Su pie se movía impaciente, dando golpecitos sin cesar sobre el suelo. Miró de nuevo la pantalla de su móvil. Y un bufido lleno de molestia, escapó de entre sus labios. Era la única sentada en aquella parada de autobús, aunque, había más gente a su lado.
Era solo que la veían tan molesta, casi a punto de echar humo, que temían sentarse a su lado.
Un enorme autobús azul, se detuvo. Era al menos el vigésimo segundo, según ella, que veía.
Y es que llevaba más de una hora esperando.
-Yah! Ham Eunjung, no esperaré más tiempo!- Dijo quince minutos después, aferrando su bolsa con más fuerza mientras se iba dando grandes zancadas, llenas de furia. Era en esos momentos donde parecía verdaderamente Godzilla a punto de acabar con alguna pobre ciudad.
Comenzó entonces a caminar, alejándose de aquel sitio. Tenía las piernas entumidas e iba refunfuñando mientras su mirada centelleaba. ¿Cómo había podido hacerle eso?
Desperdiciar un hermoso día libre de primavera. El clima estaba perfecto y había hecho muchos planes. Quizás ir de compras. Quizás ir a algún parque de atracciones. Tal vez solo caminar sin sentidos durante horas.
Sólo ellas dos, siendo solo dos jóvenes, en una cita cotidiana. Al menos por un día.
Sólo ella y su hámster.
Llegó hasta un pequeño parquecito, donde tomó asiento. Y saco de su bolso móvil. Ni una llamada o mensaje. Volvió a gruñir. Ella perdió la cuenta de cuantas llamadas…
-70 llamadas perdidas. 168 mensajes. – La joven levantó la vista y allí estaba. La pelicorta sonriéndole de esa forma tan tranquila, que lograba calmar al instante su furia de Reptar. –Toma, se derrite- y le extendió un enorme cono de helado de vainilla con chispas de colores.
Park lo tomó con el ceño fruncido.
-Ni creas que esto hará que te perdone
Solo risas por parte de la mayor.
-¿Por qué no has llegado? ¿Sabes cuánto tiempo te esperé? –comenzó a atacarle con tono infantil, sin dejar de comer su helado entre frase y frase. Ham se limitó a estirar su brazo y acariciar el cabello azabache de Park.
-Sí, lo sé y lo siento. Recibí una llamada de última hora. Y me dejé el móvil en casa.
-¿Entonces cómo has dado conmigo?
Alzo los hombros, mirando al cielo, soltando un suspiro.
-No lo sé, solo… sé que pude dar contigo. Sólo sé que estas cansada de esperarme. Y ahora tienes hambre. Por eso decidí traerte un helado. Aunque sé que estás a dieta.- le dijo, dedicándole una mirada cómplice.
-¿Cómo sabes que tengo hambre?
-Te conozco hace años, baby –y le estruja la mejilla, Jiyeon solo le suelta un manotazo y termina su helado.
Dos horas después, salen del pequeño restaurante donde comieron generosamente, lejos del ojo público. Un lugar bastante escondido y al mismo tiempo tan común, que no parecería normal que gente del medio como ellas frecuentaran. Ni mucho menos conociera.
Pero lo cierto era que la comida de allí era su favorita. La dueña ya las conocía.
Y no hacia preguntas.
Solo les miraba con ternura.
¿Y cómo no hacerlo, cuando las veía tan sonrientes, con las miradas brillantes cual pequeñas gemas?
¿Cómo no hacerlo, cuando aquella joven de melena corta, daba de comer con tanta paciencia a la otra chica?
¿O cuando esta, se quedaba con el postre de la mayor?
El amor entre ambas, era puro, y le de verdad, le parecía un verdadero crimen el que tuvieran que vivir escondiéndolo.
A orillas del rio Han. Tomadas de la mano, mientras miran las luces de la ciudad. Se topan con parejas y grupos de amigos. Nadie les presta atención.
-Te extraño… Me da tanto miedo al subir al escenario, mirar a mi lado y que tú no estés…
-Sabes que siempre estoy apoyándote. – Y le sujeta con más fuerza. Atrapa su cabeza y le apoya sobre su hombro. Jiyeon aprovecha para colgarse de su brazo. Siguen caminando lentamente. Eunjung no puede creer todo lo que su Dino ha crecido.
Al sentarse en un espacio poco iluminado, puedo sin embargo, observar el perfil afilado de su chica. Y acaricia su mejilla. Lejos quedaron sus mejillas de adolescente. Cada día, se vuelve una mujer más madura.
Una que aun así, le inspira la misma ternura que una niña pequeña. Cuando miralas ondas del rio con esa carita de patito, y busca acurrucarse en su regazo.
-Toma, comenzará a ponerse fresco- Y le extiende entonces, su abrigo. Jiyeon se lo pasa por los hombros. Sus mejillas se sienten cálidas. No necesita decir nada. Eunjung siempre va un paso delante.
-¿Qué haría yo sin ti? – Pregunta con tono inocente- ¿Qué hago si me falta tu mano para sostenerme?
Una nueva sonrisa. Esa que dice que todo estará bien. Esa que es todo su mundo. Esa por la que es capaz de dejar todo. Y por la es que capaz de cualquier cosa.
La sonrisa que brilla más que la luna esa noche.
Tímidamente, entrelaza de nuevo su mano con la de Ham.
-Eres importante en mi vida. ¿Te quedarás a mi lado, esta noche? ¿Y mañana? ¿Y siempre?
-Más allá de eso, Jiyeonnie.
Un beso en la mejilla, y puede sentir como las mariposas revolotean en su interior. No importa si son muchas o pocas palabras.
Tampoco si son pocos o muchos los momentos que pueden pasar juntas.
O si pocas veces, pueden complacer sus pequeños impulsos por robarse un abrazo. O un beso.
Lo que importa, es que se conocen bien la una a la otra.
Que se descubren cada vez cosas nuevas.
Y que sus manos, siempre se sujetan con la fuerza que da un sentimiento que no se expresa en palabras.