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Veinte Fases para un Milagro por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del capitulo:

Género: Romance, Drama, Hurt/Comfort, Famliar
Advertencias: Maltrato.
Disclaimer: Nada mío. Todo pertenece a sus respectivos autores. La utilización de los personajes es unicamente para fines de entretenimiento.

 

*****************






I



Harry tomó el autobús que lo llevaría al campus, a penas conteniendo un tremendo bostezo. Con el ingobernable cabello aún más despeinado que de costumbre, unos papeles en la mano y la mochila abierta de cualquier modo en la otra.  El estómago protestaba clamando alimento.

No había tenido tiempo de desayunar. Se había desvelado muchísimo la noche anterior. Había dormido creía cuatro horas—tal vez menos— pero lo había terminado. Se había levantado como había podido, con los ojos todavía pegados por el sueño a primera hora de la mañana para enviar el sobre por correo.

Por supuesto habría preferido enviarlo por correo electrónico, habría sido más sencillo. Pero la ICIS Chemical Bussines Magazine, todavía daba preferencia al correo escrito.

Y si debía reconocerlo, también en el fondo al ojiverde le había parecido mucho más serio escribir sobre el papel, casi con furia, un montón de lo que parecían extrañas garrapatas peleándose unas con otras. Luego traspasarlo a un papel más grueso, en legible letra de molde.

Pero es que no era justo. Es más, era inmundo. Todavía le causaba acidez acordarse de los insidiosos comentarios de la escritora de aquel artículo. Que no tenía idea de como había podido ser publicado en una revista tan seria, con puntos de vista normalmente agudos y objetivos. Una tal Rita Skeeter.

Que se las había ingeniado para criticar duramente de modo bastante ridículo—pues se notaba a leguas que había leído el título y quizá algunas de las primeras páginas—el más reciente libros de uno de sus catedráticos, concretamente el que Harry más admiraba, el Doctor en Ciencias Químicas Severus Snape Prince. Titulado: Posturas de Laboratorio frente a la Guerra Química. El que sin ir más lejos tenía un lugar de honor en su mochila desde que se publicó.

En su artículo la señora Skeeter se había encargado de hacer evidente que el Doctor estaba confabulado con el gobierno para ofrecer a la población “razones” por las que una guerra química es válida en contra de enemigos débiles.

Cuando era claro—si te tomabas la molestia de leer el libro por supuesto—que el Doctor enfatizaba las razones por las cuales una guerra química y también la bacteriológica no debía ser siquiera un concepto. Puesto que las sustancias químicas que serían liberadas al sistema, por ser la tierra  ecosistema cerrado terminarían por contaminar la población mundial, con graves consecuencias, sin importar si se tratase de dirigentes, monarcas, soldados, o civiles. Respaldando con sus resultados de laboratorio el dicho de sus palabras. Defendía el uso de las ciencias químicas para el beneficio de los seres, y el desarrollo del individuo.

Había comprado la revista como cada mes, al regresar a su apartamento desde la casa de acogida en la que era voluntario. Intentó leerla en el autobús, pero se quedó dormido. Empezó a leerla mientras tomaba cereales para cenar. Por desgracia se topó con el nefasto escrito que le quitó el apetito. Enfadado con la publicación Harry escribió con algunas dificultades, una demoledora respuesta al artículo de la señora Skeeter. Había enviado el ensayo esta misma mañana.



II


Con una irónica sonrisa de desprecio en la cara, el Doctor Severus Snape tiró a la basura su edición de suscriptor de la ICIS Chemical Bussiness Magazine.  

Si algo debía reconocer que era un error en su más reciente libro, era el título. Del contenido no cambiaría ni un ápice. Le molestaba que no se hubieran tomado la molestia de haber leído su libro antes de emitir una crítica. De cualquier modo no estaba interesado en seguir los cotilleos que la gente hacía de su persona o sus libros. Quería que la gente los leyese. Y los comprendiera.

Todavía molesto suspiró y se levantó. ¿De donde había sacado aquella mujer lo de “murciélago de laboratorio”? El ambiente de su laboratorio de investigaciones era tranquilo y oscuro ciertamente pero así lo exigían sus experimentos, era verdad que prefería el negro y su cabello estba un poco largo, también era pálido... Pero en definitiva no encontraba parecido alguno entre su persona con un roedor volador nocturno.

Sirvió el café—amargo, si azúcar o crema—de la cafetera que estaba sobre su escritorio. Levantó la persiana, un hermoso día de sol. Le dió un trago e hizo un gesto ¿De cuando sería este café? ¿Ayer? ¿El día antes de ayer? Su estómago protesto. Era hora del almuerzo.

Miró con ojo crítico las probetas que descansaban en la rejilla y el resto del material como el pequeño vaso de precipitados que había comenzado a soltar vapor. Severus se apresuró a apagar el mechero de alcohol. Pues ahora sí no tenía pretexto, durante la siguiente media hora el laboratorio no iba a necesitar de él. Decidido, compraría algo de la industrial comida que hacía la cafetería de la facultad.

Su estómago aprobó su decisión con otro gruñido.



III


Harry casi se había arrepentido de haber elegido la cafetería para almorzar. La facultad de leyes también tenía receso y habían invadido el lugar. Llevaba al menos veinte minutos esperando su pedido. Iba a rendirse, a pedir algo embolsado que fuera comestible y huír de la verborrea de leyes, artículos, objeciones, y demás.

Pero justo en ese momento le entregaron su comida en un humente plato. Recorrió su camino hasta una mesita desocupada del fondo. Abrió con deleite Posturas de Laboratorio... y empezó a comer con el libro delante de la nariz.  No se dió cuenta que el Doctor autor del libro que estaba leyendo acaba de hacer su aparición casi en el momento en que él se sentó.

