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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

La conti. Mis disculpas por el retraso.

Advertencia: Escenas de acción, que te harán saltar el corazón… Ok, no es para tanto. Descuida.

La primera escena va dedicada a Princesa Isis que me preguntó ¿Dónde está Murata y los demás de Shin Makoku? Así que agregué esa escena.

Un abrazo a tod@s gracias por leer. Y gracias al cielo me aceptaron el Will-Cheri. Me sentí conmovida con su apoyo. ¡ Y con mas animo! 

Era de noche y Ken Murata estaba de pie en la proa del barco de cabeza, una enorme embarcación que trasportaba  a doscientos hombres de los mil que iban en ayuda. El ejército de Shin Makoku se componía de las tropas Bielefeld, Voltaire y el grupo real liderado por Weller. Si algo tenían en común todos ellos, era una tenaz determinación por salvar la vida de los inocentes y de acabar con la amenaza que ello suponía para la propia existencia de mundo entero, y esa determinación hacía olvidar las patéticas riñas políticas entre sus países. Muy pocos se daban cuenta de lo ridículos que parecerían para los habitantes de Antiguo Makoku, sin embargo pese a lo poco preparados que estuvieran y al poco poder (Maryoku) que poseyeran, todos ellos tenían una causa común y estaban respondiendo con valentía a una situación amenazadora.

Murata se quitó los lentes para limpiarlos con un pañuelo debido al empañamiento que el ambiente nublado causaba en ellos y después volvió a fijar mirada hacia el horizonte. Su destino se encontraba a tres días de navegación pero si sus cálculos no fallaban llegarían mañana antes del mediodía.

Habían tenido un mal día entre las aguas; la combinación de vientos y corrientes produjeron enormes olas cubiertas de espuma y poderosas mareas. Por fortuna, lograron sobreponerse y ninguna embarcación resultó irreparablemente afectada.

Mientras sentía el viento del norte que soplaba sin descanso, Murata recordaba, sin mucho ánimo, la última conversación de sostuvo con Shinou. Las cosas no habían cambiado en lo absoluto, pensó con ironía. Siempre resultaban ser unos títeres en manos de ese fantasma travieso, pero esta vez había una razón mucho más fuerte que las anteriores.  Conociendo a Shibuya, estaba seguro que no se negaría en ayudar y proteger a quienes ama y en cuanto a él, siempre supo que nunca tendría una vida “normal” al aceptar ser “El gran sabio” y cuando la amistad jugaba un papel importante en sus decisiones…bueno, ahí lo tenían; navegando entre peligrosas aguas para llegar a una batalla decisiva. 

La carta ya había sido enviada y esperaba que llegara a manos de Shibuya a primera hora. Ahora solamente restaba esperar y rezar por llegar a tiempo.

 

Capitulo 20 II

Tu imagen en mi corazón, Venganza.

Anette caminó hacia atrás hasta toparse de espaldas contra la pared donde lentamente se fue deslizando hasta caer sentada al suelo. A continuación, encogió sus rodillas y las abrazó con sus brazos. Lamentaba tener las uñas tan largas, pues le impedían apretar los puños. Su pecho, justo al lado del corazón, le dolía, pero su orgullo mucho más, y por eso maldecía una y otra vez tanto a Willbert como a Cecilie. Esos dos que se burlaban de ella en estos instantes, tan ajenos a su dolor.

Comprendió que su matrimonio efectivamente se había terminado desde aquel día en el puerto cuando recibió a ese bastardo que tomaría su lugar en el reino. Estaba segura que el mocoso fue el inicio de su caída.

Anette permitió a la ira inundar sus venas, la sed de venganza llenar su corazón y al dolor llenar sus ojos de lágrimas. Se sintió estúpida por estar sufriendo por un hombre que ya no valía la pena. Alexander le había hecho una propuesta, muy tentadora en verdad, que ahora consideraba con más seriedad. Tenía tanta suerte, se dio cuenta. La vida no te quita cosas, te libera de lo que te hace mal. Ya no necesitaba de Willbert, a quien consideraba como el único hombre que no se dejaba influir con sus encantos, hasta el punto de tener que emborracharlo para acostarse con él, era como un reto diario mantenerlo a su lado. También lo consideró como una oportunidad única para convertirse en reina, nada más. Pero ahora lo mandó al infierno. ¡A la mierda con todo!

La furia se desvaneció de su rostro y de la nada se echó a reír. Era una risa cargada de amargura, decepción, de rabia contenida. Una risa inexplicable, casi enfermiza. De pronto una idea había surgido en su cabeza, una idea para su venganza, porque esta humillación no se quedaría así, o se dejaría de llamar Anette von Zweig.

Apartó sus lágrimas con firmeza con esa maniática sonrisa en su rostro, y se incorporó del suelo, comenzando de inmediato a caminar, tambaleante, por los pasillos, no sin antes volver a ver hacia la puerta del salón y vociferar un >>¡púdranse!<< con todo el desprecio del mundo, pensando en que se vengaría de todos de un solo golpe y para lograrlo, para vengarse especialmente de Willbert y Cecilie, solamente tenía que dañar a lo que más aman en el mundo: -Su hijo-. Su hijo era su perdición.

************

El fuego de la chimenea ardía y bailaba con furor. Lukas tenía su mirada clavada en las llamas. Jugaba a solas al ajedrez, aunque solamente tenía listo el tablero y nada más. Por desgracia, era lo único que podía hacer por ahora. Había recuperado sus fuerzas y las heridas de su cuerpo habían cicatrizado dejando consigo unas feas y asquerosas marcas en su piel, como si quisieran recordarle la humillación que por un ser tan insignificante como un mestizo había sufrido, por el resto de su vida.

Con su codo sobre la mesa, apretaba su puño tan fuertemente que sus venas azuladas sobresalían de su piel. Juraba a si mismo que se encargaría de hacerle pagar, de una u otra manera a ese. Shibuya Yuuri se arrepentiría, con lágrimas de sangre, el haberse interpuesto en su camino así como su hermanastro, tan hermoso como terco, pagaría por todos sus desprecios.

Pensaba en ello cuando un portazo lo hizo sobresaltarse y voltear. Lo que menos esperaba era que su madre apareciera de improvisto en su recamara. Hizo una mueca de confusión al notarla pálida y visiblemente inquieta.

—Buenas noches, madre— la saludó cuando tomó asiento frente a él y alzando una ceja, le preguntó:— ¿Sucede algo?

Hubo un silencio. Ella lo miraba desorientada, sin pronunciar ni una sola palabra. Una parte de Lukas quería inclinarse y zarandearla, para hacerla reaccionar sin embargo, solamente volvió a preguntar en un tono más insistente:

—¡¿Qué sucede?!...

De nuevo no respondió, pero sí hizo algo: Comenzó a tomar las piezas de ajedrez ante la confusa mirada de su hijo. Apartó a todos los peones, las torres, los caballos y los alfiles dejando solamente a los dos reyes, el blanco y el negro y a las dos reinas sobre el tablero. Poco después, habló por fin:

—Este el Willbert, esta es Cecilie, este es Alexander y esta soy yo— señalaba al rey blanco, la reina blanca, el rey negro y la reina negra respectivamente.

