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White Lilac por Byakuran

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Notas del capitulo:

Autor Original: TwoFacedPierrot
ID: 2639199
Fanfic Original: https://www.fanfiction.net/s/8533160/1/White-Lilac
Cuenta de traducción de fanfics: https://www.fanfiction.net/~kirinenko

Notas de la traductora:
¡Aloha~! Esta es mi cuenta personal pero como al autor/a original no le gustaba la idea de que estuviese el fanfic repetido en la página de Fanfiction, acordé subirlo aquí y me dio permiso al ser otra página. Os he dejado el link del fanfic original por si a alguien le pica la curiosidad y también el de mi cuenta de traducción de fanfics por si os interesa pasaros a echarle un vistazo y leeros algún fanfic .
Sin más dilación, espero que disfrutéis de este oneshot, que no será el último de esta persona que traduciré y subiré por aquí.
También diré que (espero que muy pronto) empezaré a subir de nuevo mis propios fanfics. La mayoría de KnB y posiblemente uno o dos de Free!
Ahora sí que sí, ¡que lo disfrutéis~!

Cuando Kuroko Tetsuya se mudó por primera vez a Tokio, tenía cinco años.

No sabía nada de cuando las cosas en su antigua casa desaparecieron antes de ser reemplazadas por cajas de cartón. No sabía nada cuando su madre se arrodilló para decirle que se iban a un lugar lejano para el resto de sus vidas. No sabía nada incluso cuando estaba cómodamente sentado en los asientos traseros del coche antes de irse.

Y cuando Kuroko llegó a la gran ciudad de Tokio, había dejado atrás su vida - su casa, su escuela, sus pocos amigos, su escondite secreto en una cueva a solo media milla a través del bosque del parque. Tenía que establecerse en una nueva casa, un nuevo entorno y una nueva vida.

Le tomó un tiempo pero Kuroko empezó a sentirse solo. Era todavía un niño, al fin y al cabo. Tuvo problemas para encontrar amigos en el pequeño pueblo en el que vivía (por su personalidad tranquila y socialmente torpe) y fue incluso más difícil hacer lo mismo en Tokio. Se había mudado a mitad de curso y la mayoría de sus compañeros ya habían formado sus propios grupos. Sus padres eran personas ocupadas y aunque se esforzaban al máximo para pasar tiempo con él, solamente veían a Kuroko una vez por la mañana antes de que fuese a la escuela y de nuevo a la noche, cuando regresaban de trabajar.

Kuroko se esforzó por olvidar. Tuvo el pensamiento egoísta de sentir que necesitaba atención. No quería unirse a ningún grupo de su clase en caso de que estuviese 'robando' algún amigo a alguien. Los profesores le adoraban (porque era más fácil de controlar comparado con el resto de los de su edad y era tranquilo y trabajador y 'Es tan ADORABLE~') pero sus compañeros se referían a él como 'ese extraño chico que siempre se sienta a leer' en cualquier momento que ellos pensaban que no estaba ahí.

La madre de Kuroko, un día, se arrodilló frente a él y le tomó de sus pálidas mejillas con sus grandes y suaves manos. Miró ese par de grandes ojos azules idénticos a los suyos y le dijo a su hijo que dejase de pensar en ello. Trató de decirle que aún era joven y necesitaba disfrutar de su vida junto a sus amigos. Y ella prometió pasar más tiempo con él durante la semana en sus días libres para recuperar el tiempo perdido.

Pero Kuroko - siendo el chico testarudo que es - le dijo que estaba bien con eso. Podía vivir en soledad si lo deseaba. Empezó a pasar la mayor parte de su tiempo tras las clases leyendo en la biblioteca, a solo unas calles de distancia de su nueva casa. Hacía algunas tareas simples durante los días de lluvia cuando no podía salir fuera. Se mantenía ocupado de modo que no tuviese tiempo de pensar en nada.

Debido a que pensó que no podría - y simplemente no debería - encajar con los de su alrededor.

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Kuroko botaba una pequeña bola naranja contra el suelo de cemento de su patio delantero.

Su padre se la había comprado. Aparentemente, había visto a Kuroko mirar fijamente la televisión durante la cene el otro día cuando daban un partido de baloncesto en directo. Afirmó que Kuroko había sonreído - sonrió - y sus ojos estaban brillando de interés, su expresión practicamente gritaba "¡Quiero eso!". Y había chillado diciendo que nunca había visto a su hijo tan feliz y estaba decidido a darle esa felicidad.

Y así es como el balón llegó a la casa. Su querido padre, dulce y obsesionado con el trabajo, que raramente sabía algo por el tiempo que pasaban separados, le había dado algo que quería sin necesidad de preguntarle. Kuroko no estaba todavía seguro de si debía darle las gracias a su padre o increparle por gastar el dinero que había ganado con su trabajo duro en cosas inútiles. Porque no importaba por donde lo mirases, Kuroko era frágil, delgado y no era muy atlético.

Y una idea se le vino a la mente, interrunpiendo el hilo de sus pensamientos. Dudas. ¿Podría hacerlo? Kuroko levantó la pelota por encima de la cabeza como había visto que esa gente alta y de color hacían en la televisión. Les imitó doblando las rodillas, y en un rápido movimiento, lanzó el balón por el aire con todas sus fuerzas.

El balón flotó por el aire y fue más allá de lo previsto. Vió con los ojos ampliamente abiertos que rebotaba con la parte superior de la pared y desaparecía por el otro lado.

Kuroko entró en pánico por un segundo. ¿Qué debería hacer? ¿Le hizo daño a alguien? Quería mover sus piernas y que le llevasen hasta la pared. Arrastró una de las sillas de la mesa de té que su padre había puesto sobre el césped como decoración. Cuidadosamente se subió en ella, sosteniéndose sobre las puntas de sus pies y se asomó.

