Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo nunca visto por Cucuxumusu

[Reviews - 28]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Señoreeees he vuelto, y para celebrar que he acabado los malditos dos meses de examenes de una **** vez aqui os traigo otro fic jeje (prometo que actualizare ademas los otros en su momento ¬¬´).

En fin, esto empezó como un One-shot que escribi mientras estudiaba jeje, luego la cosa se alargó...y se alergó y se convirtio en un two-shot... y al final tiene tres caps...

Sorry, pero con esto me he dado cuenta de que soy incapaz de contenerme U-U

Pero bueno, ya esta.

Como siempre los personajes no son mios, son de Echiro Oda.

 

 

El chico pelirrojo volvió a golpear la pared con los nudillos suave pero firmemente, y después volvió a escuchar con atención el eco que el golpe emitía.

 

Sonrió ampliamente cuando un sonido hueco retumbo por el pasillo.

 

Definitivamente al otro lado de aquella pared había un gran agujero. O algo mucho mejor. Lo que habían estado buscando durante meses.

 

—Es aquí—informó a su compañero que detrás de él sujetaba una rudimentaria linterna para iluminar el camino dentro de aquellas laberínticas paredes.

  

Llevaban meses escavando en aquel árido lugar de Egipto en busca de una de sus famosas tumbas. Cuando por fin consiguieron la financiación para comenzar aquel proyecto,  tanto él como su extravagante compañero de facultad, comenzaron a montar la fiesta de su vida como adolescentes tras un periodo de exámenes. Y es que Egipto era el sueño de cualquier arqueólogo, y su primer proyecto después de conseguir el doctorado era justamente aquel desértico país. No se lo podían ni creer. Rápidamente reunieron sus cosas y volaron al caos del aeropuerto del Cairo dispuestos a empezar de inmediato. Las excavaciones no tardaron tampoco mucho en comenzar y rápidamente con ayuda de los nativos de la zona, establecieron su base en el lugar que habían estudiado en sus trabajos de carrera y en el que suponían que podría ocultarse la tumba de uno de los antiguos faraones.

  

Sin embargo la ilusión y emoción del principio se había evaporado según los meses pasaban y de la tierra no salían más que arena y…tierra. Tanto el cómo su colega Killer comenzaron a desesperarse ante la falta de resultados, después de todo, si no encontraban nada, aquello supondrían una perdida impresionante de tiempo y del valioso dinero de su universidad. Sería el fracaso y la ruina para ellos como arqueólogos. Gracias a dios, cuando estaban a punto de rendirse y volver a América apareció por fin lo que buscaban.

  

La tumba enterrada bajo tierra estaba totalmente cubierta de arena y, después de encontrarla, habían tenido que retirar la tierra que la cubría con cuidado para que la estructura de la tumba bajo ella no se viniese abajo por el cambio de presión. Después, habían tenido que retirar la piedra que la había sellado en su momento y había tocado la divertida y emocionante tarea de recorrerla y trazar un plano rudimentario de su longitud.

  

Parecía que no había sido expoliada por saqueadores de tumbas ni había sufrido ningún tipo de alteración con los años, lo que suponía que, con suerte, aquella tumba sería uno de los mayores descubrimientos en Egiptología en varios años. Los jeroglíficos brillaban en las paredes como si hubiesen sido pintados la tarde anterior y tanto Killer como él pasaron horas descifrando sus inscripciones estúpidamente emocionados, aunque también intentando sobrevivir y desactivar a las trampas que, a pesar de tantos años, seguían teniendo tanta precisión como nunca.

  

Pero seguían sin encontrar la maldita tumba principal y los tesoros que escondía.

 

Hasta ahora.

 

—Si es aquí tendremos que volar la pared si quieres llegar al otro lado—respondió Killer sentando contra la pared a su espalda observando cada cosa que hacia el pelirrojo—pero creo que antes deberíamos esperar y analizar los jeroglíficos para ver si realmente es aquí—añadió.

 

El pelirrojo rodo entonces los ojos al escucharle y el rubio frunció el ceño ante sus gesto.

 

—Kidd sabes que esto tiene un procedimiento—le recordó el chico recostado contra la pared.

 

Y el pelirrojo volvió a rodar los ojos y esta vez lo acompaño de un exagerado resoplido.

 

—Estoy cansado de esperar Killer, llevamos casi un año buscando esto y no pienso esperar más—respondió como un niño pequeño revelándose ante lo que le ordenan sus padres.

