Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tres son multitud por Hitsugi-kun

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Porno, porno, porno~

Listo, advertencias hechas.

Foto de referencia: Los idiotas.

Esta me da risa: Los idiotas de nuevo.

La mente le daba vueltas sin parar y aún con los ojos cerrados seguía sintiendo todo su alrededor girar hasta el punto de marearlo. El cuerpo le ardía, las mejillas las tenía coloradas, sonrojadas por culpa de la excitación y todo el alcohol que había consumido, y la sangre misma parecía estarle hirviendo. Le costaba respirar, jadeaba descontroladamente  tratando de tomar bocanadas de oxígeno para llenar los pulmones, pero no había aire que absorber en tan poco espacio, entre tanta piel y sudor, entre tanto roce y jadeo, y no entendía nada. Nada de nada.

No recordaba cómo había ido a parar a ese cuarto, mucho menos el haber sido lanzado sobre la cama matrimonial en la que era movido de lado a lado entre dos cuerpos, tal como si fuera un juguete, una muñeca dispuesta a servir a sus hambrientos dueños del momento.

El olor a sexo y sudor inundaba su nariz y sólo lograba trastornarlo aún más, despertar su instinto más animal. Ese que se desinhibía completamente cuando se embriagaba, que trataba de olvidar el bochorno y simplemente disfrutar. Era hombre después de todo.

En algún punto de ese encuentro su ropa había desaparecido, volado a través de la habitación, y ahora yacía tendida en el suelo junto con la de sus acompañantes; y aunque la vergüenza lo embargaba hasta teñirle las mejillas, era escasa, mínima en comparación a como hubiera reaccionado sobrio.

Si hubiera tenido un mínimo de cordura dentro de la cabeza, no estaría atrapado entre esos dos cuerpos. Si hubiera estado sobrio, jamás hubiera aceptado irse con ellos. Habría escuchado las advertencias que Yomi le había susurrado al oído… No había estado entre sus planes de celebración el terminar así.


Una boca atacaba su espalda con dedicación, dejando marcas de dientes y chupones repartidos en toda su piel, mientras era afirmado por la cintura para que no pudiera moverse.
Podía sentir el cuerpo desnudo de quién ahora mordía su hombro izquierdo, contra su espalda, estaba ridículamente frío en comparación al suyo y se sentía casi como un alivio el tenerle tan cerca. Casi.
Inconscientemente llevó el cuerpo hacía atrás, tratando de pegarlo más al de aquel desconocido, pero alguien lo tironeó por el frente, poniendo una mano en su cadera y atrayéndolo hasta juntar sus entrepiernas.

Hitsugi tuvo que abrir los ojos, mordiéndose el labio para reprimir un gemido. ¿Con quién estaba? ¿Qué estaba pasando? No podía respirar así... ¿Cuántas manos lo estaban tocando?
Giró un poco la cabeza, intentando reconocer a quién pertenecían esos labios que ahora dejaban un camino de besos cálidos en sus omóplatos. Pero la misma mano firme que le había tomado por la cintura, ahora le agarraba del mentón y antes de que pudiera preguntar algo, antes de que pudiera decir una sola palabra o reconocer al segundo hombre, otro par de labios le atrapó los propios y se vio obligado a cerrar nuevamente los párpados para intentar contener el mareo que le producía aquel beso desesperado.

Movía la lengua lo mejor que podía, intentando igualar el ritmo, dejando escapar gemiditos bajos que eran acallados por la boca que lo dominaba, que parecía querer adueñarse de él. Así sentía cada caricia de ambos, como si trataran de conquistar cada centímetro de piel lo más rápido posible. Apoderarse de él y hacerlo suyo.

Quería gritar pero quería sentir más al mismo tiempo, quería escapar pero quería recibir más besos, quería desaparecer pero no podía, no… él quería sentirlo todo.

¿Dónde carajos estaba? ¿Dónde…?

—No aguanto más… quiero… por favor… —balbuceó sin mucho sentido, medio ahogado y nervioso cuando al fin pudo separarse, empujando con una mano el cuerpo ajeno, tratando de zafarse del rubio frente a él para tomar un poco de control en la situación, pero viendo la tarea imposible por culpa del cuerpo que aún tenía detrás.

Ni~ya sonrió con una dulzura que no venía para nada con lo que sucedía, acariciándole el rostro al neko para tratar de tranquilizarlo, dejándole un beso en la frente con torpeza.

—Tranquilo, Mitsuo. Todo está bien —le susurró al oído con el mismo tono dulzón que su sonrisa había mostrado.

