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Caos, deseo y miedo por Cristabelle

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Notas del fanfic:

Los personajes ni la trama me pertenecen sino a sus respectivos autores, excepto uno que otro OC

Notas del capitulo:

Hola, algo nerviosa les presento esta historia u,u espero les guste.

La soledad que lo invadía era inconmensurable, la oscuridad lo envolvía totalmente y el miedo pugnaba por ahogarlo a cada instante en un tortuoso ciclo que parecía no tener fin, ¡una gran ironía!

Sus ojos, cabello y casi la mayor parte de su figura se confundían con la inmensa negrura que le rodeaba, tan sólo distinguía sombras de su pálida piel.

Como cortar acero con una cuchilla, así de lento e inútil pasaba el tiempo con la consciencia de que nadie vendría a menguar su castigo y que estaría sólo para la eternidad.

El creciente odio en su pecho y los lamentos que resonaban en su cabeza, eran todo lo que podía sentir.

Y de pronto una extraña calidez se adentró en su prisión y en medio de la oscuridad un fulgor rojizo lo despabilo.

***

Los preparativos estaban casi listos, para que del cielo nublado pronto se pudiera observar uno de los espectáculos más bellos y preciosos que puedan existir.

Con gran esmero Jack Frost elaboraba delicados copos de nieve, millones en segundos y sin embargo todos únicos en cada línea de su estructura.

El arquitecto de esos sublimes diseños, tomaba el asunto muy en serio, pero sin dejar de divertirse, pues lo suyo era la alegría y las risas que se entremezclaba de travesuras que no estaban malintencionadas, pero que de todas formas devenían en pequeños desastres. Un resbalón al bajar escaleras cubiertas de nieve endurecida, una sorpresiva brisa helada que provoca una gripe, ropa colgada que se llena de escarcha. Esa clase de cosas, al igual que el entretenimiento de los días feriados por nevada, esa cellisca menudita bajo la cual es entrañable caminar; pasear y deslizarse en trineo, esa clase de cosas también eran obra suya

Cabe decir que otro de los pocos asuntos que también se tomaba en serio, era su deber como guardián de la niñez.

Más de una década había pasado desde el suceso que lo convirtió en Guardián, gracias al cual, su existencia antes desaprovechada e incomprendida, cobró una inigualable importancia, pues él, junto a otros improbables héroes, fue elegido para proteger la pureza de los niños y llenarla de asombro, sueños y esperanza.

Los años pasaron en un devenir rutinario, pero bastante agradable ya que ahora tenía amigos con los cuales podía compartir buenos momentos y travesuras o enfrentar las más graves emergencias, claro que desde que vencieron al señor de las pesadillas, no se presentaron asuntos en los que debieran intervenir, pero con el acaecer de los años, se presentan cambios que no siempre pueden ser divisados a grandes rasgos por los mortales, pero sí por seres como él. Había más gente, menos áreas verdes, más contaminación, más tecnología y lo peor de todo….menos inocencia, situación que en verdad preocupaba a Los Guardianes; los niños ya no eran tan dulces y cándidos, el mundo era duro y muchos se veían en la necesidad de madurar antes para lidiar con la vida que les había tocado. La sociedad, la televisión y el resto de los medios de comunicación tenían mucho que ver en esto; de una u otra forma a los niños se les estaba despojando de la inocencia, de esa característica tan importante en la primera infancia, pero el mundo no era el mismo, los tiempos lo demandaban; cada vez más jóvenes manejaban tecnología y tenían que ser conscientes de la maldad y angustia que había en el mundo

Pero si algo podían hacer todavía Los Guardianes, era endulzarles los sueños, aligerándoles el corazón de tanto pesar y dificultad con el cual debían lidiar muchos niños que vivían una dura realidad, calamidades mucho peores que el poder de las pesadillas, porque eran asuntos en los que lamentablemente no podían intervenir.

El Hombre en la Luna, aquel ser sabio y misterioso que siempre les daba mensajes importantes y les advertía de peligros a Los Guardianes, les prohibió rotundamente intervenir en esa clase de asuntos, aunque les destrozara el corazón saber el sufrimiento que padecían cientos de niños, eran asuntos que los hombres debían resolver, una prueba también para ellos, que no debían perder la esperanza en la humanidad y en este mundo, donde definitivamente aún había cabida para los sueños y el asombro.

Pensando en eso, construyo un último copo, uno especial que embebió de su dulce y helado aliento. Se elevó muy alto, reunió las nubes necesarias y les soplo con fuerza cargándolas de aire congelado para formar nieve más densa. Con el cayado que le ayudaba a canalizar sus poderes agito las nubes, combino aquello con muchas ventiscas y de a poco empezó a repartir copos que él mismo diseño.

Disperso la nieve por esa ciudad que le agradaba tanto y donde siempre solía comenzar su labor, por los buenos recuerdos que le traía de cuando se convirtió en Guardián.

