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REDO por Mokona Larg

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Notas del capitulo:

Un nuevo oneshot~~ yeeeeeyyy~~~

El otro día en mi tuiter les pedí que me ayudaran a elegir un tema entre tres, porque no me podía despejar para escribir Love Flies. Ritsu fue la única que respondió (gracias querida~) así que hice el tema 'adolescencia'. Los otros dos eran 'Madures' y 'Supernatural' (sobrenatural...)

Así que! espero les agrade este fic, que lo hice en un día y ya me voy a seguir rompiendo el coco para Love Flies<3

REDO

 

Era un Don Juan, un hombre de damas. Se podía decir que todas las chicas caían a sus pies. Él lo sabía y lo utilizaba a diestra y siniestra, ¿quién iba a decirle que no podía hacerlo? Citas que terminaban en telos, alguna que otra chica diciéndole que querían una relación y él suspiraba, rechazándolas con palabras suaves; algunas hasta decidían seguir con esa rutina de salir. Y él pensaba que eran ilusas si pensaban que iba a cambiar de opinión en cuanto a tener una relación a largo plazo.

No era tampoco que no quería tener una relación, si la mujer indicada se presentaba, él iba a defender y establecer esa relación. Pero ninguna, hasta ahora, había logrado que él sonriera con solo escucharles la voz, con solamente pensar en que iba a verla más tarde o mientras hablaban, tratar de hacerla sonreír. No más allá del típico filtreo para llevarlas a la cama u ofrecerles una buena cita.

Así que cuando se encontró sonriéndole a su profesor particular, con una sonrisa tonta en sus labios, con una postura casi inocente y delicada, no supo que hacer. Porque, primero que nada, su profesor (el hijo de una amiga de su madre) le llevaba diez años. Segundo, era un hombre y nunca había mirado dos veces a uno. Tercero, era seco. No era simpático, ni sonreía con regularidad. Por último, la cinta ridícula que usaba todo el tiempo, era eso: ridícula. Estúpida, sin sentido, fea, RIDÍCULA.

 

¿Cómo había empezado? Teniendo que dar un examen para poder terminar, de una maldita vez por todas, la secundaria. Nunca había sido el foco más brillante de su clase y siempre fue más vago que el oso perezoso. Además, en el trabajo le dijeron que dentro de poco iban a empezar a pedir títulos de estudios completos y si ni lo presentaba, o aunque sea la constancia de que el título estaba en trámite, lo iban a echar. Le gustaba bastante su trabajo: de medio tiempo, sin demasiadas presiones, solamente ordenando paquetes, sobres y cajas donde correspondían. Pero la orden venía de muchísimo más arriba y él no quería perder la fuente de su economía, así que su madre le había pedido a este señor que lo ayudara, como un favor.

En un principio todo iba bien, el señor Suzuki le explicaba las fórmulas de manera sencilla, cuando se equivocaba con los carbonos, los enlaces, los nitrógenos, etcétera, se lo hacía saber con una voz suave, sin marcas de exasperación en su rostro y de manera tranquila. Todo a un ritmo calmo, con el más absoluto control.

El señor Suzuki no era un adonis griego ni nada parecido. Hombre de estatura regular, flaco, pelo negro con las puntas en rubio, según pareciera de una teñida vieja. Ojos marrones, labios rosas, común. Un hombre regular. Exceptuando la cinta siempre presente y por ende, la nariz escondida de la vista, no había nada que resaltara en aspecto físico o actitud.

Pero en inteligencia, el señor Suzuki era algo más. Llegando a los treinta años tenía una farmacia propia, un cómodo departamento cerca del centro, una motocicleta que era envidia para muchos, cosas de última tecnología, una gran colección de discos de rock, punk, metal; una biblioteca con libros de medicina, química, filosofía, psicología, literatura y varios más que no reconocía el idioma; sin anillo a la vista y ninguna pareja conocida.

