Música
*
*•~-.¸¸,.-~*'¨¯*•~-.¸¸,.-~*'
Sebastian seguía con la atención puesta en su ‘chica’ y no es que a Jim le molestara (no del todo), era en ella con la que recorrían Londres en busca de diversión. Pero odiaba no tener la atención de Sebastian puesta en él. Llevaba alrededor de media hora haciendo modificaciones y checando que nada estuviera fuera de orden. Media hora de silencio, ni siquiera le habló cuando llegó, solamente recibió un beso (uno muy corto) y puso toda la atención a su querida moto. La verdad ya comenzaba a aburrirse demasiado. Paseó la mirada por toda la habitación en busca de algo conque entretenerse o al menos conseguir la atención de Sebastian, aunque eso le parecía poco probable, puesto que él se lo había dejado muy claro: “el tiempo con mi motocicleta es sagrado, James, es una o dos horas como máximo, en las que revisará que todo esté correcto, un día a la semana, y todos los días tendrás mi atención, siempre y cuando sea razonable, quedo claro, Jim”. Él, claramente, no respondió nada, porque no era una petición sino un aviso, no le quedó más que aceptar y no le pondría pegas ya que Sebas siempre estaba para él, o al menos la mayoría del tiempo. Su atención fue captada por un tocadiscos que se encontraba casi escondido en uno de los muebles, como quien no quiere la cosa, se acercó. Revisando que funcionara, lo tocó con cuidado, uno impropio en él, pero así le había llamado poderosamente la atención. Ahora que lo pensaba en los meses que llevaba saliendo con Sebas no sabía el tipo de música que le gustaba. Ok, si lo veía bailar y escuchar las rolas puestas en los locales que visitaban, pero de ahí en fuera nada, ni un indicio de ello y la verdad es que nunca se lo había preguntado, no era como si fuera de su interés, al menos, no hasta este momento.
Una nueva curiosidad nació en él, ¿qué tipo de música le gustaba a Sebas? No le iba a preguntar, seguro que con la atención que le estaba poniendo no le contestaría, debía averiguarlo por su cuenta. Escaneó el resto del mueble, una caja sobresalía, con mucha más curiosidad la destapó encontrando varios discos de vinilo, con su dedo índice paso por encima de ellos, sin elegir uno en especial, tomó uno. Sin mirar la tapa, lo sacó y lo colocó. Las primeras notas se escucharon.
—Five, six, seven o'clock, eight o'clock, rock; Nine, ten, eleven o'clock, twelve o'clock, rock; We're gonna rock around the clock tonight —Jim comenzó a cantar al tiempo que la primera canción empezó.
Él conocía esa canción era de Rock Around The Clock de Bill Haley And His comets, un cante estadunidense, destacable en el género de Rock and roll, además de que su música tenia ligeros toques de country y rockabilly, por lo que podía decir que ese era el género de Sebastian. Vaya, no era una sorpresa como tal, si rescataba sus reacciones ante la música de los lugares que presentaba, pero resaltaba que la canción era de 1955 y estaban diez años después.
Haciéndose un lugar en la mesa de trabajo, la que estaba al lado del tocadiscos, en la cual regularmente se sentaba, sorprendiéndose de lo poco observador que fue, quizá porque usualmente utilizaba este tiempo para abstraerse en su mente, riñéndose y refunfuñándose por eso, pero también encogiéndose de hombros, no era algo de importancia. Cuando regresó de su ensueño, al escuchar la canción. No pudo evitar soltar una risita.
Cause I want (yeah-yeah, yeah) (Porque quiero… sí… sí, sí)
A girl (yeah-yeah, yeah) (Una chica… sí… sí, sí)
To call (yeah-yeah, yeah) (Para poder llamarla… sí… sí, sí)
My own (yeah-yeah) (Mía… sí… sí)
Seb había salido un romántico, esa canción derramaba tanta miel que empalagaba, era increíble y no lo había notado, vaya con Sebastian siempre le salía con algo nuevo, cómo podría aburrirse de él. Mientras más avanzaba la canción más risa le daba y no la escondía, reía con total libertad. Era tan divertido, tanto, malditamente ridículo, con el porte de Sebastian y lo rudo que se veía que escuchara ese tipo de canciones. Se tomó de los costados, ya no aguantaba de tanta risa. Cuando se recuperó en su rostro se posó una sonrisa despectiva, acusada por la canción. Ya no le divertía, en lo absoluto, empalagaba tanto que le asqueaba. Miró con fijeza a Sebastian que ya estaba terminando y ahora se encontraba limpiándose las manos.
—Sino te va a gustar el descubrimiento, no busques. La curiosidad no siempre es buena, Jim —. La voz de Sebastian estaba fuera de relieve, más bien era aburrida, exponiendo en claro lo poco que le importaba lo que pensara del tema. Una risa desdeñosa salió de su garganta.
