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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Muchas Gracias por sus comentarios, y palabras de apoyo :´D. Ya casi llegamos a la mitad del fic

Gracias de antemano por leer.

Nos vemos abajo.

Capitulo 12

Aimeth, el espíritu del Aire.

Comenzaba un nuevo día en Antiguo Makoku, el sol aun no daba sus primeros rayos de luz, las personas entre invitados y sirvientes, excluyendo a los guardias en turno, aún no habían iniciado sus labores; Sin embargo, en una de las habitaciones de huéspedes del Castillo Imperial, el joven rey Yuuri Shibuya ya había despertado, tenía entre sus brazos al príncipe Wolfram von Bielefeld, quien dormía profundamente, tal como lo había dejado la noche anterior, acurrucado sobre su pecho bajo las suaves sabanas.

Lo contemplaba pensando que su rostro mientras dormía era igual o más hermoso que cuando estaba despierto; perfectas cejas, largas y crespas pestañas, nariz fina y ligeramente puntiaguda, labios rosáceos y bien definidos.

Una sensación de placer masculino se apoderó de Yuuri al recordar que lo había tenido todo para él, y ahora experimentaba el placer de despertarse con la sensación de sostenerlo entre sus brazos. Lo gracioso era que con el tiempo había descubierto que solo así evitaba ser pateado por la noche.

Wolfram se movió entre sus brazos, acurrucándose más contra su cuerpo, no sin antes balbucear un «Henachoko» entre sueños y ronquidos, después entrelazó una de sus piernas entre las suyas. Yuuri suspiró, apartando un rizado mechón de cabello que le había quedado en la boca.

Sonrió, apretándolo más fuerte, como si quisiera asegurarse que fuera real. No podía sentirse más dichoso teniendo al demonio de fuego de esa manera. Wolfram era inagotable, alternativamente tierno y salvaje, caprichoso y al mismo tiempo comprensivo, era su apoyo, su mejor amigo y confidente, era todo cuanto quería.

Pasado un tiempo, Wolfram se estiró cual felino desde la cabeza a los pies, comenzando a despertar abriendo los ojos poco a poco. Yuuri acercó los labios a su oído besándolo de manera tierna, el otro se dejó hacer, suspirando de vez en cuando y aprovechando en posar las manos contra su pecho.

—Buenos días, mi príncipe... —ronroneó Yuuri, dándole un beso en la mejilla.

—Buenos días —musitó Wolfram apenas, buscando sus labios.

Yuuri lo besó muy despacio y él le arañó suavemente la espalda. Incluso cuando se dejaba llevar por la pasión, era dulce y amable. Wolfram suspiró mientras Yuuri le besaba el cuello, pasándole la lengua en el hueco de la base de su garganta antes de seguir avanzando hacia los hombros.

Poco después y entre acalorados besos, Wolfram se dio cuenta de algo. No estaba en su habitación, estaba en la habitación de Yuuri, porque anoche había caído rendido cual soldado en guerra después de hacer el amor. Tenía que haber regresado de inmediato pero no, se quedó a dormir allí y ahora la claridad del día no podía encubrirlo de los guardias.

Rompió el beso y se incorporó con los ojos bien abiertos.

—¿Wolf? —le llamó Yuuri al notar su rostro aterrado y su respiración acelerada.

—¡Yuuri! ¡Debo salir de aquí! —Fue lo único que Wolfram dijo antes de levantarse abruptamente de la cama. Buscó con su mirada su ropa interior, su camisón y su capa, que anoche quedaron esparcidos por el suelo y comenzó a vestirse con rapidez.

Yuuri empezó a hacer lo mismo, pero un poco más calmado.

Wolfram caminó hasta la ventana escondiéndose detrás de la cortina y observó el panorama, anoche no parecía haber tantos guardias y ahora tenía a diez a la vista. Entró en pánico. Se giró y dirigió su mirada a su prometido que estaba vestido solo con sus pantalones. Su cabello estaba despeinado al igual que el suyo

—¡¿Qué hago?! ¡Hay muchos guardias! ¡Me van a descubrir!

Yuuri se acercó a la ventana para observar y palideció. Estaban en serios problemas. Escucharon el toque de la puerta y dieron un respingo del susto. No era Gwendal, estaban seguros de eso, porque ellos tenían el código de tres toques a la puerta y el toque que escucharon había sido de cinco, podría ser un sirviente o un Noble de los que se hospedaban en ese edificio.

—Escóndete en el baño —resolvió Yuuri de inmediato. Wolfram así lo hizo de prisa, y cuando estuvo escondido, Yuuri abrió la puerta.

—¡Buenos días! —dijo aquella persona que se mantenía con las manos atrás de su espalda y las piernas firmes.

—¿Kristal?... ¡Buenos días! —La muchacha entró con confianza a la habitación. Y Yuuri cerró la puerta, la expresión de extrañeza nunca desapareció de su rostro y ella se dio cuenta de eso.

—Quedamos que nos veríamos al alba en la salida del castillo, pero pensé que lo mejor sería salir juntos de una vez, así que le pregunté a un sirviente donde estaba su habitación —explicó ella con simpleza, antes de que él preguntara.

—¡¿Cómo?! —preguntó Wolfram siniestramente saliendo de su escondite. Parecía como si un aura de energía oscura rodeara su cuerpo.

Yuuri tragó en seco.