¿Cómo había terminada riéndose como idiota en el marco de la puerta del departamento del señor Suzuki? Con lentitud. No era un adonis, ya lo sabemos, no era simpático en exceso, también lo sabemos. Pero en cada lección, poco a poco, la voz del señor Suzuki se había metido en sus nervios, su mirada se había grabado en su memoria, sus manos causaban escalofríos cada vez que le pasaba la hoja o apuntaba un problema en específico en los libros o le pasaba una lapicera para escribir. Fue un trabajo lento, inconsciente y efectivo.

¿Por qué se reía? Porque el señor Suzuki tenía dos colitas en la parte trasera de su cabeza. El pelo, no era muy corto, pero tampoco largo, estaba desprolijo. Mechones en el frente, dos mechones de cabellos atados con flores de plástico. Una gomita de pelo de nena de cinco años.

—¡Akichan, Akichan!— eso era otra cosa a favor del señor Suzuki. La pequeña voz de una nena de apenas tres años, aquella pequeña persona que transformaba el ‘Señor Suzuki’ en ‘Akichan’; la sobrina del señor Suzuki que solamente había faltado una vez a las clases particulares que daba su tío.

—Pasá Uke— otra cosa más, el señor Suzuki siempre lo llamaba por su apellido y él tenía la desgracia de tener un apellido que generalmente se lo relacionaba con la pasividad.

—¡Akichan!— el morocho/rubio le dio una sonrisa chica y ahí estaba lo que terminaba de matarlo. La sonrisa delicada que le daba a su sobrina y solamente a su sobrina.

—Permiso— inclinó la cabeza y se acercó a la mesa ratona de la sala, donde siempre se ponían. Había más lugar y menos peligro para vigilar a la nena.

—Yutaka, tomá— la nena le había dado una galletita, que él la tomó con una sonrisa y un ‘gracias’.

 

Se sentó en uno de los grandes almohadones que el señor Suzuki ponía en el suelo para él. Mientras que el adulto se sentaba en el piso, generalmente con alguna que otra carpeta, revisando cosas de su trabajo. Del otro lado de la mesa, estaba la nena de cabello castaño y suelto; tenía cara redonda, ojos casi negros y siempre estaba alegre. Tenía peluches y muñecos por todos lados, hojas rayadas en la mesa, galletitas dulces en un plato, un vaso de jugo, lapiceras de colores y ese día, una caja con muchas gomitas para el pelo, hebillas y un peine azul.

—¿Querés algo para tomar o comer?— él respondió con una sonrisa y una negativa, haciendo que el otro asintiera y se sentara bajo el sillón. Cosa que la pequeña usó a su favor, subiéndose y volviendo a tomar varios mechones de la cabeza de su tío —Bien, ¿resolviste los problemas del otro día?

—Sí. Tuve un problema con esta parte— le señaló un par de líneas en la fotocopia y así empezaba otra clase y otro día en el que el señor Suzuki lo enamoraba un poco más.

 

~*~*~

 

—Pero no… sueño, no— el señor Suzuki sonrió con esa dulzura que hacía que las piernas se sintieran débiles.

—Si estás bostezando a cada rato Haruki— él se rió al ver cómo, mientras el mayor hablaba, la nena bostezaba de nuevo.

—Pero Yutaka vino a jugar.

—No, Uke vino a mostrarme su examen. Nada más— Suzuki alzó a la chiquita, que se retorcía en los brazos de su tío —Pasá y esperame que la dejo en la cama— el más chico solamente asintió y entró, sentándose en el sillón de la sala.

 

Ese día iba a hacer algo. En realidad, no debería estar ahí. Ya había dado su examen y el señor Suzuki le había deseado suerte en la última clase. Le había dado unas últimas notas, últimas correcciones y ya. Que le mandara sus saludos a su madre, que le vaya bien y chau. Nada más.

Ah, pero él era Yutaka Uke, era un Don juan, un conquistador y el señor Suzuki de alguna manera se había metido en su mente, con estadía permanente, sin ninguna intención de irse. Así que era natural que él intentara hacer algo. Tuvo su gran crisis gay hacía una semana y media y lo había aceptado. Le seguían atrayendo las chicas, mujeres, pero nunca había siquiera pensado en un hombre y Akichan despertó esa chispa.