Le costó unos segundos reconocer al mayor, veía borroso aun cuando trataba de enfocar y no lograba oír bien por culpa de su propia voz que seguía soltando jadeos y gemidos.
El olor a alcohol desde la boca del bajista le llegó de golpe a la nariz, mezclándose con el resto de los aromas que ya lo tenían ensimismado, y la imagen de Ni~ya y él bebiendo en un bar con el resto de la banda se le vino de inmediato a la mente.

¿Cuánto había tomado? ¿Cómo había llegado a ese lugar? Yomi le había dicho algo importante…

—Te gusta, ¿verdad?

Hitsugi quería negar tal afirmación más por la vergüenza que recién comenzaba a sentir que por otra cosa, pero mover la cabeza hubiera significado aumentar las náuseas, y de paso el bajista no mentía. Una erección palpitante entre sus piernas era prueba fehaciente de ello. Había estado disfrutando desde antes siquiera reconocer a su compañero de banda.

Intentó formular una respuesta, pero hablar se hizo imposible cuando la mano firme del pelinegro a su espalda le agarró el miembro y comenzó a masturbarlo sin mucha delicadeza.

Trató de girar la cabeza nuevamente. Conocía esas manos, las había sentido antes, incluso la respiración caliente de ese hombre contra su nuca le parecía familiar, pero el rubio, temeroso de perder su atención, fue más rápido y volvió a atrapar su boca en un beso.

Ni~ya parecía experto en la tarea a pesar de estar casi tan ebrio como el guitarrista. Su lengua jugaba con la del menor, disfrutando de la sensación que su piercing le entregaba, intensificando el beso a medida que pasaban los segundos.

Jamás hubiera hecho algo así sin alcohol de por medio, eso era seguro. Todo el whisky que había bebido, sin pensar en las consecuencias de la resaca que tendría al día siguiente, había sido la principal causante de que aceptara sin chistar la propuesta ofrecida. Había sido difícil negarse cuando le habían expuesto la idea, menos cuando apuntaron a quién sería la «víctima» de sus juegos.
Y es que el bajista llevaba ya un buen tiempo admirando al más bajo en silencio, siempre demasiado retraído como para invitarlo a salir, siempre demasiado orgulloso como para admitir que podía estar sintiendo algo más allá que el cariño de amigos que llevan juntos más de diez años.

Onduló las caderas para juntar su sexo con el del pelirrojo, haciendo chocar los glandes y pasando a llevar esa mano que se movía sin parar.

El hombre soltó un gruñido y atrapó también su erección, casi por obligación, masturbando a ambos. Gimió ronco y llevó sus labios hasta el cuello del gato, mordiéndole hasta dejar una marca de sus dientes que tomaría un buen tiempo en desaparecer, justo en la curva, como si quisiera marcarlo en un lugar donde todos pudieran ver.

 

Hitsugi no tenía por donde escapar, estaba atrapado. ¿Y lo peor? No parecía querer hacerlo. Por mucho que su mente le reprochara lo que hacía, su cuerpo estaba respondiendo a todo.

Por delante, el bajista jugaba con sus pezones, apretándolos entre sus dedos y girándolos hasta hacerle casi sollozar de placer. Detrás, aquel hombre había decidido soltar su erección y había llevado los dedos húmedos hasta su entrada, separándole las nalgas, dándole golpecitos con dos dedos sobre su ano, haciéndole soltar chillidos de pura excitación y ansiedad. La sorpresa de verse tan expuesto le duró poco, pues pronto sintió su enorme miembro rozarse entre sus glúteos, sin intención alguna de entrar a su cuerpo, sólo subiendo y bajando la cabeza por la línea que separaba su trasero, empujando levemente al tocar su entrada.

—Mitsuo... —le habló en tono ronco contra su oreja—. ¿Hace cuánto que no te la meten como corresponde? Te siento algo tenso, parece que hay que soltarte un poco —dijo con un dejo de malicia, delineándole el borde de la oreja con la lengua, empujando nuevamente contra su cuerpo.

El pelirrojo se paralizó, abriendo los ojos de par en par. No podía ser…

¿Ruka?

Llevó el cuerpo hacia el bajista, inclinándose hacía el frente, buscando refugio en alguien que estaba disfrutando de ver las expresiones suplicantes de su rostro.

El hombre se levantó de la cama unos momentos y lo empujó más hacia el rubio. Ni~ya lo rodeó con los brazos, todavía con la sonrisa media idiota en el rostro, como si le hubieran dado la oportunidad de su vida al dejarle unos minutos para disfrutar él solo.


Se aferró a su compañero de banda y abrió la boca para preguntar qué pasaba, pero Ni~ya, luego de dejarle otro beso corto en los labios, presionando contra sus piercings hasta dejarse marcas en su propia piel; lo obligó a girarse en la cama con algo de brusquedad, quedando recostado sobre su estómago.