Severus notó desde luego a Harry, no podía creer lo extraordinario de esta coincidencia. Una sonrisa bastante cínica bailoteaba en sus labios. Sentado al fondo, en la única mesa libre, como si le aguardara el sitio estaba su mejor alumno de los cursos avanzados.

Era un chico muy especial, una mente brillante que cursaba la carrera de Químico Farmacobiólogo con asombrosas notas. Las investigaciones le absorbían pero creía sinceramente que su amor a la enseñanza no era en vano cuando veía esta clase de compromiso con la química y su funcion.

Harry gozaba además de un afecto “especial” en él que le complicaba la existencia. Se sentía como un retorcido cuando pensaba en ello, pero no podía evitarlo. Harry era un chico muy atractivo, y si era honesto consigo mismo, le gustaba mucho más de lo que debería.

No quería dar muestra alguna de sus sentimientos personales, por que su ética profesional así lo demandaba. Ni favorecerlo de ninguna manera pero se sentía inevitablemente atraído hacia él.  No pudo dejar de notar con cierto orgullo que Harry estaba leyendo Posturas de Laboratorio.

Tan inmerso estaba en las disertaciones que tampoco lo vió buscar un sitio en la abarrotada cafetería. Solo fue consciente de que algo pasaba cuando el doctor llevaba ya un minuto frente a él.

--- ¿Te importa?--preguntó el Doctor mirando la silla cuando Harry por fin reaccionó.
---Desde luego que no, Doctor Snape—dijo Harry apartando apresurado su mochila.

El doctor no se llevó la silla hasta otra mesa como pensaba –y temía— Harry, la apartó a penas y se sentó a su lado. Desde luego el doctor debía haber visto que estaba leyendo su libro, por alguna razón extraña eso lo hacía sentirse avergonzado. Se dio una bofetada metal. No era posible que Snape notara lo mucho que le interesaba, ¿Cierto?

A menos claro que pudiera leer la mente. Esperaba de verdad que no pudiera por que ahora mismo estaba pensando en lo sexy que lucía su cabello largo atado. En un momento de idiotez, Harry sintió envidia por ese simple listón.

--- ¿Lo encuentras interesante?

Un segundo de pánico. Luego Harry se dio cuenta que el profesor se refería al libro.

---Por supuesto—dijo sin titubear, realmente creía qu era un libro estupendo, lo que daría por poder hacer algo remotamente similar—Es un verdadero trabajo de sólida investigación el respaldar estos conceptos tan polémicos, con resultados firmes.
---Una pena que no todos tengan la misma opinión—replicó el doctor Snape.

Con ello se sumergieron en una intensa y apasionada charla sobre Posturas de Laboratorio frente a la Guerra Química. Ni Harry ni Severus notaron que el tiempo pasaba y que el receso hacía mucho había terminado. No notaron tampoco que las mesas lentamente se iban quedando vacías.

Ni siquiera notaban el ambiente, fue hasta que la facultad de Administración entró al completo exigiendo algo de comer que Harry miró su reloj. No podía creerlo. Llevaban dos horas hablando. El doctor se disculpó por retenerlo, golpeándose mentalmente por hacer algo tan estúpido.

Harry sonriendo le aseguró que había valido la pena perder algunas clases por el placer de su compañía. Además de sus invaluables opiniones académicas—se apresuró a añadir.

Severus pensó que el experimento que se había arruinado, así como la posibilidad de que Harry se diera cuenta de su verdadera opinión sobre él, no eran nada en comparación de esa sonrisa.



IV


El mes seguiente, la  ICIS Chemical Bussiness Magazine, en un acto de profundo arrepentimiento por el artículo anterior, envió a Harry un cheque por cincuentra libras y publicó su ensayo. Una semana exacta después de aquello. Severus detuvo a Harry después de clase para pedirle que se convirtiera en su asistente.

Había estado pensándolo desde hacía tiempo y había consultado con el Decano esa posibilidad. Las notas de Harry eran brillantes. Y no escondía—del todo—la admiración que sentía por el trabajo del doctor. El Decano autorizó a Severus la petición, con gran alivio, pues el doctor era muy celoso de sus investigaciones y consideraba a la mitad de su alumnado unos mediocres cabezas huecas, pero gracias a su creciente fama el trabajo últimamente le superaba, y un asisente le vendría estupendo, le dió algunos consejos alentándolo a formar en Harry un aprendiz que pudiera ayudarle en los trabajos de investigación que cada vez eran más y más demandantes.

Severus que llevaba otra vez dos días tomando café rancio por única comida tuvo que reconocer que tenía algo de razón. Pero el motivo principal por el que había elegido pedírselo ahora era que había leído el ensayo de Harry en la revista. Pero aquello no se lo mencionó ni al decano ni a Harry.

¿Como decirle a un decano que quieres tomar como asistente al estudiante que te gusta? No debería gustarte un estudiante para empezar. Universitario o no. Y además ¿Cómo decirle a un estudiante que te has emocionado por la defensa que ha hecho de tu trabajo? Sencillamente decidió ignorar sus motivaciones personales y poner por delante las brillantes notas. Harry se merecía el puesto.


V

Severus salió de la Facultad cuando faltaban pocos minutos para la media noche. Sabía que últimamente se estaba extralimitando. Pero la vitalidad y entusiasmo de Harry, su enfoque en los proyectos, además por supuesto del “placer de su compañía” habían infundido en él una pasión que casi no reconocía como suya.

Estaba ligeramente despeinado—resultado de pasarse las manos por el cabello demasiado a menudo—su bata de laboratorio estaba arrugada y manchada pero ni siquiera se molestó en quitársela. Tenía que lavarla de todos modos. Caminaba por la calle, entre agotado, satisfecho y entusiasmado pues deseaba mostrar a Harry que el exprimento estaba dando los resultados esperados, llevaba un pan a medio comer en una mano, suspiró pues todavía tenía que recorrer otras dos cuadras cuando lo vió.