—¡Tranquilo, mi amor! ¡No es lo que parece! ¡Lo juro! —reaccionó de inmediato, negando con ambas manos. Sabía que en la mente de su celoso prometido vagaba la remota idea de una infidelidad.

Kristal se quedó paralizada. Un extraño escalofrió recorrió su cuerpo al notar esa penetrante mirada sobre ella, parecía que la quería matar

—¿Al-alteza? —logró balbucear.

Pero Wolfram tenía en la mira a otra persona.

—¡Yuuri! —Se abalanzó sobre su prometido estrujando su cuello—. ¡Infiel! Te ibas a ver a escondidas con ella, ¿Por qué?... dímelo ¿Por qué me engañas de esta manera? Y yo todavía me quede contigo anoche como me lo pediste, me entregué a ti, hiciste conmigo de todo lo que quisiste...

Kristal miraba sonrojada la escena. Escuchaba al rey tratando de disculparse y explicarle la situación pero el príncipe no lo dejaba terminar ni una oración, diciendo cosas que no se tendrían que saber. A simple vista era una situación graciosa y entretenida, pero sintió compasión de ver al Maou siendo casi estrangulado.

—¡Yuuri heika hará hoy el pacto con el espíritu de aire! —intervino la chica de forma tan rápida que Wolfram perdió la concentración en su prometido y se enfocó a ella—. No se preocupe, no es una cita ni nada por el estilo. Le ayudaré a su majestad Yuuri para que haga el pacto con el espíritu del aire, solo eso. Lo juro.

Wolfram por fin soltó el cuello de Yuuri. Dio un hondo suspiro tratando de relajarse y de asimilar lo que ella había explicado. Dirigió una irritada y fulminante mirada al que tenia al lado respirando de manera acelerada, y le preguntó no tan convencido:

—¿Es cierto eso...?...

—Todo lo que dijo ella es cierto. ¡Por favor tienes que creerme! —Requirió de todo su esfuerzo y todo el aire que había recuperado, pero Yuuri sabía que lo valía.

Wolfram se tranquilizó pero no se fió mucho de las palabras de esa mujer.

—Señorita von Aigner, ¿no le parece que es indecente ingresar así al dormitorio de un hombre? —preguntó, poniéndose las manos a la cintura mientras la estudiaba de pies a cabeza. Esta vez la muchacha se había vestido con una blusa de botones blanca, unos pantalones cortos de tela color celeste, medias largas hasta la rodilla y botines.

La joven agachó la cabeza y puso las manos entrelazadas al frente.

Buen punto, según los principios de la nobleza, aquello era incorrecto. Solamente que él no sabía que clase de persona era ella en el pasado, por algo se había llevado el titulo de la seductora dama de Hielo. Había perdido la cuenta de cuantos matrimonios y compromisos se habían separado por su culpa. En aquel entonces eso le divertía, era como un juego para ella.

—Tiene toda la razón, Alteza —Tras estas palabras, Kristal dirigió su vista a Yuuri—. Disculpe mi intromisión a su habitación su Majestad Yuuri —repuso con educación.

Yuuri intentó hablar pero la seria mirada Wolfram hacia él cortó sus intenciones.

—Que no vuelva a suceder, mucho menos en la recamara de mi prometido —Wolfram hizo especial énfasis a las últimas dos palabras.

Eso era una ironía, el príncipe que se colaba por la noche a la habitación de su amante a escondidas de su padre y se quedaba hasta el amanecer le reclamaba a la chica que simplemente ingresó a la habitación durante la mañana para hacer un viaje.

—Wolf, no quiero irme sin asegurarme de que has regresado sin problema a tu habitación —dijo Yuuri de pronto.

Wolfram dejó su formidable postura al recordar de golpe su precaria situación. Debía regresar a su habitación atravesando el jardín trasero sin ser atrapado por los guardias. El tiempo corría y la claridad del sol se empezaba a manifestar limitando su oportunidad de salir libre de esta.

Kristal notó el cambio del príncipe, había recordado que si de romper las reglas se trataba, ellos no eran unos santos. Su ceja se alzó a medida ensanchaba su sonrisa.

—Se me hacia extraño encontrar al príncipe aquí a tan tempranas horas del día siendo su majestad Willbert tan estricto en esos aspectos. Claro, pasar la noche juntos es lo mas normal del mundo, entrar a la habitación de un hombre no lo es —comentó suspicaz.

Ella dejó escapar una risita que a los oídos de Wolfram sonaba como una revancha. Sus mejillas se tiñeron de rosa fuerte al igual que las de Yuuri.

Kristal trató de calmarse un poco, respirando profundamente. Se asomó a la ventana y observó. Un total de diez soldados todos hombres jóvenes se paseaban por el jardín. Se sujetó el mentón, contemplando una posible alternativa.

—¡Tengo una idea!, bajaré y distraeré a los guardias y cuando centren su atención en mi, usted podrá desplazarse sin problemas por el jardín, pero debe hacerlo rápidamente —dijo de repente, llamando la atención la pareja, que se mantenía con los brazos cruzados.

—¿Cree que funcione? —preguntó Yuuri no tan convencido. Eran diez soldado, no sería tan fácil como lo planteaba.

Ella alzó una ceja mientras ponía las manos a la cintura.

—Diez hombres no son nada para mí, los tendré comiendo de la palma de mi mano en segundos.

