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Los recuerdos de Severus Snape por Timothy_William

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Notas del fanfic:

Mi primer SS/SB. ¡Sed piadosos!

1. Introducción.

Harry estaba perplejo, aquello era lo más inesperado que le había pasado en sus ajetreados diecisiete años. Snape acababa de morir, y fuera de ese despacho, la batalla final continuaba. Usó el pensadero y vio a su madre, a Snape, a Voldemort y a Dumbledore: debía ir a morir.

No obstante, también hubo recuerdos que Snape no le dejó ver, recuerdos sobre Sirius Black.

 

2. La broma y las disculpas.

Severus caminaba solo por los terrenos de Hogwarts. Llevaba un libro en la mano y se dirigí al lago, a leer. Era una bonita tarde: con sol y un cierto aire primaveral.

No había notado su presencia antes, pero se sobresaltó en cuanto se sentó a su lado. Severus no lo miró y empezó a leer, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para ignorarle. Lily ya le había advertido de que Black estaba arrepentido, y Severus supuso que su deber gryffindor le había obligado a seguirlo y a disculparse.

-Lo siento –dijo, pasados algunos minutos-. He sido un imbécil, y estás en tu derecho de odiarme todo lo que quieras; lo de la Casa de los Gritos fue… Sólo quería que lo supieras; pedirte perdón.

Al ver que los minutos seguían pasando en el reloj y que Severus no contestaba, Black se levantó y se fue al castillo.

 

3. Los tres gryffindors.

Severus estaba en uno de los pasillos, acorralado entre tres gryffindors –todos mayores que él.

-Eres patético, Snape –reía uno.

-Sí, y encima siempre tienes el pelo sucio –le siguió otro.

Los tres estallaron en carcajadas cuando el tercero –quien todavía no había hablado- le dio una colleja a Severus. Él no hacía nada; se limitaba a mantener su vista clavada en el suelo, esperando a que se cansaran y le dejasen en paz. No valía la pena enfrentarlos, no cuando ellos eran tres y él estaba solo. Pero algún día…

-Eh, ¿qué pasa aquí?

Severus no pudo evitar suspirar cuando comprobó que Black se estaba acercando a ellos, con Pettigrew pisándole los talones. Los tres gryffindors, al verlos, sonrieron con ganas.

-No pasa nada Black, sólo estábamos manteniendo una charla.

Al llegar junto a ellos, Pettigrew escuchó los detalles de aquella charla que los tres chicos le contaban, mientras reía y reía sin parar. Black, por el contrario, se quedó quieto, de pie, delante de Severus, mirándole con una expresión que Severus no sabía descifrar.

-¿Estás bien? –le preguntó, al fin.

Todos callaron, y Severus se limitó a asentir con la cabeza. Black encaró a los demás.

-Dejadle en paz –dijo.

-¿Qué? –contestó uno de ellos-. ¿Estás de borma? Venga Sirius, que es Snape. Es patético.

Black suspiró.

-Mira Wlliam, a partir de ahora Snape ha dejado de ser patético, ¿me explico?

-¡No me digas que te has enamorado de Snivellius! –replicó, entre risas.

-No seas imbécil. Y no uses motes que he inventado yo, ¿quieres? Les quitas toda la gracia. Ahora iros, va. Snape está conmigo.

Los tres chicos lo miraron con la sorpresa dibujada en la cara, pero dieron media vuelta y se fueron sin decir nada más. En cuanto se perdieron detrás de algún pasillo, Black y Pettigrew siguieron su camino, y Severus volvió a estar solo.

 

4. El despacho del director.

Estaban en el despacho de Dumbledore. Era la primera vez en todos los años que llevaba de colegio que Severus iba a ese despacho para ser castigado. A su lado estaban Black y Lupin, y sentado justo delante de él, estaba Abel William (aquél insufrible gryffindor).

