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Día rojo y día blanco por Kiharu

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Notas del fanfic:

BLABLABLABLABLA.

Notas del capitulo:

BLABLABLABLABLA

Día rojo y día blanco.


Nombre real: Cómo conquistar a un tsundere y no salir tan lastimado en el intento.


Capítulo único.


 


Akira era un pendejo. Uno de los grandes, de esas que se ganan premios por serlo. Si él estuviera en una competencia de pendejos, seguro que la ganaría. Pero, ¿qué lo hacía tan pendejo? Bueno, había muchas razones, por ejemplo, que su hermana lo usara para experimentos raros de belleza, que su gato le hubiera rasguñado en la zona prohibida, lo imbécil que era a sus dieciséis años, lo bajas que eran sus calificaciones (excepto las notas de historia, en esas sí destacaba, pero él comprendía que no le sería de mucha ayuda). Los puntos negativos de Akira iban de uno a mil. Pero había una razón que, desde hace más de un año, lo tenía más brusco de lo normal. Más idiota, más bruto.


El condenado nombre de la causa de muchas pendejadas, era un metro sesenta y dos, un tipo listillo, de los que siempre están huraños, blanco y pálido, de labios gruesos, de cabellos largos y castaños; era Takanori Matsumoto. El tipo más inteligente del curso del pendejo de Akira.


Sí, no hay punto intermedio. Ellos simplemente estaban de lado a lado.


 


Takanori Matsumoto odiaba el día de San Valentín. No tenía ninguna experiencia dramática o malvada que acreditara esto, simplemente, no le gustaba. No pensaba que era mercadotecnia (pensaba que pensar así –valga la redundancia– era para inútiles que sólo deseaban estar quejándose de la vida), tampoco pensaba que fuera algo bonito. En parte, normalmente solía pasar del día sin decir más. Nada de nada. Él, como buen estudiante, se limitaba a dejar sus libros en el casillero y seguir sin más. Ese día iba a ser totalmente igual. Se puso las zapatillas del colegio y fue hasta su casillero. Lo abrió y miró el contenido que había dentro. Muchas cartitas saltaron al piso. La taquilla estaba llena. Era la primera vez que veía eso; apenas iba en segundo año, había cumplido ya los diecisiete años y en primero nadie se le había acercado a darle alguna cosa. Bajó la mirada y con cuidado recogió una a una las cartas; algunas mal dobladas, otras un poco sucias. La letra que las escribía era un poco ilegible y se esforzó en leer algunas. Las miró, unas tenían escrito ¨me gustas mucho¨. Otras ¨me gusta tu cabello cuando lo acomodas hacia el lado izquierdo¨. En varias decía ¨cuando comes helado y te llenas la cara, eres adorable¨. Una, la única blanca, decía ¨sal conmigo, por favor. Te esperaré en la azotea de la escuela hoy en la tarde. Feliz día de San Valentín¨.


Takanori metió todo dentro y caminó hasta su clase; cuando llegó, se instaló en la mesa de siempre, encontrándose con un paquete de chocolates de los caros. Se sorprendió, intentando pensar qué clase de chica lo acosaba tanto como para decir cosas sobre el helado. Él lo comía de regreso a casa, no en el instituto. Además de eso, cavilaba en cómo rechazar a la persona en cuestión. No era que no le atrajeran las damas, sino que, le parecía un poco tosca la manera en la que se le habían confesado. Sin nombres, con una letra horrible, las pequeñas cartas tenían la impresión de haber sido recortadas por un niño de primaria. A él le gustaban las señoritas, las que hacen las cosas con cuidado, sin ningún esfuerzo. Las hermosas, más pequeñas que él. Ver esas cosas, le hizo pensar que era una chica sin tacto. Usualmente, los chicos eran los que llaman a las damas a la azotea, para alguna confesión (no es como que fuera un patrón que todos siguieran, pero sí era el más común). Abrió su paquete de chocolates y se llevó uno a la boca. Sentía que estaban viéndolo, pero él solo siguió comiendo. El chocolate le hizo dudar si debía rechazar a la chica o no. Eran buenísimos. Él amaba el chocolate. Vaciló un poco sobre la respuesta, pero volvió a concluir en rechazo. Él tenía qu recibir un regalo hecho por la misma chica, no comprado. ¿Qué tal que no cocinaba bien?


 


Al final de clases, Takanori Matsumoto, con el libro de biología debajo de su brazo, subió las escaleras del instituto, esperando que la mujer en cuestión ya estuviera ahí y acabar rápido con todo el asunto. Cuando terminó de subir, se miró los zapatos, pensó que sería algo triste rechazar a alguien en esa fecha, pero luego lo olvidó y siguió con el mismo plan. Se acomodó las gafas cuadradas y empujó la puerta de la azotea. Ahí, arriba, sólo estaba el pendejo de la historia. Como lo llamaba él de vez en vez. Caminó adentrándose al sitio, pensando que esperaría a la mujer recargado en la barda, mientras miraba desde arriba.


Akira lo había mirado, pero luego había seguido mirando a la nada.


No le extrañó, él siempre era así de rarito.