Lukas entrecerró sus ojos sin entender, pero se mantuvo en silencio. Ella colocó al rey blanco y a la reina negra juntos y continuó su explicación:

—Willbert y yo estamos juntos ¿ves?—sonrío sin alegría— Pero entonces, viene Cecilie…— agarró a la reina blanca para después agitarla y así lanzar con fuerza a la reina negra al otro lado del tablero— Y me echa a un lado.

La mujer alzó su cabeza para ver a su hijo a los ojos. Lukas se inquietó por esa expresión sombría y mirada furiosa en su madre. 

—Esto es lo que pasa, ¡¿Ahora comprendes?!— acompañó sus palabras con un puñetazo que, con ira, dio sobre la mesa y confesó a gritos absolutamente todo— ¡Ellos están juntos en estos momentos! ¡Willbert me está siendo infiel con Cecilie en cuanto yo te estoy contando todo esto!, ¡Ese maldito! ¡Qué fácil fue para él caer ante los encantos de esa mujer!— se puso de pie y comenzó a caminar se un lado a otro— ¡Fue fácil para él traicionar sus votos matrimoniales y no valorar a quien realmente le ama y jamás lo traicionaría! Pero, ahora que no necesita más de mí, me patea el trasero y me manda lejos de su vida. —mintió para despertar en su hijo una mayor indignación y después lo señaló con el dedo para agregar:—Y tú, bien sabes, todos los sacrificios que he hecho para sacar adelante este matrimonio.

El menor no abrió la boca. Se había quedado perplejo con lo que le había dicho. Una parte de él se negaba a creerlo, pero su madre no mentiría en algo como esto. Sintió odio hacia Willbert, esta osadía no se quedaría sin castigo. Nadie se burlaba de los Zweig, ni siquiera el mismo rey.

—¿Qué tiene que ver lord Foster en todo esto?— le preguntó de repente, ya que era algo que lo había inquietado en su explicación.

De inmediato, Anette se volvió a sentar frente a él.  

—Foster representa una esperanza— respondió enérgicamente tomando la pieza del rey negro junto a la reina negra y desplazando a la pareja de reyes blancos que cayeron al suelo. Su hijo la miró aun sin comprender, entonces hizo un gesto con la mano para que se inclinara hacia ella y continuó:— Alexander podría convertirse en Maou si en dado caso fuese Shibuya el ganador mañana en la competencia.

El joven frunció el ceño cuando su madre nombró a Shibuya.

—¿Y eso en que nos beneficia?—preguntó inquieto, Anette le dedicó una lánguida sonrisa.

—Cariño, él me ha propuesto matrimonio y estoy pensando en aceptar— confesó, suavizando su voz.

—Así que dejaras a Willbert por lord Foster —Lukas sonrió de lado y sacudió la cabeza con ironía— ¡Vaya! Parece que no todo está perdido… 

Anette respondió con una sonrisa mientras se recostaba en la silla y cruzaba una pierna en una actitud triunfadora. Aun no podía creer que la fortuna pudiera sonreírle de aquel modo. Era el destino, se dijo.

 —Quien saldrá ganando en todo esto seremos nosotros. La grandeza de Willbert se irá a pique cuando todo mundo se eché en su contra por el simple hecho de haber aceptado a un mestizo en la competencia. Y allí estaré yo, para abandonarlo y humillarlo aun más con mi desprecio. Él lo perderá todo y yo ganaré más. Así, la segunda fase de mi venganza estará terminada. ¿Ahora comprendes?

Lukas asintió con la cabeza lentamente, invitándola a continuar, había mencionado primera fase de su venganza pero, ¿Cuál sería la primera?

—Por lo pronto, necesito de tu ayuda para darle un pequeño escarmiento a ese par—acompañó su voz pretenciosa con una sonrisa cruel, triunfante— Ellos ya nos han hecho demasiado daño como para quedarnos de brazos cruzados. Y les voy a dar, donde más les duele— hizo aquí una pausa para mirar a su hijo, y soltó una risa burlona—Todos los invasores de Shin Makoku se arrepentirán de haber venido a este país. Se revolcaran en pesar y agonía cuando aquel que tanto aman y protegen se quede sumido en el dolor.

Lukas le devolvió la mirada audaz, podía ver en sus ojos que ella tenía en mente algo que él mismo ya se había planteado como una venganza.

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Wolfram sentía el cuerpo pesado y la cabeza a punto de estallarle, incluso después de pasar más de media hora en la tina.

Al salir del cuarto de baño, echó un vistazo a su cama sobre la cual había dejado el cuaderno que, prácticamente, se había robado del salón de pintura de su padre esa misma tarde. Se acercó y agarró dicho cuaderno quedándose ensimismado, hojeándolo. Arrastraba uno de sus dedos por las suaves superficies del papel, fijándose en cada detalle.

Cuando hubo terminado, permaneció quieto largo rato recordando todo lo que había escuchado de los labios de Hannah san. Se sintió avergonzado de sí mismo por dejarse ver tan afectado frente a ella, cuando ésta le contó acerca de la relación que sus padres sostuvieron antes de su separación. Fue algo que no pudo evitar. Había pensado que era fuerte, pero ahora podía ver que tenía una parte débil, frágil, fácil de romper, y esa parte era cuando tocaban el tema de sus padres y su rotunda separación.

Según lo que Hannah san le había contado, el cuaderno que tenía en sus manos pertenecía en un principio a su madre pero su padre se lo quitó antes de regresar a Antiguo Makoku, después de una gran disputa.

Cuando Wolfram llegó al noveno dibujo, lentamente giró la página y vio una dedicatoria escrita en puño y letra de su padre con la cual se sentía identificado, y bien sabía por qué. Era algo que compartía con su progenitor: su pasión por el arte y la pintura estaba más relacionado a pintar a aquellos que aman.

Miró al frente y sonrió. Ahí estaba, en la pared; el retrato de Yuuri y Greta que había pintado esta misma tarde. Lo que le recordó cuánto ansiaba regresar a Pacto de Sangre. Quería ver a Greta. En realidad, se sentía inquieto al dejarla sola y expuesta por tanto tiempo, sobre todo cuando ese tal “Rinji von Wincott” rondaba cerca.

Con un resoplido de puros celos paternales, Wolfram colocó el cuaderno sobre el buró al lado de la cama y después caminó hacia el armario para sacar el camisón azul que su padre le obsequió hace unos días; se quitó la bata que cubría su atractivo cuerpo para sustituirla por aquella prenda cuya tela era suave y fresca. Finalmente, regresó a la cama, tumbándose del todo en el colchón con las manos cruzadas en la nuca, y su mirada fija al techo.

No pasó mucho tiempo para que empezara a juguetear con el collar con dije de corazón color negro que su madre le había mandado con Yuuri, ese que le colocó durante la fiesta de presentación ante la colérica mirada de todos los presentes. Soltó una risita de burla al recordarlos. No se lo había quitado en todo este tiempo, era algo así como un amuleto de buena suerte.

De la nada, recordó la respuesta que le había dado a Hannah san cuando ésta le preguntó sí odiaba a su padre y su semblante entristeció. No había sido del todo sincero con ella, pero era el debilitamiento de su paciencia lo que hacía que, poco a poco,  perdiera el aprecio hacia él. Le recriminaba no haberle entendido, no haber escuchado sus suplicas. No haberse puesto en su lugar. No ponerse a pensar que él tenía derecho a enamorare de quien se le dé la gana.

