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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

¡Qué barbaridad! El fic cambiara de nombre y se llamará “La historia sin fin” porque nunca termina. Y lo peor es que falta la segunda parte de este capítulo, luego otro y después el capítulo final. Si es que no se me alarga de nuevo.

Les explicaré: Según yo los capítulos serian cortos, pero no. Son demasiadas situaciones. Muchos personajes, cada uno con sus propias sub-historias que no puedo dejarlos en el aire. Me niego a dejarlos así.

Les pido una disculpa si los he agobiado con tantos personajes originales. A veces eso molesta y lo sé. Porque se pierde la esencia del la verdadera serie.

Antes de comenzar con el capitulo- ¿Recuerdan a Axel von Foster? El chico rebelde y retador. Enérgico y controlador del rayo. Sabremos un poco más de él en este.  

Capítulo dedicado para tod@s los que quisimos ver a Yuuri de esta manera y nunca pasara porque es un debilucho demasiado amable. Traté de mantener su esencia bondadosa lo mas que pude y reflejar una reaccion normal despues. 

Un misterio más, que no es tan complicado. Los sueños de Wolf fueron por algo. ¿Por qué?

Muchas gracias por leer. 

Capitulo 22

 

El sabor de la venganza I. Aliados.

 

El dulce sol entraba a través de los cristales de las ventanas en el cuarto. Los pajaritos mañaneros entonaban sus canticos tan ajenos a la tensión que traía consigo ese nuevo amanecer. Sin embargo, no fueron los sonidos que ellos emitían los que lo despertaron sino el aroma a fresas que emanaba el cabello de su esposo  lo que lentamente lo devolvió a la realidad.

Sintiendo un molesto cosquilleo en la nariz, Dimitri von Rosenzweig fue apretando sus parpados para después pestañear un par de veces y abrir por completo esos destellos dorados y felinos que tenía como ojos.  Al terminar de despertar, se dio cuenta que tenía la cara enterrada en la melena de Ariel, que aún dormía. Intentó moverse, pero no pudo. Estaba aprisionado entre las piernas y los brazos de su pequeño tormento.

Dimitri se dio por vencido en sus intentos por levantarse de una vez, Ariel yacía dormido como una roca. Había pasado algún tiempo de no darse el gusto de una noche de pasión como la que habían tenido anoche. Ambos habían liberado toda la pasión animal que habían estado reteniendo por meses. Lo recordaba con satisfacción: Sus cuerpos bañados en sudor, sus rostros sonrojados, jadeando, respirando, sus pechos subiendo y bajando al unísono y él clavándosela muy profundo hasta llegar al punto donde el otro perdía la cordura. Esas maratones de sexo los dejaban agotados al máximo pero totalmente satisfechos. No. No era solo sexo, era hacer el amor.

Quizás su matrimonio se había vuelto una rutina entre tanto trabajo y quehaceres diarios que no habían tenido el tiempo ni la motivación para hacerlo como se debe. Sus personalidades eran tan jodidamente diferentes que a veces no se comprendían en uno con el otro. Un muchacho vivaz, alegre, amante de la vida como Ariel, casado con un hombre tan irremediablemente introvertido como él. Sin duda algo en el destino hizo que sus vidas se entrelazaran porque de lo contrario nadie creería, ni ellos mismos, que se llegarían a amar y cuidar tanto como lo hacían.

Con otro pensamiento que llegó a su cabeza, Dimitri dejó salir un suspiro y el aire que dejó escapar por su nariz acarició como una ráfaga algunos mechones del cabello ajeno. Hoy sería, en teoría, el último día de sus vidas. Su futuro estaba en manos de ese enano debilucho de buen corazón. Pero si fallaba, sería el fin. No pudo evitar que un pequeño dolor le punzara en el pecho.

Le había dicho “Te amo” a su esposo anoche, asombrándose a sí mismo cuando las palabras se escaparon de su boca. Ariel se asombró mucho más por la profundidad detrás de esa simple frase. Sorpresivamente, no sentía arrepentimiento por haberlo hecho. Muy al contrario, se reprendía mentalmente por no habérselo dicho lo suficiente. Por no haberle dicho que lo adoraba a pesar de actuar fríamente con él casi todo el tiempo.

Él nunca era el que se disculpaba primero después de una de esas peleas que tenían por cosas realmente estúpidas. Casi nunca se acordaba de fechas especiales. Raras veces salía de él la motivación de pasar tiempo de calidad como pareja. Cuán verdadera era esa frase de “nadie sabe en realidad que es lo que tiene hasta que enfrenta el miedo de perderlo para siempre” y eso era lo estaba experimentando en estos momentos al pensar en la posibilidad de terminar sus vidas de esa manera, arrepintiéndose de muchas cosas que hizo o dejó de hacer.

Dimitri dejó escapar un suspiro más. Su cuerpo comenzaba a entumecerse debido a la posición en la que había permanecido por horas por lo que, tanteando la manera de no despertar a Ariel, se fue liberando lentamente del abrazo. El pequeño se removió un poco dándole la impresión de que lo había despertado pero afortunadamente no fue así. Una vez lo hubo conseguido, se quedó a su lado en la amplia cama con los brazos detrás de la nuca.

No pasó mucho tiempo para que girara la cabeza y se encontrara con una imagen típica todos los días pero que era especial y diferente en cada ocasión. Solía despertarse temprano precisamente para ver a su esposo dormir. Sus largas pestañas rozando la parte superior de sus pómulos. Su boca ligeramente abierta. Con las piernas dobladas y los pies encogidos. Su pecho y estómago moviéndose paulatinamente en torno a su respiración. Una imagen tierna y atrayente. Una mezcla de pureza, de inocencia y de sensualidad reprimida.

Sin querer evitarlo, extendió su brazo y le acarició la mejilla. Su respiración era tan acompasada como si estuviera dormido, pero cuando quiso posar los labios en su cuello, Ariel lo abrazó con fuerza.

—Buenos días, mi Dimitri—ronroneó cerca de su oreja causándole un escalofrío que logró disimular con un gruñido.

Ni lento ni perezoso, Ariel paseó sus delicadas manos en el duro pecho del escritor. Su esposo era tan salvaje e intensamente bello que no podía dejar de hacerlo. Sus anchos hombros estaban pecaminosamente esculpidos así como sus abdominales marcados y magros. Su cabello dorado le caía en la cara de forma salvaje y sexy. Eso agregado a que era el dios del sexo. Lo hacía ir y venir hasta el quinto cielo con esas posturas tan extrañas que se le ocurrían durante el acto ¡y a los dioses gracias él era tan flexible!

—Buenos días…—correspondió el escritor, sorprendiéndolo una vez más con un beso.

Los labios de Ariel se estremecieron ante el movimiento experto de su lengua. Sus besos eran dulces; sus manos, gentiles y sus caricias sinceras.

Al separarse, Dimitri se tragó una carcajada resultándole casi difícil. Ariel se había quedado estático, notablemente rojo en las mejillas, y sus ojitos, cual piedras amatistas, brillantes y enormes, pestañeaban con gracia e inocencia. Parecía que todo pensamiento coherente se le había esfumado de la cabeza. Bueno. No había mucha diferencia en la manera en que solía pensar y comportarse usualmente.

Dimitri deslizó su mano por la espalda de su esposo y cuando llegó a la cadera lo acercó más a su cuerpo. Había algo estremecedoramente posesivo en ese gesto, e irresistiblemente dulce. Ariel se recostó contra su pecho embriagándose de su rico aroma natural dejando que la tranquilidad de ese momento lo venciera.

—¿Dormiste bien?— le preguntó Dimitri sobando delicadamente su espalda

Ariel alzó una ceja, renuente—¿Cuánto me dejaste dormir?—refunfuñó haciendo una mueca parecida a un puchero— ¿Desde la madrugada?

Una sonrisa gatuna de puro orgullo masculino surcó por los labios del escritor. Mirando fijamente hacia abajo, extendió el brazo hasta llegar a la mano ajena y la estrechó contra la suya tocando delicadamente el anillo de matrimonio con las puntas de los dedos— Tu sabes lo que esto significa— dijo él, suavemente —Eres mío. No. — Presionó un dedo contra sus labios al notar una leve mueca de protesta —No digas una sola palabra. Eres mío y yo soy tuyo. Déjame tenerte un poco mas de esta manera.

Cualquier contradicción que hubiera surcado la mente de Ariel quedó en el olvido desde el momento de escuchar la última frase dicha por su esposo. Sus ojos continuaban abiertos mientras él amoldaba su cuerpo al suyo más íntimamente.

—Di-Dimitri…—posó una mano sobre su frente para cerciorarse de que no estuviera afiebrado, aunque no sabía quién de los dos estaba más caliente a estas alturas — Estas raro…—bromeó entre risas pero luego entendió la razón de esa muestra de amabilidad en su pareja y su animó cambió de golpe —Hoy es ¿Cierto?— le dijo con cierta melancolía. Los abismos de lo pasado y del futuro se entreabrían ante su mente ofreciéndole revelaciones importantísimas sobre el destino y no estaba menos temeroso con el fin al que tarde o temprano caminaban todos los mortales. Ensombreció medio rostro detrás de su flequillo y su sonrisa se desvaneció —Hoy se cumple la profecía…  

El escritor no le hizo caso a su comentario —No hables. No arruines el momento—lo silenció con un beso apasionado que no dejaba sitio a los pensamientos, ni mucho menos a las palabras. Repartió besos en las comisuras de su boca, luego un tirón largo y lento de su labio inferior para después clavarle la lengua más profundo dentro de su cavidad. Un gemido se perdió con el caliente deslizamiento de su lengua, Ariel se estaba rindiendo. Se sintió complacido—¿Quieres más?—le preguntó con cierto deseo carnal aunque la respuesta, fuera la que fuese, resultaría en lo mismo. Él mandaba y lo sabía.