Esperó con Akira (con el que compartía simplemente tiempo y espacio) durante diez minutos. A Matsumoto podían hacerle muchas cosas antes de que se enojara, excepto, llegar tarde a donde ellos mismos citaron. Era algo que no concebía. Entonces, decidido, arregló su uniforme de instituto y caminó hasta la puerta por la que había entrado.


—¡Espera, Matsumoto! –le gritó su compañero de clase.


—¿Qué sucede, Suzuki? ¿Te puedo ayudar en algo?


Entonces Takanori lo vio. Lo vio por primera vez de frente. No era el pendejo que se sentaba detrás de clases a hacerla de bufón y que tenía malas notas. Era el pendejo que se sentaba atrás de todos, con cara roja y un poco de barba. Tenía algunas imperfecciones en la frente. Su cabello estaba horriblemente pintado de rubio, los ojos los tenía pequeños y parecía un idiota ahí. Matsumoto bufó. Se cruzó de brazos y esperó.


—Es que yo… yo…


—Ajá. ¿Tú qué? Habla rápido… tenemos clase de redacción en quince minutos, no he comido nada.


—Eh… yo, lo siento.


—¿Eso es lo que vas a decirme?


—¡No! No… es que… joder, ¿cómo te lo digo? Eres tan amargado…


—¿Perdón…? Si vas a insultarme, paso. —Matsumoto, molesto, abrió la puerta, pero Akira lo sujetó con fuerza por el brazo. –¡No seas imbécil! Estás haciéndome daño…


—¿Te gustaron los chocolates?


—¿Eh?


—¿Leíste las cartas?


—Oye… mejor suéltame…


—Yo… ¿tengo alguna posibilidad?—preguntó, agachando la cabeza, como un cachorro. Aflojó el agarre que tenía impuesto y se reprendió mentalmente. Nada de lo que había hecho era algo de lo planeado. Merecía aplausos por lo inútil que era.


—¿Fuiste tú?


—Sí.


—Okay –el rostro del más bajo enrojeció—. Primero, Suzuki, yo no soy gay. Segundo, no sé qué te pasa por la cabeza, pero tú estás muy lejos de mí, así que por favor, olvídate de esto. Gracias por los chocolates, pero no. Tú no.


—¿Por qué no?


—¡¡Porque eres un hombre, mierda!! –exclamó, colorado. –Suéltame, que ya que me quiero ir. Ah, y además de eso, deja de seguirme.


—¿Sólo por eso?


—¿No te parece suficiente? Aunque fueras mujer, con esas notas… no, olvídate. No me gustan las chicas tontas.


—Mejoraré en eso, lo prometo.


—Mira ya, déjame ir. Tienes una polla entre las piernas, como yo. ¿Cómo vamos a acostarnos? Dios, ni siquiera te lo imagines. Vete a la mierda de una vez, no puede ser.


—Voy a demostrarte que sí se puede, si es que esos son tus impedimentos.


—¡Pero no me gustas!


—Voy a hacer que te guste. Por ahora, ya te he dicho lo que yo siento, piénsalo.


Akira el pendejo, se fue primero. Dejó a Matsumoto pasmado. Se sintió un poco mal, porque supo que tal vez, sería acosado por un tipo. (En realidad se sintió mal porque Akira había subido un poco la cabeza para decir las cosas que dijo y lloraba. El tacto que tenía era poderosamente nulo.)


*


Para ambos, la historia pasó muy rápido. Marzo abordó el año y al día siguiente sería el día blanco. Akira estaba decidido a que, si pensábamos que él sería la chica (porque se declaró en San Valentín) pues estábamos equivocados todos. Él iba a ser quien llevara la relación, por más idiota que fuera. Tal vez no tenía un cerebro impresionante, pero en los últimos días había aprendido a cocinar chocolate y algunos otros postres (mismos que dejaba en casa de Takanori, supervisando que los recogiera, y luego, que no los tirara [sí, hurgando en la basura]). Se sentía como una dama, esforzándose por un chico, pero por lo menos había logrado que Takanori lo notara.


De hecho, Suzuki Akira era todo lo que rondaba por la fastidiada mente del joven castaño. Pensaba con horror que ahora sería día blanco y tendría que soportar todas las majaderías de afecto entre sus compañeros de clase… y peor aún, de Akira. Lo sentía tan acosador que un día se había puesto a llorar. Se sentía frustrado. Por un momento, llegó a pensar que tal vez aceptar sus emociones sería lo mejor. No podía concentrarse en nada, estaba engordando por tanto chocolate y pastel que recibía. Tenía que frenar la situación a como diera lugar.  Así que, desesperado, él había comprado un paquete en forma de corazón lleno de chocolates envinados para el más alto. Sentía la cara roja cuando los pagaba y luego emprendía su marcha hacia el instituto. Llegó a la misma hora de siempre. Supervisó que nadie lo viera cuando dejaba cuidadosamente el paquete en la butaca de Akira, con una nota que decía más o menos así ¨Ya déjate de juegos, pendejo¨.


