De porristas y capitanes de equipo enamorados
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Mientras veía a todos gritar como desaforados, se volvía preguntar qué hacía allí y entonces recordaba con aburrimiento que tenía asuntos pendientes con Adler, la cual estaba apoyando a el equipo del colegio, todos una panda de idiotas, hasta la misma Irene por estar ahí desperdiciando su intelecto para apoyar a Sherlock Holmes, un joven que valía la pena, de no ser por el detallito de pertenecer al equipo, por un motivo muy tonto, el tratar de conquistar a John Watson, un pequeño nerd que se la mataba estudiando para llegar a ser un buen doctor. Johnny era el típico niño bueno, demasiado buena persona, muy lindo sí, se veía tan tierno con aquellos suéteres y chalequitos tan fuera de onda, era divertido verlo todos los días por los pasillos siendo asediado por Sherly el cual era casi ignorado, sabía muy bien que llamaba la atención de John, es más, se gustaban pero John no se animaba a dar el paso por el que dirán, más por su familia, pues su padre era un militar, que era del tipo conservador. Como iba a disfrutar de quitar del camino a Johnny-boy. Síp, sería completamente entretenido, más porque sabía que Sherlock no se quedaría con los brazos cruzados, y ver la batalla que le daría el genio le pondría diversión a sus próximos días. Si Irene creía que por ello Holmes le haría caso estaba muy equivocada, es más aceptaría su ayuda a resolverlo solo por la protección de John y cuando descubriera que todo fue parte de un plan para conquistarlo, porque lo haría tarde o temprano, todo dependía del ingenio de Adler, le iría muy mal, Sherly era del tipo rencoroso, y por eso era mejor para él (una de las razones por las que aceptaría), buscaría venganza, y eso era igual a diversión para él.
El pequeño Johnny se hallaba más allá de las gradas viendo el partido, pensando seguramente que nadie se daba cuenta, cuando lo sabían Irene, Sherlock y él mismo, sin apartar la vista de él analizaba las opciones con las que empezaría. Iniciaría con algo bien sencillo, evidente, lo amenazaría e intimidaría, y por su porte podía predecir que le daría batalla, era del tipo valiente aunque fuera un completo friki, se preguntaba cuan buen mentiroso llegaría ser Johnny, sabía que le ocultaría todo a Sherlock, ¿cuál sería su tiempo de aguante? Iba a ser interesante descubrirlo. Utilizaría primero a uno de los matones pandilleros, conocidos de Sebastian, para el primer trabajo.
De pronto se vio empujado bruscamente contra el árbol en que se hallaba recargado, con sus manos inmovilizadas arriba de la cabeza, fuertemente, apresadas por la mano de Sebastian, quien le miraba con cierta pisca de celos en sus fríos ojos azules. Le sonrió inocente, sonrisa que perdió al soltar un jadeó cuando con fuerza Sebastian se metió entre sus piernas encajándolo más contra el árbol y chocando su entrepierna con la suya. Ante tal movimiento sus pies quedaron colgando a los lados de las piernas de Sebas, tomando impulso las acomodó alrededor de su cintura, obteniendo un lento vaivén en sus entrepiernas, y una boca furiosa besándolo con ímpetu y coraje, mordiéndole el labio al separase, casi al instante, gruñó por la pérdida de aquella boca, iba a protestar cuando una enérgica mordida le fue dada en la clavícula, gimió, mitad deleite y enfado. Le encantaba cuando Sebas se ponía así pero ahora se encontraba en medio de un trato y su presentación era importante.
—Basta, Sebastian. Detente en este mismo instante —. Habló con disgusto a media voz. Una advertencia. Y cuál fue la respuesta, una embestida con brío de parte de Sebastian, que hizo su cabeza dar con el árbol y su miembro despertar más, sino paraba, pronto tendría una erección y no se podía permitir tal cosa. —No estoy jugando, Moran.
