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Una Noche Electrizante. por Demon Witch

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Notas del fanfic:

Hola a todos me sentía muy  asustada porque recorde, cuando le tenía mucho miedo a la rayería... Y aún le tengo miedo jijiji. Así que imagine ¿Cómo sería para el Conde? jijjijij,  y prácticamente se escribió solo jijjiji.

Ya saben los personajes no pertenecen para aclarar, y la historia es mía completamente y tambien está en wattpad.

Demon Witch...

Notas del capitulo:

Espero lo disfruten, me encanto escribirlo y espero les agrade jijiji.

Nota: Mizuki-chan si lees esto espero que te guste jijjiji y aún me debes una charla jijiji. Y la conti de tu novela. Y si tienes razón amo con locura Sebby....

 

Demon Witch...

Una  Noche Electrizante

¿Alguna vez has sentido miedo a las tormentas eléctricas?

 

El velo nocturno, había caído no más de unas cuantas horas, ya era casi más de una hora, de la hora de dormir del Conde; él se encontraba muy inquieto en su habitación,  ya que esa noche tan oscura y siniestra, era gobernada por la fuertes gotas de lluvia que arremetían sin piedad el techo de la mansión y los fuertes truenos, rayos y relámpagos centellantes, iluminaban cada esquina de la hermosa alcoba del conde al estilo victoriano de la época.

-No me gusta está tormenta -dijo para sí mismo  el niño azulino, mientras se removía entre las sábanas de su cama.

-¿Me pregunto por qué tenía que llover hoy?, tenía que ser hoy específicamente hoy…Bueno si hubiera llovido otro día seguramente, me encontraría igual; pero hoy es una horrible noche para llover…Hoy no puedo creer que lloviera, tenía que ser hoy…Hoy que estoy tan solo…Bueno casi solo, si no fuera por ese demonio; pero sería lo mismo que estar solo, ya que Sebastián no es muy diferente a un fantasma que deambula por los pasillos, pero debe estar ya en su habitación…¿O acaso los demonios tienen pasatiempos? Para no dormir, ¿ya  qué no duermen verdad?-decía el conde mientras miraba el techo de su habitación y un fuerte rayo azoto los cielos; he ilumino la alcoba con ese peculiar esplendor blanco, e hizo dar un salto al Conde que cayó al suelo de su habitación del miedo.

-Vaya que soy un miedoso…No, no lo soy, yo soy el gran Conde Ciel Phantomhive, el dueño de las empresas Fumton, el cabecilla de la familia Phantomhive y el muy temido y respectado “Perro Guardián de la Reina”. No soy ningún mocoso asustado de una simple tormenta eléctrica-dijo segurísimo el conde pero la suerte está a perder conde, ya que un fuerte estruendo resonó en las cercanías de las tierras del conde, y no solo eso sus ventanas temblaron, la luz emano en toda la habitación, las sombras desaparecían del susto del estruendo de aquel poderoso rayo.

Que hizo al conde levantarse del suelo y dirigirse a la puerta para abrirla y salir de ahí, para después  correr como alma que llevaba el demonio por los oscuros y maliciosos pasillos de su propia mansión.

El pobre niño corría descalzo por la oscuridad de la noche de aquella edificación, huyendo de los rayos que caían insistentes toda la noche de aquella poderosa  tormenta; sin dirección alguna el conde llego a las escaleras y de un mal cálculo de sus pies cayó al suelo en el primer escalón, nada grave por dicha.

-AH que dolor, parece que tropecé-dijo el conde adolorido un poco, pero en realidad no fue mayor problema, como para  no levantarse en realidad.

Se levantó del suelo, de aquel escalón y miro la profundad oscuridad que reinaba en su mansión; dirigiéndose otra vez a su alcoba por qué la rayería parecía haber terminado, pero no otro estruendo sacudió los huesos del conde, un muy certero rayo, cayo otra vez haciendo temblar el suelo, y no solo el suelo sino también cada fibra de su ser también, que no dudó dos veces y salió otra vez a la carrera pero con precaución por las escaleras hasta llegar a la planta baja y corría eufórico, a toda prisa sin dirección alguna hasta que el ruidoso rayo cedió.

