Nunca había celebrado mi cumpleaños.
De hecho, no sabía cómo era tener uno, antes de conocerte.
-¡Felíz cumpleaños Annie!
Gritas con alegría, el resto de mujeres te sigue, incluso la perra de Mikasa, que frunce el ceño, y bufa murmurando algo parecido a un saludo.
El pastel nisiquiera es uno, es un trozo de pan dulce, adornado con la cera de lo que parece ser una vela. No hay lujos en ésta fiesta, sólo mujeres en pijama y un par de almohadas.
Mientras nos sentamos en la cama, y el resto se va a dormir, me cuentas acerca del pueblo del que provienes, de la vegetación, del bosque, y de las vacas.
Veo tu sonrisa y me pregunto si sospechas, lo que escondo, lo que verdaderamente soy, detrás de éste mechón rubio que cubre mis verdaderas intenciones. Mi apuesta.
Todo acerca de ti es brillante y claro, admiro verdaderamente tu determinación, tus ganas de luchar. Yo no la tengo ¿lo sabías?, sólo me empuja el verdadero deseo de sobrevivir, de reencontrarme con él.
Pero no creo que sepas eso, no sabes nada.
¿Sabes lo que es que te escupan en la cara?, ser tratada como basura, exiliada. Ignorada por el resto del mundo, por ser diferente.
Padre era lo único que yo tenía, pero no éramos realmente cercanos. Nunca supe lo que era dar abrazos, o acerca de recibir cariño, quizás por eso fue que nunca extrañé ninguna muestra de afecto, que nunca añoré una caricia. Salvo la que él me dio ese día.
Nos miramos por largo rato y me pregunto qué sería de nosotras si nada de esto estuviese sucediendo. Si hubiésemos nacido en otra época, en otro mundo, lejos de los titanes y de éstos muros. ¿Qué sería de nosotras?
Te ríes de mis ocurrencias, de mi extraña elocuencia. Hoy me siento más habladora que nunca. Cumplo 16 años.
Me tomas la mano y la aprietas contra tu pecho. Eres tan frágil, tan humana. Siento el latido de tu corazón y el sonido que provoca tu sangre al correr por tus venas. ¿Seguirías sujetándome si supieras que he matado muchas mujeres como tú?. No lo creo.
Me enseñaron a odiar a los humanos y eso es lo que hice. No te engañes Mina, no mato porque debo hacerlo, mato porque quiero hacerlo, porque lo disfruto. Mi destino es ser un guerrero. Cumplir la promesa que le hice a padre.
Soy un monstruo, siempre lo he sido.
Aunque incluso un monstruo como yo, puede sentir afecto, por una mujer, por ti.
Nos besamos en silencio, y no hay testigos que puedan observar ésta escena. Sasha ronca como un caballo cerca de nosotras, Hana y Mikasa duermen como rocas. Nos tomamos de las manos y te abrazo, apretándote tan fuerte que ríes nerviosa y me dices que te hago daño.
No te vayas, quiero decirte. No te unas a la legión de reconocimiento, vamos a la policía militar, donde estaremos seguras. Voy a cuidarte.
Prometes llevarme a tu pueblo cuando todo esto acabe, conocer a tu madre y a tus hermanos pequeños. Prometes enseñarme a ordeñar una vaca y a tejer una bufanda, son tus preferidas.
Planeamos tantas cosas juntas en éste futuro incierto, en este pasado vacío, y en éste presente que cada día se parece más a una pesadilla.
Y ahora estoy aquí.
Viendo tu cadáver en el suelo. Ésta es la despedida, sin velas, sin pan dulce, sin un feliz cumpleaños. Sólo tierra y olor a muerte. Un libro para identificar a los caídos.
-Mina Carollina
Le digo a esa mujer.
No puedo tomar tu mano, porque ésta fría, no puedo ver tu rostro porque ya no está aquí.
Me has dejado sola, Mina. No celebraremos más cumpleaños.
Quiero decirte que lo siento, quiero pedirte perdón.
Reiner dice que todo esto es necesario, que no hay lugar a arrepentimientos.
Pero él no lo sabe, acerca del bosque, de las vacas, de la bufanda.
Y no dejo de preguntarme cada noche, desde tu partida, una y otra vez. ¿Qué sería de nosotras Mina? Si hubiésemos nacido en un mundo diferente. Si tú no hubieses sido tú, si yo no fuera lo que soy, una asesina.
Pero Reiner tiene razón, ya no hay lugar para arrepentimientos. Mi apuesta empieza ahora, y no supiste mi secreto, nunca podrás saber acerca de ello. ¿Son lágrimas las que corren por mi rostro?
No hay suficiente tela para secar la sangre que mancha mis manos. No hay lugar entre los humanos para una perra fría como yo.
Padre ya lo había dicho, Mina.
Él dijo que todos eran mis enemigos.