William había vuelto a molestar a Severus, incluso tras la charla que mantuvo con Black, y esta vez ambos chicos llegaron a las manos, y a los puños. Black y Lupin, al verlo, corrieron hacia ellos y Black se interpuso en la pelea, mientras oía como Lupin chillaba que las cosas podían solucionarse hablándolas.

-¿Qué ha pasado? –preguntó Dumbledore.

-Este animal me ha pegado, y luego estos dos le han ayudado –dijo William.

Black bufó.

-¡Y una mierda! William estaba molestando a Snape, ¡nosotros sólo intentábamos ayudar!

-Sirius dice la verdad, profesor –añadió Lupin.

Dumbledore miró a Severus, quien todavía no había abierto la boca, y tampoco lo hizo entonces. Tenía muy presente cuales iban a ser las consecuencias por acusar a William delante del director.

-Está bien –continuó Dumbledore-, Sirius, me sabe mal decir esto, pero no puedo confiar en tu palabra, Abel no se había metido en problemas de este tipo hasta ahora, en cambio tú… En cuanto a ti, Remus, no te voy a castigar, pero agradecería que reflexionases hasta qué punto debe cubrirle uno las espaldas a sus amigos.

Black miró a Dumbledore, perplejo.

-¿Me va a castigar? ¡Pero si le digo la verdad! –William, a su lado, sonreía-. Y él –añadió, señalándole-, ¿qué?

-Él nada. Abel es la víctima Sirius. En cuanto a ti, Severus…

-Black dice la verdad –le cortó-. Black y Lupin dicen la verdad. William me estaba molestando y nos peleamos. De no ser por ellos dos podría haberme hecho mucho más daño.

Dumbledore sonreía.

-Vaya, lo que me temía –dijo-. Sirius, quedas libre del castigo. Vosotros dos –dijo, mirando a Severus y a William-, esta noche os quiero de vuelta a aquí, después de la cena. No me gustan las peleas.

Severus suspiró mientras salían del despacho.

-Gracias –le dijo a Black, sin mirárlo.

-Snape, estás muerto –la voz de William sonaba ronca y resentida-, y tú, Sirius, prepárate.

 

5. Clase de pociones.

Estaban en una clase de pociones –compartida con Gryffindor. Severus, a pesar de estar realizando una complicada mezcla, no podía despegar sus ojos de Black. Tenía el ojo morado y el labio partido, y le habían llegado los rumores de que había pasado la noche en la enfermería. Potter no estaba mejor que él: también tenía la cara algo magullada. Pero, sin duda, el que estaba peor de todos, era ese Abel William. Cuando Severus lo había visto en el Gran Comedor, durante el desayuno, William daba auténtica pena.

Sonrió al pensar que a él no le había molestado nadie en los últimos días. Siguió mirando a Black, quien preparaba la poción junto con Potter, y se dio cuenta de que acababan de cometer un error. Dejó de lado su propio trabajo y le tiró a Black una nota, dándole instrucciones para rectificar el error, y arreglar la poción. Eso fue, seguramente, el acto más irreflexivo que cometió Severus Snape en toda su vida.

Antes de hacer lo que la nota decía que hiciese, Black se tomó su tiempo para observar a Severus. Se miraron a los ojos, en silencio, durante varios segundos. Luego Black le sonrió.

 

6. Inesperado.

-Si alguien me hubiese dicho, hace tres meses, que este momento iba a llegar, te aseguro que le hubiese pegado. Por imbécil.

Severus le sonrió. Estaban sentados en una de las mesas más apartadas de la biblioteca, acabando una redacción de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-Es extraño –murmuró.

-¿El qué?

Sirius levantó su mirada de los libros y la fijó en Severus. Odiaba que le mirase así; le ponía muy –digamos- nervioso.

-Nos hemos odiado desde que nos conocimos. Es extraño que ahora nos llevemos bien.

­-¡Bah, tonterías! Nos caemos bien, ¿qué más da lo que pasara antes? –hizo una pausa, sin despejar los ojos de Severus-. ¿Quieres que te cuente un secreto, Snake (1) ? El pasado ya no existe: sólo son recuerdos. Así que podemos recordar las cosas como queramos.