El conde estaba cansado de correr, ya se encontraba sudado; una fina capa de sudor se escurría en su frente, sus mejillas estaban levemente sonrojadas del calor del momento y su pecho subía y bajaba eufórico de la carrera. Su pobre camisón de dormir estaba completamente pegado al cuerpo por el sudor, sus pies un poco adoloridos por correr descalzo. Y el problema respiratorio se hacía presente dejando sin aire sus pulmones. Se recostó sobre la pared, a descansar un poco; pero lo que no sabía el conde era que había llegado a los pasillos de la servidumbre.

-¿Qué extraño, qué estoy haciendo en los pasillos de las habitaciones de mis empleados?-dijo sorprendido ya que en su carrera de locos, había llegado ahí inconscientemente. 

 

 

Ciel miró todo a su alrededor, y un fuerte sonrojo lo hizo estremecerse, ya que recordó que él único empleado en la mansión es…

-Sebastián-dijo susurrante el niño como si fuera el sonido del viento él que hablo.

“No lo puedo creer, estoy cerca de ese estúpido demonio, si no me voy sé dará cuenta que tengo ¿miedo?...No, no es miedo…Son algo parecidos a los ¿Nervios?...No, es solamente una intranquilidad molesta…Eso me gusta si una intranquilidad molesta” pensaba el conde, como auto convenciéndose que no tenía pavor de la tormenta.

Entonces para no perdonar esos infantiles pensamientos, un ruidoso relámpago ilumino el pasillo con su estruendoso sonido;  que hizo a una de las puertas de las habitaciones de los empleados abrirse detrás del conde; que  sintió como la puerta toco un poco su espalda baja estremeciéndole cada fibra de su ser, y emprender otra vez una carrera al final del oscuro pasillo de los habitaciones de los empleados.

En eso el conde no midió la velocidad, ni siquiera la dirección ya que giró su cabeza un poco para ver si aquello que toco su trasero lo había perdido de vista.

-Será que ya lo perdí-dijo asustado el conde mientras corría.

Pero se tropezó con una puerta al final del pasillo, y paró la carrera en seco, cayéndose sentado en el frío suelo del pasillo y moviendo amabas manos en su cabeza mientras frotaba su frente adolorida por el golpe.

-Ah, eso me dolió, maldición, ¿con qué me he golpeado?-dijo el niño azulino,  mientras observaba todo a su alrededor.

Lo que miró el conde le dejo boquiabierto, estaba de frente con la puerta de la habitación principal del jefe de los empleados, él único e incomparable mayordomo, su mayordomo, su demonio, y su………

-No puede ser que llegue hasta aquí-dijo sorprendido poniéndose de pie y buscando la forma de dirigirse otra vez a su habitación.

Entonces otro fuerte rayo arremetió sigiloso en ese pasillo peculiar, tomando por el susto al menor, que inconscientemente abrió la puerta de la habitación, que dé ¿casualidad estaba abierta?, entrando como si fuese suya esa alcoba; y lanzándose a la pequeña cama individual, como si fuera un conejito en un asustadizo salto.

El menor salto de un solo brinco a la cama, donde se encontraba el mayordomo con los ojos cerrados, meditando de lo que iba hacer mañana en la mañana, y muchas cosas que según él solo piensan los buenos y simples mayordomos. Estaba  acostado boca arriba, a ojos cerrados; que en un momento dado, cuando sintió un peculiar peso en su cuerpo abrió los ojos desmesuradamente; observando la imagen más tierna que en toda su demoníaca vida había visto.

El poderoso Conde Ciel Phantomhive, cabecilla de la familia Phantomhive, dueño de las internacionales compañías Fumton y el afamado y temido “Perro Guardián de la Reina”; se encontraba sentado sobre su abdomen, con los brazos rodeando su cuello y su fino rostro de porcelana, escondido en su pecho.

El mayordomo no cabía de asombro…Bueno en realidad no, el demonio sintió a su amo por toda la mansión corriendo como loco; pero claro él no hizo nada ya que una fuerza superior a él, lo hizo pensar que en cualquier momento su amo caería en sus garras…Bueno digamos que en sus brazos.

