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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Sus comentaros hacen estragos en mi porque me pongo a escribir como maniática :3

Aquí otro capítulo. Muchas gracias por comentar y si no lo has hecho anímate. Si tienes alguna sugerencia o algo no lo dudes. Siempre y cuando sea con el debido respeto. Porque haya abajo en las notas finales les voy a pedir algo xD… ¡no es dinero! Jajaja

Sandy, Princesa Isis, bienvenidas mis niñas perdidas. Una porque tenía malita la compu y la otra porque no se había fijado, ya lo presentía xD  ¡lo sabia! en serio que  me alegraron mucho sus comentarios. Asi como los otros. De verdad Gracias.  

Capitulo 5

Emboscada.

Yuuri, acompañado por Gwendal y Waltorana, admiraba desde el barco la majestuosidad de la Ciudad Imperial. Después de tres días por fin habían llegado al país de Antiguo Makoku, cuna de grandes Mazoku como el gran rey original Shinou. Una exquisita arquitectura con finos detalles se extendía a lo largo de la ciudad que al mismo tiempo adornaba el vistoso camino hacia la plaza, clima templado, hermosos paisajes, a lo lejos se podía visualizar el volcán "Hefesto" del que les había hablado Shinou y que él una vez había visitado con su hermano mayor y más cerca se apreciaba el imponente Castillo Imperial.

—¡Por fin! ya estamos aquí —dijo Waltorana a Gwendal y Yuuri que estaban a su lado.

El más joven levantó al cielo sus grandes y expresivos ojos negros, cuyo semblante melancólico demostraba lo ansioso que estaba por ver al ser amado «Después de dos semanas, por fin nos volveremos a ver, pronto, muy pronto estaremos juntos, tengo que recuperarte a como dé lugar» pensó.

Una comitiva de cuatro soldados les dio la bienvenida. Era una visita oficial por tanto debían ofrecerle el debido respeto al Maou de Shin Makoku y a los Nobles.

Al bajar del barco un carruaje los esperaba.

—Bienvenidos sean, Yuuri heika, Lord von Voltaire y Lord von Bielefeld, mi señor me ha ordenado escoltarlos hasta el Castillo Imperial donde se alojaran los participantes del torneo —enunció con respeto un soldado después de inclinarse sobre una rodilla.

—Muchas Gracias —respondieron Yuuri, Waltorana y Gwendal al mismo tiempo. Se limitaron a seguirlos en silencio hasta llegar al carruaje.

**********************************************

En el Castillo Imperial la servidumbre y el resto de soldados preparaban todo lo necesario para la fiesta de bienvenida a los participantes del torneo, todos corrían de un lado a otro dejando y trayendo cualquier clase de cosas desde las cortinas más finas, las mesas, los adornos, la vajilla, las velas, los candelabros.

Los jardineros hacían arte con los arbustos del jardín exterior y las rosas de las cuales arreglaban unos ramos y las colocaban pulcramente en unos floreros, en la cocina los mejores cocineros de la región preparaban suculentos platillos dignos del paladar del orgulloso y respetado Rey Willbert. Los instrumentos musicales eran colocados desde ya por los músicos que empezaban a practicar las melodías para la velada.

Lady Anette se la había pasado toda la mañana decidiendo los preparativos de la fiesta, desde que se casó con el rey Willbert hace un mes era la encargada de los asuntos públicos del país, era su deber mantener las relaciones sociales con los gobernantes de los demás distritos y por supuesto este evento no podía ser la excepción, aunque fuera más que todo por agradar a ese mocoso.

***Flash Back***

¿Una fiesta de bienvenida para los participante del torneo? preguntó ella después de acudir a la oficina de su esposo pues la había mandado llamar.

Willbert estaba dándole la espalda. viendo a través de la ventana a su hijo que leía sentado en una banca del jardín, así se distraía él la mayoría del tiempo que llevaba viviendo en el castillo.

Quiero que mi hijo socialice con la nobleza de Antiguo Makoku, tal vez si alguno de los participantes le simpatiza deje esa extraña obsesión que tiene por ese tal Yuuri Shibuya... No voy a darle la mano de mi hijo a alguien que no lo merezca.