El amor es así, no conoce barreras, ni razas, ni pasados, y eso, él mismo lo había comprobado pues nadie imaginaba que Wolfram von Bielefeld, criado bajo la tutela de un Mazoku orgulloso y estricto como Waltorana von Bielefeld acabaría totalmente enamorado de un Medio-Mazoku.

Debía aceptar que se había sentido inquieto y hasta asustado al experimentar esos primeros indicios de enamoramiento. Al ver el comportamiento demasiado amable del Maou sentía sin saber por qué, una extraña turbación. Le parecía tierno el entusiasmo que ponía en aprender sus costumbres. Con el paso del tiempo, lo veía siempre en sus sueños más profundos y solo dormía feliz cuando estaba en su lecho. Resultó imposible ignorar esos nervios cuando lo tenía cerca. Quedó fascinado y vencido cuando contempló con más detenimiento esos ojos negros como la noche. Comenzó a protegerlo de todos y sobre todo de todas, aclamando en lo alto que era—Su— prometido, con ese sentimiento de posesión que inundó todo su ser. Yuuri Shibuya el “debilucho” inocente que siempre deseó para su vida. Era alguien que le podía llevar la contraria, que se atrevía a retarlo. Era alguien que lo hacía reír, que lo hacía enojar, que lo hacía estremecer. Que lo volvía loco con sus simples caricias, con sus palabras, con sus actitudes tan amables y confiadas. Con todo su ser. Y entonces se dio cuenta que no había duda alguna, él era la persona que quería a su lado durante el resto de su vida.

Con un suspiro, Wolfram ladeó su cabeza y volvió a mirar el cuaderno  sintiendo la necesidad de contemplar los dibujos una vez más. Extendió el brazo y lo tomó con una mano para después sentarse recostado contra el respaldo de la cama y comenzar a verlos de nuevo.

Sintió una punzada en el estómago al pensar en lo que verdaderamente significaban esos dibujos. Una imagen es la figura y representación visual o mental de alguna cosa. Esa radiante belleza en su madre, acompañada de su sincera sonrisa revelaba cómo, a los ojos de su padre, esperaba su llegada y eso le conmovió; porque eso había sido lo más cercano que había estado de tener unos padres unidos, que se aman y viven en un hogar, cuando él aun estaba en el vientre de su madre.

Entonces Wolfram alzó la mirada y miró un punto fijo de la habitación. Se permitió por un instante perderse en los recuerdos de tiempos ya lejanos. Ese pasado que era un periodo de tiempo que podía percibirse cruel y ameno a la vez.

Rió débilmente al estar renegando por algo que ya estaba perdido. Sus días de niñez nunca cambiarían, así es la vida, no hay vuelta atrás. En sus recuerdos siempre habría un sol brillante y una leve brisa que se sentía por los frondosos árboles del patio trasero del palacio Bielefeld. A veces incluso, recordaba el olor de las flores y le cosquilleaba la nariz. Recordaba que corría delante de Rudolf, su fiel amigo canino, y jugaban por horas y horas hasta el cansancio, luego se tumbaban sobre el césped quedándose dormidos al instante, sin importar los llámanos constantes de sus niñeras. En ocasiones, su tío Waltorana, su más cercana figura paterna, lo cargaba en brazos y lo llevaba hasta su habitación para recostarlo en su cama hasta la hora de la cena. Asimismo, siempre tendría la imagen de su madre pidiéndole que escogiera a su “nuevo papá”, cosa que nunca hizo. De hecho no conocía ninguna relación de su madre que hubiera durado más de una semana. Raven y “Fanfan” por mencionar algunas. A veces tenia la ilusión de que su madre no había olvidado a su padre y por eso  buscaba y buscaba el amor navegando por el océano en un viaje por demás perdido.

Se levantó de la cama y guardó el cuaderno en su equipaje. Y, como no tenía sueño, caminó hasta el balcón para sentir la frescura de la noche.

Tenía planeado dejar las ventanas abiertas. Yuuri de seguro llegaría para pasar la noche con él, y esta vez no pondría “peros”, lo necesitaba a su lado. Quería contarle sobre su plática con Hannah san y también quería que le asegurara que todo había salido bien con el pacto para sentirse un poco más tranquilo ya que aquella maldita punzada en el pecho la había sentido de nuevo cuando se ocultaba el sol.

 

******************

 

Habían subido a sus monturas e iniciado la marcha a un paso veloz pero que los caballos fueran capaces de mantener después de bajar del volcán Hefesto. Sin embargo, no habían avanzado mucho cuando advirtieron la proximidad de una tormenta. Unos vientos helados empezaron a soplar a su alrededor, el cielo mostraba un amenazador tono plomizo, pero no llovía. Conrad distinguió unos relámpagos sobre unos picos lejanos. Todo mundo estaba consciente de que posiblemente fuese el lugar del inicio de la profecía.

De eso ya habían pasado varias horas y ahora la noche los acompañaba. Por fortuna, ya estaban cerca del castillo.

Los dioses les habían dado más información acerca de la profecía. Habían hablado de un campo oscuro que sería el lugar de la última batalla. El dragón seria alguien con tanto Maryoku como para controlar los cuatro elementos. El candidato idóneo ya lo conocían. También les dijeron que tenían solamente un día para preparar a su ejército. Es decir, que la última batalla posiblemente se efectuara al atardecer del día de mañana.

También era importante preparar una estrategia para evitar el mayor número de bajas. Esa era una de las mayores preocupaciones del monarca. De ser posible, deseaba que no hubiera ninguna perdida, pero, ciertamente, en una guerra eso era lo que se podía esperar.

No conocían la ubicación exacta del campo oscuro, pero si de algo estaban  seguros, era de que al primero al que acudirían los ciudadanos para avisarle de la precaria situación sería al rey Willbert, por ello era tan importante regresar al Castillo Imperial.

Durante el camino, Gunter, quien aun se sentía preocupado por la seguridad de su “Heika”, había sugerido una cosa:

En el relato, la diosa Atziri, había mencionado el exuberante numero de criaturas que formaban el ejercito de Hirish, por tanto el joven leyenda debió haber luchado contra ellos antes de enfrentarse contra él—de ahí el debilitamiento de sus fuerzas—Tomando eso en cuenta, lo que tenían que hacer era apoyar a su majestad Yuuri con el mayor número de soldados para que así, éste se enfrentara al cien por ciento contra Hirish y el dragón, con la esperanza de que esta vez no perdiera todo su Maryoku.

Por desgracia, las tropas de los siete distritos de Antiguo Makoku por si solas no serian suficientes para ganar esta batalla. Necesitaban de toda la ayuda posible y con ello surgió la idea de acudir a la alianza.

Los países humanos podrían ser de ayuda. De todas maneras, perder esta batalla significaba también la destrucción del mundo entero.

Los países más cercanos eran: Francshire y Caloria a unas dos horas de distancia con los navíos a toda velocidad. Todos estuvieron de acuerdo con la propuesta y quedaron en enviar un mensaje mañana a primera hora destinado al rey Antoine Jean Pierre y a Lady Flynn con la esperanza de que aceptaran acompañarlos en esta última batalla.