Intentó levantarse, pero la acción ayudó al bajista a instalarse entre sus piernas. Lo puso de rodillas y le separó las nalgas con una mano, llevando su boca directamente a la entrada rosácea, con toda la intención de lubricarlo con la lengua. Eso tendría que ser suficiente por ahora.

Hitsugi escondió el rostro contra las sábanas en un vago intento por ocultarse y acallar los sonidos involuntarios que brotaban de su boca. Dios, ¿qué tenía en la cabeza el idiota de Yuji? ¿Cómo podía…?

El «escondite» no le duró mucho. El pelinegro, que le había dado libertad de acción al bajista, se arrodilló frente a él con una sonrisa burlesca plasmada en el rostro y le agarró por cabello para alzar su rostro, obligándolo a mirarle.

A Hitsugi le lagrimearon los ojos gracias al tirón de pelo, pero fue la sensación de reconocimiento la que le dejó un sabor amargo en la boca.

—Satoru…

El nombre se extinguió en sus labios tan rápido como fue pronunciado. El baterista volvió a cincharle por el cabello hasta que estiró el cuello lo suficiente y quedó frente a su enorme erección.

No hubo tiempo de mediación, ni ruegos, ni palabras que pudieran salvarle de la idea que tenía el otro en la cabeza.

Selló los labios como si hubiera previsto lo que se venía, moviendo la cabeza hacia atrás, pero Ruka, sin borrar la mueca de burla de su cara, no tuvo más que meterle dos dedos a la fuerza dentro y presionar su lengua hacía abajo para quebrar tal barrera, introduciendo su erección sin mucho problema.

Hitsugi tuvo que apoyar ambas manos en un muslo y la cadera de su compañero de banda para intentar resistir las embestidas, enterrándole las uñas sobre la piel en un vago intento por oponer cierta resistencia a la fuerza que estaba utilizando.

El pelinegro era enorme, más que Ni~ya incluso y si no paraba terminaría ahogándose.

No era la primera vez que se la chupaba a alguien, obviamente, y claro, se había acostado con hombres antes, pero Sakito definitivamente no era de ese tamaño, menos Yomi a quién había visto desnudo un par de veces, o Aki, con el que había… bueno, tenido ciertos encuentros… y sus comparaciones de tamaño llegaban hasta ahí.

Más que una mamada, Ruka estaba prácticamente follándose su boca, abusando de ésta a destajo y sin mucha consideración. Lo tenía afirmado del cabello con una mano, con los dedos engarfiados en los mechones de color rojizo y negro, impidiéndole retroceder. Mientras que la otra mano lo sostenía por el mentón para que no pudiera cerrar la boca, apretándole la nariz hasta cortarle la respiración cuando había intentado negarse por tercera vez.


El rubio estaba demasiado concentrado en su labor como para darse cuenta de lo bruto que llegaba a ser Ruka con su adorado guitarrista. Con la cabeza metida entre las piernas del menor le era imposible ver qué hacían.

Lamió su entrada hasta llenarla de saliva, dejándola húmeda y ridículamente brillante. Cuando halló que era suficiente, tanteó la zona con un dedo, regalándole un escalofrío al más bajo. Cuando vio su ano contraerse en respuesta, se chupó el dedo hasta mojarlo entero y se lo metió hasta la mitad sin previo aviso. La espalda de Hitsugi se arqueó, intentó alejarse de aquel intruso, intentó respirar y terminó engullendo más del miembro de Ruka, muy para el deleite del baterista.

Entre Ni~ya y Ruka lo volverían loco de tanto placer.

Si seguían así, lo iban a matar.

Se iba a morir follando.

Y en un trío.

Sakito se iba a reír en su cara cuando se enterara, eso era más que seguro.

El pelinegro dejó oír una risa suave, dándole unas palmadas en la cabeza, como si estuviera felicitando a una mascota que se ha portado correctamente.

—Vamos, Mitsuo, se un buen chico, ¿quieres? —dijo con una amabilidad que se contradecía totalmente con lo bruto que era.

 

Cuando intentó echarse atrás, Ruka chasqueó la lengua decepcionado, lo empujó por la nuca hacía adelante al mismo tiempo que movía las caderas contra su boca, y lo obligó a mantenerse en esa posición. Hitsugi tuvo que darle golpes en los muslos para que lo soltara mientras las lágrimas se volvían a acumular en sus ojos. ¡El muy idiota lo estaba ahogando!