No había golpeado a nadie ni nada - gracias a dios. Su balón estaba tirado ahí, inocentemente, en el césped de su vecino. Kuroko, de nuevo, pensó en lo que debería hacer. ¿Debería pasar por encima? ¿Y si no era capaz de subir de nuevo? ¿Debería llamar a la puerta como una persona normal y pedir su balón? ¿Debía esperar a que sus vecinos regresasen, descubriesen la pelota y fuesen a su casa a preguntar si era suya?

Kuroko reflexionó y meditó. Rara vez mostraba alguna expresión pero tenía las cejas y la boca fruncidas, formando un ligero mohín en ese momento. Si alguien fuera a pasar por ahí, sus reacciones sería probablemente algo como 'Awwww, ¡mira ese lindo muchachito ahí subido!'.

Un suspiró escapó de los labios de Kuroko después de unos cuantos minutos mirando el balón. Intentó que el objeto levitase por pura fuerza de voluntad pues lo había leído en un libro el otro día pero, al parecer, era más difícil de lo que parecía.

"Ummmm..."

Kuroko se sobresaltó levemente por la sorpresa cuando una voz rompió su tranquilo silencio. Dirigió su mirada hacia la fuente para encontrarse con un niño de pie en la puerta de sus vecinos. Tenía una mata de pelo corto y de color rojo oscuro desordenado, además de unas cejas extrañamente divididas. Daba miedo. Kuroko de repente recordó escuchar a su madre decir algo de que los vecinos tenían un hijo de su edad.

"Hola" le saludó Kuroko como si fuese la cosa más normal del mundo. El otro chico andó por el césped y le miró fijamente desde abajo.

"¿Hay algo que necesites?" preguntó. Kuroko no sintió hostilidad alguna, sólo cautela - como un niño debía ser cuando esperaba que su juguete fuese a ser compartido.

"Mi pelota de baloncesto" señaló el objeto naranja tirado inocentemente en el suelo.

El pelirrojo se acercó y lo recogió.

"¿Esto?"

Kuroko asintió.

"¿Debería lanzarlo de nuevo?"

Kuroko lo consideró. Desde donde estaba, estaba rodeado por docena de plantas en macetas que su madre había decidido plantar pues era su afición. No estaba seguro de poder atrapar el balón si lo tiraba.

"¿Sabes qué?" el pelirrojo parecía haber pensado más o menos lo mismo "Bájate de ahí. Iré allí"

Y en menos de cinco minutos, se reunieron en la puerta de la casa de Kuroko. Ahora que estaban de pie, cara a cara, Kuroko se dio cuenta de lo alto que era el pelirrojo. Kuroko sabía que era alto porque se consideraba a sí mismo de estatura media. Su cabeza apenas llegaba al pecho del chico.

"Aquí" el muchacho le tendía el balón de baloncesto. Kuroko lo cogió.

"Gracias" dijo suavemente, aceptando el objeto y abrazándolo, pegándolo a él "Perdón por los problemas que he causado"

"Nahh" el niño se rascó la parte de atrás de su cuello "No ha sido nada"

El silencio se empezó a formar.

"...Uhh...de todos modos" dijo el pelirrojo con torpeza "Soy Kagami Taiga. ¿Cómo te llamas?"

"Kuroko Tetsuya" Kuroko se inclinó levemente "Encantado de conocerte"

"Tetsuya, ¿eh?" una sonrisa se fue extendiendo lentamente por la cara de Kagami, irradiando calidez y amabilidad "Ese es un buen nombre"

"Gracias"

"Bueno" Kagami resopló una vez más antes de girarse "Supongo que te veré por ahí"

"...Sí"

Y así, un vínculo de amistad comenzó a formarse entre los dos chicos tan dispares.

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Kagami nunca supo de la existencia de su vecino en su escuela hasta hace una semana, cuando conoció al chico por sí mismo.

Se sorprendió. La escuela a la que iba no era tan grande, para empezar, y solo había dos clases en el último año. En realidad, no observaba su entorno, en primer lugar, pero, ¿en serio? ¿Cómo es que no pudo notar al hijo de sus vecinos cuando estaba justamente en la puerta de al lado?

Kagami se asomó con cuidado desde su escondite. Estaba comportándose como un acosador de manera muy evidente. Por lo que sus amigos le habían dicho, Kuroko era el único de los chicos que se quedaba dentro de la clase cuando todos salían fuera, prefiriendo la compañía de los libros en vez de la compañía de los niños de su edad.

Kagami centró su atención en el más bajo al momento, acomodado en su asiento con la nariz enterrada en un libro.

Kagami se preguntaba si debería pedirle de jugar. Kuroko era extraño en algunos aspectos, pero no era un mal chico.

Kagami no podía evitar el darse cuenta de lo aburrido que debía ser estar ahí sentado todo el día. Y no podía evitar darse cuenta de cuán solo parecía Kuroko justamente ahora.

"Hey" caminó antes de cambiar de mentalidad. Kuroko saltó un poco por la sorpresa y alejó su atención del libro para centrarla en la persona que acababa de hablar.

"...¿Kagami-kun?" parpadeó.

"Sip. Pero llámame Taiga" dijo Kagami, haciendo un movimiento con su mano "Kagami-kun suena raro"

Kuroko le miró sin comprender. Claramente, no acostumbraba a llamar a las personas por sus nombres de pila.

"...Por favor, no me asustes de nuevo así, Taiga-kun" decidió decir al fin. Kagami sonrió, disculpándose.

"Lo siento" se animó "De todos modos, ¿no tienes ganas de salir a jugar? El tiempo es muy agradable"

Kuroko negó con la cabeza y miró fuera con nostalgia.