Ahora solamente había un detalle que inquietaba al Maou de las sombras: Su futuro esposo no estaría nada contento con eso de que fuese el “elegido” y no sabía cómo darle la noticia. Había planeado hacerle una visita nocturna y quedarse a dormir con él. El príncipe siempre se despertaba de buen humor cuando dormían abrazados y lo despertaba con besos y algo más. Definitivamente no le daría la noticia esta noche, Wolf no podría conciliar el sueño y si había algo que lo ponía de mal humor era no dormir lo suficiente. Se lo diría en la mañana, rogando por no terminar rostizado y echado a patadas de la habitación antes de poder siquiera completar su relato, con ese último pensamiento un suspiro desconsolado salió de su garganta.

—Descuida Yuuri, Wolfram lo sabrá entender.

Una voz lo trajo a la realidad nuevamente, giró su cabeza encontrándose con su padrino. Su rostro era apacible como de costumbre pero en sus ojos se podía leer su evidente inquietud.

—Él te tiene mucha confianza. Aunque no lo demuestre, se siente orgulloso de tu fuerza y valor—continuó el castaño, después de una pausa— Como soldado sabrá que lo correcto es no interponer sus sentimientos con el deber. “Eso es lo que estoy haciendo yo, por más que me duela” — pensó, agachando la cabeza y sosteniendo las riendas de su caballo fuertemente.

—Wolf también te admira mucho, Conrad—comentó Yuuri, y forzando una sonrisa agregó:— Pero es muy orgulloso para aceptarlo…

Ambos rieron sin alegría. Conrad sabía que poner a Yuuri en esa precaria situación era por el bien del mundo entero pero al mismo tiempo daría lo que fuera por estar en su lugar. Por desgracia, era Yuuri quien poseía esa tremenda cantidad de Maryoku y no podía hacer nada más que apoyarlo.

Yuuri se limito a observar el cielo estrellado, perdiéndose de nuevo en sus pensamientos. Había algo mas entre sus lamentaciones y era que esta podría ser la última noche que pasaría junto a su prometido.

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Castillo Imperial

Un tipo envuelto en una capa negra esperaba, observando la puerta que se encontraba al otro extremo de la estancia. Solamente sus ojos, brillantes como zafiros eran visibles; el resto de su poderosa figura se escondía, casi imperceptible, entre las sombras.

Cuando hubo visualizado el pasillo sin guardias ni sirvientes, inmediatamente, dirigió su atención hacia la puerta de un dormitorio en especial, formando una sonrisa socarrona de paso. Rebuscó en su bolsillo sacó aquel objeto metálico que le había facilitado su cómplice.  

***

Wolfram se adentró del balcón a sus aposentos, con aquella extraña intranquilidad que sentía en su corazón. Antes de llegar a la cama respiró hondo, trató de calmarse. Pero no pasó mucho tiempo antes de volver a inquietarse al escuchar cómo alguien abría y cerraba la puerta con brusquedad.

Entonces dio un paso atrás sintiéndose en peligro, pero siempre en guardia. Estaba preparándose mentalmente para una lucha cuerpo a cuerpo con aquel intruso pues, por desgracia, su espada se encontraba justo a unos diez metros de distancia, sobre una silla.

Wolfram frunció el ceño y apretó sus puños en una actitud desafiante. Tenía en frente la imponente figura de un encapuchado y quien quiera que fuera, quien se haya atrevido a irrumpir así en su habitación, cualquiera que fuesen sus intenciones, lo pagaría caro.

 —¡Vaya, vaya! desde nuestro primer encuentro en el puerto he deseado poder contemplarte sin ese atuendo militar que siempre portas y ahora te encuentro envuelto en un lindo camisón. No cabe duda de que me facilitas las cosas, Wolfram.

Al reconocer a ese intruso, una cólera más allá de lo que podía soportar se apoderó de él. Esa voz pretenciosa, no hacía falta verlo a la cara para saber de quién se trataba. Pero ¡¿Cómo se atrevía ese desgraciado?!

—Lárgate de aquí Lukas, si no quieres que te saque a patadas y arme un escándalo—advirtió— Además, ¡¿Qué diablos haces aquí?! Mi padre te ha prohibido la entrada ¡idiota!— agregó con todo el desprecio del mundo, rememorándole la advertencia que su padre le había hecho acerca de no entrar a sus aposentos.

—No creo que Willbert esté en condiciones de atenderte a ti por el momento—repuso él con sorna—Además, sea cual sea el resultado de mañana, el rey nunca aceptará tu matrimonio con ese mestizo. Eres consciente de eso ¿verdad?...—inquirió tras dedicarle un vistazo de la cabeza a los pies.

El príncipe frunció el ceño al tiempo que se quedaba pensativo. Era cierto. Su padre nunca aceptaría a alguien menos que un Noble Mazoku, aparte de alguien muy poderoso, como yerno. Era algo que le había dejado en claro desde pequeño. “Quien se case contigo se convertirá en Maou de Antiguo Makoku, confío en ti para no hacerme quedar mal”  y desde ese entonces sintió el peso de ser el hijo del Maou de fuego. Por eso le temía al amor. Por eso le había hecho esa pregunta a su padre antes de la fiesta de presentación acerca de si aceptaría su matrimonio con Yuuri si éste resultaba ganador. El problema era que él sabía que su respuesta no fue sincera en ese momento.

—Te quedaste callado onii-chan…— continuó Lukas, adquiriendo cierto tono de burla—¿O es que ya has recordado que tu padre preferiría mil veces casarte a la fuerza conmigo que ensuciar su apellido con uno sin clase? 

Sus palabras resonaron en la habitación como acero golpeando sobre la piedra y entonces, Wolfram  estalló en furia.

—¡Cállate!—gritó enfurecido— No tienes ningún derecho a hablar así de mi prometido— y de inmediato, con un tono sarcástico y desafiante,  agregó:— ¿Y qué me dices de ti imbécil? Te recuerdo que ese que tanto desprecias te dio una buena paliza y te humillo frente a todos ¡¿o es que ya lo olvidaste?!

—No, no lo he olvidado—murmuró el intruso, apretando al mismo tiempo los nudillos de sus manos—. Y nunca lo hare ¡¿Y sabes porque?!— gritó encolerizado, quitándose al mismo tiempo esa capa negra que lo cubría.

Wolfram se perturbó con lo que vieron sus ojos: Quien tenía en frente tenía cicatrices en la cara, en el cuello y la más profunda la tenía en el brazo. Eran visiblemente fáciles de notar. No era el mismo Lukas que había conocido en un principio.

—¡Estas malditas marcas me lo recordaran toda la vida!—

Lukas extendió sus brazos para que Wolfram contemplara su apariencia, pero lo que en verdad  alarmó al príncipe, fue que estaba armado.

—Pero esto no se quedará sin castigo…—masculló por lo bajo, desenfundando lentamente su espada y colocándola sobre el cuello de su hermanastro. Su mirada se había vuelto densa, siniestra, reflejando claramente una amenaza. —Ahora no pareces tan valiente, mi querido Wolf— se mofó— ¡Ahora si te siente amenazado! ¿No es así, fierecilla?   