—¿Querés algo para tomar?— el menor negó y con una sonrisa, le entregó la copia del examen que había hecho. Suzuki se sentó en el sillón, a su lado y miró las fotocopias, sin darse cuenta como el menor había dejado su bolso a un lado y se había girado completamente hacia él —Un ochenta y seis, nada mal. Fueron errores simples… acá tenías que haber puesto--

 

Nunca llegó a terminar porque los labios del menor lo habían cortado. Las hojas cayeron al piso, mientras Yutaka se sujetaba de un hombro y parte de la capucha que tenía la campera azul del mayor. Una pierna se colocó enseguida entre las del otro, casi sentándose encima del señor Suzuki. El mencionado tenía los ojos abiertos a más no poder, sus brazos tiesos por la sorpresa, sus labios entreabiertos, sintiendo como los del otro se movían con entusiasmo. Su reacción tardó cinco segundos, en los cuales Uke lo había arrinconado en el sillón oscuro.

Suzuki lo tomó de la cintura y la mejilla, alejándolo rápido, pero sin ser brusco. Lo miró con sorpresa, observando el rostro rojo del menor, la mirada brillante y la respiración acelerada.

—¿Por qué estás haciendo esto?— Yutaka suprimió un escalofrío al sentir la voz retumbar en sus labios y sentir las manos en su cuerpo, aunque no de la manera que hubiese querido.

—Porque me atraés… Y sos el primer hombre que me atrae… y sos… umh…— la mirada de auténtica sorpresa del mayor hizo que empezara a titubear.

—Uke, ¿podrías bajarte de mi pierna, por favor?— el menor quiso decir algo, pero las palabras lo traicionaron y solamente respiraba por la boca, notando que el mayor lo observaba con inseguridad —¿Uke?— no podía creer lo que había hecho, la vergüenza iba en aumento a cada segundo.

—Lo… lo lamento— se levantó de golpe, alargando el brazo para tomar su bolso.

—Sí, yo... umh no, no es…— ninguno sabía que decir y sinceramente, la plena humillación le recorría los huesos a Yutaka, así que, a paso torpe caminó hasta la puerta. Una mantra de insultos y dudas en su cabeza mientras se iba.

Akira se quedó sentado, mirando hacia donde el menor se había ido, hizo amague de levantarse, pero no estaba seguro ¿de qué no estaba seguro? No lo sabía. Unos intentos más y se levantó del sillón, caminando en silencio y con duda hacia el corto pasillo que llevaba a la puerta de entrada. No había nadie. Pestañeó y luego pasó una de sus manos por su rostro, deteniéndose en sus labios por unos segundos. Largó un suspiro sonoro y se rascó la cabeza, apoyándose en la pared con la otra mano. Muy rápido, muy rápido se había movido Uke como para detenerlo antes, muy rápido se fue como para disculparse, muy rápido como para que hablaran de algo. Se dio media vuelta volviendo a la sala, rascándose la cabeza, una mueca de confusión en su rostro. Levantó las fotocopias, mirando de nuevo el examen y caminando hasta la cocina. Agarró uno de los imanes de pizzerías que tenía y lo puso sobre las copias, dejándolas en la puerta del freezer que estaba arriba. Suspiró de nuevo y se apoyó en la mesa.

Muy rápido, muy rápido…

 

~*~*~

 

Seguía dando vueltas… ¿lo hacía o no lo hacía? La plata le alcanzaba en ese momento y la vergüenza… bueno, se había ido por completo hasta que se acercó al departamento después de un mes entero. Porque al parecer, no podía sacarse la tranquilidad del señor Suzuki. Ni sus miradas, ni sus manos, ni su voz, ni sus libros en idiomas variados o la sonrisa reservada para su sobrina. Mucho menos había podido olvidarse de lo tibio que se había sentido aquella tarde humillante. Puteó y caminó en sentido a la pizzería que había pasado tres cuadras atrás.

Pidió una de muzzarella y esperó veinticinco minutos en el local. Mirando por la ventana, dándose coraje internamente, observando como los minutos pasaban tortuosamente lentos en su celular. Lo llamaron; pagó y se llevó la caja, caminando hacia el departamento del señor Suzuki.