-Bocchan, ¿sucede algo?-dijo en un tono de voz aterciopelado, muy suave y delicado como el toque del pétalo de una rosa.

-No sucede nada Sebastián, sigue en lo que estabas-dijo el niño en un muy bajito tono de voz, mientras susurraba sobre el pecho del mayordomo que sentía, el aire exhalado de cada palabra de su amo en su pecho, ya que llevaba puesto una pijama a dos piezas de color negro, con tres botones abiertos que dejaban sobre salir su fino y delgado pecho marmóreo.

-Bocchan, sabe que no puedo seguir durmiendo, porque usted está sobre mí lo recuerda-dijo con un toque burlón,  pero detonante de ternura; ya que no quería molestar a su amo.

Ciel no podía moverse, fue como si le hubiesen pegado con un súper pegamento al cuerpo de su mayordomo; ya que aún resonaban la sinfonía de rayos y truenos iluminadores a fuera de la mansión; no quería despegarse ni un centímetro de su mayordomo. Claramente se sentía humillado en su orgullo, en esa pose tan infantil de abrasarse al demonio.

-Pues ignórame;  y  sigue demonio en lo que estabas, no pienso moverme-dijo el conde con su típico tono orgulloso y altanero de siempre.

-Bocchan, ¿no me dirá qué le tiene miedo a las tormentas eléctricas?-dijo el mayor con un tono burlón.

-Cállate, no le temo a nada, ni a ti demonio….Solo tengo  una molesta intranquilidad…Eso es todo-dijo el conde muy bajito, mientras se acurrucaba más a fondo en el pecho de su mayordomo que estaba inmóvil en la cama.

-“Una intranquilidad molesta”…Eh vamos Bocchan, le llevare a su habitación y me quedaré hasta que se duerma y… -no pudo terminar ya que le interrumpió-Cállate Sebastián, no importa lo que digas me quedó aquí está noche, así que sigue durmiendo demonio-dijo hastiado el conde mientras levantaba la vista del pecho de su mayordomo y lo encaraba en una fuerte y molesta mirada penetrante de ira.

-Bocchan- llego a decir el demonio, con sus ojos abiertos y enmarcando una ceja alzada; ya que su “Bocchan” sin importar como este en su posición, nunca se da por débil.

-Dígame algo Bocchan, si tenía…Mie…disculpe su “Intranquilidad molesta”, ¿por qué no me llamó antes para hacerle compañía-dijo de forma tierna el mayor, mientras una mano acariciaba los suaves cabellos negros azulados del conde; y se miraban ambos a los ojos.

-Y darte el placer de verme en debilidad, jamás mi Sebastián, te daré ese honor-dijo desafiante, mientras quitaba de un manotazo la mano del demonio en su cabello y apretaba con fuerza sus brazos alrededor del cuello del mayor.

-Bocchan ante todo soy su simple mayordomo, ¿cómo puede creer qué disfruto verle débil, my Lord?-dijo en un tono sarcástico el mayor, ya que su amo  le había descubierto.

Ciel se sentía mucho más tranquilo, en compañía de Sebastián; ya había olvidado un poco la rayería y se encontraba relajado por el dulce tamborileo tan débil e imperceptible del corazón del  mayordomo, que no le importaban las burlas, al día siguiente.

-Bocchan, ya que ha decidido dormir aquí déjeme hacer un lugar, en mi cama para usted o prefiere que lo deje solo aquí durmiendo?-dijo dudoso el mayor esperando la respuesta del niño.

-Cállate Sebastián solo quiero estar así como estoy, no te muevas y cállate…Solo así quiero estar…junto a ti-dijo el conde con molestia, pero las últimas frase las dijo tan bajas en su tono de voz; que ni se escucharon, solo los oídos de un poderoso demonio escucharía algo así.

-Muy bien Bocchan, pero le diré qué conozco una forma que puedo hacer que olvide la rayería, claro si me permite-dijo el mayordomo con una voz suave, profunda y un poco seductora; que estremeció el cuerpo del niño, imaginándose escenas eróticas; según él a eso se refería el mayor.

