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Hasta la muerte por Like_a_G6

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Notas del capitulo:

Y aquí está la primera parte... Aviso que es de llorar, pero bueh', me desperté así depresiva y esto es lo que salió.

 

 

Me agarraron con fuerza, sin dejar acercarme a las llamas. Estos guardias eran fuertes, y yo utilizaba toda mi furia.

 

No podía permitir lo que estaba pasando. Solo quería ir a ayudar a mi Tao.

 

Lo miré, con mis ojos llenos de lágrimas. Podía sentir como resbalaban por mis mejillas, podía sentir su sabor salado, Podía escuchar mis gritos hacia el menor, pero este solo estaba allí, amarrado a esa pira, quemándose sin poder hacer nada. Mi desesperación crecía por momentos.

 

Tao solo gritaba auxilio, gritaba mi nombre. Le sentía gritar y llorar, y sentía su dolor de la carne que se quemaba al paso de las llamas.

 

Tao…

 

Miré por última vez la pira, y le vi con la cabeza agachada, sin moverse. Ya no lloraba. Ya no gritaba.

 

Pude sentir como su vida se extinguía lentamente frente a mis ojos…

 

Tao….

 

-¡Kris! -Le gritó asustado al ver los gritos y las lágrimas del rubio, quien se revolvía con fuerza y gritaba su nombre.

 

Éste abrió los ojos y le miró con miedo, con los ojos rojos y sudoroso. Se sentó en la cama, dejando ver su torso desnudo y brillante por la sudor que le recorría entero. El menor se abrazó a su cintura con fuerza, al tiempo que sintió la mano del mayor en su cabello, calmando poco a poco su respiración, relajando su cuerpo.

 

Una vez más calmado, sus ojos negros como la noche miraron por las pequeñas ventanas que esa casa tenía, viendo que ya era de día. Se restregó los ojos con la mano libre y después miró al otro, quien se había dormido de nuevo entre sus brazos. Kris no quiso moverse, quedarse abrazado a él.

 

Pero tenía cosas que hacer, por desgracia.

 

Se estiró un poco y se levantó de la cama tumbando al menor con dulzura, en busca de su camisa sencilla y blanca, la cual la encontró junto a la puerta, puesta en la silla que había al lado. Se vistió con ella y miró de nuevo a Tao con ternura.

 

Salió de la pequeña habitación y cruzó el resto de la casa hasta la puerta principal, lo que no le contó más de cuatro pasos de sus piernas.

 

Era hora de volver al poblado, de seguro Lay le esperaba con sus recursos.

 

Mientras tomaba la capa negra que estaba colgada junto a la puerta, recordó todo lo que habían pasado por esos años.

 

Hacía ya diez años que él y Tao habían huido del poblado. Conoció al pequeño panda con tan solo siete años, y ya habían hecho una gran amistad. Es cierto que el menor, aparte de tener un aspecto raro, era algo misterioso.

 

Su familia entendía de plantas y medicinas naturales, de ello se habían ganado la vida. Pero que desde al pueblo llegó el nuevo cura, la familia Huang no podía vivir en paz. Tao vio como su madre era descuartizada y su padre arrojado al mar por acusación de brujería. El menor, asustado por ello, había huido al bosque y él, como su mejor amigo, le había seguido hasta allí.

 

Kris, al ser el mayor, cuidó de Tao desde entonces, forjando una gran amistad entre ellos y, poco a poco, enamorándose del contrario.

 

Poco a poco, al estar junto al pequeño panda. a Kris tambien se le acusó de brujería. Y ahora ambos están en busca y captura. El mayor cada día sale a revisar los alrededores para asegurarse que no se acercaban a ellos.

 

Y en diez días, iba a haber cacería.

 

Kris, con el miedo en el cuerpo, se ató la capa y fue a la parte trasera de la casa, para tomar a su caballo Ace de las riendas y sacarlo del establo que había construido para él. Acarició su cuello y suspiró montando a su lomo, mirando por última vez la casa y cabalgando lo más rápido y silencioso que el animal podía. Ace levantaba polvo a su paso, pero al rubio no le importó. Solo quería tomar lo necesario para otro mes de supervivencia sin necesidad de quedar expuestos y volver junto a su Tao.