¿Por qué no comprometerlo de una vez con Lukas?... preguntó Anette, insinuante.

El rey rió por unos momentos y ella arrugó el ceño.

Quien se case con mi hijo será el próximo Maou, no estaré tranquilo hasta cerciorarme que el que ocupe mi puesto sea digno de ser llamado Rey de Antiguo Makoku.

La mujer alzó una ceja renuente con la idea, su hijo era lo suficientemente capacitado para el puesto no era necesario un torneo para demostrar tal cosa.

Aunque debo decirte que él es mi favorito —añadió Wilbert.

***Fin del flashback***

Le conocía lo suficiente como para saber cuándo una conversación iba a resultar infructuosa, así que prefirió no decir nada más.

—Lady Anette, debe elegir el color de los manteles para las mesas —le dijo una sirvienta con respeto, interrumpiendo sus pensamientos.

—Por supuesto, en seguida voy- respondió amable al reaccionar. La muchacha hizo una leve inclinación y se retiró. Ella se quedó pensativa por unos cuantos segundos—. Tienes que ganar Lukas... —murmuró declarando aquello por conveniencia.

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En una de las habitaciones principales Wolfram veía a través de la ventana que daba al patio trasero, se entretenía observando el entrenamiento de los soldados de las tropas Moscovicht los cuales se levantaban desde muy temprano para comenzar con los ejercicios diarios, sintió melancolía por su guardia personal, para él no eran simples soldados sino sus camaradas y los extrañaba de cierta manera.

Esa noche volvería a ver a Yuuri, su padre ya le había anunciado acerca de la fiesta, no sabía si sentirse contento o asustado por el hecho de que participaría en el torneo, últimamente tormentosas pesadillas lo asechaban por las noches en las cuales veía a su prometido en peligro de muerte no obstante y pese a todas las barreras ardía en deseos por verlo a los ojos, tocarlo y sentir la calidez de su piel, besarlo, abrazarlo y repetirle una y otra vez cuanto lo amaba. Él no era una persona tan expresiva, así era simplemente su personalidad pero por esta vez estaba dispuesto a dejar de lado su timidez y su recato solo para disfrutar plenamente su amor.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que alguien entró en su habitación.

******************************************

Bastian von Moscovitch estaba en su oficina, sentado con los pies sobre el escritorio, reclinaba de vez en cuando la silla para atrás en una actitud despreocupada, su hijo se paseaba de un lado a otro ansioso por recibir unas cuantas noticias.

—¿Por qué tardaran tanto? —preguntó el más joven, deteniendo sus paseos.

—Es solo cuestión de horas Friedrich, Ese Mestizo rey está acabado. —replicó Bastian con cierto aire de franqueza y seguridad tranquilizando de inmediato a su hijo.

—Ya quiero ver la cara que pondrá Wolfram cuando se entere que su amor está muerto —comentó de repente. Sus ojos destilaban un brillo de maldad y una sonrisa retorcida se formó en su rostro—. Y en esos momentos, yo seré quien lo consuele. Wolfram no tendrá más remedio que refugiarse en mis brazos.

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Se acercaba al príncipe con sigilo, no se había enterado de su intervención al dormitorio y verlo así era sumamente tentador. Paso a Paso fue acortando distancias.

Wolfram continuaba mirando a través de la ventana, pero era muy listo y pudo visualizar perfectamente a quien tenía detrás, esperó unos cuantos segundos su ataque antes de hacer su movimiento. Era un soldado entrenado para reaccionar a esta clase de situaciones, se juró a si mismo que esa persona que había intentado atacarlo por la espalda lo pagaría muy caro.

Un poco más pensaba esa persona mientras dedos se dirigían al cuerpo del príncipe pero no contó con que éste se daría la vuelta rápidamente y en un veloz movimiento se colocaría detrás de ella y fue él quien termino pinchándole las costillas.

—¡Ah! alteza... ¡Me descubrió! —se quejó una linda pelirrosa entre risas.

—Más que un príncipe soy un soldado, Hilda —También rió amenamente—. No podía permitir caer en esta broma. —agregó y sonrió como nunca antes desde que llegó a ese castillo.