  

El rubio en cambio le miró fijamente con el ceño fruncido en una muda advertencia. El pelirrojo le sostuvo la mirada con un deje divertido en sus ojos. Killer conocía esa mirada como conocía a aquel hombre. Y sabía que no había forma humana de llevarle la contraria, es más, como siguiese insistiendo, acabaría siendo él el que tirase abajo la pared por instrucciones de Kidd.

 

—No pienso ayudarte en nada—se rindió al final apartando la mirada de la ambarina del otro totalmente derrotado.

 

El pelirrojo sonrió feliz ante su victoria mientras cogía el martillo de entre los utensilios a su alrededor y se levantaba de su posición arrodillada para encarar la pared. Killer giró la cabeza para no mirar aquello. Si no lo veía cabía la probabilidad de que el juzgado no pudiese acusarle.

 

 —Vamos a allá—

 

El golpe retumbó por el largo y oscuro pasillo y el techo tembló violentamente haciendo que el polvo entre las juntas cállese sobre ellos como una lluvia cegadora. Killer tosió mientras la luz de la lámpara parpadeaba y chisporroteaba intentando seguir ardiendo.

 

 Las sombras revolotearon con el segundo golpe haciendo que las figuras dibujadas en las paredes a su alrededor se moviesen cobrando vida. El rubio contuvo la respiración mientras sentía los pelos de sus brazos erizarse.

  

Casi parecía que estaban abriendo las puertas del infierno y con cada golpe del martillo del pelirrojo contra la decorada pared, desatasen una nueva maldición.

 

—Kidd—le llamó ligeramente inquietado por aquella extraña sensación.

 

Pero finalmente con un último golpe, el sonido de algo rompiéndose sonó enfrente suyo y escuchó al pelirrojo soltar una risa satisfecha.

 

—Dame la luz Killer—

 

El rubio se movió para coger la pequeña llama temblando a su lado con un viento invisible, pero el pelirrojo impaciente ya la había tomado entre sus manos y apuntaba con ella hacia la cavidad recientemente abierta.

 

Killer se levantó del suelo, con la curiosidad superando a la inquietud que seguía atemorizándole, para ver lo que había encontrado el pelirrojo.

 

—¿Qué ves?—preguntó al otro mientras se acercaba.

 

Pero el otro solo fruncía el ceño mientras movía el artefacto de un lado a otro intentando vislumbrar algo.

 

—Todavía nada, creo que debería agrandarlo un poco más—dijo levantando el martillo un poco más dispuesto a seguir machacando la obra de arte que era aquella pared.

 

Otro golpe resonó en el lugar.

 

Y de repente el pelirrojo ya no estaba a su lado y solo una nube de polvo le rodeaba.

 

Killer parpadeó confuso mientras volvía a sumirse lentamente en la absoluta oscuridad y silencio de aquella tumba, y escuchaba algo cayendo hacia abajo hasta chocar con algo.

  

— ¿Kidd?—preguntó asustado.

  

Pero el eco de su propia voz y la ancestral calma de aquellas paredes fueron sus únicas respuestas.

 

.

.

.

Cuando Kidd despertó después del golpe, se encontró rodeado de la más pura oscuridad y con un dolor palpitante en la sien que no le dejaba pensar del todo bien. Jadeó aturdido mientras intentaba recordar donde estaba la luz, y su voz retumbó a su alrededor en una amplia sala.

 

¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?

 

Como pudo se sentó sobre el frio suelo de piedra en el que estaba tumbado y, aun con la cabeza dándole vueltas, tanteó a su alrededor en busca de la lámpara que según recordaba debía haber caído con él.

 

Desgraciadamente solo piedras y polvo le rodeaban en aquella agobiante oscuridad.

 

¿Dónde estaba? ¿y Killer? Mientras el miedo comenzaba a surgir en su interior a cada minuto que pasaba, su mano por fin dio con algo metálico. Aferrándolo fuertemente con dedos helados de frio, lo apretó contra su pecho mientras su otra mano volaba a su bolsillo en busca de  algo que pudriese prender de nuevo la maldita llama encerrada en su interior.

 

El miedo le atenazaba cada vez más. Odiaba los lugares oscuros y en aquella oscuridad además parecía haber algo oculto, algo escondió y al acecho esperándole desde hacía mil años. Aquello era una tumba después de todo, las trampas y artimañas de los arquitectos para que no la espoliasen solían ser muy creativas ¿Arañas? ¿Serpientes? Su mano tembló mientras aferraba la caja de rudimentarias cerillas en su maldito bolsillo. Odiaba las arañas, juraba que como estuviese rodeado de arañas entraría en pánico y arrasaría con todo importándole una mierda la excavación. Por dios, si estaba rodado de arañas nunca volvería a escavar y sería el resto de su vida uno de aquellos arqueólogos que se pasaban la vida entre libros como personas sensatas y normales. Juraba que nunca volvería a irse de aventuras.

