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Las alas de un esclavo por JudithzzYuko

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Notas del fanfic:

Warnings: AU/AR, sexo en grupo, non-con, violencia en general. 

 

(Bueno, para la gente que estaba siguiendo este fanfic desde antes, sí, no se que he tocado porque estaba despistada mientras actualizaba y he borrado el fanfic entero (hasta el capítulo 11 en realidad) así que vuelvo a subirlo. )

Capítulo 01.

No era posible. Debía ser un mal sueño, una pesadilla. Seguramente cerraría los ojos y al abrirlos de nuevo vería a su padre de pie frente a él, diciéndole que moviese el culo y subiese al Impala mientras su hermano les esperaba en el asiento trasero del coche. Por desgracia sabía demasiado bien que no era así, el dolor que sentía en cada centímetro de su cuerpo hacía que no fuese posible que estuviese dormido. Sabía que no volvería a ver a su padre, la última imagen que tenía de él era la de su cuerpo sin vida, desangrándose en el suelo junto a su coche, mientras un demonio menor le pateaba a él la cabeza y quedaba inconsciente. Supuso que dejaron su cuerpo allí, no creía que tuviesen corazón como para recoger su cadáver y darle la sepultura que merecía, como el cazador que realmente era, el hombre luchador que Dean recordaba. No sabía si por suerte o por desgracia, pero él había conseguido salir con vida y ahora estaba metido en una jaula en la trastienda de un local de mala muerte. Todo olía a sangre, sudor y suciedad, lo cual unido al malestar por la golpiza, hacía que a Dean se le revolviese el estómago. Miró a su alrededor entre la oscuridad y vio al resto de gente encarcelada. La mayoría era demasiado jóvenes, prácticamente niños, seguramente criados en cautividad y vendidos a bulto por algún tratante sin alma. No había rastro de su hermano y la preocupación le estaba matando. Sabía que estaba vivo, cuando les lanzaron a la furgoneta, durante algunos segundos de consciencia, pudo ver a su hermano dentro del mismo vehículo. Precisamente por eso estaba preocupado, si Sam había sido capturado como él, ¿a dónde lo habían llevado?
La puerta de la habitación se abrió dejando pasar algo de luz en la estancia, Dean entrecerró los ojos, la poca claridad le hacía daño y se cubrió con la mano. El gesto le produjo un dolor punzante en el costado lo cual le hizo arrepentirse de hacerlo. Era probable que tuviese alguna costilla rota o al menos había estado bastante cerca.
El mismo ser que había entrado las veces anteriores se acercó a la jaula y la abrió con la llave que le colgaba del cuello. Dean había pensado una y mil veces en una forma de escapar de allí, había estado tentado de romperle el cuello a su captor y arrancarle la llave para abrir la jaula, pero su plan no le llevaba más allá de la puerta, sabía que había dos gorilas apostados en la entrada y que no había otra salida. Quizás era por los golpes en la cabeza pero parecía que su mente no le llevaba a ningún lugar que le permitiese escapar de allí.
Poco a poco el resto de ocupantes de su celda fueron llevados hasta el exterior y Dean se quedó sólo, en la oscuridad. Entre el silencio de la habitación se escuchaban los gritos de los compradores en la sala contigua, se le hizo un nudo en el estómago al escuchar como vendían al último de los niños. Dean habría compadecido al chico, pero en su situación quizás no era lo más indicado, ya que seguramente a él le esperaba un destino mucho peor.
No era típico de él, pero decidió no oponer resistencia al ser llevado ante los expectantes compradores. Esperaba una sala casi como en la que había estado, oscura y sucia, pero le sorprendió la pulcritud de la habitación, era una sala blanca, con sillones de madera forrados del mismo color de las paredes, con detalles en dorado y seguramente más antiguos que algunos de los presentes en la sala y eso era decir mucho. Tanta claridad era dolorosa y Dean caminó casi a ciegas hasta una tarima circular que había en el centro de la sala. Los seres sentados en los sillones le miraba con curiosidad mientras murmuraban con sus congéneres, el humano se sintió incómodo ante la mirada de aquellas asquerosas criaturas, no podía evitar sentirse cohibido ante tanta "gente", él vestido en unos tejanos viejos y una camiseta hecha jirones y llena de sangre y barro, los zapatos de cualquiera de aquellas criaturas podía valer más de lo que pagarían por su propia vida. Cuando sus ojos se hubieron acostumbrado a la claridad pudo escudriñar con cuidado las caras de quienes allí se encontraban, por desgracia la mayoría parecían ser demonios, algunos tenían pinta de ser peces gordos y las sonrisas que se dibujaban en sus caras le hacían venir arcadas. Las cadenas que le habían puesto alrededor de las muñecas comenzaban a pesarle demasiado, seguramente se debía a algún tipo de magia ya que él no se consideraba débil y si no le hubiesen cogido desprevenido ahora no estaría encadenado en medio de una sala llena de demonios.