Después de meditar por un tiempo esa opción, Wolfram decidió confiar en ella. De todas maneras era la única alternativa fiable que tenían.

—Está bien, lo haremos así —dijo con un tono de voz resignado, encogiéndose de hombros. Kristal no esperó más, y se dirigió a la puerta.

—¡Señorita von Aigner! —La llamó Wolfram secamente, ella se dio media vuelta. Quería dejarle unas cuantas cosas claras—. Yuuri es mi prometido oficial desde hace años, lo que diga mi padre no cambia para nada nuestra situación. Tengo todo el derecho a dormir con él porque es mi futuro esposo.

Mientras decía esas palabras, Wolfram se acercaba más a Yuuri para tomarle el brazo y rodearlo con los suyos posesivamente.

Ella esbozó una sonrisa melancólica. El príncipe había repetido lo que ya sabía. Algo que deseaba y que estaba lejos de ser suyo.

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A pesar de la fresca y tranquila noche que había pasado, Raimond no pudo dormir bien. Le habían colocado un yeso en cada brazo, pues aparte de las heridas con la espada, Lukas le había fracturado los brazos cuando lo tomó por la espalda.

La sola idea de estar inmóvil de sus extremidades superiores por las siguientes tres semanas le deprimía. Él era alguien libre, alguien a quien le gustaba estar rodeado de naturaleza, plantar semillas que se convertían en hermosas flores. Aparte de leer interesantes novelas e historias que lo transportan a mundos diferentes y llenos de fantasías, ahora no podía hacer ni eso. Un gruñido más escapó de sus labios.

Su abuelo le había contado acerca de cómo finalizó su batalla contra Lukas von Zweig. Agradecía a Yuuri Shibuya por su oportuna intervención, de no ser por él en estos momentos estaría muerto. Ahora solo tenía un deseo y era saberlo ganador en la batalla de mañana.

Una persona entró a la habitación sacándolo de sus meditaciones lo cual lo extrañó, pues era muy temprano.

—Buenos días, Raimond, ¿Cómo te sientes? —preguntó Lord von Luttenberger mientras se sentaba frente a él en la cama. El señor Luttenberger no había tenido buena noche, no con su nieto en esa situación, se arrepentía de haberlo invitado a participar en el torneo.

Su nieto le dirigió una sonrisa.

—Me siento mejor, el dolor ha disminuido un poco —Suspiró—. Pero para ser honesto ya me estoy empezando a desesperar, ¡quiero salir de aquí! ¡Ya me quiero quitar las vendas!

Lord von Lutenberger miró con compasión a su muchacho. Los abuelos siempre eran muy consentidores con los nietos, más de lo que fueron con sus propios hijos, le dolía el corazón verlo así.

—Traeré unos cuantos libros de la biblioteca y te los leeré para pasar el día, ¿qué te parece?

El joven sonrió, complacido con la idea

—Muchas gracias, abuelo...

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Wolfram regresó a su habitación sin problema alguno. Debía aceptar que el plan de esa "muñeca sin cerebro" dio resultado. No le llevó ni cinco minutos en el jardín cuando ya tenía a los guardias centrados en ella y él pudo pasar desapercibido escondiéndose entre los arbustos y árboles del lugar. Una vez hubo entrado a su habitación, se quitó rápidamente la capa y el camisón y se dirigió al cuarto de baño para darse un baño.

Mientras sentía la frescura del agua en su piel recordó el detalle de que su prometido pasaría todo el día con esa mujer y un malestar ya conocido se apodero de su cuerpo; sentía su pulso muy alterado, al igual que su respiración. Trató de tranquilizarse sacudiendo su cabeza de un lado a otro, haciendo que pequeñas gotas de agua salieran disparadas de su rubio cabello.

Suspiró y clavó su vista al techo, estudiando en su mente a su rival, la dama de hielo. Kristal era hermosa, con un cuerpo de infarto, con grandes pechos, estrecha cintura, bonitas piernas, parecía graciosa y amable, cualquiera se enamoraría de ella sin darse cuenta.

Aquel último pensamiento le hizo estremecer. Cerró los ojos con fuerza mientras cerraba sus puños y un suave gemido brotaba de sus labios. Se prometió a si mismo confiar en su prometido, aferrándose a la idea de que él no lo traicionaría, ¡No se atrevería a traicionarlo!

Sin darse cuenta pasó media hora en el agua, divagando entre cosas hipotéticas, era hora de salir. Con su cuerpo desnudo y mojado salió del baño y caminó hasta la cama dejándose ir boca abajo. Abrazó la almohada y sin poder evitarlo sus ojos se cristalizaron, más no dejó brotar las lagrimas, porque se contuvo mordiendo su labio inferior.

El llamado de la puerta hizo que recobrara la postura, esta vez se levantó de la cama, buscó su bata la cual se puso rápidamente en el camino y finalmente la abrió.

—Padre —saludó y su voz no pudo haber sido más neutral.

—Buenos días, hijo —De inmediato, Willbert le dio un beso en la frente sintiendo la frescura de todo su cuerpo—. Anoche estaba a punto de visitarte pero decidí no hacerlo porque supuse que estarías ya dormido —comentó al tiempo que ingresaba a la habitación del menor.

Wolfram tragó saliva con un rápido parpadeo, agradeciendo en sus adentros su buena suerte.