 

Una chispa anaranjada brillo unos segundos frente a sus ojos cuando intentó prender las cerilla. Antes de apagarse de nuevo.

 

La madre que la pario.

 

Por dios, no, tenía que funcionar, o empezaría a chillar como una adolescente asustada hasta que le sacasen de ahí, tenía que funcionar y….

 

Una serena llama prendió frente a sus ojos entre sus dedos temblorosos. El chico no pudo contener el suspiro de alivio que escapó de su boca al verla. Con prisa pero con delicadeza llevo la cerilla a la vela dentro de la lámpara antes de que se extinguiese de nuevo y volviese a sumirle en la horrible oscuridad.

 

Cuando todo estuvo en su sitio y la llama brillaba ahora con fuerza, alzó la rudimentaria lámpara y miró a su alrededor.

 

Ni cobras venenosas, ni arañas ni trampas estúpidas gracias a dios. No, lo que vio le dejo con la boca abierta pero por otra cosa muy distinta.

 

Dorado.

 

Estaba sentado en medio de una gigantesca sala cubierta desde el suelo al techo de oro. Encima de su cabeza había un agujero por el que debía de haber caído y, por algún milagro, sobrevivido, pero el resto no era más que impoluto oro recubriendo cada superficie.

 

Se levantó con la boca abierta como un idiota y giró a su alrededor admirándolo todo. Las paredes plagadas de dibujos que contaban historias que tanto Killer como él se tirarían horas traduciendo. Las ofrendas de joyas y comida de hacía siglos plagaban el suelo entre objetos comunes como sillas o ropa que la gente de su época habían creído que el muerto se llevaría a la otra vida. Kidd caminó entre todo aquello con cuidado de no tocar ni romper nada más de lo que había roto ya con su caída. Lentamente fue prendiendo las pequeñas antorchas que había por las paredes hasta que toda la estancia se iluminó como una gema preciosa alrededor suyo.

 

Volvió a dar otra vuelta sin poder dejar de mirar aquel tesoro. Su tesoro ya que ahora era él el único hombre en la tierra que conocía de su existencia. Sintió los pelos de su nuca erizarse ante aquello sintiéndose, durante un momento, el hombre más poderoso del mundo. Leyó atontado los jeroglíficos de las paredes que narraban la vida del difunto sin prestarles demasiada atención. Un faraón famoso, querido por su pueblo por su conocimiento y su inteligencia, muerto sin embargo antes de cumplir los treinta, había ganado la batalla contra los…

 

Ya lo leería después, su mente ahora mismo estaba centrada sobre el objeto más importante de la habitación y por el que había venido a Egipto.

 

El enorme sarcófago en medio de la habitación que seguramente albergaría la momia más famosa de todos los tiempos.

 

Kidd se acercó con sigilo, prácticamente conteniendo la respiración y con el corazón latiéndole a mil por hora.

 

Dios había descubierto una momia, él, Eustass Kidd, el chaval al que su primer profesor de egiptología, había echado de clase por estúpido y alborotador. Quiso reír sarcástico.

 

Sin embargo mientras se acercaba se dio cuenta de que la cosa no estaba como debía de estar.

 

Las momias solían estar cubiertas por varios sarcófagos a cada cual más decorado que el anterior. Uno dentro de otro como esas famosas muñecas rusas. Y luego estos se tapaban con grandes losas de piedra pesada para evitar posibles tentaciones a los saqueadores de tumbas y complicarlo todo todavía más.

 

Pero aquella era diferente.

 

El gran bloque de piedra estaba apartado, al igual que las tapas de los ataúdes, dejando a la momia solamente cubierta con la ultima tapa.

 

Kidd frunció el ceño al verlo.

 

¿Por qué estaba así? ¿Habían entrado los saqueadores? No, no podía ser, no había habido ningún indicio hasta ahora y en la cámara solo había un agujero por el que se había dejado caer él mismo. ¿Sería aquello un último descubrimiento?¿Una nueva forma de enterramiento?. Sonriendo ante su curioso faraón, estudió el ataúd que cubría el cuerpo embalsamado desde hacía miles de años. La cara pintada sobre la madera con aquellos ojos que se alargaban con una fina línea negra, la corona ornamentaría, los brazos cruzados sobre el pecho sosteniendo los elementos de poder…

 

Kidd tragó saliva con la tentación y curiosidad en su mente.