Una cara cansada pero sonriente abandonando la casa de acogida que estaba en el vecindario. Instintivamente se ocultó. Quería ver lo que sucedía. Mirando como Harry se despedía de una mujer mayor. Aquello lo llenó de curiosidad. ¿Sería Harry un voluntario? Sabía que algunos estudiantes daban alguna clase de servicio social. En ese caso ¿Por qué habría de trabajar a estas horas?

Recordó que Harry salió del laboratorio a las ocho menos diez de la noche. Animado y deséandole un buen descanso. ¿Habría estado trabajando como él desde entonces?




VI


Las semanas seguían transcurriendo, la convivencia mejoraba y el sutil flirteo entre ambos era cada vez más evidente, los suaves roces al darse las cosas, esas sonrisas cómplices, la instintiva búsqueda de una cercanía que era agradablemente correspondida, sus densas pláticas sobre todo y nada en particular, parecían comprenderse mucho mejor cada día. Descubrían entre fórmulas y sustancias el carácter del otro. Alegrándose pues aunque tenían algunas diferencias notables, podía decirse que eran compatibles.

Desayunaban la comida de la cafetería que pedían para llevar. Comían en la azotea o el balcón si hacía buen día. Si no, comían en el area de investigación del laboratorio. En un par de ocasiones sobre todo cuando se quedaban hasta muy tarde, Severus invitó a Harry a cenar hamburguesas en la Madriguera, un pequeño local cercano al campus.

El entusiasmo de Harry no disminuía en absoluto con el pasar de los días, por el contrario parecía rebosar energía. Severus sin embargo guardaba a Harry un feo secreto. Movido por su malsana curiosidad al descubrir que Harry trabajaba incomprensiblemente hasta altas horas de la noche en una casa de acogida para niños sin hogar, y decidido a descubrir por qué había investigado el expediente escolar del ojiverde. Lo que ahí había encontrado le había lastimado profundamente, al grado de hacerlo sentirse avergonzado de sí mismo.

Descubrió que Harry había crecido en una casa de acogida. Su historia era triste en el mejor de los casos, dolorosa en el peor de sus momentos. Sus padres habían muerto cuando el tenía un año de edad. Su guarda fue transferida a sus parientes más próximos. Tíos Maternos.

A partir de ese momento Harry acumuló una impresionante y sospechosa cantidad de moratones, golpes, raspones y visitas al médico de la escuela. Las más diversas lesiones desde pequeñas hasta muy serias. Durante su educación inicial en preescolar, Harry fue anotado como posible víctima de maltrato intrafamiliar en seis ocasiones distintas. Escalando al grado que al cumplir los ocho años Harry fue enviado provisionalmente a un albergue para salvar su vida. Después fue comisionado a la primera de las muchas casas de acogida donde creció.

Severus se prometió que jamás le contaría a Harry lo que había hecho, no olvidaría lo que había leído en aquellos crueles informes. Pero no iba a tratarlo de un modo distinto, Harry se merecía el reconocimiento de ser tratado como un adulto. Si el no hablab de su pasado, tendría sus razones. Sin embargo ahora más que nunca estaba decidido a ser para el ojiverde un apoyo. Quería convertirse en la clase de persona a la que Harry le contaría su vida.



VII


---Punto de fusión a 60°C, Severus—avisó Harry bajando el fuego, al ojinegro que se apresuró a tomar nota de la reacción.
---Perfecto, Harry—dijo quitándose las gafas protectoras tomó un par de fotografías sin flash para el artículo— ¿Tenemos algún pendiente extra?
---Creo que terminamos por hoy—Harry se sacó los guantes bastante mugrientos y Severus lo imitó.
--- ¿Que hora es?
---Algunos minutos antes de las siete.
--- Harry ¿Puedo pedirte una cita?--le salió sin pensar. Había querido decirlo desde hacía muchos días, pero su cobardía le había impedido  hacerlo. Hasta ahora.
---Oh--exclamó Harry— ¿Quieres ir a la madriguera? Molly va a regañarte otra vez si te ve así.

El pequeño cenatorio llamado la madriguera era un lugar cálido y acogedor. Pequeño pero la comida era asombrosamente buena. De un tiempo a la fecha se había convertido en el sitio que más visitaban. La dueña, la Señora Molly Weasley los trataba muy familiarmente reprendiéndoles por trabajar mucho y no alimentarse como deberían.

---Podemos ir a cenar si quieres, Harry, pero me refería más bien a otra clase de cita. Una más formal. ¿Aceptas?--La sonrisa del ojiverde era respuesta suficiente.


VIII



Mientras se vestía para la cita la tarde del sábado, algo incómodo—pues estaba acostumbrado a su usual dejadez de la bata de laboratorio y el cabello atado de cualquier manera—Pensaba en lo afortunado que era. Durante la cena de aquella noche, en la Madriguera, Harry no solo había aceptado su invitación para ir a cenar, sino que le había hablado de su trabajo voluntario en la casa de acogida.

Sin hacer demasiado énfasis en nada, pero le había hablado de ella y creía que eso era muy importante. Inclusive le había dicho que estaba bien que pasara ahí a recogerlo. Quizá tentando a su buena suerte, Severus decidió que iría un poco más temprano de lo acordado. Para ver lo que Harry hacía en aquel lugar.

Conducir por primera vez luego de casi un año sin tomar el volante tuvo sus repercusiones. Afortunadamente era un hombre precavido y había iniciado la travesía con tiempo más que suficiente para llegar temprano a la casa de acogida.


IX

---Había una vez—iba diciendo Harry—Una amplia llanura, donde crecían pastizales en los que pastaban las vacas. Había también un hermoso jardín con avellanos, y un grande, majestuoso rosal...


