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Puertas rotas. Palabras hirientes. Marcas de llantas sobre el césped muerto… por ReilaShiroyama

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Notas del fanfic:

Otro escrito cortito en los que desahogo tenciones.Ya queda bajo su responsabilidad pasar a leer..., y de paso encontrarse con una perorata absurda de desvaríos.  

Notas del capitulo:

No lemon. 

Psicológico (?

Puertas rotas. Palabras hirientes. Marcas de llantas sobre el césped muerto…

 

Aoi haz esto. Aoi haz aquello. ¿Ya has revisado los amplificadores, Aoi? Creo que el audio no se oye nada bien. ¡Aoi! ¡Aoi! ¡¿Dónde estás, Aoi?! 

Y pienso que mi único deseo es dejar de oírle. Llegar una tarde, y encontrar que sus labios están sellados para siempre. Mi amigo guitarrista, Uruha, me había confesado un buen día que tenía sentimientos románticos hacia mi persona. Por supuesto creí que se trataba de una broma de muy mal gusto. Pero resultó que hablaba en serio, muy en serio, y que de paso no se había tomado demasiado bien mi cortés rechazo.  Desde entonces la situación entre nosotros no ha hecho más que empeorar. Resulta que mi buen y fiel amigo compañero de cuerdas, enfurece. No era algo nuevo, desde luego. Mucho antes de su azorada confesión, Uruha tenía la constante manía de atosigarme por las cosas más pequeñas e insignificantes. Algunas veces llegaba a instaurarse ideas equivocadas en la mente, ocurrencias tales, que yo llegaba a exasperar en la lucha por defenderme. Que si volqué picante en su comida; que si vertí vinagre blanco en su botella del agua; que si desafiné aposta su amada guitarra. Yo me las apañaba para aplacarlo un poco, lo citaba en algún bar luego de los ensayos, e intentaba hacer las paces con él, o por lo menos, descubrir la causa de su odiosidad. ¿Algo anda mal, Shima?, le preguntaba, pero él siempre tenía argumentos para disuadir el tema. Me acusaba de paranoico e irracional. Son ideas tuyas, Aoi. Las cosas no pueden ir mejor.

¿Y para qué seguir insistiendo? Nadie estaba de mi parte. Lo supe cuando recurrí al bueno de Yutaka y éste no tenía idea de lo que le hablaba. Lo que pasa es que no tienen una buena comunicación. Habla con Shima, dile que te sientes desplazado y él lo entenderá. No había sido de ayuda, y me hizo replantearme la idea de ser yo el equivocado. ¿Acaso yo añoraba la atención de Uruha y por ende actuaba de esa manera tan infantil para ganármela? Volví hacia atrás en mis recuerdos, buscando algún indicio que confirmara esa interrogante que me quitaba el sueño y me colmaba de ansiedad. A mi mente sólo vino una vieja memoria, más bien una frase pronunciada por la voz de Uruha.

No soy malo por naturaleza, Yuu. Estas cosas las hago sólo para hacerme más atractivo, para ti. ¡¿HE FALLADO?!

Iba terriblemente borracho esa noche y le había tirado tanto de la lengua, que terminó quebrándose y farfullando aquello. Esa fue la única vez que escuché algo semejante de Uruha, mi amigo el guitarrista, fiel y estimado amigo el guitarrista. En las futuras veladas -los dos metidos en cualquier tugurio que se nos atravesara- se había asegurado de no beberse más copas de las necesarias.

Me quedaba sin recursos y mi paciencia llegaba a su límite. ¿De qué otras cosas sería capaz Uruha para agotar todo el cariño y el aprecio que siempre sentí por él? Esperaba no tener que saberlo nunca. Dios, haz que se detenga. Que entre en razón ahora mismo y acepte que,  por esta vez, no podré satisfacer otro de sus caprichos. Eso era lo que sucedía con las personas ambiciosas como Uruha, acostumbradas a obtener todo cuánto desean sin mucho jaleo. Cuando algo o alguien no está dispuesto a ceder y darles lo que exigen y creen merecer, pierden por completo la cabeza. Puedo intuir que mi amigo había llegado muy seguro de sí mismo esa tarde de ensayos en la PSC, convencido de que obtendría lo que quería, porque no había forma de que no fuera así. Llegó hasta mí, y sin titubear, largó su muy bien calculada confesión y esperó a que yo le correspondiera como se lo merecía. Shima yo… en verdad lo lamento, pero ya estoy saliendo con alguien,… y le quiero. Su sonrisa no vaciló, en su lugar pareció ensancharse, y sus ojos me miraron condescendientes. No seas tonto, dile a quién sea con quien salgas que lo dejan, que el hombre de tus sueños se ha enterado de que existes, y no puedes dejar pasar una oportunidad casi tan inconcebible como esta. Tal vez fueron las palabras que escogió las que me ahuyentaron fuera de la posibilidad de formalizar una relación con Shima. No me dolieron o llegaron a ofenderme, todo lo contrario, espantaron mi alma y me sentí perdido, en un verdadero aprieto.

