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Notas del capitulo: DISCLAIMER: Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a JK Rowling. No se ha ganado dinero ni se ha violado ningún copyright con este trabajo.

Si las palabras están en:
-cursiva- es un pensamiento.
-normal- es dialogo.
*** es separación de escenas

 

Aquella noche

Odiaba admitirlo, pero ansiaba que ese Gryffindor lo volviera asaltar por algún pasillo, que se interpusiera en su camino y luego...

Suspiró, le gustaba la torre de Astronomía, no por la misma razón que los demás hormonales alumnos, sino porque de verdad le gustaba observar las constelación, aunque las únicas que conociera por su nombre eran Lucius y Orión, se sonrojó un poco al pensar en éste último.

Si tan sólo aquella noche no hubiera sucedido, o si al menos hubiera puesto más resistencia. Pero no, sucumbió ante los placeres carnales que aquel animago le había propinado. Sabía que había sido usado, o en otro caso, castigo por una apuesta perdida, o algún reto.

Lucius le había insistido tanto en el tema, la razón más contundente para no hablar de ello es porque no significaba nada, al menos no para Black.

Se preguntaba si Lily sabría de ello, de la apuesta o reto, o lo que sea que fuese. No se atrevía a verla, de hecho la había evitado a toda costa, a ella y a él.

Temía que en cualquier momento le lanzará una broma cruel sobre su inexperiencia, o sobre su ineficiencia, no podría con ello. Odiaba admitirlo pero estaba a merced de Gryffindor, y si él le dijese que saltara en un pie sobre el calamar gigante, lo haría, con tal de guardar su secreto. La humillación sería tal que no se atrevería a volver a ver la cara de Lucius.

El resto del alumnado no le importaba, pero su amigo… no podría con su mirada. Así fuera de comprensión y mucho menos si se trataba de decepción.

Caminó por todo el castillo, subió y bajo las suficientes gradas como para ya no querer verlas jamás en su vida. Se topó varias veces con la espeluznante Sra. Norris, pero ya que siempre le daba algo de comer o le acariciaba detrás de la oreja, se había ganado su cariño. Era una gata fea, igual que su dueño, pero, ¿Quién era él para juzgarlo?

La encontró de nuevo al cruzar por un pasillo, esta vez se detuvo, se puso de cuclillas y sobó la cabeza, la gata de inmediato comenzó a ronronear.

— No sabía que una serpiente se pudiese llevar bien con un gato — Severus sintió que el alma se le fue en el instante que escucho la voz. Esa voz… que había plagado sus sueños en las últimas noches… la reconocería en lo más recóndito del abismo. — ¿Qué sucede Sev? — Dijo con ironía — ¿el gato te comió la lengua?

Severus frunció el ceño, y se levantó. Dirigió sus pasos hacía donde creía, estaban las mazmorras.
— Pero no me ignores. Eso es de tener muy malos modales. Creí que teniendo al oxigenado de la ética como amigo sabrías tan siquiera eso.

— No te metas con Lucius — Fue lo único que dijo, soltando un gruñido. Avanzó lo más rápido que pudo, pero sin llegar a correr, no le daría el gusto de pensar que le temía.

— ¿Por qué? —Cuestionó arrugando el ceño. Le molestó no obtener respuesta y en un impulso le sujetó del brazo como había hecho ya tantas veces y lo atrajo un poco hacia sí — ¿Acaso están saliendo? — Siseó, la ira nublando su mente y sus palabras cada segundo más — ¿No quieres que se entere como te abriste para mí?

En toda su vida había recibido miles de golpes, pero ninguna le dolió tanto como ese recordatorio de lo que había hecho. Regresó la mirada y se encontró unos ojos ónix cargados de dolor. La mirada le aturdió y sorprendió en partes iguales.

Aún tenía la otra mano agarrada, tiro de ella y una vez más, unió sus labios. El beso se tornó rudo y forzado, ya que Severus trató con todas sus fuerzas alejarlo. Maldijo mil y una veces cuando decidió salir esa noche.

Golpeó con la pierna cerca de los bajos del animago, y se retorció tratando de soltarse.

— No me digas que pretendes serle fiel a tu oxigenado. — Se burló. Pensó en el rubio junto al pelinegro, su pelinegro. Recordó todas las veces en que le había defendido, en las miradas furtivas, en el tiempo que llevaban juntos. En el cuarto que compartían, a solas y la rabia incremento. — ¡Quédate quieto! — Exclamó
frustrado — O le contaré todo a Malfoy — El estatismo de su cuerpo le sorprendió, Severus acababa de entrar en pánico.