Era la hora de la última actividad después de merendar, contar un cuento, tomar una ducha e ir a dormir. Harry estaba por contarles la historia del caracol y el rosal. A través de sus palabras podía ver en sus caritas emocionadas que los niños de la casa se imaginaban los escenarios, las situaciones. Quizá podían olvidar por un rato la tristeza de sus circunstancias. E imaginar una vida feliz.

Quería que fueran como el rosal, que florece y vive de puro contento. Dando al mundo lo mejor de sí. Expresando su júbilo en su florecer, en sus rosas. Disfrutando la vida por el solo hecho de vivirla. Eso era lo que quería expresar con aquel cuento.


“–¿Pero—preguntó la rosa—no deberíamos todos dar a los demás lo mejor de nosotros, no deberíamos ofrecerles cuanto pudiéramos? Es cierto que no he dado sino rosas; pero tú, en cambio, que posees tantos dones, ¿qué has dado tú al mundo? ¿Qué puedes darle?”


Harry siguió contando el cuento:
“Aunque cierta vez—continuó el rosal—vi cómo una madre guardaba una de mis flores en su libro de oraciones, y cómo una bonita muchacha se prendía otra al pecho, y cómo un niño besaba otra en la primera alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue una verdadera bendición. Tales son mis recuerdos, mi vida”

Severus llevaba casi desde el principio del cuento, parado en la puerta, mirando a los niños que seguían asombrados la historia, parecían ser realmente pequeños, serían unos quince entre niños y niñas, tendrían tal vez entre cinco o seis años.

“Y el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el caracol dormía allá dentro de su casa. A pesar de sus grandes ideas el mundo nada significaba para él... Así pasaron los años. Fin”

Hubo exclamaciones de alegría, algunas caritas serias declararon en voz alta que querían ser como ese rosal, otras decían que el caracol era muy egoísta, luego hubo algunos aplausos. Harry complació a su pequeño público con algunas exageradas reverencias que lo tiraron al suelo y causaron risitas. El doctor se aclaró la garganta, fue entonces que todos notaron a Severus.

--- ¿Quién es usted señor?--preguntó un niño pequeño con el pulgar en la boca.

Decir que Harry—que estaba tirado en el suelo mientras los niños le hacían consquillas—se sonrojó era ser condescendiente. Su expresión de verguenza era tal que Severus no pudo contener una cínica sonrisa torcida.

---Hola, Harry—saludó--bonito cuento—pero Harry parecía seguir en shock, así que no respondió.
--- ¿Verdad que sí?--interrumpió una niña que tenía el pelo muy rizado-- ¿a ti también te gustó?
---Claro, Harry es muy buen cuenta cuentos.
--- ¿Eres amiguito de Harry?--preguntó el niño que tenía el pulgar en la boca.
---Ya sé eres su “amigo especial” verdad—dijo una niña de pelo negro con expresión de sabionda.

Harry pareció reaccionar con eso último. Se levantó como un resorte.

---Vamos, niños tenemos que irnos a dormir no molesten al Doctor Snape—dijo Harry.
--- ¿Es tu amigo, Harry?
--- Si, el Doctor Snape es un amigo mío.
--- ¿Es doctor? ¿De los que inyectan?
--- ¡Nos va a inyectar!--exclamó un niño.

Aquello desató una especie de guerra verbal entre los niños. De las que solo lograba tomar palabras sueltas, en las que había incluso algunos insultos graciosos, como “hurón” “comadreja” “rana” y “tonto” en la que parecía que discutían sobre si iba a inyectarlos o no.

Atraída por el alboroto, Minerva, la regentadora de la casa hogar conocida más cordialmente conocida como “abuelita” entró en la pexzqueña sala de juegos. Observando con ojo crítico al visitante y decidiendo que era su culpa el alboroto lo miró severamente por encima de sus gafas cuadradas. Severus tuvo la loca idea de que esa mirada fija le recordaba la de un gato.

---Niños, niños, por favor calma—dijo ella con voz firme—saben que todavía falta un tiempo para su revisión anual. Nadie va a inyectarlos. El doctor a venido aquí para ver a Harry.

--- ¿Vino a inyectar a Harry?
--- ¿Está enfermo?
--- ¡Harry!

X


Costó un largo rato convencer a los niños de que el doctor no inyectaba, que Harry no estaba enfermo, que ellos no estaban enfermos. Para apaciguarlos de nuevo Minerva pidió al doctor que les leyera con Harry otro cuento. Así los niños tendrían una razón del por qué había venido. A Severus no se le  ocurrió otro que el de la habitación desordenada.

Que vino muy bien a los niños que opinaron y comentaron la historia más calmados. Algunos parecían estarse quedando dormidos. Para cuando Severus terminó de contarles el cuento el ambiente general era de sueño, estaba salpicado de bostezos. Acompañó a Harry escaleras arriba cargando como él con los más pequeños y permitiendo que los mayores le tomaran del saco. La pequeña niña sabelotodo iba en sus brazos, acurrucada.

--- ¿Te gusta Harry?--le preguntó.
---Si--le contestó Severus sin saber por qué estaba siendo honesto con una niña pequeña, pero no le pareció mal.  
---Entonces está bien—dijo ella cerrando los ojos—tu nos gustas a todos. Bueno siempre que no seas doctor de los que inyectan.


XI


Durante la cena en el restaurante, un abochornado Harry le pidió disculpas a Severus por la escena. Con gran madurez y paciencia le explicó que aquella casa de acogida en particular educaba y preparaba a los pequeños para ser adoptados por diversos tipos de familias. Entre ellas las familias homoparentales.

Explicó también que creía que no importaba que clase de familia los adoptara, pues lo importante era el amor que podían darles. Y trataba en la medida de sus posibilidades de darles seguridad en sí mismos. Por lo que para ellos era normal ver a las familias formadas por hombres o mujeres, además de las clásicas familias compuestas por un hombre y una mujer.