—La quiero toda…—contestó entre susurros, enfocándose en el aquí y ahora. Y ahora necesitaba de su esposo gruñón pero perfecto para él. Necesitaba a su hombre, a su adonis pecaminoso, a su amor, a su todo— Te quiero dentro de mí…

Cuando se separaron, el cantante estaba jadeando, su pecho subiendo y bajando suavemente. Dimitri emitió un ronco y erótico sonido.

—Mocoso ruidoso y desesperante — ronroneó contra su oído, tomándolo por las caderas y esa mano infernal moviéndose finalmente para juguetear con su intimidad  por debajo de las sábanas y haciéndolo arder en excitación gimiendo su nombre. Estaba húmedo a estas alturas— Nunca tendré suficiente de ti. Me vuelves loco…—y diciendo esto, lo volvió a besar siendo agradablemente correspondido…

 

 

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Cuando Yuuri despertó, tuvo que parpadear un par de veces para acostumbrarse a la luminosidad que invadía sus ojos. El cuarto estaba lleno de la penetrante y molesta luz del amanecer porque habían olvidado cerrar las ventanas y correr las cortinas la noche anterior.

Se había quedado largo rato apoyado al respaldo de la cama mirando a Wolfram mientras dormía. Lo tenía sobre él, entre sus brazos, cobijado bajo un montón de sábanas desde la cintura. Le acariciaba de vez en cuando la cabeza enredando sus dedos entre su cabello sintiendo la suavidad cual seda fina que tenía. Observaba embelesado como su pecho se alzaba y caía con cada nueva exhalación, y también examinaba las reacciones de su rostro dormido. No parecía tan relajado como para estar en un apacible sueño, eso le inquietó.

Su mirada cayó sobre el labio inferior de su prometido. Ahora lucia sano sin ningún rastro de golpe. Su cuerpo sin ninguna otra marca más que las de él. En seguida los acontecimientos de la noche anterior penetraron en su cerebro y una sensación fría se esparció por su corazón.  

En su rostro apareció una mueca de dolor al recordar todo lo que había sufrido y, por un momento, volvió a apoderarse de él, llenándolo de una cólera glacial, el extraño sentimiento de odio. El odio hacia Lukas von Zweig.

Nunca antes había tenido este sentimiento tan calado en su alma como lo tenía ahora. Todo tenía su límite. Nadie podía juzgarlo por odiar a la persona que se había atrevido a tocar lo más valioso para él, aun si la amabilidad era una de las virtudes que más lo destacaban como persona. Porque cuando se trataba de —su— prometido, no se contenía, y eso, todo mundo lo sabía.

Todo seguía su curso normal y no había cabida para retracciones. Aún llevaba sobre su espalda el peso de una gran responsabilidad. Aún debía decirle la verdad a Wolfram. Aún tenía que enfrentarse a un país entero y a su rey para buscar su apoyo en la batalla. Pero por el momento, un asunto pendiente lo esperaba con urgencia y con lo que menos contaba, era con tiempo.

Yuuri se inclinó un poco y besó la cabeza de Wolfram, despacio, lenta y amorosamente. Aprovechando que tenía el sueño profundo, lo separó con delicadeza acomodándolo entre las almohadas. Él apartó las sabanas que cubrían su desnudes, y tanteando la manera de hacer el menor ruido posible salió de la cama.

 

 

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Conrad caminaba por los pasillos del castillo hacia las habitaciones principales. Había subido la escalera y ahora se enfilaba por un corredor de cuyo techo pendían varios candelabros de araña. No se oía el menor sonido salvo el eco de sus pasos. Mantenía una postura firme con las manos hechas puño, y en una de ellas llevaba una carta que había recibido en la mañana por medio de una paloma mensajera.

Su rostro estaba neutral, sin emoción aparente, pero sorpresivamente no era que se sentía de mal humor, al contrario, se sentía mucho mejor. Sin carga. Ligero. Liberado. Después de lo que había sentido como la noche más larga que jamás había experimentado.

Anoche había perdido los estribos; anoche había dejado salir una parte vengativa de él. Una parte que siempre salía a relucir cuando tocaban a los suyos. Anoche se había permitido ser, sentir y quizás equivocarse en su proceder. Anoche le había propinado una buena paliza a Lukas von Zweig.

Aún recordaba lo bien que se había sentido al hundirle el puño en el estomago, y también la pegajosa sangre de ese infeliz al empaparle la cara y las manos cuando los golpes fueron directo a la mandíbula. Lo horriblemente cierto, era que ese recuerdo le daba satisfacción.

No obstante, mientras proseguía su marcha, tenía cosas más importantes en las que pensar. Esa carta que tenía en sus manos había sido enviada por el Gran Sabio. ¿Sería acaso algún mensaje de su majestad Shinou con relación a la profecía? ¿Qué tan enterados estaban de la situación que estaban viviendo en estos momentos, cómo para que precisamente se comunicaran con ellos justo este día? Ahora bien, si ya estaban enterados ¿Por qué hasta ahora?

Por fin se detuvo frente a una puerta. Según la dirección de que su madre le había dado en esa habitación se encontraban su majestad Yuuri y su hermano menor. Estuvo tentado a tocar debido al estado de urgencia que mantenían pero decidió no hacerlo y esperar.

No pasó mucho tiempo para que los ecos de unos pasos se alzaran procedentes del otro lado del pasillo, acercándose. El capitán Weller hizo un gesto con la cabeza cuando esa persona estuvo frente a él, la otra hizo una leve inclinación.

—Buenos días, Sir Weller— saludó Hilda trayendo consigo un cambio de ropa para el príncipe Wolfram y también calzado.

Aunque la habitación y las pertenencias que él traía consigo quedaron calcinadas por completo con el incendio de anoche, Cheri sama había puesto manos a la obra desde tempranas horas del día para que eso no representara algún problema y hacer como que “aquí no ha pasado nada”. Nadie podía subestimar a una mujer tan energética e influyente como ella. De eso podía estar segura.

Por otro lado, había notado cierta tensión en el entorno. Algunos Nobles caminaban por los pasillos, de aquí para allá, con la tensión reflejada en sus rostros, incluso en el de Cheri sama había un dejo de profunda preocupación. Algo que lograba disimular muy bien con aquellos que no la habían tratado aún. Eso la hizo sentirse inquieta.

—Buenos días— correspondió él suavemente, fijándose detalladamente ella. Era muy bonita a su parecer. Cabello largo con un tono rosa pálido. Ojos grandes y crespos de un rosa más fuerte. Piernas largas y torneadas. Cintura estrecha. Senos redondos y de un tamaño aceptable. Su cuerpo estaba bien proporcionado. Se notaba a través de su traje de Maid. No había visto a ninguna otra muchacha que le sentara mejor. Pero también tenía una mirada amable y una voz dulce. Ninguna otra presencia lo había estremecido de esa manera, ni siquiera la de su querida mejor amiga Suzanna Julia.

Hay atracciones que se dan en un instante. No se necesita de mucho tiempo para que la otra persona llame tu atención. Sientes la necesidad de observarla a cada minuto y es algo que al mismo tiempo no puedes evitar. No puedes dejar de fijarte en cada detalle suyo aunque sea de reojo. Si existe algo que se llamé “amor a primera vista” eso era, quizás, y solo tal vez, lo que estaba experimentando el siempre amable y sonriente Conrad Weller en estos momentos.

Hilda suspiró— Sir Weller, ¿usted también espera un momento para entrar?—Preguntó, sin darse cuenta que aquel desconocido posaba los ojos en ella para contemplarla.

—¿Eh?... ah! Si… algo así— logró responder cuando la pregunta se procesó en su cerebro—Algo así…—repuso suspirando para recuperarse y enfocarse en la situación.

Ella agachó la cabeza y presionó la ropa que llevaba consigo sobre su pecho.

—Fue una verdadera tragedia lo de anoche, pero también un verdadero milagro de amor—musitó, haciendo que Conrad volviera a verla— No cabe duda que ellos—se refería al príncipe y su prometido—, están destinados a estar juntos y nada ni nadie podrá separarlos. Su amor va más allá de las barreras a las que ahora se enfrentan. “No todas las historias pueden proseguí de esa manera”— pensó rememorando su propio caso.

—Son palabras muy profundas las suyas, y también muy comprensivas ¿Acaso usted está enterada de la verdadera razón por la que mi rey vino a participar en esta competencia?

Hilda se enfocó en él, haciéndose ahora consciente de lo atractivo que era el hijo de la ex reina. Una sensación de nerviosismo se extendió en su estomago, revolviéndolo sin piedad; aun así, logró responder a su pregunta con precisión:

—Hace unas semanas me enteré de boca del príncipe de toda la situación que giraba en torno a esta competencia. De la oposición del rey Willbert ante su compromiso con el rey Yuuri siendo éste un media sangre. No pude hacer más que ayudarle con toda mi convicción. Digamos que el príncipe y yo llegamos a entablar una relación de amigos.

Lo que dijo la muchacha agrado a Conrad quien esbozó unas de sus sonrisas tan características.

—Es muy amable ¿?…—con el leve cambió de su tono, ella supo que deseaban saber su nombre.

—Hilda— dijo de inmediato—Hilda White.

Conrad hubiese querido seguir hablando con ella un poco más pero justo en esos momentos la puerta se abrió con un crujido y ante sus ojos apareció precisamente a quien esperaba ver. Notablemente desvelado y un poco desabrido.

—Su majestad. —La muchacha hizo una leve reverencia— Muy buenos días.

—Yuuri, buenos días— saludó Conrad siendo en quien el rey posó su mirar.

—Buenos días—Yuuri intentó sonreír, pero no lo consiguió. Todavía cargaba la furia dentro de sí y estaba seguro que no estaría en paz hasta darle a Lukas su merecido. Sin embargo, tras tomar una bocanada de aire se dio cuenta una cosa— ¡Ah! Tú eres la muchacha que me ayudó la otra vez— comentó con energía después de volverla a ver, recuperando un poco el buen ánimo.