-Ni te atrevas demonio pervertido-dijo Ciel, escondiéndose en el pecho del mayordomo; ya que un enorme sonrojo surco su rostro, pero la oscuridad del momento no dejaba salir nada a flote.

-¿De qué habla Bocchan?… ¿yo me refería si quisiera una taza de leche caliente con miel y azúcar?-dijo confundido y muy burlón el mayordomo, mientras colaba su mano en la espalda del conde acariciándola con suavidad y la otra mano acaricia los cabellos revueltos de su amo.

-Pero tú dijiste…No importa no quiero nada…Solo quiero…-dijo el conde pero se quedó en silencio en la última parte.

-“Solo quiero” ¿qué Bocchan?-dijo el demonio con una delicada caricia al rostro de su amo.

-Nada, no quiero nada-dijo Ciel, con voz melancólica.

-Bocchan, si quiere algo, la más mínima cosa, yo lo obtendré por usted después de todo soy su demonio, estoy a su disposición, aunque eso signifique ir al mismo infierno a buscarlo-dijo prometedor el demonio; que levantaba con ambas manos el rostro sonrojado y vidrioso del conde;  y lo acercaba al suyo para plantarle un delicado y muy dulce beso en los labios.

Ciel estaba sorprendido, él, su Sebastián lo estaba besando suavemente; y él no hacía nada para impedirlo, en realidad disfrutaba de ese beso tan secreto, tan dulce, tan romántico en la oscuridad de la noche. Se alegraba de dos cosas: Una que su mayordomo no podía ver su enorme sonrojo color pasión y dos que disfrutaba de la suavidad, la finura, la delicadeza del beso de aquellos fríos labios; que eran como besar a la nada, como si besará un frío abismo del más oscuro infierno de hielo; donde solo existieran él y su amado en ese siniestro inframundo.

El beso, se profundizo cuando Ciel, se abrazó con fiereza a los brazos del mayor y este le rozaba las nalgas con suavidad con sus manos, dentro de esa profundad oscuridad. Chasqueo los dedos Sebastián; y un pequeño juego de velas aparecieron encendiendo tenuemente la habitación para que su amado lo aprecie mejor a él. Ya que él podía ver perfectamente a Ciel como si fuera el medio día.

Empezaron a acariciarse de arriba abajo ambos, con delicadeza profunda, mientras el mayor quitaba el estorboso camisón del conde.  Y ese joven amo desabotonaba los botones de la camisa con velocidad pero sus manos temblaban, por los nervios y no sabía qué hacer.

El mayor seguía besando suavemente sus labios, lamió sus labios pidiendo el permiso de entrar y así fue el conde abrió su boca; y la experta lengua del mayor se deslizo como serpiente en su cavidad bucal, aprendiendo el más ínfimo detalle de esta, mientras incitaba, enseñaba a danzar a la tímida lengua del conde.

Las posiciones cambiaron y Sebastián estaba arriba, ya sin camisa y sin pantalones, y el conde sin camisón de dormir. Solos los dos en esa habitación en ropa interior; sus miembros se rozaban de maravilla en la tenue oscuridad de esa alcoba. Se acariciaban amorosamente, mientras descendía el mayor por el cuello de su ahora amante, besando, lamiendo, succionando la piel pálida del conde que se retorcía de placer en las sábanas de Sebastián.

-Ah…Ah Sebastián, hazme olvidar mi intranquilidad…Hazme sentirme tuyo-dijo el conde en un desborde de pasión.

-Yes my Love-dijo Sebastián con ternura, mientras bajaba al pecho del conde y besaba los botones rosa de este, los lamía en círculos, de arriba abajo, dejándolos erectos.

Seguía su camino con suavidad en el cuerpo del conde que gemía con suavidad y ruidosamente, por las caricias dadas por el mayor, hasta que este paro en su entrepierna; y empezó a besar y lamer con una tortuosa lentitud el pequeño y en desarrollado miembro del menor. Lo lamía, besaba y succionaba de manera lenta.

