Era de noche de nuevo y aquellas traicioneras lágrimas seguían rodando sobre mi mejillas, ¿en que momento me había vuelto tan sensible?, ¿cuando aquella sonrisa falsa que tanto podía mantener simplemente estaba desapareciendo?
Esa clase de preguntas eran las que me formulaba en momentos cómo ese.
Claramente, acababa de terminar de leer un simple y sencillo capítulo, de alguna típica historia de amor en la que los protagonistas, después de mucho, terminaban juntos, queriéndose y declarándose todo ese amor que sólo un buen autor podría plasmar.
Era absurdo en mi caso, ya que el amor y las cosas buenas ni se dignaban a tocar mi puerta, aunque fuese un persona linda.
Bien dicen que importa más una apariencia.
Bien dicen, que importa más lo que posees.
Bien dicen que quién te gusta jamás se fijará en ti.
Y tantos años de amor escondido a Taemin lo demostraban.
Verlo salir con otros chicos, saber cómo le parten el corazón, enterarte de sus besos con cada uno de ellos.
De sus caricias, sus palabras dulces y sus mensajes algo tontos. Y lo peor es tener que soportarlo aunque hiera.
Me decido a limpiar esas gotas de agua salada que no harán algo más que irritarme. Y que de no hacer seguirán saliendo.
Casi cuando estaba en calma, mi teléfono suena, y con pereza me dirijo a el.
No leo siquiera el nombre de quién llama, solo contesto. Al otro lado, las palabras salen tan presurosas que solo entiendo 'Jong', 'venir', 'TaeMin', 'accidente', ' posiblemente muerto'.
Mi corazón se contrae y estruja de forma horrorosa. No TaeMin.
Los latidos que da mi corazón van al porcentaje más alto, y mis pensamientos me regañan. Él dijo que no bebería alcohol; que sería una fiesta tranquila.
Que no tenía porqué acompañarlo porqué estaría bien porque MinHo y KiBum lo cuidarían bien.
Y me mentí al decirle que le creía.
Salí en coche, pasando altos, esquivando viejitas e incluso multas. Todo para que ese tonto niño no muera. Es demasiado joven para hacerlo.
Es demasiado el amor que le profeso.
Al llegar ni bien me estacione y salí del auto.
Con toda la adrenalina al cien y los nervios de punta.
Llegué a la recepción y al obtener información -la cual desee con todas mis esperanzas fuera errónea- salí directo al pasillo de las habitaciones, con esperanzas de que su corazón latiese lento.
Pero que latiese.
Busque cómo un loco... Pero ninguna sala decía el nombre que yo buscaba.
O estaban vacías o había alguien siendo salvado de cosas que no tenían que ver con autos ni alcohol.
Y el único lugar que quedaba era el que no deseaba en realidad.
Una llamada más hizo presencia en mi teléfono.
Conteste sin ganas, cayendo de rodillas al suelo con las esperanzas escapando cómo aire de mi cuerpo.
Me había tardado en llegar.
Me había tardado en contestar.
Me había tardado en confesarme y darnos una oportunidad.
Un gran y pesado suspiro sino al otro lado de la línea.
— Él ya se ha ido.