 

Paró a su corcel metros antes del poblado, bajando de él y atando sus riendas en el árbol más cercano. El blanco animal solo movió la cabeza, ganándose una caricia por parte de Kris. Este caminó por la aldea cabizbajo para no ser reconocido, acelerando el paso hasta entrar en una de las tiendas más conocidas de allí. El encargado, al verle, solo abrió la puerta que tenía en la derecha, dejando pasar al chico sin que nadie se percatara.

 

Una vez esta se cerró, el rubio pudo quitarse la capucha de su capa y mirar al joven de espaldas a él, quien ponía cosas en una cesta.

 

-Lay… -Le llamó acercándose lentamente.

 

El llamado se volvió hacia él. Su cabello rubio y despeinado brillaba por la luz que emitía la pequeña lámpara de gas que le acompañaba a todos lados. Sus ojos negros se posaron en el otro y sus labios se separaron.

 

-Kris… -Murmuró con un acento extraño. Claro, Lay venía del norte del país, por tanto su tono era diferente. Al igual que el de Tao.

 

Le entregó la cesta que instantes antes estaba preparando, sonriendo. El otro la tomó con sus grandes manos y le sonrió de vuelta.

 

-Gracias Lay, de verdad.

 

-Sabes que cuidaré de ti y de Tao todo lo mejor que pueda.

 

Lay le sonrió de vuelta. Él también conocía a los Huang desde que con solo tres años llegó al pueblo. Todos lo habían marginado excepto Tao, quien jugaba con él, riendo y forjando una fuerte amistad que ni con el paso de los años se podía romper. Cuando los señores Huang murieron, su familia se ocupó del panda hasta que amenazaron a la familia con matarles a ellos también si Tao no era entregado.

 

La madre de Lay, resignada a entregar a un pequeño inocente, le dio comida y una cesta, indicándole un camino hacia una casa de madera vieja y lejana, a horas de aquí. Tao lo habló con él y Kris, quien se ofreció voluntario de ir con él.

 

Desde entonces, Lay hacía lo mismo que su difunta madre. Preparaba cada mes una cesta con todo lo necesario para vivir, algo de ropas y pequeñas noticias del pueblo.

 

El más alto, Kris, se despidió de Lay con una leve inclinación de cabeza, dándose media vuelta para salir de allí y regresar junto a su pequeño. Pero una de las manos del otro le detuvieron  sujetando su brazo con fuerza.

 

-Kris, tenéis que alejaros de nuevo… La cacería se acerca, cada día se adentran más en el bosque.

 

Kris se volvió a ver a Lay a los ojos, quien detrás de toda esa frialdad que había conseguido obtener para salvar a sus amigos, le mostraban preocupación y miedo. Suspiró, cansado de cambiar de lugar y alejarse cada vez más y más.

 

-¿Dices que se adentran cada vez más?

 

-Sí. Ayer hablaban de que habían hallado un pequeño lago, a una hora de aquí.

 

El serio rostro del alto palideció de golpe al escuchar esa frase. Ellos vivían apenas una hora y algo de ese lago, y a veces Tao se paseaba por allá.

 

-¿Cuando volverán a salir? -Le preguntó con urgencia y alarmado. Ahora todo su cuerpo, cada fibra de él, le pedía correr hasta casa y encontrar a salvo a su pequeño Tao.

 

-Dentro de diez días, dicen que se recorrerán todo el bosque y poblado, en busca de “brujas” -Le explicó.- Kris, esta noche mismo, toma a Ace y Growl y remontad el río hasta estar a días o semanas de aquí. Solo así podrás salvar a Tao.

 

Kris agradeció varias veces y salió casi corriendo de la tienda, dejando a Lay con una mueca de preocupación en su tranquilo semblante.