Severus se mostró comprensivo y hasta orgulloso de lo que Harry hacía en la casa de acogida, el ojiverde que había estado algo nervioso por lo que pudiera opinar se sintió aliviado al ver su reacción. Decidió bromear un poco diciéndole que podía ir cuando quisiera a leerles un cuento. Que la ayuda siempre era bienvenida.

Al terminar de cenar dieron un largo paseo en coche deteniéndose solo para comprar un café y bocadillos a los que estaban acostumbrados. Aparcando en una de zona alta junto a un parque.

Mientras comían los bocadillos, sus manos chocaron accidentalmente. Harry se apresuró a apartarse, avergonzado. Pero Severus le retuvo su mano entre la suya. No era momento para seguir dudando. Harry le gustaba demasiado. El ojiverde no la apartó, parecía que después de todo sus sentimientos tenían una esperanza de ser correspondidos. Así, tomados de la mano miraban a las pequeñas luces del alumbrado en la lejanía. Se sentían bien de estar solos, en un apacible silencio lleno de comprensión rodeados por la arboleda, protegidos del mundo.

El final de la noche fue inesperadamente romántico, Harry que soñaba con ello escuchó de los labios de Severus las palabras que anhelaba escuchar. Un te amo desde el fondo del alma, nacido del corazón. Mientras se despedían en la puerta. Severus lo besó por vez primera. Con gran ternura Harry devolvió el beso.  



XII



Las semanas siguientes pasaron para Harry como en un sueño. Al día siguiente al llegar al labotarorio Severus le pidió con unos bocadillos como ofrenda, que salieran formalmente. El trabajo entusiasta del laboratorio de Química seguía su curso. Pero Severus había tomado ahora la maravillosa costumbre de robarle algunos besos en mitad de la investigación. Al llegar, al despedirse. Harry se encontró deseando pasar más y más tiempo con él.

Deseo plenamente correspondido, que culminó en una invitación para pasar el fin de semana juntos en la casa de Severus. Después, hubo muchas más citas formales e invitaciones a comer hamburguesas. Para los niños de la casa de acogida muchos más cuentos, muchas más horas de diversión pues ahora Severus se involucraba juntos a Harry.

El tiempo, los meses, seguían transcurriendo en una dicha que ninguno había conocido jamás, la graduación de Harry estaba cada vez más cerca. Durante la última semana de exámenes Severus pidió al ojiverde que vivieran juntos. Al principio Harry declaró que no quería ser una molestia pero el ojinegro se encargó de aclararle que su presencia era amada, deseada, que no consentiría que se llamara a sí mismo molestia.

Los niños que aún permanecían en la casa de acogida empezaron a verlos más como una unidad que como personas separadas. Aborchornando a Harry con sus preguntas sobre si salían juntos o cuándo iban a casarse.

Severus se comprometió aún más seriamente, como voluntario sin decirle a Harry una palabra. Hizo a Minerva a nombre de Harry una generosa donación. Cuando ella le preguntó el motivo, si era por lo que sentía por Harry, él le contó su propia historia de maltrato. Le dijo realmente sintiéndolo que amaba a Harry, que quería estar a su lado, pero que no era esa su motivación, pues para él ayudar aunque fuera con tan poco a niños que sufrían, valía cualquier cosa.  La mujer le sonrió satisfecha.


XIII


La graduación de Harry trajo agradables sorpresas. Para empezar, Harry se mudó oficialmente a la casa de Severus. Ocupó una amplia habitación, que sin embargo no usaba, por lo que pronto terminó por trasladar sus cosas al dormitorio que compartía con Severus. Convirtieron lo que iba a ser la habitación de Harry en una especie de oficina particular.

No mucho después de su graduación el decano de la facultad en persona contrató al ojiverde como segundo químico de investigación. Harry se encontró de pronto con que tenía  una investigación propia para dirigir. Por supuesto ni que decir que las celebraciones personales por la graduación y el contrato fueron intensamente románticas.

Por desgracia un día, las inseguridades de Harry estallaron. Sobrepasado por el trabajo, econtrando sus primeras dificultades, se sumió en una horrenda espiral de depresión, menospreciándose, sintiéndose un estorbo, creyendo que estaba fracasando, tomó la decisión de hablar con Severus honestamente, le explicó con fría indiferencia las razones por las que no valía la pena, por las que era demasiado poco para él. En medio de lágrimas confesó su miedo de perderlo.

Le contó todo acerca de su pasado. Lo peor de sí mismo. La muerte de sus padres, cómo había sido obligado a llamar padre y madre a las sus parientes próximos, cuando jamás lo fueron. Le contó todo su dolor, el sufrimiento de ser tratado con tanta frialdad, se había obligado a cerrar su corazón para poder seguir sobreviviendo. Lo dijo como si hubiera hecho algo horrible, como si todo aquello fuera su culpa. Un secreto vergonzoso que temía exponer.

Sin embargo, las palabras de Severus no fueron las de desprecio o reproche que él esperaba.

“Eres capaz de dar amor, Harry—le había dicho—lo sé por que puedo sentirlo en cada roce, en cada beso, en cada abrazo, en cada latido. Y puedo verlo con los niños junto a los que ries. Hay mucho amor para dar en tu corazón, Harry pero no solo se trata de dar amor, debes recibirlo y yo que te amo y te amaré siempre, cuidaré de ti. Te daré todo el amor que nunca supieron darte. Te lo prometo

Fue la primera vez en que pudo sentirse confiado, amado. Por primera vez pensó que quizá tenía derecho a llorar, pero también tenía la obligación de luchar para ser feliz.


XIV


Al año siguiente, Harry no se encargaba solo de una investigación, si no de tres distintas. Severus llevaba las cinco restantes. El solo. Una vez más el trabajo les sobrepasaba y el Decano quien estaba encantado con la fama que estaba teniendo su departamento, como semillero de talentos, empezó a insistir en que quizá necesitasen un asistente.  Ellos contestaron que lo pensarían.

