A tener en cuenta que: existe un leve OoC en los personajes, dado que están saliendo de preparatoria y las hormonas están… en su cuerpo, después de todo.
Esto es más bien algo que escribí solo para iniciar con la pareja, no tiene mucho sentido :P y es algo cortito :3
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Hacía ya tres años que Ryoma Echizen había acabado la secundaria, y en aquel momento estaba en su último año de Preparatoria. Tenía dieciocho años y se encontraba estudiando en la escuela Hyotei, dado que le habían ofrecido una beca tras el segundo campeonato consecutivo de su anterior escuela: La Seigaku. Sin embargo, no era el único que había recibido una beca. En su último año de Secundaria, cuando estaba por ir al Tercer título consecutivo de campeones para el equipo del que él era capitán, el título le fue arrebatado por Kintaro Tooyama del Shitenhouji. Nunca, realmente nunca, se esperó que él le arrebatase el título. La pelea fue intensa y él terminó perdiendo, no había nada de malo. Estaba todavía rencoroso, claro, pero ya se le había pasado y es que… con los años que había compartido con Kintaro, se dio cuenta de lo mucho que brillaba. Mucho más brillante que el sol.
Sería una mentira decir que Ryoma no se interesó por Kintaro luego del campeonato que le ganó, y también sería mentira decir que apropósito ha competido con él desde lo ocurrido, no cree que esté a su nivel sin embargo… Le ganó el campeonato, y eso es suficiente para atraer su atención. ¿Qué se pude decir? Le interesan las personas a las que puede aplastar.
Más allá de eso, en aquel momento se encontraba en su pupitre, esperando casi con impaciencia la llegada del chico y es que pronto se graduarían y le tocaría irse a otro país a estudiar. Tenía que declararse aquel día —declararse de verdad—, era ese día o nunca. Kintaro apareció entonces, y Ryoma se quedó viéndolo, sin poder evitarlo.
— ¡Buen día, Koshimae!
Ryoma hizo una pequeñísima mueca al notar que, como en todos esos años, aquel chico seguía sin decir bien su apellido pero en ese momento lo ignoró.
— Buen día, Kintaro.
Al pelirrojo le tomó un par de segundos darse cuenta de cómo le había llamado Echizen, y cuando lo hizo un sonrojo cubrió sus mejillas. No estaba acostumbrado a ese tipo de recibimiento, y es que Ryoma a pesar de que le había coqueteado —y él se había dado cuenta, no era tan imbécil como todos podían creer— nunca le había llamado por su nombre. Echizen, al notar el sonrojo, sonrió con esa prepotencia tan característica suya.
— ¿Estás bien, Kintaro?
El nombre de Tooyama, en los labios de Echizen, parecía salir casi como un ronroneo. Kintaro tragó saliva y luego negó, forzándose a tranquilizarse. Ryoma, viendo un momento perfecto, se levantó de su pupitre y rodeó como un depredador a Kintaro.
— Me gustas, Kintaro. ¿Te gusto, verdad?
Tooyama se quedó pasmado durante un segundo, y luego miró confuso a Ryoma, sin comprenderlo. Pero, para Ryoma no hacía basta mucho para darle alas.
Lo siguiente que Kintaro sintió, fue unos labios sobre los suyos. Y lo siguiente que supo, es que correspondía el beso.