-Ah Sebastián más rápido, deja ya de torturarme-dijo Ciel cegado de la lujuria de su amante el mayordomo.

-No quiero-dijo infantil el mayor que poco a poco empezaba un movimiento rápido y vertiginoso haciendo al conde arquear la espalda sin aviso de nada; se vino en la boca del mayor, que tragaba todo con suavidad y maestría.

Ascendió el mayordomo y beso los labios de Ciel, con un poco de su esencia en la boca, mientras se frotaban ambos miembros de nuevo. Su beso era fogoso y sensual, las caricias a la espalda de Sebastián eran rasguños de la excitación del menor.

Le enseño tres dedos después de besarse y el niño capto la idea, tomo esos finos y delgados dedos; y los introdujo a su boca mientras los lamía de forma lenta y tortuosa como había sido su mayordomo con él. Este no espero más y los saco de su boca; porque sin previo aviso introdujo uno en la entrada del conde.

-Ah duele…duele-dijo con lágrimas y un hilo de voz por el grito.

-Tranquilo, ya llegaremos al desborde de la pasión mi pequeño-dijo románticamente el demonio, mientras otro dedo se introducía en el conde haciendo figuras de tijeras.

Las lágrimas no cesaban y Sebastián las lamía tiernamente, mientras introducía el último dedo en su interior y susurraba dulces palabras en el oído de Ciel.

-Bocchan es tan hermoso, mi dulce Bocchan, él único ser al que necesito-decía entre sus susurros al niño que se sonrojaba y miraba a otro lado por la pena que a veces un amante te da.

-Cállate y sigue haciéndome el amor-dijo de forma molesta, mientras sentía que eso dedos tan incómodos salían, dejando un vacío en su interior.

-Yes my Love-dijo seductoramente el mayor que tomaba las piernas del menor y las posicionaba en sus hombros-C-á-l-l-a-te-decía entre cortado el pequeño conde.

Sebastián tomo su miembro y de una solo estocada, lo introdujo todo; haciendo al conde arquear la espalda.

-SEBASTIÁN-grito del pequeño ya que se sentía roto en mil pedazos.

-Ya te acostumbrarás, no llores mi niño, ya sentirás el mayor placer y pecado-dijo pícaramente y tiernamente, era muy difícil saber cuál de las dos dominaba al demonio.

-Ah Sebastián-decía el conde con intranquilidad, mientras se acostumbra a la intromisión.

Cuando pudo mover su cadera, en señal que estaba listo; el demonio empezó un suave vaivén, con delicadas estocadas, que hacían gemir, suspirar, y desear más, más a Ciel.

-Más Sebas…Más…Más-decía moribundo en el placer el niño; deseando más del calor corporal del cuerpo del mayordomo.

Y así fue las embestidas se volvieron más vertiginosas, llevando a Ciel con la mirada nublada y arqueando la espalda. Mientras el mayor masturbaba su miembro con fiereza, convirtiendo cada estocada en un delicioso sentir lujurioso.

Las estocadas estaban siendo salvajes y fuertes dejaban al conde delirar, gemir y quedar rendido en los brazos de aquel ser demoníaco. Y entonces una fuerte estocada toco su interior de forma deliciosa; y lo hizo venirse sin avisarle a su amado.

-SEBASTIÁN-dijo al grito cuando se corría en sus abdómenes.-CIEL-dijo el mayordomo por primera vez mientras se venía en el interior del menor.

Una mirada silenciosa llena de amor, ese sentimiento prohibido que por una simple tormenta eléctrica se unieron. La tormenta ya había pasado y eran más de las dos de la madrugada, acurrucados acariciándose con ternura, estaban esos seres que se habían hecho uno en esa noche tormentosa. Aunque la tormenta haya terminado la pasión daba inicio apenas….

Para ser una noche electrizante para los nuevos amantes…

 

Notas finales:

Espero lo hayan disfrutado, ya saben me gustaría saber si hubo algún error, me avisan jijiji y espero de los que quieran comentar.

Nota: Mizuki-chan eso te incluye jijiji!!!

Demon Witch...


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