El plan era simple: pedir disculpas, dar una ofrenda de paz y preguntar si aunque sea se podía formar una amistad. Simple, práctico y así podía tratar de calmar la ansiedad que sentía por el mayor.

Lo único que tenía que hacer era respirar hondo y rogar para que el guardia de seguridad se acordara de él y le abriera la puerta. La cuestión de todo, era que su aparición fuera inesperada.

 

Agradeció a todas las deidades posibles que el de seguridad lo haya dejado pasar y subió las escaleras hasta el tercer piso, no iba a poder soportar el ascensor con los nervios que tenía. Respiró hondo, y calmado, se puso frente a la puerta dando tres golpes. Apenas esperó un par de segundos y la puerta se abrió, mostrando al mayor con una camisa de color claro y un jean oscuro, la expresión de sorpresa era predecible, no lo era el pelo, que estaba completamente rubio. Un rubio oscuro, pero rubio al fin y al cabo. Abrió y cerró la boca varias veces, hasta que recordó que él había ido ahí por una razón.

—Umh… eh, yo… lo lamento— se inclinó y volvió a subir la cabeza, esta vez levantando la caja también, pero sin mirarlo a la cara. El colgante de plata que tenía era mucho más interesante ¿eso era una espada, cierto? Lindo —Quería disculparme por mi actitud la última vez que nos vimos— ahí no pudo evitar que su cara se volviera de color rojo —Y darte esto… y… umh… preguntarte si… ¿podíamos ser amigos?—definitivamente su voz no se había escuchado al final, estaba segurísimo de eso. Esperaba que el mayor le preguntara si podía volver a repetir lo último que dijo y él ya estaba juntando fuerzas para responder bien, pero lo que escuchó fue el sonido del estómago del otro, sonando como si estuviera enojado porque le estaban refregando una pizza en su presencia.

—Lo lamento, recién vengo del trabajo y estaba por pedir una pizza… Veo que me ganaste en eso— se arriesgó a mirarlo a la cara. La expresión del señor Suzuki era tranquila, la sorpresa había pasado y ahí estaba el hombre que recordaba —¿Querés pasar?— no confiando en su voz, asintió y caminó hasta la cocina. Dando un vistazo rápido al departamento, notó que nada había cambiado.

 

Dejó la pizza sobre la mesa, mientras que el rubio sacaba dos vasos y una botella de gaseosa de la heladera. Cuando notó que la copia de su examen con el 86 en azul, estaba ahí en la heladera, en exhibición para cualquiera, se puso nervioso de nuevo. Ese maldito examen que le permitió terminar la secundaria y mantener el trabajo… y conocer al señor Suzuki. Ni siquiera al examen le podía echar la culpa de su estupidez. Akira le señaló la silla para que se siente y él lo hizo, abriendo la caja de pizza en el proceso. El rubio le pasó un par de servilletas de papel y se sentó, empezando a comer en silencio. Un silencio que no había premeditado… ¿cuál era el siguiente paso de su plan?

—Te fuiste muy rápido la última vez— oh… la charla iba a ser en ese momento… bueno, cualquier cosa tenía la excusa de que estaba comiendo para no responder —¿Por qué estabas atraído hacia mí?— ah, no perdía el tiempo. Directo al grano. Él podía lidiar con eso… o eso esperaba.

—Estoy— de reojo vio como el mayor se tensó, deteniendo sus acciones. Duró apenas un segundo, pero fue notorio; se aclaró la garganta, acomodándose en la silla —Sigo atraído… intenté olvidar todo, pero… no funcionó y de alguna manera necesitaba volver a verlo y… esto fue lo que se me ocurrió, porque, bueno… aparte que hice todo mal la vez anterior y yo quería, umh, quería volver a intentar algo pero, pero no como la otra vez. Algo diferente, que… que fuera diferente, si…— ah por favor que alguien lo callara. Lo que decía no tenía sentido.

—¿Seguís atraído?— asintió —¿Por qué?— abrió la boca, para responder con evasivas porque nunca lo había pensado, pero el rubio fue más rápido —Porque no soy alguien que llame la atención. No soy simpático, es muy difícil para mí eso… No soy material para alguien de veintiún años.