— ¡No le digas nada! — No había querido que su voz sonase tan suplicante. Sólo que así había salido.

Sirius le vio a los ojos. Sabía que no tenía derecho alguno, pero eso no le evitó sentirse traicionado. Le arrastró de regreso a la sala de los menesteres, cerrando la puerta frente a los ojos negros, y éste no hizo nada por evitarlo. De pronto se vio acostado en un sillón gris, el mismo de aquella vez.

Él se acomodó sobre Severus, no tenía ganas de sexo, pero sí de marcar su territorio — ¿Por qué? — Murmuro dolido — ¿Qué tiene ese desgraciado que yo no?

Severus no comprendía a que se refería.

— ¿Cuántas veces? — Pregunto. — ¡¿Cuántas veces te has acostado con él?!

El color se expandió por su rostro, la estupefacción se vio reflejada en todo su rostro — ¿Ahhh?

— ¡Nada de ahhh! ¡Exijo saber!

— ¿Y cómo porque debería responderte? — Los ojos grises se llenaron de dolor, Severus no era estúpido, y supo que significaba eso.

Un incómodo silencio se instaló, ninguno de los dos dijo nada, ni intentó moverse.

— Ninguna vez... — Murmuró.

Sirius levantó el rostro interrogante — ¿ah?

— Que ninguna vez... me acosté con Lucius, es sólo un amigo — El ojigris parpadeó contraído, Severus podría jurar que escuchaba el cerebro del Gryffindor trabajando a todo motor.

— Ninguna... vez... — Murmuró, entendiendo el significado — ¡Ninguna vez! — Exclamó extasiado.


Sus ojos se encontraron por unos segundos, y Sirius se lanzó sobre él. Le besó el rostro y le mordió los labios.

— Severus —Murmuró.

— Yo no... Yo no te he dado... per-permiso — El reclamó fue muriendo en sus labios a medida que los de Sirius descendían por su cuello.

— Eso... no...importa... — Murmuró entre beso y beso. — ¿Lo recuerdas Severus?, esa noche, en la que fuiste mío…en la que te entregaste a mí sin reservas — Con cada palabra un beso más y una prenda menos.

El sofá se fue agrandando hasta convertirse en una cama, la misma que habían compartido la primera vez.

— ¿Lo recuerdas?, cómo mordí tu piel, cómo la bese y marqué con mis dientes, labios y lengua. De esta misma forma, acaricie tu pecho — Y como si de un embrujo se tratase Severus lo recordó, las caricias, los besos, los gemidos, todo.

Se retorció bajo las caricias del animago, sus ojos se cerraron en un intento de recuperar el control, su auto control, aquel que normalmente podía usar como una prenda pero que, últimamente, se iba al trasto cada vez que aquel chico andaba cerca.

— Acaricié tus pezones de esta forma — Su lengua se tornó al rededor — Los jale suavemente y los vi endurecerse. Justo como ahora lo hacen. — Severus gimió contra su voluntad, mordió sus labios para evitar que se le escapará algún otro gemido — Mi lengua recorrió tu pecho, lo ensalivo y luego...

— ¡Para! — Gimió — No lo digas.

— ¿Qué quieres que no diga? ¿La forma en que gritaste mi nombre? — El bóxer era la única prenda que cubría a ambos, Sirius la deslizo levemente, procurando que Severus no lo notara. Tratando de mantener su mente ocupada.

Cuando Severus lo notó, ambos estaban desnudos, restregando sus cuerpos. Sentía sus manos viajar por todo su cuerpo. No era normal sentirse así, al menos eso pensaba, se sentía arder, como si estuviera en llamas, las llamas del pecado.

Sirius se acomodó entre sus piernas y las besó, convocó el lubricante y con una sonrisa traviesa bajó hasta la pelvis — Dime Severus, ¿Aún recuerdas cómo se deslizaron mis dedos en ti? — Hundió el primer dedo en la apretada cavidad, sintiendo su deseo aumentar — ¿Cómo lentamente me fui abriendo espacio en tu interior? — La respiración se le agito a ambos — Es justo como yo lo recuerdo, una ardiente presión que me lleva a la locura —El segundo dedo entró.

— Si-Sirius — Gimió Severus con necesidad —Por-por favor. Apúrate.

— Oh Severus — Gimió Sirius sacando sus dedos. — Te amo tanto — Susurró, entró rápido, de una embestida, sin darle tiempo de responder nada.

