Estaba arto, simplemente no pudo más. El arma temblaba entre sus dedos y su cuerpo cubierto de sangre. Era la última vez que le hacían daño.
En el piso se encontraban los cuerpos inertes de un hombre y su mujer, ambos degollados por el suave filo del bisturí. A su lado se encontraba la jaula en la que era obligado a dormir, al otro, la mesa con el instrumental médico y las jeringas.
Arrastró los cuerpos sin vida de los seres que se hacían llamar padres y los encerró en la jaula. Abrió la puerta de castigo, en la cual le encerraban a menudo, metió la jaula en el interior y cerró la puerta con llave. Nunca más abriría esa puerta.
La pobre luz del cuarto dejaba ver el regadío de sangre producto de la matanza. Fuera, la noche era lluviosa y unos truenos resonaban en el lugar, dejó todo como estaba, ya no le importaba. A sus catorce años había asesinado sin piedad a los que decían haberle dado la vida.
Subió las escaleras y cerró la trampilla del sótano, caminó hasta la cocina y tomó uno de los manjares que tenía prohibido probar, el pan. Desde que tenía memoria le habían tenido encerrado, siembre encerrado en aquel sótano. Nadie conocía su existencia, las pocas fotos enmarcadas eran de aquellos que habían perecido por su mano. Ninguna de él. La casa estaba sumida en la oscuridad, iluminada por los pequeños rayos que iluminaban por una fracción de segundo.
El pelinegro se dio vuelta en la oscuridad y percibió una figura frente a él, era alta y delgada, su cabello se notaba rojo a pesar de la poca claridad. En cuanto el rayo iluminó la estancia, el moreno vio la sonrisa sádica en su rostro.
- ¿Quién eres? – dijo sin mostrar temor y tampoco sentirlo.
- Soy quien tiene la solución a tus problemas –
- ¿un shinigami? – dijo con ironía – llegas tarde, ya me encargué –
- ¡Ja! Se bien que te has encargado pero yo, soy mejor que un shinigami, soy quien te mostrará tu propio mundo –
- eso suena interesante shinigami-ya – dijo enseñando una amplia sonrisa.
- te he dicho que no soy un shinigami, en fin, solo tienes que hacer un pequeño contrato conmigo y te permitiré crear tu paraíso –
- ¿paraiso? y una mierda, voy a crear mi propio infierno y me dejaré consumir en el –
- Jajaja, eres más interesante de lo que creí, voy a divertirme contigo – dijo el pelirrojo riendo.
- tsk, mejor has el maldito contrato de una puta vez – dijo el chico molesto.
- como tú desees – dijo mostrando una nueva sonrisa más lasciva.
Se acercó a su rostro y se inclinó a la altura de su rostro, depositando en ellos un apacionado y violento beso. La sensación que embargó a Law durante aquel beso fue algo inquietante, como si todo lo que existiera a su alrededor se fundiera hasta desaparecer por completo, dejándolos en la nada absoluta. No se dio cuenta en que momento cerró los ojos pero al abrirlos se dio cuenta que el lugar en el que estaban no se asemejaba en nada a la habitación en la que estaban unos momentos antes. Se encontraban en un campo abierto y desértico, el cielo que cubría el lugar era de un color rojo opaco y sin vida, no había rastros de vegetación alguna. Law miró su entorno sin emoción alguna.
- Que dimensión más interesante es esta – dijo el pelirrojo riendo con fuerza – eres un chico muy interesante – dijo mirándolo satisfecho antes de extender sus brazos señalando todo el lugar – ¡bienvenido a tu infierno! –
- Esto es interesante, pero supongo que esto va más allá de un favor – dijo el ojeroso – ¿Qué es lo que quieres sacar de todo esto? –
- Un chico listo – dijo sin quitar su sonrisa – está bien te contaré la razón de mi interés en ti. Existen pocos humanos capaces de cruzar entre sus dimensiones, muchos de ellos fueron considerados grandes hombres como Einstein, Mozart o Picazo, pero también fueron consumidos por su otra dimensión, muriendo en algunos casos en estados muy deplorables. Mi interés en ti ha surgido desde que tuviste uso de tu razón, se podría decir que fui atraído por tu sed de venganza y me he preguntado qué clase de dimensión tendrías, claro que tú habrías sido capaz de abrirla solo en un par de años más pero ¿Por qué esperar? Seguro esto te resulta tan interesante como a mí –
- Una buena explicación para alguien como tú… y debo confesar que tú también me pareces muy interesante… mmm… ¿Cómo debería llamarte? – se preguntó ladeando la cabeza sonriendo psicópatamente.
- Pues no soy más que un demonio del bajo mundo que ha venido a divertirse un rato – dijo devolviéndole la misma sonrisa – mi nombre es Eustass Kidd –
- Bueno Eustass-ya, supongo que de ahora en adelante no me dejaras tranquilo –
- Estas en lo cierto, mientras estés en la dimensión normal, yo me convertiré en tu mismísima sombra, la locura que ha despertado en ti se volverá más inestable, un humano no es capaz de soportar dos dimensiones por mucho tiempo –
- Pues yo no soy uno de esos patéticos humanos – dijo dándole la espalda – me convertiré en un dios y castigaré a todo aquel que me desafíe – luego lo miró fríamente – incluso tú Eustass-ya, si te metes en mi camino, te mataré –
- ¡jajaja! Como si fuera a perdérmelo – dijo riendo a carcajadas – me quedaré a tu lado hasta que tu alma sea completamente consumida por tu infierno –
- Ya veremos –