—Hoy si está de buen ánimo —comentó ella risueña mientras caminaba dándole la espalda y colocaba el traje que él utilizaría esa noche sobre la cama—. ¡Ah! ¡Ya entendí! es porque hoy vendrá su amado ¿verdad? Y se podrán ver esta noche —insinuó soñadora—. Esa sonrisa es de enamorado. —La muchacha dio la media vuelta encontrando a un sonrojando príncipe.

—Bueno... si estoy de cierta manera contento ¡pero hasta allí! —replicó al tiempo que volvía a la silla del escritorio tratando de ocultar ese lindo rubor en sus mejillas. Desear verlo era poco comparado con lo que realmente quería, si deseaba besarlo hasta que sus labios reventaran.

Ambos sonrieron por igual. Su cercanía se había fortalecido en los últimos días, Hilda aparte de ser una persona amable era muy graciosa. Alguien entró a la habitación cortando el ambiente, la sonrisa de la muchacha se desvaneció e hizo una reverencia.

—Hilda, déjame a solas con mi hijo —ordenó, Wilbert al tiempo que se acercaba a él.

—¡A la orden majestad! —La doncella salió inmediatamente de la habitación dejándolos a solas.

El menor se puso de pie y el mayor sacó de una cajita de terciopelo un anillo de oro con un gran zafiro al centro, también un broche de oro con la forma de un ave fénix, las alas y el cuerpo de dicho pájaro eran hechas de rubíes, el fénix representaba el fuego candente de la Nación de Antiguo Makoku pues la mayoría de mazoku controlaban ese elemento.

—Hoy ha llegado el día en que por fin te daré esto, lo he esperado por mucho tiempo, Este es tu regalo de cumpleaños atrasado —confesó Wilbert al tiempo que colocaba el anillo en el dedo de su hijo. El príncipe sonrió suavemente por la manera en que lo dijo, como quien intenta disculparse por un olvido—. Y esto, simboliza tu lazo definitivo con este país.

El oji-cielo colocó el broche sobre la chaqueta de su hijo.

Wolfram sentía su corazón latir hasta el punto de golpear fuertemente su pecho. No deseaba quedarse en el Castillo Imperial, quería regresar a Pacto de Sangre al lado de sus hermanos y su madre con Yuuri como su esposo. Su semblante tranquilo ahora parecía melancólico.

—Padre...

Wilbert, al ver la cara de su hijo, entendió perfectamente lo que le quería decir.

—Lo sabías, tarde o temprano tomarías el lugar que te corresponde y eso se está cumpliendo en estos momentos. —Su rostro se endureció y su mirada se tornó cortante.

—Si Yuuri heika gana el campeonato... —Wolfram no supo de dónde sacó el valor para alegar de esa manera a su padre, quizá era más fuerte el amor que el miedo.

—No será así... —le interrumpió su padre seriamente—. Eso también lo sabes.

—Pero si en dado caso, si ganara el campeonato —insistió—. ¿Me dejara ir?-

—¡No puedo creer escuchar eso de ti! cuando desde pequeño se te inculcó mantener distancia con esa raza inferior.

Wolfram bajó la cabeza para después apretar sus puños. Era un claro regaño de parte de su padre

—¿Por qué? —preguntó Wilbert con resentimiento—. ¡¿Por qué insistes en desobedecerme?!

—Lo amo... —musitó Wolfram quedamente—. Amo a Yuuri heika, y este amor es más grande que mi orgullo —Le dio la cara y lo miró directo a los ojos retándolo—. Respóndame y sea sincero conmigo por favor... Si Yuuri heika gana el campeonato ¿aceptará mi matrimonio con él?

Esperaba callado preguntándose qué carajos pasaba por su mente al revelarse así contra su padre. Willbert pareció meditarlo por un momento.

—Con mi honor en juego que así será —respondió Wilbert finalmente entre dientes. Era la primera vez que su tierno heredero se le revelaba, de nuevo todo culpa de estar rodeado de indisciplinados humanos y mestizos. Definitivamente debía acabar con ese lazo que lo unía a Shin Makoku—. Debo irme a atender otros asuntos —cortó como si nada y le dio un beso en la frente a su hijo.