Severus le sonrió. Nunca en su vida pensó que llegaría a sonreír tanto, y todavía menos en compañía del egocéntrico de Sirius Black; con su precioso cabello y sus absurdos apelativos cariñosos.

(1) –NA-: “Snake”, que significa serpiente en inglés, es muy parecido a “Snape”, y me ha parecido correcto que Sirius le pusiese un mote, ahora que son amigos, como puede serlo Prongs o Padfoot; y si el mote se parece al apellido y apela al animal de Slytherin, ¿qué más podemos pedir?

 

7. Hijo de puta.

Era noche cerrada. Severus esperaba en medio de un descampado cubierto de nieve. Un sonido seco le indicó que Sirius acababa de aparecerse a su espalda. Se giró, temeroso, y recibió un fuerte puñetazo en la cara. Sirius, sin perder tiempo, se acercó a él y le subió la manga derecha de la túnica. La Marca Tenebrosa quedó al descubierto. Se miraron en silencio.

-Sirius, no es lo que---

-Hijo de puta. Hijo de puta… -su voz no era más que un murmullo-. Te he amado, Severus. Te he amado tanto… Eres… Eres…

Severus no contestó. Tampoco hizo nada cuando Sirius se dio la vuelta, con lágrimas en los ojos, y se desapareció.

-Yo también a ti, Sirius. Yo también –le susurró, al aire.

 

8. Albus Dumbledore.

Severus paseaba de un lado a otro del despacho de Dumbledore, intentando poder pensar con claridad.

-No veo el por qué no puedo decirle a Sirius que trabajo para vosotros. Para usted.

-Cuanta menos gente lo sepa, mejor, Severus –hizo una pequeña pausa-. Sirius es uno de nuestros agentes más competentes, uno de los mejores aurores del cuerpo. Irán a por él, y no podemos permitir que exista la más mínima posibilidad de que, si lo atrapan, le puedan sacar esta información.

Severus siguió paseándose por el despacho unos quince minutos más, en silencio. Dumbledore le miraba con curiosidad, pero no le interrumpió.

-Está bien –dijo, yendo hacia la puerta-. Supongo que es consciente de que esto me ha destrozado la vida, profesor.

-Llegará el día en que Sirius pueda saber a quién le debes lealtad, Severus, sólo es cuestión de paciencia. Esperar el momento más oportuno.

 

9. Azkaban.

Severus firmó la carta y la selló. Hacía ya dos años que Sirius Black había sido apresado y encarcelado en Azkaban. Cadena perpetua. Severus no recordaba nos palabras que le hubiesen dolido tanto como aquellas, pero sentía que no podía hacer nada para remediarlo. Se sentía como cuando era un crío y las cosas no salían como debían salir. Y esa sensación no había cambiado en dos años, ni parecía que fuese a cambiar.

Dejó la carta sobre la mesa y se dispuso a dormir. Mañana se la daría a Dumbledore y éste se la haría llegar a Sirius. La leerá Severus, eso puedo prometértelo. Severus sólo esperaba que Sirius entendiese más de lo que había escrito.

Black,

En primer lugar quiero pedirte disculpas por no escribir antes, pero no me sentía seguro a cerca de lo que necesitaba decirte, y tampoco creía que te gustase leerlo.

La última vez que nos vimos, es Hogsmeade, te fuiste sin que yo pudiese explicarme. Aunque te hubieses quedado tampoco lo hubiese hecho; entiéndeme, no podía hacerlo. Tomé la Marca Tenebrosa con una sola misión: destruir a quién-no-debe-ser-nombrado desde dentro. La noche en que murieron los Potter yo no sabía nada. Te lo juro. Si me hubiesen informado de que quién-no-debe-ser-nombrado iba a atacar a los Potter, sabes que yo te hubiese avisado.

