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Nunca más sólo por Chiru Less

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Notas del fanfic:

Bueno...esto es algo raro que surgió hoy a la tarde en mi cabeza, y decidí escribirloXD

Judal aquí es un niño, y lo escribí porque jamas lei un fic en el que se lo describa cuando era solo un mocosoXD y bueno, me llegó la inspiracion y decidí compartirla 

Espero les agrade!

Judal sonrió ante el extraño sonido que ese pequeño animal producía cuando él lo tocaba. No había necesitado utilizar la varita para que, al posar su mano, sintiera una especie de temblor proveniente de su lomo.

Estaba agachado, y un pequeño gato negro lo miraba curioso con sus grandes ojos amarillos; Judal se había sentido con un poco de temor al pararse de repente allí, porque supuestamente estaba entrenando, y no perdiendo el tiempo – se aburría terriblemente estando solo, practicando sin cesar hechizos a los que no le encontraba sentido alguno -, pero al ver una pequeña bolita negra inerte en la mitad del jardín imperial, en el medio de la nada, sólo…no pudo evitar que la curiosidad lo invadiera, y tuviera que acercarse a ver qué era eso.

Se acercó con cautela, pensando que podía ser algún objeto mágico que los viejos habían dejado a propósito allí tirado, sabiendo lo curioso que él era – no sería la primera vez que lo castigaban por desobedecer.  Detuvo en seco su marcha, asustado, al ver que la pequeña bola se movía y giraba en su dirección; de la negrura de lo que parecía pelo – Judal no lo sabía bien, no se había acercado lo suficiente – aparecieron dos enormes ojos amarillos que lo miraban intensamente. Ninguno se movía.

Judal miró hacia los lados, y hacia atrás; parecía que no se habían percatado de su desobediencia, y ninguno de los príncipes ni el emperador estaban cerca. La curiosidad lo mataba…y él creía que era normal, sólo tenía 6 años.

No le pareció mal acercarse; la bolita con ojos amarillos no parecía querer atacarlo, y él necesitaba tocarlo. Tenía que saber cómo se sentía.

Se acercó lentamente, intentando que no se alejara de él; la bolita se desenrolló, y tenía cuatro patas y una cola; frunció el ceño, pensando que eso parecía…un gato? Le parecía que se llamaba asi, no lo sabía bien…nunca se habían molestado en mostrarle todos los animales que él solo había descubierto, mirando desde los árboles, cuando lograba escaparse.

Se arrodilló y comenzó a gatear. No le importaba ensuciarse el pantalón blanco ni el traje rojo que le habían dado el día anterior; estaba arrastrando las mangas y las rodillas, y restos de césped quedaban adheridos por doquier. Su trenza se deslizó hacia delante, ondulando con su gateo, y vio, emocionado, que el gato se quedaba allí, en su lugar. Al llegar a su lado, simplemente lo miró, y Judal tomó confianza y estiró la mano.

Sonrió al ver que el gato negro golpeaba suavemente su pequeña cabeza contra su mano, buscando el contacto; lo acaricio delicadamente, y le encantó la suavidad de su pelaje. Y el sonido que producía su cuerpo, que sentía como una leve vibración en su mano; parecía que le gustaba que lo tocara. Una sensación cálida se extendió por su cuerpo y su rostro, mientras sonreía.

Decidió animarse un poquito más, y con las dos manos, lo tomó por los costados, alzándolo; el pequeño animal maulló contento, y la vibración de su cuerpo aumentó. No pesaba nada, era como una pequeña pluma. Judal se sentó en el jardín, mientras lo acercaba a su rostro, para mirarlo más de cerca.

De dónde había salido? Nunca lo había visto por allí…y eso que él conocía cada rincón oscuro del palacio. Sería de alguno de los príncipes?  No lo creía…como a él, a los herederos del Imperio no los dejaban tener mascotas. Por eso tal vez no había sabido bien distinguir qué era.

Lo alzó un poco más, y el gato maulló. Judal rió, pensando que aquel animal era divertido. Quizás podía llevárselo con él, asi no se aburría tanto…

Una mano blanca, rodeada de túnicas también blancas, salió de la nada, detrás de él. se congeló en el lugar al reconocer las túnicas.