Lukas le lanzó a Wolfram una mirada aniquiladora, pero a él no pareció preocuparle lo más mínimo. Hace mucho tiempo que quería vomitarle a la cara todo su desprecio y ahora no se dejaría intimidar. Tendría que encontrar una manera para librarse de esto. ¡Como sea!

—Cobarde…— susurró, dedicándole una mirada fría y dura.

Lukas sacudió la cabeza en un gesto de negación.

—No, no, no, mi querido onii-chan, no estás en condiciones de ofender. —Su boca sonreía con aquella mueca burlona y sórdida que era su marca personal— ¡Camina!—ordenó rodeándolo sin dejar de amenazarle con la espada y colocándose detrás de él.

No obstante, en cuando Wolfram observó más allá del afilado metal que ahora se posaba en su cuello, detectó de nueva cuenta a su propia espada sobre una silla al lado de la puerta de salida. Sonrió para sus adentros al encontrar una esperanza. Pero, para llegar hasta ella debía seguirle el juego a ese bastardo por un tiempo, así que no le quedó de otra más que comenzar a caminar lentamente.

Justo frente al tocador, Lukas vociferó otra orden, había clavado su mirada en un objeto en especial que se encontraba olvidado sobre la mesita.

—¡Alto! — Amenazadoramente, pasó el filo de la hoja sobre el pecho de su hermanastro hasta meterla entre la cadena de oro que usaba y su cuello— Este horrible collar no va contigo,—gruñó, Wolfram tragó con dificultad mientras una gota de sudor resbalaba por su rostro— Esta noche usaras solamente el collar que te obsequié en la fiesta. No hay duda de que el color azul te sienta de maravilla.

El príncipe asintió lentamente. Su expresión era tensa y cautelosa. Los dedos de sus manos se movían prácticamente por sí solos. Estaba en guardia. Cualquier movimiento en falso sería su oportunidad para escapar, sabía que estaba en desventaja; el infeliz podría usar su segundo elemento, el aire, para ser más veloz si se enfrentaban en una lucha. Por lo pronto lo único que podía hacer era buscar una salida.

—Muy bien, veo que ya no eres una fierecilla salvaje, ¿Qué, ya te hiciste una idea de lo que pasará esta noche entre nosotros?— Preguntó y como él no respondió, se acercó a su oído para lamerlo con su lengua caliente estremeciéndolo al instante.

Wolfram sólo pudo tragar saliva y apartar la cabeza. ¡Qué repugnante le resultaba aquel individuo! Esto estaba excediendo sus límites.

Al momento, Lukas rompió la cadena con el filo de la espada haciendo que lentamente se cayera el dije de corazón al suelo. 

Sin pensárselo dos veces, Wolfram le advirtió, con voz amarga—Te arrepentirás, infeliz…

El Noble le rodeó la cintura con un brazo y lo jaló hacia sí. El príncipe rogó en sus adentros que eso que sintió en su trasero no se tratara de una erección.

—Cuando te haga mío no quiero escuchar ese tipo de amenazas— le dijo— Quizás debería cortarte la lengua y así evitar que tus gritos se escuchen desde afuera.

Presa de un pánico incipiente, Wolfram notó que le costaba respirar. De acuerdo, esto estaba mal, muy mal. Tenía que hacer algo ¡y pronto!

—No, mejor no. Quiero escuchar tus gemidos. Quiero que aclames mi nombre— resolvió con calma, y sin esperar replica, lo empujó para tomar distancia, pero siempre manteniendo la amenaza con su espada en alto—¡¿Qué esperas?! Colócate el puto collar ¡Ahora!— rugió clavando los ojos, que parecían querer salírsele de las órbitas, en él.

Su hermoso hermanastro adoptó de nuevo una mirada fría, pero seductora a sus ojos en cuanto se colocaba ese horrible collar con dije azul, sin embargo, sus temblorosas manos no pudieron sostenerlo con firmeza cayéndosele al suelo.

Wolfram alzó su mirada para encontrarse con la de Lukas que parecía impaciente y se limitó a mantenerse quieto.

—¡Recógelo y que ni se te ocurra hacer algo de lo que te puedas arrepentir!   

Lentamente, fue bajando hasta colocarse en cuclillas. Una vez a la altura de la cintura de su amenazador, reunió toda su fuerza acertándole un solo y certero golpe en el estomago con su codo haciendo que Lukas se inclinara hacia adelante con las manos sobre su abdomen, quejándose del dolor. Sin perder ni un segundo se incorporó del suelo y comenzó a correr a la salida, tomando su espada de paso.

 

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El ardiente líquido color rojizo parecido a la sangre cayó como una cascada sobre la copa. Una vez la hubo llenado, la llevo hasta sus labios para poder sentir como esa bebida le quemaba la garganta en tan solo un mortífero placer.

Anette caminó tambaleante hasta caer con torpeza sobre la cama de la habitación real, sintiéndola fría al instante - Si, su lecho estaba frio porque no tenía el calor de alguien más- Y quien se suponía tendría que brindarle ese calor en estos momentos estaba con otra mujer.

—Desgraciado…— logró balbucear, llevando su brazo hasta posarlo sobre sus ojos para así evitar que la luz de las velas se infiltrara en ellos. Pero no pasó mucho tiempo antes de que extendiera sus brazos y comenzara a reír frenéticamente, removiéndose sobre la cama. Tan solo el recordar, lo que ese bastardo hijo de perra debía estar sufriendo en estos precisos momentos la llenaba de una felicidad enfermiza y cruel. Eso la conformaba.

***FLASHBACK***

—Ya no tenemos nada que ver con los Bielefeld, hijo mío. Puedes hacer lo que quieras con ese engendro.

Lukas se removió de su asiento, cruzando al mismo tiempo su pierna. Colocándose la mano debajo de su mentón en una posición meditativa, le dijo:

—Sí, pero, lastimosamente es imposible llegar a él. Mi hermoso “ex hermanastro” siempre le pone seguro a la puerta de su habitación.

—Por eso no hay ningún problema—se apresuró a decir. Su hijo clavó su mirada azul en ella— Te daré la llave maestra que guarda mi futuro “ex marido” en su oficina y listo, no habrá obstáculo alguno— agregó con tranquilidad.

—Sin embargo, hay demasiados sirvientes y guardias rondando siempre ese pasillo. Obviamente él va a gritar pidiendo ayuda y ahí si acabaré en problemas con el mismísimo rey.

—El rey estará muy ocupado para escuchar las suplicas de su hijo—alegó con desprecio— Por los sirvientes no te preocupes, me encargaré personalmente de que los guardias hagan una ronda por el jardín y así tendrás el campo libre.

Lukas sonrió— No puedo negarme si me haces las cosas tan fáciles.

—Quiero que lo mates—interrumpió de repente con la voz fría y calculadora, inmediatamente su hijo borró la sonrisa de su rostro y se le quedó viendo con cierto deje de sorpresa— Si, hazlo sufrir una y otra vez hasta el punto en que él mismo desee su propia muerte. Borra toda evidencia en tu contra y después escapa sigiloso por el balcón.

Lukas pareció pensarlo por unos segundos, poco después volvió a sonreír

—Hecho— contestó finalmente y su desprecio se sumó también la furia. No dejaría que Wolfram y Shibuya fueran felices sobre su desgracia.