—Sí, estaba muy cansado padre, me dormí de inmediato, de hecho casi no sentí la noche —explicó con fingida inocencia. Su padre asintió convencido —Ayer fue un día muy duro para mí... —comentó para sí mismo sin darse cuenta que lo había dicho en voz alta. Los recuerdos de la batalla entre Lukas y Raimond se le vinieron a la cabeza, también la forma en que su padre le habló antes de esa batalla.

Willbert observaba el rostro apesadumbrado de su hijo. No quería aceptarlo pero las palabras de Waltorana habían calado en su mente. Él, que parecía una persona frívola e impetuosa, al lado de su hijo no era más que un padre consentidor. Pero tenía todas sus esperanzas guardadas en él, en su futuro, en que siguiera su legado en la historia Mazoku como un honorable Bielefeld, una raza pura de Demonios, jamás relacionados con humanos o mestizos. Y que tomara el lugar que le correspondía en el país que le vio crecer.

—¿A qué se debe su visita tan temprana, padre? —preguntó Wolfram fríamente, y Willbert lo sintió. Esos preciosos ojos esmeraldas ya no lo veían ni con el más mínimo aprecio, parecía como si su presencia le incomodara. Alejando deliberadamente su propia ansiedad, Willbert le sonrió.

—Es normal que quiera pasar tiempo contigo, lo que me hace pensar que fue mala idea dejarte en Shin Makoku, lo mejor hubiese sido que te trajera de una vez a Antiguo Makoku —respondió finalmente después de un tiempo.

Wolfram agradeció internamente a su padre por tomar la decisión de dejarlo en Shin Makoku, porque de no haber sido así no hubiera conocido a Yuuri.

Willbert iba a agregar algo más pero alguien llegó a interrumpir entrando con confianza a la habitación. Era su hijastro, Lukas.

—Buenos días, Willbert Heika, Wolfram —Los saludó, acercándose al par de rubios. Por un momento se quedó paralizado observando de pies a cabeza a su hermanastro, sus ojos verdes brillaban con la luz del sol que se colaba por la ventana, usaba una corta bata la cual dejaba expuestas sus torneadas piernas, y su cabello mojado le daba un toque más seductor. Deseo haber tomado el baño junto a él.

Wolfram arrugó el entrecejo incomodo por la forma tan descarada en que lo observaba.

—Lukas, ¿querías algo? —habló Willbert un poco incomodo al notar como su hijastro se había quedado callado por un largo tiempo y con la vista clavada a su hijo.

—Yo lo vi entrar aquí y aproveche para desearle buenos días al príncipe, además de avisarle que estoy listo para el entrenamiento —explicó Lukas una vez había recuperado la compostura.

—No fue correcto... —murmuró Wolfram en voz baja haciendo que Willbert y Lukas pusieran su atención en él—. No fue correcto haya entrado a mi habitación de esa manera y con tal confianza, Lord von Zweig.

La voz firme de Wolfram les hizo entender que estaba furioso. Willbert le dedicó una mirada de reproche a su hijastro dándole toda la razón a su hijo.

—Salgamos de aquí Lukas, y que no vuelva a suceder, al menos no hasta que ya estén oficialmente comprometidos —dijo el mayor, tomando de paso el brazo de Lukas con fuerza para salir juntos de la habitación.

Lukas iba a soltar un comentario contradictorio acerca de lo que para Wolfram es correcto, pero solamente se mordió la lengua.

Al quedarse a solas de nuevo, Wolfram suspiró pesadamente y se volvió a acostar «No hasta que estén oficialmente comprometidos» recordó las palabras de su padre «Ya lo da por hecho» pensó.

Lukas era la persona que mas detestaba de entre los competidores del torneo, y sin embargo era el favorito de su padre. Realmente su padre quería hacerlo infeliz. De eso estaba seguro.

*******************************************************************

Cuando por fin se encontraron en la salida del castillo después de ponerse ropa adecuada para el viaje, la señorita Aigner pidió unos caballos al encargado, lo que de inmediato le hizo pensar a Yuuri que el lugar al que se dirigían no estaba cerca y por desgracia sus sospechas se hicieron realidad; llevaban varias horas cabalgando hasta la cima de una majestuosa montaña.

Como no estaba habituado a montar sentía los muslos dormidos, aparte hacia un frio terrible, por suerte ella le ofreció una capa para sosegar la sensación congelante, obviamente ella estaba preparada, casi soltó un comentario irónico acerca de que siempre lograba que el frío invadiera su cuerpo.

Yuuri estornudó y se secó la nariz con el borde de la capa para después fijar su vista al frente aunque lo único que veía desde las últimas cuatro horas eran árboles, como pinos y robles, que se vislumbraban como sombras negras y azules entre la bruma. Al acompasado balanceo del andar de su montura observaba al frente a la hermosa muchacha, se había mantenido callada durante la mayor parte del camino y solo había hablado cuando él se atrevió a preguntar o comentar algo.

Ella, por el contrario, disfrutaba el panorama que el camino a la montaña le ofrecía, le encantaba el viento frio, la nieve, ver senderos nublados. Le encantaba aun más la compañía. Yuuri era todo cuanto ella quería en un hombre; era tranquilo, amable, fiel, bondadoso joven y atractivo. Sin duda era perfecto para ella. Pero no podía hacerse ilusiones, él tenía un absoluto dueño el cual era muy celoso y posesivo. Por eso había evitado tener mayor acercamiento con él, temía terminar enamorándose aun más de su forma de ser.