A Sebastian poco le importa lo que Jim pensara y lo había dejado claro en su anterior comentario, por él, Jim se podría ir al demonio. Así tal cual. Todavía le pesaba el tatuaje que semanas antes habían modificado, saberse total disposición de Jim era un tanto frustrante, no porque no quisiera sino por lo que representaba, prácticamente era un esclavo de él, uno con muchas libertades pero al fin y al cabo uno, Jim se sabía su dueño y en su retorcida mente lo disfrutaba mucho. Para él era un privilegio ser su amo, y tenía que pensar de la misma manera ser su esclavo, según Jim, y no le ponía las cosas fáciles. Lo estaba llevando al límite en muchos sentidos, el primero comenzó con el tatuaje, no el suyo sino el de Jim, es decir, era responsable de Jim, del desequilibrado Jim y su red de mentiras, engaños y actos poco correctos socialmente, debía cuidar su espalda, ser su escudo, estaba metiéndose entre los lineamientos de ser únicamente algo pasional a involucrar sentimientos de por medio, unos que James no estaba dispuesto a sentir, y que quizás ni siquiera sería capaz de hacerlo, decir que no estaba consciente de ello era engañarse, estaba jugando con su mente y no estaba dispuesto a jugar ese juego, muchos menos cuando podría involucrar más sentimientos de los que ya habían, era una batalla perdida para él y estaba seguro que Jim lo sabía.
Cuando regresó al garaje Jim se encontraba colocando un nuevo disco, sonrió de lado, si Jim creía que podía jugar solito estaba realmente equivocado, ya vería que Sebastian Moran era de cuidado, subestimarlo le pasaría factura, podía ser muy genio pero a veces podía dar por sentado muchas cosas, algunas que eran de importancia pero que al ser tan simples las desechaba. Oh Jimmy, algunas cosas no las vería venir, pobrecito de él y su orgullo. La voz de Elvis llenó el ambiente provocándole una sonrisa lobuna, con paso galante y predador se acercó a él, quien lo evaluaba regalándole una sonrisa de suficiencia. Llegando a él lo tomó con brusquedad del brazo jalándolo hacía sí, al instante se puso a bailar obligándolo con la fuerza a seguir sus movimientos. Jim se resistía pero poco le valía contra su fuerza, él podía tener su inteligencia, una superior a la suya, pero contra la fuerza no podía hacer nada y era algo que debía tener en cuenta. En una delas vueltas que le hizo dar lo jaló de nuevo contra sí, inclinándose a cantar en su oreja.
—Araña Moriarty tocaba el saxofón tenor, el pequeño Jim soplaba el trombón slide… —ligeras modificaciones, sí, molestarlo un poco más no le haría daño.
Jim lo seguía observando detenidamente, tratando de analizar qué es lo que estaba causando todo esto, ridículo para él, el geniecillo podía seguir trabajando, hasta podría oír su mente zumbar por la búsqueda de la respuesta, una que quizá no encontraría, el juego ahora era de dos. Lo suyo no eran los juegos mentales, no al nivel de Jim, pero podía darle batalla, con una carta que no vendría venir: los sentimientos.
—Eres el preso más lindo que jamás haya visto, estoy seguro de que estaría, encantado con tu compañía, ven y haz el Rock de la Cárcel conmigo… —siguió el ritmo de la canción, cantándola mientras lo miraba fijamente, buscando plenamente su atención, consiguiéndola al instante y cuando lo hizo lo miró con amor, la mayor calidez que pudo llegar a reunir, acompañándola de una sonrisa tuene y tierna. La reacción de Jimmy le provocó tal satisfacción que casi deja caer la mascará con una sonrisa de triunfo. Sus ojos castaños se abrieron cómicamente del terror que sintió y una mueca de asco en sus labios se formó, con renovadas fuerzas luchó para soltarse y él más fuerza imprimió en el baile.
Un escalofrió le recorrió por completo al ver la mirada de total enamorado en Sebastian, mientras Elvis seguía cantando, puso mayor resistencia y trató de soltarse pero la fuerza de Sebastian era superior. Una nausea le provocó la sonrisa tierna, quiso vomitar en ese instante, imposible de contener la mueca de desagrado en sus labios.
Sintió terror por primera vez en su vida, y la vulnerabilidad le asustó más. Las manos de Sebastian le estaban quemando mientras lo obligaba a continuar bailando. Su mente por más que trabajaba no encontraba una razón para todo, llenándolo de frustración, eso no debería de estar pasando, el que debía estar sintiéndose así debía ser su pequeña mascota no él. Cómo rayos se supone que había pasado esto, cuando el juego había dado la vuelta saliendo de las manos, cómo diablos le pasó, era Jim Moriarty
—Eres mío ahora, Jimmy, eres mío —el susurro de Sebastian le robó aún más la calma, su voz fue queda pero llena de una seguridad que lo aplastó.
Sebastian lo besó, un beso llenó de pasión, salvaje pero con ligeras muestras de amor, siendo esa la jugada final, y una sentencia para Jim.
Let's rock, everybody, let's rock (Rockeemos, todo el mundo, rockeemos)
Everybody in the whole cell block (Todos en el bloque de celdas)
was dancin' to the Jailhouse Rock. (Bailaba el rock de la cárcel).