Wolfram suspiró amargamente cuando su padre salió de la recamara, lo había dejado con una extraña inquietud, porque no creía que sería tan fácil que su padre abandonara la idea de separarlo definitivamente de su prometido media sangre. En seguida se dirigió a una gaveta de madera y de ahí saco el pañuelo que su madre le había obsequiado antes de que todo esto ocurriera, se sentó en la cama y apretó fuertemente ese pañuelo bordado con amor sobre su pecho.

*****************************

Yuuri y sus acompañantes se dirigían al Castillo Imperial, todo parecía estar en relativa calma. Dos solados cabalgaban sobre sus caballos uno a cada lado del carruaje, los otros dos guiaban los caballos.

Dentro del transporte todos se mantenían en silencio. Yuuri miraba por la ventanilla para distraerse debía reconocer que la ciudad era impresionante, Gwendal de brazos cruzados y con la cabeza agachada en una pose meditativa, Waltorana tranquilamente leía un libro de pactos espirituales. De repente se escuchó un estruendoso sonido afuera y el carruaje dejó de andar.

—Yuuri heika —avisó Gwendal, afilando su mirada, y se llevó una mano a la cintura de donde pendía su larga espada, como general no se permitía salir sin ella.

—¡Sí! contestó el aludido al instante y también desenvainó su espada—. Lord Waltorana quédese aquí —ordenó a éste que se mantenía serio.

—Permítame ayudarle a Lord Voltaire y usted quédese aquí —respondió Waltorana al instante.

—Entonces vamos los tres... ¿de acuerdo?

Tanto Gwendal como Waltorana asintieron a la proposición del rey.

Con cuidado Gwendal fue abriendo la puerta poco a poco, al terminar de abrirla el panorama se mostraba tranquilo cuando sintieron como si alguien estuviera sobre el techo del carruaje y entonces comenzaron los ataques, Gwendal hizo una pirueta y salió por completo de su lugar atacando a uno que intentaba herirlo con la espada.

Waltorana apenas tuvo tiempo para desenvainar su arma blanca y antes de poder hacerlo recibió un golpe por la espalda, Yuuri de inmediato salió a su ayuda enfrentándose con dos armados, ladeó su cabeza para evitar que la punta de la espada del enemigo tocara su rostro aunque alcanzó a cortar unos mechones negros y él contra atacó hiriéndolos en los costados.

Uno de los bandidos se arrojó sobre Gwendal y lanzó un golpe directo a su estomago el otro sabiendo sus intenciones lo recibió con un puñetazo en la quijada dejándolo noqueado. El general puso especial atención al cuerpo tendido en el suelo, frunció el ceño y ardió en coraje.

Los soldados que los escoltaban también luchaban contra los delincuentes encapuchados chocando sus espadas y hundiendo de vez en cuando las puntas de sus armas al cuerpo del enemigo y viceversa. Dos de ellos aun montados sobre sus caballos atacaban fijando su brazo y espada horizontalmente en un ataque frontal logrando que los jinetes enemigos cayeran siendo atropellados por los mismos caballos terminando por rodar sobre el suelo mal heridos.

Después de haber sido sorprendido, el rubio noble pareció reaccionar parando los primeros golpes de esos tipos que habían formado un círculo rodeándolo, entonces hizo majutsu de fuego invocando a los espíritus quemando la piel de esos bandidos que después se revolcaban en dolor.

Yuuri se llevaba la peor parte pues a él siete bandidos lo atacaban a la vez con majutsu de tierra, sentía como la fuerza le iba faltando después de defenderse exitosamente de todos esos ataques usando majutsu de agua y tierra por separado. El moreno rey alzó su espada "Morgif" y a esta acción los sujetos contestaron desenvainando sus armas, pero no contaron con que la espada del rey comenzaría a brillar de un color azul y a desprender unos extraños ataques que los dejaron sin acción y en segundos cayeron al suelo. El cuerpo de Yuuri brillaba mas no era su forma Maou esta vez sino que tenía su propia conciencia aunque sus ojos estaban más fríos y calculadores. Los bandidos decidieron huir de la escena dejando solo a los cuatro soldados, los nobles y el rey en el camino.