Cuando llegaron al inició inclinado de la montaña detuvo su caballo.

Yuuri la vio detener su caballo y desmontar por lo que de inmediato hizo lo mismo, un gruñido salió de sus labios al momento de estirar las piernas y sobarse la espalda.

—Desde aquí tendremos que dejar los caballos y subir por nuestra cuenta —dijo Kristal mirando hacia arriba. Tomo las riendas del caballo y lo guió hasta un árbol, una vez ahí lo amarró a una rama con una cuerda, después tomó su bolso. Yuuri hizo lo mismo.

Treparon por la montaña con precaución, en un tramo angosto avanzaron con cuidado arrimándose fuertemente a la rocosa pared, lentamente.

Poco a poco, el panorama hacia abajo se iba achicando hasta convertir los arboles en puntos grises, sentían el viento recio que aullaba y se apagaba con un gemido. Kristal dio un mal paso haciéndola casi caer al vacío, por suerte Yuuri reaccionó a tiempo sujetándola del brazo y ayudándola a subir de nuevo usando todas sus fuerzas.

—Gra-gracias, Yuuri heika —suspiró aliviada mientras se recobraba del susto y Yuuri el aliento.

—Estuvo cerca, ¿Por qué no uso Majutsu de aire para elevarse? —preguntó Yuuri, alzando la ceja. Ella cerró los ojos y negó con la cabeza.

—Cuando invoque la presencia de Aimeth allá arriba, necesitaré una gran cantidad de Maryoku. Aún estoy debilitada por el combate de ayer, no puedo perder lo poco que me queda.

Un cálido sentimiento invadió el pecho Yuuri, conmovido por la nobleza de la muchacha. Le dedicó una enorme sonrisa sin saber lo que eso causaba en ella.

Los latidos del corazón de Kristal se aceleraron, su rostro enrojeció totalmente pero pudo camuflarse bajó su flequillo y bajando la cabeza.

—Si-sigamos... —balbuceó, nerviosa.

Después de unos cuantos esfuerzos más, llegaron donde el precario sendero se ensanchaba, caminaron y llegaron a la cima de la montaña.

Densa neblina los rodeaba haciéndoles creer que estaban volando en el cielo. Desde la orilla lo único que se veía era el vacío, un mal paso y cualquiera caería a una muerte segura.

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Castillo Imperial

Willbert y Lukas habían estado entrenando durante toda la mañana. El joven acataba todas las recomendaciones de su instructor enfrentándose con veinte soldados a la vez, no daba tregua, más de alguno había terminado yendo a la enfermería.

—¡Majutsu de Fuego! —Indicaba Willbert a Lukas quien de inmediato invocaba a su espíritu—. ¡Majutsu de Aire! ¡Ahora! —gritó con el objetivo de ver que tan rápido era su alumno al intercambiar de un poder por otro.

Satisfactoriamente, observó la mejoría de su hijastro, hinchó el pecho con orgullo mientras ensanchaba su perfecta sonrisa. Willbert dio unas indicaciones más, cuando giró su rostro vio a Gwendal von Voltaire que observaba el entrenamiento de brazos cruzados. Una mezcla de melancolía y tristeza apretó su corazón. Decidió en ese instante tener unas palabras con él.

—Lukas, sigue a ese ritmo, me retirare por unos momentos —anunció antes de acercarse a su ex hijastro.

Gwendal observó a su ex padrastro acercarse a él con esa elegante y confiada postura que lo caracterizaba. Sabía que Wolfram había heredado naturalmente aquella forma correcta de caminar.

—Me dirá algo por estar observando el entrenamiento de su querido hijastro —dijo él antes que Willbert hablara.

Algo inusual nunca antes visto se había manifestado. En el tono de voz del general Gwendal von Voltaire había un deje de celos.

Willbert sonrió cálidamente y alzó una ceja.

—¡Oh por favor!, ya no eres un niño para que te llame la atención de esa manera, además que observes o no el entrenamiento de mi alumno no cambiara nada el resultado de mañana —Por alguna razón, Willbert omitió llamar a Lukas como su hijastro frente a Gwendal.

Gwendal no dijo nada, se limitó a seguir la indicación de Willbert y comenzó caminar hacia el jardín. Después de haber recorrido la mitad, el rey rompió el silencio, tenía una duda desde la pelea de ayer y la quería aclarar.

—Esa técnica, la que uso el mestizo...

—Su Majestad Yuuri —interrumpió Gwendal, incomodo por la forma en la que se refería al Maou elegido por Shinou.

—Yuuri Shibuya —corrigió Willbert de otra manera y prosiguió—: Se la enseñaste tú ¿cierto? Bueno, así debe ser, porque esa técnica era solo de nosotros —Recordó con melancolía los entrenamientos que tenían en pacto de sangre.

Gwendal frunció el ceño.

—¿Algún problema con eso?, ¿qué tiene de malo que yo entrene a mi rey? —preguntó mientras detenía su caminar así como Willbert.

—¡En verdad no se que tienen ustedes en la cabeza! —se quejó Willbert, harto de que todos aceptaran a ese como rey—. Lo imaginé de mi hermano, lo intento comprender porque a él ningún humano le ha hecho lo que a nosotros nos hizo uno de ellos. —Le dedicó una mirada llena de reproche a aquel que algunas vez amo como su propio hijo—. Gwendal, me fallaste.