"No, gracias. Estoy bien yo solo"

Kagami había esperado esa respuesta.

"No, no lo estás" se acercó y agarró la imposiblemente delgada muñeca de Kuroko "¡Vamos, Tetsuya!" se quejó a medias "Vamos a jugar y a pasar un buen rato. Se siente muy deprimente verte aquí solo"

"Pero..." Kuroko empezó a protestar pero Kagami ya estaba apartando el libro de sus manos y tirando de él, sin que la sonrisa abandonase su rostro "¡Vas a divertirte, te lo prometo!"

Y después de un tiempo, Kagami empezó a preguntarse sobre la decisión que había tomado. Kuroko resultaba ser una desesperación en las actividades que le obligaban a moverse. Era terriblemente lento al correr y se cansaba fácilmente. Los amigos de Kagami rápidamente se cansaron de él.

"¡Dejadle en paz!" Kagami se encontró diciendo eso cuando le preguntaron porqué había traído a Kuroko, en primer lugar "Tetsuya ha estado alejado de las personas demasiado tiempo. ¡Tiene que salir de vez en cuando!"

Sus amigos le miraron como si le hubiese salido otra cabeza.

"¿Qué?" exigió Kagami, luchando por mantener su temperamento bajo control "Tenéis que admitir que no todos son hiperactivos"

Sus amigos se quedaron en silencio. Kuroko se preparó para disculparse e irse de allí cuando uno de ellos habló

"Creo que tienes razón" entonces se giró hacia Kuroko

"Hey, Kuroko, ¿verdad? Lo sentimos. No queríamos ser tan duros" hizo una reverencia a modo de disculpa.

Kuroko negó con la cabeza, tocado por su honestidad y amabilidad. Los chicos se enderezaron y sonrieron.

"¿Quieres jugar con nosotros al escondite?" preguntó

"Nosotros seremos 'eso'. Kagami y tú tengan algo de ventaja mientras contamos hasta diez"

Kuroko dudó. Estaba seguro de que no sería de mucha ayuda cuando se tratase de perseguir. Pero Kagami se interpuso con una sonrisa confiada y dijo "Suena bien. Juego" antes de que Kuroko pudiese abrir la boca.

"Bien, entonces" Los amigos de Kagami se acercaron a un árbol de los alrededores, colocandose de espaldas a la extraña pareja "Venga, empezamos. Diez. Nueve..."

"¡Vamos!" Kuroko sintió una gran mano agarrando la suya. La mano de Kagami era cálida. Y tranquilizadora. Kagami tiró de Kuroko, ajustando su ritmo para que Kuroko no se tropezase ni nada. Sabía que este era un juego al que no podía ganar pero estaba bien. No importaba si perdían.

Porque después de ver el color rosados en las mejillas de Kuroko y esa sonrisa radiante que llevaba en su usualmente estoico rostro, Kagami de algún modo supo que valdría la pena.

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La madre de Kuroko estaba más que encantada de saber que su hijo finalmente había hecho un amigo. Tenía un día libre en el trabajo ese día cuando vio algo que la hizo pellizcarse para comprobar que no era un sueño. Su hijo - su pequeño Tetsuya-chan- estaba despidiéndose del chico de al lado antes de entrar a casa.

Le abrazó tan pronto como apareció. Revolvió con sus manos los suaves y ligeros cabellos azules y le dijo que estaba feliz de ver que se había hecho amigo de alguien. Sabía que su hijo podía hacerlo. Kuroko le devolvió el abrazo, una sonrisa tirando de sus labios. No se avergonzaba de admitir que su madre había tenido razón. Pasar el rato con otras chicos de su edad no era realmente algo malo. Sin duda se sentía un poco mejor que estar solo.

La madre de Kuroko insistió en que Kagami viniese a tomar el té como celebración. Así fue como Kagami se encontró a sí mismo sentado en la mesa de la ordenada cocina, mordisqueando torpemente una galleta en un intento de pasar por alto los pares de ojos azules extrañamente idénticos que le miraban fijamente. Se tragó un suspiro junto con los trozos de galleta. ¿Cómo es que había llegado a esto?

Kagami se atrevió a alzar la mirada. Sus ojos se encontraron con los de la madre de Kuroko. Ella le sonreía.

Kagami le devolvió la sonrisa. Se dio cuenta entonces de lo mucho que Kuroko se parecía a la mujer sentada a su lado.

Ambos tenían los mismos ojos grandes y la piel de alabrastro que parecía demasiado pálida para un ser humano. La madre de Kuroko era, de hecho, una mujer hermosa, a pesar de las líneas de agotamiento que surcaban su rostro.

Kuroko se aclaró la garganta con suavidad.

"...¿Quieres ir a mi habitación, Taiga-kun?"

Kagami trato de no suspirar de alivio. Calculó que había comido suficientes galletas para toda la vida. Se puso en pie, levantando el plato vacío con la intención de lavarlo. La madre de Kuroko le detuvo, diciendole que ella se encargaría de los platos. Les pidió que se divirtiesen.

Kagami siguió a Kuroko por las escaleras. Había tres habitaciones en la segunda planta. Kuroko se detuvo en la segunda puerta a la izquierda. Se giró y le dijo a Kagami de entrar delante. Kagami entró y se paró al momento, parpadeando.

Las paredes de la habitación de Kuroko estaban pintada de un verde claro. Una cama individual se encontraba en una esquina, debajo de la ventana y una mesa de estudio justo al lado. Al lado de la puerta había una estantería entera con una impresionante colección de libros de lectura. Había una pequeña televisión portátil en la otra esquina, acompañada de la pelota de baloncesto que Kuroko había tirado por accidente en el jardín de su casa.