—¿Se encuentran bien? —preguntó entrecortadamente debido al cansancio uno de los soldados recibiendo apenas un asentimiento por parte de todos que también recuperaban el aliento.

—Nuestras más sinceras disculpas —reaccionó otro inclinándose ante los nobles al igual que los otros tres—. Esto no suele suceder en este país —explicó apenado, sobre todo porque uno de ellos era el querido hermano del rey Willbert.

—¡Esto fue una emboscada! —espetó Gwendal, furioso—. Es evidente que alguien no quiere que llegue con vida al castillo, Su Majestad.

Los soldados abrieron grandemente los ojos ¿Quién querría hacer tal cosa?.

—¿Creen que...? —Yuuri no pudo completar la pregunta... ¿Willbert sería capaz de hacer algo tan bajo? Por lo orgulloso que decían que era lo dudaba completamente.

—¡No!...No ¡Mi hermano mayor no mandaría a hacer algo así! —Negó de inmediato el noble Bielefeld comprendiendo perfectamente las insinuaciones del Maou.

—Con todo respeto, nosotros seriamos capaces de poner las manos al fuego por nuestro rey —intervino de nuevo el mismo soldado que parecía ser el líder—. El rey Willbert nos ordenó escoltar a salvo a su hermano hasta el castillo.

—¡Ven! —exclamó de inmediato el oji-verde defendiendo a su hermano mayor. Si tenía ciertos puntos en contra pero no lo creía capaz algo tan ruin.

—No se preocupen, lo importante es que todos estamos bien... bueno en lo que cabe —respondió Yuuri amablemente, colocándose la mano detrás de la cabeza. Era tan característico de él no guardar rencor, a menos que fuera algo que involucrara a su prometido y ahí si sacaban lo peor de él.

—Yo no me refería a Willbert cuando dije que alguien no nos quería aquí —susurró Gwendal, apretando sus puños fuertemente.

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Después de esperar en vano por las noticias de sus cómplices, Friedrich decidió ir por un vaso con agua a la cocina encontrándose en el pasillo con alguien muy pero muy especial para él.

—¡Wolfram san! —le llamó al instante al reconocerlo y a paso veloz se acercó a él.

—¿Friedrich san?... —logró responder preguntándose que era esa extraña actitud de repente—. ¿Qué sucede? —se atrevió a preguntar.

—Nada... es solo que es poco común verlo, ya sabe si no está en su cuarto está en la biblioteca...

—No creo que eso tenga algo de malo —le cortó Wolfram un poco incomodo.

—¡No!...para nada —al momento de decir estas palabras pasaban un grupo de sirvientes apresurados en llevar los jarrones con flores al salón, ellos se hicieron a un lado para dejarlos pasar—. Todo está casi listo para la presentación de los participantes —susurró Friedrich, sonriendo.

—No quiero que me lo recuerde —comentó Wolfram mientras cruzaba los brazos—. A propósito, ¿Cuál es su última palabra? —cuestionó seriamente—. ¿Dejará la competencia?

La tranquilidad del Noble Moscovitch se vio perturbada ante esa pregunta y su pecho se llenó de coraje

—Muy al contrario, mi querido Wolfram, estoy dispuesto a ganar esa competencia —respondió ofendido y furioso mientras le atravesaba con la mirada.

Wolfram sintió un escalofrío en su espalda al ver esos penetrantes ojos rojos clavados en él pero se llenó de valor.

—Entonces desde aquí termina nuestra amistad y créame que será un placer para mi verlo derrotado y humillado cuando pierda esa maldita competencia —El resentimiento destilaba de sus labio—. Cuando mi legitimo prometido le gane yo estaré ahí para verlo a usted caer. —Fue retrocediendo y giró elegantemente para finalmente alejarse del lugar.

«Eso ya lo veremos» —pensó el peli-carmín riéndose con burla de su ingenuidad. «Si supieras que en estos momentos tu querido y patético prometido debe estar muerto te tragarías esas palabras».

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—¿Me mando a llamar?

