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Supernova por RyuuMatsumoto

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Notas del fanfic:

No esperen gran cosa, es lo más simple de la vida.

Pero hoy es el cumpleaños de Hiroto y quería escribir algo. c:

«Tal vez lo que me hace grande es tenerte delante otra vez.»

 

 

 

 

¿El mejor método para aburrirse? Aceptar una invitación a las reuniones de Sugizo.

Esa fue la conclusión a la que llegó luego de su primera asistencia: en su imaginación, aquello había sido mil veces mejor. Cuando recibió la invitación directa de Sugizo, casi cayó de la silla e incluso Mogu tuvo que soportar los bailes y saltos que su entusiasmado dueño dio por todas las habitaciones de su departamento. Mogu… ¡cómo extrañó la atención de su mascota durante las primeras dos horas de la fiesta!

Hiroto no era antisocial. Era tímido a veces, pero tenía una facilidad increíble para entablar conversaciones. Sus compañeros solían catalogarlo como el miembro más popular de Alice Nine, pues en palabras de Shinji Amano, «desde los entrevistadores hasta el staff de la compañía, todos aman a Hiroto»*. Él solía negarlo siempre que tenía oportunidad: no se consideraba para nada popular en ese sentido. Más bien, siempre procuraba ser amable con las personas que le rodeaban. Incluso si dichas personas le asediaban con desaires y miradas despectivas.

Se resignó con rapidez, sin embargo: estaba rodeado de grandes figuras de la música, sujetos que habían tenido una increíble formación artística y llevaban casi veinte años en el medio. Todos mayores de treinta años y él, que recién llegaba a los veintiocho, aparentaba incluso menos por ese rostro que evidenciaba una edad estacionaria de la pubertad. ¿Qué había de divertido en beber y mirar beber a una docena de vejetes que le hacían el vacío con tanta naturalidad? Absolutamente nada. El tedio era tanto que, movido por la ociosidad, se dio incluso el lujo de fumar un cigarrillo tras otro cuando se suponía que hacía un par de años que se consideraba desintoxicado de nicotina.

Pese a la decepción de la primera vez, continuó asistiendo cada vez que le invitaban y no tenía excusa para faltar. En parte porque consideraba una grosería rechazar una invitación de alguien de la talla de Sugizo, en parte porque no iba a permitir que los desdenes de esos vejestorios lograran apocarlo. El plan era simple: quedarse en su extremo de la mesa, escuchar con atención las conversaciones de los «expertos», reír o sonreír ante cualquier intento de broma, aparecer en un par de fotografías, twittear las generalidades respectivas y no volverles a ver las caras hasta la reunión siguiente.

O al menos era el plan original.

 

 

 

—Hiroto, ¿verdad?

Hiroto levantó la vista de plato de chirashizushi que atacaba con lentitud. Esperó el siguiente comentario, que pensaba sería del tipo «¿Es la primera vez que vienes?» cuando en realidad era un invitado de planta. Kaoru Niikura tenía una voz que no pegaba para nada con su apariencia severa: un tono lento y grave que más bien denotaba cierto grado de pereza. Hiroto asintió y luego saludó con una educada inclinación: protocolo obligado para alguien que al parecer era el menor y menos experimentado de los invitados.

—Tenemos planeado quedarnos hasta el amanecer. Te aviso para que no te marches tan temprano, como sueles hacer.

Ogata se quedó de piedra, pero no por el tono severo en la voz del otro guitarrista, sino porque era el primero en notar su ausencia, mucho más que su presencia.

No fue la única vez que Niikura le dirigió la palabra. De hecho, durante el resto de la noche el hombre buscó cualquier oportunidad por integrarlo a las charlas, sobre todo cuando se trataba de opinar, pues en sus palabras, los veteranos como él debían tomar en serio a la voz de las nuevas generaciones. Su influencia fue decisiva, pero en lugar de agradecimiento, lo único que Hiroto experimentó fue una creciente incomodidad. Era demasiado orgulloso como para permitirse estar a la sombra de alguien más. Y espontáneo (o impulsivo) como era, no perdió la oportunidad de hacérselo saber.