Seguían trabajando la mayor parte de su tiempo libre que no era demasiado en la casa de acogida que ahora tenía la adición de Sybill Trewlaney una desastrosa pasante de psicología, aunque bastante animada como asistente.

Hacía una semana que Harry y Severus no visitaban la casa de acogida, fueron extrañados pues casi parecían parte del personal. Durante ese tiempo, Minerva y Sybil habían recibido a una pequeña en una situación realmente difícil.

Heather.

Una pequeña de cinco años que había sido víctima de una de las clases más brutales de maltrato y abuso. Habría sufrido heridas físicas graves que por el momento ya se encontraban estables.

La mayor preocupación de Minerva era el aspecto psicológico de la menor, quien sufría un leve autismo que se había agudizado por su condición, al ser tan grave el abuso mental recibido no se descartaba la posibilidad de daño permanente. Estaba aquí de modo proviosional, pues había espacio y ninguna otra casa parecía cubrir los requisitos para recibirla.

Heather era una niña preciosa. Con profundos ojos oscuros en los que se apreciaba a penas una sombra del violeta de la flor de la que recibió su nombre. Pero Heather era también una niña profundamente herida, que no pronunciaba palabra alguna, se escondía bajo la cama y en los rincones.  De vez en cuando lloraba silenciosamente y no permitía que nadie la tocara. Tampoco había probado bocado desde el día que había llegado.

Minerva debía realizar la visita a Londres, pero Sybill, en toda su buena voluntad, su amabiliad y su tendencia a las artes cómicas, no le convecía del todo para hacer frente al desafío de cuidar—ni siquiera por unas horas—de una pequeña con las características de Heather.

Con gran remordimiento—pues sabía que últimamente Harry y Severus estaban muy ocupados, tanto algunas veces sacrificaban el tiempo que antes dedicaban a pasarlo como pareja, para ayudarle—les llamó. Un adormilado Harry le contestó que estarían ahí en media hora.



XV


Heather miraba con enormes ojos a Harry. Toda silencio. El ojiverde sintio su corazón partirse al ver las cicatrices recién curadas de sus manos y sus pies. Pero el verdadero dolor lo sintió al ver en sus ojos solo vacío.

La niña parecía una muñeca. Silenciosa y rota. Harry no pudo soportarlo. La aprisionó entre sus brazos. Para pánico de ella, quien se debatió en ellos realmente asustada. Arañó y golpeó la piel de Harry por instinto, luchando para liberarse, pero el ojiverde ni tan siquiera emitió un solo quejido.

Sin embargo si lloraba, silenciosas lágrimas escurrían por su cara, al recordar su propio pasado, se veía a sí mismo en la pequeña niña en su brazos.  Al notar que Harry no la soltaba abrió los labios pálidos, pero se lo pensó mejor, volvió a cerrarlos y sin más mordió con fuerza la  mano que tenía más cerca.

El no la liberó, pero tampoco se enfadó por ello, ni la golpeó, tampoco la arrojó contra una pared, ni la quemó, ni siquiera la cortó. Eso desconcertaba a Heather, que se quedó de nuevo vacía y silenciosa, pero un segundo después correspondió el abrazo de a Harry con toda la fuerza que le permitían sus delgados bracitos y rompió a llorar ruidosamente.  

Harry la abrazó con toda la fuerza que tenía, sin llegar a lastimarla. En susurros le contó su historia hasta que ella agotada se quedó dormida.

Severus se estaba haciendo cargo junto con Sybill de que los demás recibieran su comida y salieran ordenadamente a jugar. El ojinegro le confió a Harry el cuidado de la Heather, suponía que la presencia de dos adultos podía ser perjudicial. Y no se equivocaba.

La imagen de un Harry y una Heather dormidos con lágrimas aún colgándoles de las pestañas le resultó tierna y dolorosa al mismo tiempo. Los cubrió con una manta y salió para esperar a que despertaran de modo natural. No quería asustar a la pequeña imponiendole su presencia en la habitación.

Cuando por fin despertó Heather descubrió que Harry aunque ya estaba despierto pues la saludó, todavía estaba abrazándola. Al final de aquel día Heather seguía encerrada en la habitación que habían dispuesto para ella, sin hablar aún. Pero aceptó la comida que Harry le llevó en un cuenco.



XVI


Cuando había pasado más o menos quince días de su llegada a la casa, gracias a Harry había tenido algunos progresos, el ojiverde le había presentado a todo el mundo, había conseguido hacerla comer un poco más y ella había logrado sentirse lo suficientemente segura para pasear por algunos corredores vacíos.

Ese día, Heather se topó accidentalmente por primera vez con Severus a solas. Su presencia le resultó intimidante. Así que se ocultó detrás de una enorme maceta. El ojinegro, creyendo que tal vez ella se sentía mal, la levantó en vilo para llevarla y pedirle a la enfermera que la revisara. La pequeña se asustó y pataleo con fuerza. El comprendió su error pero sabía que no debía soltarla, pues si lo hacía corría el riesgo de que ella se hiciera daño. Sus golpes no eran realmente dolorosos, no al menos hasta que ella desesperada por escapar hundió sus uñas en el antebrazo, causándole profundos cortes.

Severus no comprendía demasiado de psicología infantil. Era científico. Pero no se necesitaba demasiado para entender lo mucho que ella estaba sufriendo. No imaginaba el daño que le habría sido causadopara impedirle confiar en nada y el miedo que debía sentir para dañar a otros en su intento de defenderse a sí misma.

--- ¿Te encuentras mal Heather?--preguntó a la niña que se rebulló en sus brazos. Él la sostuvo con más fuerza, para impedir que se lastimara.  

Con la niña en brazos, manchándole el vestido con su sangre pues debía sujetarla con ambos brazos, Severus la llevó hasta la enfermería.  

