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El umbral del Universo por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen a mí, sino que son propiedad del maravilloso Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

Espero que les guste este one-shot, surgido únicamente de la necesidad de escribir mientras escuchaba canciones que me daban mucho en lo que pensar :)

Una suave brisa se colaba por el Universo, una gran masa negra de puntos brillantes, tan lejos como distantes, que a simple vista no parecían más que hogares cálidos donde descansar tras un largo viaje alrededor de las galaxias.
    

    Se despertó de un profundo sueño y se levantó del suelo de su estrella. Miró de un lugar a otro, escudriñando entre los rincones más oscuros y vislumbrando también aquellas manchas de colores que ya le resultaban tan familiares. Entonces, dio un ligero salto y comenzó a flotar sobre la nada. Se sentía bien. Se sentía contento. Nada le perturbaba allí, y aunque supo de inmediato que era una locura, sus pies le llevaron sobre el aire más lejos de lo que había estado jamás de su estrella.
    

    Caminó y flotó sin detenerse. Entró por grandes agujeros oscuros y salió por su extremo sin recordar cuándo había entrado. Paseó por varias estrellas deshabitadas y descansó sobre pequeños planetas azules donde se lavó las manos y el rostro.
    

    Alguna que otra vez se atrevió a mirar más allá del umbral del Universo, pero no vio nada. No es que lo viera todo oscuro o todo claro, simplemente, no pudo distinguir absolutamente nada, ni colores ni formas, y su corazón se sobrecogió. Tras ello, se dio la vuelta y se alejó del final, aunque algo en su interior le incitaba a atravesar la delgada línea que le separaba de la confusa eternidad.
    

    No supo cuánto tiempo más estuvo vagando por el Universo, por entre las estrellas y lavándose las manos en los planetas azules. Tampoco contó las veces que las nebulosas se interpusieron en su camino, hermosas, ni todas las galaxias que visitó. Vio cosas formidables, pero también diminutas ante sus ojos.
    

    Cuando se cansó de caminar por el aire, sus pies fueron a posarse en la primera estrella con la que se topó. Era azul, completamente azul. Probablemente fuera una de esas estrellas del norte con las que tantas veces había soñado. Era realmente bonita, y no podía apartar la mirada de los rayos azulados que emanaba de su superficie.
    

    Se sentó sobre la estrella y fue paseando la visión por el Universo apreciable desde aquel lugar, intentando reconocer su propia estrella en la lejanía, pero sabía que esta se encontraba en otra galaxia, tan lejos que seguramente no volvería a encontrarla nunca más.
    

    Algo le hizo desviar la mirada: un sonido, tenue, semejante al de la estrella azul bajo su sombra, pero más real. Más humano.
    

    Cuando lo vio, sus ojos soltaron lágrimas sin saber porqué. El joven que apareció ante él le parecía extrañamente familiar, pero al mismo tiempo no recordaba haberlo visto jamás. Tenía el cabello rubio largo hasta más allá de la cintura, y los ojos rosados que lo observaban con curiosidad. Era raramente hermoso, y eso le gustó, pero recordó, con espanto, que se había colado en la estrella de aquel joven.

—¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? —Le preguntó el rubio.

—Viajé por el Universo para descubrir lo que había más allá de mi estrella. Mi cuerpo se agotó y me recosté sobre la tuya.

—Es mi estrella, sí. Pero ¿quién eres? —Quiso saber.

—Pues... no lo recuerdo.

—¿Cómo que no lo recuerdas?

—No soy capaz. ¿Tú lo eres?

—¡Claro que lo soy! —Exclamó.

—¿Y quién eres?

—Mi pregunta fue primero.

—Ya intenté contestarte.
    

    El rubio se agachó sobre él y lo escudriñó desde los pies a la cabeza: era un completo desconocido para él, de pelo verde hasta los hombros y ojos como estrellas de color esmeralda, de menos estatura que él. Entonces, algo le iluminó los recuerdos y sus ojos rosados brillaron con la fuerza de un sol.

—Eres Shun, y yo soy Mime. Me acuerdo de ti. Recuerdo toda tu vida, y recuerdo también la mía. Te he estado esperando durante tanto tiempo... y ahora por fin has venido a verme a mi estrella —le dijo, sonriéndole ampliamente y dándole un beso en una mejilla.

—¿Shun? —Preguntó, llevándose la mano a donde le había besado, y Mime asintió—. ¿Me esperabas?

—Te esperaba, y ya estás aquí, al fin. La eterna espera ha merecido la pena. Por favor, no me hagas tener que esperarte de nuevo, tener que olvidarte tras luces sin ti. Quédate conmigo en mi estrella, aunque no es tan bonita como tú, al menos podré tenerte a mi lado —esta vez le besó en los labios.

—Pero debería regresar a mi hogar.

—Haz de mi estrella tu hogar. No quiero volver a perderte —le suplicó al tiempo que las lágrimas asomaban a sus ojos.

—Pero yo no recuerdo quién eres —replicó Shun, con miedo.

—Yo te haré recordar.

—Está bien —asintió tras unos segundos de reflexión.

 

Pasaron las luces y brillaron las estrellas, y Shun seguía sin recordar quién era aquel joven que se hacía llamar Mime y que le pedía suplicante que no se separase de su lado. Quería saber a qué se debía aquello, intentaba por todos los medios hallar respuestas en lo más profundo de su corazón, pero cuando parecía que estaba a punto de dar con una, esta se alejaba a la velocidad de la luz y no volvía a aparecer. Se sentía frustrado. Ya no estaba contento. Quería irse de allí, pero Mime cada vez era más cariñoso con él, y tampoco sabía encontrar el camino de vuelta hasta su estrella.
    

    Entonces, un día sus pasos lo guiaron por el aire hasta el umbral del Universo, una vez más. Y allí se quedó durante mucho tiempo, tranquilo e impasible, con la mirada perdida en aquel vacío en el que no era capaz de distinguir nada. Quiso avanzar, pero le daba miedo. Quiso retroceder, pero sus piernas no le dejaron. Y cerrando los ojos pudo vislumbrar una luz que lo llamaba desde más allá del umbral. Era una luz tenue que se iba haciendo más intensa por momentos. Y Shun no dudó. Caminó un paso, y luego otro, y así hasta que su cuerpo se perdió a lo lejos, más de lo que la mirada podía abarcar.

 

En toda la habitación pudieron escucharse los pitidos que anunciaban el final de la vida y el comienzo de la muerte.
    

    Mime, quien había permanecido al lado de Shun todos los días y noches desde que le habían ingresado, despertó de una ligera siesta que le había invadido tras haberse pasado toda la noche en vela. Miró a la máquina que no dejaba de emitir ese pitido constante y luego miró a Shun, con millones de lágrimas amontonándose bajo sus párpados para corretear después por sus mejillas.
    

    Se levantó de la silla apresurado y con el corazón latiéndole con fuerza. Todo su cuerpo temblaba, y siguió temblando cuando abrazó a Shun en un intento desesperado por alejarle del umbral del Universo, por devolverle la vida, pero una enfermera trató de calmarle, interrumpiendo su abrazo, y al ver cómo Mime lloraba desesperado, volvió a salir de la habitación, cerrando la puerta despacio y dejándolos solos de nuevo.
    

    No se separó de él hasta que no le quedó más remedio. Y lloró, y lloró, y siguió llorando por la pérdida del mayor pedazo de su corazón. Y no volvió a ser feliz hasta que él mismo se asomó al umbral del Universo.

Notas finales:

Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado y comenten sus opiniones :D


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