—¡Ah! Lukas, pasa —respondió Wilbert amablemente. Había mandado llamar a su hijastro porque quería darle unas cuantas indicaciones antes del torneo.

El joven prosiguió a sentarse frente al escritorio de su padrastro observando cómo éste meditaba lo que le iba a decir con una postura reclinada con los codos sobre el escritorio y ambas manos debajo de su barbilla.

—Escucha, Tengo un encargo muy importante para ti —comenzó directo al grano—. Quiero que acabes con Yuuri Shibuya si te toca luchar contra él en la competencia.

El plácido rostro de Lukas esbozo una sonrisa. Ese su plan inicial: acabar con ese mestizo que se creía rey.

—No me lo tiene siquiera que pedir majestad, ese es mi objetivo principal —admitió finalmente.

—¡Mátalo! —sentenció Wilbert con voz lúgubre y llena de odio.

—¡¿Qué?!... —Se tensó, su cara se contrajo en una mueca incrédula y sus ojos se abrieron de golpe ¡matar estaba prohibido en los torneos oficiales!

—Rompe esa regla de no matar al contrincante, haz que parezca un accidente, te prometo que no recibirás cargos en tu contra de eso me encargare personalmente.

—¿Y si me sacan de la competencia por esa falta?... Soy el más capacitado para ser tu sucesor, además me interesa tu hijo —alegó con más confianza, como solían tratarse—. Y tu sabes que a mí sí me puedes confiar tu mas valioso tesoro.

El rey lo meditó por un momento, necesitaba que Lukas fuera el ganador, había aprendido las funciones de un Rey demonio viviendo a su lado. Por la fuerza y la capacidad no se preocupaba, Lukas era muy poderoso y efectivamente era el que más le agradaba para yerno, confiaba plenamente en él y en que nunca lastimaría a su hijo.

—Haré que firmen un convenio en que aceptan que lucharán hasta el final no importando si pierden la vida al menos que se rindan, y los organizadores no se hacen responsables de lo que suceda en el combate—resolvió de inmediato con acierto—. ¿Qué dices?

No lo meditó por mucho tiempo.

—Si es así, Por supuesto que acepto —contestó entusiasmando. Ahora tenía toda la autorización para matarlo, le gustaba el rumbo que estaba tomando la situación, obviamente Shibuya no era lo suficientemente bueno como para enfrentarse por parejo a él o a cualquier otro Mazoku de Antiguo Makoku.

Justo después de pactar aquello, escucharon el toque de la puerta y al instante entró Anette.

—¡Ah! Vaya... no creí que mis dos amores estuvieran reunidos —comentó—. ¿Fortaleciendo relación Padre e Hijo?-

La mujer se quedó de pie detrás de la silla en donde estaba sentado su hijo poniéndole las manos sobre sus hombros.

—Más bien Suegro y Yerno... —respondió Lukas dándolo por hecho.

Willbert simplemente cerró sus ojos y medio sonrió.

«Padre e hijo» había llegado a pensar que tenía la peculiar manía de encariñarse rápido con los hijos de otros, se recriminó a si mismo ese hecho, recordaba con nostalgia los días en Shin Makoku viviendo al lado de Cecilie y Gwendal, es más, recordaba con cierta lastima al pequeño Conrad, desde pequeño obligado a acompañar a ese sujeto a peligrosas misiones y nunca se quejaba, aunque por esa razón tenía que soportar la presencia de ese infeliz en sus vidas.«El lazo que los une, un mestizo» Esa última invención de su mente traumatizada había sido una orden para abrir sus ojos y volver a la realidad-

—¿Deseas algo Anette?

—Solo avisarte que ya está todo listo para la fiesta de bienvenida y que algunos participantes ya comienzan a llegar; los sirvientes ya los están acomodando en sus habitaciones –contestó a su esposo.

—Sabes si ya están aquí...

—Aún no —respondió Anette de inmediato sin darle tiempo de terminar la pregunta—. Aún no han llegado los representantes de Shin Makoku —completó. A ella no la engañaba, la razón por la que le preguntó tal cosa era porque quería saber si aquella mujer estaría presente.