—Yo… ¿la verdad?— el mayor asintió, tomando un vaso de gaseosa —No lo pensé. Vah, no, sí lo pensé… pero no encontré una buena respuesta. Solamente… hay algo o muchas cosas con las que me siento atraído…

 

Akira lo quedó mirando fijamente, causando que se incomodara un poco más. Si, sus respuestas no eran las mejoras y tenía que haber practicado lo que iba a decir mucho mejor. Pero lo hecho, hecho está y ahora estaba armando todo sobre el curso de la conversación.

—¿Vo-? Umh… ¿usted?

—¿Yo?

—¿Siente algo?— sentía su cara hirviendo y la comida estaba olvidada en la mesa.

—Más allá de lo que podría ser amistad, no. Lo lamento, pero… sos atractivo, pero no te conozco y sos más chico, no sé cómo sos y— dio un suspiro sonoro, mientras que el menor bajaba la mirada —Mirá… umh… ¿Uke, podrías mirarme?— el morocho respiró hondo y asintió, el hueco en sus pulmones seguía ardiendo —No tengo problema en intentar algo— paren todo… ¿qué? —Pero primero necesito conocerte. Todo lo que sé es que terminaste hace poco la secundaria, por cuestiones de trabajo y que eras el nene que siempre terminaba lleno de tierra cuando íbamos al parque y mi mamá encontraba a la tuya— eso le sorprendió también, ¿había conocido antes al señor Suzuki? ¿por qué no se acordaba él de eso? —Si no querés intentar nada, me da igual. Pero el que tiene que estar seguro de lo que quiere sos vos, por eso te pregunto de nuevo ¿por qué estás interesado en mí?

 

~*~*~

 

En todo un mes, solo había podido ver al señor Suzuki… no, a Akira cinco veces. Horarios de trabajo, salidas con amigos, familia y cosas mundanas habían impedido más reuniones en el departamento de Suzuki. Pero estaban trabajando en eso. Aunque eran pocas las veces que iba al departamento del mayor, esas reuniones no eran cortas. Cuatro de esas cinco veces se había quedado a dormir en el segundo cuarto que tenía el rubio, donde generalmente dormía la sobrina del otro si tenía ganas.

Sus ‘reuniones’ consistían mayormente en charlas. Largas charlas donde podían hablar de todo y nada. Alguna que otra vez una película o un concierto que alguno quisiera mostrarle al otro. Sino era eso, era silencio. Akira concentrado en las cosas de su trabajo y él chusmeando la biblioteca del mayor.

Pacientes, tranquilos…

 

~*~*~

 

Llevaban casi tres meses, en donde las reuniones y los sentimientos de Yutaka iban aumentando, cuando el rubio le dio un beso. Fue uno corto, apenas un roce de labios, pero que lo derritió por completo. Pasó cuando se estaban diciendo ‘buenas noches’ y el menor había abierto la puerta del otro cuarto, el rubio se había acercado, lo había tomado de la mejilla y le dio ese beso, que fue la gloria para el morocho. Después Akira había seguido hacia su habitación, con tranquilidad y en silencio.

De más está decir que Yutaka se quedó parado un largo minuto en la puerta, hasta que un escalofrío lo sacudió y se metió en la habitación.

 

Al día siguiente fue todo como antes, sin que el menor pudiera encontrar algún rastro del beso en la actitud del otro. Lo notó después, cuando se estaba yendo, que Akira lo tomó del mentón y le dio un beso en la comisura de sus labios. Cosa que se convirtió en el saludo personal de Akira para con él.

El Don Juan había muerto en el momento en que Akira se despidió con una sonrisa, aquella tarde-noche en dónde él había llevado una pizza como oferta de paz y una propuesta de amistad. Hacía tres meses atrás.

¿Tan rápido pasaba el tiempo?

 

~*~*~

 

Fue en la cuarta noche del quinto mes, cuando Yutaka durmió en la misma cama que Akira.

