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En la Axiocturación, para siempre. por Takaptechture

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Notas del fanfic:


Axiocturación
 corresponde a un anacrónico propio.


Agradesco por la correción.
Muchas gracias, Nade ♥


Tres, cuatro, hasta cinco cigarrillos consumidos. Colillas todas que rebotan cerca de mis pies, iluminando las mismas deportivas sucias de caña alta de siempre. En el bolso jamás faltan los cigarrillos, tal como no falta mechero ni espejo de bolsillo.

Cargo en mi cuerpo muchos agujeros. A veces -cuando más deprimido me encuentro- introduzco mis dedos en ellos. No duelen, no tienen ninguna función útil. En algunas ocasiones, por simple gusto de observarles expulsar el humo del cigarrillo, puedo acabar con una cajetilla completa en una sola noche, generalmente en aquellas largas noches de trabajo. Es bastante gracioso cuando más de un espectral círculo escapa por ellos, disipándose, tomando la forma de una sonrisa demencial.


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—Mañana será una noche bastante cálida —escucho al gerente comentar mientras me encuentro barriendo la entrada antes de cerrar. Volteé observando por un momento como se dirige hacia su oficina y cierra la puerta tras de sí mismo.

—Si está cálido, dejaré la puerta trasera abierta. De esa forma las cigarras podrán entrar — con una amplia sonrisa sacudí la escoba soltando polvo, pero por no prestar atención el mango de esta se deslizó y encajó perfecto en uno de los agujeros de mi brazo derecho.
“No otra vez…”
A tras pies, y una vez liberado mi brazo, cerré la puerta de vidrio y volteé el pequeño letrero de Abierto a Cerrado.


De camino a casa siempre es bastante tranquilo. Muchas veces me topo con muchos agujeros más. Pequeños, grandes, nuevos, antiguos. Ayer -a esta misma hora- una señora, llena de ellos,  cargaba un paquete en su espalda. Cuando volteó a verme, mencionó con una amplia y perforada sonrisa en su maduro rostro “— No hay mal que por bien no venga. Mañana será una noche bastante cálida.” Desapareció luego de ello.

Me pregunto, ¿cómo es que todo el mundo está al tanto del clima de mañana por la noche y yo no?
Quedarme en medio de la calle no responderá mi pregunta, será mejor volver a casa pronto.

Luego de ello, retomé mi camino y no volví a encontrarme con ningún agujero más.



Las primeras semanas de trabajo en la pequeña tienda de conveniencia, a unas cuantas cuadras de mi hogar, le conocí. Llevaba consigo un pequeño chihuahua de nombre Koron. Inmediatamente cuando mis ojos dieron con los del pequeño can me percaté que uno de ellos no estaba.

—N-no está su ojo.
—¿Eh? ­—bajó la mirada por inercia hacia el pequeño can. La roja correa alrededor de su muñeca conectando el collar rojo—. Lo notaste —rio—. Koron-chan sufrió un pequeño accidente.
—U-un agujero.
—¿Agujero?
—Yo… ¿Puedo? —estiró la temblorosa mano hacia el hueco en el rostro del can. Rápidamente el dueño del animalillo le tomó la muñeca.
—Primero debo saber tu nombre.
—Ruki, me llamo Ruki —fijamente le observó. Sintió presión casi inexistente en su muñeca y esbozó un suspiro cuando escuchó la suave risa del opuesto. Le soltaron poco después.
—Bueno, Ruki, ahora puedo permitirte que metas tu dedo en el hueco de mi perro. —El joven de alta estatura se cruzó de brazos y soltó una ligera carcajada inclinando su cabeza hacia atrás. Ruki permaneció observándole, no entendiendo muy bien la razón de su júbilo.
—¿Eh? de esa manera suena bastante terrible —involuntariamente sus ojos descendieron, las pestañas aletearon ligeramente y, por debajo de estas, le observó. Una expresión de infantil descontento pintaba su rostro, el extraño elevó una ceja confuso.
—¿Y el hecho lo hará más llevadero? — Ruki dio un paso hacia atrás.

Recuerdo la escasa luz que nos rodeó aquella noche cálida de verano. No entenderé jamás como no pude sentir miedo de él, a quien no conocía, a quien jamás en mi vida había visto antes. En medio de la nada, tan solos en medio de la oscuridad. Toda la conversación se trató de eso, del agujero en el ojo de Koron-chan. Un agujero perfecto, limpio y prolijo. La textura aterciopelada. Siento cosquillas en la punta de mi índice al recordarlo.
Yo realmente quería un agujero perfecto y él… él lucia perfecto para realizarlo.

Con cada encuentro un nuevo agujero aparecía.
Al tiempo se marchó, no supe nada más de él. Pasaron cinco años y, con ellos, cargué en soledad todos estos agujeros en mi cuerpo. Tan difíciles de rellenar. Tan inútiles.