Ahí se encontró con Minerva, sin soltar a la niña y haciéndole un gesto para que se abstuviera de preguntar por que no la dejaba, le pidió ayuda. Heather asombrada dejando de luchar para liberarse, y miró como la mujer mayor limpiaba los cortes que ella había hecho.

Durante muchas horas Heather paseó en los brazos de Severus por la institución. Incluso se encontraron con Harry y lo escucharon leerles un cuento a los demás. Cuando se fueron los niños, el ojiverde un poco desconcertado los saludó a los dos con una brillante sonrisa notando el gesto que le hacía Severus para que no le preguntara nada ahora.  

Al final del día, Minerva le dió a la niña las buenas noches y Severus la llevó a acostar. Con ayuda de Harry, Sybill y mucha paciencia la cambiaron a su ropa de dormir. Un pequeño camisón simple de algodón. Con un gesto Severus pidió que lo dejaran solo con ella. Harry y Sybill salieron deseandole a la pequeña buenas noches.

Cuando salieron Severus volvió a tomarla en vilo. Un poco sorprendida pero no asustada ella lo miró. Parecía que se había habituado a la cercanía de Severus había entendido que no iba a hacerle daño.

---Siento mucho haberte asustado antes—le dijo—Ahora estás a salvo, Heather. Siempre puedes venir conmigo o con Harry. Nadie te hará más daño—Con aquellas palabras tan simples pero significativas, Severus plantó un pequeño beso en la frente de la niña, que tembló al recibirlo, la depositó en su cama, arropándola luego.


XVII

Cada día transcurrido, Heather hacía asombrosos progresos, que para Minerva significaban un poco más de esperanza en su recuperación. A un mes de su llegada, ya sonreía, tomaba su comida con los demás e incluso decía unas cuantas frases hechas. Había aceptado hablar un poco con una psicóloga de nombre Hermione Granger que había venido para verla, y ahora estaba ayudándola a tener un poco más de confianza en sí misma.

Hermione decía que aunque su autoestima había sido severamente dañada, había algunas posibilidades de recupración. No podía jugar todavía con los demás, pero le era permitido escuchar los cuentos.

Por su parte Harry y Severus estaban más ocupados que nunca, celebraron su primer aniversario con una romántica cena en el laboratorio. Habían tenido que trabajar mucho últimamente pues aunque habían hecho algunas pruebas a alumnos prometedores no habían sacado nada en claro. Ninguno les convencía. Así que lo tomaron con humor y tuvieron que posponer la celebración hasta el fin de semana.

Compensaron la noche de laboratorio con una increíble cena romántica preparada en casa por Severus, Harry jamás había probado una comida tan exquisita ni un vino más dulce. Iba perfecto con el postre, de sabor ligeramente ácido.

Al terminar el último bocado de postre, Severus puso frente a Harry otro plato de porcelana, sobre él había una pequeña caja cuadrada, forrada con satén y moño de terciopelo.  En el interior una sencilla argolla de plata aguardaba una respuesta.

El ojiverde jamás había contemplado la posibilidad de casarse. Le parecía un privilegio reservado a la gente “normal” toda la vida había ocultado sus sentimientos ante los demás, así que sus preferencias le parecia eran o debían ser absolutamente privadas. Admiraba en secreto a los activistas, y aquellos que marchaban o defendían sus derechos de forma pública.

Por supuesto sabía que los matrimonios entre dos hombres o dos mujeres ya eran legales en Inglaterra y el mismo contribuía del modo que podía en la educación de los más jovenes en la no discriminación, no odio y del respeto a la diversidad. Se sentía profundamente emocionado cuando tenía noticias de una de esas bodas y miraba las fotografías con gran alegría. Pero creía que eso era una clase de felicidad que estaba totalmente fuera de su alcance.

Sin embargo ahora mismo se sentía sonreir como un idiota, contemplando la argolla se sintió en el borde mismo de la felicidad. No sintió miedo de verse vulnerable, expuesto o ridiculizado por ser homosexual. Severus era el único del cual podía importarle su opinión y el lo amaba. Jamás habría soñado con pedir que se casaran. Sabía que el tenía una imagen que cuidar, estaba dispuesto a vivir por siempre oculto, no le importaba, pero aún así él estaba dispuesto a exponerse a la misma crítica, exponerse incluso con su gran fama y renombre como cinetífico, solo para formalizar su compromiso con Harry, para demostrale su amor. El ojiverde sólo podía sentir dicha. Lanzandose a sus brazos se levantó para responderle con un beso.


XVIII


La ceremonia de matrimonio fue breve, casi burocrática. Pero para los recién casados tenía una relevancia profunda. Calaba hondo en sus corazones. No les importaba que se tratase solo de unas firmas. Para Harry y Severus era un compromiso eterno. Un pacto de toda la vida.

Aquella noche de bodas mientras se amaban apasionadamente, Harry se dió cuenta que no había dejado de amar a Severus ni un solo segundo, que jamás lo haría y que Severus le amaba tal como había dicho, le cuidaba tiernamente, expresando su amor en dulces caricias repartidas por su cuerpo, sin poder ser consciente de nada más Harry se perdió en los brazos de Severus hasta caer rendido.


XIX


Habituados a la carga de trabajo general Severus y Harry regresaron a su trabajo voluntario en la casa de acogida, para descubrir que los niños los habían extrañado. Había algunos nuevos que no conocían. La mayoría de los chicos ya había sido adoptado.

La pequeña Heather lo había pasado especialmente mal. No había hecho muchos progresos desde que Harry y Severus habían dejado de visitarla hacía un mes. Los dos se disculparon con Minerva por su ausencia, y con Heather por no visitarla, ella parecía querer decirles algo, pero no lo hizo.