Pero lo que hizo que Kagami dudase de su visión no fue la normalidad de la habitación. En la cama de Kuroko, apoyados en la pared, había una colección muy, muy grande de coloridos peluches y juguetes; que iba desde una familia de - espera, ¿esos eran pájaros? - dangos con gorritas hasta mullidos ojos de peluche.

"...¿Taiga-kun?" habló Kuroko mientras cerraba la puerta "¿Pasa algo malo?"

"¿Q-Qu-?" Kagami luchó contra la tartamudez "¡Oh, no! ¡No pasa nada malo!"

Kuroko le miró con duda, pero por lo demás no dijo nada.

"Entonces... ¿qué quieres hacer?" finalmente preguntó.

Kagami inclinó la cabeza y se rascó el pelo.

"¿Qué se puede hacer aquí?"

"Tengo libros" afirmó Kuroko de manera totalmente natural que casi hace que Kagami se palmee la frente "Y películas. Y una consola de videojuegos"

"¿Playstation?"

Kuroko sacó un dispositivo rectangular de uno de sus cajones "DS"

"Genial" Kagami sacó un aparato similar de uno de sus bolsillos. El suyo era negro liso "¿Pokémon?"

"Diamante"

Kagami asintió en señal de aprobación. Los chicos se tiraron en el suelo y encendieron las consolas. Kuroko arrugó ligeramente las cejas como si algo no estuviese bien. Su rostro se iluminó una fracción de segundo más tarde y se acercó a su montón de juguetes de peluche.

"Taiga-kun"

Kagami alzó la mirada para ser asaltado por un pájaro volador gigante. Lo apartó de su rostro, mirándole exigente, queriendo saber porqué Kuroko había hecho eso.

Se detuvo en seco cuando vio que el chico más bajo estaba abrazando uno parecido que el que le había tirado, con la barbilla apoyada en la parte de arriba de la cabeza. Era más grande que el cuerpo de Kuroko.

Le llevó a Kagami un par de minutos darse cuenta de lo mucho que se parecían los pájaros a ellos. El que Kuroko estaba abrazando era de un azul pálido con una terrorífica mirada en sus ojos blancos.El que le ofreció (tiró) a Kagami era de un rojo oscuro con ojos pequeños y unas cejas de forma extraña. Lo miro y, finalmente, decidió que sería cómodo así que siguió el ejemplo de Kuroko.

"¿Dónde estás ahora?" preguntó Kagami, sin apartar su mirada de la pantalla mientras pulsaba los botones.

"Calle Victoria" respondió Kuroko. La boca de Kagami se abrió.

"No puede ser" respiró "¡Yo estoy solo en el quinto gimnasio!"

Kuroko sonrió con lo que parecía ser triunfo.

"Paciencia, Taiga-kun"

Jugaron en silencio, aunque de vez en cuando intercambiaban opiniones de algunas cosas ( como lo molestos que eran algunos Pokémon (¡se negaban a ser derrotados!) y todo eso). Kuroko le ofreció su ayuda a Kagami para derrotar a los líderes de gimnasio cuando vio que su amigo empezó a sudar frío mientras murmuraba incoherencias para sí mismo de vez en cuando. Kagami lo dejó durante un rato para ver a Kuroko, propietario de la "Elite Four" con su grupo que consistía en Pokémon con niveles no más bajos del 65. La parte opuesta no tenía oportunidad.

Después de varias horas de juego, sus ojos empezaban a arder por el cansancio. Kuroko bostezó, cerrando su DS con un chasquido. Se tiró a su lado y se estiró. Abrió uno de sus ojos y vio que Kagami hacía lo mismo.

"Me duele el cuello" gimió Kagami.

"Eso es porque has estado encorvado durante las tres últimas horas" dijo Kuroko, flexionando sus hombros

"Deberías intentar diferentes posiciones cuando estás usando tu DS. Ayuda"

"No te vi hacerlo" replicó Kagami.

"Lo hice. Solo que no lo notaste"

Kagami decidió no discutir.

"Bueno. Supongo que debería irme a casa" dijo.

"Está haciéndose tarde" aceptó Kuroko.

Y cuando Kagami se fue, Kuroko sintió qué, a pesar de haber estado jugando a Pokémon, había hecho, de algún modo, un amigo.

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Kuroko pronto se olvidó de como se sentía el estar separado del mundo.

Todavía estaba solo en la escuela, sin embargo, porque todavía se aferraba a su creencia de que si se acercaba a alguien, podría haberle robado accidentalmente un amigo a alguien. Pero al ser vecinos y todo eso, él y Kagami eran inseparables después de las horas de escuela. Iban juntos a casa todos los días. Pasaban el tiempo juntos en casa de uno o de otro todas las tardes. Kuroko ya no hacía sus tareas solo, y sus visitas a la biblioteca ya no eran tan frecuentes.

Kuroko finalmente entendía porque su madre había insistido en que los amigos eran importantes en el proceso de crecer. Kagami le enseñó muchas cosas que nunca habría aprendido en los libros. Le había dado recuerdos que nunca habría pensado que experimentaría. Él le había enseñado que la soledad era muy triste y algo doloroso.
Kuroko no quería estar nunca más solo de nuevo.

Pero el futuro es incierto. Nunca se sabe lo que pasará hasta que está sucediendo.

"...Siempre seremos mejores amigos, ¿verdad, Tetsuya?"
Kuroko miró al más alto por el rabillo del ojo mientras estaba en el taburete para colgar la ropa en el tendedero.

Kagami le devolvió la mirada, sus ojos rojos brillaban bajo el sol de la tarde. Parecía preocupado, como si esperase que Kuroko dijese que no.

¿Cómo podía decirle que no?

"Por supuesto, Taiga-kun" Kuroko sonrió con una de esas raras sonrisas. Kagami pareció ruborizarse ligeramente. Kuroko, algunas veces, era tan molesto como una chica.

