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LA ESPERANZA DE LA HUMANIDAD por Elevenright

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Ya habían pasado seis años desde aquel día y el recuerdo perduraba nítido en la mente del matrimonio. Eren ya había vivido seis años con ellos y sentían que aquellos años pasaron demasiado rápido. Sentían que el tiempo se acababa y no podían soportarlo. Durante aquel tiempo Eren creció como un humano normal no como lo que en verdad era y Carla no podía evitar pensar en que estaría mejor con los de su especie. Pensamiento que volaba al ver la cara de felicidad del niño. Todo era perfecto, pero existía un inconveniente. Todos parecían darse cuenta de algún modo de que no era normal y no era difícil no verlo. Su aura, su comportamiento... incluso su aspecto no era humano y no podían imaginar cómo sería sino apresara la maldición sus verdaderos orígenes. A los padres de Eren no les molestaba pero no se podía decir lo mismo de los aldeanos. Carla frunció el ceño. Lo evitaban, no querían saber nada de él, había gente que incluso lo repudiaba. Pero claro, a Eren no le importaba o no parecía importarle. Era un niño inocente que no sabía lo que significaba maldad y entendió perfectamente cuando sus padres le explicaron de manera resumida que no era normal a los demás y que nadie se debía enterar. 


 


Y entonces pasó aquello, hasta entonces todo transcurrió normalmente, creyendo en la vaga ilusión de que podían vivir felices juntos, que Eren podría crecer como un humano, pero aquel día la vida del joven empezó a cambiar y no pudieron hacer nada para evitarlo. Les recordó que aunque no quisieran Eren no era humano.


 


…............................................................................................................................................................


Carla observaba por la ventana melancólica a su hijo. Como había crecido, pronto dejaría de depender de ellos, de sus padres. Sí, nunca le dijeron que no era su hijo, pensaron y continúan pensando que él tiene que ser feliz, con unos padres que le cuiden y le guíen por el camino correcto. Una vida sin preocupaciones... Suspiró entristecida. Como le gustaría que pudiera cumplirse... pero sabía que era imposible. Eren estaba destinado a hacer grandes cosas en su futuro, así se había decidido. Ni siquiera pensaron en él, en su opinión, en que sufriría tanto que podría caer en la locura.


Se levantó de la silla recuperando los ánimos al ver a Grisha volver del trabajo. No había tiempo de lamentaciones, tenían que aprovechar el tiempo con su hijo.


Eren junto a su padre entraron en la casa hablando animadamente. Eren tenía una mirada que destilaba felicidad. ¿Qué es lo que estaba pasando? Él corrió a su madre saltando.


–    ¡Mama, mama! ¡Papa me ha dicho que esta tarde le acompañaré a ver a unos pacientes! ¿Verdad que puedo?


–    Claro Eren... - miró a Grisha extrañada - ¿Y a qué se debe esto?


–    Bueno... Ellos son el matrimonio Ackerman. Ya les conoces. -Se rascó la cabeza – Tienen una hija Mikasa y estaba pensando que Eren tendría que empezar a hacer amistades con niños del vecindario, a parte Mikasa es muy retraída y sus padres me han pedido ayuda, ¿No crees que es buena idea?


–    Mmmm... Creo que podría estar bien... - Pensó un momento y miró a su hijo –  ¡Está bien! Puedes acompañar a tu padre. Pero recordad tener cuidado y volver antes de la puesta de sol. No es seguro estar por la noche fuera y sabes que los del pueblo son un poco desconfiados, ¿Verdad?


–    Sí mamá. Sienten miedo por qué no saben lo que soy. Prometo ser bueno y tener cuidado. ¡No te preocupes! ¡Cuidaré de papá!


–    Jajajaja. Más te vale hijo.


–    ¿Pero no soy yo quien ha de cuidar a Eren? - Su padre mostró falsa indignación.


–    Sí, sí. Pero igualmente te cuidaré papá – Eren daba saltitos por es salón emocionado “No puedo esperar a hacer una nueva amiga


 


…............................................................................................................................................................


 


Tres horas después:


 


–    ¡Eren! ¿Estás preparado ya?


–    ¡Sí!


–    Entonces en marcha.


Padre e hijo se dispusieron a caminar rumbo a la casa de los Ackerman. “¿Por qué tengo un mal presentimiento?” Pensaba el niño. A paso lento tardaron aproximadamente cinco minutos en llegar a su destino y al tocar Grisha la puerta un olor invadió las fosas nasales de Eren. Por puro instinto retrocedió un par de pasos y se cayó de rodillas. Por algún motivo reconocía lo que olía de esa manera. Grisha preocupado paró de golpe y corrió a socorrer a su hijo.


 


–    Cof, cof, cof. ¡Papa, el olor!


–    El... ¿olor?


–    ¡Sí! ¡Sangre! ¡Es el olor de la sangre!


 


El medico sufrió un shock. ¿Sangre? Podría ser qué...? Avanzó hacia la puerta y acongojado se dio cuenta de que estaba abierta. Lo siguiente que vio lo dejó helado. Sangre por el suelo, las paredes, el techo... Y los cuerpos de aquellos que fueron sus amigos desperdigados por el suelo. Un ruido bajo él le sorprendió. Su hijo se encontraba mirando la escena con una cara que no lograba identificar. ¿Qué era aquel escalofrío que recorrió su columna vertebral cuando vio la expresión de su hijo? Acaso era... ¿Miedo?


 


–    No está...


 


La voz de Eren lo sobresaltó. Su hijo lo miró.


 


–    La niña no está aquí.


–    ¡Ah! Tienes razón. Espera aquí revisaré las habitaciones.


 


Se marchó rápidamente, no creía poder soportar la mirada del niño por mucho tiempo más. Revisó cabo a rabo las habitaciones, una por una, pero no había rastro de la niña. ¿Un secuestro? No lo sabía pero tenían que encontrarla y avisar a las autoridades. Se dirigió nuevamente al salón.


 


–    ¡Eren! Mikasa no es... ¿Eh? ¿Eren? - Desesperado buscó a Eren. - ¡Eren!


 


No estaba... ¡No estaba! ¿Qué demonios? Tenía que haber ido a buscarla aun cuando le dijo que no se moviera. Su mirada se posó en la ventana. ¡Mierda! Tenía miedo, mucho miedo. Pero extrañamente no tenía miedo de quien había secuestrado a la niña, sino de Eren. Después de haber visto aquella mirada... no sabía lo que sucedería.


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