-Rin-senpai fue a comprar a la tienda- hablaba el chico de cabello gris –Puede esperarlo aquí hasta que llegue yo tengo que ir donde el capitán Mikoshiba- el peligris salió de la habitación –Nos vemos después- se despidió y cerró la puerta dejando solo al chico en la habitación.
El chico se sentó en la cama del pelirojo a esperar. Miraba hacia todos lados y de curioso, miró debajo de la cama encontrando una hoja de cuaderno hecha bolita -¿Basura?- la tomó y estiró -¿Una carta?- comenzó a leer…
“De: Rin Matsuoka
Para: Mi persona especial.
Aquí estoy de nuevo escribiendo palabras sin sentido. Palabras que no puedo decir, pero las pienso cada día. Ojala pudiera ser como Nagisa que siempre dice lo que piensa, pero yo no soy así. Frases como “Te quiero” o “Siempre he pensado en ti”, simplemente no puedo decirlas.
Mi fachada de chico rudo es solo para ocultar mis sentimientos. En el fondo, soy solo aquel niño solitario que extrañaba a sus amigos. Aquel niño que vive en la oscuridad y siente miedo de salir a la luz. Porque si sale, sabrás lo que siento por ti y te alejaras.
Te reirías si supieras cuantas cartas he escrito. Una vez me dijeron que si dices muchas veces algo, pierde su fuerza. Así que escribo muchas veces, para que con cada letra, este sentimiento vaya desapareciendo. Pero por lo visto, tendré que escribir durante toda mi vida.
Desde niño he soñado contigo. Cada día, a cada noche. Antes soñaba con abrazos y besos tímidos, pero ahora… Bueno, eso es porque en Australia tuve amigos gay y me explicaron como lo hacían los hombres ¡Por su culpa pienso en cosas eróticas!
Soy patético ¿Verdad? Aunque soy un hombre, deseo que me tome otro hombre. Deseo que me beses, que me toques, sentir tu lengua en cada parte sensible de mi cuerpo y que entres suavemente en mi mientras me susurras “Te quiero”… Lo más patético de todo, es tocarme pensando en eso.
Tú ya tienes a alguien, lo sé bien y lo acepto. Jamás tendré una oportunidad contigo, por eso, igual que todas las demás cartas, esta tampoco te la entregaré. Puedes decir que soy un cobarde ¡Sí, lo soy! Soy un cobarde que no quiere perderte. Estoy satisfecho siendo solo un amigo… aunque solo sea un amigo mas…
Cuando pase el tiempo y seamos adultos, tal vez me ría de todo esto. Me reiré de los latidos rápidos de mi corazón cada vez que estamos cerca. Me reiré de las llamadas tontas que hacía solo para escuchar tu voz. También me reiré de los celos que tenía cuando estabas al lado de tu persona especial… ¡Maldición! ¿Cuándo se terminará todo esto?
Quiero gritar “¡¡Mírame!! ¡¡Aquí estoy!!” Quiero preguntar “¿Por qué no puedo ser yo? Si me hubieras conocido antes que a él ¿Me amarías?” Todas estas y muchas otras cosas son las que nunca podré decir, pero las escribo y las boto como basura, después de todo, las respuestas ya las sé.
Bueno, ya son las tres de la mañana y debo obligarme a dormir. Si llegó tarde a clases y se entera el capitán, me regañará. Lo último que escribiré hoy es te quiero.
Aunque nunca lo sabrás, yo te amo…”
Cuando leyó el nombre escrito al final de la carta, se sorprendió y ruborizó. Escuchó unos pasos y después de doblar la hoja, la guardó en su bolso. El chico de cabello rojizo entró a su cuarto cargando unas bolsas –Ai me dijo que estabas aquí- el pelirojo se sentó en la silla de su escritorio y le dio una de las dos latas de café con leche que sacó de una de las bolsas –Es raro que vengas solo ¿El entrenamiento terminó temprano?-
-Sí- el chico se sentía un poco nervioso y desviaba la mirada.
-¿Pasa algo?- el pelirojo le puso la mano en la frente –Estas rojo, pero no tienes fiebre-
El chico lo miró -¿Te puedo preguntar algo?- el pelirojo asintió –Tu…- al ver tan cerca aquellos ojos carmesí, apretó los labios y volvió a hablar -… tu… ¿Cuándo iras a practicar con nosotros?-
El pelirojo suspiró y quitó la mano de su frente –No creo poder ir por ahora. Estamos en medio de los exámenes y se viene un campeonato de natación-
-Bueno yo ya me tengo que ir- el chico se levantó –Vine porque andaba cerca y quise verte- el pelirojo también se puso de pie y los dos se acercaron a la puerta –Gracias por el café. Me lo tomaré en el tren y otro día vendré con más tiempo-
-Te acompaño hasta la salida-
-No es necesario- el chico salió de la habitación –Nos vemos pronto-
-Cuídate, Nagisa- el pelirojo se despidió y el chico agitó su mano alegremente en señal de despedida.
El chico caminaba lento saliendo de los dormitorios de Samezuka –“¿Qué debo hacer?”- sacó la hoja de papel –“¿Debería entregarle la carta?”- la volvió a guardar en su bolso y suspiró –“Pero si Rin-chan se entera, me odiará”- seguía en su camino hacia la estación –“No sé qué hacer”-
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Continuara...