 

¿Y si echaba un vistazo a la momia?

 

Sabía que no debería. Que primero tenía que llamar a Killer y sacar el ataúd en orden riguroso, apuntando la colocación exacta de cada objeto y en qué condiciones estaba. Pero ya había roto muchas reglas aquel día. Sobre todo al entrar por el techo. Una más no supondría ninguna diferencia. ¿Verdad? Además solo era una mirada, luego dejaría todo donde estaba y ya está, ni Killer se enteraría.

 

Inclinándose sobre el ataúd, colocó las manos sobre la tapa de madera que pesaba más de lo que debería con tanta decoración de oro y piedras preciosas, y con un poco de esfuerzo la apartó para dejarla al lado del resto. Luego, con la curiosidad desbordando por cada poro de su piel, se inclinó para apreciar su descubrimiento como un padre se inclina para ver a su hijo.

 

Sus ojos se abrieron sorprendidos ante lo que había dentro.

 

Definitivamente no era lo que se esperaba. En vez de una momia cubierta de vendajes y con olor a rancio y viejo ocultando mil misterios, había un hombre allí tumbado como si nada.

 

Ni embalsamado, ni cubierto de polvo, ni nada, prácticamente parecía que había estado descansando durante todos aquellos milenios allí encerrado.

 

Kidd frunció el ceño sin saber muy bien que pensar de aquello. No parecía una broma de Killer, era demasiado real y complicada como para serlo. ¿Entonces qué hacia ese hombre allí?

 

Acercándose un poco más lo estudió detenidamente. El hombre estaba totalmente inmóvil, muerto, con los brazos cruzados sobre el pecho como el dibujo del ataúd y portaba las joyas y ropa típica de la época de unificación del bajo y alto Egipto. ¿Era una nueva técnica de conservación? Se preguntó Kidd ¿Qué narices habían hecho para que el cuerpo no se corrompiese absolutamente nada durante tanto tiempo? ¿Formol? No, definitivamente no olía a formol y ni el formol duraba tanto.

 

Su “momia” parecía casi que estaba durmiendo. Con su pelo negro ligeramente despeinado sobre el fondo del sarcófago y la piel morena típica de la gente que vivía en aquella parte del mundo y que tenía que soportar diariamente el sol del desierto. Y tan tentadoramente suave. Tenía una ligera perilla típica de la moda de la época y estaba cubierto de joyas en cada parte del cuerpo donde se podían poner joyas.

 

Debía de tener más o menos su altura calculó rápidamente Kidd echando un vistazo general, aunque definitivamente era mucho más delgado que él, cosa que no extraño al pelirrojo en lo más mínimo. Después de todo, el hombre había sido un faraón que no tenía por qué hacer trabajos físicos, mientras que él, se había pasado los últimos meses de su vida levantando piedra tras piedra en busca de un tesoro.

 

Kidd se le quedó mirando con cara de todavía no estarse creyendo lo que veía. Aquello era simplemente absurdo, ningún cuerpo aguantaba tanto tiempo sin corromperse después de tantos siglos. Era simplemente imposible. El pelirrojo se separó ligeramente del ataúd y dio una vuelta a su alrededor admirando a la “momia” desde distintos ángulos e intentando encontrar el truco de aquello.

 

Nada llamó su atención. ¿Qué cojones? Parándose de nuevo enfrente del chico observó aquella cara morena y tranquila durmiendo plácidamente.

 

Realmente había sido alguien…atractivo, se permitió pensar el pelirrojo. Ahora entendía tanta ofrenda y alabanza. A él tampoco le importaría alabar a alguien con esa cara.

 

Tragando saliva y con la impresión de que estaba haciendo algo que no debería hacer por muchos y diversos motivos, alargó una mano hasta aquel rostro. Sus dedos hormiguearon mientras se acercaban a la impoluta y aterciopelada piel dispuestos a simplemente acariciarla. Su cuerpo se reclinó inconscientemente sobre el ataúd mientras seguía dudando de hacer aquello pero al mismo tiempo no podía detener el lento avance de su mano.

 

Al fin sus dedos rozaron la suave superficie de una mejilla.

 

Y la momia abrió de golpe los ojos y le miró con una penetrante mirada con ojos del color de la plata.

 

Kidd inmediatamente se echó hacia atrás con el susto de su vida provocándole un mini-infarto, mientras de su boca escapaba el chillido más histérico que en su vida negaría haber dado.

 

Con el susto, además resbaló con el polvo que cubría el suelo y aterrizó en sus posaderas patéticamente.

