Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vivir de locura por AndromedaShunL

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

Quería escribir algo, y esto surgió, después de tanto tiempo sin publicar nada.

Disfruten :3

Es cada vez que te veo sonreír que se me parte el alma en mil pedazos, ya que sé que al curvar tus labios no lo haces por mí. Es esa sensación de impotencia cada vez que clavo mi mirada en tus ojos, preguntándome una y otra vez por qué no quisiste estar conmigo. Soy un ser frío, sí, pero pudiste haberme cedido una pequeña posibilidad para hacerte feliz. Aún así, te alejaste de mí, temeroso, pensando que te haría daño clavándote miles de cristales helados en tu corazón. Y puede que tuvieras razón, si constantemente esos fragmentos me los clavo a mí mismo como agujas por todo mi cuerpo, causándome dolor, acercándome poco a poco al final del camino. Muriendo de pena por ti.
    

    Solía esperarte en el salón todas las mañanas para darte los buenos días, pero esa costumbre se fue desvaneciendo al mismo ritmo al que tú dejabas de contestarme. Y nunca supe qué estaba haciendo mal para que me tratases así, y tampoco sabía la manera de averiguarlo. Fue como si un montón de hormigas subiesen lentas pero mortales desde mis pies a mi cabeza, devorando todo resto de felicidad que quedaba en mi cuerpo sin más fin que alimentarse. Sin importarles la piel que estaban mordiendo.
    

    También solía cogerte la mano para ir a dar un paseo contigo por la ciudad, aunque tú la apartabas a tiempo para no sentir el roce de nuestros dedos. Y me dolía como si me hubiesen tirado toneladas de tierra sobre la cabeza, sepultando todas mis intenciones bajo una lápida fría y muerta. Aún así, muchas de esas veces aceptabas, pero mantenías las distancias, alejado de mí, como si me fuese a lanzar a tu cuello en cualquier momento. Como si quisiese arrebatarte toda la inocencia que alberga tu corazón. Y puede que también fuese cierto...
    

    Pero lo que más me dolía era la forma en la que me mirabas. No eran tus ojos amables de siempre, ni tu vista solemne y tranquila. Era la mirada del miedo, del pánico, del terror. Era una mirada nerviosa, complementada con el movimiento de tus manos en torno a tus piernas. Sabías que estaba loco por ti y eso te ponía nervioso. Pero nunca debiste asustarte, yo te quería, y te quiero, y aún hoy haría todo lo que fuera para tenerte entre mis brazos, para acariciarte la mejilla, para enrededar mis dedos por tu cabello. Para sentir tu respiración sobre mi cuello y besar tus labios hasta el fin de los tiempos. Dejarte sin aliento, sin respiración, hacerte olvidar todas las penas y calvarios que puedan rondar por tu mente.
    

    Dirigir tu vida con mis besos sería lo más bello de seguir vivo.
    

    Y me sigo preguntando por qué te alejaste de mí cuando yo te lo iba a dar todo. ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

 

—¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ NO ME DEJASTE ESTAR A TU LADO?! —Gritó y golpeó la pared con fuerza y se miró al espejo.    

    Su mano estaba amoratada e hinchada de dar puñetazos contra las paredes y la mesa. No podía soportar el dolor de su corazón, y hacía mucho tiempo que había descuidado su melena rubia, que lucía ahora como un enmarañado revoltijo de cabellos polvorientos. También sus ojos azules habían sufrido, pues ya no poseían aquel brillo que tanto le había caracterizado. Ni él mismo se reconocía apenas cuando miraba su reflejo en los cristales.

—Por qué... por qué... por qué... —se dejó caer de rodillas al suelo, ocultando el rostro tras el pelo y llevándose las manos a los ojos—. ¿Por qué no querías estar conmigo?, ¿por qué huías de mí?, ¿por qué te daba miedo hablarme?, ¿por qué no te atrevías a mirarme a los ojos?, ¿por qué no contestas mis llamadas? ¿Por qué? ¡¿Por qué?! —Se levantó con torpeza y tambaleándose se apoyó en su mesita de noche, mirándose al espejo.
    

    Su aspecto era horrible y demacrado, con unas ojeras grandes y los ojos rojos de tanto llorar. Además, tenía todos los brazos cubiertos de cicatrices, algunas de hacía meses, otras de hacía días, y otras que aún no se habían cerrado.
    