Una fuerte nevada a partir de medianoche, cubriendo todo para el amanecer y darle al despertar una sorpresa a la gente. Cada copo debía ser perfecto y la nieve muy compacta, lo suficiente como para que los niños y muchos adultos no tuvieran que ir a trabajar ni a la escuela, pero no tanto como para que los vuelos en avión no se vieran perjudicados o vehículos que debían transportar cosas de mucha importancia se vararan; la temperatura exacta para hacer travesuras y que la gente creyera que se le congelo la tubería o el motor del vehículo, para después darse cuenta de que sólo era superficial y no arruinarles el día.

No hacía poco que decidió que su labor de alegrar, se extendiera también a los adultos. Algunos de los copos especiales que realizaba, se deslizaban por la ventana de quien estuviera muy ansioso por una entrevista de trabajo o por cuentas a pagar, en los lentes de alguien preocupado, en el café de cualquiera que necesitara ánimos, pero guardo uno, que hizo con excepcional dedicación para alguien más maravilloso que el resto, lo cual no significaba que el resto de las personas fueran menos importantes, sino que él lo era de manera distinta para Jack.

La gente despertó de a poco; en las noticias dijeron que las clases y ciertas entidades laborales suspendían sus actividades, lo cual reconforto a las personas. Todo salió como él lo planeó.

A eso de las nueve de la mañana ya todos los niños salieron a jugar, otras personas se asomaban a la puerta para recoger el periódico, unos más a quitar la nieve de sus cobertizos y estaban los que daban un paseo matutino, todos parecían muy relajados, excepto un joven de pelo castaño que caminaba cansado sin notar el hermoso panorama que le rodeaba.

Nevada o no, no faltaría a su práctica universitaria, tal vez era su primer año, pero procuraba esforzarse sobretodo si de forma extraordinaria consiguió la oportunidad de practicar en el despacho de uno de sus docentes, uno de los mejores psicologos en la ciudad.

Caminaba sin saber que el espíritu del invierno retozaba a su lado mirándolo con candidez y tristeza, al tiempo que este le  entregaba una diminuta partícula que se precipitó contra su pálida frente, esparciéndose por sus ojos en un polvo azulino y brillante; parpadeo unas cuantas veces y antes de entrar al despacho, Jamie se animó a mirar la hermosa nieve que caía ataviando las calles de blanco.

Jack sólo podía acompañarlo hasta ahí, eso lo entristeció, deseaba tanto estar con él, pero aún quedaban muchos lugares donde debía caer nieve y tuvo que marcharse.

Ese muchacho, era especial porque era el primero que consiguió verlo e increíblemente aunque pasaron los años no dejo de creer, aunque ya no podía verlo su luz no se había apagado por completo y tarde se dio cuenta de lo mucho que llego a dolerle que Jamie no pudiera recordar la aventura que compartieron.

Viendo a Jamie seguir con su vida todos esos años, le hizo preguntarse que sería crecer como los humanos y hasta qué punto él podía considerarse un adulto o alguien maduro por todos los siglos que vivió y sus experiencias como guardían aunque no se manifestara en su apariencia.

Siguió repartiendo nieve hasta el anochecer, notando por esas horas una leve disminución en la presencia de haditas de los dientes; se preocupó, pero no quiso sacar conclusiones apresuradas y para calmarse, tomó un descanso en un poblado de Nebraska y contemplo un panorama que a pesar de conocer a la perfección, no se cansaba de admirar. Copos de nieve cayendo y acumulándose. Nieve dominando el paisaje con un blanco tan puro como el de sus cabellos o el de su piel que cubría usando prendas de colores azul y pardo, pero que no ocultaban sus eternos rasgos juveniles que eran consecuencia de su temprano deceso en el mundo terrenal, por la noble causa de salvar a un ser amado sin miedo alguno, lo que le valió ser escogido para encarnar al travieso Espíritu del invierno.

Entonces se hicieron visibles ondas de arena doradas danzando entre los copos de nieve, sobreponiendo su brillo a la oscuridad y tomando toda clase de asombrosas formas.

Mariposas gigantes, sirenas, dragones amistosos, caramelos, soldaditos de plomo, flores bailarinas, barcos piratas, arlequines y demás entes asombrosos caminando entre los tejados de las casas, por las avenidas, introduciéndose por cualquier recoveco a las habitaciones de los niños, para ayudarles a visualizar mejor sus sueños, pues mientras más claro es un sueño, más posible es hacerlo realidad. Cómo la pequeña o el pequeño que sueña con volar, bien podría ser un gran aviador, o quien sueña con magníficos animales, tal vez sería un exitoso biólogo o veterinario.

Entre los aluviones de sueños, se distinguía al encargado de brindar dulces sueños a los niños, alguien de baja estatura, compuesto de trillones de granitos de dorada arena que ordenados formaban sus ojos, cabello, ropa y cuerpo.

–¡Meme! –agito los brazos saludándolo mientras se desplazaba hacia él– ¿Cómo has estado?

Su nombre en verdad era Sandman, pero sus amigos se daban el gusto de llamarlo así. Nunca  decía una palabra, pero en su sempiterno silencio sabía transmitir una gran calma a quienes lo rodearan, pero en esa ocasión no se le veía apacible y tranquilo como de costumbre.