"¿Lo prometes?" preguntó el pelirrojo mientras le pasaba la última prenda de la colada a Kuroko. Esperó mientras el más bajo colgaba lentamente la prenda en su lugar. Espero y espero, y en algún momento, empezó a preguntarse si Kuroko estaba haciéndolo a propósito.

"Tetsuya-" empezó, pero se detuvo cuando Kuroko se bajó del taburete y se giró hacia él. Sus honestos ojos azules estaban clavados en el más alto con cierto cariño. Kagami se esforzó para mantener la boca cerrada. Con esa mirada tranquila, ese pelo celeste claro, la piel de alabastro y la camiseta blanca, Kuroko - Kagami traga saliva - parecía como un niño ángel enviado desde el cielo; puro, misterioso. Hermoso. Las camisetas ondulaban con el viento al fondo, completando de algún modo la perfecta imagen.

"Lo prometo" dijo Kuroko. Extendió su puño "¿Será lo mismo para ti?"

Era la cosa más viril que Kagami le había visto hacer a Kuroko durante todo el día. Sonrió ampliamente y extendió su propia mano, con el puño cerrado.

"¿Siquiera necesitas preguntarlo?"

De ese modo, sellaron la promesa con un golpe de sus puños.

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"Recuerda lo que estoy diciendo, Taiga. Eres fuerte. No debes nunca usar esa fuerza para herir a los demás. Usala para proteger a los que amas. Deja que tu luz siempre brille con fuerza"

Kagami de repente recordó las palabras de su padre. Era un milagro que las recordase pues tenía solo tres años cuando su padre viajó a Estados Unidos por trabajo.

Kagami miró el entorno que le rodeaba. No estaba con Kuroko hoy. Tenía algo que hacer después de clase y no tenía ni idea de cuánto tardaría así que le dijo al más pequeño que fuese a casa primero, sin querer que malgastase su tiempo siguiendole sin rumbo.

Kagami se detuvo en las pistas cuando pasó por al lado del parque. Un grupo de estudiantes de primaria estaban de pie en círculo. Kagami entrecerró los ojos y se dio cuenta de que estaban rodeando a un niño. El chico era pequeño, ¿quizás de la edad de Kagami? No podía saberlo.

Uno de los matones se movió de su sitio y, en esa fracción de segundo, Kagami lo vio. Ese pelo celeste era inconfundible. Lo reconocería en cualquier parte.
Kuroko estaba dentro del círculo de chicos mayores, su rostro se mantenía su máscara inexpresiva de siempre. Pero Kagami lo vio en sus ojos. Estaba asustado. No quería eso. Sea lo que sea que estuviese ocurriendo había sido un accidente pero estaban aprovechándose de eso para pegarle. Kuroko sabía que no tenía la capacidad de defenderse.

Kagami no se lo pensó dos veces. Cargó hacia adelante. Agarró al desafortunado chico que estaba de pie entre él y Kuroko por la camiseta y tiró con tanta fuerza que casi le rompe la tela. Irrumpió en el círculo, rugiendo cómo el animal que le da nombre.

Una cadena de maldiciones estalló en el resto de la pandilla. Kuroko miró a Kagami con sorpresa, pero rapidamente se convirtió en miedo y preocupación.

"¡Taiga-kun!"

Kagami se giró hacia él solo para sentir un puñetazo en el rostro. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, otro chico le dio una patada en el estómago. Kagami gimió de dolor una vez antes de apretar los dientes y lanzarse en otro ataque.

La lucha era unilateral y Kagami lo sabía. Había sido tirado al suelo en incontables ocasiones hasta que sintió que sus piernas no podrían soportar su peso durante más tiempo. Pero no iba a rendirse de ese modo. Esa personas estaban intentando herir a su mejor amigo y no dejaría que eso sucediese. Se tambaleó hacia adelante y abrazó a Kuroko contra sí mismo, su gran cuerpo escudaba al más pequeño de los golpes, los cuales iban a parar a él.

E incluso cuando sintió como si su columna se fuese a romper en tres piezas diferentes, no le soltó.

"¡Taiga-kun!" Kuroko luchó entre sus brazos, su voz parcialmente amortiguada por la camisa de Kagami. Sonaba aterrado "¡Por favor, para! ¡Por favor, deja de herirte a tí mismo!"

¡Moveros, piernas¡ ¡Te lo suplico! ¡Moveros! ¡No puedes solo sentarte aquí y mirar! ¡No puedes ser tan débil!

"Está bien" dijo Kagami en un susurro ahogado, la voz tensa por el dolor "Te protegeré"

"¡No tiene sentido si sales herido!" Kuroko estaba casi gritando ahora, su actitud impasible había desaparecido

"¡Taiga-kun!"

"¡Es suficiente!"

Kagami sintió que las patadas paraban bruscamente. Se permitió respirar. Una vez. Dos veces. Entonces, con cuidado, se enderezó, sintiendo las zonas adoloridas en su cuerpo y miró a su alrededor.

Los chicos habían desaparecidok, reemplazados por hombres adultos con uniformes azules. Uno de ellos se apartó del grupo y se arrodilló delante de ellos.

"¿Están los dos bien?" inquirió.

¿Qué parte de él se veía bien? Kagami nunca lo sabría.
Kuroko asintió, sin decir nada.

"Patean como mariquitas" comentó Kagami, intentando mantener una voz suave "Así que sí, estoy bien"

El policía se quedó mirándole con sus dudosos ojos negros.

"Debemos llevarte al médico para que te cure eso" señaló diversas contusiones que decoraban la piel de Kagami.

"Nah" dijo el pelirrojo "No es nada, señor. Gracias por preocuparse"

El hombre le miró con algo más de duda.

