Harry siempre había sido una buena persona, siempre se importaba por los demás antes que él mismo, siempre tenía una sonrisa y algo para decir. Nadie se dio cuenta que él era el ser más lastimado del mundo. Nadie se imaginaba lo que sucedía cada vez que él llegaba a su casa, estaba solo, y su mente empezaba a jugar consigo mismo. Harry solía hacer una rutina para descansar; se quitaba los zapatos en la puerta de su habitación, se quitaba la camisa y la guardaba junto con la ropa sucia, se lanzaba en la cama para cerrar los ojos y comenzar a pensar en su vida, en sus sentimientos y en que a nadie le importaba en lo absoluto.
Harry estaba cansado, de tantas tonterías, de tantas presiones, de fingir que era una persona sin problemas. Harry estaba cansado de ser alguien que no era.
“Harry Styles… eres la persona más idiota en este mundo”, susurró a sí mismo.
Su celular sonó, y era Louis, llamándolo de nuevo.
“Oye, te ví un poco apagado en el estudio. ¿Está todo bien?”
“Sí, Louis, no te preocupes, Estoy un poco cansado, es todo”.
“¿Seguro?, porque podríamos ir a cenar…”.
Sonrió.
“Tal vez mañana, ¿sí? Quisiera dormir un poco”.
“Está bien, nos veremos mañana”.
Harry lanzó su teléfono lejos de él. Las lágrimas comenzaron a bajar, una por una. Estaba enamorado y ese era el problema, no podía con ello, estaba enamorado de su mejor amigo. No podía hacer nada, quería que fuera real, ese “bromance” sí era especial, por lo menos para uno de ellos sí. Los jodidos tatuajes compartidos, las sonrisas, los abrazos, las llamadas y los besos… Harry extrañaba todo eso, ya nada era igual, quería todo eso devuelta, pero su mente le ganó esta vez.
“Podrías hacer algo… para acabar con esta mierda, para dejar de sufrir”.
Harry pensó en el suicidio.
“No puedo preferir vivir sin él, he tratado de hacerlo durante tres malditos años, y todavía duele”.
Se levantó de la cama, caminó por el pasillo hasta la cocina. Agarró un cuchillo y un lapicero, volvió a su habitación al rato. Su diario estaba encima del tocador, lo abrió y comenzó a escribir en la última página.
“Hoy, 22 de febrero de 2014.
Hola, soy yo de nuevo con mi última entrada. Gracias por guardar todos mis secretos y todos mis miedos, pro no puedo ir más contra la corriente. Creo que esta es la solución a todos mis problemas, así es como un amor estúpidamente platónico debe terminar, de esta manera, porque soy muy cobarde para decir adiós.
Si el llegara a leer este diario, dile que siempre estaré enamorado de él. Que estoy muy agradecido con él por enseñarme a amar de la manera más honesta posible. Espero que él y Eleanor tengan una buena vida, juntos con su hijo… y sin mí. Yo lo amé primero, lo amo todavía y que es la razón por la cual hago esto. Por favor, dile que no llore, que siempre amé su sonrisa muy cerca de la mía. Voy a ver a su abuela, le diré que él está bien y que la extraña.
Lo siento, esta es mi canción para decir adiós”.
Harry comenzó a llorar cada vez más fuerte, encerrándose en su habitación y dejando la llave abierta para la bañera. Sus manos estaban temblando, hacía mucho frío y su corazón ya estaba completamente roto. Las lágrimas iban cayendo a la bañera, ya nada podía ayudarlo, todo ya estaba hecho.
“Dios…” susurró “perdóname, por favor, llévame al paraíso”.
El agua estaba helada, el cuchillo afilado y la vida de una estrella había terminado. Él pasó el cuchillo por su piel, sintiendo como el dolor iba fluyendo junto con sus lágrimas.
“Louis, siempre te he querido” fueron sus últimas palabras.
Harry murió a las nueve en punto esa noche, en su propia sangre y en su propio sufrimiento. La primera persona que lo vio muerto fue Zayn, luego Liam, después Niall y por último Louis. A lo mejor fue la última persona en hablar con él, pero fue la primera en leer su diario. Todo estaba ahí, sueños, amor, tristeza, lágrimas, flores y su último adiós.
Louis nunca más volvió a ser la misma persona, no después de saber que el amor de su vida se había suicidado por su culpa. Nunca se perdonaría eso.