No pudo responderle al saludo, se apresuró en hacer uso de la dorada arena que le conformaba, para trazar delicados dibujos comunicando que las haditas de los dientes se estaban enfermando.

***

Despertó en un lugar desconocido y comenzó a jadear de la inquietud. Todo estaba oscuro, pero su persona era iluminada por una luz parecida a la de un reflector que le seguía a cualquier movimiento dejándole apreciar que el piso era de baldosas blancas y rojas entremezcladas en lo que podría recordar al patrón de un tablero de ajedrez.

Mirando a todos lados, invadido de cierta paranoia, formo una guadaña con sus poderes, una de sílice negro que se contraponía a la dorada arena de cierto hombrecito callado.

–¡¿Qué sucede aquí?!– grito preparándose para cualquier ataque de quien quiera que lo hubiera llevado ahí.

Resonó un lejano eco, los minutos pasaron lentos y tres figuras aparecieron ante él.

Resguardados en la sombra no se los podía ver, pero las voces eran suficiente para distinguirlos.

Primero oyó una risa frenética y aguda, seguido de un canto tan bello como triste y una voz que murmuraba destilando galanura.

La sombra que no paraba de reír hablo:

–¡¿Es él?! ¡No lo puedo creer! –lo señalo sin dejar de reír– ¡tan patético como lo imaginé!

–Pitch Black- susurro la voz que cantaba sin detener su melodía.

–Basta, no ésta bien tratar así a los invitados– expreso el seductor.

–¡Oh! Eres aburrido.

El aludido rio con finura y se reclino levemente para tomar de la barbilla a su supuesto comensal, quien le aparto con un movimiento de su guadaña.

–¡¿Quiénes son ustedes y qué hago aquí?!

–Me enardece la desesperación que muestras, es tan genuina– dijo antes de intentar acercarse nuevamente.

En ese instante Pitch pudo percibir la misma calidez que sintió antes de caer inconsciente.

–¿Me sacaste de ahí….?– susurro.

–Sólo el ardiente sentimiento de la pasión podría haber derrumbado esa prisión de temor– tarareó la voz tierna.

Pitch bajo la mirada sin acabar de comprender.

–No pudimos evitar enterarnos del complot que organizaste en contra de los Guardianes de la niñez y…

–¡Estuviste tan cerca!– interrumpió sin esforzarse por ahogar sus risas de burla.

–¿Puedo continuar?- le pregunto a su compañero con frialdad, pero aplomo, como el caballero que era.

–Claro– respondió nervioso, mientras el otro aclaraba la voz y proseguía.

–Creemos que realizaste un trabajo esplendido, pero no con los fines correctos.

–¡Ustedes no saben nada!– profirió Pitch rabioso.

–Sabemos que lo hiciste por la profunda soledad que te agobia. Quieres que crean en ti y que te tengan presente en su realidad, quieres significar algo para quienes te rodean y piensas: “Si no pueden amarme, que al menos me odien” ¿no?– pronunció la de precioso timbre.

El arma de arena oscura se desmorono, mientras cubría su rostro con las manos.

–Lo cierto es que los humanos no merecen saber de nuestra maravillosa existencia.

–Destruyen todo aquello que es hermoso.

–¡Nunca ven más allá de sus narices!

Al fin se ilumino el espacio que le rodeaba, dejo que sus ojos se acostumbraran un momento a la luz y observo que se encontraba en un palacete de monocromático rojo y blanco. Su mirada siguió moviéndose y se encontró con la figura de sus captores.

–¿Ustedes? No puede ser…

–¿Por qué no? Todo es posible– afirmo el galán.

–Lo cierto es que nosotros tampoco pasamos de simples mitos para ellos. También somos invisibles– dijo la melodiosa.

–Y nos da igual, excepto, ¿si creen en él?…– señalo al galán burlón.

Poco atendía a lo que le decían, su prioridad era una forma de escapar.

–Hasta es una ventaja… al menos para lo que hemos decidido hacer– continuo el seductor.

–Requerimos tus poderes para confundir a los Guardianes y distraerlos de nuestros verdaderos planes– dijo la amante de las melodías.

–Son los únicos que se atreverían a dar la cara por la podrida humanidad– añadió el socarrón.

Pitch procuro no demostrar sus ansias por escapar, diciendo:

–¿En verdad creen que los ayudaré?

–¡Claro! quieres venganza- dijo el tipo con complejo de hiena.

–No lo haré.

El caballero sonrió con sorna.

–Te estamos ofreciendo ser nuestro aliado, cuando en estos momentos no eres más que un simple rehén ¡qué desconsiderado! –su mirada se tornó perversa– te conviene aceptar.

Se incorporó con arrogancia, miro con un ansia asesina a sus interlocutores y simplemente asintió.

Notas finales:

aún no me decido mucho por cuales parejas poner, cuales les gustaría o me aconsejan? y me harían muy feliz si comentaran, gracias por leer.


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