-          Magi, no debe descuidar su aprendizaje.- dijo una voz grave, severa.

No se atrevió a responder, pero la mano tomó del pelo al pequeño gato, que maulló disconforme, y lo elevó en el aire. Judal solo pudo extender los brazos, intentando tocarlo otra vez.

-          Estos no son entretenimientos dignos de alguien de su poder, Magi. Por favor, vuelva a su entrenamiento.

El gato se perdió entre las túnicas del sujeto, y Judal sólo bajó la mirada, impotente. No podía atacarlo. Su poder no era demasiado, y además, sabía que si lo hacía, recibiría un castigo ejemplar. Ellos nunca sentían lástima por él. ni por nadie.

El gato ya no se escuchaba. Se paró, mirando aun el suelo, y comenzó el camino de regreso, seguido del sujeto de túnicas blancas. Apretó sus pequeños puños, odiando la sensación que sentía en los ojos. Le picaban, le ardían. Él sabía que después de eso venían las lágrimas. Y las odiaba.

Porque lo habían castigado incluso por llorar. Por mostrar debilidad.

Intentando contenerse, volvió a los pesados libros que lo esperaban inerte en aquel recinto oscuro, sin vida. Se sentó entre ellos y tomó uno al azar, posando su vista en él, pero sin leer realmente. Lo apretó con fuerza, pensando que después de aquello venía el entrenamiento práctico, y después de horas, por fin, lo dejarían un poco tranquilo.

Era siempre lo mismo, todos los días. Se preguntaba qué había dicho o hecho, para que no lo dejaran hablar con nadie, para que lo torturaran asi, encerrado. Porque para él eso era una tortura.

Y recordó el gato. Y la suavidad de su pelo negro. Y su maullido.

Sólo…no quería estar tan solo, siempre.

Los ojos se le empañaron, y tratando de no emitir sonido alguno, dejó que esa agua salada saliera de sus ojos, cayendo sobre las hojas amarillas de aquel libro viejo.

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Estaba exhausto. Esta vez esos viejos se habían pasado.

Quizás era un castigo por lo que había hecho esa tarde, al escaparse en sus narices.

Ya era de noche, y se moría de hambre. Estaba más sucio que a la tarde, y le dolía todo. No había podido esquivar un par de los hechizos de aquel viejo de la túnica, que le decía que debía poner más énfasis en sus estudios, en su dedicación. Frunció el ceño, pensando en lo molestos que eran.

Estaba desmoralizado. Si alguna vez aprendía lo que significaba esa palabra que había oído decir a los príncipes más grandes.

No se sentía con ánimos de nada, solo quería dormirse y no despertarse nunca; o despertarse y estar lejos de allí, que lo dejaran en paz de una buena vez. Llegó a pensar que cuando tuviera poder suficiente, se desharía de todos ellos, y huiría para siempre. Eso siempre le levantaba el ánimo, y lo tranquilizaba un poco. Pero esa noche no estaba funcionando.

No podía sacarse el gato de la cabeza. No quería pensar en lo que le habían hecho…solo porque él lo había tocado. El gato negro había tenido la mala, malísima suerte, de cruzarse con él.

Agachó otra vez la cabeza, y suspirando, caminó hacia sus aposentos. Esperaba que alguien se acordara de él y le llevara algo de comer…

-          Judal- chan? Eres tú?.- una voz llamó su atención, una voz de niña. Sabía a quién pertenecía.

Giró el rostro, y se topó con esa niña desaliñada que siempre andaba escondida debajo de los muebles, y que insistía siempre en hablarle. La miró bien. Su cabello rosado estaba un poco más arreglado, atado con un pequeño moño, y llevaba un vestido floreado, limpio. Ella lo miraba con curiosidad desde una de las puertas abiertas de sus habitaciones.

-          Qué te pasó? Te lastimaron?.- preguntó, acercándose a él. No tenía ganas de pelear, ni de apartarse, ni de seguir caminando. Ella llegó a su lado, y tocó su rostro. Frunció el ceño, incómodo con el contacto.- Estás bien?