"Entonces, al menos dejad que os llevemos a casa" decidió finalmente. Kagami se encogió de hombros. No hay nada mala en pasearse de gratis.

En el coche, Kagami sostuvo la temblorosa mano de Kuroko, dandole un suave apretón. Kuroko no le miraba.

No podía.

No cuando todo era su culpa.

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Kuroko había conocido a la madre de Kagami de un par de veces de cuando fue a su casa. Era muy joven, quizás incluso más joven que la propia madre de Kuroko. Kagami había heredado su flamante pelo rojo. Era divertida y deportista, muy parecida a su hijo.

Pero Kuroko ahora miraba a un lado de ella, sin mirarla. No quería verla de nuevo.

"¡¿Cómo pudiste?!" gritaba mientras clavaba un dedo acusador en el pálido muchacho. Kuroko se encontraba a las puertas de la casa de Kagami, al lado de su amigo.

Mantenía su cabeza gacha. Sus puños estaban apretados.
Si, ¿cómo pudo? ¿Como podía ser tan débil? Era completamente inútil.

"¡¿Cómo pudiste permitir que dejaran a Taiga en tan mal estado?!"

"¡Mamá!" gritó Kagami, con los ojos ardiendo por la furia "¡Suficiente! No es culpa de Tetsuya"

"No te atrevas a hablarle a tu madre de ese modo" replicó su madre "¡Nunca debí dejarte ser amigo suyo!"

"Retira eso" gruñó Kagami. Rodeó con su brazo los hombros de Kuroko. Le sintió temblar "Retira eso, Mamá"

Su madre lo miraba con exasperación.

"¿Por qué no lo entiendes, Taiga? Soy tu madre. No puedo dejar que-"

"No fue culpa de Tetsuya que saliese herido" dijo Kagami, su voz era aceradamente fría "Papá me dijo de proteger a los que amo antes de irse a América. Tetsuya necesitaba ayuda. Fui yo el que se metió en ese lío"

"Taiga-"

"Vamos, Tetsuya" Kagami agarró la mano de Kuroko y tiró de él hacia afuera "Salgamos de aquí"

...

Kuroko no dijo una sola palabra, incluso cuando regresó a su propia casa. Sus oídos todavía estaban resonando por los gritos y exclamaciones. En silencio, tiró de Kagami hacia el sofá y le hizo el gesto de que se sentase. A continuación, se puso a buscar el botiquín de primeros auxilios que tenía su familia para casos de emergencia.

El silencio era sofocante.

"¿Tetsuya?" dijo Kagami, incapaz de soportarlo más tiempo.

Kuroko todavía no decía nada mientras volvía, llevando ua caja blanca en sus pequeñas manos. Se sentó al lado de Kagami y empezó a sacar una botella de antiséptico.

"Lo siento"

Kuroko alzó la mirada, sintiendo a Kagami estremecerse por su toque mientras rociaba el productor químico en la herida.

"De verdad que lo siento" repitió Kagami "Por lo que dijo Mamá"

Silencio.

"Estoy seguro de que no quería decirlo" continuó "A Mamá en verdad le gustas. Probablemente dijo eso porque estaba totalmente asustada de ver esto" señaló su mejilla, hermosamente magullada.

Más silencio.

"...Debería ser yo el que se disculpase" al fin dijo Kuroko. Se inclinó para tapar los arañazos de las piernas de Kagami, así que su flequillo cubría su rostro "Fue mi culpa"

"Le dije a mi madre que no lo fue" dijo Kagami "Y te digo a ti también que no lo fue"

"Si no fuese tan frágil y débil" dijo Kuroko como si el pelirrojo no hubiese dicho nada "Si solamente fuese lo suficientemente fuerte"

"Tetsuya-"

"Lo siento, Taiga-kun" alzó la mirada. Las lágrimas bajaban por sus pálidas mejillas "Lo siento tanto"

"¿De qué estás hablando?" las manos de Kagami se movieron elaboradamente "¡Si no te hubiese salvado, habrías salido muy mal herido y enviado al hospital!"

"Estoy bien con eso" le susurra Kuroko, desviando su mirada al suelo "Mientras que nadie más salga herido por mi propio descuido"

"¡Pero no duele!" protestó Kagami - porque realmente no era así. Se picó un poco al principio, pero el dolor se desvaneció poco tiempo después. No era algo que no pudiese manejar "Si me hubiese quedado allí viendo a esos chicos golpeándote, no habría sido capaz de perdonarme a mi mismo por el resto de mi vida"

"Y asi es exactamente como me siento ahora" dijo Kuroko, la angustia reflejada en su voz "Estaba ahí también, Taiga-kun. Estuve viendo todo. Quería ayudar tanto" inhaló, antes de expresar con amargura "Pero, ¿sabes qué? Estaba congelado. No conseguía moverme. Estaba...tan asustado. No podía superar el miedo y fuiste tú el único que acabó herido"

Kagami abrió la boca para discutir más pero decidió no hacerlo después de una muy breve consideración.

Seguramente eso solamente haría sentirse más culpable a Kuroko si decía algo más. Así que dejó que su cuerpo se moviese por sí mismo. Levantó la mano y apartó las lágrimas de su amigo.

"No llores, Tetsuya" sonrió cálidamente "Está bien. Todo estará bien"

Movió su mano para revolver el pelo de Kuroko. Este se pasó los brazos por los ojos y sorbió. Kagami sabía que odiaba que le tocasen el pelo pero incluso cuando Kuroko no protestó, sabía que de algún modo se las había arreglado para consolarle.