Lo liberó cuando las arcadas atacaron su garganta y terminó tosiendo desesperado, fueron sólo unos segundos, lo suficiente para que llenara los pulmones con aire, mientras la saliva, mezclada con el líquido preseminal que había salido de su miembro le caía por las comisuras de los labios y bajaba lenta por su cuello.
Antes de que pudiera reprocharle y mandarlo a la mierda de paso, lo hizo volver a la misma posición, enterrándolo en su entrepierna hasta que su nariz tocó los vellos púbicos, soltándolo sólo cuando creía necesario. Era un maldito sádico.

Fue ahí cuando el bajista finalmente intervino, dándose cuenta de lo que ocurría. Entre la tos y su visión borrosa, alcanzó a escuchar un, «deja de ser tan animal, Kano. Contrólate».

Hitsugi exhaló aliviado.

 

El tiempo parecía haberse detenido, congelado para su propio placer, sin querer avanzar para obligarle a disfrutar tanto de lo meloso que parecía mostrarse Ni~ya, como de esa brusquedad sin medida con la que Ruka actuaba. La mezcla era simplemente adictiva…

«Una adicción de la que no sabrás como escapar».

¿Dónde había oído eso? ¿Yomi no le había susurrado unas palabras parecidas en el bar? El bar… Dios, ¿cuánto había bebido? Ya daba igual, todo daba igual.

Lo movieron de un lado a otro en la cama, como si no pesara nada, lo hicieron girarse, doblar las piernas y arquear la espalda. Le llenaron la boca con ambos miembros en algún momento de la noche, tragando presemen y saliva hasta casi atragantarse. Lo hicieron gemir, pedirles que lo tocaran con lágrimas en los ojos, rogar por más mientras gateaba en la cama para acercárseles cuando cada uno se había puesto en una esquina del colchón, y balbucear palabras que ya ni recordaba. Lo habían hecho actuar como una mascota necesitada de cariño, desesperado por sentir más.

Ni~ya se había encargado de dilatarlo hasta que tres dedos le entraron sin mayor problema. Tres dedos y su lengua, y se había sentido en el séptimo cielo. Esto era mejor que cualquier sueño húmedo que alguna vez había tenido. Hasta habían hecho uso del lubricante, pero no lograba recordar ni siquiera en qué minuto los dedos del baterista también habían hecho intromisión en su cuerpo para aumentar la dilatación.


Cuando volvieron a recostarlo de espaldas en la cama, Hitsugi los miró con una expresión que bordeaba lo tierno y confundido de forma perfecta. El rubio sintió que el corazón se le saldría del pecho en cualquier segundo. Tener al guitarrista así, tan adorable y viéndose casi inocente, era demasiado para cualquiera.

Le separó las piernas con cuidado, acariciándole el rostro, el cuello, el torso y cada parte que sus manos alcanzaban con una gentileza que antes no había dejado aflorar. Tenía que aprovechar esos minutos de «soledad» con el neko. Le besó el rostro un par de veces mientras se posicionaba entre sus piernas, dejándole besos cortos como si tratara de relajarlo aún más.

Hitsugi cerró los ojos, suspirando, deseando que el rubio lo hiciera pronto. Había sido mucho juego previo, mucho tentarlo sin darle lo que realmente ansiaba. Y aunque no fuera capaz de decirlo, no aguantaba un segundo más. Su erección comenzaba a doler y el alcohol a disiparse.

—Yuji… —le susurró cuando lo tuvo lo suficientemente cerca.

Podía sentir la mirada fija del baterista sobre sus cuerpos, pendiente de sus movimientos desde una esquina de la cama, disfrutando de la soledad que les había otorgado y que no duraría mucho.

—Hazlo, sólo hazlo… por favor… —pidió en una súplica.

El rubio no necesitó escuchar otra palabra. Había intentado controlarse, hacer las cosas calmadamente para que el más bajo pudiera disfrutar más, pero no era de fierro. ¿Cómo iba ser capaz de resistirse a tal petición?

Empujó contra su cuerpo, introduciendo la cabeza de su miembro en la entrada húmeda, apenas tragando saliva cuando sintió que sobrepasaba las primeras barreras de su cuerpo. Hitsugi le rodeó el cuello con los brazos, aguantando el dolor inicial normal, intentado calmar su respiración que se había agitado de golpe, estancándosele en la garganta por culpa de la lentitud del otro.

—¡Hazlo!

Ni~ya lo miró consternado y terminó por obedecer, empalándolo de una sola estocada, entrando hasta que su sexo desapareció entre las piernas del pelirrojo, gimiendo ronco y frunciendo el ceño mientras recargaba la frente en uno de sus hombros. Era estrecho, más de lo que hubiera esperado después de tanta preparación y su miembro casi dolía al ser apretado de esa forma.

El cuerpo del menor se contraía intentando rechazar el falo en su interior, no era que fuera un adolescente virginal, pero sus experiencias en la cama de verdad eran de pocas a nulas.

