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Candys & Cigarrettes por Fruit-Punch-Samurai

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La noche se hacía presente en cada parte de Edo, las personas “respetables” se dirigían a sus hogares a descansar mientras que el mundo que vivía de noche se preparaba para disfrutar de la nocturna diversión.

-¿En dónde demonios esta el idiota de Hijikata?.- exclamó ansioso Okita mientras lo esperaba en el cuartel.

-Cálmate, Okita seguro ya viene.- intervino Kondou con una tranquilidad que mataba a cualquiera. Pero por dentro estaba muy angustiado por el vice-comandante que no llegaba al cuartel a pesar de su gran puntualidad tratándose del Shinsengumi o cualquier cosa de hecho.

Mientras le esperaba en el cuartel Okita con una rabia inmensa que desquitaría tal vez a golpes contra él, Hijikata no tenía ni poquitas ganas de irse de aquel escondite familiar en donde se podía atragantar de sus platillos favoritos ahogados en mayonesa, como a él le gustaba. Estaba a la mitad de su festín cuando el amargo recuerdo volvió a su mente. Instintivamente azoto los palillos en la mesa.

-Maldición….-susurró para sí mismo al borde del colapso. No podía pensar mucho y aun así su cabeza estaba envuelta en un embrollo, solo supo responder a su raro deseo de beber alcohol y esa noche no pudo negárselo. Pago la cuenta en el restaurante y ya que la mayonesa esa vez no pudo ayudarlo, supo que podía contar con su tercer amigo después del cigarrillo: el sake.

Tal vez pasaba más de media noche y si alguien lo viera paseándose a esa hora por aquellos lugares innombrables en público sería un problema, ya que aun portaba su uniforme de Shinsengumi mas en su estado ya no le importaba mucho lo que aquello le provocaría. Pero siempre hubo aquella idea de ser protegido con la excusa de “Estoy dando mi ronda”.

-Tienen que tener aquí.- se dijo así mismo al detenerse frente a un bar poco llamativo. Apenas entro y se percato de la barra que había frente a él, pero le gusto más lo que había detrás de ella: una gran cantidad de licores, de sabores y colores inimaginables. Pronto tomo asiento y pidió cuanto pudo. Entre cada sorbo de alcohol mezclaba el somnífero sabor del tabaco que le acompañaba casi todo el tiempo. Pasaron las horas y seguía con aquella rutina de Alcohol-cigarro. Se dispuso a tomar otro cigarrillo cuando se percato que ya se habían agotado.

-¿Hee?!!....- espetó con el poco aire que pudieron tomar sus pulmones. Se levanto molesto del banquillo pero sus piernas estaban completamente sedadas y casi cayó al suelo si no fuera porque se aferro a la barra. Miro al empleado y sonrió notoriamente ya controlado por el alcohol. Metió su mano al bolsillo y tomo cuánto dinero su mano pudo agarrar y lo estampo sobre la barra, para salir apoyándose en casi todo lo que se encontraba.

Fue saliendo de apoco de aquel callejón tratando de encontrar una tienda de conveniencia para conseguir sus amados cigarros. Se aferro al poste de la esquina y miro al cielo algo desorientado. Pudo admirar la luz natural de la luna, verdaderamente en verano era cuando se veía más hermosa.

Las nauseas le llegaron imprevistas mas solo inflo los cachetes y contuvo las ganas, sintió malestar en su cabeza que nubló su vista, mas se pudo percatar de unas luces llamativas que salían de una casa cerca de donde estaba.- c-cigarros…-canturreó mientras se dirigía al lugar algo encorvado. Abrió la puerta escurridiza e inmediatamente fue cegado por aquellas luces brillantes. Se acerco una señora algo pasada de años y con varias arrugas en su rostro.

-Bienvenido! Pase por aquí.- invitó a Hijikata. El despistado vice-comandante entró sin problemas hasta un cómodo sillón al cual le guio aquella misteriosa mujer.- ¿Qué quiere ordenar?

-C-cigarros…-tartamudeo levantando su índice a la par de sus labios.

-Señor, debe ordenar algo mas, no sea mezquino.- espetó lanzándole fieramente la mirada.

-O-oh….entonces…. un aperitivo?.- dijo meneando la cabeza torpemente.

-Vaya niño.- murmuró Otose al darle una calada a su cigarro.- Enseguida se lo traigo.- agregó ya con mala cara al irse y dirigirse a la barra.- Dame un aperitivo.-

-Se han acabado.- respondió Catherine levantando sus hombros.

-Entonces ve a la cocina y ve que encuentras!!.- exclamó con su gran genio. La pobre mujer con orejas de gato se alerto en un segundo y fue al mandado volviendo sorprendentemente rápido.- esto fue lo único que encontré.- inquirió mostrando una rebanada de tarta de fresa.- Pero, Otose-san.- dijo inquieta antes de entregárselo a su jefa.- lo tome del lugar de los empleados, seguramente le pertenece a Gintoki.-

-Dame eso!.- interrumpió tomando ferozmente el plato.- no me interesa, después de todo me debe mucho dinero ese Idiota.- agregó gruñendo con sus labios y darse vuelta.

Cerca de la barra se encontraba “Paako-chan” quien apenas había sido liberada de un grupo de ebrios que la acosaban. Se veía realmente fastidiada.

-necesito mi pedazo de tarta..- espetó sin  poder aguantar más sus ansias de comer algo dulce pero alguien le detuvo del cuello del kimono.

-¿A dónde piensas que vas?.- frunció el ceño al reconocer la fastidiosa voz de Otose.-

-¿Qué quieres ahora bruja? Solo iba por mi tarta.

-Necesito que te encargues de un cliente.- dijo con cierto semblante de diablura en el rostro.- no te preocupes, estoy segura que encontraras tu pastel.

-Maldita vieja….- dijo entre dientes.- Esta bien, ¿en dónde está el cliente?

-Está por allá.- dijo señalando cerca de la entrada.- Mas te vale que le tires mucho dinero si quieres pagarme lo que me debes.

 -Hi, hi...- acató harto de las cosas que le hacía hacer Otose.

Debido a que el bar estaba casi lleno, Paako tuvo que cruzar entre la muchedumbre. Impresionantemente pudo oler las fresas y guiarse hasta donde estaba. Se levanto de puntas y pudo ver entre la oscuridad la brillante crema chantillí de su torta, corrió hacia allá pero cuando estaba a punto de llegar quedo completamente paralizado. Su delicioso postre  se vio ahogado en una montaña de mayonesa.

-M-mi…T-t-torta….- Masculló temblando de pies a cabeza. Por dentro estaba furioso, pero aun no sabía quien había sido el culpable de aquella atrocidad. Fue guiando su mirada desde el brazo del sujeto hasta llegar a su torso. El estomago se le revolvió al ver que se trataba de un miembro del Shinsengumi.

Notas finales:

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