Cuando regresó a su lugar, Akira ingresó al salón de clases. No había indicio de ningún regalito enorme, así que se sintió afortunado. Lo vio detenerse un poco y luego seguir con su camino, hasta llegar a su lugar. No quería mirar atrás. No lo haría. Los alumnos ingresaban uno tras otro y comenzaban a charlar animadamente, en especial las chicas, que esperaban ansiosas los regalos de sus novios. Mientras escuchaba los murmullos, pensó en que Akira no se veía lastimando a nadie desde hace ya tiempo y que, sus notas aunque sea un punto, habían aumentado. También dejó de ser el bufón de la clase (una semana sin decir chiste alguno, según su cuenta). Había que reconocer que estaba haciendo un esfuerzo… pero, ¿qué rayos?


Si lo pensaba con tranquilidad, todos esos detalles que Akira había tenido hacia con él habían sido muy amables y le habían hecho sentir especial y querido. Por momentos solo pensaba en Akira y se sentía incómodo cuando lo veía. La gente decía que eso era algo parecido a enamorarse. Junto con eso, estaba el hecho de que Takanori jamás había tenido algo parecido a un amante, así que realmente quería experimentar y ver cómo era que se sentían los demás. Akira era un candidato perfecto, quitándole su idiotez, o quizá, que era un hombre. Como fuera que fuese, Takanori estaba dispuesto y aceptaría si el otro le hacía alguna propuesta de esa índole. Por otro lado, Matsumoto también deseaba que todo hubiera sido una broma, porque él no quería meterse en problemas amorosos… Sin embargo, el deseo y el cariño sobrepasaban esa angustia. Caviló un rato más en su mente.


Y así, llegó el profesor de historia.


*


—¿Fuiste tú?


—Sí. Es para que ya me dejes en paz. Mira, Akira, acepto tus sentimientos. Pero no habrá nada de nada entre nosotros.


Takanori vestía pulcramente su uniforme escolar, mientras que Akira no tenía ni fajada la playera. Por otro lado, su cara estaba perfectamente limpia y sin barba, detalle que no pasó desapercibido por Takanori.


Ambos estaban recargados en la barda de la solitaria azotea. Miraban fijamente la puerta.


—¿Aceptar es como empezar a salir, no?


—¡Obviamente no!


—Pues… salgamos.


—¡No!


—Me diste chocolates.


—Sólo quiero que dejes de acosarme y darme tanto dulce…


—¿Te gusto?


—No.


—Dímelo en serio. Me has prestado más atención a mí en estas semanas, al menos te gusto. ¿Cierto?


—¡Pero qué terco!


—Es que yo te gusto, admítelo.


—Sí digo que sí, puedo largarme de aquí y dejarás de acosarme.


—¡Trato hecho!


—Ey, me gustas.


—¡Maravilloso! Salgamos juntos.


—¿Qué? Dijiste que dejarías…


—Crucé los dedos.


—Eres un pendejo.


—Acéptame. Te prometo que si en un mes ves que me salgo de control, me puedes mandar al pito.


—Joder. Eres un maldito chantajista.


—Di que sí…


—Bien, mierda. Salgamos. ¿Bien?


—¡Sí!


Lo tomó en sus brazos y lo elevó alto. Entonces le dio un beso en los labios; Matsumoto cerró los ojos con mucha fuerza, era su primer beso. Luego, Akira lo bajó y lo dejó en el piso, mientras le sonreía. Parecía que en cualquier momento, se derretiría de la felicidad.


Entonces, Takanori le dio una patada en los cojones. Se fue de regreso al salón de clase, dejando a su nuevo novio tirado en el piso.


¡El primer beso, qué descarado!


El pendejo, o al que todos llamaban pendejo, logró lo que se proponía… con dolor, pero lo logró.


[Fanfic con moraleja]


Fin.

Notas finales:

Ahora sí(?)

Primero que nada, esto lo escribí hace un año... pero por razones del destino no lo subí; así que aquí está. Se puede apreciar que está desde hace un año, porque mi estilo ya ha cambiado un poco.

En fin... feliz día del amor y la amistad.

Hace ya tiempo que no subía nada y ahora me siento muy agradecida de poder compartir esta breve historia... sinceramente, quise poner esa moraleja. Hay un transfondo detrás, como siempre ¨¡Hay de que dar lo mejor!"¨, eso quiero decir. No hay que rendirnos si de verdad son cosas que nos están enamorados, si de verdad son las metas, no hay que dejar nada a medias.

Me pregunto cómo se sienten ustedes el día de hoy, que es festivo. Personalmente creo que las personas que dicen que es día comercial o que están demasiado entusiastas, son extraños. Para mí este día es particularmente bueno por los dulces y abrazos. Las cosas caseras que te dan, me han muy feliz. Aparte, estamos con esa sensación de decir "te quiero" a las personas. Estamos predispuestos a dar cariño. Para mí es algo agradable, después de todo. Hay personas que les cuesta más decir esto o aquello, y en estos momentos se expresan altos y serenos.

Por favor, quieran a todos en este día, y también siempre. Es importante el cariño humano y confío en poder ayudar en esa encomienda. Seguiré siendo amable con ustedes(?).

He comido un montóoooon de dulces. Me he sentido realmente feliz.

Gracias(?)


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