Y cuando pensé que las cosas no podían ir peor con Uruha en la compañía, llegaron problemas aún más serios. Esas cosas suelen suceder. Dejémoslo por esta noche e intentemos luego cuando estés más… cuando estés más despejado. Ogata había dejado un escueto beso en mi frente esa noche que no había resultado como esperábamos, y se había dado vuelta en la cama para darme la espalda. Lo que él no sabía, era que no iba a resultar nunca más, ni en una semana, ni en un mes, ni después de un año y medio. Mi miembro no reaccionaría a sus caricias y atenciones por más que se esmerara en ello. ¿Pero… por qué? Hiroto era un hombre atractivo, mi atracción física por él era algo que no había que discutir. Lo apreciaba como músico y por su transparencia; en general una buena persona que podía resultar muy ocurrente, en el buen sentido.  Y mucho, muchísimo antes de mi incipiente problema de disfunción eréctil, se destacaba por sus habilidades en la cama y sus increíbles masajes. No hallaba carencia alguna que generara un problema tan vergonzoso como ese, uno que nunca antes me había aquejado. Como sea, esa misma noche me obligué a suprimir ese lamentable “percance” e intentar descansar. Pero no conseguí dormitar por más de tres minutos seguidos sin que el rostro y la voz de Uruha rozaran mi mente. ¡Por todos los cielos!, ¿a quién trataba de engañar? Mi pene no despertaba de su letargo porque a cada momento me hallaba alerta y aterrado, cuidándome las espaldas de cualquier ofensiva por parte de mi, ahora no tan estimado, compañero de cuerdas.

Uruha no daba tregua,

Ya había transcurrido un año entero, y la situación no parecía querer tener un cambio favorable. Ya me había acostumbrado a la resignación, no mentiré. Sencillamente porque, si no puedes con el enemigo, únete a su juego desquiciado. Le seguía la corriente. Me disculpaba por las travesuras del día que supuestamente le había hecho a mi amigo, y nos contentábamos. Pero yo… yo nunca pensé que Uruha llegaría tan lejos. Y ellos, mis amigos, le creyeron toda su patraña.

-¡No lo hiciste! Dime… dime que no lo hiciste.

Ese había sido el estado en el que un día Uruha me recibió en nuestra sala de ensayos. Lloraba a mares, y nuestros demás compañeros estaban detrás de él, conteniéndole.

-¿Hacer qué?

Me atreví a preguntar desconcertado, sospechando débilmente sobre lo que se avecinaba. Después de todo era Uruha, ¿no es así? Lo que no había visto venir, fue una fuerte bofetada que reverberó en toda la estancia. Akira y Takanori se habían sobresaltado por el sonido del impacto, y Yutaka, bueno, él sólo apartó su mirada de mí. ¿Qué era eso en sus ojos?

-Por favor, dime que no hiciste algo así… por favor. Oh por Dios, oh por Dios… ¡Dios, no!

Se lamentaba una y otra vez entre sollozos, los chicos tuvieron que sujetarle con fuerza para que no se arrancase los cabellos de raíz. Y, por algún motivo descabellado, me sentí un cretino al ver a mi amigo arruinado, aquel que no había tenido ni una pizca de gentileza hacia mí, aquel que ahora había vuelto a todos los demás en mi contra. ¿Cuánto puede doler un rechazo para llegar a extremos como este?

De cualquier manera, intenté acercarme a mi alterado Uruha, pero éste previó lo que haría y, sin falta, me arrojó al rostro una arrugada revista de farándula que había tenido apretada a un costado todo el tiempo. Me había mirado una última vez, con desdén, frío y palpable, antes de esconder su rostro anegado en el cuello de un Reita furibundo.