Exhaló con fuerza y esperó unos segundos para que el guitarrista se acostumbrara y se relajara antes de que su pene sufriera las consecuencias.


Ruka, el único que se había conservado totalmente sobrio durante el transcurso de la noche, observaba la escena con una sonrisa. Hubiera sacado una foto si hubiera tenido una cámara a mano, de seguro Yomi hubiera apreciado ver tal imagen.

Se acercó al menor de los tres y le acarició la frente con una gentileza que no había mostrado antes, recorriendo todo su rostro por el costado, subiendo luego los dedos hasta su cabello, quitándole un par de mechones húmedos pegados en su frente y peinándoselo.

—Tan tierno que eres, gato.

Y se inclinó para besarle los labios por primera vez en esa noche. Suave y apenas tocándole, entreabriendo la boca a la par con él, moviendo los labios a un ritmo exquisitamente lento. Hitsugi sintió que se le iría el alma en aquella unión.

El rubio los miró receloso pero guardó silencio, evitando soltar un comentario que probablemente no sería bien tomado por ninguno de los otros participantes. Cuando finalmente se separaron esperó, expectante y con la ansiedad cruzándole el rostro, alguna señal que le permitiera continuar.

Ruka se limitó a asentir y acomodarse a un lado de ellos.

Ni~ya no necesitó más allá de eso. Sus caderas comenzaron a moverse con un ritmo lento y algo pausado, demasiado lento para el gusto del pelirrojo, casi torturándose a sí mismo, porque además de seguir sintiéndose estrecho, quería comenzar a moverse como correspondía. Intentó calmarse y ser cuidadoso, no quería dañarlo, pero las uñas que Hitsugi le enterró en la espalda, que clamaban por un aumento en la velocidad, lograron al menos que las embestidas fueran más fuertes.

Aunque un par de lágrimas le habían bajado por las mejillas, su cuerpo parecía haberse acostumbrado al porte del bajista. Al menos ahora, entre el ardor que le había producido la intromisión y el dolor inicial de tener dentro algo demasiado grande para su anatomía, se le había sumado algo parecido al placer.

Con el cuerpo del bajista sobre el suyo se sentía protegido. Era ridículo, extraño por decir lo menos, pero… agradable.

El rubio le había rodeado con los brazos por los costados y ahora susurraba palabras dulces en su oído sin dejar de moverse dentro y fuera de su cuerpo. Creyó oír un, «me gustas, Mitsuo… me gustas tanto», acompañado de un «eres tan hermoso, no sabes cuán hermoso te ves ahora», «no quiero que esto acabe», y de nuevo un «en serio me gustas»; pero no estaba seguro de si tales frases eran reales o sólo producto de su mente delirante.

Quizás sí había bebido más de la cuenta. ¿Yomi no le había dicho algo importante?

Había llegado a un punto en el que había pasado de fruncir el ceño por culpa del dolor, a suplicarle entre gemiditos cortos que no se detuviera, que quería más. Más fuerte, más rápido, más hasta no sentir las piernas, que lo partiera en dos si era necesario, pero que no se detuviera nunca. Hasta había olvidado la presencia del baterista en la habitación, como si lo único que existiera fueran ellos.

Ni~ya era un idiota, un reverendo idiota, era tonto y a veces decía cosas que no lograba entender. Le colmaba la paciencia como ningún otro, lo colapsaba cuando actuaba como un niño, eran igual de tercos y por eso evitaba las confrontaciones con él, se las dejaba a Sakito, porque su mejor amigo siempre había sido mejor para lidiar con él. Sabía cómo callarlo y detener sus ataques hormonales que parecían bajarle una vez al mes igual que a una chica. Era un reverendo idiota e incluso ahora, mientras se la metía sin parar, había algo de su torpeza que salía a flote en cada movimiento… esa torpeza que siempre le había gustado en silencio.

El problema era ése, Ni~ya siempre le había gustado.

Ruka interrumpió sus pensamientos de colegiala enamorada, haciéndole abrir los ojos cuando volvió a acariciar su rostro con los dedos y estirar los labios de forma inconsciente, buscando ser besado de nuevo por el pelinegro.


Ni~ya fue quién movió sus cuerpos y se acomodó de mejor manera en la cama. En un movimiento que el menor no supo cómo fue hecho, el rubio quedó de rodillas con Hitsugi afirmado por la cintura, exponiendo su espalda hacia el baterista, todo sin salir de su interior.

Hitsugi se dejó hacer, incapaz de moverse, incapaz de decir algo porque sólo salían gemidos y sollozos bajos de su boca. Quería seguir. Quería que el bajista se moviera. Quería más. ¿Por qué tenía que detenerse cuando estaba disfrutando como nunca? ¿Por qué justo cuando el cambio de posición había logrado que se adentrara más entre sus glúteos?