—Mucho menos yo, Moriarty —. Su voz destilaba celos e ira. Se encontraba muy celoso, ¿de quién? De Irene, no, de ella sabía era su ‘cliente’, de Sherlock no sabía nada… De John, ¿enserio? Como podría tener celos de él, con tamaño espécimen que era, jamás tendrían comparación. Lo miró a los ojos, encontrado unas dagas de zafiro, le sonrió con petulancia.
—En minutos termina el partido y tengo que hablar con Adler. En cualquier otro momento no me importaría continuar con esto, así que suéltame en este instante, Sebastian, sabes lo que odio no estar presentable.
Cuando por fin pudo poner los pies en el suelo, de nuevo, comenzó acomodarse la ropa. En ningún momento prestándole atención a Sebastian, quien lo seguía con la mirada, cuando terminó, y solo entonces, lo volteó a ver.
—No quiero que se vuelva a repetir, no cuando estoy por cerrar un trato, y en futuras ocasiones mantén tus celos a raya, ¿entendido? —. Dejándole un beso en la comisura de los labios se alejó de él con rumbo al lugar donde lo se vería con Irene. Un gruñido fue todo lo que escuchó al retirarse.
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Con cruel satisfacción veía la manera deplorable y sin energía con la que trataba de defenderse John. Entre dos se encontraban golpeándolo, debía admirar la batalla que les dio al inicio, ambos de constitución más grande y con más fuerza. Cuando John, por fin, cayó, les dio la señal para darle el mensaje de advertencia: que se alejara de Sherlock, sin ninguna señal de respuesta ellos se fueron. Minutos después comenzó a negar con la cabeza, oh, que testarudo podía llegar a ser Johnny, para él mejor, eso significaba más diversión. Emprendió la retirada al ver llegar a Sherlock y Adler juntos, mientras Sherlock verificaba el estado de John y lo bombardeaba de preguntas, negadas a ser contestadas, Irene lo volteó a ver con un toque de reproche en la mirada, él se encogió de hombros, no tenía la culpa que fuera le tercera vez que John se negará abandonarlo. La próxima vez no sería mejor, pero Johnny no lo entendía, o parecía no hacerlo. Sin más se fue de allí antes de que Sherlock se percatara de su presencia.
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—No crees que te estás pasando con el noviecito del capitán del equipo, del tal Sherlock, la última vez dejaste a su novio en muy mal estado —. Volteó a ver aburrido a Sebastian, odiaba cuando se ponía en modo moralista como si él no hubiese hecho cosas peores. Estaba totalmente seguro de que ya había asesinado y no solo una vez. —Y no me mires así, lo mío fue en defensa propia, eran ellos o yo, ya sabes la respuesta —. Se encogió de hombros, como quien no quiere la cosa, dejando de mirarlo al verlo regresar su vista a la moto, pensando en su siguiente jugada.
Sherlock ya se estaba tardando en descubrir quién era el de los ataques a John (ósea él) y por qué motivo lo estaba haciendo, sabía por Irene que el pequeño Johnny se negaba a decirle algo a su noviecito, oh sí, porque ya eran novios, todo esto le estaba siendo contraproducente a Irene, pero eso a él no le importaba mientras tuviera esparcimiento con las reacciones de John y Sherlock, de hecho si no fuera ese el motivo, ya hace mucho que se hubiese aburrido de esperar a que Sherly juntara las pistas, aunque después de todo le convenía si no se enteraba, tendría recreación a primera fila y anonimato para disfrutarla. Comenzaba a predecir que sería muy aburrido seguir la venganza que le prepararía, eran muy blandos ambos, en algún punto John convencería a Sherlock de que la dejará, que no tendría nada que vengar, y tan-tan, se acabaría. Siempre podría prepararle alguna treta para cuando se encontrará aburrido en demasía, seguro de que John no le diría nada a Sherlock y podría ser discreto, no hacerle nada que dejará pruebas muy vistosas ni en lugares visibles, sí la idea le agradaba, lo mejor sería que Holmes no lo descubriera, tendría que tener cuidado de no dejar huellas.
