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Express Wife por ChizuruTakachan

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*JI YONG*

 

Pasadas las 24 horas, los médicos decidieron que no era necesario sacar al bebé. Kohara, llevaba una semana en el hospital.

Reduje mi jornada, por las mañanas pasaba al hospital para ver cómo había amanecido Kohara, por la tarde salía temprano de la oficina para ir a verle. Gracias a que mi equipo conocía bien mi trabajo, me facilitaron bastante el tener que supervisar lo menos posible.

Hoy Kohara, tenía el alta, sólo asistí a una junta importante y me encaminé a recogerle.

En estos días habíamos conversado bastante, se podría decir que comenzábamos a conocernos. Y cómo diría mi madre: ¡Por fin había decidido acercarme a mi hijo! En cuanto entraba a su habitación. Lo primero que hacía era tocar su panza y dejar un tímido beso a la altura de su notable ombligo. ¡No importaba si Kohara estaba dormido o despierto! Si llegaba o me iba. ¡Me encantaba hacerlo! Así que esta vez no fue la excepción, mi sorpresa fue que, al retirar mis labios de su adorable bulto, pude ver la sonrisa tierna en su rostro cansado.

Me moría porque llegáramos a casa. Así que conduje lo más rápido que pude.

“Hablé con mi madre. Tenemos que tomar nuevas medidas, no podemos ignorar ninguna recomendación médica.”

Apenas entrar, lo cargué la corta distancia de la puerta al sofá, le cubrí con una manta que, había dejado a la mano para cuando llegáramos. Corrí a la cocina para traerle un jugo que bebió mientras yo hablaba.

“No puedes seguir durmiendo en el ático, no es recomendable que subas y bajes escaleras.” -Me senté a su lado en el sofá, mientras daba pequeños sorbos al vaso-.

“¿Y entonces?” -Sus ojos de sorpresa me miraron por encima del vaso al que dio un trago más largo-.

“Además de que te tengo una sorpresa. ¿Terminaste el jugo?”

“Si. Gracias.” -Me devolvió el vaso que dejé sobre la mesita de las sala-.

“Ven, acompáñame.” 

Sujeté su mano, cosa que antes jamás había hecho. Bueno, nada de lo que hacía era un trato usual antes. Despacio lo llevé a su antigua habitación, me coloqué detrás de él para abrir la puerta, la luz entraba por la ventana y sólo una exclamación fue lo que se escuchó. Abracé a Kohara por detrás, coloqué mis manos en su vientre enorme y recargué mi quijada en su hombro izquierdo, estando así de unidos le empujé suavemente para que entrara. Kohara, miraba a todos lados, lloraba con una enorme sonrisa y un brillo encantador en los ojos.

“Es casi idéntica a mi habitación cuando nací. Mamá me mostró unas fotografías y con ellas tratamos de duplicarlo.”

“Es precioso…”

“Siéntate. Hay algo más que mostrarte”.

Ayudé a Kohara para que se sentará en la mecedora que tanto le gustaba, él, miraba con una enorme sonrisa los ositos colgando de globos de colores, dibujados en las paredes de color azul. La cuna en las fotografías de mi infancia era de barrotes dorados, la del cuarto de mi hijo, era color caoba y de un diseño muy minimalista. Los cajones estaban casi listos con todo lo necesario para un recién nacido, pero la idea era que Kohara mismo eligiera la ropa del bebé.

Había unas repisas a un costado de la ventana que tenía cuentos aún en su envoltura de plástico, esperando por ser leídos. De ahí cogí un libro encuadernado a mano, me arrodillé a su lado y puse en su regazo el libro, al abrirlo mostraba la primera ecografía de nuestro hijo,

“¡Encontraste esas fotos! ¡Qué vergüenza!” -Se escandalizó con sus delicadas manos en su rostro-.

“Nada de eso. Si te tomaste esas fotos era porque no querías olvidar el paso del tiempo en tu vientre. Yo creo que son adorables.”

Kohara, se había tomado unas fotos de perfil que mostraban el crecimiento de su vientre, al revisarlas noté que las tomaba justo al volver de sus chequeos, así que las coloqué en el álbum a modo de que las revisiones que tenían ecografía, se viera primero la imagen del bebé y enseguida la evolución en el abdomen de Kohara.