Esas últimas palabras calaron hondo en su corazón por la forma tan resentida en que las dijo. Todo mundo pensaba lo peor de Willbert, pero él escondía dentro de su apariencia a un corazón sensible y comprensivo. Gwendal sabía que lo único que deseaba ese hombre era el bien para su hijo. Según su crianza, los humanos, los mestizos y los demonios puros son enemigos naturales, así había sido desde tiempos remotos, lo único que quería era protegerlo.

—Dijiste que te vengarías y saldarías cuenta con ese maldito, dijiste que cuidarías que tu hermano nunca se contaminara con algún humano ¡y mira lo que has aceptado! ¡Mi hijo comprometido con un media sangre! —explotó Willbert por fin, después de contenerse durante un poco más de dos semanas desde que se enteró de todo. Por fin hablaba frente a frente con Gwendal.

Gwendal cerró los puños con frustración, era hora de explicar cómo y en qué medida cumplió su palabra.

—Te cumplí en una cosa, Willbert —dijo con voz pastosa y tratándolo con más confianza—. Yo odie hasta la muerte a Dan Heller Weller, tanto que su existencia se hizo tan importante en mi vida que olvide que los humanos envejecen más rápido que los Mazoku —Hubo una pausa. Willbert frunció el ceño. Gwendal suspiró y continuó su relato—: Él me escogió a mí para acompañarlo en su último viaje. Lo último que me dijo antes de morir era precisamente eso, que sabía que yo era la persona que más lo detestaba en el mundo ¿te das cuenta?... ¡No te mencionó a ti sino que a mí! ¡Yo fui el que más sufrió con todo lo que sucedió en el pasado! ¡Porque por su culpa... —No pudo continuar. Las palabras se quedaron atravesadas en su garganta.

Willbert lo escuchó todo sin decir palabra, luego cerró los ojos; un chasquido escapó de sus labios y antes que pudiera evitarlo, soltó en voz alta un pensamiento.

—Aunque este muerto ese hombre sigue presente, es como una especie de maldición en mi vida.

Gwendal no tuvo tiempo para analizar la profundidad de esas palabras.

—Y como un saldo de cuentas su hijo Conrad Weller pago las consecuencias después con el desprecio de su hermano menor. Conrad sufrió el desprecio de Wolfram al enterarse que era un medio Mazoku y eso fue por tu influencia. —Al ver el semblante ofuscado de su ex padrastro, añadió—: Pero Wolfram y Conrad mantienen hoy en día una relación más cercana, como los hermanos que son. Mi familia está unida en lo que cabe...

En la mente de Willbert solo se repetía: Weller, Wolfram, relación cercana, hermanos. Cerró su puño con fuerza mientras tragaba en seco.

Se quedaron callados, analizando, tal vez hasta recordando todo lo acontecido, recuerdos gratos de su vida como familia hasta que todo eso acabó de golpe. Lo que ellos no sabían era que solo habían sido víctimas del caprichoso destino que decide en nuestras vidas.

*********

Bastian y Friedrich gritaban con furia al ritmo que los metales de sus espadas chocaban. Así como Lukas y Willbert, ellos también entrenaban arduamente en uno de los salones de entrenamiento de las tropas Moscovicht.

—Pelear contra alguien que utiliza el rayo no será cosa fácil, Hijo —advirtió Bastian al terminar con el duelo, uno de los tantos que habían tenido.

—Dime algo que no sepa... —respondió Friedrich mientras se secaba el sudor con una toalla. Su padre bebía agua de una botella—. Lo tengo planeado, si Axel se mueve a la velocidad del rayo yo me moveré a la velocidad del aire.

Ambos se sentaron en una banca.

—¿Sacaras todas tus cartas en las semifinales? ¡Usa esa colorada cabeza que tienes! —Diciendo esto, Bastian empujaba con un dedo la frente de su hijo—. Quiero que utilices tus tres elementos en la final como una gran sorpresa. Acabarás a Lukas frente al mismo Willbert y así él también quedara humillado. —Sus labios se curvaron en una leve sonrisa sardónica—. A veces me pregunto de quien heredaste la cabeza hueca que tienes... —agregó—, porque no lo heredaste de mí.

—Lucharé a mi manera, frente a Yuuri Shibuya no me voy a contener, quiero que se vaya a la tumba con el amargo trago de que Wolfram será mío.

Bastian bufó. El coraje con que escupió las palabras, en un fiero susurro lo sorprendió. Friedrich parecía un adolescente enamorado cuando se trataba del caprichoso príncipe, aunque debía aceptar que quedarse con ese hermoso doncel como yerno era una buena compensación por tantos años al servicio de la corona.

—Preparé un gran futuro para nosotros desde hace muchos años —dijo con orgullo sobre sí mismo—. ¡Los Moscovitch serán los siguientes en gobernar!

—¡Y yo con el hermoso príncipe me he de quedar! —agregó Friedrich.

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Hannah Lauren von Moscovith estaba sentada en una de las bancas del jardín principal. Siendo una persona muy sensible estaba encantada con el arcoiris terrenal de las flores y plantas a su alrededor. No obstante, su rostro parecía pensativo y apesadumbrado. Sostenía entre sus manos un libro de poesía de su propia autoría, aun no había sido publicado, aun quedaban poemas que agregar, sin embargo el libro ya tenía titulo y era "Las cadenas de mi silencio"

Una persona se sentó a su lado. Notando su presencia, amablemente giró el rostro a su dirección y le sonrió.