La respuesta se la dio el baterista al acercarse y colocarse tras él, volviendo a una posición parecida a la inicial con la que habían comenzado todo el jugueteo. Era como retroceder dos horas atrás, quitándole el temor que había sentido y su desorientación tanto del lugar donde se hallaba como de las personas con las que estaba.

Ruka volvió a llenar su espalda de besos y lamidas, mientras sus manos bajaban hasta sus nalgas, tocándole la entrada ya dilatada por la erección que le penetraba, delineando el borde con dos dedos. Los dedos estaban fríos y pegajosos, llenos de lo último que quedaba en el tubito de lubricante que habían usado durante la noche, el que esparcían lentamente por cada centímetro que alcanzaba.

—Gato…

Hitsugi se tensó con el llamado y volvió a esconderse en el cuerpo de Ni~ya como por instinto.

—Gato, ¿confías en mí? –le susurró contra la nuca.

Suspiró, arqueando la espalda y asintiendo levemente en respuesta, enterrando las uñas en el pecho blanco del bajista.

Ni~ya seguía dándole besos en el rostro y el cabello, repartiendo caricias en su cuello, intentando distraerle. Aún medio ebrio como estaba, ya tenía una idea de lo que el pelinegro quería hacer. Lo supuso sin mucho problema cuando sintió que esos dedos intrusos se colaban a la par con su miembro, estirando más el interior del menor, creando espacio para algo más.

Hitsugi gimió ronco, sintiendo la garganta áspera y seca. Se quejó de dolor cuando tuvo dos dedos de cada mano del baterista acompañando el falo de Ni~ya. Y cerró los ojos mientras fruncía el ceño hasta volver a formar pequeñas arrugas entre sus cejas, pero no se movió.

Lo iban a romper… iban a partirlo en dos… pero no se movería. El alcohol que había recorrido sus venas había escapado casi por completo con el sudor que el sexo le había hecho expulsar, y su mente parecía estar más clara que antes, lo que no disminuía su deseo de vivir tal experiencia.

Sakito no le creería una sola palabra cuando le contara lo poco que lograra recordar.


Antes de darse cuenta y reaccionar, Ruka se había acomodado de mejor manera, posicionando la cabeza de su enorme erección –la que no había bajado en ningún momento de la noche– justo entre sus nalgas, presionando contra la entrada rosácea que se contraía cada vez que fruncía el entrecejo.

—Maldita sea, Sato, hazlo ya. No aguanto un segundo más sin moverme —exclamó el rubio dejándole una nueva mordida al menor en una de las tetillas, clavándole los dientes hasta que éste volvió a chillar de buena forma, de la manera que Ni~ya creía que estaba bien interpretar como que le gustaba.

—Luego me dices a mí que soy un animal.

Él no seguía ordenes de nadie, mucho menos del descerebrado de su bajista, pero, aunque se mostraba calmado y como si pudiera seguir alargando lo había querido probar desde hacía bastante, tampoco podía aguantar más. El gato se tendría que comer el dolor por un rato y luego se lo recompensaría de alguna forma. Hasta estaba dispuesto a darle una mamada sin tener que recurrir a sus malos hábitos que bordeaban lo sádico.

Con un empuje de caderas que movió ambos cuerpos frente a él hacia atrás, logró meter la cabeza de su miembro. Tuvo que cerrar los ojos intentando calmarse, pues la estrechez no le producía placer alguno. Molestaba, llegaba a doler y se sentía extraño.

Hitsugi había aguantado la respiración y ahora parecía estarse ahogando de nuevo. Incapaz de asimilar la sensación que de súbito se había adueñado de su cuerpo. Era como si lo estuvieran realmente cortando por la mitad. Jamás se había sentido tan… abierto. Y tan lleno al mismo tiempo. Era ridículo, totalmente absurdo.

No podía moverse, porque si se movía se iba a la mierda. Sin embargo, quería que los otros dos hicieran algo, que transformaran ese dolor que había puesto flácida su entrepierna en el placer que antes le habían regalado.

Si les había permitido cumplir esto, se la debían.

—D–Duele… Duele… —se quejó en un susurro contra el oído del bajista.

—Shh, está bien. Tranquilo. Todo va a estar bien.

—Yuji… Yuji, yo… yo también…

Intentó formular una especie de confesión mientras el rubio volvía a llenar su cuello de besos y una de sus manos bajaba hasta su pene para intentar enfocar su atención en él, pero Ruka le estancó las palabras en la garganta cuando, de otra estocada brusca, logró meter la mitad de su hombría.

Hitsugi se aguantó el grito, pero no pudo contener las lágrimas.

