- Estoy tan cansado… -susurró el castaño que atendía al nombre de Jui-. No quiero seguir trabajando… -su queja fue acompañada por un movimiento brusco: tiró los papeles que revisaba y echó su cabeza hacia delante, golpeando su frente contra el escritorio. Sus brazos ahora reposaban sobre todo el trabajo acumulado. Bostezó olvidando esos modales que su madre le inculcó, y volteó para observar esa noche que le mostraba la ventana.
>>Quiero verle –continuó hablando solo, ya había rozado ese punto de cansancio donde no le importaba parecer un loco. Además, se trataba de Asagi, su actual amante. Habían discutido levemente hace un día, dieciséis horas y cincuenta y seis minutos. Eso provocó la ley del hielo, mantenerse firme en su decisión de no hablarle e ignorarlo en la empresa, pero sabía bien que era débil. Suspiró pesadamente, tomó su teléfono sin cambiar su posición sobre el escritorio y buscó su número.
- ¿Si? –Asagi nunca dejaba escuchar más de un tono antes de atender.
- Hola –contestó con suavidad, intentando mantener la emoción de hablarle al margen.
- ¿Terminaste tu trabajo?
- No del todo –adiós plan-, pero quiero verte.
- Igual yo. Se me hizo el día más eterno.
- Y quiero tener sexo –sus instintos habían hablado por él.
“Esto es malo… Me estoy calentando de sólo escuchar su voz” pensó al darse cuenta que su mano libre ya viajaba a la entrepierna.
- ¿Y llamas para decirme eso? –el mayor rio, pero se quedó escuchando atentamente cuando un corto gemido llegó a su oído-. ¿Puedo preguntar qué estás haciendo ahora?
- …Na-nada.
- No te creo –obviamente, resultaba sospechoso que Jui haya soltado ese pequeño gemido-. ¿Acaso te estás masturbando? –inquirió, guardando la risa que luchaba por salir.
- …
- Oh, you little nasty boy –soltó una risita. Ese silencio confirmó sus sospechas-. ¿Te tocas un poco antes de hablar con tu amante?
- …comencé después de escuchar tu voz… -admitió el castaño por lo bajo. Su mano izquierda ya estaba en contacto con su miembro y lo masajeaba suavemente.
- Oh… Debes extrañar mis manos.
- Por… Por supuesto –contestó Jui entre jadeos. Su posición había cambiado. Ahora todo su peso se apoyaba en su espalda, sus piernas estaban lo más abiertas posibles y el pantalón ya era cosa del pasado. El teléfono lo tenía atrapado entre su oreja y su hombro, necesitaba usar ambas manos.
- Entonces también debes extrañar que entre y salga de ti. ¿Estás poniendo algo allí abajo? –entendía qué hacía, le estaba dando material a su novio para que se masturbase. No le molestaba la situación. En cambio, le gustaba imaginarse a Jui en ese mismo instante.
- Espera… -el castaño lamió dos de sus dedos y procedió a meterlos en su entrada- ¡Ahh!
- Demonios… -masculló el mayor al darse cuenta que debía ser él quien le sacara esos gemidos a Jui. Tomó las llaves de su auto, y salió como alma que lleva el diablo. Debía llegar al menor, y pronto. Esos gemidos lo estaban volviendo loco.
- Mhm, quiero correrme… -esos dos dedos no eran suficientes, así que agregó otro y el placer aumentó nuevamente. Aumentó la velocidad de su mano izquierda, esa que aún trabajaba en su miembro.
- Espera por mí. Voy para allá –Asagi ya se encontraba en su auto, manejando con habilidad para llegar rápido.
Cuando su cerebro analizó las palabras de Asagi, sus manos ya estaban llenas de su propio semen.
- No pude esperar, pero quiero más –comentó Jui, con su voz más erótica, justo antes de cortar la llamada.
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