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Aúlla conmigo por sombra_larga

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*Malin*   


Asegure el nudo que mantenía los troncos recién cortados juntos. Fruncí el ceño al observar mis manos un poco rojas, necesitaba leños para cocinar, y yo era el único que podía cortarlos, ya que ese inútil se encontraba en quien sabe dónde.


Más tarde me pondría una crema humectante, me gustaban mis manos suaves. La violenta brisa me hace cerrar los ojos por un momento, es medio día y a pesar de eso el cielo está totalmente gris, la nieve cae por ahora en ligeros copos, pero lo más probable es que una ventisca envuelva a todo el bosque al anochecer. Veo a mí alrededor, el invierno ha caído en el bosque negro, las ramas desnudas de los árboles son cubiertas por una fina capa de cristal, los arroyos están congelados, cualquiera que pase la noche lejos del fuego es probable que  amanezca muerto.


Solo los espíritus libertinos del viento y los dragones en su época de cría disfrutan esta ventisca.


Me quito la capucha para poder atarme el cabello y que no me estorbe. Lo amarro en una simple cola y tomo con algo de esfuerzo los pesados leños.


Y es ahí cuando lo veo.


En el pulcro blanco de invierno una enorme mancha negra se acerca cada vez más, tomando la forma de un lobo.


Mi lobo, maldito idiota, jamás le perdonare por hacerme sentir así de bien con solo verlo.


El gigantesco animal mueve el rabo de un lado a otro energéticamente, su hocico ensangrentado trae cargando por lo menos siete pobres conejos.


-donde estabas perro inútil- 


 


 


 


 


*Godric*


A primera hora de la mañana había salido al frío solo para poder cazar un poco de carne, últimamente Malin comía en exceso y la noche anterior farfullaba que daría lo que sea por un buen conejo asado. Así que armándome de fuerza salí de la tibia cama dejando atrás la tentadora imagen de un doncel de cabellos rosas con las piernas desnudas enredadas entre las sabanas con la boca abierta roncando levemente, es realmente hermoso, en solamente un mes nuestra relación ha crecido hasta tal punto que puedo asegurar que nunca podre pasar un día más de mi vida sin el a mi lado, ¿será este el sentimiento que embarga a mis padres cuando se ven?


No lose en realidad, de lo único que estoy realmente convencido es que podría pasar el resto de mis días en este bosque, este lugar es representante de un territorio consumido por la oscuridad lleno de criaturas ponzoñosas. Pero yo he encontrado aquí un verdadero paraíso, una cabaña escondida guardando un verdadero tesoro. Un tesoro que yo he conquistado y me he encargado de marcar todas las noches.


Solo recordar ese perfecto y bello cuerpo hace que mi entrepierna de un salto.


Pero a pesar de todo eso puedo sentir como un pequeño pero a la vez infinito vacío nos separa, no puedo decir quién soy, simplemente no puedo, estas mentiras me limitan a preguntar sobre él, me siento culpable.


Espantando esos pensamientos me concentro en no soltar los conejos que mantengo fuertemente aferrados en mi hocico.


Como única respuesta a su pregunta me limito a mover mi rabo y bajar mis orejas, él se sonroja y masculla algo que alcanzo a entender como “idiota”, el emprende el camino de regreso a la posada con paso trabajoso debido a la espesa y alta capa de nieve que se ha formado, yo al tener este abundante pelaje me es más fácil soportar el frío, sin embargo puedo ver el ligero temblor recorrer su cuerpo, en sus largos cuernos una delgada capa de hielo  se empieza formar.


Me acerco a su lado sirviéndole de apoyo a la vez que le intento de proteger de los helados vientos.


Mi rabo se empieza a mover inconscientemente cuando veo su cara sonrojarse aún más, aunque lo intente de ocultar agachando la cabeza.


Los dos damos un suspiro de alivio cuando Ágata nos abre la puerta, dándonos paso a un delicioso cuarto caliente. La mujer parece más una bola de pelo con extremidades que un…lo que ellos dos sean. Lleva un vestido hecho de la mejor piel de zorro blanco, empieza desde el cuello y termina un poco antes de los tobillos, sin contar con la capucha que cubre esos curiosos cuernitos negros.


