.

Otro suspiro salió de su boca mientras se bajaba en la siguiente estación. ¿Quién le mandaba a meterse en ese tipo de embrollos? ¿Y por qué carajos tenía que tener un corazón de abuelita del tamaño de un elefante? Debería estar atendiendo algún cliente o dibujado algún diseño en vez de estarse preocupando tanto por el tarado de Yuji.

 

Para cuando llegó al departamento del pelinegro, éste estaba hecho un desastre. Lo abrazó apenas cruzó la entrada, inclinándose para quedar a la misma altura. Hitsugi tuvo que corresponder el abrazo aunque le dolieran las piernas por haber caminado varias cuadras desde la estación de trenes, rodeándole la cintura con sus brazos. Le dio un par de palmaditas en la espalda que sólo lograron que Ni~ya llorara con más fuerza, balbuceando palabras que no lograba descifrar pero que estaba seguro que eran acerca de Saki; y terminó por acariciarle el cabello cuando éste escondió la cara en la curva de su cuello, humedeciéndole la piel y parte de la camiseta negra que llevaba puesta.

Le tomó otro par de horas calmarlo y que le explicara todo lo que había sucedido con detalles. Cuando lo hizo, enseñándole de paso la carta que Sakito había dejado escrita, volvió a llorar como una niña desesperada por un juguete perdido. Aunque su paciencia comenzaba a agotarse –más por recordarse a sí mismo en una situación similar que por Ni~ya en sí–, se aguantó de pararlo y dejó que se desahogara hasta no tener otra lágrima que derramar, ni sollozos que soltar, ni mocos aguados que le bajaran por la nariz haciéndole ver ridículo. Porque, aunque le rompía el alma verlo así, se veía gracioso.

—¡Tiró todo a la basura! —Ni~ya negó con la cabeza, cubriéndose el rostro por cuarta vez en lo que llevaba esa conversación. Tenía los ojos hinchados, le dolían tanto como el pecho o la cabeza, le ardían incluso, pero se los frotó de todas formas. Ya no estaba solo. Si se ahogaba, tenía quien lo rescatara. No tenía que pretender ser fuerte frente a Hitsugi, no tenía que aparentar que no sentía nada, ni que era un macho sin sentimientos—. ¡Es como si nunca le hubiera importado! —Chilló, limpiándose los ojos de nuevo porque los volvía a sentir acuosos—. ¡Como si nunca me hubiera querido! Quizá… Quizá nunca me quiso.

Hitsugi suspiró. Había suspirado más veces de las que podía contar desde que había recibido la primera llamada telefónica y se limitó a acariciarle la espalda en un intento por consolarlo de nuevo. Se había recogido el pelo en una coleta para que Ni~ya dejara de tirárselo cada vez que los abrazaba impulsivamente y le rodeaba el cuello con ambos brazos. No tenía el cabello demasiado largo, pero el tomarlo ayudaba a ver parte de último tinturado que se había hecho, mechones fucsias que ahora estaban rosados por culpa de los últimos lavados. Maldita tintura barata.

—Yuji. —Otro suspiro pesado.

—¿Por qué? ¿Por qué así…? —Se giró para quedar con medio cuerpo frente al del rubio. Parecía un niño pequeño con esa expresión de dolor que llevaba, un pensamiento sumamente idiota si uno recordaba que Ni~ya tenía ya casi treinta y dos años, y era un adulto hecho y derecho—. Estoy solo, Mitsuo… ya no tengo… —Sollozó—. No tengo nada… No tengo razón para…

Hitsugi frunció el ceño, chasqueó la lengua y fue él quien lo abrazó ahora, atrayéndolo hasta que el mayor hundió el rostro en su pecho, impidiéndole seguir hablando.

—Eres un idiota en serio —dijo.

Ni~ya, por primera vez en horas, dejó que una risa suave, que bordeaba lo amargo, escapara de su boca. No estaba solo, no tenía a quien había creído ser el amor de su vida, pero no estaba solo. Tenía a Mitsuo. Siempre lo había tenido. Lo tenía ahí a su lado, preocupándose por él, y él era un pésimo amigo… era un idiota y un mal amigo y no merecía tal preocupación.

Se largó a llorar de nuevo.

—Lo siento, Mitsuo… Lo siento… Lo siento tanto…

El rubio volvió a alzar las cejas hasta hacerlas desaparecer bajo el semi flequillo, sin entender por qué razón le pedía disculpas a él cuando no había hecho nada que pudiera merecerlas, pero no le tomó mucho para que el cerebro le hiciera ‘click’ y se diera cuenta a qué se refería. La expresión le cambió rápido, terminó enterneciéndose un poco y lo abrazó con más fuerza.