Sorprendida, Hilda no respondió con palabras sino con un asentimiento de cabeza.

—Debo agradecerte por todo lo que has hecho por nosotros. Wolf me habló un poco de ti, Hilda san. Me contó que has sido su única amiga aquí— esta vez, Yuuri sí logró sonreír con sinceridad y en sus ojos apareció la luminosidad de la gratitud—Gracias por no dejármelo solo en las semanas que no estuvimos juntos—le dijo suavemente.

—Para mí fue un placer— respondió ella, conmovida por la manera en la que él había hablado. Era, sin dudas, la actitud de un buen amante que se preocupa por el bienestar de su pareja. Luego enfocó sus ojos fucsia en lo que llevaba en sus manos y preguntó tentativamente:—Traigo esto para el príncipe Wolfram ¿Puedo pasar?

Yuuri se fijó en lo que la muchacha le mostraba dándose cuenta que se trataba de ropa limpia. Por supuesto, Cheri sama lo dijo anoche, antes de dejarlos a solas.

—Continúa dormido pero puedes entrar Hilda. Solamente no lo despiertes aún— se acercó al oído de la muchacha y le susurró:— Siempre se pone de mal humor cuando lo despiertan temprano.

Ella no pudo evitar soltar una risita por lo que el rey le había confesado del príncipe. Una risita que le resultó agradable a Conrad.

—De acuerdo. Con permiso, majestad— Hilda dirigió su mirada al castaño que la acompañaba antes— Sir Weller…—le dijo a modo de despedida. Él se despidió con una leve inclinación de cabeza.

Cuando la muchacha entró y cerró la puerta de la habitación, quedaron solamente Yuuri y Conrad en el pasillo. El Maou esperó a que su padrino fuese el primero en hablar pero sorprendentemente se había quedado quieto y mudo mirando la puerta por donde Hilda san había desaparecido.

—¿Conrad?—Yuuri alzó una ceja. ¿Qué le pasaba a su padrino? ¿Acaso?...miró en dirección a la puerta y sonrió. Bueno, sea como sea, aún tenían algo importante que tratar. Por algo lo había ido a buscar tan temprano ¿No? Carraspeó un poco para llamar nuevamente su atención— ¿Me buscabas para algo? ¿Alguna novedad?

El nombrado reaccionó por fin y lejos de haber olvidado el motivo que lo había llevado ahí, su rostro se puso serio y levantó la mano en la cual llevaba la carta.

—La recibí hace unos minutos — explicó sin alzar la voz, manteniendo la discreción —, es de parte del Gran Sabio. 

Yuuri frunció el ceño al momento de recibir la carta en sus manos. Un mensaje de Murata significaba un mensaje de Shinou. Lo referente al torneo ya había sido especificado. Lo de los pactos con los espíritus de los elementos también ¿Qué nueva información tenía que ofrecerle?

Sin esperar ni un instante más, abrió el sobre y comenzó a leer:

 

“Eres la sombra que vencerá el mal en esta batalla épica donde se descubrirá quien gobernara, si el bien o el mal. Pero no estarás solo. Tu país te apoya y va rumbo al campo de batalla para proteger a su querido Maou. Estarán ahí presentes antes del mediodía. Mi Gran Sabio dirige los navíos”

“Pero también, necesitas el apoyo de todos. No te des por vencido, tienes la habilidad de afectar a las personas con tu amabilidad. Eso tan fuerte que tú llamas vínculos de amistad utilízalos a tu favor. Haz que en ese país de orgullosos y prepotentes demonios nazca el valor de la bondad”

“Recuerda estas palabras, Yuuri Shibuya. Mi Maou elegido: Estoy con el Maou. El deseo del Maou es el mío. Di mi nombre y despierta mi poder; abre el portal hacia las tinieblas donde las creaturas del inframundo y su amo permanecerán hasta la eternidad”

 

Al finalizar, Yuuri alzó la cabeza y tomó una profunda respiración, lo cual no ayudó mucho ya que sus nervios estaban crispados desde ayer. Era típico de Shinou hacer ese tipo de cosas.

—Ya lo sabía— le dijo a su padrino con tono de reproche—Ese espíritu travieso ya conocía mi destino. Pero por alguna extraña razón no nos lo dijo antes.

Conrad comprendió el grado de indignación de su parte. De modo que las cosas habían salido según los planes del rey original de nuevo. Pero Shinou era inteligente, astuto, vivaz. Nada se le escapaba. Había una razón detrás de no haberles informado antes y solo por eso, decidió darle el beneficio de la duda.

—Dice que viene ayuda en camino—continuó Yuuri, comenzando a caminar por los pasillos, seguido por el castaño—Eso es bueno. Muy bueno—agregó con una sonrisa en su cara, pero no en sus ojos. Parecía tenso, Conrad se dio cuenta. Él nunca se veía tenso — Pero hay otra cosa que me preocupa por el momento…

Cuando Conrad oyó esas palabras, sintió una profunda corazonada pero se mantuvo callado.

—Llévame donde se encuentra Lukas von Zweig, cuñado.

El tono de Yuuri era airado y áspero, y Conrad veía lejos la inocencia de aquel niño de quince años que había venido de la Tierra a su mundo. Tuvo miedo de que se saliera de control como le había pasado a él.

—¿Estás seguro?, Lord von Bielefeld y yo, ya nos encargamos. Nos pusimos de acuerdo después de varias propuestas pero al final recibió su merecido— le preguntó tentativamente.

Yuuri se detuvo y lo miró fijamente durante unos segundos.

 —Debo hacerlo. Ahora más que nunca debo manejar las cosas como las manejan aquí y no en la Tierra—explicó secamente sin entender la renuencia de su padrino. Si querían formarlo con el carácter de un rey desde el principio, entonces se comportaría como tal. Nadie quería a un Maou débil y demasiado gentil. No tendría sentido ser quien impusiera justicia si fuese así. Un buen Maou era alguien rígido cuando la situación lo amerita, valiente, bondadoso y capaz.

—Necesito verlo y asegurarme que ese malnacido recibió y seguirá recibiendo su merecido. Fue mi futuro esposo quien salió más afectado en todo esto y no puedo quedarme así como si nada—agregó, apretando sus puños con fuerza—Por su honor y por el mío, debo dictaminar una sentencia para Lukas von Zweig.

Conrad asintió lentamente, aparentemente digiriendo sus palabras.

—Tienes razón— dijo finalmente. Qué egoísta había sido de su parte, Yuuri también tenía buenos motivos para hacerle cobrar a Lukas von Zweig por lo que se atrevió a hacer—Es duro y sin embargo, yo también descargue mi furia con él anoche— Y durmió tan poco que cuando amaneció se sentía como si una manada de caballos salvajes lo hubiera arrastrado.

—Entonces no se diga mas, llévame con él — Sentenció el rey con una mirada regía y una postura firme. Y siguió avanzando por el pasillo con el alma en vilo, oyendo los pasos apagados de Conrad tras de sí.

 

 

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Tan sólo el ruido de su dificultosa respiración se oía en la quietud de ese lugar; su propia respiración y el ruido del zumbido de algunas moscas que revoloteaban en torno a su figura. Había quedado reducido a un cuerpo incapaz de sentir cualquier cosa excepto dolor.

El olor metálico de la sangre impregnaba ese cuarto de cuatro por cuatro con puerta gruesa de garrotes. La mazmorra estaba escasamente iluminada por una sola ventanilla. La mugre era su compañera.

Mientras volvía en sí, Lukas levantó la cabeza e intentó abrir sus ojos para tomar conciencia de su entorno; se removió un poco y al hacerlo casi vio estrellas a causa del dolor, pero no le importó. No tenía idea de cuánto tiempo había estado inconsciente pero si recordaba cómo había terminado así: Ese era el resultado de cincuenta azotes con látigo y cadenas de púas en su espalda, cincuenta veces, durante toda la noche. Le aplicaban Majutsu curativo y hacían pausas de cinco minutos para después continuar con el castigo hasta cumplir con el número de veces impuesto. Lo habían torturado tanto que su sangre se había derramado en el suelo formando un pequeño charco.

Había notado que los verdugos quedaron exhaustos de tanto esfuerzo físico. Los maldijo a todos y a sus patéticas almas.

La sangre pegajosa de sus heridas se le estaba pegando en la tela de la ropa causándole un dolor profundo en la piel y con esa sensación venia el recuerdo del rostro de Waltorana von Bielefeld observando todo con complacencia en una postura de brazos cruzados. Sin duda fue un espectáculo digno para él. Había tenido que apretar los dientes y morderse los labios por cada vez que un azote se enterraba en la piel de su espalda y le desgarraba un buen pedazo de carne.

Sus muñecas dolían y ardían cada vez que hacia algún movimiento brusco. Estaban aprisionadas por unos grilletes atados a unas cadenas de acero fijadas permanentemente en la pared. Esos grilletes eran especiales; contenían un regulador de Maryoku que adsorbía su energía para evitar que usara Majutsu de cualquier tipo.

Entonces agachó la cabeza notando como la sangre seguía fluyendo hacia abajo desde su nariz y alcanzó a sisear una maldición.

 “¡Maldito Conrad Weller!”  

Una vez que los verdugos cumplieron con la meta y siendo que en la última vez no lo habían curado, éste le había destrozado el rostro y asestado un par de golpes en el estomago y las costillas, que probablemente tenía rotas, porque no había quedado satisfecho con el castigo. Tenía la mejilla derecha tan hinchada a causa del golpe que le había propinado ese media-sangre que ni siquiera podía abrir el ojo. Su cabello estaba sucio de sangre coagulada y le sangraba el labio. Lo habían descalzado, y el piso de roca bajo sus pies estaba frio y húmedo.