Por ahora se ha arremangado hasta los huesudos codos, seguramente por estar cocinando.


-¡bien hecho Godric!- me dice entusiasmada dándome leves palmadas en el lomo. Con la quijada un poco entumecida suelto los conejos que son recibidos por una viejita muy contenta, casi dando brincos se los lleva directo a la cocina para empezar a despellejarlos.


-¡¡si “gracias Malin por salir al frio y traer la leña”!!- reclama mi doncel, si, suyo, soltando violentamente los troncos.


-¡un poco de viento no te va a romper niño!- le responde de igual manera Ágata desde de la cocina. Veo como Malin se va malhumorado dejando a medio colgar su capa, gimoteo un poco al ver su estrecho vestido gris que se cierne sobre el como una segunda piel, solo atado por unos simples botones de perlas que recorren toda su espina dorsal, unos botones que podría arrancar fácilmente.


Sé que me ha oído, casi podría jurar que me ha leído la mente por cómo se va moviendo sugerentemente su culo.


Con un gruñido vuelvo a mi forma humana, suspiro agachándome para tomar mi ropa del cesto especialmente destinado a mí, Ágata y Malin son unos obsesos del control.


Me visto lo más rápido que puedo, haciendo una mueca cuando capto mi reflejo en un pequeño espejo de la pared, mi barba ya ha tomado algunos centímetros de grosor.


Tal vez debiera de rasurarla, pero solo recordar la cara sonrojada y lagrimiante de Malin quejandose por que le da cosquilla “ahí”…creo que podría pasar una pequeña con esto.


 


 


 


*Kira*


Me siento tan débil, mi cuerpo solo siente dolor, no puedo más, es como vivir una pesadilla eterna, solo puedo dormir, intentando escapar de los dolores que me asaltan. Gimo cuando una nueva arcada me ataca, no tengo ni fuerza para levantarme por lo que solo alcanzo a abrir la boca para que un chorro de sangre salga de mi boca tiñéndolo todo de rojo.


No puedo y no quiero seguir con esto. Ya no soy la mujer de antes, si la yo de antes me viera como estoy ahora seguramente hubiera sentido lastima, por esta anciana de cabellos grises y cuerpo cadavérico que ni siquiera puede ir al baño sola.


No sé cómo he terminado aquí, antes tenía poder, belleza…pero todo se evaporo, tan simple como eso, en un solo parpadeo me encontraba en la calle sin nadie, completamente sola.


Cuando Lucian me expulso de la manada, camine, así es camine y camine por días, sin pararme a comer ni a beber o hacer algo más. Si pudiera apretaría los puños al solo recordar la cara de ese maldito niñato de pelo blanco, llena de lastima y pena, mirando con ojos críticos desde la puerta aferrado del brazo de Lucian.


¡Maldito fuera! Después de varios días, no tengo ni idea de cuantos, me desplome a la mitad de un camino. Recuerdo haber despertado en medio de un bamboleo, una cerreta, con destino desconocido, Peter era el nombre del conductor, una persona irremediablemente normal, nacido y criado en un pequeño pueblo, con una madre, un padre y dos hermanos mayores.


Una linda, perfecta y aburrida familia granjera.


El transportaba los productos cosechados cada semana al pueblo vecino que se encontraba a solo tres días de viaje.


*Flash back*


-¡oh, ya despertaste¡- con la cabeza revuelta miro a mi alrededor, esta oscuro, tengo mucho calor, las sabanas se pegaban a mi cuerpo me siento sofocada, con algo de trabajo enfoco al hombre frente a mí, moreno, con el cabello castaño y ojos negros, los dientes un poco chuecos, brazos fuertes- ya me estaba empezando a preocupar, ten bebe esto, te hará sentir mejor-


Con desconfianza tomo el pellejo que me tiende, acerco la boquilla a mi nariz intentando detectar si no contenía ningún veneno o sustancia peligrosa.