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—¿Ruki-san?
—¿Si?
—Hoy me retiraré temprano, ¿podría ocuparse completamente de la tienda en mi ausencia?
—Claro, no hay problema, ¿mañana…?
—Mañana se abrirá como todos los días. Guarde la llave y a las cinco nos vemos.

Se retiró tres horas después, como acordó.


En las noches cálidas es poco común recibir clientes pasadas las diez. La gran mayoría -de aquellos pocos- simplemente compran una cajetilla de cigarros, una que otra bebida energética y el infaltable paquete de condones que, más de alguno, tras  señas poco entendibles logra pedir. La mayoría tarda entre cinco y siete minutos en formular la simple pregunta; —¿Venden condones? —Sí, si vendemos. ¿Tamaño? —. Otros siete minutos más.

Hoy no habrá excepción, por lo que me apresuro en voltear el letrero de Abierto a Cerrado.
Escaparé. Con sigilo y a la velocidad de la luz me escabulliré lejos de aquí. Abandonaré el mesón y la caja registradora e iré hacia las afueras. Una noche tan cálida y tranquila, en una de estas noches nos encontramos.
Exactamente en una como ésta obtuve mi primer agujero.

A veces pienso que los demás me alertan de estas noches para poder recuperar las partes que perdí.
A veces pensar en ello me alivia.

Caminé, aún vistiendo mi delantal de trabajo, con tranquilidad por los angostos pasajes.
No puedo detenerme aunque lo quisiera. Tengo que volver a encontrarme con él, solo de esta manera…

El cercano sonido de cigarras.
Una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro y apresuro el paso.
La última casa que separa la villa de la pequeña carretera cubierta de maleza. A unos cuantos kilómetros de aquí hay una pequeña tienda de abarrotes, puedo ver su luz guía a lo lejos.

Transité a un costado de la carretera y salté un viejo cercado de madera.
Cerca de aquí hay un riachuelo que cruza las hectáreas de ganado y es el lugar en donde proviene aquel sonido.

Un pequeño camino tracé con mi cuerpo en medio de la alta hierba y bajo las estrellas me instalé cerca del brillante arroyo. Cerrando los ojos me dejé llevar por el fuerte sonido de cientos de ellas a mí alrededor.


—¿También tocaron a tus postigos?

Inmediatamente me sobresalté. Volví a ponerme de pie y entre la claridad busqué aquella calmada voz.

—Tranquilo. Este es el lugar en donde se reúnen los que son llamados. Espera… ¿Escapaste de tu trabajo?

Comencé a desesperarme por no encontrar a la persona que realizaba todas aquellas preguntas. Por un minuto pensé que se trataba de él, que había vuelto a buscarme, pero no fue así. No era él quien se encontraba a unos cuantos metros de mí, era otra persona.
Inmediatamente me sentí falsamente seguro.

—No fue mi intención asustarte.

Y asomó su cabeza entre el pastizal.

—No. No me asustaste— Mentí.
Ya más tranquilo pude sonreírle y negar. Esta persona simplemente correspondió a mi tímida sonrisa con una más amplia.

—Escuché por muchos que esta noche darían su función. Traté de dormir temprano pero una tocó a mi ventana y no pude evitar saltar de la cama y venir. ¿Tendrás algún cigarrillo contigo?

Más pronto que tarde terminé sentándome a su lado a fumar unos cuantos.

—¿No se supone que las tiendas de conveniencia cierran a la media noche? Es temprano aún.
—Ah… No puedo volver y voltear el letrero de Cerrado a Abierto, ¿necesitas comprar algo?
—¿Comprar algo?
—Si preguntas por la tienda de conveniencia es porque necesitas comprar algo.
—¿Estas tratando de que compre algo?

Reímos.

Observé el humo del cigarrillo escapar por algunos agujeros. Cubrí rápidamente mis brazos con las largas mangas de mi camiseta.

—He visto muchos de esos. No hace falta cubrirlos.
—¿Eh?
—Son muchos.
—Sí, bastantes.
—Esa persona debe estar completa.
—…
—¿Estás seguro que no deseas venderme nada?
—Acompáñame.

Nos pusimos de pie y caminamos hasta la cerca. A un lado de la carretera y pasando la primera casa de la villa.

Abrí la puerta de la tienda y entre.
Tintineantes las luces se encendieron y vi su rostro con claridad.

—No me has preguntado por mi nombre.
—Los clientes no acostumbran a dar su nombre.

Se paseó por entre los pequeños pasillos repletos de productos un momento y vi su oscura coronilla acercarse hasta los refrescos.

Detrás del mostrador le esperé hasta que apareció. Una botella de bebida energética bajo su brazo.

—No es que lo necesite, pero debo comprar algo.
—A estas horas normalmente compran condones.
—…
—…
—Iré a devolverlo.

Detrás del mostrador le esperé hasta que apareció, nuevamente.

—¿De qué tamaño?
—El más grande que tengas, por favor.