-          Si, vieja.- respondió de mala manera.

-          No soy vieja! Qué cruel!.- chilló enojada, agitando los brazos.- Sólo tengo un año más que tú, sabes…no es nada.

-          Es mucho.- por alguna razón, discutir con ella, y pasar el tiempo allí, lo tranquilizaba. Se sentía casi tan bien como haber tocado al gato negro.

-          Como sea.- bufó, molesta.- No tienes hambre? Me dejaron la comida, y se fueron…

Ah, recordaba por qué, de entre todos, Judal se había dejado ver y hablaba con ella de vez en cuando. Ella también estaba sola. Nadie nunca se había preocupado por saber si estaba bien de ánimos, como con él. sólo vivía allí, en aquellas habitaciones, con cosas desparramadas por doquier.

Y por eso la siguió hacia el interior de su habitación. Como lo esperaba, todo estaba desordenado, pero a él le gustaba asi. Le gustaba que fuese como ella quería ser, pese a todo.

-          Hoy vinieron unos tipos a decirme que debo peinarme y vestirme como una princesa, sabes?.- le sonrió.- Nunca pensé que se acordarían que existía…

-          Pero el desorden sigue igual.

-          Ellos lo limpiaron.- había telas y muñecas de trapo por doquier. Judal se sentó entre ellas, sin molestarles demasiado.- Pero…

-          Hiciste nuevas.

-          Asi es.- trajo un recipiente cuadrado, y en su interior, había mucha comida.- Es mucho para mí, en todo caso.

Comieron en silencio. No era incómodo. Los dos estaban acostumbrados a estar solos, y la presencia del otro era suficiente. Aunque la princesa Kougyoku hablara mucho, no sabía bien como relacionarse con los demás. Como él.

Y de repente, cuando terminaba de comer, lo oyó.

Era muy débil, pero provenía de la habitación de Kougyoku. Se irguió en el suelo, atento, y la princesa lo notó, mirándolo curiosa.

-          Qué pasa, Judal-chan?

-          N…nada…

Y lo oyó otra vez. Había sido como un rasqueteo, como algo que rasgaba una tela, o tal vez un papel…

Se incorporó, intentando guiarse al sonido. El primer sonido que había escuchado era inconfundible…era…

Y lo volvió a oír, débil, suave, lastimero. Pero lo escuchó.

-          Ah, eso.- Judal se dio vuelta, y vio que la princesa se acercaba a él y pasaba de largo, acercándose a unas cestas de mimbre amontonadas en un rincón.

La vio revolver insistentemente, sacando trapos viejos y algunos nuevos, con los que hacia sus muñecas, y de repente, emitiendo un gritito de emoción, se incorporó otra vez.

Y a Judal le picaron los ojos otra vez. Mucho más que antes.

-          Estaba caminando por la puerta…creo que lo dejaron allí, porque no parecía saber a dónde ir.- dijo Kougyoku, dándose vuelta con el pequeño gato negro en brazos, que maullaba feliz al verlo a él.- Lo conoces?

-          Si…

Se acercó lentamente, sin poder creerlo. Lo acarició, como antes, y sintió esa leve vibración tan agradable. Sintió el calor recorrer sus mejillas, y no le importó. No le importó llorar allí, delante de la princesa, ni que ella lo mirara preocupada.

Porque ese llanto no dolía.

-          Judal-chan…te sientes triste?.- preguntó ella, frunciendo el ceño, mientras le pasaba el gato.

-          No.- se secó el rostro con una de las mangas, bruscamente.

-          Tus ojos rojos brillan…estabas llorando…te duele algo?

-          No.

-          Entonces…por qué lloras?

-          De felicidad.

Le sonrió genuinamente, como no lo había hecho con nadie, mientras el gato intentaba esconderse entre sus ropas. La princesa pareció pensarlo, y después le devolvió la sonrisa, contenta de verlo feliz.

Ella siempre lo había visto solo…y la hacía sentir bien verlo sonreír, tranquilo. No sabía bien qué hacia todos los días encerrado, pero le gustaban esos pequeños momentos que compartían, de vez en cuando.