 

El alto salió de la tienda y se cruzó el pueblo rápidamente, caminando hacia su corcel, el cual pastaba tranquilamente. Puso la cesta atada en el asiento del animal, lo montó y lo espoleó con fuerza. Él relinchó, algo sorpendido, y empezó a trotar rápidamente hacia la cabaña.

 

En la mente de Kris se repetía una y otra vez la imagen de Tao quemándose, gritando su nombre. El pánico se apoderó de su cuerpo y le exigió más a Ace, quien obediente aceleró su marcha. Kris miraba a su alrededor, esperando ver a algún soldado o ser humano.

 

De golpe detuvo a su caballo y miró uno de los árboles, el cual contenía un trozo de tela de algún oficial. Maldiciendo por lo bajo, volvió a espolear a Ace, haciendo que este corriera más rápido que antes. Cuando llegó a la casa, bajó de un salto, llamando a Tao con preocupación y temor de que hubieran atrapado al pequeño.

 

Una mueca de alivio se reflejó en su duro rostro al ver al ojeroso salir de la casa sonriendo. tomó las riendas de Ace y lo llevó al establo, tomando después la cesta con su mano y acercándose a Tao lentamente, para después abrazarlo de la cintura.

 

Éste correspondió a su abrazo y le besó con infinito amor en los labios. Ellos dos apenas se besaban, y solo habían hecho el amor un par de veces. A ellos no les hacía falta todo eso, solo con abrazarse y acariciar la mejilla del otro ya eran suficientemente felices.

 

-Hola amor -Susurró Kris en sus labios, provocando una sonrisa  y un sonrojo por parte del mayor.

 

Le tendió la cesta y se quitó la capa siguiendo al otro a su paso, suspirando con suavidad. Estaban muy cerca. Y cada vez corrían más peligro.

 

-Tao, amor -Le llamó el mayor una vez entró en la casa, cerrando la puerta. Esperó a que su novio le mirara, regalándole una de esas sonrisas que amaba.

 

-Dime cielo -Empezó a sacar los alimentos de la cesta.

 

Kris se acercó a él con lentitud y lo abrazó por la cintura tiernamente, apoyando su cabeza contra la del menor.

 

-En diez días es la cacería, y los soldados han empezado a adentrarse en el bosque…

 

Kris vió como hasta las hermosas orejas del menor palidecían de golpe, sintió el frágil cuerpo de su amado temblar, hasta pudo sentir como su corazón volvía a partirse.

 

-¿Otra vez…? -Susurró con la voz completamente rota. El mayor sintió como su propia alma moría en ese istante. Irse ahora significaba irse para siempre, dejando atrás a Lay, al pueblo donde se habían criado, donde ambos tenían a sus padres, sus raíces. Y sabía que su pequeño panda no lo soportaría.

 

-Remontaremos el río, solo por un tiempo. Cuando todo se calme volveremos ¿si? -Le susurró al oído con extrema dulzura y lo abrazó con más fuerza.

 

-¿Cuándo? -Murmuró sin ganas el panda, acariciando los brazos del alto.

 

-Pasado mañana, tenemos un día para prepararnos… -Le indica el otro y lo acuna como puede en sus brazos.- ¿Qué harás para comer?

 

Tao sonrió con tristeza todavía ante la pregunta de su novio.

 

-Lo que quieras, mi protector…

 

Kris sonrió ante el apodo que él y Lay le habían dado. Era cierto, jamás dejaba solo a su novio. Y si para asegurar su supervivencia tenía que morir, se lanzaría a ella sin pensarlo.

 

-Quiero tus labios Tao, te quiero a ti como cena…

 

El menor se sonrojó hasta la raíz de su cabello y le miró, asintiendo. Deseaba que el mayor le tocara del modo tan excitante que lo hacia, necesitaba sentir sus besos, sus caricias, todo de él.

 

Pero el motivo de Kris era diferente. Sabía que el final se acercaba, y él solo quería no olvidar el olor y tacto de su amado.

 

De lo único que le importaba en el universo.

 

Notas finales:

¿Que les pareció? ¿Les gustó? 

Bueno, aviso que consta de tres capítulos solo :33

 


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