 

—Joder—maldijo por lo bajo presa de otro ataque de pánico.

 

¿Qué mierda? ¿Estaba vivo? ¿Qué mierda?. Mirando a su alrededor buscó algo con lo que defenderse de aquel zombi milenario.

 

Desgraciadamente lo que atrapó su mano en el caos del momento fue solamente un plato de ofrendas de oro reluciente. Pero ni se fijó en eso de lo asustado que estaba y solamente levantó amenazadoramente el peligroso plato entre ambos, observando con los ojos desorbitados la maldita tumba desde el suelo.

 

Al principio no pasó nada. Luego se oyó un gruñido molesto y una mano morena asomó por el lateral de la tumba aferrándolo con largos dedos. El faraón se alzó de la tumba como los zombis lo hacían en las películas, solo que este, en vez de tener cara de atontado y babear patéticamente, presentaba una clara muestra de cabreo en su ceño fruncido.

 

Kidd tragó saliva mientras aferraba el plato aún más fuerte.

 

Y entonces el hombre se volvió a mirarle con aquella cara de cabreo intenso después de haber estado dormido mil años.

 

Kidd quiso volver a chillar histéricamente y salir corriendo de allí entre pataletas, mientras lanzaba el plato y todo lo que estuviese a su alcance a aquel monstruo. Desgraciadamente el miedo le paralizaba demasiado como para hacerlo y lo único que llego a hacer fue temblar. La ex-momia sin embargo, solo le observó detenidamente durante un momento con aquellos penetrantes ojos grises sin hacer nada.

 

— ¿Qué estás haciendo?—preguntó entonces fijándose en el plato que Kidd sujetaba en su mano cual espada.

 

—Yo…es…tu eres…—desgraciadamente la mente de Kidd se encontraba demasiado alterada como para poder montar una frase decente y solo balbuceo confuso.

 

El hombre le volvió a mirar fijamente antes de sonreír de lado con una ligera burla en sus ojos. Descansando su brazo en el lateral de la tumba, apoyó su mentón en el dorso de su mano y observó a aquella persona que había le había despertado más detenidamente.

 

—¿Acaso eres consciente de lo que has hecho?¿Como osas despertarme niño?—comenzó a preguntar metiéndose con él ligeramente—¿Por qué portas esas prendas tan horrendas?—y lo que más le había inquietado desde que había visto al chico—¿Por qué tu pelo es del color de la sangre?—

 

Sin embargo el chico siguió mirándole como si hubiese visto a un fantasma y cuando respondió volvió a hacerlo sin ninguna coherencia.

 

—Yo…no…—

 

La momia rodó los ojos exasperada. ¿Por qué siempre le tocaba hablar con idiotas campesinos sin cerebro?

 

Aun así quería la información. Nunca había visto a nadie así, morenos, por supuesto, rubios, castaños…pero alguien con el pelo rojo ¿Cómo podía ser posible? Aquello era raro, algo que nunca había visto y que como siempre adoraría estudiar hasta llegar al motivo de semejante efecto. Así que esta vez, en su afán de comprender aquel fenómeno, intentó hacer una pregunta que pudiese ser entendible hasta para un idiota como el que tenía delante.

 

—¿Quién eres joven?—comentó con un tono de voz que dejaba muy claro lo que opinaba de la inteligencia del otro.

 

Y Kidd, por fin, consiguió reaccionar.

 

Y frunció el ceño al escucharle. ¿Se estaba burlando de él? Si, con aquel tono se estaba burlando de él. Y nadie se burlaba de él. O al menos nadie se burlaba de él y vivía para contarlo desde hacía mucho tiempo. La molestia rápidamente sustituyo al miedo y, alzando arrogantemente la cabeza, miró a aquel hombre fijamente a los ojos.

 

—Soy Eustass Kidd—anunció orgullosamente antes de añadir un ofensivo — ¿Y tú?—

 

El hombre alzó una ceja ante su pregunta como si el hecho de que se atreviera a preguntarle algo le hiciese gracia.

 

Kidd apretó los puños comenzando a cabrearse con aquello. No podía creer que se hubiese asustado de semejante individuo. Odiaba a la gente que tenía ese tipo de mirada, como si el mundo les perteneciese y su mera presencia les pudiese contaminar. Le daban ganas de bajarles de su pedestal de una buena hostia y mirarles él entonces de aquella forma arrogante.

 

—¿Dónde nos encontramos?¿No recuerdo haber entrado en semejante lugar?—preguntó el de ojos grises ignorando totalmente su pregunta anterior como si careciese de importancia.