    Se asustó al verse así y dio un respingo. Suspiró varias veces y cerró los ojos, pero la ira le invadió y alzando el puño izquierdo golpeó el espejo con todas sus fuerzas, rompiéndolo en cientos de pedazos que fueron a clavarse en el suelo y en su propio cuerpo. Pero él ni siquiera se inmutó.
    

    Caminó de nuevo manteniendo el equilibrio sobre sus piernas hasta la cama, y se echó sobre ella, deshecha desde hacía mucho tiempo. Dio varias vueltas sobre el colchón y de súbito abrió un cajón y sacó un teléfono móvil de él. Lo encendió y abrió el historial de llamdas. Todas ellas tenían como único destinatario a Shun, quien no le había atendido ninguna. Pero no le importaba. Quería escuchar su voz otra vez, como antaño, aunque fuera a través de un teléfono. Aunque supiera perfectamente que hacía años que Shun ya no usaba ese número. Aunque supiera perfectamente que Shun se había alejado de él porque se había vuelto loco. Lo sabía perfectamente, pero no quería admitirlo. La mayor parte del tiempo se la pasaba esperando una llamada de su amado, un mensaje, lo que fuera, pensando que él no se había olvidado de su existencia, pensando que le quería y que estaría cruzando la calle para ir a hacerle una visita a su casa. Pero lo cierto era que todos le habían dejado solo cuando se volvió así. Cuando empezó a beber sin control e incluso a cortarse para calmar su dolor.
    

    Habían querido ayudarle. Le habían tendido la mano, pero nada pudieron hacer más que confiarle a gente experimentada. Pero también hacía mucho tiempo que había huído de aquella gente extraña que decían ser sus amigos y querer ayudarle con su problema.

—Por favor, cariño, atiende la llamada, que quiero oír tu voz otra vez —y marcó su número de nuevo.
    

    Y esperó, y esperó, pero nadie contestó al otro lado. Entonces, volvió a llamar, y se encontró con el mismo silencio que le venía acompañando por tanto tiempo. Pero él siguió llamando, y siguió golpeando la almohada, y siguió pataleando el suelo. Incluso cogió de nuevo la ensangrentada cuchilla con la que se abrió otra brecha en el cuerpo.

—Solo una más, lo juro. Solo esta y seré feliz —sonrió con cientos de lágrimas cayéndole por las mejillas, abriéndose dos, y tres, y cuatro más, rotando de brazo a brazo, hasta que se cansó.

    

 

    Y uno de esos días se cansó de la vida, del dolor, del sufrimiento. Se cansó de estar loco. Se cansó de hacer locuras que ya le parecían tan normales como rutinarias. Se cansó de escucharse a sí mismo y de pensar siempre en la persona que él creía que le había abandonado.
    

    Era incapaz de recordar cómo Shun había intentado ayudarle por todos los medios, porque él le quería, le quería muchísimo, pero le daba miedo verle así. Por eso se había alejado, porque Hyoga se había obsesionado con él. No le dejaba respirar, no le dejaba de llamar, no le dejaba estar a solas consigo mismo. Estaba pendiente de él a todas horas y no dejaba de preguntarle qué tal, aún cuando sólo habían pasado diez minutos de la última vez. Y ya vio el peligro cuando empezó a escuchar por las noches cómo Hyoga golpeaba cosas dentro de su habitación, pero nunca se atrevió a preguntarle por ello.
    

    Comenzó a volverse violento, a salir de casa y no volver hasta dentro de días con un aspecto irreconocible. Y todos le aconsejaron irse. Irse lejos de él, por su seguridad, y llevarle a algún lugar donde pudieran curarle. Shun se resistió al principio, pues su corazón estaba más preocupado por Hyoga que por su propia vida, pero le obligaron a ello, y no pudo hacer nada para evitarlo. Y desde entonces, no supo nada más del rubio del que tan enamorado había estado y al que tanto miedo había tenido.
    

    Pero esto Hyoga no lo recordaba, o no quería recordarlo. Puede hasta que lo negase en voz alta, haciéndose creer así mismo que el malo no era él, que no era su culpa, que él era el único que había sufrido y que el resto del mundo le había abandonado.
    

    Y se cansó de pensar eso. Y sus manos le llevaron a provocarse la herida más mortal, pero no la más profunda de todas.

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Muchas gracias por leer :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).