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Gigolo por Thai Maqui

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Masami Kurumada and Toei Animation All rights reserved.

Notas del capitulo:

Hace mucho no pasaba por aquí. Por falta de internet, mal de salud, la tarjeta de mi Pc se quemó y un montón de cosas... Espero Dios mediante, poder actualizar seguido.


En cuanto al fic que tengo pendiente, lo subiré en un par de días.

- ¿Que dijiste Siegfried?


Seiya dejó caer el tenedor por la impresión. El sonido del metal chocando contra la porcelana y el lio de tallarines desparramados sobre la mesa llamó la atención de varios comensales. Había escuchado bien lo que acababa de decir su, su, su…


Ex.


- Esto no funciona – declaró el guapo hombre.


Ciertamente no lo parecía esa mañana cuando ambos se levantaron de la misma cama, compartieron una larga y placentera ducha, bebieron café y se dieron de comer fruta picada en la boca. Para retamar vinieron al trabajo en un solo auto.


Seiya maldijo, ahora debía tomar el autobús para volver a casa.


-- Concéntrate – se reprendió mentalmente, ese era el menor de sus problemas.


- ¿Estás bromeando? – buscó en esos ojos celestes que tanto le gustaban. Nada, ni una pizca de gracia.


- Terminamos.


- Porque – agradeció que su voz sonara tranquila a pesar del temblor en sus piernas - ¿cuál es el motivo? 


- Eres demasiado frígido – Siegfried quería dañarlo en serio.


- Es que duele… tu solo la metes y… --aquel pensamiento quedó atrapado en sus labios.


– Entonces… como puedes fingir una erección – contraatacó rencoroso.


—Eres malísimo en la cama – su voz no perdió su habitual elegancia aunque gritó y resonó por todo el local – nunca dije, que no me excitaras.


Bueno eso no resultó nada bien. Las secretarias de contabilidad, las arpías más chismosas y malintencionadas habían escuchado cada sílaba. Seiya observó en cámara lenta que agarraban sus celulares o como él les decía cariñosamente, sus armas de destrucción masiva y empezaban a teclear desesperadas. Hasta que oyó el temido click de enviar.


Era oficial, para ese momento toda la empresa lo sabía.


Había sido votado por ser un inepto sexual.


- Llevamos dos años juntos – a pesar de la horrible situación trató de arreglarlo. Realmente adoraba a su novio. Sí, podían tacharlo de masoquista y estúpido.


- Pensé que mejorarías – sonó resignado. – Me encantas, amo pasar el tiempo juntos, pero tienes un grave problema. – Seiya se sintió fatal cuando la dura voz lo acusó directamente.


-- Hay personas que por mucho que practiquen están negadas para… eso.


Eso,  igual a sexo. Todos los presentes en el cafetín, que para ese instante no perdían detalle, lo habían comprendido.


-- Tengo mis necesidades, espero que entiendas – el mayor sonrió  -- es mejor que engañarte cariño.


-- Claro – expresó con ironía. Ser humillado públicamente era mejor.


-- Me alegra no haberme mudado contigo. – Ahora, para que Seiya lo creyera solo debía desembalar las cajas que estaban apiladas en su habitación, cancelar el servicio de mudanza y reacomodar todo como antes. No entendía, si Siegfried pensaba terminar con él porque le propuso una semana antes vivir juntos.


Acaso se trataba del retorcido juego de quién hace sufrir al bobo de Seiya o búrlense del patético perdedor. No importaba, dolía como miles de agujas clavándose en su pecho. Quería llorar pero no le daría la satisfacción de verlo derrotado.


- Adiós – antes de levantarse Seiya agarró su plato y con malsana satisfacción embarró el resto de su comida. En la carísima camisa de seda de su Ex.


Para rematar, le tiró el pudín de chocolate en la cabeza.


Quizás no era una venganza pero al menos le sacó una sonrisa.


 


1. Eventos desafortunados


 


Para las nueve de la noche, hora que estaba subiéndose a un abarrotado autobús, su casilla de mensajes estaba llena. Seiya no necesitaba leerlos para saber que todos le ofrecían sus amables condolencias. Había perdido la cuenta de las palmaditas en la espalda y los “lo siento” por la peor ruptura de la historia.


También se hartó que le miraran el trasero y la entrepierna como si fuese un fenómeno.