 

Y sin embargo, en lugar de ignorarle él también en respuesta o insistir en la pregunta, Kidd se sorprendió contestando obedientemente.

 

—Es tu tumba—respondió, y al instante apretó la mandíbula enfadado consigo mismo. ¿Por qué narices había contestado?

 

— ¿Qué?— la sonrisa del faraón era divertida, pero su mirada podría matar a alguien y Kidd se encontró de nuevo ligeramente intimidado—¿Qué estas insinuando chico?¿Qué estoy muerto?—

 

—…Si—respondió frunciendo el ceño pero con la voz temblándole ligeramente. Joder.

 

—…Explícate—ordenó el moreno con el veneno esta vez claro en su voz mientras se reclinaba hacia atrás en la tumba dorada y cruzándose de brazos.

 

Y mirándole con aquel aire de señor del mundo.

 

—Yo… he entrado en la tumba por accidente, al principio solo mire lo que había y eso… por la riqueza que había supuse que era la tumba de un faraón. Luego me hacer que al ataúd, que ya estaba abierto, para ver quién era y… bueno, tú estabas dentro—respondió rápidamente, como acatando la orden de un general.

 

Odiaba estarse comportando tan obedientemente ante alguien así, pero definitivamente no lo podía evitar. No sabía qué narices le pasaba. ¿El aire viciado del lugar? ¿El golpe en la cabeza? Si, definitivamente tenía que haber sido el golpe.

 

 —Según lo que he podido estudiar, esta tumba tiene más de dos mil años—continuó— Llevas muerto supuestamente dos mil años—

 

—Absurdo—le contestó el moreno mientras se alzaba del ataúd e intentaba salir de la siniestra caja — ¿Cómo osas siquiera insinuarlo bastardo insolente? ¿Quién narices eres? ¿Un expoliador de tumbas? ¿De verdad crees que creería a un inculto como tú que no sabe ni el nombre de su madre? Fuera de mi vista escoria antes de que te mate por semejante broma—

 

Y de nuevo Kidd sintió su sangre hervir por las palabras de aquella leyenda viviente.

 

¿Cómo se atrevía a llamarle inculto o escoria? A él, que tenía un maldito doctorado y era una de las personas más apreciadas por su maldita mente en la universidad. No había pasado por todo aquello para que ahora llegase un cualquiera, faraón o lo que fuera, y le llamase idiota a la cara. ¿Y encima insultaba a su madre? A la señora que le había cuidado desde niño y que era sangre de su sangre.

 

Golpearle no iba a ser suficiente.

 

Levantándose del suelo por fin, se plantó sobre sus pies con la cabeza alta y orgullosa. Luego, acercándose al otro que por fin había salido del decorado ataúd, le cogió de los colgantes dorados que le colgaban del cuello y se lo acercó intimidantemente a la cara. El otro parecía ser más mayor que él en edad, pero Kidd le sacaba varios centímetros en altura y no dudo en aprovecharlos a su favor alzándose sobre el otro como una sombra amenazadora.

 

—A quien estas llamando idiota momia viviente—le insultó en respuesta—soy mil veces más inteligente que un principito mimado como tú  que no ha salido en su vida de un palacio, así que, como vuelvas a insultarme a mí o a mi madre…—

 

—¿Qué?—interrumpió el moreno mirándole con la burla y el enfado de nuevo en sus ojos grises— ¿Me destruirás?¿Me mataras? Ja—rió sarcásticamente sin la pizca de miedo ni terror en su cara que debería de tener—he tratado con barbaros como tu miles de veces, bastardos con musculo y sin inteligencia que se creen el centro del mundo y que no dudan en imponerse por la fuerza sobre los demás—

 

— ¿Qué?—preguntó Kidd ante aquella respuesta que no tenía nada que ver con lo que pretendía—Espera yo no…—

 

—Pero lo llevas claro si piensas que puedes llegar aquí, soltar cuatro sandeces, y exigir que no te insulte y me disculpe cuando lo hagas—respondió el otro agarrándole de la muñeca que aferraba su cuello y forzándole a soltarle con una fuerza que no se correspondía con su cuerpo delgado— y si realmente crees que soy un “principito” que no ha hecho nada en su vida más que dar órdenes y vivir del cuento, puedo demostrarte en dos segundos lo contrario—

 

Kidd le miro confuso.