“Por fin tiene su lugar en casa, nuestro hijo.” -Suspiré profundo y tratando de que él viera mi verdadero arrepentimiento, continúe-. “Lo pensé mucho y me importa más el bienestar de ustedes, que mi tonto egoísmo. Cómo tienes contraindicado el uso de escaleras, lo mejor es que duermas en mi habitación. Para que todo lo tengas a la mano.

“¿Y tú donde dormirás?”

“La cama es muy grande Kohara”.

 

 

*SHOU*

 

Había pasado de una horrible pesadilla al más tierno sueño. ¡Este día estaba tan lleno de sorpresas! No había pasado ni una hora de que habíamos llegado, cuando la madre de Ji Yong, arribó con comida preparada.

“¡Veo que te has gustado la sorpresa!”- Sonrió tan dulce que me hizo añorar lo que tanto extrañaba, el trato cálido de una madre, de una abuela-.

“No tengo palabras para agradecerlo…”

“No llores Kohara, anda. ¡Vamos a arreglarte un poco y tomar una linda fotografía!

“No. ¡Me veo horrible!”

“Déjamelo a mi”

De unas bolsas sacó varias cosas. Con toallitas faciales me limpió el rostro que tenía ya secas las marcas del llanto de hace un rato. Me maquilló Y arregló un poco el pelo, sacó un blusón negro y unos pantalones del mismo color, ayudándome a vestirme y al final ponerme un suéter largo que tenía ligeros brillos en el tejido. ¡Al mirarme en el espejo era otra persona! Mis ojeras casi no se notaban, ese colorete en las mejillas me hacía ver rozagante y fresco.

“Traje dos cambios más, pero puedo ayudarte a conseguir más cosas por internet o en cuanto tengas permitido caminar más, ir de compras juntos. Yo sé que debes odiar a mi hijo, pero algo bueno saldrá de su estupidez. Vamos a tomar esas fotos para que el tonto entienda que tiene una vida perfecta.”

Salimos a la sala y Ji Yong hablaba con un hombre que supuse era su padre, por la familiaridad y el aprecio con el que se comunicaba con él.

“En lugar de anestesióloga, debiste ser diseñadora de imagen.” -El señor sonreía satisfecho con el trabajo que su esposa hizo conmigo. Se notaba que se amaban-.

“Wow…” -Ji Yong sólo me miraba con la sorpresa como expresión en su rostro-.

“¿Es todo lo que dirás Hijo?”

“¿Qué más quieres que te diga Mamá? ¡Se ve genial! ¡Se ve hermoso!

Me sentí muy incómodo. Nos tomaron un par de fotos sentados en la sala, Yi Jong, sentado detrás de mi y con una mano sobre mi barriga, su rodilla derecha flexionada y yo ligeramente recargado en su muslo y su pecho. De no ser por las bromas tan chistosas de su padre, habría salido muy mal en las fotos.

Mientras, yo casi dormitaba recostado en el sofá, con una manta ligera encima. Podía oír la animosa conversación de la familia y la impresora haciendo ruido, acto seguido, la madre de Ji Yong, recortaba las fotografías y las colocaba en marcos que entendí, todo el numerito era para colocarlos en sus oficinas.

¡Vaya! Y yo que creí que eran buenas personas…

Dentro de todo, a partir de ese día las cosas eran mejor.

Por las noches, cuando entresueños tenía algún dolor debido a que el bebé se me enterraba en las costillas o algún otro órgano, Ji Yong, acariciaba mi vientre para relajar al bebé y se acomodara en mejor posición. Desde que compartimos la habitación, él le hablaba todo el tiempo a su hijo.

Podría decirse que fueron las mejores emanas de mi vida. Yo no salía regularmente de casa, pero debido a mi hospitalización en la semana 32, cada semana de las siguientes debía asistir a chequeos. A cada consulta me llevaba Ji Yong.

 

“Necesito recoger unos planos que olvidé en la oficina.”

“¿Por eso llegaste tan temprano?”