La revista ya la conocía muy bien. La vendían en casi todos los kioscos de Tokio y era reconocida por la veracidad de sus fuentes a la hora de pregonar cualquier chisme de los famosos. Se vendían más que el pan caliente y a buen precio. Determiné que para entonces ya habrían sido vendidos unos diez mil ejemplares, tal vez unos doce. Ya más de la mitad de Tokio estaría enterada de las fotos de Uruha, “La Ramera”, posando hacia la cámara eróticamente desnudo.

Resultaba que no eran las fotos en sí lo que importaba, sino el acto tan rastrero que yo había cometido al venderlas con intenciones meramente maliciosas. Yo quería dañar a Uruha, me había aprovechado de él y sus sentimientos. Nos habíamos acostado, yo le había contado sobre el morbo que me causaba contemplar fotografías eróticas, y él había accedido a que le tomara unas cuantas con mi móvil que, por juramento, serían privadas. Al menos, eso era lo que Uruha les había dicho a los presentes.

-Es el peor de los descarados. Seguramente ni las ha borrado de sus archivos.

Había seguido picando Uruha entre su llanto interrumpido. ¡Ni hablar!, había exclamado, negándome en rotundo a permitir que revisaran mi móvil tal como si yo fuera un criminal. Pero lo que nunca imaginé que algún día podría suceder, se hizo realidad. Usaron la fuerza bruta. Akira aplastaba mi rostro contra el suelo mientras Kai sujetaba mis brazos para que me estara quieto. Voceé, una y otra vez, para que me soltaran. Pero ellos no me escucharon, empecinados como estaban en comprobar si lo que Uruha decía era la verdad. Nunca me había sentido más humillado y triste. La desolación me había arrasado, y me dejé hacer mansamente. Ya estaba derrotado, de cualquier manera.

Ruki y un Uruha histérico se abalanzaron para coger mi móvil del bolsillo y…

¿Cómo pudiste, Aoi? Has violado la confianza de Uruha y la de todos. ¡Has violado la integridad de la banda!

Has llegado demasiado lejos esta vez. Nunca te creímos capaz de denigrar a un compañero como lo hiciste…

Estamos decepcionados.

El mundo y todas sus entidades, se habían puesto de acuerdo para arruinarme.

Yo había desmejorado mucho desde aquella última vez en la que Uruha me la hubiera jugado realmente sucio. Mi cara tocó ese suelo por el que ahora camino en silencio. Mi cuerpo sintió el frío de esas baldosas descoloridas, donde arrastraron mi espíritu como más les apeteció. Cada cierto tiempo, desde que estas navidades comenzaron, vengo a nuestra sala de ensayos a recordar. Tampoco creo que sea capaz de olvidarlo…

Poco después del altercado que cambió mi vida, Uruha me hizo una -no tan inesperada- visita. Pensé en cerrarle la puerta en las narices y llamar a la policía si insistía en que le abriera. Pero nada de eso fue necesario, no cuando Uruha me había dicho exactamente lo que quería escuchar. Aoi…, abre. Esto te interesa más a ti que a mí. ¿No te gustaría recuperar tu dignidad… y de paso el perdón de todos?

Así fue como Uruha, valiéndose de artimañas, logró convencerme de lo impensable. Debemos fingir que estamos juntos, como pareja. Eso fue lo que me propuso, y en ningún momento llegó a insinuar que todo esto se debía a sus mentiras y manipulaciones. En su mente, él era la víctima. Así todos sabrán que te he excusado por lo que me hiciste, y no les quedará de otra que hacer lo mismo. Si yo, el dañado, decidí dejar esto de lado, ¿por qué no habrían de hacer ellos lo mismo? Te voy a sacar las patas del barro, Yuu. Mejor comienza a agradecerme.

Uruha manejaba los hilos, la verdad siempre lo hizo. Se había encaprichado conmigo, y yo sólo debía culpar a mi mala suerte. Esto está predestinado, Yuu. No puedes ir en contra de nuestro destino…

No voy a decir que Kai, Reita y Ruki aceptaron nuestra “feliz reconciliación” de buenas a primeras. Todo llevó su proceso, ¿saben? Lento, tortuoso e inestable; íbamos Uruha y yo. Cuando pensaba que ya no podría soportar su presencia e hipocresía, las falsas muestras de afecto cuando alguien estaba presente, y me daba por vencido, aparecía mi buen amigo a recordarme las cosas.

-No tienes nada más que esta banda, Yuu. Fuera de esto, no eres nadie, ¿comprendes? Menuda reputación la que te has ganado. ¿Eres tan iluso como para siquiera aspirar a entrar en otra banda? Porque… ¿quién querría a un perro traicionero para hacer negocios?