Un ser que podría haber pasado por humano de no ser por sus ojos totalmente negros, se acercó a él, llamó la atención de la sala y comenzó a hablar con un extraño acento.
-Señoras, señores. Aquí les traigo la pieza especial de la noche.- las voces de los presentes murmuraban con entusiasmo.- Sé que muchos de vosotros no soléis fijaros en ejemplares tan ancianos.- Dean levantó una ceja. En otra situación habría contestado simplemente por orgullo propio o para hacer una de sus réplicas graciosas, pero no sentía que aquella "gente" tuviese mucho sentido del humor y sus imprudencias ya les habían dado demasiados problemas en el pasado como para aprender algo de ellas.- Pero este humano es especial. Quizás su cara no os diga nada pero seguro que su nombre os es familiar.- Los ojos de todos parecían expectantes.- Su nombre es Dean Winchester.- al escuchar aquel nombre algunos de los asistentes ahogaron un grito, los menos discretos se levantaron y alzaron la voz entre protestas.
-¿Cómo osas traer a ese asesino ante nosotros? Debería estar muerto. Entréganoslo para que podamos darle muerte.- exigió un demonio de ojos rojos.
-Caballeros, caballeros, cálmense. Todos sabemos qué ha hecho este humano.- escupió con asco la última palabra.- ¿De verdad creen que es mejor matarlo? ¿No creen que merece la pena pagar por él y torturarle cada día hasta que deseé estar muerto?- el alboroto de la sala seguía siendo el mismo pero el motivo era distinto, ahora la gente parecía entusiasmada con la idea. Nadie se dio cuenta de que la puerta de la sala se abría y alguien más entraba a formar parte de aquella compra de esclavos, desafortunadamente, legal.- Bien señores hagan sus ofertas, empezaremos la puja con quinientos talentos.- En seguida una mano se alzó al fondo de la sala.- Quinientos talentos, ¿quinientos cincuenta? ¿Alguien da quinientos cincuenta?- seguidamente un duende en primera fila levantó la mano. Sucesivamente las pujas se iban haciendo hasta llegar a un precio que Dean consideraría desorbitante si no fuese porque estaban hablando de la vida de una persona, en este caso, la suya.- Cincuenta mil talentos a la una, cincuenta mil...-
-Ofrezco quinientos mil talentos por el muchacho.- el hombre que había irrumpido en la sala durante el estallido de emoción habló con voz grabe y profunda, sin titubeos y con una calma que a Dean le heló la sangre. El ser caminaba entre la muchedumbre, abriéndose paso hasta estar frente a Dean. Llevaba un traje negro y unos ojos azules que no hacían juego con la severidad de su rostro. La presencia de aquel hombre y su mirada confusa y penetrante que parecía querer leerle la mente, hizo que contuviese el aliento.
-¿Qué haces aquí ángel? Los bajos fondos no son lugar para gente como tú.- un demonio menor le miró con asco pero no se atrevió a acercarse a él.
-¿Puedes superar mi oferta?- dijo el dueño de aquellos ojos azules sin apartar la mirada de Dean.
-No pero...-
-Entonces calla si no quieres que te envíe al lugar del que provienes.- la sangre fría del ángel sorprendía a Dean, aún rodeado de demonios tenía la valentía de amenazar a uno de ellos. El demonio dio un paso hacia él pero una mano en su hombro le detuvo.
-No andes molestando a nuestro invitado.- por lo visto aquel hombre era conocido por los demonios ya que al hablar los murmullos de la sala se apaciguaron y fueron desvaneciéndose hasta convertirse en silencio.- Tiene razón, si no puedes superar su oferta no tienes derecho a quejarte. Esas son las leyes y debemos cumplirlas.-
-Gracias Crowley.- el ángel hizo un gesto con la cabeza dirigiéndose al demonio que acababa de intervenir por él y después miró con ojos inquisidores al demonio encargado de la venta.- ¿Y bien?-
-¿Alguien da más?- preguntó sin ningún convencimiento y bastante más nervioso de lo que estaba hacía unos minutos.- ¿No? Quinientos mil a la una, quinientos mil a las dos, quinientos mil a las tres. Adjudicado a...- el hombre titubeo, dudando en pronunciar ese nombre, pero el silencio fue llenado de nuevo por la voz grabe de aquel ser sobrenatural.
-Castiel, ángel del Señor.- 

 

CONTINUARÁ... 


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