Hasta su jefa Hilda de Polaris, alias la bruja frígida y su peor pesadilla le tiempo libre. No sin antes exprimirlo con varias horas extras. Ahora, con la llegada del fin de semana tenía cuatro días para revolcarse en la autocompasión, comiendo toneladas de chucherías y llorando. Lástima que Shun estuviese de viaje, seguro le hubiera subido el ánimo contándole cien maneras distintas de castrar a Siegfried. 


Sonrió ante la idea.


— ¡Estoy en casa! – gritó al salón vacío.


Seiya se apresuró hacia la cocina. Con cuidado sacó los potes de helado y abrió el refrigerador. No había comida, apenas un envase que olía sospechosamente raro, una bolsa con pan mohoso y un cartón de leche con fecha vencida.


-- Que asco – su nariz se frunció, antes de buscar algo para limpiar.


— ¿Donde está el desinfectante? — Ni el mismo lo sabía, con tanto desorden y cajas desperdigadas. Pasaba tanto tiempo en casa de Siegfried que se sentía un poco extraño volver allí.


A un departamento vacío, solitario y sombrío. Igual que sus sentimientos.


Seiya observó los puños de su camisa llenos de suciedad. Se apresuró a poner los potes en el congelador, no sin antes agarrar uno, y junto con una lata de crema batida se dirigió a tomar un necesitado baño.


-- Ni que fuera guapo – gruñó como perro rabioso viendo el patito de hule flotar.


– Tiene un horrible peinado, con esos rizos tan odiosos y sus ojos están muy separados – Seiya se quejaba, con sus manos haciendo formas divertidas con la espuma sobre su cabeza. – La nariz enorme. Sus ojos azules tan claros… que feo color. —Bufó haciendo burbujitas bajo el agua.


— Y ese acento extranjero es… es… — Seiya salió de la tina, pataleando y haciendo berrinche. Mejor muerto antes que admitirlo. Se colocó rápido el albornoz y prefirió saquear el freezer.


– Adefás es un gonfo idiofa — balbuceó con la boca llena de chocolate.


— Creyéndose don perfecto, siempre tan atento conmigo, llevándome el desayuno a la cama y escuchándome aunque nunca paro de hablar y digo muchas tonterías.


— Dios… a quien trato de engañar Siegfried es… — murmuró tirándose en el sofá. — lo mejor que me paso en la vida.


Tres horas después y con tanta azúcar en sus venas como para tumbar a un elefante, Seiya estaba acurrucado bajo una mullida manta con estampado de ponis, rodeado de pañuelos desechables y usaba un envase de helado a manera de sombrero.


-- Pobre Rosalinda Rosario de los Rosales – lloró a moco tendido tirando grageas de colores al televisor. – Como pudo dejarte, es un maldito infeliz.


-- No importa lo guapo, rico y sexy que seas.


-- ¡Te odio Fernandito Pascuato Lascurain de las Casas! – berreó comiéndose la última oreo.


– ¡Te odio por romperme el corazón! – Seiya gritó, dejando salir finalmente su dolor. -- ¡Te odio Siegfried porque me dejaste!


-- Por que lo hiciste – entre gotas saladas que empañaban sus ojos se quedó dormido.


 


***


 


—Abra la maldita puerta o lo denunciaré por ser cómplice de asesinato.


Es voz la conocía, pero su cabeza dolía tanto que no lograba recordar. Sus ojos parpadearon a duras penas, usó sus manos para tratar de ubicarse, dándose con la sorpresa que estaba tirado en el suelo.


—Señorita cálmese.


Ese definitivamente era su casero, como olvidarlo si siempre le gritaba por ser demasiado ruidoso. Ruidoso él que trataba de romperle los tímpanos.


—Pudo haberse suicidado ahogándose en la bañera, colgándose del techo o cortándose las venas. Usted no vio lo destrozado que estaba.


Claro… se trataba de Shaina, su mejor amiga y recepcionista en Graude. Eso le envió un escalofrío que erizó todo los vellos de su cuerpo. Que hacía su amiga a estas horas en su casa, no debería estar trabajando. Cuando Seiya logró enfocar la vista en el reloj se dio cuenta que eran las nueve de la noche.


—Pero aunque sea el dueño no puedo irrumpir en…


—Sabe lo que es una emergencia. Su novio lo acaba de botar, lo pateó frente a un montón de gente. Imagínese tremendo papelón y sabe que es lo peor.