“No. Quería cambiarme de ropa para ir a la consulta, pero por eso olvidé los planos. ¿Me acompañas? Y te invito a comer después de la consulta. ¡Dónde tú quieras!”

“¡¿Es en serio?!”

“Claro. Además, últimamente estás muy guapo. Es sacrilegio dejarte encerrado”

Desde que éramos capaces de mantener una conversación, Ji Yong, siempre me dejaba sin palabras.

Efectivamente íbamos con bastante tiempo de sobra. Así que bajamos juntos del auto por los dichosos planos. Yo estaba muy nervioso, eso lo notó, y con firmeza sujetó mi mano. Gracias a que su madre me había comprado ropa para este último periodo del embarazo, al menos no me sentía inseguro por mi mala apariencia. No sé cuanta gente me presentó, a todos les saludé con una tímida sonrisa y su respectiva reverencia. Todos nos felicitaban por el bebé. Me di cuenta que Ji Yong, era realmente importante en el despacho de arquitectos, que mucha gente le admiraba y también noté un puñado de personas que lo envidiaban. Entendí porque había hecho las cosas así, él no era realmente egoísta, tenía que hacerse egoísta para sobrevivir.

“¿Te sientes bien?”

“Sí. Sólo que no estoy acostumbrado a tantas personas.”

“Recuéstate un momento en el sofá, aprovecharé que estamos a buen tiempo y el ingeniero está en su oficina. Se los entrego y nos vamos.”

Me había cansado, decidí cubrirme con su saco y cerré los ojos para regular mi respiración. El olor de su colonia inundó mis sentidos.

Entreabrí los ojos y en su escritorio vi algo que llamó mi atención: Había un marco de 2 fotografías, sentí curiosidad y me levanté a verlo, en un lado estaba la foto que nos había tomado su madre y para la que tanto me habían arreglado. ¡Qué buena foto! Realmente parecíamos una pareja feliz. En la otra fotografía estaba una impresión de la última ecografía, jamás pensé que llegaría a tener eso a la vista de todos. En un rincón de la oficina había un bastidor dónde Ji Yong trabaja sus planos, tras éste, en un librero estaba un marco único, abrí los ojos a más no poder.

¡Ahí estaba yo!

En la habitación del bebé, sentado en la mecedora, dormido, a la contra luz de la ventana, la foto se veía muy romántica. Mis manos sobre mi vientre abultado, mi rostro relajado y mi pelo despeinado.

“¡Ah! Ya viste lo dulce que te ves dormido” -Ji Yong me miraba con esa sonrisa en su cara que enamoraba a muchas-.

“¡Tú sí que estás loco!”

“No. Sólo he aprendido a admirar la belleza de mi hogar”

“¡De remate que estás! Mejor vámonos que no tarda en darnos hambre.”

 

*JI YONG*

 

¡Me había perdido de tantas cosas!

Kohara, ahora salía más arreglado a las consultas. El día que lo llevé a la oficina, todos admiraron su belleza. Cuando entregué los planos a los ingenieros, aunque ellos no le habían visto, me felicitaban por los rumores de mi hermosa esposa.

La semana pasada le llevé de compras, él estaba preocupadísimo por lo costoso que era todo, pero obviamente eso no era problema para mí, y por supuesto era lo mínimo que ambos merecían. Kohara, era realmente bello cuando sonreía. Por su fisonomía y el embarazo, nadie le veía como un hombre, a eso le agregamos la timidez al responder en monosílabas, no se percataban de lo gruesa de su voz.

“Necesito un corte de pelo” -Soltó de repente mientras descansaba de sus compras-.

“¿Por qué? Te queda muy bien el cabello largo”.

“Pero es incómodo. Supongo que por eso es que nadie sospecha que soy un hombre”.

“No. Todos en la calle te confunden con una mujer por tu cara bonita. ¡Es increíble que ni a una mujer embarazada respeten! ¿No viste a los muchachos que estaban en el estacionamiento? No te traduciré los piropos impropios que dijeron sobre ti”

“¿Por eso casi los golpeas? Por un momento creí que había hecho algo malo”

“Eres la madre de mi hijo. Aunque parezcas una mujer bonita, deben respetarte”

“Sí, claro… Últimamente actúas muy extraño”.