—No voy a dejarte solo, idiota. Ya basta —Pero sus palabras estaban lejos de ser duras. Le besó la frente con cuidado para no dañarle con sus perforaciones y le dio unas palmaditas cariñosas en la cabeza—. Eres más fuerte de lo que crees, podrás superar esto. —No quiso añadir el “lo sé por experiencia propia”, mientras volvía a abrazarlo, echándose hacia atrás en el sillón para que el pelinegro pudiera recostarse a su lado.

 

La recuperación de un corazón roto toma tiempo, mucho a veces, todo depende de cómo se lleve la aceptación de estar solo, de haber sido abandonado y volver a empezar de cero. Retomar una vida que se creía dejada atrás,  y no olvidar sino aceptar que ya no se tiene a esa persona.

Hitsugi lo sabía, estaba consciente de cuán difícil podía llegar a ser porque él mismo lo había vivido, lamentablemente con el mismo sujeto. Por esa razón, no lo dejó solo. Hubiera sido incapaz de hacerlo.

Pasaron días juntos sin preocuparse del resto. Hitsugi lo consolaba con paciencia, le cocinaba cuando era necesario e incluso terminaban compartiendo la cama en las noches que se quedaba, porque no había un cuarto de huéspedes donde dormir y porque Ni~ya a veces lloraba en sueños y lo necesitaba a su lado. Sollozaba entre pesadillas mientras las lágrimas le bajaban aun cuando sus ojos estaban cerrados. El rubio lo acercaba cada noche que despertaba por culpa de su llanto, un poco malhumorado por ser interrumpido en medio de sus horas de dormir, pero lo abrazaba con cuidado, le dejaba besos en el rostro y se volvía a dormir una vez que Ni~ya se calmaba. Despertaban siempre abrazados, pero sin ninguna sensación incómoda de por medio. Extrañamente, esa cercanía que habían vuelto a retomar se sentía… bien.

Cuando no podían verse por culpa del trabajo, se escribían.

Eran mensajes interminables sobre las cosas más irrelevantes que se pudieran imaginar. A veces los mensajes lo interrumpían en medio de la creación de un bosquejo para un nuevo tatuaje, pero se tomaba el tiempo de responder de todas formas y nunca se molestaba cuando le llegaba uno nuevo. Ignoraba las burlas de Aki e incluso las de Ryu, que parecían sumamente divertidos con el hecho de que estuviera preocupándose tanto por un tarado como Ni~ya, que a ojos de ellos, no merecía nada de ayuda porque, bueno, era un tarado ovárico en serio. Pero él no tenía que darle explicaciones a nadie, por mucho que Akihito fuera su actual mejor amigo.

Tampoco era que siguiera esa amistad por compromiso, menos que respondiera cada texto que le enviaba con alguna frase boba porque se sintiera obligado a hacerlo. Con el pasar de las semanas, Hitsugi se dio cuenta de que en realidad disfrutaba de esas tonteras. Las disfrutaba y mucho. Era divertido volver a hablar con Ni~ya como solían hacerlo antes de que Sakito se metiera en medio, le gustaba recibir mensajes de texto estúpidos donde le contaba algo que había ocurrido en el trabajo o sobre algún programa sin sentido que había visto en la televisión. Inclusive disfrutaba de las fotos de las diferentes comidas que el pelinegro preparaba y le gustaba compartir.

Era tonto, sí, más que tonto, pero si con eso Ni~ya conseguía ser feliz, por él estaba bien. A fin de cuentas, le agradaba pasar los fines de semana en casa del mayor, viendo películas antiguas o jugando videojuegos.

 

Ni~ya parecía recuperado casi del todo. Había dejado de llorar entre pesadillas hacía un buen tiempo, llamaba siempre a Hitsugi cuando salía del trabajo pero ya no era para pedirle que lo “rescatara” o que no lo dejara solo, era simplemente para hablar. Para conversar como buenos amigos que eran.

Ya no le dolía ver el departamento sólo con sus pertenencias. Se había acostumbrado a vivir solo de nuevo, como si nunca hubiera compartido ese sitio con su ex–novio por más de un año. Había vuelto a cocinar para una persona cuando el gato no se quedaba y hasta le habían entrado ganas de conseguirse un gato de verdad como mascota, tal como Hitsu le había aconsejado. “Deberías adoptar un gato en serio, yo no soy muy buena mascota”, había dicho en broma.

La cama seguía haciéndosele demasiado grande para su gusto, pero ya no era a Sakito a quien extrañaba entre sus sábanas.  

Ya casi ni pensaba en él.

Casi.

—¿Estás seguro de que es en esta calle? —El rubio miraba de lado a lado buscando la tienda de la que le había hablado.