***ENDFLASHBACK***

—Seee… todo saldrá bien…—se dijo a sí misma— Me casaré Alexander y continuaré siendo reina… —rió— Soy invencible ¿Me escuchas…Willbert?... en cambio tú y tu Cheri sufrirán por el resto de sus largas vidas la muerte de su hijo…

Sus carcajadas eran infernales.

 

***********************

—¿Y bien? ¿Cómo te fue con Lady Anette?— preguntó Charles a Alexander en la sala de reuniones del edificio norte.

El aludido, quien era el único que se encontraba de pie, rio por lo bajo.

—Es una ingenua, está completamente segura de que estoy enamorado de ella—bufó— Ni que estuviera tan loco para casarme con una mujer tan arrogante.

Charles lo acompañó en sus risas al igual que los otros dos que estaban en la sala.

—Pero por lo menos así tendremos la certeza de que una parte del distrito Zweig nos apoyará—intervino Harry—Es una pena que ya no podamos contar con Martin, pero sus protestas nos demostraron que su fidelidad para la alianza en contra del Maou Mestizo es nula. No podemos confiar en él.

Alexander tomó asiento en la cabecera de la mesa con una actitud indiferente, luego dirigió su mirada hacia un pelirrojo que estaba sentado de brazos cruzados.

—¿Tienes algo que compartir con nosotros, Volker?— preguntó, alzando una de sus rubias y pobladas cejas.

El gobernador estaba tan absorto en sus pensamientos que dio un leve sobresalto, y volviendo a la realidad contestó:—¿No les parece extraño que Bastian y Friedrich no hayan regresado aún? Recuerden que todo esto también depende de los resultados de mañana.

La sala entera se quedó en silencio. Alexander arrugó la nariz cuando el embriagante licor de su copa pasó por su garganta.

—Bastian me comentó que se dirigían al Templo Imperial para disque asegurar su victoria o algo así…—explicó después de inclinarse en su silla y volver a llenar su copa.

—Irían a rezarle a los dioses para que no lo mate de seguro…—se mofó Harry.

—Ese mestizo el fuerte, pero Friedrich se le iguala en poder, hermanito—habló Charles en tono meditativo y agregó:—Mañana tendremos la batalla del siglo, de eso podemos estar seguros.

—Aun así, ninguno de nosotros desea ser gobernado por los Moscovitch—la voz de Alexander daba la seguridad requerida para convencer al más duro— Quedamos en que tampoco aceptaríamos a Friedrich como rey después de lo que se atrevió a hacerle a mi hijo. ¿Quedó claro? ¿Cierto? 

Después de un momento en silencio, en donde se intercambiaron algunas miradas, todos asintieron a la vez.

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Wolfram llegó finalmente hasta la puerta de salida solo para darse cuenta de que estaba bajo llave. Forcejaba y forcejaba la cerradura pero no cedía.

—“Maldición, maldición, maldición” — pensaba desesperado. 

—Estas atrapado fierecilla, no podrás escapar.

Tras escuchar la maliciosa voz de ese infeliz, Wolfram se dio media vuelta para encararlo. La expresión de Lukas le decía que tenía poco tiempo para escapar de ahí.

Entonces, por acto de reflejo, desenfundó la espada, se colocó en modo de ataque y le dijo firmemente: —Entonces tendré que matarte para escapar de aquí.

Lukas, cuyas pupilas estaban dilatas y tenía su boca abierta en una sonrisa enfermiza y tétrica, soltó a reír a carcajadas. El príncipe frunció el entrecejo sin apartar ni un solo instante la mirada de su contrincante.

—Inténtalo si puedes—le retó y se abalanzó sobre él con espada en mano.

Wolfram hizo uso de sus fuerzas para detener con su espada el ataque y tras ese siguieron unos y otros más. El sonido de los metales chochando inundaron las paredes de la habitación, los gritos de lucha resonaban al mismo tiempo que las estocadas.

La expresión de perturbación que acudió el semblante de Lukas había provocado que Wolfram soltara unas cuantas carcajadas de regocijo. En realidad no se esperaba que detrás de ese delicado cuerpo se escondiera un poderoso contrincante.

Lukas trató de desarmar a Wolfram pero su pie resbaló con el dije de corazón oscuro que estaba en el suelo y se tambaleó. Al instante, el príncipe se lanzó sobre él y lo obligó a soltar la espada tratando con todas sus fuerzas de clavar la suya en su cuello.

Lukas lo esquivó doblando al mismo tiempo la mano de Wolfram hacia atrás haciéndole soltar la espada y gemir de dolor, quedando ambos desarmados. Le puso la zancadilla y los dos cayeron juntos, rodando en el piso y batiéndose a golpes.

Lukas le iba a dar un puñetazo en la cara a Wolfram pero éste se cubrió con su antebrazo y rápidamente le dio un rodillazo en el estomago. Al dejarlo momentáneamente sin aire, el príncipe corrió para alcanzar de nueva cuenta su espada. Sin embargo, Lukas lo agarró del tobillo haciéndole caer tendido con la cara hacia el suelo momento en que aprovechó para tomarlo por la cintura, levantarlo y cargarlo sobre su hombro, como un costal, hacia la cama.

—¡Ya verás lo que te espera!—amenazó mientras sentía como hacía esfuerzos enormes por librarse de su agarre. Una vez al borde, lo arrojó sobre el lecho y de inmediato se acostó sobre él.

—¡Suéltame! ¡Maldito!— exigía el rubio, sin darle tregua a su agresor, dándole al mismo tiempo un puñetazo en el ojo derecho.

Lukas sintió de inmediato el dolor y se quejó, el pómulo le ardía y estaba seguro de que se le hincharía, pero eso solo hizo que deseara con más ganas tomar el cuerpo de quien tenía debajo de él. Sin perder tiempo, le desgarró, prácticamente, la tela del camisón azul que usaba dejándolo en interiores y maravillándose al mismo tiempo con lo que sus ojos apreciaban. Alzó los brazos de Wolfram y le tomo por las muñecas para seguir apreciándolo.

—Eres condenadamente bello…—murmuró con voz ronca de excitación—Maldito Shibuya, cuanta suerte tuvo el desgraciado…

Wolfram respiraba agitadamente después del desgaste físico de la pelea y del forcejeo, agregado a ese sentimiento de pánico que le oprimía el corazón. En cuando vio claramente como Lukas acercaba sus labios a los suyos para besarlo, reaccionó. Acumuló toda la saliva que pudo encontrar en su garganta y le escupió a la cara. Lukas se limpió el rostro y, al instante lo golpeó haciendo que un hilillo de sangre brotaba de la comisura de sus labios.

—¡No me retes! ¡Imbécil!, ¡ó cedes o de verdad te haré chillar de dolor!

A su amenaza le siguió el clavar sus uñas sobre las largas y bien torneadas piernas del príncipe, quien emitió un agudo alarido de dolor. Unas líneas rojas—sangre—salieron de las heridas, y eso lo excitó más.

Acto seguido, Lukas se bajó la cremallera del pantalón y se lo bajó junto con su ropa interior hasta las rodillas sacando a relucir su miembro erecto. Wolfram tragó grueso, sintiendo repugnancia. Siguió forcejando pero nada lo había preparado para lo que pasó después: Lukas clavó sus dientes en el níveo cuello de Wolfram dejándole una horrenda marca en la piel.

