Supongo que estoy listo para contar esta historia. En realidad no sé si lo estoy lo suficiente, pero sé que probablemente me sentiré mejor después de hacerlo, casi como desahogo ante todas las cosas que no pude expresar en el momento en que todo esto sucedió.
Siempre he sido un chico muy gracioso, alegre, que, sobre todas las cosas, sabe fingir lo que en realidad no siente, ese era precisamente el problema.
Crean o no, a pesar de que algunas veces me comporto como todo un niño y puedo parecer uno, tengo pensamientos comunes, como todo adolescente de mi edad; el problema es que no puedo expresarlo correctamente, además que la timidez es otro de mis defectos, si es que así lo podría llamar.
Éramos compañeros de clase. Al principio nos llevábamos tan bien, nos contábamos todo, simplemente el mejor amigo que pude tener; sin embargo, todo cambió cuando nuestros compañeros comenzaron a llamarme marica y automáticamente dieron inicios las burlas hacia ambos. “Ya bésense maricas”, “ay, mírenlos, ¿ya son novios?”, “Qué asco, no deberían estar exhibiéndose”, “Minho, ¿andas con este marica?”, esas eran las vacilaciones diarias, que no cesaban, no lo hacían por más que tratábamos de negarlo.
El ambiente entre él y yo se fue tornando un poco incómodo, pues nunca habíamos pensado como tal en una relación que pudiera surgir entre nosotros. Todos esos rumores se hacían cada vez más constantes y no había personas que no me preguntaran si yo era gay o si estaba en una relación de esa calaña con Minho. La respuesta universal de mi parte siempre era un frío “NO”, y la verdad, no dudo que la misma silaba haya usado él.
Nuestra amistad se fue por la borda. Yo comencé a alejarme y él no hacía nada para que no fuera así, lo dejó, sucumbió al igual que yo, dejó que esas personas nos alejaran; no obstante, no puedo culpar a él por algo que yo inicié.
Pasaron dos años, en los que no nos dirigimos ni una sola palabra, solo miradas. Miradas que de vez en cuando chocaban y el ambiente se hacía incómodo, solo entre él y yo, claro está. De vez en cuando mis amigos se daban cuenta que él y yo no nos hablábamos ni nada por el estilo, pero solo lo dejaban pasar y seguían con su vida, como yo lo hice desde que dejamos de frecuentarnos.
—Taemin, ¿por qué no se hablan? Digo, conversas, ríes, juegas con todo ser que se te atraviesa menos con él… A caso… ¿te gusta? —susurró mi mejor amigo; se sentaba justo alado mío, y me había descubierto observándolo.
—No, Key, claro que no, solo… creo que él y yo no concordamos. Ya sabes, puede que no sé, solo olvídalo y deja de decir tonterías —balbuceé nervioso.
—Claro, sigue siendo extraño —dijo para sí mismo, pero yo había escuchado. No dije nada más y me concentré en la clase.
Los días pasaron normales, yo seguía sumergido en mis cosas, pensado quizá tonterías como siempre. Raras.
Un día de esos, tan normales en mi itinerario, me dispuse a checar todas las cosas que debía en mis redes sociales, pues siempre he sido un compulsivo con la tecnología. El internet, más que nada. La verdad no me caracterizaba por salir a fiestas o ir incluso a reuniones con amigos. Nada de eso; cuando quería bailar lo hacía, solo; cataba, solo; pensaba, solo; lloraba, solo; analizaba mis días, solo. Siempre fui una persona solitaria, con amigos, pero sola en otros aspectos que rozaban lo personal, pues no era de esas a las cuales les gusta contar todas sus emociones a sus allegados. Eso no era lo mío; era y sigo siendo demasiado cerrado; frío en muchas ocasiones y algo falto de palabras consideradas “amables”, nunca he podido controlar mis palabras.
Esa tarde, después de terminar mis tareas —la mitad de ellas, a decir verdad—, revisé a las personas que tenía en línea, quería distraerme de tanto estrés académico y platicar un rato de cosas vanas. Se podría decir que en esta ocasión, la curiosidad mató al gato, pues lo vi en línea; la primera palabra que surcó mi mente fue: “háblale”. Sin embargo, había otra vocecilla que me decía que no debía hacerlo.
Pero mierda, lo hice. Aunque solo fue un “Hola”, él contestó con otro y yo no pude resistir a seguir la conversación. Y no lo hice, continué y él también.
Después de esa vez, cada tarde hablábamos mediante chat; pero no lo hacíamos en persona, y eso en verdad que era extraño, demasiado. Las miradas inquisidoras eran cada vez más frecuentes y mis amigos comenzaron a notar más que nunca que él y yo no habíamos sostenido una conversación hacía más de dos años.
—¡Él te gusta! —Eso no sonó como una pregunta, sino que fue una afirmación. Yo solo me tensé, pero siempre he sido bueno fingiendo y esta vez no iba a ser la diferencia; él, Key, continuó dándome prorroga acerca de mi gusto por Choi—. Tae, ya no puedes negarlo. Minho te gusta, y al parecer, no le eres indiferente —terminó de decir con una mirada completamente victoriosa por haber sacado una reacción de sorpresa en mi rostro, hazaña casi imposible.