La manipulación, el chantaje y el juego psicológico habían conseguido hacer mella en mí. No sé qué habría hecho otro en mi lugar, pero… supongo que nunca fui tan fuerte como pensé.

Sin embargo, más de una vez le confronté. Uruha podía engañar a todos, podía engañarse a sí mismo, pero a mí no lograría convencerme de sus locas invenciones por más persistiera e intentara tomarme a mí por el lunático. Más vale que nunca lo hubiera hecho. Lograba enervarle a grados inimaginables nada más citarle las palabras que él mismo había dicho aquella lejana noche en un bar cualquiera. El sonrojo de su cara delataba la verdad de las palabras que no se atrevía a admitir. Sus ojos hundidos se escondían bajo oscuros lentes de sol y, aunque él creía que le añadían cierto poder, yo sólo veía a un chico temiblemente inestable. Entonces todo era puertas rotas y frases hirientes. Se quebraba ante mis ojos y balbuceaba incoherencias para justificar sus actos. En instantes como ese seguramente nunca lo odié. Uruha generaba en mí profundos sentimientos de lástima y nada más. ¿Por qué no puedo gustarte ni un poco, Yuu? , atacaba con preguntas de ese estilo. Y yo callaba. ¿Qué sincera respuesta podría darle para no seguir alimentando su odio en todo caso? «Es que puede que sí me gustes; mírate, eres Uruha. Pero me aterras al extremo de querer romper en llanto». Estás unido a mí por un contrato. Ya sabes lo que pasaría si llegases a traicionarme de nuevo. No habría una segunda oportunidad. Me debes todo, Yuu. ¡Todo! Débiles amenazas y deudas de amor. Las marcas de las llantas sobre el césped muerto de la PSC cuando cogía el coche y se marchaba enfurecido.

El tiempo transcurría inexorable, y yo hacía lo que estuviese en mis manos para no hacerle enojar. Pero, cuando lo hacía, Uruha me aplicaba castigos inflexibles a los que yo no tenía ninguna escapatoria.

-¡¿Te crees muy rudo, Aoi?!

Demasiado veloz para advertirlo, Reita me había asestado un puñetazo iracundo que acabó desencajándome la mandíbula. Caí de culo al suelo y sólo atiné a mirarle alucinado por su muy cortés recibimiento. Llegados a ese punto de la catástrofe, ¿por qué seguía sorprendiéndome? Más pronto que tarde recordé que evadí muy sagazmente la mano de Uruha cuando ésta quiso tomar la mía durante un live; sus labios habían temblado, y esa noche sí que liberó ácido por la lengua en los camerinos. De allí residían las consecuencias. Sólo que esta vez fue demasiado deshumanizante la trola que mi pareja se había inventado. El maquillaje alrededor de su ojo izquierdo simulaba un puñetazo a la perfección, el detalle estaba en que, seguramente no le había dolido tanto como el que acababan de obsequiarme. Yo… no nada más era un perro traicionero, también era un perro traicionero muy violento. Vamos, un auténtico monstruo.

Uruha: 2555555. Aoi: 0.

Hasta que las cosas cambiaron tras una simple e inocente pregunta por parte de Uruha.

¿Qué tan masoquista puedes llegar a ser?

Nunca lo había visto de ese modo. Habría sido mi respuesta.

Desde ese día nunca volví a ver a Uruha con los mismos ojos.

Descubrí que, sus morbosas invenciones comenzaban a sugestionarme, y no sólo eso…

Con mucha vergüenza admití que, la sola insinuación de llegar a violentarle tan rudamente nunca se me había hecho más atractiva.

Fui consciente de esto una tarde de esas realmente perezosas. Me hallaba tirado en el sillón con el mando en mano, sintonizando canal tras canal sin ponerle verdadera atención a ninguna programación en particular. A esa hora no emitían deportes. Qué putada. Por supuesto Uruha andaba por ahí rondando como un niño inquieto, más concretamente, esos niños que hay que echarles ojo cuando repentinamente se quedan muy callados y les pierdes de vista. Imaginen que desempeñan el papel del padre. Has traído a tu pequeño Shima a pasar una tarde agradable en tu departamento de soltero, y sin poder evitarlo, te has distraído mucho tiempo mirando televisión, totalmente desentendido del universo. Pero en un momento dado te sobresaltas, vuelves a la realidad y te encuentras que, tus pulsaciones se aceleran como en el costoso ascenso a través de una montaña rusa. ¿Shima?…, le llamas con la voz trémula. ¿Y ahora dónde se habrá metido y… qué diablos estará haciendo? Temes descubrirlo. A saber qué travesura hizo tu niño mientras tú andabas volando por el hiperespacio. A saber qué tipo de escarmiento recibirás más tarde por parte de la madre o, en mí caso, de mi estimado Reita. Ves la luz colándose por una puerta entornada del baño, y medio tambaleándote comienzas a caminar por el pasillo. A hacerse hombre, te dices a ti mismo y cruzas el umbral.