De la nada, Lukas comenzó reír con sarcasmo solo para gruñir unos segundos después debido a lo que el movimiento brusco de sus músculos hacía en sus golpes y heridas. Le latían las sienes con violencia a causa del dolor. ¿Quién diría que el respetado pupilo del Maou de fuego acabaría así?, Absolutamente nadie.

Unos pasos resonantes vinieron a llamar su atención interrumpiendo sus lúgubres pensamientos. Alguien se acercaba por los pasillos. Tenía poca esperanza de que se tratara de su madre o de su tío para sacarlo de una vez de esa maldita y maloliente mazmorra ó al menos de un doctor que se encarara de darle un calmante para el dolor que sentía en todo el cuerpo, pero aun así, la mantuvo. Solo hasta que la sombra se fue aclarando revelando la presencia de un sujeto que hizo que sus sentidos se pusieran alerta.

El espectáculo que ofrecía debía despertar en ese espectador una mezcla de insatisfacción y de enorme y monstruoso regocijo. Insatisfacción por no estar tan al borde de la muerte como habría querido.

Se puso de pie, como pudo, y lo miró durante unos instantes sintiendo como era presa de una extraordinaria agitación nerviosa en su estómago al tenerlo de frente. Luego, tragando la bilis que subía por la parte posterior de su garganta, Lukas logró decir su nombre.

—Yuuri Shibuya...

Él se mantenía de pie, firme, con la barbilla en alto. Lo miraba con desdén de arriba abajo. Estudiaba su tragicómica situación con placer. Se veía tan fresco, limpio e imponente, que sintió envidia.

Cuando logró volver a sus sentidos después de aquel pensamiento, un grito terrible le subió desde los pies y una oleada de locura lo sacudió por completo.

—¡¿A qué viniste maldito?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡Largo! ¡Quítate de mi vista!

Un chirrido de dolor escapó de su boca al momento de jalar las cadenas que lo ataban, mismas que le enviaron una descarga eléctrica por medio de Maryoku.

Yuuri bufó con satisfacción al tiempo que se cruzaba de brazos. Había ordenado una visita privada y aunque tuvo una nueva oposición por parte de su padrino lo había conseguido. Debía aceptarlo, estaba disfrutando mucho ver a Lukas de esa manera. Su emoción era tal que apenas podía contenerla.

Estudió el entorno encontrándolo indicado para ese infeliz. Entre charcos de mugre, sangre vómito y los dioses sabían qué. Luego observó con mayores detalles la pinta que tenia. No. Conrad y Waltorana no habían dejado mucho para él. Meneó la cabeza en un gesto de contrariedad.

—Traté de ser amable y bondadoso contigo…—La forma en que pronunció esas palabras tras un breve momento de silencio  pareció un insulto y Lukas se encontró rechinando los dientes de pura rabia — Mi error fue ser tan blando y contenerme durante nuestra pelea pero ya no será así. No es mi naturaleza herir o matar, pero no tengo elección. ¡Te atreviste a tocar a mi prometido, y eso lo pagaras caro!

Lukas apenas había procesado esas palabras cuando un puño le golpeó la mandíbula. El dolor lo cegó como un rayo y notó el sabor metálico de la sangre en la boca. Meneó su boca internamente para comprobar que no se hubiera roto o estuviera a punto de caer. Un diente menos era el mínimo resultado de semejante golpe.

Como si nada, Yuuri sacudió la mano para quitar de ella los restos de sangre que le habían quedado cuando su puño hizo contacto con el rostro de Lukas. Después, le lanzó  un golpe más, pero esta vez dirigido al estómago, este hizo que contuviera el aire por unos segundos y escupiera sangre de su boca.

Yuuri guardó la distancia en espera su recuperación, pero solo para seguir descargando su furia contra de aquel que aun viéndose en la situación en que se encontraba se atrevía a verlo con menosprecio. Sorprendentemente, se encontró con aquella risa sórdida y esa mirada centelleante de odio.

—Si quieres matarme… ¡mátame!….pero no me hagas cosquillas con tus golpes de niña… ¡hazlo como un hombre!…—dijo Lukas, vacilante y notablemente mareado, después de reírse con ganas.

Yuuri entrecerró sus ojos, esta vez mas afilados que nunca. Las palabras que Lukas había dicho parecían un reto pero sonaron más una súplica. Le estaba pidiendo la muerte porque se hallaba en un callejón sin salida y prefería mil veces morir que tener que soportar estar en una mazmorra durante el resto de su vida.

—Si lo que deseas es una muerte rápida, no te la daré. No hasta que hayas sufrido cuanto mereces— su tono contenía todo el desprecio que aquel sujeto le inspiraba—Serás llevado a una cárcel de máxima seguridad donde se encuentran las peores escorias del país y ahí te quedaras por el resto de tu vida. Si se corre el rumor de que fuiste a parar allá por un intento de violación ellos posiblemente te querrán hacer lo mismo.

Lukas sintió que se le helaba la sangre al escuchar semejante condena.  Tenía los músculos tensos, la sangre agolpada en las sienes, cada nervio de su cuerpo adolorido. No podía pensar con sensatez.

Yuuri negó con sarcasmo ante la reacción de espanto que había puesto el ex Duque — Ni modo. Así manejan las cosas esos tipos—le echó sal a la herida.

Sin embargo, a pesar de encontrarse en un callejón sin salida, el sentenciado aún tenía las fuerzas suficientes para hacer un movimiento astuto.

—Que lastima…te conviene matarme—su tono manifestaba decepción burlesca, pero el rey no se notaba afectado por sus palabras—Pues bueno. Tendré el recuerdo del cuerpo desnudo de tu prometido debajo del mío por siempre. Y eso no lo podrás evitar.

Yuuri se puso alerta, Lukas lo estaba tentando y él no era lo suficientemente prudente para quedarse tan campante. De nueva cuenta, la rabia descendió por su cuerpo como una ola. Tragó saliva y pudo sentir como si algo quemaba un camino por su garganta, calentando sus venas.  

—Aun puedo sentir el tacto de su piel… aun recuerdo su aroma a miel… su cabello sedoso y suave… y ¿sabes? morder su cuello fue una delicia…

—¡Cállate!—gritó con fuerzas. Wolfram era de suyo, él era su héroe, su todo; moriría por él si eso fuera necesario. Nadie más tenía derecho a tocarlo ni verlo de esa manera.

Lukas, en cambio,  permitió que las comisuras de sus labios se curvasen hacia arriba cuando alzó de nuevo la cabeza— ¡¿Y qué harás  si no lo hago?! ¡No puedes matarme, tú mismo lo has dicho!…

Sus rostros frente a frente mirándose fríamente, retándose con la mirada.

Con una maniobra limpia, Yuuri agarró las manos de Lukas estrujándolas cruelmente. La vena de su sien le palpitaba a causa de fuerza que ejercía.

Lukas se esforzó para no gritar al sentir su cuerpo hecho añicos. Pensó que se encontraba sumido en una pesadilla pero nunca se dejaría ver débil frente a ese ser inferior.

Nada ni nadie lo había preparado para lo siguiente que pasaría. El fuego ardiente del dios Félix inundó el cuerpo del Maou elegido y con ello quemó sus manos achicharrándolas en cuestión de segundos, inundando el aire con el humo y el olor de la carne quemada acompañado de sus agónicos gritos de profundo y extenuante dolor.

—Debería cortarte los dedos y hacértelos comer solo por la osadía de haberlo tocado—amenazó Yuuri. Desenfundó su espada y lo miró desde arriba. Lukas yacía de rodillas con la cabeza agachada mirando al suelo, temblando agotado, gimiendo. —¡Escúchame, bastardo! ¡Seré yo quien decidirá tu destino!

Lukas abrió los parpados tanto como pudo. Se sentía desfallecer, ya no tenía fuerzas ni para hablar, solamente para gritar y llorar con amargura.

—Lukas von Zweig, yo te condeno a cadena perpetua. Serás enviado a la cárcel de máxima seguridad con órdenes de que te mantengan con vida el máximo tiempo posible para que disfrutes de una agonía digna de una escoria como tú. Serás castigado con azotes  todos los días de tu vida como lo hicieron anoche. Así no tendrás tiempo de pensar en nada más que en el martirio que significaran tus noches y al día siguiente estarás tan adolorido y demacrado que desearas la muerte pero nunca se te concederá—sin darle tregua, lo levantó bruscamente por las manos satisfaciéndose con su alarido de dolor. Yuuri entornó sus ojos una pizca y sonrió:— Pero por ahora, te dejaré un recuerdo de por vida. Esto es lo que les pasa a las personas que se atreven a tocar lo que me pertenece…

 

A unos cuantos metros del lugar, los cinco guardias de máxima seguridad que custodiaban la celda y Conrad se estremecieron ante los alaridos, gritos y maldiciones que claramente emitía Lukas ex duque de Zweig, ex pupilo del Maou de fuego, y ex joven considerado por su rey como un hijo.

Conrad suspiró profundamente, tratando de recordar por qué estaba bien que Yuuri hiciera eso, y al hacerlo, supo que era lo que menos se merecía.

 

Con sus manos ahora temblando violentamente, Yuuri se obligó prácticamente a salir de la mazmorra donde yacía el cuerpo de Lukas temporalmente inconsciente, mutilado de los dedos. Obligó a sus pies caminar y solo consiguió avanzar lo suficiente. Sentía que la cabeza le daba vueltas y el estómago le subía y le bajaba. Pronto ya no pudo más, se dejó caer en cuclillas al suelo agarrándose el estómago justo a tiempo antes de que vomitara una y otra vez, enfermo hasta el alma. Su cuerpo en erupción como un volcán furioso a pesar de que no había comido bocado desde ayer.

Luego, lentamente, se limpió la comisura de sus labios con la manga y se puso de pie. Logró caminar un poco sintiendo las piernas temblorosas mientras llevaban su peso. No pudiendo más, se recostó y deslizó contra la pared tomando al mismo tiempo una bocanada de aire. Recogió las piernas contra el pecho y apoyó la cabeza en las rodillas. En ese justo instante, una mano se posó en su hombro.