“Ven, vámonos”

A Kohara le incomodaba que lo abrazara al dormir, de no ser porque le acariciaba el vientre, seguramente no se dormiría. Aquella noche en que casi perdemos al bebé, aprendí lo que era tener miedo. Al principio creí que era por mi egoísmo y no perder lo que tenía, pero hablando con mis padres, me hicieron ver que realmente me gustaba la idea de ser papá, sólo no había sabido afrontar los hechos. Kohara es una persona agradable, ahora que hablaba muy fluido coreano, podíamos charlar largo rato, vine a descubrir que era una persona muy bien educada y seguro de sí, pero los hechos tras su llegada habían realmente mermado su espíritu. Cuando me contaba todos los cambios en su cuerpo y cómo podía sentir lo respecto al bebé, el cariño con él que hablaba de él y el amor con él que le cantaba, yo olvidaba si era hombre o mujer. Sólo era Kohara quién llevaba a mi hijo en su vientre.

Y por eso le admiraba.

Las últimas tres semanas fueron intensas. Podría decir que perfectas, pero dado que la cesárea se programó desde que le dieron el alta en la semana 32, Kohara apenas se dormía, me levantaba a adelantar trabajo. Las tardes en que no podía salir temprano, Mamá pasó algunas horas con él por cualquier cosa.

Y así el día llegó…

“¿Tienes miedo?” -Me senté a su lado, a sólo unos minutos de que viniera el camillero por él y llevarlo a quirófano-.

“Sí”. -Tragó duro al responderme-.

“Todo saldrá bien”. -Tomé su mano y sus enormes ojos se humedecieron al tacto-.

“¿Lo prometes?”

“¡Claro!”

“Ji Yong…” -apretó su mano acercando ambas manos a su pecho-. “Prométeme que no me quitarás a mi hijo”.

“No lo haré. Te lo prometo”. -Sellé mis palabras con un beso a su mano unida a la mía-.

Mis padres estuvieron a mi lado esperando. Perdí toda noción del tiempo, miraba insistentemente la puerta por la que se habían llevado a Kohara, no sé cuántos cafés me tomé, hasta que la necesidad fisiológica se hizo presente. A l volver del baño, Mamá lloraba en los brazos de mi padre. ¡Fueron sólo 10 minutos los que no estuve ahí! Sentí un miedo inmenso.

“¿Qué sucedió? ¿Les pasó algo? -Mi voz tembló al igual que mis piernas mientras me acercaba torpemente-.

“Ya nació. Ambos están en perfectas condiciones”. -Respondió mi padre mientras separa a mi madre de su cuerpo-.

“¡Eres papá, cariño!” -Mamá me miró con sus ojos húmedos y llenos de un orgullo que antes no había visto-.

Nunca en mi vida había sentido que me quitaban un peso de encima, hasta este momento. ¡Oh no! ¡Yo nunca había llorado de felicidad! Hasta este momento…

Al menos eso fue lo que creí, pero cuando pude entrar a ver a Kohara, se veía cansado, muy cansado. Pero feliz.

“Te ves fatal” -Le dije muy bajito, como queriendo que mis palabras le acariciaran para reconfortarlo-. “Pero muy hermoso”.

“Tonto. Y no imaginas como me siento”

“Gracias…”

“¿Por qué?”

“¡Por hacerme el hombre más dichoso del mundo!”

“¿Te he dicho que estás loco de remate?” -Se rio sin fuerzas, pero sincero-.

“Todos los días de las últimas tres semanas y media”.

“¡Ah…!” -Se sonrojo mirándome con esos enormes y hermosos ojos de gacela-.

Un día descubrí que no hay nada mejor que llegar a casa temprano y encontrarme a Kohara cantándole a nuestro hijo en brazos.

Una noche entendí que su voz al calmar el llanto y darle la seguridad que necesita un pequeñito de mirada atenta, con esos maravillosos ojos que heredó de su mamá, era un regocijo que jamás había experimentado.

 

*SHOU*

 

Quince días… Ese fue el tiempo que nos duró el cuento de hadas, el cuento de la familia feliz.