 

Seguía sin entender aquella reacción, él no le había amenazado…bueno si, había insinuado una amenaza, pero no había amenazado, aquello no tenía sentido. Él nunca se había aprovechado de su fuerza contra los demás, solo le había partido la cara a la gente que se lo merecía. El que ahora le llamasen matón realmente era algo totalmente nuevo. Era un insulto que nunca le habían dado y que le dejaba viéndose como un gorila agresivo y sin cerebro que se deja llevar por sus impulsos. En otras palabras, el moreno le había llamado idiota. Otra vez. Pese al enfado que resurgía en él con fuerzas renovadas solo pudo sonreír ante las palabras del otro.

 

— ¿Me estas retando?¿En serio crees que ganarías en una pelea conmigo?—aquello era tan ridículo.

 

—Ni lo dudo—

 

—Oh, ¿en serio?—comento el menor separándose y mirando de nuevo al otro de pies a cabeza en una muda burla de lo delgado y pequeño que era. El moreno apretó los puños y le fulminó con la mirada.

 

—Voy a recordarte cuál es tu posición—siseó entre dientes el de ojos plateados. Y es que nunca en su vida le habían insultado de aquella manera y definitivamente no iba a permitir que lo siguiesen haciendo.

 

Kidd le vio echarse hacia atrás y le vio levantar un cabreado puño en el aire. Retrocediendo un paso hasta una posición de guardia, él también se preparó para bloquearle cuando…

 

—Kiiiiid—chilló una voz desde un lugar por encima de sus cabezas—Kiiiidd ¿Estás bien bastardo? Dime que el karma ya se ha vengado y te has roto una pierna o algo por idiota y por no escucharme. Kiiid amor mío respondemee—

 

Kidd rodo los ojos mientras maldecía por lo bajo.

 

La pelea a punto de empezar se detuvo al instante y mientras el moreno miraba a su alrededor confuso el pelirrojo se acercaba al agujero en el techo.

 

—No Killer—grito hacia la oscuridad por encima de su cabeza— por desgracia para ti sigo vivo—

 

—Qué lástima, la próxima vez será—se escuchó decepcionado. Y luego más bajo se escuchó otro susurro conspirador—me debes cinco dólares, te dije que tenía una cabeza demasiado dura—

 

Kidd sintió un ligero tic en un ojo.

 

¿Habían apostado?¿por su vida?¿En serio?¿Su mejor amigo?

 

Estúpido Killer, cuando consiguiese subir y hubiese acabado con el faraón engreído que seguía mirándole mal, le iba a tirar a él al agujero y a encerrarle allí dentro para que aprendiese por idiota.

 

—Tira una maldita cuerda bastardo—susurró con la voz más amable que pudo mientras en su cara se dibujaba una sonrisa siniestra. 

Kidd volvió a pasarse una mano por el pelo frustrado, y se recostó aun más contra el asiento de mimbre a sus espaldas. Sus pesadas botas que en la tumba le habían protegido del frio, ahora reposaban encima del escritorio de madera cociéndole a fuego lento los pies. El calor del desierto era sofocante y el llevar tanta ropa no ayudaba mucho a regular su temperatura al fin y al cabo. Ni siquiera el estúpido té helado de menta que se estaban tomando en aquellas tazas de metal ayudaba en lo más mínimo. Pero Killer seguía empeñado en tortúrale y no dejarles marcharse a la casa que habían alquilado en el Cairo donde, por lo menos, hacia sombra y tenían un prototipo de aire acondicionado llamado corriente de aire.

 

—Entonces…¿Es una momia viviente?—preguntó el rubio por decimoctava vez sentado enfrente suyo en otro de aquellos sofás de mimbre con cojines.

 

Kidd soltó un gemido de desesperación.

 

—Si Killer, si, entre en la tumba, abrí el ataúd y estaba dentro, luego abrió los ojos y empezó a chillarme gilipolleces—repitió por decimoctava vez.

 

—Entonces, es una momia…y está viva—repitió de nuevo el rubio.

 

Y Kidd quiso llorar y darse de cabezazos contra el escritorio.

 

—¿Qué otra explicación me puedes dar?—rugió el pelirrojo frustrado.

 

—Que es alguna clase de broma retorcida—respondió el rubio sin dudar.

 

—¿En serio crees que es una broma?—pregunto incrédulo mientras señalaba a la susodicha momia viviente sentada al  lado de su amigo en el sofá.

 

El hombre estaba sentado con las piernas cruzadas a su lado, aun con su ropa plagada de oro y joyas, y sostenía entre sus manos el móvil de Kidd. Se lo habían dado hacia un rato para que se estuviese quieto y no armara mucho jaleo, después de todo estaban solamente metidos en una tienda grande de tela al lado del campamento donde Killer y el guardaban los planos y llevaban a cabo la planificación de la obra. Y prácticamente se podía escuchar todo lo que decían desde el exterior.