Dolía como el demonio. Dolía como nada que hubiera sentido antes. Dolía y lo iban a romper. Lo matarían si comenzaban a moverse. Pero no dijo nada. Echó la cabeza hacia atrás cuando sintió la mano del pelinegro sostenerle el mentón y recibió el beso que le daba, como si fuera la morfina que le quitaría todo malestar.

Cuando sintió que Ni~ya se movía, abrió los ojos y cortó el beso. El rubio, celoso nuevamente y queriendo su atención, comenzó un movimiento lento que Ruka no acompañó en seguida.

El lubricante parecía estar haciendo maravillas, pues la fricción que se había creado entre ambas erecciones estaba logrando sacarles suspiros a ambos.

Esperó a que Hitsugi abriera los ojos antes de hablar.

—Gato, ¿estás bien?

El guitarrista parecía estar en otro mundo. Los miraba, podía enfocar los ojos en uno y luego en el otro, pero al mismo tiempo parecía no estar realmente mirándolos. Como si mente estuviera divagando en cualquier otro lado, intentando olvidar de alguna forma el dolor quemante que sentía entre sus piernas.

—¿Gato?

No era preocupación lo que llevaba el tono de su voz, era más bien consternación absoluta por una reacción que no se esperaba. Una reacción que, a él, el rey del mundo, lo había tomado por sorpresa.

—Muévete… Muévete ya…


Agarrar un ritmo que les permitiera a ambos llenar el cuerpo del pelirrojo no fue fácil. Los dos parecían querer adentrarse por completo y eso no era algo que pudieran lograr en tal espacio.

Les costó un par de minutos llegar a un acuerdo silencioso.

Cuando el miembro de Ni~ya se hundía entre las piernas de Hitsugi, el de Ruka salía sólo lo suficiente para no estorbar; pero tan rápido como se quitaba del camino, volvía a adentrarse en su interior, respondiendo con embestidas más bruscas que las del rubio.

¿Y él? Él ya no sabía nada. Había dejado de doler. Molestaba un poco, era algo incómodo, pero los gemidos que dejaban su garganta y llenaban el cuarto ya no eran de total sufrimiento. Las lágrimas habían desaparecido y ahora él estaba atrapado entre dos cuerpos que no quería volver a dejar en su vida. Nunca el sexo se volvería a sentir igual.

Yomi le había dicho algo importante, algo sobre una adicción, pero su mente no alcanzaba a recordar todo el mensaje.

Habían ido a un bar, había bebido más de la cuenta y no recordaba nada… Había vuelto a tomar consciencia al estar desnudo, había sido usado, besado y tocado. Había disfrutado y ahora escuchaba sus propios gritos rebotar contra las paredes de la habitación mientras parecía explotar en un orgasmo.

Tanto el bajista como el baterista le siguieron en alcanzar el clímax, mezclando el semen tibio dentro de su cuerpo, ambos besándole, Ni~ya con pasión y Ruka con calma, al terminar un acto que sería difícil de borrar de su memoria.


Despertó cuando un molesto rayo de luz le dio justo a un lado de la cara. Bostezó sin abrir los ojos, se giró como si estuviera en su propia cama y cuando sintió unos brazos atraerlo a otro cuerpo, despabiló.

¿Qué…? ¿Dónde…? ¿Cómo había llegado ahí?

Frente a él, y abrazándolo por la cintura, estaba Ni~ya que parecía profundamente dormido y casi roncaba. A Hitsugi le costó entender qué carajo pasaba pues la resaca le estaba partiendo la cabeza a la mitad.

Mirando hacia todos lados se dio cuenta que no estaba en su cuarto, no estaba en su cama y mucho menos en su departamento. Cuando intentó sentarse, cayó en cuenta que estaba desnudo. No solamente eso, sino que además estaba cubierto de mordidas y chupones. El dolor que le cruzó entre las piernas cuando intentó acomodarse, le hizo caer en cuenta de que obviamente había tenido sexo y… no había sido el activo.

El pánico quiso apoderarse de él.

Inhaló y exhaló agitadamente, pero una punzada en su cabeza le trajo escenas de la noche anterior de golpe.

Ni~ya sobre él. Ruka besándole. Ni~ya metiéndole la lengua. Ruka obligándole a chupársela. Ni~ya declarándole su amor. Ruka siendo considerado. Ni~ya y Ruka metiéndosela al mismo tiempo… y él gritando de placer.

Se tapó el rostro con las manos, negando con la cabeza.

—Mierda…

Era un puto.

Un puto que se había acostado con dos miembros de su banda. Al mismo tiempo. Y le había gustado.