Acababa de dormir a Hyung, cuando la puerta azotándose y unas risas escandalosas llenaron el apartamento. Me apresuré en volver a abrazar a mi hijo y no dejar que despertara, tuve que sentarme en la mecedora a esperar que se quitaran del pasillo, casi me quedaba dormido cuando oí los gemidos dentro de la habitación que aún compartíamos.

No hay razón por la cuál llorar. Pero me sentía muy cansado, con un poco de molestia en mi herida de la cesárea, puse lo necesario en la pañalera y subí con mi hijo en brazos al ático. Le canté hasta quedarme dormido y mis lágrimas habían cesado.

¡Yo era un estúpido! Él, nunca había mencionado que fuésemos algo. ¡Fui yo quién creyó que  teníamos una relación perfecta!

Me di cuenta de que mi sonrisa boba era suya cada que besaba mi vientre, noté perfectamente como mi cuerpo se relajaba al sentirle cerca, como un cálido resplandor me rodeaba cada que sus brazos llegaban a rodearme. Fui yo quién se ilusionó con una relación que sólo era una convivencia diaria.

“¿Qué hacen aquí? Por un momento creí que te habías ido cuando no vi la pañalera”. -Se notaba tenso y mientras hablaba se relajaba su cuerpo, al grado de incluso dejar salir un suspiro de alivio-.

“¿Tenemos esa opción entonces?”

“¡Claro que no! Sólo pensé… -Me miró el rostro detenidamente-. Te ves cansado. ¿Dormiste?”

“¿Qué hora es?” -Evadí su pregunta y me puse de pie para no mirarle la cara relajada y el cuerpo satisfecho-.

“Las nueve. Baja a arreglarte. Mis padres vienen a desayunar”.

“Ji Yong… ¿No has pensado en presentarles a tus padres tu novia?”

“No. Ya acordamos que, por el bien de nuestro hijo, tú y yo seremos la pareja perfecta a ojos de los demás”.

“No recuerdo haber dicho eso”.

“Pues no importa. Es lo mejor”.

“¿Y que harás cuando tengas que llevar a tu pareja a las fiestas en tu trabajo? Ji Yong, ¿Puedo regresar a casa?” -No obtuve respuesta. Ji Yong me miró enfurecido y tomó al niño en brazos llevándolo a su habitación y distraerlo. Me apresuré en seguirlo-. “Nosotros sólo te estorbamos. ¡Todos en tu oficina sabían que tenías otra! Yo mismo escuché como me tenían lástima por ser bonita, embarazada y engañada. ¡Ayúdanos a volver a Japón! ¡Te prometo que no te pediremos nada más!”

“Estás loco Kohara…” -Trató de ignorarme bajando la escalerilla-. “¿Sabes Qué? ¡Pues lárgate! Quieres irte, hazlo. Pero ni creas que te llevarás a mi hijo. ¡Por fin te trato como mi pareja y te sientes harto!”

“¿Me tratas como tu pareja? Pero te olvidas que tu hijo y yo estamos en casa y traes a zorras escandalosas a las altas horas de la madrugada.”

“¡Tengo necesidades kohara!” -Se volteó tan rápido que casi chocaba con él-. “Soy hombre y tengo necesidades”

“¡Pues déjanos ir para que las satisfagas!” -Hyung lloraba a todo pulmón, con nuestros gritos lo despertamos y asustamos. Ji Young, me sacó de la habitación del bebé en la que ahora gritábamos-. “¡Dame al niño! ¡Deja que lo tranquilice!”

Pasaron largos minutos en que escuché a mi hijo llorar a través de la puerta. El pecho me dolía tanto y respiraba con mucho esfuerzo. Ji Yong, salió cerrando la puerta tras de sí, para que no despertara al bebé. Sin decirme nada, me jaloneó hacia el ático hasta que me empujó dentro.

“No tengo por que soportar berrinches idiotas. ¿Te quieres largar? La puerta está muy ancha. ¿Te molesta que me guste follar? Pues quédate aquí y no me jodas más. Ya suficiente hice con tirar a la basura una cuantiosa cantidad que seguramente tu familia de mierda, ya volvió a despilfarrar. Suficiente hago con mantenerte y tenerte de ocupa en mi casa.