—Fue justicia por tu propia mano— le dijo esa voz tan familiar para él, a pesar de mantener la cabeza agachada —Todos nos sentimos culpable la primera vez, pero cuando piensas en los motivos que tuviste para hacerlo el peso en tu corazón disminuye.

—Es lo más horrible que he hecho en mi vida, Conrad…—confesó con voz ahogada, el otro lo abrazó y con ello pudo dejar salir sus remordimientos—Fue como si las tinieblas penetraran mi mente y me perdiera a las emociones. Cuando recordé a Wolf llorando entre mis brazos, y el miedo que sentí cuando estuve a punto de perderlo para siempre, la ira me cegó por completo y lo ataqué sin piedad. Y lo más terrible, es que me siento liberado con lo que hice.

Conrad sonrió sobre el hombro ajeno—Ya pasará. El mundo es así, hay gente que hace el mal por decisión propia y hay otros que se defienden de esos males. Para eso existe la justicia que se encarga de castigarlos. 

Yuuri asintió sintiéndose más tranquilo.

—Sí, tienes razón—respiró hondo recobrando la serenidad y se puso de pie al igual que el otro—Pero, ahora hay algo más que me preocupa…—advirtió, Conrad lo miró inquisitivamente y él no tuvo más remedio que soltarlo con un poco de temor en el tono:— Debo hablarle a Wolf con la verdad, y de alguna manera, evitar que me siga al campo de batalla.

Conrad creyó no haber oído bien y su única reacción fue mirarlo con sorpresa. Era obvio que su hermano querría luchar a su lado. Wolfram era fuerte, capaz, valiente, y se sentiría humillado si se le negara ese derecho.

—¡No me mires de esa manera! —Recriminó el pelinegro a notar la estupefacción en su padrino. Cubrió su rostro con las manos mientras comenzaba a caminar—No tiene nada de malo querer protegerlo aunque se me niegue. Antes de ser su prometido soy su rey y me tiene que obedecer…o más bien me tiene que obedecer por ser su prometido ¡Rayos ya me confundí!

—¿Hay algo más que te agobie, Yuuri?— preguntó Conrad astutamente, Yuuri se detuvo en seco con la mirada fija al suelo. Tardó unos instantes en responder.

—Tengo miedo a fallarles—confesó por fin, sus palabras resonantes como ecos en esos pasillos sombríos. Las cosas no serían tan fáciles, las consecuencias serian siempre las mismas. Había una razón más importante que lo agobiaba. —Pero también temo por todos ustedes. No quiero que les suceda nada malo durante la batalla —a pesar de su optimismo era incapaz de encontrar una luz al final del túnel—No quiero perderlos…—agregó, mirándolo a los ojos.

Conrad se estremeció en su pesar. De modo que eso era lo que le preocupaba. Como el elegido, Yuuri estaba dispuesto a sacrificar su propia vida y sin embargo, lo que más le importaba era la vida de los demás.

Era algo irónico, Yuuri se negaba siquiera a utilizar la palabra guerra en su vocabulario pero eso no importaba ahora: Una batalla estaba próxima, la tendría que liderar con fuerza y coraje, y esa era su realidad. Cuánto habría querido confortarlo y decirle que dejara de preocuparse por eso, y a pesar de todo, no podía engañarlo de esa manera.

Como capitán en el ejército, le había tocado dirigir los grupos de soldados cansados entre la neblina. Blandiendo sus espadas. Esperando y temiendo a la muerte. Viviendo de esperanza, comprendiendo que no tenían otra opción más que de luchar hasta la muerte. Así era, así seria siempre.

—Estaremos contigo hasta el final Yuuri, no importa que no quieras. No importa cuán grande sea el desafío nunca te dejaremos solo — le dijo finalmente, con una voz fría y bien modulada— Actúa como rey y no como un amigo o un familiar y deja que lideremos nuestras tropas. Es por el futuro de este mundo.

—Conrad…—Yuuri lo miró atónito, a su sonrisa amable y a sus ojos determinados y entonces supo que no tenía otra opción más que el de aceptar que fueran al frente —De acuerdo— suspiró bajando la cabeza y apretando los puños. Esa frase no era una decisión sino una resignación— Salgamos de aquí. Necesito asearme antes de ir con Wolf, no quiero que me vea así.

Yuuri comenzó a caminar sin esperar replica del mayor. Al menos tenía la esperanza de proteger a su prometido y evitar que fuera al campo de batalla. Lo intentaría a pesar del carácter que tenía. Wolfram siempre decidía por su cuenta y a él no le quedaba más opción que aceptar sus caprichos.

 

 

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Maou Yuuri, el alter ego de Yuuri, estaba luchando en el campo de batalla. Lideraba las tropas e imponía fuerza y coraje a sus soldados. Se encontraban en una atmosfera áspera, reseca y moribunda. Era lo más parecido a un desierto.

De repente, un ser con ojos amarillos y siniestros, con cuatro alas parecidas a las de un halcón en la espalda, apareció frente al joven de oscura mirada gatuna y lo atacó sin piedad.

Cuatro espíritus ayudaban al Maou en la batalla concediéndole la habilidad de usar cada elemento. Al final, lograron la victoria pero el desgaste de Maryoku para el joven valiente fue irreversible. 

Él estaba presente, pero por alguna extraña razón se sentía en otro cuerpo. Intentaba ayudar al Maou pero una ráfaga de viento lo impedía. “Ven a mi” le decía a gritos. No entendía que pasaba, pero algo le había incitado a rogar de esa manera  “¡Vuelve a mí!” “¡No me hagas esto, no me dejes!” ¡Ten cuidado, All--!

 

Wolfram se despertó con el corazón palpitante enredado en un nudo de sábanas. Con la frente sudorosa y la respiración acelerada. No obstante, tras unos momentos de recuperación aún seguía sobresaltado por la pesadilla.

La recordaba con detalles pero fue diferente a las anteriores. En aquellas, veía a “su debilucho” luchando contra un dragón alado de cuatro cuernos en la cabeza, y en esta última, vio el alter ego de Yuuri luchando contra un espíritu maligno. La reacción de sí mismo dentro del sueño fue la misma; con el corazón desbocado le súplica que regrese, que no lo deje solo, pero el resultado es siempre el mismo.

No sabía en realidad lo que significaban esas pesadillas ni tampoco cuantas más tendría que soportar pero se sentía cansado de todas ellas. El corazón le dolía cada vez que despertaba y esa sensación de pérdida se quedaba con él durante el resto del día. Apretó las sábanas con sus puños sintiéndose confundido, dolido. A sus preocupaciones vino a sumarse lo que Yuuri le ocultaba y no le había querido decir anoche. ¿Qué tan grave podía ser? Pues también lo sintió temblar entre sus brazos cuando por fin se habían acostado para dormir despues de entregarse unas veces más a él esa noche, lo escuchó sollozar acallando el llanto, aunque intentó ser lo más discreto posible.

Wolfram inhaló y exhaló lentamente un par de veces para tranquilizarse y por fin se sentó en la cama. Comenzó a pasear su mirada esmeralda por toda la habitación dándose cuenta que estaba solo. No había rastro de su prometido. Sintió algo parecido a la decepción mesclado con el resentimiento y el enfado. 

Apartó bruscamente las sábanas de su cintura y se deslizó fuera del lecho. Se estremeció cuando sus pies descalzos tocaron el frío suelo de piedra mientras miraba a su alrededor en busca de algo que ponerse encima de su cuerpo desnudo. Encontró un conjunto de ropa y calzado en la banqueta al pie de la cama, caminó a ella y la tomó deteniéndose un instante para pensar de nuevo en sus tormentos, sin poder evitarlo.

Se concentró en respirar, relajarse, rechazar los pensamientos negativos que lo paralizaban. No había motivo para alarmarse. Había pasado el peligro. De momento estaban a salvo. Yuuri ya no tenía motivos para seguir en la competencia puesto que anoche le había dejado en claro a su padre que al único que aceptaría como esposo era a él. Sería solo cuestión de horas para regresar de una buena vez a Shin Makoku y volver a su vida normal. Una parte aún consciente de su cerebro le advirtió que ese era un pensamiento demasiado positivo para su situación.

Por el momento, necesitaba tomar un baño. Tenía restos de semen entre su trasero y piernas, resultado de la noche anterior. Cerró los ojos y apretó un poco más las prendas que tenía en sus brazos dejándose embriagar por el dulce aroma de la pasión que envolvía su propia piel, una fragancia que era el resultado de la mezcla de los olores de ambos. Sus mejillas recobraron el color y sus labios juguetearon con una sonrisa.

—Debilucho…¿Qué has hecho de mi?...—le preguntó a la nada. Porque a estas alturas no podía estar enfadado con él por mucho tiempo, y sabia, que fuera lo que fuese lograrían salir de los problemas si estaban juntos.

 

 

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Cuando Yuuri y Conrad llegaron al edificio sur, se encontraron con un particular grupo reunido al pie de las escaleras. Lord Luttenberger que se mantenía reservado, al lado estaba Waltorana que observaban al anciano con una mescla de recelo. Completaba el grupo Gunter, quien pese a estar notablemente soñoliento se permitía de vez en cuando una sonrisa cuando el Noble de ojos jade golpeaba el suelo con el tacón de su bota en una clara muestra de impaciencia. Al notar su presencia, se acercaron a ellos.

 

—Buenos días, majestad—el correcto saludo del grupo era por simple protocolo. Todo mundo sabía que de “bueno” ese día no tenía nada. 

—Buenos días.

Los ojos oscuros de Yuuri se posaron rápidamente en su consejero. Gunter mantenía su imagen impecable como de costumbre. Dotado de esa elegancia y belleza tan característica de los Mazoku pura sangre, pero no pudo pasar desapercibido un atisbo de cansancio en su mirar. El hombre era simpático, sonriente y humorístico, y sin embargo había demostrado, en más de una ocasión, que era completamente capaz de mantener la compostura en momentos de calamidad.