Pero cuando al fin se decidió a dejar de estar enfrentado con su madre y se disculpó (todavía necesitaba comida y una casa, después de todo), Kagami no veio el destello en los ojos de Kuroko. Si Kagami se hubiese dado la vuelta una última vez antes de irse, habría sido capaz de darse cuenta de que Kuroko había tomado una decisión.

Una decisión que temería con toda su vida.

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Kagami estaba delante de la puerta principal de la casa de Kuroko. Su madre casi le había desollado vivo por ser imprudente en su vuelta a casa la noche anterior. Pero después de calmarse, admitió que lo que dijo estaba mal y le dijo de darle sus disculpas a Kuroko. Sabía que había sido demasiado dura con el pobre chico.

"¡Perdón!" gritó Kagami. La casa de Kuroko no tenía timbre y se imaginó que llamar a la puerta sería inútil si todos estaban escaleras arriba o algo.

Espero. Después de cinco minutos, escuchó unos pasos apresurados y la puerta se abrió.

"¡Ah, Taiga-kun!"

Era la madre de Kuroko.

"Tetsuya-chan me dijo lo que pasó" dijo con pesar. Empujó la puerta, abriendola completamente y se inclinó "Pido disculpas en su nombre"

"E-Está bien, Kuroko-san" balbuceó Kagami. ¡No esto de nuevo! "Por favor, levante la cabeza. ¡No es culpa de Tetsuya, de verdad!"

Lentamente, la madre de Kuroko se enderezó. Se las arregló para sonreír de manera algo llorosa.

"D-De todos modos" Kagami cambió con ansiedad de tema "¿Está Tetsuya en casa?"

Su sonrisa se tambaleó un poco, pero lo suficiente como para que Kagami se diese cuenta. ¿Había pasado algo? ¿Estaba bien Tetsuya?

"Tetsuya-chan está..." la madre de Kuroko dudó. No miraba a Kagami a los ojos "Se siente muy cansado hoy así que me temo que no puede jugar contigo"

Ahí estaba de uevo. Esa mirada dolida en sus ojos azules. Kagami podía saberlo directamente que estaba mintiendo.

Pero no podía decidirse a presionarla. No estaba realmente interesado en que otro miembro de la familia de Kuroko se echase a llorar.

"Ya veo" Kagami intentó no parecer demasiado abatido "Pero, ¿le dirá que viene? ¿Y que mi madre no le culpa realmente por lo ocurrido?"

La triste sonrisa no dejó el rostro de la mujer.

"Lo haré"

"Gracias" Kagami sonrió de nuevo antes de girarse "¡Tenga un buen día!"

...

Kuroko sabía que era Kagami sin necesidad siquiera de andar hasta la puerta principal. Podía oír su voz, exigente, excesivamente enérgica en su habitación

Y, entonces, el silencio. Seguido poco después por los golpes en su puerta.

Su madre entró dentro, una sonrisa dolida en su expresión.

"Taiga-kun ha estado aquí"

Kuroko mantuvo sus ojos fijos en el libro que estaba leyendo, quedándose en silencio. Su madre se acercó y se dejó caer sobre la esquina de la cama.

"No tienes que hacer esto, Tetsuya-chan" susurró. Kuroko aún se negaba a hablar.

"Solamente será doloroso para ti" continuó su madre "Taiga-kun no te culpa. Nadie lo hace. Ni siquiera Kagami-san. No hay necesidad de que arregles esto"

Kuroko mantuvo su rostro inexpresivo, pero sus dedos apretaron las páginas de su libro. Difícil. Esta decisión que tomó y no iba a retractarse.

Pero la mujer que estaba ahí con él era su madre. Sentía su miedo traspasar su máscara estóica. Lo sabía. Sabía lo mucho que su hijo aborrecía la decisión que había tomado.

Eso hacía que le doliese el corazón. Solamente tenía cinco años, era demasiado joven para experimentar esos sentimientos tan dolorosos. Sin decir una palabra, le atrajo en un suave abrazo, presionando su cara contra su pecho, esperando que le diese la seguridad que necesitaba tanto.

Su madre era tan cálida y estaba temblando por el esfuerzo de mantener la compostura. Kuroko sintió unas gotas de agua en su pelo.

Kuroko no lloró. Sintió que su madre estaba haciendo lo suficiente para él.

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En realidad, después de ese accidente, Kagami no volvió a ver a Kuroko. Este parece esquivarle en todas partes; ya fuese en casa o en clase.

Kagami se dio cuenta de esto. Había ocurrido en varias ocasiones ya. Kagami le gritaba a su amigo tan pronto como veía ese conocido pelo azul en la escuela pero Kuroko solo le ignoraba o fingía no escucharle y desaparecía entre la multitud, haciéndole difícil el encontrarle. Kagami le buscaba durante los descansos pero no le encontraba en su clase como era normal. Y parecía irse de allí antes de que Kagami tuviese oportunidad de alcanzarle.

Lo mismo ocurría en casa. Kuroko normalmente esperaba que viniese por las tardes. Pero ahora, Kagami se encontraba de pie ante la silenciosa, y quizás vacía, casa.

Nadie respondía a sus llamadas. Kagami recordó cómo le había mirado la madre de Kuroko cuando le pidió verle el otro día.

Cualquiera que fuese la razón, Kuroko se estaba distanciando de él.

Kagami nunca se rendía. Se sentaba en la puerta de la casa de Kuroko y esperaba. Esperaba hasta que se ponía el sol antes de caminar de vuelta a casa, estirando sus rígidos músculos. Y al día siguiente, iría de nuevo.

Kuroko sabía que Kagami le esperaba. Podía verle desde la ventana de su habitación. Kuroko había vuelto a su solitario estilo de vida, a pesar de haber hecho varias mejoras. Rara vez se quedaba por las tardes en casa, porque sabía que ver a su amigo solamente haría que su corazón le doliese más. En lugar de eso, se iba a lo más profundo de la biblioteca de la ciudad. Se metía en su nuevo escondite seccreto (un columpio de caucho olvidado en un árbol detrás del edificio del jardín de infantes) durante los descansos con Kagami. Había sólo las tareas de casa.