“¡No me encierres Ji Yong! ¡Abre la puerta! ¡Eres un maldito!”

Para cuando llegaron sus padres, yo no tenía ni voz, ni fuerzas. Mi lección fue y era: quedarme callado siempre.

 

*Ji Yong*

 

Luego de que mis padres se fueran por la tarde, subí a ver a Kohara, le encontré mal curándose la herida de la cesárea de forma improvisada, con el jaloneo se había abierto y él había pasado horas intentando limpiarlo.

En completo silencio y con una palidez extrema, escuchó los regaños del médico y lo peligroso que era; se infectara la herida. Fue muy complicado llevarle a la clínica con el niño, al regresar, le dio un beso al bebé y se fue al ático a acostar. No podía hacer ningún esfuerzo, así que sólo sobrepuso una sábana sobre las mantas machadas y se quedó dormido. Al menos eso creí desde la puerta de la escalerilla donde lo observaba.

Apenas y pude dormir, Hyoung debía despertarse cada tres horas, pero esta noche dormía menos y lloraba más. Kohara ni una vez bajó.

Domingo por la tarde y Kohara seguía sin bajar del ático. Hyung parecía ponerse más intranquilo, pero no subí a molestarlo ya que mañana yo tendría que dejarlos para ir a trabajar.

“Kohara… Pedí pizza. ¿Quieres bajar o te subo la comida?”

“Ji Yong, ¿Si me voy, me dejaras visitar a mi hijo?”

“¡¿Qué?!”

“Lo he entendido. El problema soy yo, siempre he sido yo.”

“No entiendo Kohara”.

“Debí haberme ido cuando me corriste de tu casa, así al menos mi hijo habría sido solo mío. Yo no puedo pelear por él, aquí, tú eres el padre poderoso que puede darle una buena vida. Yo sólo lo arrastraría a la miseria”.

“¡Deja de decir tonterías Kohara! ¿A dónde irías exactamente?”

“Eso no importa, soy una persona sin dignidad. ¿Qué clase de ejemplo le daría? Sólo te pido me dejes verlo”.

“Si te vas no tendrás derecho a nada. Estarás muerto para nosotros. Piensa bien lo que harás, porque de esta familia no obtendrás nada. ¡Madura Kohara!”

Hacía semanas que no veía a ese Kohara de meses atrás. Unas lágrimas silenciosas caían por su rostro mientras esos enormes ojos enrojecidos me miraban con tanto dolor y desesperanza. Me dio escalofríos escucharle decir que se iría.

¡¿Qué idiota?! No tenía nada aquí, ni a dónde ir.

Lo dejé sólo y bajé ante el llanto del bebé. Me senté en la mecedora con él en brazos para darle su biberón, escuché los pasos débiles de Kohara y de reojo vi pasar su sombra frente a la puerta, un momento después entro en la habitación; sonrió con la mirada apagada fija en nuestro hijo, su cabello castaño estaba sujeto en una pequeña coleta, con cierto esfuerzo se arrodillo frente a nosotros y le dijo unas palabras en japonés a Hyung, que dejó de succionar y buscó el sonido de su voz. Kohara, le sonrió con los ojos inundados y tras decirles otro juego de palabras, le dio un beso en la frente y salió de la habitación.

Seguí sus suaves movimientos y como su mano tan delgada rozaba las paredes a su paso. Agudicé el oído para notar hacia dónde se dirigía, supuse que estaría por entrar a la cocina, pero fue el sonido de la puerta que me alertó. Dejé a Hyung en su cuna y corrí a la entrada, pero su llanto me hizo regresar por él y sólo cubrirlo de forma improvisada para salir.

El ascensor marcaba los pisos hasta detenerse  en planta baja, tardo demasiado en volver a subir, para cuando llegué al lobby, Kohara no estaba por ningún lado. El portero que se turnaba con Amano, le había visto irse hacia la derecha. Aunque Hyung lloraba, lo sujeté en su sillita y arranque el coche. ¡Traería a rastras a ese estúpido! Pero la tierra se lo había tragado.

Por primera vez, me sentí sólo en la vida.


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