El hombre frente a mí solo sonríe, estúpido.


Al final la sed me gana y doy largo trago, mi garganta lo agradece.


-¿Quién eres?- mi voz era un verdadero graznido- ¡dios! ¿Me querías asfixiar?- exclamo enojada, mi cuerpo esta empapado en sudor, doy manotazos violentamente para quitarme las sábanas de encima.


-mi nombre es Drío-


El solo me sigue viendo. Sus ojos negros me examinan tanto, y la  estúpida sonrisa sigue ahí.


-¿Qué me vez?- pregunto hastiada terminándome de quitar las sabanas, quedándome solo con una enorme camisa, seguramente de él.


-eres hermosa-


*fin flash back*


Una mínima parte de mi corazón aun late un poco al recordar su profunda voz, ese hombre en verdad me amó, seguí viajando con él, yo nunca le dije nada de mí y él nunca me cuestiono.


Su familia me empezó a ver con familiaridad, a pesar de que nunca conviví con ellos, siempre los miré desde lejos, desde su carreta.


Pasábamos la mayor parte del tiempo viajando, se armó una inesperada rutina entre nosotros que aceptamos en silencio. Yo cocinaba mientras el acomodaba la tienda en los días caluroso, en los días fríos ambos dormíamos en la carreta, abrazados en un cómodo silencio, yo le ayude a mejorar sus negociaciones, no era estúpida, él era demasiado bueno como para exigir un precio justo por sus productos.


Nuestra primera vez fue silenciosa y lenta, el entro en mí, tembloroso y frágil; sus manos, rasposas y fuertes, me acariciaron con suavidad venerando cada parte de mi cuerpo.


Mis pechos se endurecieron ante su toque, se movió con precisión, lo sentí llenarme con su esencia caliente,  el cayó sobre mi como un niño, aferrándose y llenando mi alma de una paz y sentimiento que nuca había sentido.


“Te amo”


Susurro el en la oscuridad y siguió tranquilo aun después de no haber recibido respuesta alguna.


El sexo se hizo parte de nuestra rutina, nunca espere nada de esos encuentros furtivos, no sospeche nada y aun si tuve alguna, preferí callarla y guardarla solo para mí.


Solo cuando mi vientre y pechos se hincharon, no tuve más de otra que aceptarlo. No dije nada, no supe cómo, él lo tomo como una parte más de la vida diaria, como siempre aceptándome en silencio, haciéndome sentir confianza.


Mi hijo nació en una noche lluviosa, su padre lo recibió con el cuerpo tembloroso, tanto que creí que lo dejaría caer; pero sus manos grandes y gentiles lo tomaron con firmeza lo acerco a su pecho y le beso la cabeza.


Aun puedo recordar a la perfección ese momento, el sonido de la lluvia y los aullidos del viento desaparecieron, solo quedando mi hijo ensangrentando en los brazos de su padre, que lo admiraba maravillado entre lágrimas.


Cuando al fin me tendió a mi bebé, yo lo acepte con miedo de que fuera a desaparecer en cualquier momento.


Lo tome entre brazos, sentí su pequeño cuerpo que se retorcía hambriento, lo observe prenderse de mi pezón; las diferencias eran claras, el cachorro de Lucian era delgado y me cabía en una mano,  ni una sola vez pude oír su llanto y sus ojos siempre estuvieron cerrados; como si mi niño supiera que no valía la pena intentarlo. Pero Cristian estuvo inquieto todo el rato, alimentándose con los ojos bien abierto, sin dejar de rodear el dedo de su padre con su pequeña manita.


Solo cuando una gota de agua mojo la cabeza de mi hijo, pude darme cuenta de que estaba llorando.


Drío me abrazo y me atrajo contra su pecho.


-no sé si te amo, pero me gusta estar a tu lado-


-en verdad eres una cabeza dura- rio el sacándome una pequeña sonrisa.


*Flash back*


-¡Cristian regresa!- fruncí aún más el ceño al ver como mi pequeño diablillo se alejaba corriendo completamente desnudo.