—¿Sabe? No necesito su compasión, Niikura. Soy perfectamente capaz de hacerme oír sin necesidad de que me presente. La cuestión es que no me interesa: sólo vengo aquí porque le tengo estima a Sugizo y no me atrevo a rechazar sus invitaciones. Pero no necesito sus favores, ni los de usted, ni los de nadie. Mucho menos su lástima. Mi banda y yo hemos sabido mantenernos casi diez años en el medio, porque somos talentosos, sabemos lo que hacemos y seguiremos haciendo música así le guste al resto de los viejos o no. Nos gusta experimentar, y nos ha salido bien. Sabemos lo que hacemos y no necesitamos los consejos ni la promoción de nadie: para eso ya tenemos una productora. Así que muchas gracias por su buena voluntad, pero no gracias.

Niikura permaneció en silencio tras escucharlo con atención. La elevación de sus cejas demostró que el vómito verbal de Ogata lo había impresionado de momento.

—Estoy admirado. Todo eso está muy bien. O lo hubiera estado si lo mío fuera lástima, pero no. —Niikura arrojó el filtro de su cigarrillo en el cesto de basura—. Lo que hago es porque de verdad me interesas.

Y lo dejó ahí, en el balcón para fumadores del exclusivo restaurante, sintiéndose la persona más idiota sobre la faz de la tierra.

 

 

 

 

La resaca física le duró todo el día siguiente, pero la resaca moral al menos una semana. Todavía seguía sin explicarse cómo diablos había sido capaz de soltarle tanta estupidez a una de las personas que más admiraba en el plano musical. Como no quería contarle a nadie sobre el incidente, pensó que la única manera de disculparse era contactar a Niikura mediante alguna red social que compartieran.

«No voy a aceptar tus disculpas por escrito.» Hiroto notó el mismo tono severo de antes impreso en cada uno de los caracteres. «Acepta tu responsabilidad como el hombre que eres. O que dices ser.»

Se citaron entonces en un restaurante poco concurrido de Shibuya. Naturalmente Hiroto no se disculpó, no solamente porque la respuesta de Niikura le había dado en el orgullo, sino también porque el hombre no parecía tener interés alguno en escuchar excusas. Hablaron larga y tendidamente. Para su sorpresa, Niikura sabía más sobre Alice Nine de lo que Hiroto hubiese llegado a suponer. Parecía impresionado y hasta satisfecho de que pronto llegaría su décimo aniversario.

Sólo hasta el final de la comida, Niikura le recordó que no se había excusado. Y fueron esas disculpas aplazadas la excusa perfecta para hacer de esa la primera reunión privada de una serie indefinida.

 

 

 

 

 

«Porque eres terco. Pensé que no pasarías de la primera reunión, pero luego estabas ahí, de nuevo. Las bandas de tu tipo no suelen pasar de los primeros cinco años. Se disuelven enseguida. Por eso no importa qué tantas bandas iguales existan: de todos modos nunca duran. Y entonces ibas tú, un niño con una banda de juguete, haciéndole el vacío a los adultos. La música que haces no es mi tipo, pero hay canciones que me agradan. Te vi en varias interpretaciones: eres bueno para ser tan joven. ¿La verdad? queríamos ver hasta dónde aguantabas, por eso Sugizo y yo acordamos en seguir invitándote. Además eres amable: quizás muchos de nosotros podríamos aprender de ello.»

No fue la mejor respuesta, pero asumió que él tenía la culpa por preguntar. Niikura pecaba de honesto, de tal modo que desde que comenzaron a dormir juntos, le advirtió que era casado. De todos modos, Hiroto no tenía pensado enamorarse. Aunque debía admitir que él le gustaba. Mucho. Más de lo que siempre se negaba a aceptar.

«Eres fácil de notar. Incluso a la distancia.»

Hiroto se giró en la cama para dejar de darle la espalda. Kaoru estaba sentado en la orilla del colchón, buscando un cigarrillo en la mesita de noche. Las manos tatuadas del guitarrista buscaron el mechero en la superficie del mueble hasta que la tenue flama apareció frente a sus ojos, al tiempo que descubrió un familiar peso sobre su espalda y el fantasma de un beso se perdió en la superficie de su hombro derecho.

Hiroto no tenía planeado enamorarse, pero se encontraba cada vez más cerca de ello. La colisión de fuerzas que experimentaba en su cabeza cada vez que Kaoru lo besaba se acrecentaba hasta convertirse en una verdadera supernova que desembocaba en un destello luminoso y un viaje interestelar sin retorno. ¿Por qué Niikura le atraía tanto? Era la cuestión universal. De vez en cuando, en soledad, hacía una recapitulación de todas las cualidades y defectos de aquél sujeto: ¿era acaso su talento, determinación, empeño, madurez, experiencia? No, desde luego: rara vez charlaban sobre trabajo y Hiroto preferiría comerse a Mogu antes que pedirle consejos sobre cómo hacer música. ¿Su soltería? Descartado por default. ¿Sus tatuajes? No eran únicos en el mundo. ¿Su físico? Era atractivo, sin duda, pero mostraba los inevitables signos de la edad. ¿Su romanticismo? Era ridículo sólo de pensarlo. ¿Su iniciativa a comprometerse? Para nada: Ogata estaba seguro que podía botarlo en cualquier momento (y desde luego, lo haría en cuanto se aburriera).