Nos observamos un momento, en silencio.


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Hace cinco años atrás, en una noche cálida tal como está yo abrí mis puertas para él y le dejé entrar a mi vida.

Cometí el mismo error de hacía cinco años al abrirle la puerta.

Directamente me dirigí a abrir las ventanas y permitir la entrada a la claridad nocturna. Un momento de silencio y voltee.
Él allí, de pie frente a mí, observando.

—Iré a cambiarme.

Un paso hacia la puerta corrediza y la cerré tras de mí.


Tantas prendas en el suelo, cubriendo el tatami.
Tanto desorden que fui incapaz de levantar por mí mismo. No estoy engañándome al decir con seguridad que si nada me faltara podría llevar una vida muy diferente, al menos puedo asegurar, que todo estaría en su lugar.
El uniforme fue lo primero en ser removido.
Me pregunto si estas noches acabaran para mí.
Hay tantas cosas que quiero saber, saber si él me recordará, si pensará en mí.


Abrí finalmente y me quedé de pie frente a él.
Sin nada, sin llevar nada.
Nada cubriendo lo que perdí.
Tengo tantas ganas de recuperarlo.

Se unió a mí en ese mismo instante y no me negué en lo absoluto. El calor de su cuerpo, uniéndome una vez más hacia un completo extraño. Tanta añoranza por sentirme completamente lleno.

Mi cuerpo poco a poco pierde el peso.

Sobre el desorden, sobre lo que quedó en sus cimientos cuando él se marchó.
Quiero tener el control, solo por esta vez.

Puedo escuchar su calmado respirar y me aferro a su cuello.
Un rio de excitación fluyendo, rodeando cada agujero, cada cavidad hueca arrebatada. La carne que se me fue arrebatada y…

…Puedo oír su nombre.

 
—Kai, me llamo Kai.

Susurró entre el movimiento de sábanas y ropa.

—…Kai.

Sonreí, ahogando un gemido en mi perforado antebrazo.

¿Puedo sentirme seguro pronunciando tu nombre?
¿Puedo…puedo  sentirme completamente lleno?

Con suma suavidad me tomó por debajo de los brazos y me recostó en su pecho. En ningún momento me abandonó y continuó presionándome.

El momento es ahora, ahora que estamos inmersos en la lujuria y la calidez de esta noche cómplice.

—…No te vayas.

Mis dedos se perdieron entre las oscuras hebras de su castaño y largo cabello. Juguetones remolinos cree con ellos y no perdí de vista las oscuras lagunas de sus ojos.

¿Amor?
¿Esto es amor?
Estamos unidos, llenando nuestras bocas de besos y compartiendo el mismo ritmo en el latir de nuestros corazones y si esto no es amor, ¿qué es?

Y aquí, el final de este capítulo.
Ya aparecimos en el primer acto y este es el último. Es hora de marcharnos.
Es hora…

Escuché el ronco sonido final de un abrazo asfixiante y supe que era mi turno.
Poco a poco mi cabeza se acunó en el cálido hueco de su cuello y hombro.

Observé la pequeña caja de color marrón abierta, a unos pocos centímetros lejos de nosotros.
Una brillante tira plástica asomarse.
Falta uno de ellos.
¿En dónde estará?


Poco después cerré los ojos. El calor se fundió conmigo.



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Hoy es un día nuevo.
Las ventanas aún abiertas. Una dulce fragancia en el aire entró junto con los suaves rayos de sol.
“El clima es ideal para salir a caminar.”

Tras contemplar -por un largo momento- el melancólico paisaje decidí juntar nuevamente los postigos.

No hay rastro de él esta mañana, tampoco de la pequeña caja, pero si –a la vista- el envoltorio que busqué ayer en la madrugada. Fue a dar al basurero, aunque sospecho que en unas horas más estará en el cajón de noche.


Las noches cálidas terminaron y volví al trabajo poco después. Es curioso como comparto esta enfermiza complicidad con cada una de ellas y como –siempre- guardo la esperanza de que él regrese.

Tal vez los cinco años no se me sean regresados, ni la noche que compartí con Kai.


¿Puedo contar algo?

Cuando regresé al trabajo, al día siguiente, y me dirigí a voltear el letrero de Cerrado a Abierto, observé mi manga derecha completamente hacia abajo, descubriendo totalmente la piel.

—Oh…

Un nuevo agujero había aparecido.

—Aquel es mucho más grande que los demás.

Con la expectación de haber sido atrapado, volteé. Una amplia sonrisa de complicidad dedicada hacia mi persona.
Puedo ver a través de un pequeño hueco, la pared.


No solo yo obtuve un nuevo agujero.


Ahora puedo darme cuenta que no seré el único –en este plano- en ocultar bajo la tela las múltiples perforaciones.



Las noches cálidas continuarán llamando la inminente axiocturación de nuestros corazones vacíos y no se detendrán hasta consumir nuestros cuerpos por completo.



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