—Majestad, tengo noticias para usted— anunció éste precisamente, con un tono de urgencia. Lord Lutteberger lo miró de soslayo.

—Dime, Gunter— Respondió el rey. Sabía de antemano la información que le daría su consejero. Se trataba del envío de las cartas a los países de Caloria y Francshire para pedir su apoyo militar. Más gente significaba más probabilidades de ganar, mayores ventajas y menos muertes. Al menos eso era lo que esperaba.

Gunter se aclaró la garganta y prosiguió:  

—Gracias a la ayuda de Lord Luttenberger, logré enviar las cartas al rey Antoine Jean Pierre y a la gobernadora Flynn Gilbit en la noche y recibí la contestación por parte de ellos en las primeras horas de este día — más de un par de ojos lo miraron con expectación— Las noticias son positivas para nosotros. Estarán aquí más o menos al mediodía.

De inmediato se escuchó un suspiro general de alivio; sin embargo, el consejero tenía una información que agregar a su informe por lo que continuó con voz curiosa, como quien se olvida de algún detalle importante:

—Majestad, hubo un país que no habíamos tomado en cuenta y que también se encuentra en las cercanías de Antiguo Makoku— pudo notar que su Maou entrecerró sus ojos oscuros en un gesto de contrariedad.

—¿Cuál?— le preguntó.

—Shimaron Menor— respondió— Así que me tomé la libertad de enviarle una carta al rey Saralegui pidiendo su ayuda. También está dispuesto a ayudar en la batalla— concluyó, notando que su majestad Yuuri se había quedado cual estatua de marfil, pálido y paralizado.

Se hizo el silencio, que se volvió insoportable cuando Waltorana inspiró. Algo iba mal.

—El rey que siempre esta retando a mi sobrino— dijo él por fin— Además, mi hermano siempre se ha mantenido distante con ese país que originalmente era aliado con Shimaron Mayor. Creo que el solo escuchar la palabra “Shimaron” le da nauseas— agregó sobándose la sien.

—Pero tenemos que buscar toda la ayuda posible no importa de qué país se trate— rebatió Gunter, mirándolo con molestia—No hay mas opción, esto le concierne a todo el mundo de todas maneras.

—Lo único que estoy puntualizando, es que no esperen la aprobación de Willbert con respecto a una alianza con países humanos tan fácilmente— Yuuri tuvo intenciones de intervenir pero Waltorana alzó la mano, como para frenar un discurso que ya conocía —Discúlpeme majestad, pero con lo de anoche creo que mi hermano llegó al límite — sus palabras sonaron contundentes y llenas de franqueza— Nadie nunca se ha puesto en el lugar de mi hermano. Nadie intentó conocer más allá de las razones que tuvo para querer alejar a su hijo de una raza que le hizo tanto daño cuando era solo un pequeño niño. Nadie se pone en su lugar ahora mismo, al saber que anoche, él  se enteró que todos aquellos en quienes más confió lo traicionaron de la manera más vil que puede haber destruyendo a su familia.

Cuando Waltorana finalizó con sus argumentos, se dio cuenta que había alzado tanto la voz que sus palabras se habían quedado como un eco en aquel elegante recibidor repitiéndose cada palabra en la mente de Yuuri.

Conocía a Wolfram y sabía que las palabras que le dijo anoche al rey  Willbert fueron solo de dientes para afuera pues no las sentía de corazón. Y eso era porque “su futuro suegro” era un buen padre o al menos lo fue en su momento, tal vez durante la niñez de su prometido. Se había olvidado completamente que el rey Willbert también tenía sentimientos, no solamente malos sino buenos, sumergiéndose en problemas personales y egoístas. Nadie puede albergar tanto resentimiento ni tanto rencor en su corazón sin tener una pizca de amor y cariño guardado muy dentro de sí. Al final, el amor se convierte en odio y el miedo en rencor. Son sentimientos dependientes. Ninguno se daba sin el otro. Su madre le había comentado tiempo atrás, con su particular dulzura, entre algunas de las pocas platicas que tenían, que para liberar el corazón herido con la daga de doble filo del rencor se debía hacer sanar esas cicatrices con paciencia y entendimiento, para que así ese corazón vuelva a amar con plenitud. Tal vez había una esperanza de que al final lo aceptara en su familia  y se llevaran bien.

Al notar que su rey se había quedado callado por sus palabras, Waltorana sintió una pisca de vergüenza por su atrevimiento al hablarle así. Inhaló profundamente dejándolo salir lentamente para intentar recuperar la compostura. Gunter le puso la mano en el hombro, para tranquilizarlo y supo, de alguna manera, que cualquier resentimiento que se hubiera creado entre ellos momentos antes se había quedado en el olvido.

—Discúlpeme, majestad Yuuri...

Solamente al escuchar su nombre en la última oración del tío de su prometido, Yuuri pudo reaccionar y volvió a enfocarse en él.

—Lo uno con lo otro no tiene nada que ver, de seguro mi hermano aceptará siempre y cuando sea por salvar este mundo de la destrucción.

—Entiendo su punto—dijo Yuuri con voz queda—Tiene razón, no será tan fácil, pero debemos convencerlo a como dé lugar. Tengo fe en que así será, además —agregó, pensativo—, él no es tan malo como aparenta ¿Cierto? Tiene un buen corazón—notó que el rostro Waltorana se aflojó en una sonrisa con lo último que dijo—Desde que vi la forma en que gobierna y noté el cariño y el respeto que le tienen los habitantes de este país supe que es una buena persona que aparenta ser un tirano. Es un buen Maou y por eso le tengo un gran respeto.

Conrad bajó la cabeza con una leve sonrisa en los labios. Nunca había sentido afecto por su ex padrastro. De hecho, siempre se había mantenido distante con los hermanos Bielefeld por eso de los apellidos y la Nobleza. Con Wolfram sufrió un poco de menosprecio por la influencia de ambos pero eso era cosa del pasado. Pese a todo eso, no podía negar, que si algo se había ganado Willbert con el tiempo, era precisamente eso: el respeto. 

Por otra parte, Lord Luttenberger se había quedado inquieto, analizando toda la información que había llegado a sus oídos en tan solo esos instantes. Hablaría con Waltorana a solas sobre esa “traición” que había mencionado.

—Una buena persona, y un buen esposo. Lo fue a pesar de todo. En el tiempo que estuvimos juntos. Y también un buen padre— se escuchó una dulce y maliciosa voz, cuya dueña bajaba fresca y radiante por las escaleras—Cariñoso y muy sobreprotector— agregó con simpatía.

—Cheri sama, buenos días.

—Buenos días, madre.

La ex reina correspondió al saludo general con una sonrisa.

—Mi ex marido no es tan tirano pero si es inteligente— agregó ella con una mirada suspicaz al bajar por el último escalón—A veces utiliza esos recursos para imponer disciplina y respeto a sus seguidores. No me sorprendería si volviéramos a ver en él esa faceta cruel e imponente, pero es simplemente su manera de manejar las cosas— detuvo ahí su intervención sobre ese tema y sus ojos se desviaron su futuro yerno—Su majestad ¿Mi hijo sigue en la otra habitación?—le preguntó con curiosidad. Tenía algo que entregarle y le convenía estar a solas con él.

—¡Ah! ¡Sí!— como si le cayera una tonelada de ladrillos encima, Yuuri recordó que aun tenía que hablar con Wolfram sobre ese asunto— ¡Debo darme prisa!— se dijo a sí mismo y después miro a los demás—Si me disculpan, seguiremos hablando después.

Sin esperar ni un segundo más, el joven Maou comenzó subir por las escaleras para llegar a la habitación que se le había asignado y tomar un baño.

—Descuida Yuuri—le dijo Conrad— Yo les informaré sobre las noticas que recibimos de Pacto de Sangre.

—¡Te lo encargo!—gritó el chico que ya había avanzado a la segunda planta.

Al cabo de un momento se dejaron de escuchar esos familiares sonidos de los pasos alejándose, inundando el ambiente con un contundente silencio. Ni Lord Luttenberger, Gunter o Waltorana se atrevieron a hablar, esperando a que Conrad fuese el primero en explicar que había querido decir con respecto a las noticias de Pacto de Sangre. Pero antes de que pudiera comenzar, Cecilie se despidió de ellos con una reverencia.

—Debo hablar con mi hijo menor, si me disculpan.

Educadamente, los hombres se despidieron con un gesto de cabeza y ella caminó a la salida del edificio dejándolos a solas.

 —¿Podríamos ir a un lugar más privado?—preguntó Conrad antes de empezar.

—Oh, sí. La biblioteca— respondió el anciano de inmediato — Vamos.

Waltorana, Gunter y Conrad, siguieron a Lord luttenberger del recibidor hasta la biblioteca. Una vez ahí, se encargaron de abrir las cortinas para permitir el paso de la luz del sol. Se trataba de una habitación muy agradable. No era tan grande, pues no era la biblioteca principal, pero tampoco demasiado pequeña. Había solamente cinco estantes de libros y una mesa rectangular de madera de tamaño mediano, con seis sillas.

Tan pronto como iluminaron el espacio, tomaron cada uno asiento y prosiguieron a continuar con la plática que habían dejado pendiente de una vez.

 

 

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Axel von Foster se había levantado de la cama temprano esa mañana. Había tomado un largo baño recientemente por lo que la rebeldía en su cabello anaranjado con rayos rubios se notaba opacada por las gotas de agua escurriendo de él. Con sus ojos dorados recorría el exterior mirando a través de la ventana el amanecer. Vestía un conjunto casual y juvenil de pantalones verde musgo y camisa blanca dejándose desabrochados los primeros tres botones, sin chaleco ni saco, exponiendo así sus fornidos pectorales.