Aoi…

Ayúdame, Aoi…

Lo que ves te deja petrificado.

Uruha, tu Uruha, a tu Uruha le ha ocurrido un accidente.

¿Pero cómo? Te preguntas cómo tu botella de gel para la ducha ha llegado a incrustarse dentro del ano de tu pequeño Uruha.

Entonces reparas en que tu línea favorita de productos para la ducha se caracteriza por la particular forma fálica de sus envases. Visto así, pudo haber ocurrido de distintas maneras.

Como sea, vas y ayudas a tu niño.

Tal vez ha sido el imprudente desliz -el extremo de la botella está jabonoso y muy resbaladizo-, pero Uruha ha proferido un perturbador alarido. Miras hacia abajo, y luego vuelves la vista a su rostro. ¿Es eso el atisbo de una sonrisa? Accidentalmente has introducido un poco más la botella dentro del trasero del pobre Uruha. Otro jalón y… vaya, se ha ido aún más adentro. El grosor de la botella está tensando las paredes anales de tu pequeño, y no hay nada más que tú puedas hacer para extraer el objeto de esa sufrida cavidad. Como padre responsable y preocupado, no te queda de otra que llevar a tu hijo a emergencias. Al llegar, te encuentras que, además de la mirada indiscreta de los presentes puesta sobre ustedes, también hay tres pares de ojos muy familiares escudriñándote. A Aoi se le ha pasado la mano.

 

Desde entonces, que a Uruha se le atoren extraños objetos fálicos en su parte baja porque a mí se me haya “pasado la mano”, y luego se me deslicen tratando de extraerlos, se convirtió en el pan de cada día. O que de pronto una noche haya decidido pirarme con el coche y dejarle arrumbado en medio de la nada para que hiciera de autoestopista, por el simple gusto de hacerlo y sentirme muy rastrero, y de paso al día siguiente todos pasaran de mí como la mismísima mierda, también se hizo algo habitual. El punto era que ya no eran meras invenciones de Uruha. Yo participaba, sí que participaba. Nunca llegué a golpearlo, pero sí le humillaba y le hacía cosas grotescas. Mágicamente mis problemas de disfunción eréctil se habían marchado. En algunas ocasiones llegué a masturbarme -mirando las fotos de un Uruha desnudo que él mismo había colado en mi móvil- mientras él fingía estar dormido, y le eyaculaba en las piernas, en el rostro, alzaba sus ropas y entonces lo hacía en su ombligo; él berreaba y me acusaba de inhumano. Todo era parte de su show. Bueno, hacía un tiempo que ya se había convertido en nuestro show.

Lento, tortuoso e inestable; íbamos Uruha y yo.

Yo sólo pensaba que él siempre tuvo razón. Estábamos predestinados, no podía ir contra un destino tan verídico y poderoso.

No importaba cuántas veces le dejara abandonado en la carretera, porque Uruha se yergue con fuerza y mira cómo los autos pasan lentamente. Se sienta allí entre los escombros y puedes ver el puño en su ojo.

Su último show, sus mentiras, no han hecho nada más que curar su sonrisa.

Esos falsos moretones se desvanecen de negro a azul, con el tiempo sanan lentamente. Yo puedo verlo. Pero realmente él nunca sanará.

Este hombre es hermoso en todos los sentidos. Siempre me atrajo estéticamente, y nunca lo negué. Sólo tenía miedo. Después de todo, ¿qué tan a menudo la gente logra un alcance de conexión espiritual como este? Dentro de la morbosidad, ¿es posible que surja el amor?

No estoy seguro, pero…

Puertas rotas, palabras hirientes…

Las marcas de llantas sobre el césped muerto…

Débiles amenazas y deudas de amor…

No prueban nada cuando él te roba el aliento. 

Notas finales:

Y... ¿qué piensan? ._.'

Un Uruha y un Aoi al que les va lo trágico, y las emociones destructivas (?????


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