Llevaban al menos una hora y media hora buscando una tienda de ropa que habían encontrado en internet la noche anterior. Modern Pirates le había dicho el pelinegro que se llamaba, mientras le enviaba fotos de la ropa que había en el sitio web. Parecía buena, se veía bien y no costaba tanto. Valía la pena visitar el lugar si con ello conseguían salir con un par de bolsas con accesorios nuevos, si es que lograban encontrar el maldito lugar.

—Dios, Mitsuo, te dije que lo busqué. Estoy seguro de que es acá, quizás está en la siguiente cua… —Se detuvo en medio de la calle, paralizado y mirando un punto a la distancia con la boca media abierta.

Hitsugi alcanzó a dar dos pasos más antes de notar que el pelinegro se había quedado atrás. Se giró con el ceño fruncido.

—¿Yuji? —Lo miró sin entender qué le pasaba, tironeándole un brazo para que le prestara atención porque parecía como ido—. Oye, respóndeme, ¿quieres?… ¿Iremos a la tienda esa o no?

Ni~ya no dijo nada. No podía. Aunque hubiera querido hablar, parecía como si su voz se hubiera quedado estancada en su garganta. El labio inferior le tembló como cada vez que le invadían las ganas de romper a llorar, cuando se quebraba esa fachada que solía mostrar, pero no bajó la mirada. ¿Por qué…? ¿Por qué, siendo la ciudad tan grande, tenía que encontrárselo justo ahí?

—Takahiro… —musitó. Los ojos de Hitsugi se abrieron el doble de su tamaño.


Fue la peor escena que pudo imaginar. Ahí, a un par de metros de ellos, esperando que el semáforo le diera verde para cruzar la calle, estaba Sakito. Lucía un nuevo corte de cabello –bien corto y con unas mechas rubias en la nuca–, una sonrisa altanera que Hitsugi sabía que era fingida, varias bolsas de compra colgando en un brazo y un nuevo novio que lo llevaba de la mano como si fuera un trofeo.

El gato sintió que se le retorcía el estómago al darse cuenta de quién se trataba. Asagi.

El mismo con el que lo había engañado a él un par de años atrás, el mismo por el que lo había dejado sin mucha explicación de por medio. “No eres tú, es que él… Él sí me da lo que estoy buscando”, había sido su justificación. Todavía le dolía el orgullo a pesar del tiempo. Le había costado recuperarse, tal como a Ni~ya le había costado superar la separación. Al parecer al castaño le gustaba repetirse el plato con el tucán ese.

Un gemido de dolor le alertó de lo que se venía.

El mayor se iba a largar a llorar ahí, a mitad de la calle, frente a extraños y frente a su ex. No porque el corazón se le estuviera haciendo pedazos de nuevo, era su orgullo y su autoestima las que parecían estarse destrozando con la mirada que Sakito les había dado. Un intento de parecer amable, pero que dejaba ver que en realidad intentaba deducir que carajos pasaba entre ellos.

—Basta, Yuji —exclamó, sin alzar el volumen de su voz. Y se calló enseguida.


Actúo sin darse cuenta exactamente de lo que hacía, por mero impulso, quizás en un intento por devolverle la mano a quién seguía mirándoles a la distancia con intriga. Para cuando le tomó el peso a sus acciones, el mal ya estaba hecho y no había vuelta atrás.

El desastre se avecinaba, la recaída era clara. Estarían jodidos.

Al momento en que el castaño y el narigón ése cruzaron la calle, Hitsugi le tomó la mano, entrelazando sus dedos y apretándole tan fuerte la extremidad que sintió que le sudaba la palma, mezcla de nervios y ansiedad.

—¿Mit…? —Pero no pudo continuar.

Cuando Sakito y Asagi pasaron al lado de ellos en medio de la calle, Hitsugi lo tironeó obligándolo a mirarle y agacharse. Lo último que vio fue que los ojos del gato eran intensos, decididos incluso, y luego pasó. Sus labios presionaron contra los suyos hasta que los piercings del rubio se enterraron en su piel y cerró los ojos por instinto, aguantándose el ardor que las mismas perforaciones le producían bajó el labio inferior.

Hitsugi lo estaba besando.

Lo estaba besando como nunca nadie lo había besado antes. Era una mezcla de sensaciones ridícula, como si le dieran un golpe en el estómago pero en vez de gemir de dolor, se largara a reír. No entendía nada, no estaba seguro de si quería entender realmente, quizá podría entender después, comprender qué sucedía después de que sus bocas se separaran, si es que llegaban a hacerlo… porque Ni~ya no quería. No aún.

