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LAS ROSAS DEL JARDIN por BKITA ENAMORADA

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Notas del fanfic:

los personajes le pertenecen a la maravillosa Yana Toboso pero la historia es mia.

Notas del capitulo:

lo siento estaba aburrida pero no me critiquen muy feo es mi primer historia de Ciel y Sebastian

si no les molesta mucho dejen comentario gracia

Las rosas del jardín

El sembrar rosas es no solo una obligación sino un placer en la mansión Phantomhive.

Las rosas blancas son las favoritas del conde; nadie lo puede culpar pues ellas son iguales a el: puras, hermosas, infantiles, con una inocencia sin igual pero aun así siguen siendo rosas y como todas ellas tienen espinas, tal vez hasta más peligrosas que las demás flores. Todo lo contrario a su mayordomo que prefiere las rosas rojas, y ¿Cómo no preferirlas si se puede identificar con ellas? Su belleza es extravagante, apasionada, las flores más salvajes que hay. Su intenso color es como la sangre, como el hermoso carmesí de los ojos del demonio siempre provocando un extremo deseo a su alrededor.

Ambas flores muy opuestas, ambos seres muy diferentes, pero ¿es acaso esa diferencia la que los hace complementarse? ¿Es aquella distancia la que los hace estar juntos? Ambos con espinas muy filosas que lastimarían al primer extraño que intentara acercarse a ellos pero que se doblan ante la presencia del otro.

Como todos los días, el conde fue a ver aquel bello jardín de rosas blancas y se dio cuenta de que entre ellas había nacido una rosa roja, era muy necia por haber nacido ahí pero eso no molesto al pequeño conde, sino al contrario esto le provoco una sonrisa involuntaria a Ciel ya que había recordado a cierto mayordomo necio que siempre se metía donde el conde no lo llamaba.

-vaya pero ¿Qué es esto? ¿Cómo pudo nacer esa cosa ahí? –decía impresionado el mayordomo, obviamente el menor no había notado su presencia.

-¿desde cuándo estas aquí? –decía el conde sin ocultar su molestia.

-no tiene mucho, solo miraba como usted observaba tan concentrado el jardín.

-no vuelvas a hacer eso.

-ahora mismo la arranco.

-no te atrevas. –el conde al tratar de proteger aquella flor con su mano, salió lastimado por una espina de aquella misma a la que había protegido. Lo cual provoco que la mano de Ciel sangrara trayendo como consecuencia que su sangre manchara un par de rosas blancas.

-¿ahora ve porque es preferible arrancarla de raíz? Por proteger esa flor salió lastimado y además mancho un poco a las demás.

-solo la quería proteger –parecía disculparse como el niño que era pero al momento se arrepintió- ¿y quién eres tú para darme ordenes?

-un simple mayordomo, pero no debería cuidar flores como esa que están formadas completamente del color de la sangre, son muy traicioneras y recuerde que sus espinas lo pueden dañar, no permita que ese blanco tan puro se ensucie por una risa tan insignificante –todo esto era dicho mientras el mayordomo le curaba la mano a su amo.

Ambos sabían  lo que simbolizaba aquella flor, Ciel sabía que a la larga Sebastian lo podría lastimar, que el siendo un demonio tan sucio podía manchar y corromper la poca pureza de aquella hermosa flor que era el conde.

-no me interesa.

-¿Qué dice amo? –se encontraba muy confundido el demonio.

-que no me interesa que las demás flores se ensucien, seguirán siendo blancas y en todo caso prefiero que se ensucien por proteger a esa rosa que por cualquier otra razón.

Con esto el menor dejo más que en claro cuál era su posición respecto al tema, no dejaría a su demonio, prefería corromperse en un mundo de maldad antes que dejarlo. Sebastian sonrió pues a pesar de llevar tanto tiempo aquí aun no comprendía por que los humanos se aferran a cosas que los lastiman pero aun así se sentía feliz, él también quería corresponderle, seguirse aferrando a él y si es necesario ser lastimado por las espinas de su joven amo.

-pero tú me ayudaras a protegerla, es una orden –el conde ordeno con prepotencia.

-¿Cómo podría negarle algo a mi amado amo? –susurro el mayordomo.

-¿dijiste algo?

-no.

-entonces haz lo que te ordeno.

-yes, my lord. –sabían que esta noche era solo el comienzo…


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