Wolfram abandonó la lucha por un momento, paralizado por el terror. ¡Ese tipo lo había mordido!, ¡ese tipo se atrevió a marcarlo! Juró a si mismo que lo mataría ¡Esto no se quedaría así!

Preso del coraje y de la indignación del momento, Wolfram le lanzó con toda la fuerza que pudo encontrar en su interior una patada a Lukas en la entrepierna, éste de inmediato quedó aturdido ante semejante golpe. Al dejarlo indispuesto por un momento, le dio otra patada en el estómago, luego lo levantó de la solapa de la camisa y le clavó un tremendo puñetazo en la mandíbula. Estaba a punto de darle otro igual pero Lukas se le abalanzó por detrás usando la agilidad del aire y lo tiro a la cama. Se sentó sobre su espalda, le retorció un brazo hasta que empezó a gritar de dolor y luego le agarró un buen mechón de la melena.

—¡¿Lo sientes?!…¿sientes mi miembro sobre tu trasero?—meneó sus caderas para que el otro pudiera sentir su hombría —Acostúmbrate, porque pronto lo tendrás dentro de tu agujerito…

—¡NUNCA!—gritó con toda su alma, y diciendo esto agarró la mano de Lukas que le sostenía el cabello, arrancándose unos cuantos de paso, y le mordió el brazo hasta clavar sus dientes muy al fondo de su piel.

Lukas soltó tremendo grito cuando sintió ese agudo y caliente dolor en el brazo. Para libarse, comenzó a golpearle la cabeza con el puño que tenia libre pero por más que aumentaba la potencia de sus golpes, no cedía.

—No me dejas alternativa, si no quieres ser mío en este mundo, ¡Nos iremos juntos al infierno!— gritó Lukas fuera de sí.

La locura invadió la mente del pupilo del Maou de fuego.

Levantó la mano y comenzó a lanzar ataques de fuego por toda la habitación, haciendo que finalmente Wolfram lo soltase pero solo para darle otro puñetazo en la mandíbula y dejarlo noqueado, y tendido en la cama.

Wolfram apartó el cuerpo inconsciente que estaba sobre él sin ninguna delicadeza y se levantó a toda prisa solo para darse cuenta de que estaba en medio de un terrible incendio. Los roperos de madera ardían en llamas al igual que la mini sala de su habitación, los cuadros, las cortinas, los baúles. El fuego creció tan rápidamente que todo estaba prendido.

Movió su cabeza en todas direcciones tratando de encontrar una salida. ¡No tenía mucho tiempo! Las partículas fundidas del sofá y la alfombra ya estaban ardiendo. La temperatura a un metro del techo era de unos 260°C.

Wolfram entró en pánico de nueva cuenta. El espacio comenzaba a llenarse por completo de humo toxico haciéndole la huída más complicada. Justo en ese momento, recordó que había guardado algo muy importante en su maleta y, como pudo, esquivó unos cuantos bloques de madera que cayeron al suelo ardiendo en llamas y logró llegar a ella.  Abrió la maleta y sacó el cuaderno de dibujo, luego, volviendo a hacer el mismo procedimiento, llegó hasta el dije de corazón y lo agarró con una mano antes de que un pedazo de madera del techo le cayera a él encima. Lamentablemente, no pudo salvar el cuadro que ya ardía en llamas. Reprimió unas lágrimas más por la pérdida de ese cuadro que por el ardor que comenzaba a sentir en su cuerpo semidesnudo causado por la temperatura que ya había subido superando los 760°C. El calor acumulado hacia arder todo y las ventanas que no estaban abiertas empezaron a romperse dejando escapar las fuertes llamaradas al exterior.

Seguramente se darían cuenta que su cuarto estaba ardiendo en llamas, pensó con poca esperanza. Solo le quedó hacerse ovillo en una esquina y esperar paciente un milagro. Un milagro que tenía el nombre de Yuuri Shibuya.

Wolfram apretó el cuaderno de dibujo contra su pecho y con voz temblorosa aclamaba a una sola persona:—Yuu…ri… sálvame…

 

 

*****************

Finalmente llegaron al gran portón de entrada del Castillo Imperial y una vez ahí se dirigieron a los establos para guardar sus caballos.

—Yuuri, ¿Estás bien?—preguntó Conrad, quien desde hace rato veía al rey con el rostro intranquilo, éste lo volvió a ver manteniendo su semblante preocupado— Oye, tranquilo, seguramente lograremos de una u otra forma convencer a…—agregó mientras le daba unas palmaditas en el hombro.

—¡No es por eso!—interrumpió— Es que me duele aquí—explicó, señalando  su corazón—No lo sé, es como un mal presentimiento—bajó la cabeza y la sacudió un par de veces y después alzando la cabeza de nuevo se dirigió en voz alta a los demás— Chicos, me adelantaré.  No me esperen en el edificio, me quedaré con Wolf de una vez.

Un gesto de enfurruñamiento apareció en el rostro de Gunter, Gwendal y Waltorana quienes eran los más delicados en cuanto al tipo de “relación” que llevaban ese par de jóvenes, por más consentidores que se habían comportado en el pasado. Aun no estaban casados y, aun así, desde hace ocho años rompieron la regla de no dormir juntos antes de la noche de bodas. Ni por mas “comprometidos” que estén, no era correcto.

Ariel, en cambio, solamente sonrió pretencioso. Dimitri tenía planeado tener unas palabras con su hermano mayor por lo que no le tomó importancia al anuncio del Maou.

No habían dado muchos pasos cuando vieron a un grupo de soldados corriendo de un lado a otro, trayendo y dejando baldes de agua. Alzaron su cabeza para ver al cielo y un humo grisáceo se podía distinguir gracias a la luz de la luna.

—Esto está mal…—susurró Gunter frunciendo el ceño. Gwendal y Conrad asintieron a sus palabras

Yuuri contuvo el aliento y se echó a correr, con el corazón latiéndoles aceleradamente. Los demás le siguieron sin pensarlo dos veces. El peor temor que los aquejaba durante la travesía se hizo realidad: Se trataba de la habitación de Wolfram. ¡Estaba ardiendo en llamas!

***********************

Se ajustó el último botón de su traje y se puso de pie. Detrás de él, una rubia esbelta y bien proporcionada se ajustaba el zapato de tacón en su pie derecho, la última prenda que le faltaba para estar completamente vestida.

Él cerró los ojos con fuerza, como si al cerrarlos y volver a abrirlos cambiaría de alguna forma lo que momentos antes había sucedido entre ellos, pero nada cambió. Después de tantos acontecimientos calamitosos entre ambos. Después de tantos años de negársele, finalmente había caído en la tentación. Hace unos momentos, su cuerpo estaba apremiantemente duro debido a una lujuria tan intensa que el mero deseo de ella lo hacía experimentar. Percibió sensaciones que creyó haber olvidado. El placer de tenerla desnuda sobre él, con sus pezones duros y mojados. Reluciendo al pasar su lengua. Y sus labios, volvió a probar sus dulces labios que eran como su elixir de vida. Pero todo esto fue un error. Una treta. Un método de persuasión para liberar a su hijo de su destino. Eso lo sabía muy bien. Un sentimiento de culpa lo dominó poco después. Le había sido infiel a Anette bajo el mismo techo. ¡A ella! que siempre se comportaba como la esposa perfecta. Se golpeó mentalmente por ello y caminó sin voltear a la salida. Pero una dulce voz lo detuvo.