-¡corre hijo que te atrapan!- grito Drío con una carcajada contenida, lo fulmine con la mirada, el me devolvió una sonrisa sin dejar de acomodar los troncos para la hoguera- mejor espera hasta mañana para bañarlo- sugirió el hombre un poco serio- este camino está cerca de Scratilan, ese pueblo de mala muerte-


-será rápido, además lo consientes mucho- le acuse logrando que se sonrojará.


-y-yo no lo consiento- tartamudeo.


-si claro, solo será un segundo, tu hijo es más tierra que niño-


-aquí los espero- le di un pequeño beso en la boca, volteé solo una vez, viéndolo con su siempre amable sonrisa.


Después de una exhaustiva caza, por fin atrape a mi hijo y lo lleve a rastras al río, aproveche que el agua se encontraba a una perfecta temperatura para darme un pequeño baño.


-¡venganza!- chillo Cristian lanzándome chapotones de agua, entre risas le abrase comenzando un ataque de cosquillas.


Todo pasó tan rápido a partir de ese momento, la felicidad que tanto había anhelado y por fin alcanzado se esfumo en un segundo.


-¡pero miren que tenemos aquí!- resonó la chillona voz del hombre humano- hola hermosura- jale a Cristian hacia mi pecho que se abrazó a mi asustado por la repentina tensión en el ambiente, con asco vi como el gordo hombre se lamia el labio recorriéndome con la mirada, otros cinco humanos salieron detrás de él.


Bandidos eran lo que parecían, con espadas colgando y con ropa que había visto mejores tiempos.


-parece que hoy nos sacamos la lotería jefe, primero una carreta llena de comida y luego esta preciosura- borboteo   uno de los hombres, larguirucho y con bigotes; con miedo me fije en la espada ensangrentada que colgaba de su mano.


-tiene un mocoso- gruño otro chaparro y calvo.


-ya me di cuenta idiota- rugió el que parecía ser el líder- sal de ahí si no quieres que te corte el pescuezo, a ti y a tu estúpido mocoso- amenazo el barrigón, blandiendo su espada.


-mami- lloriqueo Cristian contra mi busto desnudo,  lo abrase más fuerte, comencé a salir del agua, mi niño oculto su carita en mi cuello aferrándose con sus bracitos.


-no importa que no me sueltes Cristian- le susurre en su orejita- cierra los ojos cariño y no lo abras hasta que te diga-


Termine de salir, quedándome completamente desnuda ante ellos.


-el maldito niño tapa lo mejor- gruño el tipo larguirucho sacando una obscena carcajada de los demás.


-aún tenemos una buen vista por acá- el líder se acercó a mi dándome una nalgada, otra risa- vamos perra, suelta a tu mocoso- antes de que pudiera poner una mano en Cristian me moví  rápidamente enterrando mi pie en su entre pierna, cayó al suelo completamente rojo-¡atrápenla idiotas!- grito sobándose su pene herido.


Todos actuaron demasiado lento, para ese momento ya había tomado la espada del panzón, no por nada había crecido con Lucian, con una mano sosteniendo la espalda de Cristian, desarme a dos hombres, me gire rápidamente evitando que me enterraran la espada en la columna, le rebane el cuello, pero no pude evitar el corte en mis costillas.  


-¡maldita zorra!- rugió uno de ellos, patee con todas mis fuerzas su estómago sacándole el aire mientras enterraba la espada en el hombro del otro, uno de ellos jalo mi cabello haciendo que perdiera el equilibrio.


Voltee encontrándome con el gordo que ya se había recuperado, le hice un grueso corte en la cara que le dejo chillando en el suelo, sentí el terrible ardor cuando uno de ellos enterró el filo en mi estómago, alcance a rebanarle el cuello para detener al último, le hice retroceder antes de darle una buena patada en la rodilla y por fin enterrar mi espada en su pecho.


Cuando busque al gordo ya se había ido.


Deje caer la espada, con temor vi como la sangre se deslizaba a mis piernas goteando, tenía la respiración entrecortada, sabía que una vez que la adrenalina bajara no me podría mover con facilidad.