—Mi linda dama ¿porqué tan triste?

Hanna sonrió. El uso coloquial del lenguaje era típico de él.

—Mi amable caballero, triste no estoy, más bien es arrepentimiento lo que siente mi corazón —repuso entonando sus palabras y siguiendo con el juego.

—¿Podría hacer algo por usted este valiente y guapo caballero? —Él extendió ambos brazos como si en verdad estuviera actuando. La castaña no pudo evitar soltar suaves carcajadas—. ¡Ah! He cumplido con mi objetivo, un rostro alegre queda más bello en usted mi querida dama.

—Martín, eres único —decía entre risas la hermosa y sencilla mujer.

Los dos recobraron la compostura después de reír juntos por un breve momento, guardaron silencio y se limitaron disfrutar de la vista que les ofrecía el jardín cubierto de flores, protegidos por la sombra de los frondosos árboles que estaba cerca de su banca. El rostro de Martín se mantuvo meditativo hasta que se atrevió a comentar algo que había notado.

—Hannah... —Ella enfocó su atención hacia su persona—. Te he notado triste y melancólica últimamente, no quiero pensar que Bastian te ha ofendido o hecho algo porque...

—Oh, no. No te preocupes, Matín —le interrumpió al notar la tensión en sus palabras—. De hecho casi no he hablado con él.

—Si te hace algo me avisas y yo intercambiaré unas cuantas palabras con él —advirtió Martín, serio. Ella sonrió antes de volver a enfocar su vista al frente. Él observó fijamente el libro que tenía su colega entre sus manos y se extrañó por el titulo—. Tú escribes cosas relacionadas con tu propia vida, ¿hay algo que te encadene?, Hannah —Arrugó el ceño preocupado, luego se dio cuenta de que había preguntado algo personal—. ¡Di-digo si se puede saber!

Ella lo miró cálidamente. Martín era un hombre de aparentemente 35 años (edad humano), de cabello azul claro, ojos color lila como los de su hermana menor, rostro fino, nariz puntiaguda, labios definidos y porte elegante. Ese hombre que siembre mantenía el buen humor, a pesar de las circunstancias.

—La vida misma nos encadena a veces por obligación mi querido Martín, por ejemplo yo sé que tú no te atreviste a intervenir en la batalla de tu sobrino el día de ayer porque en tu interior tienes miedo de él ¿o me equivoco? —El silencio de él le dio la razón—. Así mismo, yo estoy atrapada por el miedo —finalizó para después suspirar.

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Montaña, Distrito Aigner.

Para invocar a los espíritus de cada elementos tienes que estar en contacto con ese elemento que quieres conseguir, si quieres agua ve a un lago, si quieres fuego ve a un volcán, si quieres tierra trae metal y piedras preciosas, pero si necesitas el viento, el viento tienes que encontrar.

—No hay tiempo que perder, debemos hacer el pacto para empezar con el entrenamiento de una vez —dijo Kristal sacando a Yuuri del ensimismamiento, pues no había dejado de contemplar el panorama. Parecía que el cielo estaba bajo sus pies. Era hermoso e impresionante.

—La última vez que hice un pacto estuve inconsciente ¿será lo mismo ahora? —preguntó Yuuri con curiosidad.

—No, no estará inconsciente, al menos no con mi espíritu, Aimeth. Ella es un poquito peculiar para aceptar hacer el pacto con una persona —explicó Kristal, dedicándole una sonrisa resignada—. Lo entenderá cuando este en su presencia, Maou heika. —Suspiró pesadamente.

Yuuri se quedó a un espacio considerable de ella, suspiró hondo y escuchó el ritual.

Kristal extendió sus brazos y luego los puso firmes frente a si misma, después hizo un arco y comenzó con las palabras de invocación:

—Espíritu del aire, espíritu de la sabiduría, cuyo soplo concede y toma la forma de todas las cosas. Tú que eres niebla, tú que levantas las nubes y vuelas sobre las alas de los vientos. Aspiramos fervientemente a tu mudable y eterno esplendor. Deja que penetre hasta nosotros el brillo de tu inteligencia y el calor de tu amor.

El viento se tornó más denso y fuerte, Yuuri cubrió con ambos brazos su rostro mientras veía a una silueta manifestarse frente a él.

La silueta se aclaró dejando ver a una hermosa hada. Su rostro fino y delicado, su piel blanca, cabello rubio y largo, sus ojos parecían perlas, usaba un vestido color crema que parecía solamente telas entrecruzadas alrededor de su cuerpo dejando expuesto su vientre plano que tenían unos extraños símbolos tatuados y sus largas piernas, usaba sandalias en los pies, unas hermosas alas adornaban su espalda y tenía entre su mano derecha un tridente.

La diosa de los espíritus del aire observó a su usuaria y se extrañó por ser invocada en presencia. Kristal reaccionó de inmediato arrodillándose sobre una pierna y colocando una mano en el pecho para después agachar la cabeza frente a ella.

—Mi hermosa guerrera, ¿Por qué te atreves a invocarme de esa manera? —preguntó el espíritu volando a un poco altura.

—Poderosa Aimeth, humildemente quiero solicitar un pacto contigo —repuso Kristal con respeto.