—Está bien, Gracias Anette —diciendo esto se puso de pie rodeando su escritorio para salir de la oficina, quería estar un tiempo a solas.

—De nada...cariño... —masculló con resentimiento mientras entornaba sus ojos. Wilbert se detuvo.

Cariño, esa simple palabra lo hacía estremecer y sentir una fuerte opresión en su corazón, porque así solía llamarlo ella, en realidad así llama a todos sus amantes.

—Si me disculpan... —dijo Wilbert finalmente antes de tomar el pomo de la puerta y girarlo para salir de allí.

Lady Anette cerró los ojos con disgusto al tiempo que rodeaba el escritorio y se sentaba en la silla antes ocupada por su marido.

—Madre... —el peli-violeta intentó decir algo pero su madre lo paró al instante haciendo una seña con la mano.

—Ahora no Lukas...

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—Friedrich, cálmate es solo cuestión de horas para que mis subordinados nos avisen que ese mestizo rey esta muerto —masculló Bastian. Su hijo ya había vuelto aunque más furioso que lo común.

—¿Estás seguro?...Te dije que enviaras los mejores soldados para matar de una buena vez a ese infeliz.

—Y lo hice... —contestó seguro de que todo saldría bien en sus planes. Bastian se levantó y sirvió una copa de licor a su hijo—. Cálmate, es uno medio mazoku del que estamos hablando, no tendrá oportunidad de escapar vivo.

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Mientras tanto en otro lugar cerca del castillo Imperial...

Un pajarito se paraba a descansar en la rama de un árbol, todo parecía estar en relativa calma y sosegad de repente el pajarito fue electrocutado por un rayo.

—¡Axel!... —recriminó quien acompañaba al que se atrevió a tal cosa—. ¡Es el colmo! tú en verdad no respetas la vida.

—En este mundo no hay cabida para los débiles, padre —comentó simple el muchacho. Ambos cabalgaban sobre sus poderosos caballos hacia el Castillo Imperial—. ¡Vamos! Apresurémonos, ya quiero que sea mañana, necesito pelear con alguien fuerte, más vale que no me toque con un debilucho —dijo al tiempo que golpeaba los costados de su caballo para acelerar el paso.

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Un carruaje se dirigía calmadamente al Castillo Imperial. En dicho carruaje se dirigían dos hermanas, la mayor tranquilamente miraba por la ventana, la menor jugaba con un puñal.

—¡Agh!... ¡estoy aburridísima! —se quejó la menor.

—¡¿Quieres dejar de quejarte Kristal?! Ya casi llegamos.

—¡Sí! —dijo dando un leve salto en su asiento al tiempo que alzaba sus manos, sus agraciados senos se movieron de arriba hacia abajo pues su escote dejaba apreciarlos con descaro—. Mi futuro esposo me espera... ¿Cómo dices que se llama el príncipe? —preguntó a su hermana mayor.

—Wolfram... Wolfram von Bielefeld —respondió harta de la misma pregunta.

—Seré la Maou y él será mi amor... ¡ahh! si es tan guapo como su padre no tendré problema alguno en adecuarme... —susurró soñadora.

«Menos mal que yo soy la que gobierna nuestro distrito y no esta descarada», pensó la mayor.

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Otro carruaje se dirigía al Castillo Imperial, en el que se encontraban dos hombres, abuelo y nieto. El menor leía un libro con mucho interés para así entretenerse durante el camino, un joven ilustrado y bien educado que con esa fachada ocultaba su verdadero poder.

—¡Mira Raimond! ya casi se visualiza el castillo —le comentó el mayor y el mencionado miró por la ventana.

El joven sacó una semilla de su bolsillo y aplicó majutsu haciendo que germinara una hermosa rosa.

—Mi futuro esposo será tan hermoso como esta rosa sin duda —comentó ensimismado viéndola—. Cuando sea el Maou un gran rosal cubrirá toda la entrada del castillo.

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Un hombre fuerte y musculoso acomodaba sus pertenencias en la habitación que se le había asignado en el castillo imperial, ansioso por comenzar con las batallas. Gobernador del distrito Rosenzweig, orgulloso altarero y arrogante.