—Buenos días, gato. —Una vez más, Ruka interrumpía sus pensamientos en el momento indicado—. ¿Listo para la segunda ronda? —dijo con una sonrisa que no tenía nada de burlesca.

Alzó la vista y se quedó perplejo al verlo sólo en boxers y con una bandeja en las manos.

¿Acaso Rupon, el rey del universo, había preparado el desayuno?

—Me imaginé que no podrías levantarte y caminar al comedor. No soy tan príncipe como para llevarte en brazos.

El baterista soltó una risa media burlesca y le besó la frente luego de dejar la bandeja en el lado vacío de la cama. Ni~ya, medio adormilado y sin intenciones de despertarse todavía, se giró dándole la espalda, balbuceando algo sobre amor y algo que sonaba parecido a su nombre.

Hitsugi pestañeó un par de veces antes de hablar.

—¿Cuándo…?

Pero no pudo formular una pregunta coherente. No realmente. ¿Qué iba a preguntar? ¿Cuándo se le había ocurrido al baterista follárselo junto con el bajista? Conociendo como era Ruka, el plan no había tenido nada de improvisado y no estaba seguro de querer saber sobre aquello. No, mejor sería saber en qué momento de la noche se había terminado desmayando, cuándo había perdido la consciencia y si habían hecho algo más.

—Te dormiste después de que nos corrimos dentro tuyo —respondió como si le hubiera leído la mente. Cero sutileza como siempre—. Yuji te aseó lo mejor que pudo, pero quizás quieras tomar una ducha de todas formas.

Sus labios se curvaron en una sonrisa disimulada. Ni~ya era un idiota. Uno que parecía preocuparse por él.

—Me daré una ducha e iré a tu departamento por algunas cosas.

—¿Eh? —Miró de reojo la bandeja. Ruka le había preparado tostadas con huevo, había un bol de arroz a un lado y una botella de agua—. No pretenderás que me quede acá. Kokoa y Zela…

Ruka chasqueó la lengua, silenciándolo.

—Come y recupera las energías. Mañana hay ensayo y ya sabes cómo se pone Sakaguchi cuando alguno se ausenta. —Se acercó a él nuevamente para dejarle una caricia suave a un costado del rostro—. No te preocupes por las bestias enanas.

Le dio otra advertencia sobre que comiera porque él no cocinaba en vano y se largó.

El silencio se apoderó del cuarto cuando los ronquidos de Ni~ya se apagaron. Hitsugi se quedó mirando fijo la bandeja y agarró una tostada con la mano, dándole una mordida pequeña. Sakito no le iba a creer una sola palabra de esto, sobre todo la parte del desayuno.

Ni~ya volvió a girarse y le pasó un brazo por la cintura, acurrucándose contra su cadera.

—Quiero… te quiero…

Se cubrió la boca con una mano para que su risa no sonara tan fuerte.

No, estaba equivocado, Sakito sí le iba a creer. El problema era que le pediría que le contara con detalles todo lo ocurrido y no estaba seguro si quería hacerlo. No todavía al menos. Quería guardar esos detalles en su cabeza el mayor tiempo posible, conservar la memoria de esas manos y labios tocándole lo más que pudiera, retener todo en mente hasta que ya no diera más.

—Tenías razón, Chiba… —murmuró para sí mismo, acariciando el cabello de Ni~ya con la mano libre y dándole otra mordida a la tostada—. Estoy jodido.

Notas finales:

Buenas noches a todos~

Soy Hits, tengo una tienda nueva de discos online y me gusta comer helado a las horas más raras. –da una reverencia–.

Wii~ fic porno nuevo. ¡Porno sin trama directo a la vena! –tira serpentinas a todos lados–.

Bien, empecemos una explicación cortita, esta historia nació el año pasado, ehh… no recuerdo qué mes, pero hace un buen tiempo. Entre conversación y conversación con Nazu, me nació la idea de escribir un trío dónde uno de los protagonistas fuera el tarado de Mitsuo.

¿Por qué?

Porque sí o.o… xD

Porque siempre quise verlo en algo como eso.

El punto es que todo comenzó con una de esas pequeñas ideas que siempre nacen mientras converso con la Nazu, la única que comprende todas mis perversiones(?). Y de ahí la cosa se dio sola.

El primer boceto de historia quedó como medio violación y luego de enseñárselo a la Nazu y releerlo mil veces, decidí cambiarlo por lo mismo. La idea era que el gato sufriera un poco, pero lo “normal”, no que terminara todo como un abuso desconsiderado sin motivo de por medio. De a poco fui escribiendo y escribiendo y escribiendo hasta que llegó el año nuevo… Y ahora se preguntarán, ¿qué me motivó a terminarlo? El porno me puede más.

¡Muchas gracias a todos por leer! –huye–.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).