-          Habría que ponerle un bonito nombre.- dijo, sonriente, la princesa.

-          Si? No sé mucho de eso…

-          Lo pensaremos.- ambos se sonrieron, y miraron el pequeño animal que exigía atención.

Judal elevó otra vez el gato, que maulló feliz en sus manos.

Ya no los odiaba tanto a esos viejos siempre tapados; pensó que, después de todo, siempre podía ir allí cuando terminara las cosas que ellos le pedían, con la vieja y el gatito, y ser él mismo.

Y no sentirse tan solo. Ya no más.

No sabía qué era aquella sensación cálida que recorría su cuerpo, y lo hacía sentir protegido, feliz, y contenido. Pero le gustaba, y mucho. Y no se avergonzaba de ello.

No quería dejar de sentirla.

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-          Judal-chan! A que no sabes lo que oí!.- gritó Kougyoku, acercándose a él, corriendo.

-          Qué?

No aprendía más, y se había escapado. Otra vez. Pero ahora ya tenía la ventaja, porque había aprendido a levitar – era genial, podía ir a cualquier lado y esconderse donde fuera – y a Kougyoku la habían cambiado de sector, y ahora dormía en uno de los pisos superiores.

Se encontraba sentado en una de las ramas del durazno que daban hacia la habitación de Kougyoku, en donde lo recibió Furfur, más grande y gordo. Le gustaba estar en lo alto con él, en aquel árbol frondoso.

-          Escuché que Kouen decía que había un chico un par de años mayor que él que conquistó como 3 de esos edificios gigantes que aparecen por ahí…

-          Ah sí, los viejos me lo nombraron, tengo que ir y convencerlo de que sea mi candidato a rey.

-          Candidato? Que es eso?

-          Y yo qué sé!.- preguntó ofuscado, porque le molestaba no saber bien que significaba todo eso.

-          Tiene que ver con eso de que eres un Magi, o algo asi?.- preguntó la princesa, salvaje, intentando trepar desde la baranda hacia el árbol. Judal gateó hacia ella, sabiendo que con esos vestidos largos que llevaba se enredaría y se estamparía contra el suelo.

-          Creo que si…sabes algo de él?.- preguntó con curiosidad, mientras tomaba sus manos, y la impulsaba hacia la rama más gruesa. Ella se pegó a su cuerpo para no caer.

-          Sé que se llama Sinbad, y es muy apuesto.- él frunció el ceño, confundido. Y eso qué tenía que ver?.- Y que es muy fuerte, y valeroso… dicen que logró vencer ejércitos enteros…debe ser tan agresivo…

-          En serio?.- esa última parte le había interesado. Bien, le gustaba destruir cosas como a él. Tenían chances de llevarse bien.

-          Si! Tú lo conocerás, verdad?

-          Creo que sí, aunque no se bien lo que tenga que hacer.

-          Ya veo…por qué no le preguntas si quiere venir a jugar con nosotros? Tal vez…

-          No seas estúpida. Los viejos me dijeron que lo hiciera mío, y asi lo hare.- dijo, caprichoso. Eso no era verdad, se le acababa de ocurrir, después de lo que ella le había contado…realmente existía alguien asi?

-          Tuyo? Como un juguete nuevo?

-          Algo asi.

-          Me lo prestarás?

-          Si dejas de comportarte como una vieja, tal vez lo haga.

-          Que no soy vieja!

Casi se caen al zarandearse en las ramas, mientras Furfur, el gato negro, grande y gordo, escalaba más alto, perdiéndose de vista.

Mientras Judal insultaba y se reía a la vez de la princesa, que se había enganchado el vestido y casi había quedado boca abajo, pensó que quizás, ahora que podía salir a conocer a ese tal Sinbad, se sentiría aún menos solo.

Quizás quería ser su amigo, también.

Sonrojado por la emoción, prometió dar todo de sí para que fuese suyo, como él quería.

 

Notas finales:

Bueno, no se si quedó bien...espero les haya gustado!!

Si desean mas fics de este tipo, avisenme!! y haganme saber si éste les ha agradado :)

Nos leemos!!!


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