Los sollozos de mi hijo se contenían contra mi cuello.


-tranquilo amor, ya todo está bien- el viento del atardecer me hizo estremecer, aliviada encontré nuestras ropas en el mismo tronco en donde las había dejado. Con el cuerpo entumecido camine tragándome el dolor, me vestí lo más rápido que pude.


-mami, estas sangrando- Cristian tenía los ojos hinchados y la cara pegajosa, su moquito aun escurría por nariz, se lo limpie con la mi manga.


-no te preocupes Cris, es solo una pequeña herida, ¿crees que puedas caminar?- mi pequeño asintió energéticamente, todavía asustado por lo que había pasado- tenemos que buscar a papi- farfulle caminando lo más rápido que podía.


Lo primero que pude ver fueron varios caballos amarrados al tronco seco, la fogata estaba exactamente igual con los troncos intactos, las ollas y el conejo que había cazado Drío  tirados en el suelo.


Solté la mano de mi hijo, todo se detuvo, no pude oír nada solo un intermítale zumbido en mis oídos.


Mis manos temblaban cuando las puse en su pecho ensangrentado, mis manos que habían tocado miles de heridas, peores que esas, se congelaron ante esta.


Me concentre, hilos dorados salieron de mis manos, enredándose en sus heridas, acariciándolas, sanando. Pero sus parpados terriblemente pálidos no se abrían. Un pequeño gemido salió de su boca, casi inaudible.


-te vez fea llorando-


-¡cállate idiota!- chille, viendo con desesperación como sus heridas no cerraban, me concentre, acumule energía que no tenía pasándola a su cuerpo pero nada sucedía.


-wow, eres increíble, sacas brillitos por los dedos- susurro antes de toser dejando salir un chorro de sangre, sonrió débilmente, esa maldita sonrisa.


-por favor, mantén los ojos abiertos Drío, te lo suplico- sollozo esforzándome por no desmayarme, la sangre de mis heridas no dejaba de fluir, me sentía mareada y débil.


-a todo esto- su fuerte mano tomo la mía apartándola de su pecho- ¿puedo preguntar tu nombre?-


Con un enorme nudo agrio en la garganta separe mis manos de su cuerpo tomando su cara, acercándome a él, intentando sonreír entre las malditas lágrimas que me nublaban la vista.


-Kira, mi nombre es Kira grandísimo idiota- susurre contra sus labios, aun entre lo nubloso del llanto pude llegar a ver su hermosa sonrisa, su última sonrisa.


*fin flash back*


Después de eso solo pude desmayarme, cuando desperté me encontré a mi hijo recostado contra mí. Y sin rastro de carreta y caballos.


Quise quedarme ahí, pero esta vez no podía rendirme tenía alguien que dependía de mí.


La familia de Drío me culpo de todo, despreciando a mi retoño, llamándolo bastardo.


Sabía cuál era mi única opción, camine por tres días, tragándome el cansancio y obligando a mi pequeño a tener que comer frutillos del bosque.


Pero cuando llegue a la manada del sur, solo fui recibida con rechazos,  no me dejaron cruzar la puerta y el alfa se negó a verme amenazando con atacarme si no me iba enseguida.


Intente sobrevivir, vendiendo mis servicios medicinales. Acabe vendiéndome como cualquier prostituta, y lo volvería a hacer por mi hijo.


La amargura se instaló en mí, sus raíces abrazaron mi corazón, se metamorfoseo a odio, ese día, cuando  viaje al pueblo vecino, los vi, a los dos, felices; sonriéndose mutuamente, con tres niños corriendo alrededor de ellos, y el jodido doncel abrazando un bultito entre sus brazos.


Lucian, la expresión de Lucian, el nunca vio así  a mi bebé, a nuestro cachorro, ¿Por qué ellos si podían ser felices y yo no? ¿Dónde estaba mi jodido final feliz?


Si yo no podía tener uno, ellos tampoco.


Me encargaría de arrebatárselos.


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