Hitsugi le pasó un brazo alrededor del cuello mientras entreabría los labios para hacer de aquella unión más intensa… para hacerla algo más creíble. Creíble para el castaño que los miraba atónitos, para quien era besado que correspondía sin poner en duda lo que pasaba y para él mismo, que disfrutaba de algo que no debía de disfrutar. La verdad era que ni él mismo se creía lo que estaba haciendo.

Sakito se había quedado boquiabierto, incrédulo y totalmente indignado. Había estado a punto de detenerse, pero el tirón que le había dado Asagi, le había hecho reaccionar y había logrado que sus piernas volvieran a moverse. ¿Mitsuo y Yuji juntos? Sintió la bilis subirle por la garganta. Estaba tan impactado que fue incapaz de decir algún comentario sarcástico que los detuviera, y sólo pudo mirarlos y dar vuelta la cabeza para seguir observándolos a medida que avanzaba. Exactamente lo que el menor entre ellos buscaba, dejarlo pasmado, que se diera cuenta que ellos no se desvivían por su recuerdo y que, bueno, claramente habían superado con creces su partida.

Que se diera cuenta que no lo necesitaban.

¿Y Ni~ya? Ni~ya había sentido su mundo venirse abajo al punto de llorar, pero su mente había hecho caso omiso de aquello cuando la boca del gato le había tocado. Había correspondido, había ido al ritmo que se le había impuesto, había suspirado contra los labios de su amigo y hasta había llevado su mano libre a posarse en la cintura del más bajo.
Se olvidó de la presencia de Sakito hasta que el rubio se separó de él, recordando recién ahí que la tristeza le había invadido al verlo tomado de la mano con la razón de su partida.  Tomó una bocanada de aire, intentando recuperar el aliento perdido, y se dio cuenta de que Sakito y su nuevo novio ya no estaban ni siquiera cerca.

La gente en los alrededores los miraba, pero poco y nada le importó esa atención que no había pedido. Ya no estaba seguro de qué era lo que importaba y qué no. Lo único que su cerebro seguía clamando eran más besos de quien seguía en frente suyo, mirándolo con una expresión indescifrable.

Sus labios se curvaron en una sonrisa débil, pero una sonrisa al fin y al cabo.

—Volvamos al departamento.

Hitsugi sólo asintió.

Notas finales:

Hola a todos, soy Hits, dos amigas me dicen Kar, y hago historias nuevas cuando debería terminar las que tengo pendientes. –hace una reverencia–.

Les presento mi nuevo –y único– two–shot. Sí, al fin una historia corta que supera el capítulo, pero que no necesita más de dos para ser publicada. Wiii~ –tira confeti a todos lados–.

No tengo mucho que decir sobre este fic en realidad, además del hecho de que necesitaba escribirlo. A veces la vida en serio da vueltas raras, pasan cosas que a uno lo destruyen por decirlo de algún modo, y bueno… la inspiración viene a salvarte. A veces es más fácil escribir sobre tus personajes sufriendo que hacerlo uno misma, ¿o no? Al menos a mí me ayuda un poco.

¿Les ha pasado alguna vez eso? ¿Se les ha hecho más fácil para lidiar con la pena el sumergirse en la escritura? Me gustaría saber cómo otras personas lidian con sus problemas.

La historia en sí no tiene mucho que ver con lo que a mí me causó tristeza, pero supongo que un porcentaje de la misma inspiró las lágrimas del tarado de Ni~ya.

No sé si a alguien le habrá causado gracia que el pobre haya sido tan llorón. Quiero creer que con Hitsu, la fachada de macho sin sentimientos se le va al carajo y por eso no pudo parar de llorar. Quiero creer también que es sólo con Hitsu que se muestra así, pero bien… se supone que yo soy la autora de esto y ni yo entiendo a mis personajes. Eso no deja mucho que decir de mí xD

Para la calma y felicidad de quién lea esto, el fic ya tiene final –tira más confeti–. El segundo capítulo está escrito y le falta ser corregido. Ahora, ¿cuándo voy a actualizar exactamente? La próxima semana, o mejor, después de que actualice Raison d’etre. Ese fic lleva ya dos meses esperando actualización y ya no tengo excusas para justificar la falta de ésta.

Bien, no tengo nada más interesante que aportar.

Aquí van las fotos de referencia para algunos de los personajes porque me da una flojera del porte de un elefante ponerlas todas.

Hitsugi, Ni~ya, Sakito.

El Aki mencionado es el bajista de SID, amigo en la vida real de Hitsugi. Ryu también existe, es el actual dueño de un bar llamado VOX, y era el ex administrador de la tienda Modern Pirates de Tokyo. Sí, sí, Modern Pirates también existe. Sólo que en realidad es una marca bien costosa y la tienda está en Harajuku si no me equivoco. Asagi es el de D y Yuusei de The Kiddie.

¡Muchas gracias por leer!


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