Reinaba el silencio en la habitación pues el muchacho se había quedado pensativo, recordando lo que le había sucedido hace un día, también su vida en general.

Había reaccionado en unas dos horas después de haber caído inconsciente en su última batalla en la enfermería del coliseo. Las cicatrices de las heridas y quemaduras que le habían quedado como secuela se habían reducido a solamente unas insignificantes manchas y eso era en gran parte gracias a la pronta ayuda del Maou de Shin Makoku, Yuuri Shibuya.  Se sentía en deuda, pues pesar de haber actuado como un brabucón con él desde que le conoció, no había dudado en ayudarle cuando estuvo al borde de la muerte. Y eso fue algo admirable a su parecer. Qué lástima que su padre no pensara de esa manera, como siempre no dando su brazo a torcer.

Su padre, Alexander von Foster, era un pilar importante en la corte, rico, respetado, viudo y padre de un solo hijo. Aunque Axel no dudaba que tuviera algún hijo bastardo rondando por ahí. Para él no eran indiferentes las aventuras que su padre solía tener con cuanta mujer se le pusiera en frente. Era algo que le recriminaba a gritos cada vez que podía.

Su madre, Marielena Dooley, había muerto a causa de algo como un cáncer en el estomago. Para todo mundo fue así. Le daban el pésame a su padre como si fuese una víctima más de los designios del destino. Pero él estaba seguro que el origen de la enfermedad de su madre fueron los nervios. El estrés. El haberse tragado el dolor de ser engañada por su esposo con tal cinismo que a veces el hombre llevaba a las prostitutas a su propio hogar.

Marielena sabía muy bien, que Alexander no era hombre de mimos, pero aun así lo amaba. Su matrimonio sería “hasta que la muerte los separe” Razón por la cual no optó por separarse de su esposo aunque le fuese infiel. Por más que le dolía su corazón.

Axel se dio cuenta que su padre había cambiado con su madre. Se irritaba con frecuencia y a veces le reprochaba a gritos haberse casado con ella. Esas escenas lo dejaban temblando: no soportaba ver a su madre sin fuerzas y a su padre con los ojos irritados destilando cinismo y odio al mismo tiempo.

Cuando Marielena murió finalmente, después de una agónica enfermedad, Axel, de 65 años (13 apariencia humana) ya no tenía a quien pedirle un consejo, un mimo, una caricia. Echaba de menos la risa y el cariño de su madre. Ya no se oía su voz dando órdenes en el palacio de Foster. Ya no se sentía el rico aroma de las flores que ella misma se encargaba de colocar en los jarrones. Su presencia se había desvanecido. Él no podía contar con su padre. Alexander siempre había sido lo más parecido a un dictador. Siempre ordenando, siempre imponiendo. Era un hombre frívolo que buscaba cualquier excusa para poner en mal al rey Willbert, sembrando cizaña e hipocresía en la corte. Eso le daba vergüenza.

Axel estaba seguro que lo que ellos compartían en común era sencillamente el espíritu competitivo y energético que lo caracterizaba, porque por lo demás eran completamente distintos. Estaba intentando cambiar su manera de ser. No quería parecerse a su padre en muchos aspectos. El cinismo era uno de esos aspectos.

 

El joven Foster escuchó el toque de la puerta y con ello el sonido de la perilla girando pero no se volteó. Sabía de antemano de quien se trataba.

—Buenos días hijo ¿Cómo estás?— lo saludó Alexander, entrando con una actitud confiada a la habitación. Cuando vio que su muchacho desviaba su mirada de la ventana hacia él, su sonrisa se ensanchó.

Axel observó su padre acercarse para estrecharlo entre sus brazos. Estaba particularmente contento esa mañana, se dio cuenta.

—Buenos días—respondió al separarse—Me siento mejor. Particularmente lleno de energías.

—Me alegra, hijo—con esas palabras, Alexander palmeaba las mejillas del joven y sonreía a todo dar— Me alegra…

Axel se detuvo unos momentos para observar a su padre con recelo. Tuvo la impresión de que había una palpable amabilidad en él, cosa que lo extrañó.

—Humm! Sí, te noto bastante recuperado—agregó el mayor observándolo detenidamente una vez más—No cabe duda que te atendieron los mejores médicos del país.

—Pues este milagro de debe más que todo a su majestad, el rey de Shin Makoku, Yuuri Shibuya—Axel no pudo evitar soltar aquellas palabras automáticamente, su padre le miró ceñudo.

—¿De verdad piensas que lo hizo por buena voluntad? Lo más seguro es que lo hizo para hacerse quedar bien frente a la gente —le  dijo con una patente frialdad en la voz. Axel contempló a su padre y estuvo a punto de replicar pero él se lo impidió—¡No me contradigas! ¡No más rebeldía Axel!

Axel se mordió el labio cuando los ojos grisáceos de su padre se estrecharon. Pensó que no había visto un gesto tan espantoso en su progenitor en mucho tiempo. Sin embargo, él no era ni un sumiso ni nada por el estilo y se le rebeló de todas maneras.

—Pues aunque le duela a tu estúpido orgullo tendrás que inclinarte ante ese media-sangre que le ganará al idiota que quiso matarme— Lo dejó escapar. El resentimiento que sentía con él por no haber frenado la batalla antes de lo peor y  por no apoyar a quien le salvó la vida.

—Yo la detuve…—musitó Alexander, desviando sus ojos de él— No sé de que hablas.

Axel comenzó a mover la cabeza de un lado a otro.

—La detuviste cuando ya era demasiado tarde. Sabias que yo no podía detenerla porque estaba luchando por mi vida contra ese dragón y tu no hiciste nada salvo detenerla en el último instante—mirándolo de pies a cabeza añadió:— Cuando te convenciste finalmente de que no tenias de otra.

—¡Las cosas no sucedieron así!—gritó, perdiendo la paciencia con su hijo que se alejaba dándole la espalda. Eso había extendido sus límites—¡Axel!

—Contéstame una cosa, padre—le dijo dándose la vuelta y mirándolo fijamente con altivez—¿Qué habrías hecho si Yuuri Shibuya no me hubiese salvado?

La pregunta quedó suspendida en el aire como una flecha detenida en pleno vuelo. Alexander arrugó su frente y apretó los labios sin contestar. Axel se guardó sus protestas y volvió a mirar hacia los jardines exteriores desde la ventana. Los rayos del sol proyectaban luces acariciantes en sus delicadas y elegantes facciones dándole una imagen divina.

—Vendré más tarde, es obvio que te despertaste de mal humor—le dijo su padre saliéndose por la tangente, pero antes de salir no se olvidó de recalcarle una cosa—Cuando el momento de mi coronación llegué, te quiero lo más sereno posible sin esas muestras de rebeldía. Necesitaré mantener mi imagen impecable para que la gente me acepte como su nuevo Rey…

Eso fue la gota que derramó el vaso. Axel se llenó de estupor y de vergüenza. El simple hecho de imaginarse a su padre como el origen de una rebelión en contra un buen Maou con lo era Willbert heika lo llenó de cólera, pero más lo hizo el hecho de que pidiera respeto y una imagen impecable cuando no lo merecía en absoluto. Y con esos pensamientos caminó a grandes zancadas para enfrentarse cara a cara con él.

—¡¿Cómo puedes pedir respeto, cuando tú mismo has echado a perder tu imagen saliendo y acostándote con cuanta zorra se te ha puesto en frente?!—Le escupió a la cara, agarrándolo de la solapa de la camisa—¡Te has metido con niñas y chicos de mi edad! ¡¿No tienes vergüenza?!

—¡Eso es cosa del pasado, ¡por los dioses Axel! eres hombre debes comprenderme, desde la ausencia de tu madre yo…

—Lo haces desde antes de su muerte. ¡No seas tan sínico!— le interrumpió a gritos sin poder contener la ira manifestada en las lagrimas al recordar a la mujer que le dio la vida—¡Mamá se enfermó por tu culpa!

—¡NO! — Alexander perdió la paciencia y empujó a su hijo con tanta fuerza que lo hizo retroceder tres pasos hacia atrás—No me acuses de su muerte, ella enfermó porque así tenía que suceder. ¡Yo no tuve la culpa!—gritó intentando retener de su mente los recuerdos de su esposa. Recuerdos que lo atormentaban. Luego apuntó a su hijo con mano firme y lo amenazó de forma tajante—Y si sigues con ese plan de rebeldía no me queda más opción que ordenar que te mantengan encerrado durante el tiempo que me tome obtener la corona—Pudo notar que su hijo endureció la mirada y ahora lo veía con desprecio. Él comenzó a mover la cabeza de un lado a otro con arrogancia—Me decepcionas Axel, creí que podía contar contigo pero ya veo que no—decidió dejarlo hasta ahí y salir inmediatamente de la habitación—Quédate aquí y reflexiona sobre lo que te conviene—soltó cortante sin darse la vuelta cuando estaba cerca de la puerta—Porque la próxima vez que nos veamos, te dirigirás a mí como “Su majestad” 

Al escuchar el golpe de la puerta. Axel se quedó de pie con el rostro endurecido y las manos hechas puño. Ya no lloraba. Sus lágrimas se habían convertido en rabia, en determinación. Si su padre pensaba que se quedaría esperando según él su día de gloria, estaba muy equivocado.

 

 

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Al salir de la habitación de su hijo, hecho una furia, Alexander bajó las escaleras para dirigirse al comedor en busca de los hermanos Ducke y del hijo mayor de los Rosenzweig. Le urgía hablar con ellos acerca del plan. Se suponía que las cartas de aviso para preparar las tropas habían sido enviadas ayer, pero no se confiaba. Sobre todo de Volker, quien en teoría le tendría que profesar una mayor lealtad a Willbert por ser su padre quien lo eligió como su sucesor hace años.

Era su última oportunidad, ya no tendría otra igual. Debía convencer a todo mundo de que lo aceptara como Maou sino quería terminar sus días como un miserable peón.