Y, con todo eso, aprendió a hacer que su presencia no fuese notada.

Porque todo era parte de la decisión que había tomado.
Para Kagami, Kuroko estaba evitandole por la culpabilidad que no debería sentir. Pero para Kuroko, era un desafío para hacerse más fuerte. No iba a dejar que nadie saliese herido por su culpa de nuevo.

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Dos meses más tarde, Kagami recibió una carta de su padre en América. Él y su madre iban a irse de Japón para reunirse con él allá en Estados Unidos, dentro de dos semanas.

Kagami intentó darle la noticia a Kuroko. Pero como había esperado, la madre de Kuroko fue la que abrió la puerta.
Cuando Kagami terminó de hablar con ella, esta parecía triste. Kagami preguntó si podía ver a Kuroko. Parecía extrañarle mucho. pero la madre de Kuroko negó con la cabeza lentamente. Se mordía el labio inferior como si le doliese. Sus ojos le suplicaban no preguntar más.

"Entonces" dijo Kagami, desesperación arrastrada en su voz "Entonces, por favor, dígale a Tetsuya que estaré esperándole antes de irme. No importa si aparece o no. Solo dígale que le estaré esperando"

La madre de Kuroko dudó antes de asentir. Respiró hondo e intentó sonreír.

"De acuerdo"

Las dos semanas pasaron en un instante. Kagami se mantuvo ocupado con todo el embalaje y demás cosas. No tenía intención de dejar nada - absolutamente nada - atrás.

Y entonces llegó el día. La mayoría de sus cosas ya habían sido enviadas a América. Kagami colocó el equipaje en el maletero del taxi que su madre había llamado para que les llevase al aeropuerto. Se paseó por la casa mientras su madre hacía algunas comprobaciones de último minuto.

Estaba decidido a recordar ese sitio mientras viviese.
Cuando caminaba para salir de allí, miró a su alrededor, mirando hacia afuera, buscando a Kuroko. Se dio la vuelta con un círculo completo y, finalmente centró su mirada en la ventana que daba a la habitación de Kuroko. Esperaba con esperanza el ver esa conocida cara, esa mata indomable mata de pelo y esos grandes ojos azules por última vez antes de irse. Pero las cortinas estaban echadas y Kuroko no estaba por ningún lado.

Kagami parpadeó para contener las lágrimas. ¡Era tan frustrante! ¿Por qué no podía verle? ¿Qué estaba mal realmente?

"¡Taiga!"

Kagami suspiró. Era hora de irse. Caminó hacia el coche y antes de subirse, se giró.

"¡Me voy ya, Tetsuya!" gritó, sin importarle si el chico estaba escuchando o no "¡Ha sido divertido conocerte! ¡Nos veremos de nuevo!"

Cuando entró al coche, se dio cuenta de que su madre estaba llorando. No le importaba. Sus ojos estaban también húmedos.

Pero sin saberlo, las cortinas no estaban totalmente cerradas. Había un hueco en mitad de ambas telas, lo suficientemente amplia como para mirar por en medio.

Kuroko vio con una pequeña sonrisa en su rostro como el coche amarillo se alejaba más y más hasta que no era más que un pequeño punto en la distancia.

"Si" dijo en voz baja. Cerró los ojos y dejó que grandes lágrimas resbalaran por sus mejillas "Nos veremos de nuevo"

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Años más tarde, Kuroko mejoró su coraje para hacer amigos otra vez cuando entró a la escuela primaria.

Conoció a nuevos amigos y, de nuevo, fue feliz.

Pero como en la ocasión anterior, no duró. En su tercer año, se quedó solo otra vez.

Decidió empezar de nuevo cuando entró a la secundaria.

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En cierta escuela secundaria de Tokio, cientos de estudiantes estaban reunidos en el patio. Los superiores de varios clubes intentaban con todas sus fuerzas atraer la atención de los estudiantes de primer año, desesperados por aumentar sus integrantes. Los d e primero eran constantemente empujados por toda la actividad que había.

Entre el caos, un chico leía calmadamente su libro mientras andaba.

"Hey, ¿te gustan los libros? ¿Qué tal si te unes al club de literatura?"

La preguntaba iba dirigida a la persona detrás de él. Al chico no le importó. No estaba interesado en el club.

Se detuvo cuando alcanzó el punto donde estaban colocados los del club de baloncesto. Hizo un pequeño doblez en la esquina de la página que estaba leyendo y metió la novela en su mochila. Entonces, alzó la mirada.

"¿Es aquí el club de baloncesto?"

Se quedó mirando. Miraba y miraba. La persona que estaba allí, practicamente estaba aterrando a los superiores del club. Era un chico muy alto con el pelo rojo oscuro corto. Tenía una expresión de sumo aburrimiento, aunque era difícil de decir por la extraña forma que tenían sus cejas y que estaban en un ceño constante en su rostro.

Pero ese no era el motivo de su sorpresa. Conocía a esta persona.

"¿Kagami Taiga-kun?" escuchó que decía la chica del puesto, leyendo. Su respiración se exaltó. Era él - de verdad era el Taiga-kun que conocía, con el que solía jugar durante sus solitarios días.

Se acercó más, sin ser visto por la gente de alrededor. Una conversación estaba produciendose entre Kagami y los superiores. Kuroko se sentó en la silla vacía junto al pelirrojo.

Una sonrisa adornó sus labios mientras cogía un bolígrafo para rellenar el formulario.

Nos encontramos de nuevo, Taiga-kun.


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