—Deja de meterte en problemas, Jim, tus buenos deseos se perciben en el aire —. El aliento de Sebastian le hizo cosquillas, continuamente se sorprendía de lo sensible que podría llegar a ser sus cuerpo bajo los estímulos de su mascota.
—Solo un poco de esparcimiento más, además esto terminará hasta que Adler lo decida, yo no tengo mucha opinión sobre ello —respondió con inocencia.
—Sí, Jim, como tú digas, solamente trata de no meterte en muchos problemas —. Lo decía mientras le pasaba la lengua por el contorno de su oreja.
Su siguiente jugada podría esperar, el juego con Sebastian se ponía más interesante, en este momento, y la mesa se veía muy atractiva para jugar.
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Bien. Esto ya se estaba tornando aburrido, a él que le importaba si el matón en turno se la hacía atractivo John, que jugara con él cuanto quisiera después de dejar el mensaje. Rodó los ojos con exasperación cuando lo vio besarlo a la fuerza, ¿eso era totalmente necesario? Miró a Sebastian, que a su lado se encontraba, sopesando la idea de mandarlo a interrumpir y recordarle al advenedizo aquel su misión, cuando escuchó el impacto de un cuerpo en el suelo. Había llegado el héroe. Sherlock se encontraba encima del otro repartiendo unos certeros golpes en su cara, quien trataba de quitárselo, pero la furia con la que Sherly atacaba era superior a su fuerza, Johnny se encontraba viendo solamente, tratando de recuperarse del shock, producido por el beso. Esto era más divertido, vio con fascinación la manera de atacar del capitán del equipo, para ser solo eso era demasiado bueno en pelea cuerpo a cuerpo, seguramente tuvo clases de defensa personal, después de todo era parte de la gran familia Holmes, hermano de Mycroft, Londres en una sola persona, tenía que saber cómo defenderse, seguro. Si John no reaccionaba pronto y separaba a su novio del otro, el pequeño Holmes, terminaría matándolo a golpes. Fue hasta que lo dejó inconsciente que Johnny-boy reacciono y lo detuvo. Que conmovedora escena era la que presentaban, John abrazaba a su frenético novio para que parara mientras le gritaba su nombre para traerlo de vuelta, cuando logró hacerlo el sexy Sherly lo abrazó con fuerza, en reacción John comenzó a temblar por la acumulación de emociones, eran tan cursis que empezaría a vomitar arcoíris de solo verlos.
Compartiendo una mirada con Sebastian supo que pensaba similar a él, la función había terminado, dando media vuelta se retiraron, perdiéndose en la calle como uno más con la gente. Suponía que John se encontraba confesándole todo a Sherlock y que éste esperaría a que su enviado reaccionara para sacarle información, y él le daría el alias con que se había presentado a sí mismo, llevándolo a un callejón sin salida, a menos que esa persona en verdad existiera, aunque lo consideraba poco probable. La situación seguía bien aun con el pequeño desliz.
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Irene Adler ya le esperaba en la cafetería, un poco irritada por la espera, pero aunque le importaba siempre llegar temprano, esta vez no pudo separarse del cuerpo de Sebastian, de ese candente cuerpo que no lo dejaba ir, en silencio se sentó en su mesa. Recibiendo una mira enfadada de su compañera como saludo, él le sonrió.
—Qué busca de mí, nuestra sexy porrista.
—Déjate de juegos, Moriarty, quiero que pares de molestar a John, nuestra asociación se ha terminado —. La inflexión y decisión en su voz hablaba de la determinación de lo antes dicho, él solo arqueó una ceja pero no pidió explicación, ya estaba todo hecho, con un seco cabeceo asintió. Parándose segundos después y regresar sobre sus pasos.
Cuando estuvo fuera del rango de vista de su antigua socia se permitió sonreír, quién dijo que todo había terminado, John Watson siempre sería su diversión, era muy entretenido molestarlo y aún más al ver las reacciones de Sherlock. Soltó una carcajada, ellos se habían convertido en su pasatiempo favorito, claro, después de Sebastian.