Quería contártelo todo desde el principio, desde el día en que todo esto comenzó. Desde aquella noche en Hogsmeade, pero Dumbledore me convenció para que no lo hiciese. Me dijo que tenía que esperar el momento oportuno.

Dicen que no saldrás nunca más de Azkaban, así que supongo que nunca más nos volveremos a ver. Sólo quería decirte que el único motivo por el que me levanto a diario es tu sonrisa. Esa sonrisa con la que solías mirarme, ¿la recuerdas? Nunca la voy a olvidar.

Nunca te voy a olvidar Sirius, te amé demasiado.

Severus Snape.

 

10. Grimmauld Place.

Por fin había acabado la reunión. Los miembros de la Orden del Fénix empezaron a dispersarse, a irse a sus casas o a subir al comedor, a charlar un rato. Severus no se movió de su silla en la cocina, deseando quedarse a solas con él.

Doce años. Doce años sin verlo, sin saber absolutamente nada sobre él, y todavía sentía lo mismo cuando le miraba. Esas cosquillitas en la punta de los dedos de las manos. Ese vértigo en la barriga. O esa absurda sonrisa que tanto le costaba evitar.

Se quedaron solos, y Sirius le miró.

-Todavía la llevas –dijo.

Severus llevó se apretó la muñeca, sonriendo. El día en que Sirius le dio su primer beso, también le regaló aquella goma de cabello. Recógetelo, le dijo, quiero verte bien la cara.

-Sí, todavía la tengo.

-Recibí tu carta –añadió.

Se quedaron un rato en silencio, oyendo los murmullos y las risotadas provenientes del piso de arriba.

-He hablado con Remus –siguió-, dice que te gustaría que empezáramos desde cero.

-Yo nunca le he dicho eso.

-Lo sé, es sólo que Remus cree que te gustaría. ¿No es verdad? –Severus no le contestó-. Yo no quiero que empecemos desde cero, Snake –Severus tardó algunos minutos en asimilar lo que acababa de oír: se había acabado. Se levantó y se dirigió a la puerta de la cocina-. ¿No vas a preguntarme que quiero yo? Yo quiero que sigamos como antes, no lo sé. Pero no quiero empezar de cero, me suena horrible. No hay nada que debamos olvidar, Severus: los dos cometimos errores. Debiste haberme dicho que trabajabas para la Orden mucho antes de lo que lo hiciste, debiste haberme ido a ver a Azkaban, pero lo entiendo. Una vez me perdonaste una broma que casi te costó la vida. Yo, ahora, te perdono por todo aquello que crees que has hecho mal –hizo una pequeña pausa-. No empecemos de nuevo, Severus: limitémonos a seguir donde estábamos.

Sirius se levantó y le dio un ligero beso en los labios.

-¿Estás dispuesto a intentarlo? –añadió-. ¿Todavía me amas?

-Más que a mi vida.

 

11. El velo.

No podía creérselo. Aquello no podía ser verdad. Sirius estaba muerto. Y él estaba vivo. Empezó a ser consciente de que el resto de su vida sería un suplicio de auténtico dolor y melodrama, siempre echándole de menos, siempre con la absurda esperanza de verlo aparecer por la esquina.

Severus se hizo una promesa: iba a vivir. Protegería al ahijado de Sirius Black, tal y como él se lo había pedido tantas veces. Sabía lo importante que era, lo que aquél niño flacucho e impertinente significaba para Sirius. Y también sabía lo que significaba para él: tenía los ojos de su madre, de Lily, su primer amor; pero tenía la fuerza, el carácter, la temeridad y las ansias por luchar de su padrino, de Sirius, de su verdadero amor.

Iba a ayudarle a ganar la guerra, a matar a Voldemort; y cuando lo hubiese hecho, estaba seguro de que Merlín, Dios, o quién fuese, se apiadaría de él y le mataría, llevándole a su lado.

 

 

 

 

 

Notas finales:

El primer fic que publico en esta web :)Espero que os guste, de verdad.


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