Los dos estaban bastante cansados y con pereza de hacer nada. Habían ordenado comida china, porque ninguno tenía las ganas o fuerzas para cocinar; después se habían casi tirado en el sillón, en un silencio tranquilo hasta que el sueño les llegó demasiado rápido. Akira se había levantado primero, los dos hicieron las paradas en el baño y mientras Yutaka terminaba de lavarse la cara y los dientes, el rubio cerraba y apagaba todo en el departamento. Cuando el mayor volvía, Uke esperaba en la puerta del cuarto a que se dijeran las buenas noches. Pero el rubio solamente bostezó y lo tomó de la mano, llevándolo a su habitación. Yutaka no dijo nada, de pura sorpresa y cuando se quiso dar cuenta, Akira lo estaba abrazando mientras dormía.

 

~*~*~

 

En el séptimo mes, Yutaka llegó al orgasmo por las caricias y besos de Akira. Y fue un poco penoso para él, porque quería durar más, quería hacerle sentir lo mismo al mayor, pero el rubio parecía que lo estaba arrullando a un sueño placentero después del éxtasis, con caricias tan suaves que apenas las sentía y gracias a los escalofríos que el cuerpo creaba con cada roce de la piel del otro. Y era totalmente injusto porque Akira tenía puesto su calzoncillo y una campera abierta que dejaba ver (y que él sintiera y acariciara) la piel de su pecho, y él estaba en ese par de boxers color bordó y su traje de nacimiento… las sábanas lo podían haber tapado un poco también, pero el mayor las había removido porque dijo que ‘nada le iba a impedir que lo viera en pleno…’

El punto es que fue tan injusto, pero tan placentero al mismo tiempo.

 

~*~*~

 

En el noveno mes, fue cuando sus familias se enteraron que ellos dos estaban saliendo. Fue en el cumpleaños de Haruki y la familia de Akira había invitado a la madre del menor, porque la nena quería que Yutaka viera su vestido y la torta que le había hecho la madre; además de que la abuela no veía a su amiga hacía mucho tiempo.

Ninguno había hecho nada para ocultar la relación a nadie, pero tampoco hicieron algo para que alguien se enterara. Yutaka llegó con su madre, una pelota de básquet de colores y un set de hebillas para el pelo de colores como regalos. Akira iba a llegar tarde por el trabajo e iba a traer un buen vino para los grandes y un helado de cono para Haruki, junto con dos muñecos ‘bebotes’ que eran casi tan grandes como la nena.

¿La situación en sí? Akira llegó, le dio los regalos a su sobrina y cuando entró a la cocina empezó a saludar y cuando llegó el turno de Yutaka, el menor estaba listo para un ‘Hola’ y una sonrisa, como había hecho el rubio hasta el momento. Pero en cambio, recibió un beso en los labios y un ‘Hola amor’. Si Akira fue consciente de lo que hizo o no, Yutaka no lo supo, porque justo después se giró para guardar el kilo de helado en el freezer y dejar la botella de vino en la mesada. Después Haruki entró emocionada, mostrándole todos los regalos a su tío y el rubio sonreía y la escuchaba. Mientras que Yutaka estaba rojo y recibiendo las miradas de sorpresa y confusión de las dos familias, y después los susurros de ‘¿Desde cuándo?’ y ‘¿Cómo no habían dicho nada?’.

 

~*~*~

 

Al año y un mes de su relación, mientras estaban en el departamento de Akira; el mayor leyendo varias hojas de su trabajo, porque había abierto otra farmacia y eso significaba más papeles y burocracia, y Yutaka leía o intentaba leer una de las novelas en alemán que el rubio tenía en su biblioteca; en el exacto momento en que ambos se levantaban para dar por terminado el día, se miraron y el ‘Te amo’ fue dicho casi simultáneamente.

 

Notas finales:

Odio que no me amntenga el formator de word... En fin.

Este fic me salió por este fan art: http://www.pixiv.net/member_illust.php?mode=medium&illust_id=33302175

Muy bueno, muy lindo (lo tengo de fondo en el celular...)

Muchas gracias por haber leído!!!

Besos gentuza *les tira corazones*


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