—¿Pacto?... —El espíritu dejó escapar su risita mientras se cruzaba de brazos, solo aquellos que consideraba dignos podían hacer trato con ella—. Mi dama de hielo, solo por tratarse de ti lo consideraré. Pero, ¿dónde está? que no lo veo —Lo buscó con la mirada y solamente visualizó a un muchacho de cabello y ojos azabache, lo examinó de pies a cabeza y dio un resoplido—. Porque no creo que se trate de ese debilucho —comentó señalando a Yuuri con el dedo.

Kristal no pudo evitar soltar una risita, Yuuri primero se sonrojó levemente para después hacer un mohín de enfurruñamiento.

—En efecto, yo soy, el que solicita un pacto con usted, señora, diosa, hada... ¡lo que sea! —repuso ofendido mientras se acercaba al par de mujeres.

—¿Tu? —Aimeth levantó una ceja mientras se colocaba una mano a la cintura—.¿Cuánto Maryoku podrías intercambiar conmigo?

Yuuri se quedó pensativo, como había estado inconsciente durante el pacto con Ghob no sabía que contestar.

Aimeth al darse cuenta de su aturdimiento decidió hacer algo por ella misma. Acortó aun más la distancia entre ellos y colocó las manos sobre su cabeza, en seguida se quedó sin habla y sin respiración.

—¿Poderosa Aimeth? —llamó extrañada kristal, al verla impactada.

—Él es... ¿pero cómo? —murmuró para sí misma—. Esta bien, aceptaré hacer el pacto contigo —anunció en voz alta recobrando la compostura, ambos jóvenes sonrieron—. Pero solicito una ofrenda antes de aceptar

Kristal ya tenía una pequeña idea de lo que solicitaría su espíritu de Aire por lo que se mantuvo callada y ansiosa. Yuuri simplemente esperó con una postura firme lo que ella tenía que pedir.

—Yo soy el espíritu del amor, de la mente y los sentimiento, lo que quiero es que me muestren como es un beso apasionado entre ustedes dos. —Una leve sonrisa iluminó su pálido rostro mientras el chico de cabello negro la miraba con ojos incrédulos.

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Wolfram no había estado tranquilo desde que se enteró que su prometido saldría para pasar todo el día con la seductora dama de hielo. Se paseaba de un lado a otro como león enjaulado.

Hilda ya le había llevado un té para que se tranquilizara, ella se había enterado de su estado perturbado cuando al abrir la puerta de su habitación la recibió con llama de fuego en mano teniendo que agacharse para evitar ser quemada, los cuadros de la pared del corredor no tuvieron la misma suerte.

Una vez más ese día se sentó en la cama, de piernas y brazos cruzados recordando el porqué estaba pasando todo esto: Yuuri haría el pacto con el estúpido espíritu de Aire de la muñeca sin cerebro.

Dejó escapar un gruñido al tiempo que se llevaba la mano detrás del cuello para empezar a masajearlo. Enfocó la vista a un libro de pactos que había tomado de la biblioteca y para sosegar sus ansias decidió leer acerca del espíritu con el que su futuro esposo haría el pacto.

—A ver... —susurró para sí mismo mientras recordaba cómo se llamaba el espíritu que invocaba esa chica descerebrada—. Ai... Aimeth. Sí ¡Aimeth! —Después de recordar el nombre buscó en el índice del libro y encontró el nombre del espíritu. Ubicó la pagina y comenzó a leer en voz alta—. La Diosa de los espíritus del Aire, Aimeth, hermosa y seductora —Hizo una pausa, bajando el libro—. ¡Igualita a esa! —exclamó entre sorprendido e inquieto y luego siguió con la lectura—: Conocida por ser la diosa del amor. Para hacer el pacto con ella primero debes darte un apasionado beso con el usuario/a del aire que la invoque.

Wolfram tragó en seco mientras analizaba lo que acababa de leer y en su mente lo que más resaltó fue:

«APASIONADO—BESO—CON—KRISTAL»

Apretó fuertemente el libro entre sus manos, su respiración se tornó agitada y en un abrir y cerrar de ojos comenzó a maldecir y acusar a su infiel prometido.

-¡YUUUUUUUUUURI!!!!

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En aquella majestuosa montaña se encontraban Yuuri, Kristal y Aimeth el espíritu del Aire. Esta última ya estaba perdiendo la paciencia.

Los dos jóvenes se mantenían callados y meditativos. Por una parte, la muchacha estaba nerviosa esperando la respuesta del atractivo rey, esperando que fuera positiva, era solo un beso, lo guardarían en secreto y ella en su corazón.

Por otra parte, Yuuri lo consideraba varias veces, pensando en varios resultados y en todos terminaba confesándole lo que había hecho a su prometido quedando tachado de infiel para el resto de su vida. Sabía que Wolfram aun temía por los fantasmas del pasado que dejaron sus desprecios y negaciones en el primer año de su relación y sabía que su mayor temor era que lo dejara por una mujer, como si fuese capaz de hacer tal cosa. Pero si era la única opción, besar a esa atractiva chica no estaba tan mal. Estaba comprometido más no ciego, cualquier hombre estaría encantado y no lo pensaría dos veces antes de besarla.

—El tiempo corre, además tenemos que entrenar también —Kristal se atrevió a romper el silencio, con el corazón batiéndole fuertemente en el pecho—. Lo hará... ¿sí o no?...

Yuuri tragó saliva plantándose frente a ella. Ambos se sonrojaron al verse de frente y tan cerca. Era hora de la decisión final.

 


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