—Key, deja de hacer afirmaciones erróneas acerca de la gente. Él no me gusta y yo no le gusto a él, ¿lo comprendes, loco amigo?
Con eso lo dejé en silencio por unos segundos, hasta que interrumpió su no novio, Jonghyun —que era de un grado superior a nosotros—, y yo nunca había apreciado tanto su visita.
Lee Taemin:
Oye, ¿ya escuchaste la nueva canción de Eminem?
Choi Minho:
Sí, me gustó mucho. Él es realmente bueno.
Lee Taemin:
Sí, lo es. Pero ¿sabes quién mi ídolo?
Choi Minho:
¿Quién? Creo saber, pero esperaré a que me digas.
Lee Taemin:
Hahaha… No creo que sepas, mi amigo. No muchas personas saben mis gustos.
Choi Minho:
Probablemente te sorprendas con lo mucho que sé de ti.
Lee Taemin:
No lo creo, hijo. Quizá en un momento fuimos buenos amigos, pero…
Choi Minho:
Acerca de eso, Taemin, ¿por qué lo hiciste?
Lee Taemin:
¡Michael Jackson!
Choi Minho:
¿Ah?
Lee Taemin:
Sí, mi ídolo es Michael Jackson.
Choi Minho:
Entiendo. Él es un fantástico bailarín.
Y eso era de todos los días, hablábamos sobre gustos musicales, las películas más geniales que había en cartelera, nos recomendábamos videojuegos y lugares para ir a comer comida rápida; cada día descubría que teníamos mucho en común, incluso compartíamos el color favorito. Pero la vez en la que él me preguntó el porqué de mi actitud en el pasado, del porqué había dejado de hablarle, me paralicé. No supe qué responder, en ese instante, me di cuenta que no tenía una razón clara; no me quedó de otra más que desviar el tema.
—Te lo volveré a preguntar y me responderás como se debe, Lee Taemin —amenazó Key señalándome con su dedo índice, después sus labios se movieron de nuevo para hacer la pregunta del millón—: ¿Te gusta Choi Minho?
Tragué duro, me estaba poniendo nervioso. Key nunca me había proporcionado una mirada como en ese momento lo hacía, y eso me ponía los pelos de punta. Él quería respuestas y yo aún no sabía lo que sentía por Choi.
—No lo sé —respondí volviendo mi postura más tranquila, pero no por eso menos nervioso. Me preguntaba siempre el porqué de mi nerviosismo.
—Muy bien, te gusta —esbozó una sonrisa y me dejó parado ahí; salió del aula a alguna parte de esa enorme escuela.
No pasó mucho en realidad, solo lo suficiente para dispersar mi nerviosismo y pensar en las palabras que había dicho.
“No lo sé”
Y exacto, no lo sabía, porque aún no había pensado en esa posibilidad desde el principio. No pude pensar en ello, y no lo hice, simple y sencillamente, lo ignoré, dejé que “pasara”. Quizá porque me decía a mí mismo que no estaba bien, y no lo estaba ni lo estará. Yo no podía permitir el que él sintiese repugnancia por mí y mis sentimientos. Quizá desde el principio no quise aceptarlo por esa razón, por esa y su rechazo; pero nunca, nunca había pensado en ello, puede que mi subconsciente lo oprimió sin mi autorización. Estúpida.
Aquella meditación me hizo pensar en más de lo que hubiera querido. Yo me había alejado de él no por mi bien, sabía que era algo tonto, pero Minho no pasaba desapercibido y yo tampoco. Yo solo… fui un idiota que no supo qué hacer y reaccionó a la primera idea que azotó su cabeza.
—Taemin, Taemin, ¡Taemin! —Key me sacó de mis pensamientos y me tiró una nota al filo de mi asiento—. Léelo —susurró y volvió su atención a la clase.
“Él siente lo mismo, idiota”, decía aquella nota arrugada.
En ese momento, me quedé sin aliento, todos vino a mi cabeza, detalles que había olvidado volvieron a atormentarme. ¿En verdad él sentían lo mismo?
Comencé a analizar, nunca fui bueno con las indirectas y esta no fue excepción, pues todos esos detalles habían sido pasados desapercibidos. Y si me ponía a visualizar cada uno, hacían una gran indirecta, que yo nunca tomé en cuenta.
En un momento, me vi observándolo, leyendo sus pensamientos. Su mirada oscura no podía dar grandes detalles; sus ojos eran hermosos y grandes, no me había percatado de eso antes y en realidad fue muy gratificante. Después de eso, me regaló la más hermosa de las sonrisas y mi corazón dio un vuelco por la adrenalina del momento. Correspondí a ella.
Pero esto no termina aquí, quizá después de esto hubiera aprendido a ser un poco más expresivo; no lo hice, y eso me costó.
No lo diré en este instante, ya no contaré más. Será en otra oportunidad, en la que podrán saber cómo termina mi historia.
Ahora no es el momento, pues en sí, la historia aún no tiene un final, sigue su curso.