-Me voy a la escuela- el chico de cabello negro y ojos rojos, se despedía mientras abría la puerta –Hoy me toca practica, así que llegare tarde papá-
-Ok. Cuídate- contestaba el hombre de cabello negro y ojos azules mientras bebía una taza de café con leche y se iba a sentar en el tatami. Hoy era su día libre y lo quiso pasar en su casa.
“Papá… aunque han pasado tantos años, no me acostumbro aquella palabra…”
Suspiraba y se recostaba en el piso. Miró por la ventana y pudo ver los copos blancos que caían afuera –Está nevando… Cuando Rin nació, también nevaba-
“Rin… aun recuerdo cuando lo vi por primera vez. Mi esposa sonriendo me preguntó:
-¿Qué nombre quieres que lleve?-
Después de la pregunta, lo tomé en mis brazos y, cuando abrió los ojos, quede sorprendido al ver que eran carmesí. Al admirar aquella pureza e intensidad combinadas con el color del magma, solo un hombre surcó mi mente:
-Rin…-
Mi esposa rió divertida y aceptó aquel nombre. Tiempo después, le pregunté el porqué de su risa ese día y ella me dijo:
-Siempre que duermes, susurras ese nombre-
Yo solo pude desviar la mirada y pedir perdón en silencio…”
-¿Rin se habrá llevado el abrigo?- se levantó del piso para prender la calefacción y también el televisor. Después, se volvió a sentar en el mismo lugar.
“Cuando terminé la secundaria, nos fuimos con Makoto a una universidad en Tokio, fue ahí donde la conocí. Mizuko se me confesó y decidí salir con ella (porque tenía los ojos de un color rojo oscuro). Eso fue cuando tenía veinte. Ella quedó embarazada la primera vez que nos acostamos, así que, nunca pude decirle la verdad, pero… ella lo sabia…”
Suspiró y apagó el televisor –Me iré a bañar- se levantó y fue al baño. Sentir el agua en su piel, siempre lograba calmarlo.
“Nos casamos unos meses después del nacimiento de Rin. El día de la boda… fue la última vez que lo vi… En la fiesta, estaba en silencio mirando desde una esquina. Cuando corrí tras él, desapareció sin dejar rastro ¡Jamás pensé que iría! Él se fue a Canadá después de la graduación y los únicos que sabían sobre su paradero, eran su familia. Yo le suplique muchas veces a Gou que de diera su nuevo número de teléfono para llamarlo o su dirección para ir a buscarlo, pero siempre respondió:
-Lo siento. No puedo-
Makoto, Rei y Nagisa, me ayudaron a buscarlo, pero al final, no logramos nada…”
Salió de la tina y después de secarse, se vistió –Debería hacer el almuerzo- fue a la cocina, se puso un delantal azul y comenzó a cocinar.
“Mizuko era una buena mujer. Cuando le diagnosticaron un tumor cerebral, quiso vivir sus últimos días en Iwatobi. Quería conocer la ciudad donde nací y me crié. Yo ya había juntado bastante dinero, así que compre esta casa y nos mudamos de Tokio. Los paisajes de aquí, nunca cambian, pero las personas sí. Makoto se casó con Gou y viven en Tokio. Rei y Nagisa se fueron a Osaka después de volverse oficialmente una pareja. Aun seguimos en contacto y nos reunimos cada cierto tiempo…”
Terminó de comer y pasó todo el resto del día ordenando la casa –Ya son las nueve de la noche- después de mirar el reloj, sonó su celular -¿Aló? ¿Rin?-
-Lo siento papá, se me hiso muy tarde-
-¿Llevaste abrigo? ¿Quieres que te vaya a buscar?-
-No, no lo traje, pero el papá de un amigo me llevara en taxi ¡Ah! Se me olvido preguntarte-
-¿Qué cosa?-
-Como mañana es domingo, invité a Haruhi a quedarse. No hay problema ¿Verdad?-
-Claro, cociné bastante hoy y es la primera vez que invitas a un amigo-
-Entonces, nos vemos-
El chico cortó y el pelinegro suspiró –Dicen que se parece a mí, pero eso es solo en lo físico- fue a la habitación del chico y estiró un futon al lado de la cama.
“Ya han pasado tres años desde que Mizuko murió. Rin ya tiene dieciséis y yo trabajo de instructor de natación en una piscina privada. Aunque ya sea un adulto con más de treinta años, no he podido olvidar a la persona que amo desde que era un niño. A aquel que le cause tanto daño y terminó alejándose de mí. Aun ahora, sigo aferrándome a la esperanza de volverlo a ver, pero si lo encuentro ¿Qué le diría? Probablemente él, saldría huyendo o simplemente me ignoraría. Aun así, yo…”
La puerta de la entrada se abrió y fue a recibir a los recién llegados –Bienvenido a casa-
-Ya llegué papá- el chico entraba y a su lado, entraba otro chico un poco más pequeño, que vestía un abrigo y un gorro –El es Haruhi. Es mi compañero desde que comenzamos la secundaria. Su papá está pagando el taxi ¡Ah! Ahí viene-
El chico se quitó el gorro dejando a la vista su cabello color cereza y, cuando lo miró con sus profundos ojos verdes, el pelinegro se estremeció –Mucho gusto. Soy Matsuoka Haruhi. Estaré a su cuidado hoy-
El pelinegro vio hacia la puerta al escucharla cerrarse –Con permiso- un hombre de cabello rojizo y casi de su misma estatura, hacia una reverencia frente a él –Soy el padre de Haruhi. Gracias por cuidar de él- se irguió mientras sacaba una tarjeta de presentación de su bolsillo –Me llamo Matsuo…- al ver el rostro del pelinegro, sus ojos rojos, se abrieron tanto como los azules que miraban impactados -¿Ha… Haru?-
Al escuchar su nombre, su cuerpo se movió instintivamente y, ante las sorprendidas miradas de los dos chicos, abrazó fuertemente al pelirojo haciéndolo ruborizar –Rin… por fin te encontré-
___
Continuara...