Kaoru Niikura tenía algo, algo que lo hacía grande. Aunque no terminaba de entender qué, cómo ni por qué.   

 

 

 

Lo entendió el mismo día en que Niikura le dijo que no volvería a buscarlo.

Él amaba a su esposa, a su manera, pero la amaba. Y repartir el tiempo entre ella y su propia banda le absorbería todo el tiempo de ahora en adelante (sobre todo porque según le había contado, atravesaba por una crisis matrimonial). Hiroto se dio cuenta entonces que él, un niño entre los grandes, el mismo que se sentía ignorado en las fiestas de Sugizo, era capaz de convertirse en algo tan importante para Kaoru Niikura como para que éste se tomase la molestia de notarlo, desearlo, retarlo, seducirlo, necesitarlo y excusarse con él por no incluirlo en la rutina de un futuro cercano.

—¿Por qué sonríes?

El rostro de Niikura era todo un poema.

—¿Qué? ¿Esperabas que me pusiera a llorar? —interrogó Hiroto con sorna, sin dejar de sonreír—. Vamos, no te creas tan importante. Besas bien, eres bueno en la cama, pero igual no dejas de ser un anciano.

Ambos se echaron a reír de buena gana: Hiroto divertido con la expresión estupefacta de Kaoru, éste por la desfachatez con la que ese niño osaba a retarlo. Se lo dijo desde el primer día: le gustaban las personas con carácter.

—Eso dices ahora —le espetó Kaoru, incorporándose en la cama para encender un cigarrillo—. Te doy una semana para que empieces a extrañarme.

Por toda respuesta, Hiroto abandonó su cómoda posición y se encaramó sobre su regazo. Le quitó el cigarrillo y lo apagó antes de que Kaoru pudiese darle la primera calada.

—Déjate de tonterías, y mejor dame la despedida que me merezco.

A su manera, Kaoru le hacía grande, haciéndole notar todas esas cualidades que no sabía que tenía. Pero que no se irían, por más que la ausencia del guitarrista en su cama y en su vida sería una nueva cotidianeidad a la que, a su pesar, tendría que acostumbrarse.

Las supernovas producen destellos de luz intensísimos que duran desde varias semanas a varios meses; se caracterizan por un rápido aumento de la intensidad luminosa hasta alcanzar una magnitud absoluta mayor que el resto de la galaxia. Posteriormente su brillo decrece de forma más o menos suave hasta desaparecer completamente.

Cuando el brillo desapareció, Hiroto extendió el brazo sólo para comprobar que Kaoru ya no estaba en el otro extremo de la cama.

«Tal vez, cuando todo amaine, la suerte nos vuelva a vencer» se dijo, estirándose perezosamente debajo de las sábanas.

 

 

Notas finales:

¡Feliz cumpleaños a Hiroto! *tira confetti*

Desde hace mucho que quería escribir un canon de ellos dos, pero son tan extremos opuestos en la música que no se me ocurría cómo. Gracias, Sugizo, por tus fiestas locas. Me diste la excusa perfecta.

La frase del inicio y la final (que está en cursiva) son parte de la canción Lo que te hace grande, de la banda Vetusta Morla. La canción es amor, y como se darán cuenta, la letra me inspiró para escribir esta simplonada.

https://www.youtube.com/watch?v=BGNb0-AKWQk

*La frase que le adjudico a Tora es real. La entrevista completa la pueden encontrar aquí --> http://disorder-world.blogspot.mx/2013/06/oricons-psp-ps-companys-people-1800-vol.html Créditos a l@s dueñ@s del blog por la traducción y demás. (Esos dos se divirtieron de lo lindo hablando de Hiroto ¿eh?)

¿Por qué Kaoru, de entre todos los guitarristas? Porque sí, porque él sabe cómo me gustan estos dos. Y sí, hay rumores que dicen que está casado y demás, y me sirvieron para esto.

Creo que es todo. Como dije arriba, no es la gran cosa, pero asdf. 

¡Muchísimas gracias por leer!


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