—Muy bien Volker, mañana podrás patear unos cuantos traseros —al finalizar sonrió de medio lado—. O más bien quemarlos, sobre todo si es el trasero de un mestizo Maou

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—Harry, tienes que acomodar tus pertenencias, yo no lo haré por ti —reclamaba al parecer el hermano mayor a aquel que estaba acostado en la cama. Ese que se creía mejor que los demás, algo así como el amo del universo, estaba seguro que su ego aumentaría con ganar el título de Maou.

—Para eso están los criados —respondió sin darle importancia—. No me hagas perder fuerzas con eso.

—Fuerzas tienes mucha... —le rebatió colocando sus manos a la cintura en una actitud obvia, su hermano por fin le prestó atención.

—Soy invencible, no me permitiría perder en esta competencia —dijo confiado—. Quien se enfrente primero conmigo vera cerca la muerte... yo mismo haré su ataúd.

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—¡Maldición! —gritó Friedrich al enterarse por los subordinados de su padre que el plan había fracasado. El joven lanzó con furia la copa de vidrio contra la pared haciéndola añicos.

—¡Inútiles! —les dijo enfurecido el consejero a los que estaban hincados sobre una rodilla.

—El es muy fuerte... —se atrevió a murmurar un soldado.

—¡Es un Mestizo imbéciles! —escupió Bastian—. ¿Cómo pudieron siquiera dejar que pasará esto?— preguntó con ironía mientras se servía una copa de coñac.

—Los soldados que escoltaban a ese sujeto también eran los mejores de las tropas, el rey Willbert los eligió para escoltar a su hermano, señor.

—Así que viene Waltorana... —repitió con reproche, maldición, para colmo no se llevaba bien con él—¡Largo!... —Los soldados no reaccionaron de inmediato— ¡Que se larguen!

Los soldados así lo hicieron, aun estaban impactados por el poder de ese tipo de cabello y ojos negros.

Friedrich se pasó una mano por su cabello, esos mechones volvieron a su puesto de inmediato, ¡maldita sea! lo que quería era evitar que Wolfram y ese imbécil se vieran esta noche y ahora resulta que tiene suficiente poder como para enfrentarse a los soldados de sus tropas.

—Debemos estar alerta, mandaré a redoblar la seguridad y daré órdenes específicas de no dejar que el príncipe salga acompañado. —habló de repente Bastian, se quitó las gafas y empezó a pulirlas con un pañuelo, un extraño nerviosismo se había apoderado de su cuerpo.

—Suficiente ¿El maldito quiere venir a luchar por su "prometido"? —siseó con voz grave y su padre le miró serio— Más le vale estar preparado para una muerte lenta y dolorosa. —Apretó sus puños y dilató su mirada mientras sentía el ardor en su pecho llenó de maldad.

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Bajaron finalmente del carruaje, los soldados un poco débiles por la ardua batalla que habían tenido con esos bandidos, los invitados alzaron la vista al impotente Castillo Imperial.

Un mayordomo los recibió y enseguida los escoltó a sus habitaciones localizadas en el edificio frente a parte trasera del castillo, desde donde se veían unos balcones seguramente las habitaciones de los residentes.

—Esta noche habrá una fiesta de bienvenida para todos los participantes del torneo, les suplicamos sean puntuales —fueron las últimas palabras del sujeto con traje antes de retirarse.

Los tres entraron a la habitación asignada para Yuuri.

—Por fin, ya estamos aquí —se atrevió a romper el silencio Waltorana—. Ésta noche tenemos que estar preparados para todo.

—¿Creen que sigan los atentados?... —preguntó Yuuri mientras se dirigía a la ventana y abría las cortinas, el atardecer se apreciaba en su máximo esplendor.

—Lo mejor será acabar con esto de raíz —espetó Gwendal haciendo que el Maou se diera la vuelta curioso de lo que tenía que decir.

—¿A qué se refiere lord Voltaire? —se adelantó a preguntar Waltorana.

—Tengo una pista y creo saber quien estuvo detrás de esa emboscada —declaró mientras arrugaba la frente—. Y si piensa que se ha librado de ser acusado está muy equivocado.

 

Notas finales:

Gracias por leer.

 


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