Pronto Severus y Harry se dieron cuenta que la mayoría de las veces hablaban de Heather en sus charlas casuales. Para los dos se había convertido en una niña muy especial. Le tenían un afecto profundo. Le adoraban. Ninguno de los dos lo decía claramente, pero se habían rendido ante el encanto de la pequeña y los dos deseaban lo mismo. Formar una familia con ella. Adoptarla.

Cuando llegaron las vacaciones de verano, Harry y Severus tuvieron una charla de pareja. Asombrados descubrieron que lo que el otro quería decir, era lo que estaban pensando decir ellos mismos. No mucho  tiempo después tuvieron la misma charla, ante el escritorio de Minerva. Quien no estaba sorprendida por la petición. Estaba segura que no había otras dos personas que quisieran tanto a Heather.

Durante los meses siguientes Severus y Harry se sometieron a las diversas y rigurosas pruebas que solicitaba el organismo responsable de la adopción de Heather. Superaron una a una las entrevistas en las que quedó claro que Heather amaba a Severus y a Harry tanto como ellos a ella.

La feliz noticia en que se autorizaba la adopción llegó a ellos el veintisiete de enero, catorce días antes del cumpleaños número seis de Heather. Harry emocionado decidió que los días de la oficina particular de su domicilio habían llegado a su fin. Arrastró a Severus por las tiendas para comprar las cosas necesarias para el cuarto de su nueva hija. Aún cuando el tramite por desgracia no finalizaría hasta finales de febrero.

Sin embargo Harry y Severus recibieron un permiso especial para llevar a Heather de paseo el día de su cumpleaños. Por la mañana la llevaron al parque de diversiones. Una visita llena de bellos momentos.  Severus había obtenido en el tiro un par de peluches de dragón—uno de un verde fosforescente que era de Harry, el otro uno morado, con ojos soñolientos, que era de Heather—y luego los había llevado a la noria. Cuando la pequeña cabina se detuvo en la parte más alta, la pequeña tuvo miedo. Sin embargo Severus y Harry la abrazaron.

---Mientras estemos junto a ti no hay nada que debas temer, cariño, te protegeremos—dijo Harry mientras mesaba su cabello.

Heather se quedó dormida en uno de los bancos del parque con un algodón de azúcar en la mano. Riendo Harry la arropó con un suéter, le limpió los labios con su pañuelo y compartió el resto del algodón con Severus.

Sabiendo que la pequeña tenía que descansar Severus la cargó con mucho cuidado para que no despertara y concluyeron su visita, Harry ni siquiera había notado que recibían algunas miradas extrañadas de algunas personas, enfadadas de otras. Fue hasta que Heather dormía  en los brazos de Severus, que fue consciente de que algunas personas les miraban con desprecio y hasta repugnancia. Pero decidió que no le importaba. Les sonrió. Era una pena que no pudieran compartir ni comprender su dicha.  

Por la tarde tuvieron una celebración de cumpleaños en la casa de acogida, en ella Heather pidió prestadas las alianzas de Harry y Severus las puso sobre la tarta, concentrada con las manos unidas,  la pequeña pidió un deseo, luego sopló las velas de su pastel.

Ni Harry ni Severus olvidaron nunca a partir de aquel momento visitar la casa de acogida un par de veces por semana. Dejaron de trabajar algunas horas e invirtieron su tiempo en enseñar a un asistente bastante capaz llamado Draco Malfoy. Aunque a Harry le precía un poco sobrado de si mismo reconocía que tenía la madera que había que tener.

Los años transcurrieron lentos y suaves como el planear de un ave en la brisa suave del verano. A traves de todo aquel tiempo Harry y Severus descubrieron la dicha y el significado verdadero de la paternidad compartida. El desvelo, el temor ante la camita de una Heather que ardía en fiebre por un resfrío. Los nervios de su primer día de escuela. La dicha de escuchar su voz emocionada narrarlo. El orgullo de sus notas. Su alegría por sus primeros amigos. Las salidas, los cumpleaños, las vacaciones.

Valía la pena cuando Harry enseño a Heather a nadar, en aquellas vacaciones al lago. Severus prefería enseñar a Heather algo mucho más cerebral, como jugar al ajedrez, o a las damas, con el tiempo los tres tenían animadas partidas de monópoli y habían creado un complejo sistema de torneos de ajedrez que definían las labores de cada uno en la casa. Entre otros proyectos.

Era una vida perfecta en su imperfección. Inevitablemente algunas veces Harry y Heather eran atacados por gente sin escrúpulos quizá celosa de su felicidad, quizá demasiado ciega para no comprender que la paternidad era un privilegio y un compromiso de amor puro.

Ocasiones como aquella eran difíciles de afrontar pues no podían evitar revivir el horror del pasado, que era demasiado grande para sentirse dol todo a salvo, sin embargo se apoyaban en Severus, quien como un roble, de poderoso espíritu los protegía en medio de la tempestad.


XX:

El día que Heather cumplió once años, algo increíble, mágico ocurrió. Una lechuza blanca como la nieve entró por la ventana de la cocina en mitad del desayuno, se posó en la mesa delante de la niña como si tal cosa, ella que todavía estaba vestida con su pijama de algodón abría la montaña de regalos que tenía enfrente, se quedó mirando al ave de ojos ambarinos con un brillante papel de envolver en una mano y una caja de bombones en la otra.

Ante la vista de unos asombrados Severus y Harry, que vieron como el ave ponía sobre el plato de cerales de la niña un sobre hecho de pergamino que ponía en elegante caligrafía escrita con tinta verde.



Srita. Heather Snape Potter
La habitación de los Unicornios
#9, Calle Cerezo
Surrey Inglaterra.



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FIN
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Notas finales:

Para: "Za" y "Mand" con amor. Y también para: "Max" y "Ed" la paternidad no consiste en la sangre, si no en el vinculo del corazón.

Muchas gracias.

 


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