Tus ojos me están gritando.
Tony/Steve.
Steve se encontraba sentado sobre la mullida cama del único departamento que pudo conseguir en menos de media hora y se preguntaba por qué.
Porqué terminó con Tony.
Porqué se consoló con Bruce.
Y porqué ahora sostenía entre sus manos un trozo de papel arrugado y mojado con pequeñas gotas salinas que caían de sus ojos, corriendo la tinta del bolígrafo que escribió ahí.
La leía una y otra vez.
La leía y no podía creer lo que estaba escrito.
No porque fuera la verdad, sino porque lo escribió la persona que menos creyó que escribiría algo así.
“Steve, no sé porque no pudimos hablar de esto de forma tranquila, será por tu correcta (si es que es esa la palabra, porque a decir verdad creo que no lo es) forma de ser, o por mi forma bromista de tomarme las cosas o prepotente. Como sea, ¿no tengo sentimientos? Si fuera de ese modo no estaría escribiendo esto ¿Qué soy cruel? Quizás, pero no puedes negarme que tú también lo eres. De cierto modo tienes razón, siempre que se trataba de mis trajes, de arreglar y perfeccionar cada una de las partes de mis armaduras te sacaba de mis prioridades, siempre que llegabas no te tomaba atención y solo asentía cuando me contabas tan emocionado todas las cosas que hiciste y todo lo nuevo que descubriste, como un niño pequeño, con los ojos brillando por la emoción.
Hoy me pregunté si fue por mi o por ti esta ruptura, esto se volvió complicado desde hace mucho y yo no abría los ojos, quizás cegado por el amor que te tenía, quizás cegado por la necesidad de tener a alguien a mi lado, quise alargar lo que pronto vendría, pero llego el punto en donde me di cuenta que esto no podía ser así, era terminar todo o hacer el esfuerzo de continuar, y obviamente mi querido Steve, no podíamos esforzarnos. No cuando tú fuiste donde Bruce a consolarte, no cuando escondiste todo eso durante tres meses hasta que fue el mismo quien me lo confesó. De cierto modo es un buen amigo ¿no?
Y que no haya llorado, que no me haya echado a morir no significa que no sufrí ¿Sabes? Fue hasta entonces que me di cuenta de lo que había perdido y de lo que no recuperaría jamás. Pero no podía quedarme ahí simplemente, llorando encerrado en mi habitación por una semana completa comiendo helado como las adolescentes. Simplemente no podía.
[. . . ]
Steve sonrió, la simple imagen del magnífico Tony Stark llorando en su habitación le causaba gracia, y era lo que más le gustaba de aquel hombre, su innato sentido del humor negro, cruel, burlón.
[. . . ]
Tú, Steve Rogers, tu escudo, el capitán america. Siempre fueron importantes para mi.
¿Y sabes qué más? Me aseguraré de que nada te falte, que todo lo que necesites lo tengas sin mucho esfuerzo, porque me preocupo por ti aún. Porque sé que aunque demuestres lo “bien” que te amoldas a esta época no lo haces, que te cuesta extremadamente demasiado conseguir las cosas de la forma tradicional, tu forma.
Eres… Una gran persona, Steve. Y quiero que sepas que nunca quise divertirme con lo nuestro, nuestra relación no era un juego para mí, tampoco quise ser insensible pero había ocasiones donde, rayos, debía serlo. Y, antes de que te aferres a otra persona, piénsalo bien.
Por último… Tú siempre tendrás un rincón en mi corazón de metal. “
Steve terminó de leer aquella última frase y las lágrimas continuaban cayendo rebeldes por la comisura de sus ojos, los cuales comenzaban a escocer.
¿Qué haría ahora sin Antony?
¿Qué haría sin el amor de su vida?
A veces a Steve, le gustaría comprender cuál fue la causa verdadera detrás de todo esto.