Cuando bajaba por la última grada se topó al pie de las escaleras con un par muy peculiar. Arrugó el entrecejo en un gesto de confusión, y se detuvo para corroborar que sus ojos no le engañaban. Por lo visto, este era un día de sorpresas.

—Dimitri von Rosenzweig—nombró con cierto dejo de desagradable sorpresa.

Vestía elegantemente como siempre, con el rostro impecable y fresco, peinado perfecto, ojos felinos y fulminantes. Se le notaba la grandeza plena de la juventud que lo hacía al mismo tiempo morirse de envidia, al lado de él, una joya no menos exquisita que el mismo príncipe Wolfram. Ariel Shane. Con su cuerpo perfecto y su rostro inocente y al mismo tiempo atrayente. Muchas veces había soñado con tenerlo en su cama pero por desgracia se había casado con el segundo hijo de Destari antes de intentar cortejarlo y siempre le rehuía. Sin embargo eso no evitara que lo deseara de manera carnal y no se molestaba en ocultarlo frente al imponente y receloso Dimitri. Disfrutaba mucho hacerlo rabiar.

—Y también, Ariel kun— continuó—Me alegra verte pequeño.

Al notar ese tono malicioso e insinuante en Lord von Foster, Ariel se puso en alerta y de inmediato se ocultó detrás de la espalda de su esposo. Ese sujeto le resultaba desagradable. Era una verdadera lástima porque había entablado una bonita amistad con Axel y no quería alejarse de él por las canalladas de su padre.

Ariel y Axel eran amigos así como lo eran de Kristal y Raimond. Se conocían desde niños y su amistad se había fortalecido en el curso de control de elementos al que habían asistido hace años como una obligación entre los miembros de las familias más poderosas del país de cuyos hijos controlaban al menos un elemento.

—Alexander von Foster…—dijo Dimitri en el mismo tono tajante. En cualquier otra situación, ambos se habrían preguntado cómo se sentían, como lo hacen los viejos conocidos; pero era obvio que no se soportaban el uno al otro lo suficiente como para disimular cortesía entre ellos.

Alexander le sonrió de manera descarada a Ariel para después enfocarse en Dimitri.

—¡Qué sorpresa mas…—dejó en el aire el complemento para que quedara a la imaginación:“Desagradable” “Molesta” “Irritable” —Tenerte de nuevo en la corte ¿Dejaras de escribir esos libros sin éxito para seguir frecuentando la vida en palacio?—preguntó destilando sorna—Eso resultaría favorable para nosotros—resolvió con fingida amabilidad. Notó que Ariel frunció el entrecejo al tiempo que lo volvía a ver—Por lo menos tendríamos el deleite de ver a Ariel kun en las fiestas y reuniones en vez de estar como marginados viviendo en las cercanías del Hefesto sin futuro alguno. A decir verdad me preocupan ustedes dos. Son demasiado jóvenes.

—Lo que hagamos y dejemos de hacer no es de tu incumbencia, Alexander. Ocúpate de tus asuntos y deja al resto hacer lo que quiera. Aunque imagino que por no ser el Maou deben ser pocos ya que te la pasas metiendo las narices por donde no debes así como en cualquier falda que se te cruza—masculló Dimitri entre dientes, en un tono que habría sido adecuado para exclamar “¡Viejo asqueroso!”

Una expresión sombría se asomó en el rostro de Foster por unos instantes, pero para sorpresa de ambos, comenzó a reír. Su risa fue ronca como si no se hubiera reído en mucho tiempo.

—Ya veremos quién tendrá menos trabajo en el futuro, Chico Rosenzweig—advirtió secamente—Ya veremos...

Dimitri pensó que lo que presenciaban era nada más el canto de victoria antes de tiempo de alguien cuyo plan tenía tantos huecos que difícilmente podía salir a flote.

 —En fin—continuó Alexander—, Ariel kun, un placer volver a verte. Cuando quieras el palacio Foster tiene las puertas abiertas para ti. No olvides ir a visitarme.

Él sencillamente le dedicó una mirada que bien pudo ser interpretada como “¡Váyase al diablo!” como respuesta.

Alexander se despidió con elegancia—Si me disculpan. ¡Ah! Y piénsalo bien Dimitri. Eres el segundo hijo del ex Maou. No tienes por qué alejarte de la corte cuando te corresponde estar al tanto de los nuevos cambios que surgen en el país—Su intención era que presenciaran su ascenso al trono.

En vez de despedirse, Dimitri lo miró con expresión desafiante tratando la manera de contenerse de no golpearlo con el puño en la cara. Luego, el silencio que reinó segundos después de la partida del miembro del Consejo de Nobles se vio interrumpida por unos pasos que se acercaban por el vestíbulo.

—¡Dimitri! ¡Ariel kun!

Esa voz les resultó familiar. Al darse la vuelta supieron que se trataba de Martin von Zweig que se acercaba. Se habían visto unos segundos anoche al salir de la habitación pero no habían cruzado palabras.

—Sabía que anoche no me engañaban mis ojos—dijo él, sonriendo—Aunque no es en las mejores circunstancias me alegra verlos de nuevo por aquí—su pechó se elevó y cayó en una gran muestra de decepción ante la vida—Por ahora tenemos más problemas que un libro de algebra—agregó.

Dimitri y Ariel hicieron una inclinación de cabeza como saludo. El esfuerzo que debía estar tomándole sonreír y mantener la chispa carismática que lo caracterizaba a pesar de los problemas a los que se enfrentaba su sobrino debía ser enorme. Eso le hizo recordar a Ariel la preocupación que tenía por el príncipe Wolfram por lo que le había sucedido.

—Hermano, cuñado. Estoy listo—anunció Volker bajando por las escaleras.

Los tres pares de ojos se enfocaron en él. Sorprendido el de Martin, sonriente el de Ariel y determinado el de Dimitri.

 

***FLASHBACK***

Tan pronto como su hermano mayor no le dio una respuesta a su pregunta “Aun sabiendo el estima que nuestro padre le tiene a Willlbert, ¿Te atreviste a formar parte de toda esta traición?” Se acercó aireadamente hacia él y le agarró el cuello de la camisa con ambos puños.

—¿Eres un idiota?— dijo con frialdad, puntualizando sus palabras con una leve sacudida—¿En qué estabas pensando, Volker? ¿Quieres echar a perder el país entero?—Con cada pregunta, sacudía a su hermano un poco más.

—Estaba pensando con la cabeza fría, hermano—respondió y luego esbozó una sonrisa—Pero es evidente que no soy lo suficientemente manipulable como para caer en el juego de Alexander tan fácilmente.

Él ablandó sus manos y lo soltó—Continua—ordenó curioso.

—Aún tenía mis dudas sobre el dichoso plan para la destitución de Willbert al trono por lo que no ordené a mis tropas prepararse para la rebelión. Sabía muy bien que Alexander nos estaba tratando como simples marionetas para lograr ser el nuevo Maou de una manera fácil y rápida.

—Idiota…—bufó, pero esta vez no era un insulto si no una exclamación de alivio—Mas te valía haber actuado así. Mañana iremos con Yuuri Shibuya y los demás que lo acompañan y les diremos que estas de su parte. Debes dar tu voto a favor de cualquier resolución u orden del Maou de Shin Makoku. ¿De acuerdo?

Volker vaciló un poco—Bien, de acuerdo—masculló finalmente.

 

***ENDFLASHBACK***

 

Martin pestañeó un par de veces, confundido—¿Listo?¿Para qué?—preguntó con curiosidad.

Dimitri se enfocó en Martin pensando en si podía confiar en él. Se preguntó qué tan de acuerdo estaba en el plan de Alexander para quitarle el reino a Willbert.

—Martin san, ¿Qué piensa de Alexander?—decidió ir directo al grano. Para su tranquilidad y confianza, él frunció el ceño de inmediato.

—Ese sujeto—dijo en forma despectiva—Tiene más caras que un saco de monedas. No me fio de él. Bueno, cada quien es libre de llevarse bien con quien se le plazca pero a mí no me agrada en lo absoluto. Perdón por ser tan directo.

Dimitri le sonrió, ladino.

—Martin tampoco forma parte del plan de Alexander, hermano—intervino Volker dándole la certeza de confiar en él.

—¿Ese plan?—Martin resopló con sorna—Alexander como rey tiene menos futuro que un espía ciego. No me imagino siendo gobernado por él. Preferiría que de una vez se coronara como rey al joven Yuuri Shibuya. Ha demostrado que sabe manejar las cosas de manera limpia y se nota a simple vista que no lo hace por poder sino por amor al príncipe Wolfram—No pudo evitar que su ánimo volviera a decaer al recordar la situación de su sobrino, pero aunque le doliera él se lo buscó.

—¡Verdad que sí! —comentó Ariel refiriéndose al amor que se profesaban esos dos. Martin le respondió con una tardía sonrisa

—Entonces no se diga más— anunció Dimitri, caminando hacia la salida siendo seguido por su esposo, su hermano y su nuevo aliado—Debemos ir de inmediato con los demás. El tiempo corre y estamos a punto de enfrentarnos con el fin del mundo.

Continuará. 

Notas finales:

¿Y bien? Lánzame tomates y regáñame si lo deseas. ¿Demasiada lentitud? ¿Me tardé tanto por esto? U_U

Isis, así más o menos termina Lukas. Sufrió mucho el desgraciado.

¡Ah! Lo de Conrad y Hilda. Bueno. La chica ha sido muy buena. Si no fuera por ella Cheri y Willbert no hubieran tenido su noche de pasión jijiji- Pero decía “Quizás y solo tal vez” por algo se empieza ¿no? asi que depende. 

Etto… en el siguiente aparece Willbert.

Una frase para el siguiente cap : ¿Puedo saber tu nombre?...-pregunta Wolfram…

Él sonrió—All…

¿Quién será ese nuevo personaje?


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