—Will… ¿Qué pasará ahora?

Sorprendido por la pregunta que no esperaba, él guardo silencio por un momento antes de contestar:—Nada, supongo… Esto fue un error. Un maldito error…—agregó en un susurro.

Cecilie permaneció unos pasos alejada. Su respuesta la hirió. Presionó su pecho con una mano, tratando de disminuir los fuertes latidos de su corazón que se destrozaba. ¿Un error? ¿Por qué siempre terminaba siendo un error en su vida?

—Escucha…Che-Cecilie—corrigió. Ya no quería tratarla con su nombre de cariño, eso significaba una cercanía que prefería no asumir— Estoy casado con una buena mujer, ahora mismo me siento terrible por ello— al terminar, respiró hondo y agachó la cabeza.

—Pe-pero… tú sigues sintiendo algo por mí, al igual que--

—Y por eso te aprovechaste de mi ingenuidad—la interrumpió con cierto deje de reproche—No mientas…

—¿Por qué te mentiría?—cuestionó dolida—Dime, si mis palabras no fueron suficientes para ti, ¿Podría mi cuerpo hablar por mi?—se acercó a él y lo abrazó por la espalda—Mis besos fueron sinceros, mis caricias también, ¿Porque te niegas al amor que te profeso?  

Willbert contenía la respiración en cuanto la escuchaba. En ese momento, su agotado estado mental no le permitía pensar con claridad por lo que se limitó a cerrar los ojos y emitir una frase en un suspiro. —Eres la tentación convertida en mujer Cecilie…

Una conmoción proviniendo de los pasillos llamó su atención. Eran las voces de los soldados en guardia. Segundos después se oyó el llamado a la puerta. Eran unos fuertes portazos. Ambos fruncieron el entrecejo ante semejante escándalo y se obligaron a separarse, momento en que el ojiazul aprovechó para abrir la puerta.

—¡Ma-majestad!…—exclamó sin aire el guardia que llamaba a la puerta, después de entrar al salón— ¡Ah! ¡Lady Cecilie, también está aquí!

—¿Qué sucede?—preguntó el rey contrariado ante la pinta del guardia, quien tenía la cara pálida y mojada en sudor.

—¡¡Emergencia, un incendio!!

Willbert y Cecilie abrieron los ojos grandemente para manifestar su desconcierto —¡¿Dónde?! —preguntó el Maou de inmediato.

—En…—el guardia se mojó los labios antes de terminar la oración— ¡En la habitación de su alteza, el príncipe Wolfram!

—¡Wolfram!—gritaron ambos padres con angustia. Y sin perder más tiempo se echaron a correr por los pasillos, rogando a los dioses que su hijo hubiera escapado a tiempo.  

 

***************************

—¡Wolfram! ¡Wolfraaaam!

Yuuri no dejaba de gritar su nombre buscándolo entre la cortina de humo que embargaba la habitación entera. Gracias a su habilidad de Majutsu de aire, había logrado acortar la distancia, volando sobre el balcón.

Preso del abatimiento al no encontrarlo en ningún lado, entro a modo Maou. Con su grandísimo poder, logró extinguir el fuego en un minuto. Sin perder tiempo siguió buscándolo entre los escombros logrando notar entre ellos un mechón rubio cubierto por ceniza. Sus ojos se iluminaron extrañamente y su respiración se aceleró

En algún momento, una persona logró salir de los escombros por sí solo. Después los demás entraban a la escena. Willbert y Cecilie con el corazón en un hilo.

—¿Lukas?— lo reconoció perturbado el rey, mirándolo de pies a cabeza con el ceño fruncido. Era fácil notar que tenía los pantalones debajo de la rodilla y no quería pensar que era por lo que sospechaba porque si era así, conocería en carne viva la furia del Maou de fuego. El menor se limitó a tragar en seco. — ¿Qué..?

Gwendal y Conrad habían llegado. Ambos estaban visiblemente pálidos del susto, con una expresión dolorida en el rostro. Waltorana se lograba mantener en pie solamente gracias a la ayuda de Gunter, pues al entrar a la habitación, literalmente calcinada, sintió un fuerte mareo de angustia, su mente no dejaba de repetir: ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Que mi sobrino este a salvo! ¡Por los dioses esto no puede estar pasando!

Yuuri por fin pudo lograr liberar a su prometido de los escombros y una vez libre lo acunó sobre su regazo. Wolfram estaba inconsciente, no reaccionaba.  

—¡Wolfram!— le llamó en un susurro— ¡Mi amor, mi vida! ¡Reacciona!

—¡No!— Cecilie gritó con agonía mientras lloraba cayendo de rodillas al suelo. Willbert estaba en shock, prácticamente su corazón dejó de latir por un segundo.

Aterrorizado,  Yuuri  empezó a sacudirlo con desesperación. Se negaba a aceptar que tenía el cadáver de su prometido entre sus brazos.

—¡Wolfram!— su voz estaba ronca, sus ojos no dejaban de llorar— Wolfram— siguió llamándole. No despertaba ¡Maldición! ¡Esto no podía estar pasando! finalmente, gritó con todas sus fuerza — ¡WOLFRAAAAAM!

 

Esta historia continuará. 

Notas finales:

¡Kunay_dlz aquí necesitamos el ataúd para Lukas! (T.T) ¡¡yo lo mato!!! ¿Quién me apoya?

Una pregunta: ¿Me salio muy Uke Wolf? si es asi, lo lamento. A veces me sale muy occ- eso creo yo. >.< 

Anuncio: Posiblemente actualice una vez a la semana de aquí en adelante. Siempre guardo buena parte de mi tiempo para escribir, cosa que me encanta y lo hago con todo placer. Pero ahora se me ha acortado el tiempo. De a poquitos llegaremos al final. Quedan unos cuatro capítulos y los dos epilogos: el Mpreg y el que no lo es. Para terminar. Ó quien sabe y siga actualizando dos veces a la semana. Yo ruego para que así sea.

En el próximo capítulo del Rencor contra el Amor. ¿De verdad quieres saber? Na, no lo haré. Ok, ok. No te enfades ¡Aquí va!

Un padre amoroso y consentidor en el fondo de su apariencia dura e impecable, Una madre cariñosa, unos hermanos sobreprotectores, un tío consentidor y un novio capaz de arriesgar su vida por él se enfrentaran a una dura prueba.

—¡Wolfram, reacciona por favor!

Antes de luchar contra las arpías del inframundo deberán luchar contra una arpía convertida en mujer.

—La manzana no cae muy lejos del árbol--- Es igualito a la madre, capaces de acostarse con maridos ajenos bajo el mismo techo de la fiel y amorosa esposa. Una pobre víctima de sus mentiras…

A Willbert le llueve sobre mojado

—¡Majestad! ¡No me atrevería a interrumpir de esta manera si no fuera algo de suma importancia!— gritó con desesperación el soldado.

—Maldita sea

Y un secreto revelado.

Próximamente.

 (T.T) quiero llorar.

 


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