— ¿No? pero cuénteme.


Ese viejo chismoso, nunca más se ofrecería a pasear a su chihuahua.


—Fue porque…


Eso último terminó por hacerlo reaccionar, corrió hacia la puerta y giró la manija como si su vida dependiera de ello. Y en parte así era.


—Shaina ¿qué haces aquí? — Gruñó lanzándole una mirada asesina. — Gracias Watanabe san por su preocupación — jaló a la mujer y le cerró la puerta en las narices. Estaba seguro que tendría que pagar por su atrevimiento, con el carácter que se cargaba el viejo gruñón, luego se las arreglaría.


- Sei porqué apagaste el teléfono – le recriminó con ese acento chillón que usaba cuando estaba nerviosa. – Me tenías muy preocupada.


-- Si ya me di cuenta – le reprochó enojado — ventilando mi horrenda vida sentimental.


-- Que querías que hiciera necesitaba una excusa. Te llamé todo el día, creí que cometiste una locura.


- No quería escuchar más tonterías – estaba harto de lo mismo.


— Esto es difícil de decir… — Seiya solo la observó por largos minutos, cuando agarró una bolsa y empezó a recoger todo el tiradero sabía que era malo. Muy malo. Ella jamás limpiaba.


- La verdadera razón por la que el infeliz de Siegfried te dejó es, es… - Shaina tomó un largo suspiro y reveló.


-- Es… es…


--¡Ya suéltalo antes que te pongas azul!


 — ¡Va a casarse con Hilda de Polaris dentro de dos meses!


- ¿Qué dijiste? — todo el aire había abandonado sus pulmones.


- Han corrido más rumores – ahora sonaba verdaderamente alterada. 


- Que fuiste el juguete de para pasar el rato, y nunca fue serio, solo quería satisfacer su curiosidad con el primer ofrecido que encontró – Seiya apretó los puños, prácticamente lo tildaba de puto.


— Por supuesto con el consentimiento de la muy virtuosa novia. — Shaina tenía la cara roja de ira.


— También que te metiste en su relación, pues llevan años juntos y luego de hablarlo mucho se reconciliaron.


— Que Siegfried era gay pero eres tan mal amante que se volvió hetero.


Chisme tras chisme, cada uno era más ridículo que el anterior. Lo único en común es que Seiya salía perjudicado. No soportó más, corrió hasta el baño antes que las arcadas fueran demasiadas para soportarlas.


- Mierda… – murmuró mientras empapaba su rostro. Agarró la toalla que colgaba de la percha y la envolvió en una gran bola.


Entonces Seiya gritó, amortiguando el sonido. Gritó y gritó, exteriorizando todo su dolor, angustia e impotencia. Tan fuerte que sintió su garganta desgarrándose.


Quince minutos después con el rostro pálido y demacrado, apoyó su brazo en el lavado. Abrió el grifo y dejó que el agua corriera.


- ¿Estás mejor cariño? – el castaño asintió, le dolía hablar. - Mentas – ofreció Shaina viéndolo más repuesto.


- ¿Ahora qué haré? – Preguntó sin fuerzas, como el asunto se había complicado y torcido de ese modo. Seiya era una buena persona porque… le pasaban cosas malas.


— Qué bueno que preguntaste – Oh… no, esa sonrisa diabólica no le gustaba nada. Shaina tenía un plan. La última vez terminó en la comisaria. Así de malos eran.


—No dejaré que esa la maldita bruja haga de tu vida un infierno.


— Entonces… ya me conseguiste un nuevo empleo.


— No tontito — negó divertida — te conseguí una cita con el hombre de tus sueños.


— ¿Qué hiciste? — Chilló alarmado.


— Ya me hice cargo de todo, por cierto no uses tu tarjeta de crédito tendrá un déficit por un par de meses… quizás un año.


— ¿Qué hiciste? — volvió a chillar.


Shaina fue directamente a la cafetera, sacó de su cartera una bolsa con granos recién molidos y dulces muffins calientes. El delicioso olor le provocó a Seiya beber una gran taza.


-- Sanctuary, donde tus fantasías se hacen realidad – leyó aún sin comprender.


— Es una agencia de escorts — dijo muy tranquila. —Tan buenos que se te cae la baba.


— ¿Y tu como sabes? – recriminó viendo directamente su aro de matrimonio.


-- Los contraté para mi despedida de soltera -- confesó – y conste que fue la única vez.