  

Suficiente esfuerzo costaba ya sacar a un hombre sin que nadie le viese con aquellas sospechosas ropas y meterle allí a hurtadillas, cuando el susodicho hombre encima se negaba a seguir a cierto pelirrojo a ninguna parte. Así que, una vez dentro, habían cogido, le habían dado el cacharro al chico, y al instante siguiente el moreno había estado tan fascinado con el aparato que ni se había acordado ya de seguir chillándole al pelirrojo. Aun así de vez en cuando seguía soltando sus comentarios sarcásticos y ofensivos dejando ver que seguía prestando atención a la conversación.

 

—¿Qué insinúas Eustass?—pregunto el faraón mirándo al pelirrojo tan mal como siempre.

 

—Nada, tu pórtate bien y sigue jugando con el móvil—le ignoro el pelirrojo haciéndole callar con un gesto vago de su mano.

 

Sin ver como el moreno fruncía el ceño ante semejante falta de respeto.

 

Y es que, aunque el momento hubiese pasado, el faraón aún seguía sintiendo el rencor de antes por el pelirrojo, y según veía, se iba incrementando por momentos listo para estallar delante de la cara de chaval a la más mínima oportunidad.

 

—¿Y que se supone que hacemos con él?—preguntó Killer—Quiero decir, es el mayor descubrimiento del milenio—

 

—Nos lo quedaremos—respondió sin dudar el otro.

 

—¿Qué?—preguntó alarmado el rubio.

 

—Lo siento pero no pienso soportar vuestra presencia más de lo necesario—respondió también el moreno dejando el teléfono sobre la mesa y centrándose totalmente en la conversación.

 

Los otros dos le miraron mal y el faraón se encogió de hombros mientras se recostaba en el sillón y esta vez volvía a beber totalmente concentrado el té.

 

—Lo siento pero no podemos dejar que se lo lleven—siguió Kidd ignorando los comentarios—quiero decir, como dices es el mayor descubrimiento del siglo, es…el descubrimiento de la vida eterna o algo así. Gobiernos y organizaciones pelearan por él, le analizaran hasta la mismísima célula, le destriparan hasta encontrar la maldita razón de que lleve dos mil años vivo—

 

—Cierto—respondió Killer.

 

 

—Esperad, ¿qué?—pregunto el moreno de repente dejando el té alarmado— soy un faraón, es imposible que lleven a cabo ningún plan que me perjudique, el ejército y mis aliados les aniquilarían en segundos y…—

 

Los otros dos le miraron, esta vez, con una mezcla de lastima y preocupación. El hombre se calló alarmado al verles. Nunca nadie le había mirado de aquella manera. Por primera vez desde que se había despertado se dio cuenta de la situación en la que estaba y de lo que significaba para él y su vida aquel extraño cambio.

  

Aun así los otros dos siguieron hablando e ignorando su comentarios, decidiendo su futuro como si él no estuviese delante. Por primera vez en su vida, el faraón se sintió ligeramente perdido y sin saber qué hacer. Por primera vez su vida y futuro estaba en las manos de otras personas cuando lo normal es que fuese al revés.

 

—¿Y cómo pretendes esconderlo?—preguntó Killer.

 

—Le daremos nuestra ropa y le llevaremos al piso del Cairo por ahora, luego diremos que es un amigo o algo asi, y mientras tanto Doflamingo puede ocuparse de la documentación falsa, después de todo ya lo ha  hecho varias veces para Mugiwara con Brook y Chopper—

 

—Vale, tiene sentido, ¿y luego qué?—pregunto Killer—no pensaras quedártelo como mascota por el resto de tu vida ¿no? no es por nada pero creo que no os lleváis precisamente bien—

 

—Eso…—comenzó Kidd mirando al faraón al otro lado de la tienda que le devolvía una mirada de puro odio de nuevo, pero esta vez ligeramente vacía y perdida—ya se decidirá—

 

  

Notas finales:

En fin, primer cap conseguido, se que no ha pasado nada "interesante" pero esperar un poquillo n_n ¿Que os ha parecido? 

No me culpeis por escribir cosas tan raras vale? la culpa la tienen los examenes y punto. 

Bueno, Michelle, espero que te haya gustado el primer cap del fic n_n se que me pedistes uno de Zombies pero lo unico que se me ocurrio fue esto jeje.

Sorry

En fin guapos un beso y gracias por leer gente T^T 

Os quieroo


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).