Nada coherente salió de sus labios, su espalda se arqueó y gimió con urgencia, las embestidas llegaron rápido, la velocidad y los acertados movimientos llevaron a ambos al éxtasis. La mente se les nubló y lo único que pudieron hacer fue bailar juntos, la danza más antigua de todas. Fundiéndose en uno y explotando en el clímax.

***

— Estúpido Potter, quién se cree que es — Soltó con disgusto — Como si él pudiera hacerme reír.


Lucius estaba descansando, comió un chocolate, y se calzó. Caminó por la sala común, sin querer aceptar que pese a todo estaba nervioso.

— Pero qué te sucede rubio — Preguntó Bellatrix Black, observándole con una mirada divertida — Podría pensar que estas asustado.

— Hazme el favor de morderte la lengua y envenenarte de una buena vez.

Bellatrix se sentó en un sofá individual, justo enfrente de Lucius y le dedicó una sonrisa burlona.

— ¿Cómo está tu hermana? — Preguntó, evitando la sonrisa que la morena le dedicaba e intentando cambiar el tema.

— ¿La pequeña Cissy? — Se rió — Esta en Francia, sabes que se fue luego de que el cuarteto de idiotas le quemaran el cabello hasta dejarla como hombre.

— Ella no es pequeña, solo es un año menor que yo* — bufó —. No entiendo por qué se fue, se veía linda.

— Vaya, ¿Cómo debo tomar eso?

— Ja, ja muy chistosa — Rodó los ojos — Aún estoy muy joven para pensar en una esposa.

— Eso quiere decir que ella es una posible opción.

Lucius solo negó divertido. Era demasiado joven para pensar en eso, antes quería estabilizarse, sin depender de la fortuna Malfoy, con sus propias corporaciones y metas.

— Tú ya estás al borde de salir, ¿Te casarás?

— ¿Casarme? — Cuestionó, una mueca de asco se posó en su cara — Para mí desgracia es lo más probable. Pero tranquilo, prometo tratar de enviudar joven.

— Eres imposible Bella.

Conversaron de muchos temas, la mayoría sobre artes oscuras, había un brillo de locura, que Lucius evito notar, en los ojos marrones.

— Nos vemos pequeño rubio, descansa — Dijo. Sus pasos se dirigieron a la sección de mujeres.

— No soy pequeño — bufó, pero la mayor ya se había ido.

***

— Entonces... — Dijo Remus.

— ¿Entonces qué?

— ¿Dónde te has ido a meter estas noches?

— Agh Remus, ¿De nuevo con lo mismo?, ya te dije que en ningún lado. Simplemente he tenido insomnio y como buen amigo que soy, decidí pasear por los pasillos en vez de despertarlos.

— Ajá, seguro — Murmuró — Si no quieres decirnos sólo di "no quiero decirles" y ya está.

— Bien, no quiero decirles.

Remus abrió la boca y la volvió a cerrar, estupefacto.

— ¿Qué?, tu dijiste que les dijera eso — Respondió, agarro su libreta de notas — Mejor dime, ¿Cómo se le dice a una escoba voladora en chino?

Remus le vio interrogante.

— ¡Simekaigo memato! — Se rió con mucha fuerza — ¿Lo entendiste?, Simekaigo memato, ¡Si me caigo me mato! — Y siguió riendo.

Remus se le quedó viendo largo rato — ¿Es en serio?

Se vieron por unos breves segundos en total silencio — ¡Eres un agua-fiestas! — Soltó, agarró su libreta y salió de la habitación.

***

Cuando Severus despertó, era la media noche. Su cuerpo estaba tibio, tal vez por el calor que el cuerpo a su lado emanaba. Saboreó las palabras que dijo el animago, ¿Sería eso cierto? ¿De verdad lo amaba?, quizá sólo había sido dicho en el calor del momento.

Se acomodó a su lado sintiendo unos fuertes brazos cernirse a su alrededor. Sus ojos se fueron cerrando y una gran sonrisa adorno su rostro. Quizá fuese mentira, quizá fuese verdad, pero sin importar qué, trataría de disfrutar todo lo posible, y luego, sino funcionaba, al menos tendría el recuerdo.

Se dice que el recuerdo, es el único paraíso del que no podemos ser expulsados, pero también es el único del que no podemos escapar.

 

 

 

Notas finales: ¡Justo a tiempo!, espero que les guste el capítulo. ¡Muchas gracias a mis dos hermosas betas, Erika (Kiuk) y Melissa (zsadist shadows)!

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