-- Si tu lo dices, debe ser cierto –Seiya fingió una mirada sospechosa -- pobre Argol. Siento tanta pena, cuidando de la pequeña Nana y limpiando la casa mientras sales de fiesta.


— Amo demasiado a mi esposo para engañarlo… aunque con esos bombones — Ambos rieron por la ocurrencia, haciendo que el ambiente se relajara.


-- Ahora hablemos de negocios – se puso seria — lo que necesitas es un novio de repuesto.


— ¿De repuesto?


— Dentro de un mes se realiza la fiesta de compromiso de la víbora y el maldito, seguro serás el invitado de honor. — Le soltó una nueva bomba.


-- Auch. — Seiya no puedo evitar derramar el café y quemarse, por el tremendo shock.


— También está la fiesta por la nueva fusión con esa compañía alemana y el aniversario de diamante de la Corporación Graude a la que todos los empleados están obligados a asistir.


—Y para cerrar con broche de oro la dichosa boda. Son cuatro eventos del infierno a los que tienes que sobrevivir.


– Aún así no tiene sentido lo que dices.


— No sé qué opines tú cariño, pero sería muy excitante ver la cara de ese infeliz, cuando se dé cuenta que lo has superado, olvidado y enterrado, entrando del brazo de un tremendo adonis que se desviva por ti. —Shaina le guiñó coqueta y una pequeña sonrisa empezó a florecer en los labios de Seiya.


— Destrúyelo por completo, no huyas, enfréntalo y vencerás — algo en sus palabras le dio esperanzas.


— No sé… — aunque dudaba. — Me harán un montón de preguntas sobre mi nuevo novio. Cómo lo conocí, sus gustos, familia o amigos y si meto la pata por decir algo indebido. Estaré paranoico todo el tiempo. Y qué pasa si se enteran que pagué por un acompañante.


— Sabes que me pongo muy nervioso, si algo sale mal…


— Seiya… - Shaina lo vio con detenimiento. A sus veintiún años todavía era un chiquillo inocente e inseguro.


- Como siempre me equivocaré y seguro que en un par de días descubren toda la farsa.


- Es todo lo que te preocupa. – Sonrió para animarlo - puedes preguntarle cualquier cosa.


- ¿Hacer preguntas personales? – Seiya no debía quitarse de la cabeza que se trataba de una fría transacción. Mientras más se involucrara más se encariñaría. Bufó contrariado, ni siquiera conocía al hombre y ya usaba la palabra cariño.


- En lugar de ponerte pesimista antes de tiempo – Shaina sacó de su bolsillo una tarjeta  y la colocó en la mesa. — Disfruta tu noviazgo, vive el momento. Sin dudas o restricciones.


- Tiene razón – pensándolo bien podía sacar el mayor provecho a esa experiencia. Sonrió dispuesto y animado.


- Sabía qué harías lo correcto – asintió muy feliz - ¿No es emocionante?


- Shaina no crees que lo disfrutas demasiado – a leguas se notaba lo divertida que estaba con su desgracia, solo le faltaba carcajearse en su cara.


- Como crees – mintió descaradamente.


- Mañana a las siete tienes una reserva en Secret Garden – Ofiuco casi babeaba. — Estoy seguro que lo amarás. Shion san, el dueño, me prometió al mejor, ese bombón te enseñara todo.


— ¿Conoces al dueño?


— Bueno, también los contraté para el cumpleaños de Marin y June — dijo sin importancia — ellas son solteras y tiene todo el derecho a divertirse.


— Espera… — reaccionó — que quieres decir con todo.


— Toditito Sei — ese era un sonrojo en la cara de su amiga. — No es que crea en las palabras de ese idiota — negó fervientemente — pero siempre se pueden aprender cositas nuevas.


— Co… co… sitas nuevas — Seiya solo escondió su rostro entre sus manos, nunca se sintió tan avergonzado.


— Mantenme informada y no olvides de contarme los jugosos detalles.


Jugosos detalles — el castaño se imaginaba mil y un escenarios. Cada uno más tórrido que el anterior.


Antes de poder arrepentirse o reclamar escuchó la puerta cerrarse. Soltó un largo suspiro, era demasiado tarde para cancelar la cita. Con el nerviosismo a flor de piel decidió continuar con aquella locura.


Después de todo no perdía nada con intentarlo.


 


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